Hay muchas cosas que Jk no contó. Muchas de ellas sobrevuelan mi cabeza y echan raíces en mi mente. Aquí encontrarás cosas que tal vez pudieron ser o tal vez no. Pero todo (ahora sí) es cannon.
Las 4 muertes de Remus Lupin
Remus John Lupin murió por primera vez un jueves por la noche de Marzo de 1969.
Su madre jamás le dijo la fecha exacta. "Esto no es algo para celebrar aniversarios" dijo con su voz frágil pero fuerte una vez que le preguntó. Remus jamás volvió a preguntar.
Lo que no necesitó preguntar fue el dolor que le acechaba cada día previo a la luna llena. Ni el rechazo con el que las madres de los otros niños lo miraban, como si él fuese poco menos que un asesino en serie. Ni el horror que atenazaba a su mente cuando aquella esfera plateada se dibujaba en el cielo y lo rociaba con su luz y él sabía que iba a dejar de ser él, que su cuerpo y sus instintos lo domarían por completo.
En ese momento, Remus Lupin alzaba sus ojos a la Luna y lloraba.
···
La segunda vez fue un 31 de Octubre de 1981.
Lily y James, sus Lily y James, asesinados.
Traicionados.
James, el bromista, siempre sonriendo, siempre radiante de felicidad con el sol reflejado en sus gafas redondas, con una snitch en el bolsillo. Lily, seria y paciente, inteligente, vibrante cabello rojo y los ojos verdes más hermosos que jamás contempló. Ambos, con lágrimas en los ojos el día que el pequeño Harry nació.
Su mente se negaba a creerlo y en un macabro esfuerzo su memoria recordaba todos aquellos momentos que vivió con ellos. Los momentos felices.
Remus lloró aquella noche como nunca antes había llorado. Sus sollozos se mezclaron con la luz de la luna, casi aullidos a pesar de que sólo estaba medio llena, su pena tan desgarradora como el lastimero quejido de un cachorro. Exhausto, dolorido de tanto llorar, su fatigado cuerpo se apoyó en la pared, sus manos rozaron la mesa y la derribaron.
James y Lily sonreían desde la foto que siempre estaba allí, sobre la mesita de noche, junto a Peter y a él mismo y a su lado... estaba Sirius.
Quiso gritar pero no pudo. "No es cierto" se dijo a sí mismo, contemplando la hermosa cara de su amigo, su negro cabello reluciente, "no es cierto" repitió para sí mismo, mientras el dolor se extendía por su cuerpo como un frío que le helaba las venas, mientras miles de imágenes en su mente recordaban al amigo al que ahora se suponía que debía odiar.
"¡Por supuesto, yo seré el padrino!" había gritado en el mismo instante en el que observó por primera vez la redonda carita del niño. "Me llamará Tito Sirius y compartirá los caramelos conmigo" "Quieres decir que se los quitarás" había apuntado Lily con una ceja alzada y Sirius no pudo evitar echarse a reír con aquella risa suya, tan ronca y tan llena de vida.
"Ha matado a una calle llena de muggles, Remus. Y a Peter". Dumbledore habó con voz grave aunque había un matiz en su voz, un leve matiz que hacía que pareciera que estaba a punto de echarse a llorar.
"No. Sirius no. No." Cerró los ojos. Tal vez si los apretaba con fuerza aquel maldito dolor, aquel vacío en la boca del estómago, desaparecería. Tal vez así ya no tendría ganas de vomitar.
"Harry está bien" había dicho Dumbledore "no te preocupes por él". Extrañamente, Remus no se preocupó. Ni si quiera se acordó de él al principio. Fue sólo días más tarde, cuando supo que el niño estaba con sus horribles tíos y que además no se le permitiría verlo hasta que recibiera la carta de Hogwarts, cuando realmente se enfureció. Gritó, aulló, arañó y derribó sillas y estantes.
Pero en ese instante, en ese preciso instante, Remus John Lupin se dio cuenta de que estaba solo en el mundo. No más cervezas de mantequilla, no más partidos de quidditch, no más reuniones merodeadoras a la luz de la luna.
Completamente solo, otra vez.
