Ojos que no ven, corazón que no siente

(O de cómo ella se dio cuenta de hay algo más complejo que Historia de la Magia)

Lily Evans entiende muchas cosas porque es una chica inteligente.

Entiende, por ejemplo, que hay que girar el brazo dos veces hacia la derecha, una arriba y dos sutilmente hacia abajo para conseguir un perfecto Reducto, que no siempre es necesario tomarse en serio a Severus cuando habla de artes oscuras y que la palabra sangresucia es difícil de ignorar, pero no imposible.

Sabe del tratado de 1574 entre gigantes y duendes –que se rompería más tarde, en octubre del año siguiente-, del de 1577 entre centauros y gnomos e incluso conoce las causas del de 1608, concerniente a magos y elfos libres.

Es perfectamente consciente de que la amistad entre un Gryffindor y un Slytherin es prácticamente un pecado allá en el castillo, pero no le importa porque "yo entablo amistad con la persona, no con la casa" y siempre le ha parecido bastante ridículo eso de odiar a alguien sin haberle dado oportunidad para demostrar que es bueno, la verdad.

Desde el mismo momento en que un chico de gafas enormes y pelo rebelde puso su pie en la puerta del vagón para que no la cerrara y dijo aquello de "¿hay sitio para uno más?" no como la pregunta que debería haber sido, sino como la afirmación que ella sabía que era, había sabido que aquella no sería la última vez que esa sonrisa bravucona se cruzaba en su camino.

Pero Lily Evans, de pelo pelirrojo y ojos audaces y verdes, es lo suficientemente inteligente como para admitir que no entiende a los hombres. Ni un poco.

Creía entenderlos cuando hablaba con Severus sobre literatura y Wilde, ayudaba a Frank con herbología a última hora de la tarde del miércoles y pensaba también, en su inocencia, que descubría cada vez un poco más sobre ellos cuando Amos le sonreía. Sabía que no les gusta hablar sobre sus sentimientos ni decir cursilerías, que suelen decir tíoymacho cuando se palmean la espalda y que no todos padecen esa necesidad casi enfermiza de pasar la bludger por un aro, pero eso era antes.

Antes del saber que los chicos pueden desatar ese sentimiento tan asfixiante que provoca el no poder leer tranquila ni siquiera en la biblioteca.

"-Eh, Evans¿Cuándo admitirás que estás hecha por y para mí?

- Cuando tú seas capaz de peinarte, Potter"

Que pueden hacer que te batas en retirada en la torre de Gryffindor, tu propia sala común.

"- Me voy a mi habitación.

- ¿Quieres que te acompañe? Necesitarás a alguien que anude tu pijama.

- Mi pijama no se anuda.

- ¿Qué te lo abotone?

- Tampoco se abotona.

- Merlín¿qué tiene que hacer un hombre para meterse en tu cama, Evans?

- Me voy a mi habitación. Sola."

E inventarse pseudónimos para darse más importancia y guiñarte el ojo en clase de transformaciones cuando McGonagall no está mirando.

"- Cornamenta, menudo nombre más ridículo.

- ¿Prefieres Rudolf? Porque yo por ti me llamo como sea."

Es fácil señalar el momento en el que dejó de intentar entenderlos.

Fue más o menos el punto exacto en el que el niño dejó de ser un niño, y sus grandes gafas ya no le resultaban tan grandes y ya no era Potter, sino James, el chico que se despeinaba a propósito para darse más encanto. Y ella, inteligente y audaz Lily Evans, se encontró una tarde pensando que había pasado mucho tiempo desde la última vez que le había pedido matrimonio a viva voz en los pasillos (veinte minutos, veintiuno, veintidós y contando).

Y fue en ese momento, mirando su reloj de pulsera, cuando empezó a notarlo. Que le gustaba el sentimiento de asfixia en la biblioteca, las retiradas poco Gryffindor en la sala común. Que dice que su pseudónimo es ridículo únicamente para llamar su atención. Que le gustan los guiños (y Circe bendita la salve) cuando McGonagall no está mirando.

- Ey, Evans¿quieres salir conmigo? – automáticamente, Lily levanta la cabeza de sus apuntes y mira al moreno y a la profesora de transformaciones alternativamente.

- Cuando los cerdos vuelven, Potter.

Pero si sigue fingiendo que le odia, si sigue llamándolo Potter en vez de James, nadie tiene por qué notarlo… ¿verdad?...

- ¿Quieres que monte a Quejicus en una escoba? –se sonríe él, y chasca la lengua- Demasiado fácil.

… Ni siquiera ella misma.


Saludos, galletitas (otra vez yo por aquí, sí)

Creo que ahora se lleva mucho esto de publicar drabbles, y he decidido subirme al carro. También podría decirse que una mala influencia (no tan mala, no quiero que me pegue) me llevó al lado oscuro de retos a la carta (http :// community. livejournal. com/ retosalacarta/, ya sabéis, sin espacios) y me enamoré de una tabla sobre refranes, en la cual escogí a Lily como principal protagonista. Y digo principal porque, bueno, una no puede evitar terminar escribiendo sobre los Merodeadores y Snape y todo ese fascinante mundillo (que sí, también están Lucius y Bellatrix y un largo etcétera).

Así que aquí estoy, trayendo mi trabajo (o no-trabajo, más bien) de mi LJ hasta aquí. ¿Por qué? Pues vete tú a saber. (Para más información, el link a mi livejournal: http :// wildneruda. livejournal .com, sin espacios otra vez, no me seas cazurro)

Y ahora, mi acostumbrada frase.

¿Críticas, por caridad?

Earwen Neruda