Stage XXI. Destino: Las Verdades Que Siempre Me Negué

Elliot POV

Entonces me había quedado solo de nuevo, volví al barandal del balcón y observé la noche con gesto ausente, ¿Cuánto faltaba para que todo terminara? Realmente no estaba seguro, en lo único que confiaba era en el hecho de que no llegaría a la formalización de mi absurdo compromiso, al menos saber eso era un gran alivio para mí.

Aunque independientemente de eso, no estaba dispuesto a pasar lo que me quedaba de vida atado a alguien por quien no sentía nada ni mucho menos recordaba siquiera; decidí que lo mejor era después de todo, ahuyentar en la primera oportunidad a la desafortunada persona a quien me querían amarrar, y además, seguro que incluso hacer eso se tornaría ciertamente divertido.

-"Hola Elliot ouji-sama"- una voz murmuró a mis espaldas, una que no conocía y que se me hacía por demás empalagosa pero que aun así me recordaba levemente a la de mi cuñado, aun así, ni siquiera me volví en aquella dirección.

Apenas unos instantes más tarde una presencia se halló justo a mi lado, bueno, eso resultaba interesante, tomando en cuenta que no le había escuchado ni llegar ni acercarse tanto a mí, apenas miré de reojo y para mi desgracia lo primero que reconocí fue la que alguna vez fuera la sortija de amatista de mi abuela, la misma que había sido la muestra del compromiso entre mis ya fallecidos abuelos y que únicamente pasaba de una generación a otra. Supe entonces que me encontraba ante la persona a la que debía echar de inmediato de mi vida.

Alcé la mirada esta vez, dándole un rápido análisis, notando que incluso en eso mi hermano y mi tío habían intervenido, porque la persona ante mí no era otra cosa que una chiquilla diminuta y tan delicada y perfecta igual que si fuera una muñeca de porcelana. Ahuyentarla sería tan fácil…

-"Haz cometido un gran error, pero descuida, cambiarás de idea rápidamente"- comenté sin contenerme en lo absoluto.

-"Yo… no lo creo así"-contestó de nuevo murmurando ¿Estaba de verdad hablando en susurros o de por si eso era todo lo fuerte que podía hablar?

-"Lo harás"- insistí, de un modo u otro conseguiría que renegara del compromiso, así tuviera que hacerla llorar, así tuviera que desaparecerla yo mismo.

-"No puedo… esta es mi única opción…"- ¡Ah! Era eso, no se trataba en lo absoluto de que se hubiera quedado prendada de mí tal y como parecía haberle hecho creer a todos, no, desde luego que no, era más bien que al igual que los demás solo quería utilizarme.

-"Yo no seré uno más de tus juguetes, ni tuyo ni de nadie más"- repliqué molesto, aunque me negara a admitirlo, me había hecho algo de ilusión saber que alguien me quería de verdad, ¡Oh decepción! ¡Triste y fatídica decepción! al saber que en realidad yo solo era un buen partido al cual se podría utilizar y exhibir igual que se presume algo nuevo y caro.

-"Se equivoca… yo… yo jamás insinuaría eso…"- y ya se creía que me iba a tragar eso, por supuesto que no, ni siquiera si seguía empeñada en mirarme con ojitos de cachorro a medio morir, ahora hasta podía agradecer los años que había pasado al lado de mis hermanos menores y de mi actual cuñado por haberme enseñado a no caer ante esa miradita.

-"Lo haces, cada poro tuyo grita eso"- contradije, acercándome en plan de amenaza, una que fue captada casi de inmediato porque aquella pequeña princesita había atinado a retroceder un paso.

-"No… no es verdad…"- debía de reconocerle una cosa y esa era su insistencia, pero incluso eso se acabaría muy pronto.

-"Te lo probaré entonces"- contesté, pude ver que había captado la amenaza y advertencia impresas en mi voz porque retrocedió otro paso y aparentemente esta vez si iba a darse a la huida pero no se lo permití.

La había sujetado por un brazo para luego acorralarla entre el barandal y mi persona, la respiración se le hizo pausada y miraba hacia abajo, huyendo incluso de mí mirada, eso tampoco iba a permitírselo, tomé su mentón y la obligué a mirarme.

