Octubre - Noviembre 1996

Ginny jamás se había sentido tan humillada en su vida. Ni siquiera en los primeros meses de segundo curso cuando corrió entre algunos alumnos el rumor de que ella había sido en cierto modo la culpable de lo acontecido con la Cámara de los Secretos. Fueron Fred, George y el propio Ron los que se encargaron de acabar con los rumores a base de amenazas y advertencias en cualquier rincón de Hogwarts. Y los rumores desaparecieron como lo hacían las ranas de chocolate que no duraban ni un segundo en las manos de sus tres queridos hermanos.

Había sido una buena idea echar a Dean de allí. Aunque dudaba que se hubiese mostrado muy protector frente a Ron y Harry.

La gente podía decir lo que quería. Hacía tiempo que había aprendido a ignorar los cuchicheos y a considerarlos como tales. Pero el hecho de que su hermano mayor, el único que le quedaba en Hogwarts y al que debería poder acudir cuando fuese necesario, la estaba hablando como todos aquellos que no tenían otra cosa que hacer que criticar lo que hacía o dejaba de hacer. Le ponía furiosa que de todas las cosas, Ron pudiese creerlo y pensarlo. Se suponía que Ron debería estar amenazando a todas esas personas y no echándoselo en cara.

- ¿Una qué? ¿Una qué, Ron? ¿Qué ibas a decir?

- No iba a decir nada, Ginny.

Tal vez como Hermione no estaba, Harry creyó conveniente tomar el papel de pacificador y poner un poco de sentido común a todo aquello. Sin embargo no conseguía otra cosa que enfadarla más.

- ¡Claro que sí! Que él nunca se haya besado con nadie, o que el mejor beso que jamás le han dado sea de nuestra tía Muriel…

- ¡Cierra el pico!

Tenía la cara tan roja que parecía que iba a explotarle la cabeza.

- ¡No me da la gana! Ya te he visto con Flegggrrr. Te mueres de ganas de que te dé un beso en la mejilla cada vez que la ves. ¡Es penoso! ¡Si salieras un poco por ahí y besaras a unas cuantas chicas, no te molestaría tanto lo que hacen los demás!

Estaba fuera de sí. Histérica y gritando verdades que en el fondo no tenían sentido y no lograrían más que fastidiarles a los dos a largo plazo pero no había modo de parar. Y Harry la miraba de un modo extraño. Como si compartiese todo lo que Ron decía pero por otra parte pensase que aquello no era cierto.

Los dos se apuntaban ahora con las varitas y Ginny esperaba que Ron dijese cualquier tontería para lanzarle una Maldición Moco Murciélagos. Entonces Harry se interpuso entre los dos hermanos con los brazos alzados.

- ¡No sabes lo que dices! ¡Que no lo haga en público no significa…!

Aquel era un buen chiste. Incluso aunque Ron se hubiese estado viendo y besando con alguien en secreto, de un modo u otro Ginny lo sabría. Harry lo sabría. Hermione lo sabría, y por supuesto, ella lo sabría.

- ¿Con quién te has besado? ¿Con Pigwidgeon? ¿O tienes una fotografía de tía Muriel debajo de la almohada?

- Eres una…

Y toda la rabia que sentía su hermano en ese momento se tradujo en un haz de luz anaranjada que salió de su varita y pasó a escasos milímetros de Ginny. Harry debió darse cuenta de que si no se imponía físicamente aquello iría a más, así que empujó a Ron hacia la pared y le dijo que no fuese estúpido.

- ¡Harry se besaba con Cho Chang! ¡Y Hermione se besaba con Victor Krum! ¡El único que se comporta como si eso fuera algo malo eres tú, Ron, y es porque tienes menos experiencia que un crío de doce años!

Dicho eso, se fue de allí. No quiso mirar atrás. Había dicho todo lo que tenía que decir y no quería que la viesen llorar. El simple hecho de que todo lo que había dicho Ron le afectase tanto era suficiente. ¿Qué pensaba que era? ¿Una cualquiera? Había tenido un par de novio contando con Dean y no había hecho nada de lo que se arrepintiese con ellos. Era impulsiva en muchos aspectos pero era sensata en otros y se pasaba las noches encerrada en cualquier armario escobero con un chico.

