Nuevo capítulo!! Siento haber tardado tanto!! Sé que normalmente suelo actualizar mis dos historias a la vez, pero puede que próximamente actualice "Cuando el viento cambia" más a menudo. Aún así, no pienso dejar esta de lado, así que no os preocupéis!!
Gracias por leer y espero que os guste.

Final de curso

Harry se acomodó en los brazos de Draco, mientras este le contaba como su padre y su padrino se habían tomado la noticia de los horcruxes de Voldemort. Mientras narraba las caras horrorizadas de ambos hombres, y la mueca de absoluto asco de la cara de Lucius. Los dos Slytherin eran adeptos a las artes oscuras, pero tal perversión del espíritu de la magia les daba arcadas.

El Griffindor sonrió al recordar como las artes oscuras habían sido un gran motivo de conversación entre su novio y él en verano; él quería comprender qué eran exactamente, sin el prejuicio que el ministerio ponía en ellas, sin las ideas preconcebidas que Dumbledore había inculcado en él desde su infancia. Y fue gracias al rubio que aprendió a distinguir entre oscuro y malvado.

- Qué tal se lo tomaron los demás?

- Sirius cree que sabe donde está la copa

- En serio!! Eso es estupendo!!

- Sí, y Diana está mirando la nota que el director encontró en el relicario de pega.

- Pues tenemos localizados ya cinco!! Está muy bien; los reuniremos todos en verano y los destruiremos todos juntos. Solo hay que recuperar el anillo de manos de Dumbly y ya está!!

- Me encanta cuando lo haces ver todo tan fácil.

- Ahora solo tenemos que concentrarnos en los exámenes – rió Draco – quedan apenas tres semanas de curso.

- Bueno, y en el periódico de mañana. Creo que va a ser la causa de histeria general.

Draco sonrió con malicia, y Harry alzó los ojos al cielo. Slytherin tenía que ser para que causar una apoplejía general a gran parte del mundo mágico le resultase tan atractivo. El veela se inclinó y le besó la oreja, susurrándole palabras tranquilizadoras. Harry sonrió y se arrellanó más en su regazo; sabía que mañana no le dejarían en paz, que sería el centro de las miradas del colegio. Pero había pasado tantas veces que no podía evitar pensar que ya estaba acostumbrado.

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Harry fue de los primeros en aparecer en el comedor. Se sentó en la mesa de Griffindor con Ron y Hermione, ante la mirada atónita de la profesora McGonnagal, que se encontraba ya desayunando. No era normal verlos tan temprano; en realidad no era normal ver a ningún Griffindor tan temprano. Tenían fama de dormilones, y era por algo, siempre eran de los últimos en bajar.

En la mesa de Slytherin, sin embargo, ya había varios grupos, lo que no le extrañaba pues siempre habían sido los primeros en bajar, durante todo el tiempo que llevaba ella enseñando. Sus ojos se dirigieron instintivamente hacia Draco Malfoy, que saludó con un movimiento de cabeza a Harry Potter y una sonrisa dulce. Todavía le asombraba lo bien que se llevaban, cuando todo el mundo no había dado nada pro cuanto durarían, y ahí estaban, llevaban medio año juntos ya.

La sala se fue llenando poco a poco, hasta que casi todos los estudiantes estuvieron sentados y el profesorado conversaba tranquilamente. El bullicio habitual se vio aumentado por la llegada del correo, que traía cartas, regalos y los periódicos. Y fue entonces cuando el caos se desató.

Harry sonrió detrás de su taza de chocolate, mientras oía los gritos ahogados de aquellos que habían recibido el periódico. Mione le miró con la ceja alzada y desenrolló el ejemplar. En primera plana les recibió una foto que Harry no recordaba que hubieran tomado. No salían ellos sentados en la mesa de la rueda de prensa, si no de pie, Sirius y Diana enlazados por la cintura, y Sirius con una amplia sonrisa, cogiéndole del hombro, mientras él reía.