-"Te has metido a la jaula del león, y no sabes cuándo pero, este podría morderte"- se lo había murmurado en un tono tan encantador al oído, sonriéndole ladino, ampliando la sonrisa en cuanto noté el ligero temblor, el respingo y el suspiro que mis acciones habían ocasionado en su pequeño cuerpecito.

-"No… no tengo miedo"- se atrevió a decir aun así, aun cuando temblaba y todo en ella me decía lo contrario, cada vez estaba más cerca de mi meta, y una vez que llevara a cabo mi último acto ruin, estaba completamente seguro de que esta vez la princesita echaría a correr y yo obtendría no solo mi libertad sino también la sortija de la abuela.

-"Es tan linda la manera en que esa boquita tuya niega la verdad"- agregué rozando intencionalmente con mi pulgar aquel suave y carnoso labio inferior, ella de nuevo suspiró y tembló.

-"Elliot ouji-sama"- me llamó, tal vez intentando persuadirme, porque probablemente había entendido lo que a continuación le sucedería.

Era otra cosa que no iba a negar, que esa vocecita de ruego era tan encantadora y que me hacia sacar a relucir aquellas partes de mi que trataba de mantener a raya pero, que considerando todos los últimos hechos en mi vida, me estaba dando cuenta de que era el único modo de mantener apartados a todos aquellos que intentaban usarme.

-"Shh… guarda silencio, puede que incluso te guste, pero, será lo único que obtengas de mí"- murmuré con voz aterciopelada, mi mirada estaba fija en la de ella, aquellos ojos rojizos me observaban con cierta súplica más aun así me negué a ceder ante aquello.

Esta vez no iba a dar marcha a atrás, no iba a retener más mis impulsos solo porque me habían enseñado a tenerles a los demás una consideración que no merecían, ya no más de aquella actitud y de la fingida apariencia de Príncipe perfecto. Porque yo de ningún modo era un maldito agradable y considerado, todo lo contrario, era el peor ser vivo que podría existir en el mundo y se lo iba a mostrar, así cuando todo terminara me recordaría como el desgraciado que la había humillado.

Y no aguardé ni un instante más, tan solo le dediqué una última sonrisita de pura diversión antes de que mi boca se apoderara de la suya igual que un ave de rapiña hace con su presa. Sentí que me empujó apenas pero no me moví ni un milímetro de mi lugar, porque me gustaba enteramente lo que estaba haciendo y porque había quedado por demás encantado con ese sabor a uvas dulces que sus labios tersos y carnosos tenían, perdí el control, estaba concentrado únicamente en disfrutar de aquel sabor que se me hacía extrañamente familiar y en cuanto a ella, se había quedado quieta, sin intentar apartarme de nuevo, tan solo temblando levemente, con los ojos cerrados y probablemente añorando que me detuviera ya. No iba a hacerlo, no hasta que estuviera satisfecho y convencido de que le había dado un escarmiento y de que me dejaría en paz.

No estaba siendo en lo absoluto dulce, desde luego que no, más bien la besaba salvaje, con fuerza, mordiendo de vez en cuando aquellos labios suaves y colándome en aquella boca tierna en cuanto tuve la oportunidad; la princesa suspiró pero más que un suspiro había parecido un gemido, después de todo, no me había equivocado al decirle que le gustaría y si nos poníamos sinceros, a mí tampoco me desagradaba en lo absoluto hacer aquello y fue todavía más agradable cuando tímidamente comenzó a participar en el juego, lucía tan inocente, no quería perderme detalle alguno en sus reacciones aunque luego de un rato decidí que al paso que íbamos en realidad no conseguiría ahuyentarla.

Mis manos se cerraron sobre su pequeña cintura y la aparté tan solo para levantarla y sentarla sobre el barandal, me miraba expectante mientras respiraba agitadamente y sus manos se presionaban contra su pecho y yo solo me le quedé mirando, era tan bonita y delicada, pero aun así tenía que ahuyentarla porque de todos modos sería un estorbo.

-"Elliot… ouji-sama…"- odié el tonó en que pronunció mi nombre y volví al ataque deseando no escucharla más.

Y me recordé que tenía que hacerlo, que tenía que ahuyentarla lo más pronto posible aun si estar con ella en cierto modo me estaba resultando un gran alivio, era extraño, me sentía tan cómodo, tanto que era como si alguien me susurrara que aquel era el lugar al que pertenecía, o más bien, que era a ella a quien pertenecía.

