Prólogo

-Un domingo cualquiera-

Un domingo cualquiera de Hermione Granger consistía en Pociones, Defensa Contra las Artes Oscuras, Transfiguración y Encantamientos. Por ese orden, siempre por ese orden. Si luego le sobraba algo de tiempo, bromeaba con Ron y Harry frente a la chimenea de la sala común de Gryffindor, o escuchaba una nueva hornada de cotilleos en boca de Ginny Weasley. Pero nunca era ni más ni menos, porque ésa era la personalidad de Hermione. Su mente funcionaba igual que una potente agenda electrónica, en la que todo era almacenado, procesado y ordenado según días y horas. Y así eran los domingos de Hermione. Sólo Voldemort, la cicatriz de Harry o los Mortífagos y sus pillerías, tenían capacidad de interrumpir ese orden casi milenario de la prefecta de Gryffindor.

Un domingo cualquiera de Cho Chang consistía en pasar horas en la biblioteca, aunque sus tareas no tenían orden ni concierto. Siempre comenzaba por las de la semana siguiente, aunque para ello hiciera uso del impulso, no de la lógica. La primera que se le antojara atractiva era la primera que realizada. Lógicamente, como buena Ravenclaw, era normal que acabara sus deberes a tiempo, pero desechaba cualquier tipo de rutina preestablecida. Porque Cho disfrutaba más picoteando de aquí allá, incordiando de vez en cuando a Madam Pince. –¿Todavía no ha clasificado esta estantería?.- le preguntaba a menudo, sólo por molestar. –Alguien ha desordenado los tomos de Herbología, señora Pince. Los de la A están en la M- decía, aún sabiendo que había sido ellal a culpable.

Al acabar su tarea, solía pasar tiempo con Marietta Edgecombe, hablando de chicos, de pasteles de manzana, de Harry Potter, de las golosinas de Honeyduckes o de cualquier cosa que se les pasara por la cabeza. Daba igual con tal de pasar un buen rato.

Tampoco aquel domingo Hermione Granger se acordó de las relaciones. Tenía suficiente con sus amigos, la lucha contra Voldemort y, por encima de todo, la ardua tarea de seguir siendo la primera del curso. Mucho tiempo atrás se había fijado un orden de prioridades en la vida, y el amor o los chicos en general todavía no ocupaban los primeros puestos de la lista. Ni siquiera Ron, a quien miraba con buenos ojos de vez en cuando, pero no con suficiente entusiasmo. O Krum, pues hasta le costaba admitir que echaba de menos ese cosquilleo absurdo que había despertado en lo más profundo de su estómago. Tener a alguien siempre resulta agradable;incluso para Hermione, aunque tratara de negárselo por el simple hecho de que ella tenía otros planes.

Cho, en cambio, sí lo hizo. Cada vez que tenía tiempo libre se acordaba de Cedric, de las tardes de domingo con él, los paseos, las risas cómplices, las escapadas a Madam Pudipié siempre que sus padres ingresaban dinero en sus cuentas de Gringotts. Ah… las antiguas tardes de domingo, cuánto las extrañaba… Desde que él no estaba, todo su mundo se había centrado de nuevo en sus estudios. Le costaba admitirlo, pero así era. A veces fantaseaba con coquetear con otros, y entre esos otros el primero de la lista era Harry Potter, desde luego. Pero a menudo había algo que se lo impedía y ese algo solía ser Cedric Diggory. Todavía no había sido capaz de olvidarle, pero era más por costumbre que por verdadera ausencia. Tiempo atrás se había jurado a sí misma que nunca le contaría a nadie que jamás había amado a Cedric. Y su promesa seguía inquebrantable, pues ni siquiera sus mejores amigas se atrevían a ponerlo en duda, claro.

A la hora de la cena, las dos chicas repitieron el movimiento casi autómata de bajar con sus amigos al Gran Comedor. Hermione con los suyos, Cho con los de ella, como tenía que ser. Apenas se conocían, y tampoco tenían intención de hacerlo. No había nada de una que pudiera llamar la atención de la otra. Pero lo que ellas no sabían era que pronto se verían obligadas a aguantarse, sin excusas ni subterfugios.

Hermione se acomodó en la mesa de Gryffindor, y agarró la copa de zumo de calabaza que tenía enfrente. Estaba sedienta y bebió con avidez. Tenía un gusto extraño, pero no le dio la menor importancia; no era la mejor época del año para exprimir calabazas. Tragó con dificultad y a través del cristal del vaso se fijó con extrañeza en Cho Chang. Otra vez la había sorprendido mirando a Harry. Pensó que le gustaría que hubiera también un Harry en su vida que no fuera su Harry, pero pronto desechó la idea como si al menear su cabeza consiguiera deshacerse de ella.

Cho se sentó al lado de Marietta Edgecombe en su sitio habitual de la mesa de Ravenclaw. Esperó a que apareciera su comida y antes de hincarle el diente paseó su mirada por el Gran Comedor. Allí estaba Harry, sentado al lado de aquella amiga suya tan despeinada. Se preguntaba si ella también estaría interesada en él, aunque nunca la había visto haciéndole ojitos. Pinchó con cara de aburrimiento una patata asada, y se la llevó a la boca mientras comprobaba que Hermione Granger tenía la mirada clavada en ella. Un segundo después, la Gryffindor había desviado sus ojos y Cho siguió comiendo sin darle mayor importancia.

A las pocas horas, ambas muchachas estaban en la cama, acariciando los sueños que habían escondido bajo sus almohadas. En aquel domingo cualquiera, nada les hizo sospechar lo mucho que sus vidas iban a cambiar al día siguiente.

Una poción, un misterio y un ruego -"hazlo por mí"- iban a provocar que así fuera.


NdA: he incluido este prólogo en la historia por consejo directo de una amiga mía… De ahí que haya tenido que subir de nuevo los capítulos. Veréis que el fic cambia completamente en el primer capítulo. Espero que el cambio no se haga muy extraño o demasiado abrupto… Lo que sí puedo deciros es que es un tanto… diferente…

Tenía intención de escribir un slash, por eso de cambiar de género y porque ya tengo medio escrita una historia sobre Hermione y Cho. Pero esta pareja tiene algo que, a diferencia de las demás, para mí la hacen muy atractiva. A lo mejor porque no la han tocado demasiados autores y está tan "virgen" que no hay demasiadas reglas establecidas.

Estaba en casa y se me ocurrió esta idea. Sé que es un poco RADICAL… y que a muchos no os convencerá… pero supongo que lo único que puedo pedir es tiempo y paciencia, porque las cosas irán cambiando poco a poco, eso seguro, y tomando forma también. Hay una "bomba" inicial, pero luego todo se va pausando. Dicho esto, seguimos con la historia… que es lo que interesa.

En cualquier caso, gracias por llegar hasta aquí. Booh-