Hola, soy nueva por aquí y este es mi primer fic, asi que no seais muy duros
Antes de nada un par de aclaraciones:
-He puesto rango T por el lenguaje y que más adelante habrá una escena un poco violenta, tampoco mucho.
-Y bueno, creo que esto ya lo sabéis, ni Naruto ni sus personajes me pertenecen y hago esto sin ánimo de lucro... y todo eso.
dejad un review, cuando piensan
dejad un review, la inner de Sakura
-dejad un review, cuando hablan
El resto narración normal
Espero que os guste y espero vuestros reviews!
Capítulo 1: Instituto Konoha
En una calle de la zona residencial había una pequeña casa de dos pisos, con el tejado de un bonito color vainilla y paredes rojizas. El jardín no era muy grande, sino más bien lo contrario, pero rebosaba toda clase de flores. Ya desde fuera podía saberse que era un hogar acogedor.
En la cocina, echa un mar de lágrimas, la dueña de aquella casa abrazaba a su única hija mientras su marido leía tranquilamente el periódico. Cada año se repetía la misma escena. Su esposa lloraba desconsolada en los brazos de su hija, que se resignaba a soportar aquello con una sonrisa. Su mujer no se hacía a la idea de que su pequeña fuera a un internado tan lejos de su casa.
-Llama en cuanto llegues¿entendido? –dijo la mujer entre sollozos, secando las lágrimas de su rostro con un pañuelo de papel rosa.
Su hija asintió con la cabeza y besó a su padre en la mejilla, el taxi esperaba fuera.
-¡También puedes llamarme por el camino si quieres! –gritó la mujer a las escaleras por las que su hija acababa de subir.
Su marido negó con la cabeza, nada cambiaba de un año para otro. Tomó a su mujer de la mano y la llevó afuera.
-Sabes que es lo mejor para ella, vale la pena –recordó volviendo a la lectura del periódico-. Volverá por vacaciones y nos llamará todos los domingos, como siempre.
-Pero… -quiso quejarse, estaba empezando a hipar por el llanto-… pero…
-Que ya tiene dieciséis años, mujer –rió su marido-. No hagas un drama, no se va a la guerra.
Una chica joven de largo cabello rosa salió de la casa arrastrando tres maletas y un bolso de viaje. Con una sonrisa se despidió de sus padres y subió al taxi.
Había llegado el momento de regresar al instituto.
El instituto Konoha era el más prestigioso del País del Fuego, a él acudían los hijos de los grandes magnates del país. Era un sueño poder estudiar en aquel centro. Sus instalaciones eran magníficas, realizaban muchas actividades extraescolares y sus profesores eran excelentes. No tenía ninguna pega.
Sin embargo ella, Sakura Haruno, procedente de una familia de clase media, siempre había sentido que no encajaba allí. Después de todo ella no tenía nada que ver con aquellos niños ricos con los que convivía desde septiembre hasta junio.
Sus padres tenían una pequeña empresa dedicada a la importación y exportación de frutas y verduras y no les iba nada mal. Nunca le había faltado de nada y no tenía queja alguna. Pero no se podía comparar con sus compañeros de clase, herederos de auténticas fortunas millonarias.
Dejó escapar un largo suspiro. Con sus padres lejos no tenía que seguir sonriendo falsamente. A ella no le gustaba su instituto.
Apretó los puños con fuerza, reprendiéndose a sí misma por su actitud. Si soportaba aquel instituto era por su futuro, que sería realmente brillante si se graduaba allí y conseguía una buena recomendación de la directora. Ingresaría en la universidad que ella quisiera y sería la mejor cirujana.
¡Eso es, shannaro¡Voy a ser la mejor! –gritó su inner.
Casi al cabo de hora y media, el taxi se detuvo y pagó la astronómica factura mientras su inner gritaba maldiciones contra el conductor. Ya no podría comprarse aquellos pendientes tan bonitos que vio en el centro comercial.
Arrastrando sus maletas por la avenida de robles que llevaba a las residencias de los estudiantes tomó un desvío por un camino pedregoso y llegó al pequeño parque de la fuente. Se encontraba en el bosque de pinos que separaba los edificios del instituto y los de las residencias. Era un lugar tranquilo y desconocido por los estudiantes, casi nadie sabía cómo llegar.
Había sido toda una suerte encontrar aquel pequeño rincón en el que se refugiaba cuando se sentía agobiada.
Dejó las maletas a un lado y se sentó en el borde de mármol de la preciosa fuente. En el centro se encontraba la elegante figura de un dios marino, rodeado de diferentes criaturas del mar que vertían agua.
Cerró los ojos y se relajó, el sonido del agua, los pájaros en el bosque, el olor de los pinos… todo la tranquilizaba.
Pero no tenía tiempo para estar haciendo el vago en la fuente. Se puso en pie de un salto, cogió sus maletas y echó a correr de vuelta a la avenida que la llevaría a la plaza redonda.