Aquellos pensamientos extraños me molestaron en sobre manera, y esta vez no solo la besaba furioso por aquello sino que también procuraba tocarla, jalar aquel lindo vestido y colar las manos en lugares que seguramente nadie antes había tocado. Entonces, aun cuando trataba de corresponderme y aferrarse a mí, lloró, sentí la humedad y el sabor salado de las lágrimas. Me aparté de inmediato, era todo, con eso su orgullo debía de estar lo suficientemente ultrajado como para que pensara en nunca más aparecerse frente a mí. Esperaba que ahora me arrojara a la cara la sortija de la abuela y se fuera de ahí. Retrocedí un par de pasos para observar el panorama.

-"¡No te vayas!"- sollozó –"¡No te vayas otra vez!"- aquellos ojos rojizos y ansiosos me miraban con tanta súplica y con… no…

Se suponía que sería mi boleto a la libertad, no lo que tenía frente a mí: su respiración era agitada y cortada mientras que todo su hermoso vestido estaba hecho un lío, en su rostro habían lágrimas, lágrimas que acariciaban aquellas sonrosadas mejillas y que rozaban unos labios hinchados, rojos, pero lo más perturbador eran aquellos ojos, suplicantes, tristes, anhelantes y al mismo tiempo llenos de un sentimiento que yo me negaba a creer que aun existiera o que tan siquiera alguien pudiera sentir por mí, aquella mirada era del color rojizo del atardecer, un atardecer justo antes de ser tragado por la oscuridad de la noche, por mi oscuridad. Y fue entonces que al fin recordé aquella mirada:

Flash back

Era bastante más que cierto eso de que "El que tiene el oro hace las reglas" porque a los de la taberna no les importó ni pisca que él fuera tan solo un jovencito al momento de pedir licor incluso antes del medio día, o más bien fue que dejó de importar en cuanto dejó la bolsita con monedas de oro sobre la barra.

Después de eso recordaba que le habían servido alcohol hasta que el oro se hubo acabado, pero para en ese entonces ya estaba lo suficientemente ebrio como para que si quiera se mostrara interesado en ese detalle.

Así, a pasos tambaleantes dejó la taberna y se perdió entre el gentío de la ciudad hasta llegar a un parque con una hermosa fuente en el centro de este. Se sentó a sus orillas y mientras contemplaba el agua, se llevó una mano al pecho:

Dolía, como nunca antes había dolido; un par de lágrimas recorrieron prestas sus mejillas y él bufó irritado por ello mientras se las limpiaba con dureza.

La verdad era que nunca debía de haber confiado en aquel sujeto, por más su primo que fuera ni por más lindo que hubiera sido con él; nunca debió de haber bajado su guardia ni mucho menos de haber entregado su maltrecho corazón, porque ahora simplemente ya no quedaba nada de este: estaba deshecho y ya jamás podría ser reparado, total ¿Qué más daba ya? De todas formas ya sabía que nada terminaría bien, no para él.

-"¿Por qué lloras?"- una vocecita preguntó, tímida y dulcemente.

-"No te importa"- contestó huraño hasta nomás, igual que un gato arrabalero que se niega a permitir que le curen las heridas.

-"¿Puedo llorar contigo?"- preguntó entonces la voz.

-"Haz lo que quieras, de todos modos yo no estoy llorando"- contestó en un siseo, cada vez más irritado y huraño.

Alguien se sentó a su lado y él tan solo la miró de reojo: no se trataba más que de una chica, una de esas niñas de la nobleza que no tenían otro futuro más que el de ser una esposa perfecta. ¡Vaya suerte! Precisamente ella tenía que verlo pasando tan patético momento.

Pero todo pensamiento sobre su estupidez y vergüenza quedó en el olvido en cuanto oyó el pequeño sollozo proveniente de ella.

-"No hagas eso, es patético"-regañó irritado por aquello, aunque probablemente lo que quería decir era "Que patéticos nos vemos".

-"Perdón, no puedo parar"- replicó ella, enjugándose las lágrimas en un vago intento por detener su llanto.