Merlín, él se había saltado todas las reglas posibles durante su primer año y ella se estaba besando en un pasillo de Hogwarts. Había convertido aquello en un crimen y a ella en una especie de mujer que valía menos que nada. Y para colmo todo lo que había gritado a su hermano no le había hecho sentir ni un ápice de alivio.

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Cuando llegó al Gran Comedor, Harry y Ron ya estaban sentados devorando el desayuno. Llevaba varios días sintiéndose como flotar. Parecía aquella pluma que levitó mágicamente hechizada por un Wingardium Leviosa en la primera clase. Por fin había dado un paso adelante, se había armado del valor que la hacía una Gryffindor y había pedido a Ron que la acompañase a la fiesta de Navidad de Slughorn. Y aunque no lo hubiesen acordado así, los dos sabían que era una cita. Ella lo creía así y esperaba que él no pensase lo contrario. Dejó su libro de Runas Antiguas a un lado en la mesa y se sentó frente a ellos.

- Buenos días –saludó afable.

- Hola –contestó Harry con la boca llena de cereales.

- Si tú lo dices –fue la fría respuesta de Ron.

Hermione arqueó una ceja y miró a Harry. Él solo se encogió de hombros y evitó mirarla durante el resto del desayuno. Ron no le dirigió la palabra a ninguno de los dos. La noche anterior habían tenido entrenamiento de Quidditch y Hermione sabía lo mucho que podía influir en el estado de ánimo de su amigo, así que supuso que toda aquella agresividad y mal estar que se transpiraba en el ambiente era fruto de ello.

-¿Qué tal fue el entrenamiento de ayer? –probó de nuevo.

- ¿Desde cuándo te importa? –espetó Ron.

- Bien –dijo Harry rápidamente.

El chico sonrió con amabilidad, como si quisiese disculpar la mala actitud que Ron mostraba aquella mañana. Era cierto que a Hermione le interesaba el Quidditch no le interesaba en absoluto, que había aprendido las reglas y a disfrutar a su manera del deporte por ellos. Que si no fuese porque Ron y Harry no formaban parte del equipo ella no iría todos los sábados que había partido a vitorear con el resto de sus compañeros Gryffindor, con una bufanda alrededor del cuello a gritar como la que más. Le gustaría sentarse allí con un libro y leer mientras ellos a veces se jugaban la vida con estúpidas piruetas que no sabía ni como se llamaban ni la importaba. Pero la carcomía la preocupación y todo se resumía a que eran sus mejores amigos y que haría cualquier cosa por ellos. Hasta ver un interminable partido de Quidditch bajo la lluvia con un montón de gente alrededor vociferando como si la vida les fuese en ello.

Desayunaron en silencio y Hermione decidió dejar pasar el mal humor de Ron y achacarlo definitivamente al Quidditch, sus inseguridades y nervios. Hasta que después de cenar no aguantó más. Si tenía que aguantar un ataque personal más o cualquier improperio que no venía a cuento iba a explotarle la cabeza. O se la arrancaría y se la dejaría a Harry para que la utilizasen como quaffle en el próximo entrenamiento.

La pelea, como no, tuvo que ocurrir en la Sala Común, delante de más de un compañero. Porque así hacían las cosas. Delante de todos.

- ¿Tanto te molesta que Harry sea mejor que tú en algo? –preguntó Ron sentado cómodamente en una butaca.

- Yo no he dicho eso –se defendió.

Todo por culpa del maldito libro de Pociones de Harry.

- Entonces déjale en paz de una jodida vez.

- ¡Ron!

- Y de paso déjame a mí también. Deja de fingir que te preocupa el partido del sábado o que tal van los entrenamientos. ¡Como si eso te importase!

- ¡Claro que me importa! No digas tonterías, Ron –intentó aplacarle pero las ganas de abofetearle bullían en su sangre desde hacía demasiado tiempo. – ¡Sois mis amigos!

- Eso quien lo dice.

Lo pronunció en voz baja. Tan baja que puede que solo ella y Harry le hubiesen oído, porque estaba mirando a Ron como si se hubiese vuelto loco del todo, como si hubiese cruzado un límite del que no le creía capaz.