En ella, rodeada de preciosos cerezos, los alumnos se saludaban y comentaban cómo había ido su verano. Sakura pasó de largo y entró en el edificio de vidrieras verdes, la residencia femenina. La masculina era mucho más sencilla, sin apenas ningún detalle. Entre ambas se encontraba el edificio común, donde había una biblioteca, una sala de esparcimiento y el comedor.
Subió al tercer piso en el ascensor después de registrarse en la recepción, donde le dieron la llave de su habitación.
Atravesó el pasillo, se escuchaba jaleo en las habitaciones. Entró en la suya, vacía por el momento. Era la misma que el año pasado.
Se dejó caer en su cama, mirando el techo como si fuera muy interesante. Un año más en el instituto Konoha. Echó un vistazo a la cama que había junto a la suya. Seguramente su compañera llegaría al día siguiente, con el tiempo justo para la clase de las ocho.
Cogió su teléfono móvil y llamó a sus padres, le esperaba una larga charla con su madre sobre lo mucho que la extrañaba y las ganas que tenía de volver a verla.
A las ocho menos tres minutos no había más que cinco personas en la clase. Entre ellas Sakura, sentada en primera fila. Ojeaba el libro de matemáticas antes de que llegara el profesor.
En los pasillos se amontonaban los alumnos que hablaban sobre sus cosas. Sakura miró de reojo la puerta abierta de la clase, ella no tenía amigos con los que hablar.
No es que se llevara mal con sus compañeros de clase, más bien el problema se encontraba en que todos la ignoraban.
No solo era de clase media, algo que ellos comparaban con la pobreza, también era la mejor estudiante, toda una cerebrito. Para sus compañeros, Sakura ni existía.
Disimuladamente, Sakura miró a su izquierda. Allí, sentado junto a la ventana, en su misma fila de pupitres y a solo uno de distancia, se encontraba el chico más guapo que jamás había visto: Sasuke Uchiha, el hijo menor de los multimillonarios Uchiha.
Desde que le vio en su primer día en el instituto Konoha, supo que se había enamorado. Él era simplemente perfecto. Tenía el cabello negro, al igual que sus ojos afilados y profundos, su cuerpo era atlético y su cara parecía haber sido esculpida. Era una obra de arte humana.
Perfecto.
No le importaba ser ignorada por todos sus compañeros, le daba exactamente igual, ya que ella solo quería que él se diera cuenta de su existencia. Mientras él la viera, los demás le daban lo mismo.
Desgraciadamente Sasuke Uchiha era el chico más popular de secundaria, estaba siempre rodeado de chicas preciosas que lo idolatraban. De ningún modo se fijaría en una chica del montón, sin dinero y con una frente demasiado grande.
Porque eso era lo único a destacar de Sakura: su enorme frente.
Aún cuando le tenía a solo cincuenta centímetros de distancia, no podía sentirse más lejos de él.
-¡Sasuke-kun!
Una chica de cabello largo y rubio se echó sobre Sasuke mientras gritaba su nombre. Sus ojos eran azules, su piel estaba ligeramente bronceada por el sol del verano y tenía un cuerpo espectacular.
Ella era Ino Yamanaka, la capitana del equipo de animadoras del instituto y la chica más atractiva de su curso. El año pasado había quedado tercera en la lista que los alumnos sacaban en primavera con las chicas más atractivas.
Ino tenía todo lo que ella no. Belleza, popularidad, amigos, dinero… Incluso se rumoreaba que salía con Sasuke, aunque no estaba confirmado y él no era precisamente cariñoso con ella.
-¡Te he echado tanto de menos, Sasuke-kun! –seguía gritando mientras él se mantenía indiferente-. ¿Qué tal has pasado el verano¿Me has echado de menos?
Sakura sentía unas ganas terribles de levantarse y apartar a Ino de Sasuke tirando de su precioso pelo.
¡Ino-cerda, aléjate de Sasuke-kun, shannaro! –gritaba su inner.
La campana sonó en todo el instituto, eran las ocho en punto y los alumnos empezaron a entrar. Ino, después de susurrar algo en el oído de Sasuke, se sentó tras Sakura. El profesor entró a las ocho y un minuto.
-Antes de empezar la clase quiero presentaros a un alumno nuevo. Pasa.
La puerta se abrió y un chico rubio entró con una amplia sonrisa. Sus ojos eran muy azules, sus mejillas tenían unas extrañas marcas y su cabello estaba terriblemente alborotado. La camisa del uniforme tenía los primeros botones sin abrochar y estaba por fuera del pantalón. No se había puesto la corbata y llevaba una banda de tela negra con una especie de espiral en la frente.
-Soy Naruto Uzumaki –se presentó casi gritando, sin dejar de sonreír.