No recordaba ese momento, pero la foto era perfecta, y daba la sensación de que eran una familia, y una feliz. Mione sonrió al ver el titular "Sirius Black vive!". Las cabezas pelirroja y castaña de sus mejores amigos se juntaron mientras leían con regocijo los diferentes artículos de la que parecía ser la noticia del año. Y entre gritos y repetidas frases del periódico, Harry terminó su desayuno, contestando a las preguntas de sus amigos de siempre.

En la mesa principal, Dumbledore echaba chispas. Aquello no debería haber pasado, Sirius Black estaba muerto y era lo mejor que podría haber ocurrido, era una influencia perniciosa para Harry, y este le miraba como a un padre, y él no necesitaba que el chico tuviese un padre, necesitaba que le mirase a él para solucionar sus problemas, que volviese bajo su control para el bien de todos.

Levantándose sin decir palabra se dirigió a su despacho con paso largo y rápido, necesitaba escribir una carta.

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Sirius se despertó, enredado en las piernas de Diana, con sus cabellos rubios haciéndole cosquillas en el pecho y una boca carnosa escondida en su cuello. Sonrió de pura felicidad, diciéndose que si había un cielo en la tierra, debía ser aquello sin ninguna duda. Sus dedos se enredaron en las hebras rubias de su prometida, y su otra mano vagaba libre por la cadera desnuda, acariciando la piel de seda. Diana suspiró suavemente y se acercó más a él, haciendo que el moreno se diese cuenta de que jamás tendría suficiente de ella, cuando un ramalazo de pasión le recorrió el cuerpo.

El sol les daba de lleno en la cama, e iluminaba toda la habitación, en un extraño día sin nubes en Inglaterra. La noche anterior no habían cerrado las cortinas, y habían hecho el amor una y otra vez bajo la luz tenue de la media luna que había iluminado el cielo nocturno de finales de mayo.

Unos golpes en la ventana le sacaron de su ensoñación y frunció el ceño, jurando que si no era algo importante para molestarle en aquella deliciosa mañana mataría al emisor. Con un gesto perezoso de su mano, abrió la ventana, dejando que entrase la lechuza y que con ella, entrase una suave brisa fría que acarició su piel. Diana se estremeció, y él, sonriendo, cogió la sábana de sus caderas y la subió hasta taparle los hombros.

Deshizo el nudo que ataba la misiva a la pata del ave y la abrió, gruñendo al ver una letra conocida.

Querido muchacho,

Ha sido una gran sorpresa saberte vivo, y muy grata. Es providencial que hayas vuelto en esta hora revuelta, pues debo decirte algo que no creo que te guste. Me temo, mi querido muchacho, que Harry ha perdido el camino, y creo que la culpa de ello lo tiene Diana, sus ideas son peligrosas para la mente del chico y tú debes ponerles fin. Es por el bien de todos.

Sepáralo de ella y venid a Hogwarts conmigo, donde podremos recordarle a Harry cuales son las cosas que importan realmente.

Espero que hagas una buena elección,

Albus Percival Wolfang Dumbledore

Y se despedía con una rimbambela de títulos ridículos. Sirius resopló incrédulo, el viejo debía de haberse vuelto senil definitivamente si esperaba que le diese la espalda a su ahijado y a la que sería su mujer.

- Qué pasa? – inquirió Diana, mientras bostezaba.

- Dumbledore – y le tendió la carta. La rubia abrió los ojos y la leyó, soltando una carcajada al terminar.

- Teme que te corrompa a ti también – dijo con voz teatral.

- Uy! Me temo que es demasiado tarde – exclamó el hombre moreno – estoy completa y absolutamente corrompido.

Ella rió y le besó, Sirius la acercó más a su cuerpo, olvidándose por completo de la carta, que voló hasta el suelo mientras ellos rodaban por la cama.