- Eres un idiota Ronald Weasley.

Ella lo dijo bien alto. Que le oyese claramente, que lo supiesen todos. Que lo notase no solo en el tono rotundo y agresivo de su voz, que se le quedase bien grabado en el cerebro. Que era un idiota que quería decir "a veces te odio, Ronald Weasley", "a veces me haces tanto daño que no sé si tiene sentido seguir siendo tu amiga", "a veces me gustaría no quererte, maldita sea". Cogió sus libros, con el pelo tapándole la cara y no dejando ver los ojos enrojecidos por las lágrimas. Dijo buenas noches entre dientes a Harry y se fue a su habitación.

Aquella noche quiso estrangular a Ron, a Lavender Brown y a todo el maldito mundo que llenaba Hogwarts.

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Ginny Weasley solo se había sentido realmente culpable dos veces en su vida. La primera, cuando escribió en aquel maldito diario y fue la marioneta del ser más malévolo del mundo, matando casi a sus compañeros, sobre todo a Hermione Granger. La segunda vez, Hermione volvía a ser víctima de circunstancias que no tenían nada que ver con ella. Era cierto aquello de que se tropezaba en la misma piedra dos veces. Pero Ginny sabía que se podía tropezar tantas veces que al final perdías la cuenta. Quiso decirle que ella tenía la culpa de que su hermano se comportase como un patán desagradecido. Que había hablado más de la cuenta y que ella no había hecho nada más que vivir un poco su vida, besar a un jugador de Quidditch mundialmente famoso hacía dos años. Dos malditos años. Que su hermano era un idiota que no podía dejar de sentir celos de un tipo que estaba demasiado lejos como para suponer un impedimento porque lo único que se interponía entre Ron Weasley y Hermione Granger eran ellos mismos. O en este caso, los estúpidos celos e inseguridades de su hermano.

Sin embargo, confesar después de aquella pelea, de ese "eres un idiota Ronald Weasley", era lo más complicado que tenía que hacer en su vida. Más difícil que enfrentarse a unos mortífagos en el Ministerio meses antes.

Había sido un entrenamiento pésimo, con Ron gritando a todo el mundo y Harry observando y dejando que hiciese lo que le daba la gana. Y ella sintió ganas de gritarle a Harry por no pararle los pies. Él era el entrenador, no el mejor amigo de Ron Weasley y si pensaba que eso ayudaba al equipo o al propio Ron, es que estaba muy equivocado.

Encontró a Hermione sentada en la cama de su habitación, completamente sola, con un montón de pergaminos alrededor y libros abiertos que apoyaba en sus rodillas. Se quitó las botas llenas de barro y las dejó fuera de la puerta.

- ¿Qué tal el entrenamiento? –preguntó sin levantar la vista.

- Horrible.

Hermione solo asintió. Ginny se sentó frente a ella, al pie de la cama y lo que consideraba una distancia prudencial. Debía confiar en que por mucho que se enfadase Hermione, no iba a hacerla daño físicamente, o al menos no mucho.

- Hermione.

- ¿Sí?

- Tengo que decirte una cosa.

- ¿Puedes esperar?

- Es muy importante.

El tono casi urgente con el que entonó esas palabras consiguió que Hermione apartase los libros, se sentase más tranquila y dedicara toda su atención a la pequeña de los Weasley. Ginny pensó en qué otras cosas podrían ser importantes, más que el motivo por el que Ron se comportaba de ese modo con ella, pero no se le ocurrió nada.

- Sé por qué Ron está enfadado contigo.

Hermione frunció el ceño y luego quiso quitarle importancia.

- Sea lo que sea que tanto le molesta a tu hermano, no quiero saberlo.

Ginny arqueó una ceja y pensó que Hermione Granger no era tan inteligente si pensaba que a ella podía engañarle. Nadie creería que cualquier cosa relacionada con Ron no le importaba. Era la mentira más grande que había oído en su vida y Fred y George eran unos expertos que le habían enseñado como una mentira podía salvarte de una situación comprometida.

- Y si te digo que la culpa la tengo yo, ¿sigue sin importarte?

- ¿A qué te refieres?