-"Deja el dolor de lado y entierra tus penas en lo más profundo de tu ser de tal modo en que no puedas sentirlas y solo trates de ver hacia la luz"- recitó, sintió que la chica lo miraba fijamente, con asombro y algo más… era extraño, pero aun así nunca se esperó que las palabras de su padre pudieran producir tales efectos.

Al menos la chica había dejado de llorar.

-"No quiero volver a casa"- murmuró ella, apretando con ambas manos la falda de su lindo vestido oriental.

-"Yo tampoco, por eso huí, para ver el mundo y buscar mi propio camino"- contestó, observando distraído el caer del agua de la fuente.

Y no lo sabía, no sabía que ahora aquella personita lo admiraba por mostrar semejante valor y fuerza, mucho menos adivinaba el efecto y las consecuencias que aquel encuentro traería para ambos. O al menos probablemente no lo sabría sino hasta mucho tiempo después.

-"Será mejor que me vaya"- dijo de repente, recordando que tenía que hacerlo o de otro modo su hermano lo encontraría y eso era lo que menos deseaba.

-"¡No te vayas!"- y entonces se aferró a su mano, no queriendo dejarlo ir, lo miró con ojos ansiosos, anhelantes de algo que no comprendía.

Y al captar aquella mirada no hizo más que suspirar y acercarse más, de algún modo había cedido ante esos ojos que mostraban necesitarlo, a él, a ese ser al que todos siempre apartaban y rechazaban.

-"Solo un momento más"- accedió, inclinándose para estar más cerca de ese bonito rostro de mejillas rosadas y labios color cereza.

Al siguiente momento no sabía porque pero se había acercado más, terminando con la distancia que los separaba, besando a una desconocida justo cuando se había jurado que ya jamás se acercaría a nadie de ese modo.

Ella se había mostrado primero sorprendida y luego, simplemente comenzó a corresponderle torpemente, y fue solo eso, un beso lento, tierno e inocente, nada más, o tal vez mucho más que eso.

Porque para aquella desconocida él se había vuelto su pilar de valentía, su héroe y más que eso, para ella era como una criatura sacada de una fantasía, como un silfo, con esos ojos como el fuego y esa piel blanca y suave, un ser etéreo, un bello y poderoso silfo de fuego que sabía a dulce y que acababa de robar no solo su primer beso sino también su corazón.

-"¡Natsuhi ouji-sama!"- alguien no muy lejos llamó, el joven silfo se apartó al mismo tiempo que era empujado y en cuanto el aludido miró en la dirección por la que el llamado había venido, deseó no haberlo hecho, porque al siguiente momento su silfo de fuego había desaparecido.

Aunque más bien era que no se dio cuenta de que este había caído entre unos matorrales y ahora miraba medio ido las pocas nubes en el cielo, confundido, mareado y cansado.

End Flash Back

-"Natsuhi ouji-sama"- murmuré aun sin creérmelo, antes de mirar una vez más a la persona frente a mí y captar mi error, nunca se trató de una princesa, sino de un príncipe, había vuelto a meter la pata en el mismo agujero del que la había sacado hacia unos meses, el mismo agujero por el cual detestaba a mi hermano mayor.

-"Simplemente desapareció, y deseaba tanto volverlo a ver"- murmuró con tristeza, y yo seguía sin creerlo.

-"¡No puedo seguir con esto!"- repliqué de inmediato. Era cierto, no podía siquiera intentar abrazar la idea de que en verdad sintiera algo por alguien a quien antes de esta noche solo había visto una vez, una simple ocasión en la que estando aturdido por la bebida, había cometido el terrible error de besarlo, y es que incluso después de eso, yo ya sabía que una parte de mi se había quedado con quien yo creía era un chica pero, incluso me había negado a aceptar aquello porque prefería entregarme a la idea de que no tenía modo alguno de escapar de mi destino.

-"¿Es porque también soy un hombre?"- preguntó, bajando la cabeza mientras volvía a sonrojarse, me mordí los labios sin saber exactamente que pensar o responder.

-"Si… no… no lo sé…"- dije al fin, las ideas cada vez se revolvían más en mi mente y no lograba hacer que cobraran sentido alguno, no en esos momentos.