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La semana de exámenes llegó, con nervios e histerias, con la biblioteca llena a todas horas y las salas comunes repletas de libros y apuntes. Harry sonrió a Hermione mientras Ron se quejaba de lo mucho que estudiaban y de que necesitaban un descanso.

- Es cierto, Mione – dijo el moreno – llevamos cuatro horas ya deberíamos hacer una pausa.

- Tenemos pociones mañana!!

- Ogh, Mione, yo no puedo más! Quédate aquí tú si quieres!!

- Ron!!!

Harry cerró los libros de sus amigos con un gesto de la mano y les hizo levantarse con gesto imperioso. El trío dorado se dirigió a los jardines con paso tranquilo por los pasillos desiertos. El sol brillaba entre las nubes y sus rostros se alzaron hacia su luz instintivamente. Se sentaron en la hierba, Mione cerró los ojos y se abrazó las rodillas. Ron se tumbó boca abajo y dejó su cabeza entre sus brazos y Harry se tiró mirando al cielo con los brazos estirados.

Se sintió bien, mejor que bien, Sirius había logrado arreglar los espejos transmisores y hablaban por ellos todos los días, con Diana haciendo algunos comentarios a veces. La prensa y el mundo mágico todavía se intentaban recuperar de la sorpresa de la vuelta de Sirius y algunos habían intentado averiguar si la historia era cierta, pues afirmaban que era una trama para ganar fama. Se habían topado con los Inefables, que afirmaban rotundamente lo dicho por ellos y tenían fama de no mentir.

Harry había dejado que, por una vez, los responsables de él se ocuparan de todo. Sirius había decidido que pasarían el verano en la mansión Potter, para que las barreras y la magia de la casa se afianzaran con Harry definitivamente. Además, habían decidido que Ron y Hermione estarían con ellos a partir de Agosto. Llegarían a tiempo para celebrar su cumpleaños y luego… las cosas se pondrían serias.

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Harry soltó un suspiro y vio con una sonrisa como Draco se acercaba a él con aire desenfadado, con las manos en los bolsillos y aquel aire de chico malo que hacía que le temblasen las rodillas. Acababan de salir del examen práctico de DCAO, y habían terminado de los primeros. Draco le cogió de la cintura y le besó, haciendo que él pasase los brazos por sus hombros y se agarrase a su cuello.

- Joder, buscaos un cuarto, no? – gruñó Ron, que salía refunfuñando de su examen, como había hecho de todos.

- Alégrate Weasley, ya hemos acabado – dijo Draco con una sonrisa burlona.

Y así era, aquel examen había sido el último, ahora solo quedaban cinco días hasta que se fuesen a casa. Y aquellos cinco días pasaron volando. Hermione quedó la primera del curso, lo que no fue sorpresa para nadie, seguida de cerca por Draco. Harry sacó unas notas muy buenas, y estaba bastante contento consigo mismo, sabía que Diana y Sirius le exigirían un buen rendimiento en clases. Remus le había dicho con una sonrisa que estarían orgullosos, mientras Snape, a su lado, alzaba los ojos al cielo ante los sentimentalismos Griffindor. Harry solo se rió y le dijo al licántropo que esperaba que les visitase a menudo.

Y antes de darse cuenta, estaban en el tren de camino a la estación de King's Cross, despidiéndose de Hogwarts hasta su próximo año, sabiendo que en el verano cambiaría el mundo en el que estaban y empezarían su último año de colegio sumergidos en guerra. En un compartimento, Ron, Mione, Harry y Neville se acomodaron, sabiendo que sus respectivos Slytherin llegarían una vez arrancase el tren.

Y efectivamente, poco después, Draco, Blaise, Theo y Pansy entraban y se sentaban junto a sus parejas entre risas y bromas. Los ánimos estaban altos y una algarabía feliz se elevó en el vagón. Mione se arrellanó contra Theo y sonrió para sí, lo que despertó la curiosidad de su novio.

- Qué pasa?