- A que está enfadado porque le dije algo. Algo que no debí decirle.

- Ginny, sabes que no me gusta el misterio

- De acuerdo.

Tosió nerviosa y se rascó la frente.

- El otro día estaba con Dean en uno de los atajos que llevan a la Torre. Estábamos besándonos, lo más normal del mundo si tenemos en consideración que somos novios y es lo que se supone que hace la gente cuando sale con una persona que le gusta. –Hermione asintió.- Entonces aparecieron Ron y Harry. Y te juro que quise que me tragase la tierra en ese momento. Pero Ron empezó a decir que no debía hacer eso en público, que no quería que la gente pensase que soy una cualquiera y todas esas idioteces que dice la gente. Son chismes y pensé que mi propio hermano me defendería y no creería todo eso. Y el muy imbécil me vino con eso, Hermione. Estaba furiosa. Así que empezamos a discutir y le dije que lo que le pasaba es que no había besado nunca a una chica –su amiga se apartó un mechón rizado de la cara y siguió mirando como si nada, aunque Ginny supo que aquello le interesaba más.- Le dije que él no tenía experiencia

- Ginny…

- Lo sé, Hermione. Fue cruel. No debí decirlo pero ya sabes cómo es Ron y joder, a veces me pone tan nerviosa que yo tampoco sé lo que digo.

- ¿Qué le dijiste?

- Que hasta Harry se había besado con Cho Chang y, le dije… Le dije que tú te habías besado con Victor Krum.

Lo dijo en voz baja, temblorosa y prudente. Esperó la reacción de Hermione como un jarro de agua fría. A Ginny no le costaba pedir perdón, aunque fuese una persona orgullosa como cualquier Weasley, pero sin problemas para reconocer sus errores. Solo le preocupaba cuando pedir perdón implicaba que la otra persona pudiese enfadarse de verdad. Y esa era una de aquellas veces.

- Lo siento, Hermione. Lo siento muchísimo.

Hermione se llevó las manos a la cara y respiró profundamente. Luego la miró con ojos cansados.

- Tu hermano es un gilipollas.

Ginny se quedó tan sorprendida que le pareció que tardó media hora en reaccionar. Hermione Granger no decía gilipollas. Hermione Granger nunca decía palabrotas. Aquello era un hecho histórico que no podría compartir con el resto de la humanidad.

- No lo negaré, pero si yo no se lo hubiese dicho, él no te trataría tan mal y ahora no estaríais enfadados.

- No sé, todos los años se enfada conmigo por cualquier cosa, así que supongo que es una tradición.

Hermione parecía demasiado calmada.

- ¿No estás enfadad conmigo? –preguntó esperanzada.

- Sí. Era un secreto, Ginny. Eras la única que lo sabía.

- Lo siento.

- Ya lo sé.

Se quedaron varios minutos en silencio. Ginny estaba segura de que Hermione no dejaba de pensar en todo lo que había movido a su hermano para tratarla tan mal durante los últimos días.

- ¿Cuándo va a superar su celos por Victor?

- Creo que nunca –contestó Ginny con sinceridad.- Ya sabes cómo es Ron. Lo único tan grande como él es su apetito y su inseguridad.

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Ahora que sabía por qué estaba Ron tan enfadado con ella no se sentía mejor. Ron era un rompecabezas demasiado complicado incluso para ella, con aristas que a veces cortaban y otras rozaban la piel con suavidad. Ron no tenía término medio y aunque era una de esas pequeñas cosas que le gustaban de él, no dejaba de resultar exasperante. Cada palabra que parecía escupir cuando se dirigía a ella no hacía otra cosa que ponerla más furiosa. Notaba como sus mejillas enrojecían de rabia y Harry la miraba y no decía "déjalo pasar" con palabras. Daba igual. Siempre ocurría así. Cuando Ron se enfadaba con ella, Harry siempre parecía tomar el lado de su amigo. A veces deseaba que Harry le diese un motivo para enfadarse también con él.