Entonces justo cuando pensé que lo mejor que podía hacer era huir de nuevo, solo sucedió, mi cuerpo se paralizó por entero al una vez más escuchar el sonido de mis pesadillas, el… el "Lamento de la Diosa" casi por instinto me cubrí los oídos, a sabiendas de que eso no conseguiría aplacar en lo absoluto aquello mientras que mi mente comenzaba a teñirse de un blanco magistral, no quería permitir que aquello pasara, quería seguir resistiéndome a dejar que Escalus y Ophelia se adueñaran de mi voluntad pero todo lo que podía percibir en esos momentos era como mi respiración se agitaba y al mismo tiempo comenzaba a marearme.

-"Elliot Ouji-sama"- la voz del príncipe Natsuhi me llamó una vez más, se oía preocupado y cuando sentí sus manos pequeñas tocarme quise aferrarme a aquello.

-"¡A-Aléjate!"- logré decir, aun cuando quería tenerlo cerca había dicho eso por el miedo a que Ophelia lo dañara tan solo para llegar a mí.

Corrí de vuelta al barandal del balcón, mirando hacia abajo, ahí estaba ya la bruja verde, aguardando por mí, aguardando a que yo obedeciera al llamado de Escalus pero, no estaba sola, a su lado se encontraba la inmóvil figura del joven Duque de Neo Verona, lo había atrapado y por lo consiguiente, ya solo restaba yo.

Miré una vez más hacia el príncipe Natsuhi, sus ojos lavanda rojizos me miraban con preocupación y miedo; sonreí, pronto todo terminaría y pensé que si tan solo hubiese tenido un poco más de tiempo, tal vez y solo tal vez podría haber intentado quererlo, podría haber intentado vivir de verdad.

-"Lo siento"- murmuré con una sonrisa triste a modo de despedida, recorriendo con la mirada la terraza del balcón y mirando unas escaleras que daban directo al jardín en donde Ophelia y su presa aguardaban por mí.

-"¡No! ¡Tu no por favor!"- insistió, haciéndome comprender que de algún modo sabía exactamente lo que estaba por ocurrir puesto que me había seguido de vuelta al balcón y sus ojos se movían de la bruja verde hacia mí, pero, no había otra salida, yo lo había sabido desde el principio, que la única razón de mi existencia era para alimentar a Escalus, nada más.

Lo miré unos escasos segundos más, queriendo memorizar sus ojos tristes y cristalinos al igual que toda su faz, luego con los últimos resquicios de mi mente y voluntad aun conscientes, corrí aprisa, escaleras abajo tan solo para reunirme con mi verdugo.

Ophelia no dijo nada, tan solo sonrió complacida de tener una presa tan cooperativa como lo era yo, el "Lamento de la Diosa" resonaba cada vez más fuerte en mi cabeza y oídos así que solo dejé a mi ser perder la batalla, antes de que mi consciencia se fuera, logré ver a Natsuhi corriendo hacia donde estábamos, entonces cerré los ojos y solo hubo oscuridad y silencio, pronto ya no habría más nada, pronto Viorel y yo seríamos dos más en la lista de vidas ofrecidas a Escalus.

Fin del Capítulo XXI

¿Qué? Seguro que ya se habían creído que Viorel era el único especial ahí ¿no? hahahahaha pues no, pero creo que con esto ya quedaron salvados los cabos que quedaban sobre la personalidad de Elliot y su pasado, ya ven que si conocía a su prometido, y si se preguntan porque si lo estuvo toqueteando no se dio cuenta de cierto detallito, es que más bien le estuvo jaloneando la ropa al pobre Natsuhi para espantarlo hahahahahahaha XDDDDD

Bueno, ya pasó lo otro que tenía que pasar y lamento decirlo pero es probable que me vuelva a tardar en actualizar porque ya solo me faltan los últimos emm 4 caps calculo yo, en fin, nos acercamos ahora si al termino de la historia u.u

Por lo mismo quiero agradecer a Jane Capuleto, a Pri-chan (Ya ves, ha aparecido ya tu lindo gatito y su historia rarusi XDDDD) y a Eternal L Wyrm y... Dani ¿Dónde quedaste TT-TT? Yo espera tu review para este cap TT-TT

Como sea, eso fue todo, nos veremos en cuanto pueda, ya saben en Neo Verona para ir hacia el final de esta historia nOn