- Es curioso, no crees? El año pasad o estábamos completamente convencidos de que los Slytherin eran la encarnación del mal. Y fíjate este año.

- Bueno, quien nos iba a decir que acabaríamos liados con los leoncitos? – dijo él con una sonrisa suave.

- Y todo gracias a Harry. Es una persona extraordinaria.

- Es un líder, la gente le sigue sin pensárselo, sin preguntar nada. Es increíble la confianza que se deposita en él.

- Sí – fue lo único que contestó ella.

El resto del camino fue tranquilo y lleno de anécdotas sobre lo que habían pasado aquel año. Y pronto, se acercaron a la estación. Los Slytherin salieron disimuladamente y poco después ellos cogían sus baúles y les seguían en una algarabía propia de su casa. El andén estaba lleno de padres e hijos que se encontraban, de abrazos y exclamaciones de alegría. Sus amigos se separaron para ir cada uno con sus padres y mirando entre la gente, Harry sintió una inmensa sonrisa aparecer en su rostro.

- Harry! – exclamó Sirius con su vozarrón.

El joven se apresuró hacia él, que le recibió en un abrazo feroz, y luego le soltó, solo para ser abrazado por Diana.

- Qué tal, cielo? – preguntó ella con una sonrisa dulce – Algún problema?

- No, nada. Solo me atosigaron con preguntas nada más salir lo tuyo, Sirius.

- Jaja – rió de buena gana él mientras levitaba el baúl tras ellos con un gesto despreocupado – Por supuesto que las hacían. El mundo está lleno de curiosos.

- Nos vamos? – inquirió Diana

- Eh? No, un momento, quiero despedirme de Draco.

- Ve, ve – dijo Sirius pícaro – nosotros te esperamos aquí.

Harry buscó a su veela entre la gente, sin conseguir verle a pesar de su reconocible cabello. Frunció el ceño pero lo quitó rápido al sentir unos brazos en su cintura. Se dio la vuelta y besó al rubio suavemente.

- Te voy a echar de menos, peque.

- Apenas es un mes sin vernos – le tranquilizó – lo soportarás.

- Aún así, te voy a echar en falta.

- Yo también.

Unas cuantas palabras susurradas más y algunos besos cariñosos más tarde, los amantes se separaban y se iban cada uno con su familia. Draco se desapareció con sus padres, y Harry miró a Sirius, diciéndole que ya estaba listo. Y ante su sorpresa, él y Diana se dirigieron a la salida, mientras hacían invisible el baúl y se deshacían de sus túnicas, quedando él en una camisa blanca y un pantalón vaquero con unas converse blancas y ella en un vestido azul pálido con unas sandalias de tacón.

- Venga, enano – rió Sirius viendo su cara de asombro – quítate la túnica que tenemos una sorpresa.

Harry obedeció y los tres fueron por la estación, Sirius con un brazo sobre sus hombros y sin que la sonrisa abandonase su cara, y Diana junto a él, mientras contaban lo que habían hecho en aquel tiempo que no se habían visto. Salieron al aparcamiento y ante el asombro del joven. Sirius sacó las llaves y abrió un flamante coche negro. Harry no sabía mucho de coches, pero entendía que aquel exquisito BMW era la envidia de muchos que les miraban. Mientras su padrino metía el baúl en el maletero, se fueron metiendo en el coche, espacioso y agradable en el interior, con asientos de cuero beige y detalles lacados en negro.

- Tu padrino ha desarrollado un gusto excesivo por los coches caros – informó su madrina, mientras se ataba el cinturón. Harry rió ante su suspiro. Sirius entró y se volvió hacia él con los ojos brillantes.

- Qué, Harry, te gusta mi bebé?

- Es precioso.

Con una carcajada, Sirius arrancó y Harry aprendió porqué los magos no deberían conducir. La velocidad era increíble y el último Black tomaba las curvas casi a dos ruedas. Aún así, Harry no pudo evitar pensar que aquello era, francamente, increíble.