Era la mañana del partido y había decidido bajar un poco más tarde a desayunar con la esperanza de no encontrarles allí. Para su desgracia, aún estaban allí sentados entre un montón de alumnos entre los que se encontraban Lavender Brown y Parvati Patil. Cuchicheaban y miraban a Ron de ven en cuando y reían como las colegiales que eran. A Hermione le ponían enferma. Llegó hasta ellos y empezó a buscar un sitio libre donde no tuviese que soportar el mal genio de Ron.

- ¿Qué tal estáis?

Observaba la nuca de Ron como si pudiese atravesarla con la mirada y de ese modo causarle dolor. Por el rabillo del ojo vio a Harry sirviéndole un zumo de calabaza a su amigo. Entre las manos tenía un pequeño vial con un líquido que no supo identificar.

- Muy bien. Venga, bébete esto.

Ron cogió el vaso no sin mostrar un poco de reticencia al principio. Entonces Hermione se dio cuenta de algo.

- ¡No lo bebas!

Los dos la miraron pero Ron con una mezcla de curiosidad y hastío que la incomodó más de lo normal.

- ¿Por qué? –preguntó.

No lo podía creer. Era imposible, pero lo había visto. Harry había puesto algo en la bebida de Ron. Estaba convencida de ello, de que lo había visto aunque fuese por casualidad y no tuviese pruebas. Algo en la mirada de Harry, en esa cara de no haber roto un plato en su vida le delataba.

- Le has puesto algo en la bebida.

- ¡Pero qué dices!

- Encima tenía el valor de hacerse el ofendido.

- Ya me has oído. Te he visto. Le has puesto algo en la bebida. ¡Mira, todavía tienes la botella en la mano!

- No sé de qué me hablas.

La contestó como si estuviese loca y se lo guardó tan rápidamente en el bolsillo del pantalón que Ron no pudo verlo.

- ¡Hazme caso, Ron, no te lo bebas!

Estaba medio histérica. No creía capaz a Harry de eso y en el fondo sabía que Ron no le haría caso. Hizo caso omiso de su súplica y vació el vaso con un largo trago. Luego dejó el vaso sobre la mesa y se limpió con el dorso de la mano.

- Deja de mangonear.

Le hervía la sangre. Quería pegarles tan fuerte a los dos que era como si hubiese olvidado que tenía una varita con la que hacerles más daño. Se acercó peligrosamente a Harry y le dijo en bajo:

- Deberían expulsarte por esto. ¡No me esperaba una cosa así de ti!

- Mira quién habla. ¿Has hecho algún confundus últimamente?

Hermione no daba crédito a lo que oía. Echó una última mirada a sus amigos, o lo que fuesen en ese momento, y buscó el sitio más alejado en la mesa de Gryffindor. Harry no entendía que había una clara diferencia en lo que ella había hecho. Que ella había favorecido no solo al equipo, también a Ron. Pero a él solo le importaba la victoria y sabía que con Ron y sus traicioneros nervios era muy posible que perdiesen ese partido. Deseó que la poción de Slughorn no causase efecto. No les vendría nada mal perder a los dos por idiotas.

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Si no fuese porque Zacharias Smith era uno de los cabezas huecas más grandes que existía en Hogwarts, todo iría tranquilamente. Como la seda. Un partidazo. Con Ron haciendo paradones asombrosos y con un sonrisa que le hacía olvidar que estaba enfadada con él. Pero ahí estaba ese engreído con un ego que llenaría todo el campo y parte de Escocia estropeándolo con comentarios ofensivos y despectivos sobre la razón por la que su hermano y ella misma estaban en el equipo.

Al final tuvo que cerrar esa bocaza que Merlín y algún dios le había dado cuando Ron demostró por qué estaba en el equipo. Porque casi no tenía que envidiarle nada a Oliver Wood. Tal vez le faltaba la mitad del entusiasmo obsesivo del antiguo capitán de Gryffindor y esa seguridad en sí mismo y competitividad, pero no le convertía en un guardián mediocre o peor. Su hermano era uno de los mejores jugadores del maldito colegio y alguien debía encargarse de que Smith se tragase sus palabras.

Tiempo después de jugadas casi imposibles, goles por los pelos y otros brillantes, juego sucio por parte de Slytherin, Harry cogió la snitch y el partido finalizó. Todo se convirtió en vítores, aplausos y gritos victoriosos en las gradas y un público que se abalanzó hacia el campo para felicitar a los ganadores. Los compañeros de equipo se lanzaron a abrazar a Harry, más felices que nunca de haber vencido a Slytherin. Hasta le pareció ver una sonrisa pacífica cuando Ron la miró.

Ella no paró su escoba y tomó más velocidad, pasó de largo y chocó contra el estrado en el que Smith había estado comentando el partido. La gente empezó a reír y aplaudir, sobre todo los Gryffindor.

- ¡Weasley! –gritó McGonagall hecha una furia.- ¿Es que está usted loca?

- Lo siento, profesora, se me olvidó frenar.

De la nada apareció Harry y la abrazó tan brevemente que podría decirse que no ocurrió. Volvió hacia su hermano y Ginny un poco atónita observó con cierto interés. Todos fueron hacia el estadio celebrando la victoria y dándose la enhorabuena mutuamente por un partido fabuloso. Hasta Ron rodeó a Ginny por los hombros con el brazo y la revolvió el pelo con cariño. Ganar un partido de Quidditch, y sobre todo si se trataba de Slytherin tenía un efecto increíble en la gente.

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Era extraño como a veces el ser humano acababa en el mismo punto de partida. Parecía que habían pasado siglos de aquella noche de Halloween donde había ido a llorar porque era el único lugar donde nadie le buscaría. La primera de muchas de las veces que lloró desde que pisó Hogwarts. Y lo cierto es que no había vuelto nunca allí. Pasados cinco años sentía tanta nostalgia que le gustaría volver a ser una niña indefensa ante un trol.

No sabía a quién odiaba más en esos momentos. A Ron por hacerla sentir tan culpable y estúpida cuando se suponía que el que debería sentirse así era él por tratarla tan mal o a Harry por haberla engañado. Quería estrangularle por hacerla creer que le había dado Felix Felicis. Aunque más tonta había sido ella creyendo que Harry haría algo así.

Se secó las lágrimas con un pequeño pañuelo de papel y se hizo el propósito de no dejar que aquellos que se hacían llamar mejores amigos no la hiciesen sufrir ni un ápice más. Iría a celebrarlo con el resto de sus compañeros. Incluso trataría de perdonar a Harry y beber cerveza de mantequilla con Ginny. Y si tenía suerte y Ron había vuelto a ser el que fue días antes de todo aquello, estaba dispuesta a hacer las paces con él. Tendría que vivir con el hecho de que había besado a Victor Krum. No era algo por lo que la gente iba a Azkaban y tenía que superarlo de una vez por todas.

Porque si había algo que consumía a Hermione Granger era estar enfadada con sus mejores y únicos amigos y la idea de pasar otro día más enfadada con ellos le parecía absurda y no le apetecía en absoluto.

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- Felicidades, Ron.

Lavender Brown no hablaba como las chicas con las que Ron se relacionaba. Hermione no cogía un mechón de pelo entre los dedos y lo hacía girar alrededor de ellos. Ni bajaba la mirada con un leve rubor en las mejillas y un tono de voz que parecía una caricia en la nuca. No estaba seguro de si su hermana se comportaba de ese modo cuando hablaba con algún chico y algo le decía que no quería saberlo. Porque Ron podía ser muchas cosas y otras tantas pasaban frente a él como si no existiesen. Ron podía ser obtuso, no ver lo que tenía frente a sus narices aunque le diese en ellas de lleno o alguien lo gritase desde la lechucería para que se enterase todo Hogwarts.

En cambio Ron sí veía lo que hacía Lavender Brown cuando hablaba con él. Flirteaba. O algo parecido porque nunca antes alguien había flirteado con él. Era nuevo, seductor y le gustaba tanto como el Quidditch.

- Has estado fantástico. Eres un jugador increíble.

- Gracias.

Había algo que cosquilleaba en su estómago.

Estaban sentados en un sofá de la Sala Común, en algún punto que no podía identificar pero desde el que se veía toda la sala, con la gente hablando unos por encima de otros, comentando las mejores jugadas y las caras de los Slytherin al perder y el próximo contrincante. La cerveza de mantequilla que iba de mano en mano y el hueco del retrato abriéndose cada pocos minutos para que alguien más se uniese a la fiesta. Y Ron sentía que no solo era parte de ello sino que había contribuido para que fuese posible. Se le llenó el pecho de orgullo y algo más.

Lavender rodeó sus hombros con un brazo y su mano se posó justo debajo de su nuca, justo donde su pelo terminaba. Notó como lo tocaba con las puntas de los dedos. Vio como se pasaba la lengua por los labios y hacia otra vez aquello de bajar la mirada y luego levantarla como si nada.

- Me gustas mucho, Ron.

Dio un sorbo de su cerveza y no dejó de mirarla mientras lo hacía. Quería preguntarla si estaba loca, porque hacía falta estarlo para que él le gustase a nadie. Porque en dieciséis años no había besado a nadie en su vida.

Tenía la sensación de que esos dieciséis años acababan entonces. Justo en el momento en que Lavender Brown se inclinó, rozó su nariz con la suya y apretó los labios contra los suyos. Sostuvo la mano contra su nuca y Ron no fue capaz de pensar en nada más que en lo sencillo que resultaba algo que había temido durante tanto tiempo.

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El hueco del retrato se abrió y la furia y felicidad con la que celebraban todos pareció cambiarle hasta el estado de ánimo. La dio un poquito más de fuerza para su nuevo propósito. Hacer las paces con Harry y Ron y terminar de una vez con aquella estúpida disputa. Aquel año no iba a ser como los demás. Estaba harta de los tiempos en los que se dejaban de hablar por cualquier estupidez que tenía fácil solución. Ya no tenían trece años y no le había dicho a McGonagall nada sobre una escoba que al final había resultado inofensiva. Ron no se había burlado de ella por ser mejor que él con once años. Aquellos eran otros tiempos y debían quedar en el pasado. El viento soplaba en otra dirección y Hermione sentía que habían madurado lo suficiente como para dar un primer paso hacia la reconciliación. Hacía demasiado que habían dejado de ser unos simples niños.

Se abrió paso entre varios estudiantes que la saludaron efusivamente y quisieron abrazarla. Definitivamente el Quidditch podía transformar a la gente. Sonrió un tanto divertida.

Una sonrisa que se convirtió en una mueca de decepción y traición, en sangre helándose en las venas y el corazón bombeando oxigeno y cualquier otra cosa que no era sangre al cerebro. En un rincón de aquella Sala Común que parecía todo el castillo de Hogwarts con sus amplios jardines, estaba Ron enroscado en un abrazo de piernas, brazos y bocas con Lavender Brown. Lavender y Ron y bocas.

Eran como cien bludgers directas al corazón. Cañonazos en el estómago que hacían temblar todo su cuerpo. Lagrimas agolpándose en las cuencas de los ojos que escocían y amenazaban con volver a mojar su cara en cualquier lavabo dispuesto a sofocar sus llantos. Hermione Granger no pensó que algo podía doler tanto. Que una imagen pudiese causar dolor físico de verdad. Se mordió el labio y dio media vuelta.

Lo último que oyó antes de salir por el retrato fue alguien llamándola.

- ¡Hermione!


N/A: bien, lo sé. Soy lo peor porque prometí y juré que esto no tardaría tanto. Que dos meses eran el tiempo suficiente y límite para esperar. Y he faltado completamente a todo lo que dije. Este capítulo no cuenta nada nuevo y algunas escenas ya están descritas en el libro, pero yo he querido verlas desde otro punto de vista y tratar de racionalizar un poco lo que les pasaba a Hermione y Ginny. Así que ha sido un capítulo que he revisado como veinte veces, he borrado partes, reescrito otras, cambiado por completo algunas y al final ha quedado esto.

Sobre por qué Ron termina liándose con Lavender Brown, creo que no soy capaz de hacerlo mejor o explicarlo de otro modo. Creo que Hermione realmente quería acabar con esa estúpida pelea y hacer las paces con ellos y que por eso la caida fue mucho peor. Y creo que estaría más enfadada con Ron que con Ginny porque aún tuviese celos de Krum cuando todos sabiamos que era agua pasada. No sé, supongo que tendré que justificarme durante mucho tiempo sobre este capítulo.