Elevó sus ojos al cielo y aulló a la luna, su única compañera de viaje.
···
Volvió a morir en 1996, ni siquiera recordaba qué día de junio.
Justo un par de años de haber vuelto ligeramente a la vida. Porque su vida volvió un poquito cuando volvió a Hogwarts y vio a Harry. Harry que era exactamente igual que James pero con los ojos de Lily y además tenía el Mapa del Merodeador. Harry que era valiente y generoso y tenía a su lado a los mejores amigos que hubiera podido soñar. Harry que, a pesar de todo, había conseguido ser un poquito feliz.
Y su alma se desempolvó ligeramente cuando el mapa del merodeador escribió "Peter Pettigrew" y entonces él lo supo.
No. Sirius no. No.
Y estaba en lo cierto. Había estado en lo cierto doce malditos años, en los que ni siquiera se atrevió a visitarle en Azkaban. Pero dentro, muy dentro, en ese trozo de corazón que todavía conseguía latir cada segundo, él lo había sabido.
Sirius no. Peter.
Así que lo buscó y lo abrazó como a un hermano. Y le dolió que fuera Peter, pero Peter no era Sirius y se suponía que ya estaba muerto. Y Sirius había vuelto.
Pero volvió por poco tiempo.
Así era Sirius, y él lo sabía. Amante de la acción y la aventura, no podía quedarse en casa sentado en el sillón, tenía que salir. Tenía que acompañar a Harry a King's Cross, tenía que enfrentarse con Snape, tenía que darle codazos cada vez que Tonks lo miraba fijamente con sus ojos azules, tenía que ser igual de inmaduro que cuando tenía 15 años.
Tenía que enfrentarse a su prima la loca y gritarle que practicara el tiro al blanco con él.
Ella lo hizo, claro está. Estaba loca.
Supo que estaba muerto cuando el cuerpo alto y fibroso se perdió entre los pliegues fantasmales de aquella extraña tela.
En realidad no sujetó a Harry. Se apoyó en aquel chico delgaducho y lo aprisionó entre sus brazos, temeroso a partes iguales de que saliera huyendo y de que él mismo se derrumbara. Después lo dejó ir.
Porque Sirius estaba muerto.
Nadie lo vio llorar. Tonks lo miraba como si temiera que fuese a romperse en mil pedazos, con ojos llorosos y el cuerpo temblándole a causa de la pena, su cabello rosa de pronto apagado y lacio.
Lloró solo, cuando llegó a casa de Ojoloco y se encerró en la minúscula habitación de invitados. Lloró porque la vida era injusta y todo era una maldita mierda. Lloró porque quiso volver a tener trece años y recorrer pasadizos secretos y comer golosinas y quedarse allí para siempre.
Lloró tanto que en su boca quedó un sabor salado que tardó mucho en irse.
No había luna aquella noche.
···
La última muerte, la de verdad, fue en 1998.
Esa ni siquiera la notó. No dolió y se sintió bien.
Dolohov estaba allí y lo apuntaba con la varita. Percy Weasley estaba cerca y gritaba. Gritaba con furia y dolor desgarradores y Remus supo que aquel asesino despiadado había matado a Fred.
Una losa de mármol cayó sobre su maltrecho corazón. Fred Weasley que era tan joven y había estado en su clase y era hijo de Molly y era bromista y tenía el mapa y...
Fred Weasley que no merecía morir.
Por primera vez en años deseó matar a alguien. Deseó ardientemente hacerlo, apuntarle con su varita y gritar aquellas malditas dos palabras. Además estaba Percy, que no era rival para Dolohov y él, Remus, no podía permitir que Molly y Arthur perdieran otro hijo.
Así que lo hizo.
Gritó el nombre de aquella maldición Imperdonable sin pensar en Dora, ni en Ted, ni siquiera en Harry Potter. Gritó porque Fred no debía morir, porque era injusto, porque no podía dejar que aquello volviera a ocurrir.
Porque él era un maldito Merodeador y moriría luchando.
No acertó. Lo intentó de nuevo, más de una vez, y consiguió que aquel maldito desgraciado fijara sus desorbitados ojos en él y olvidara al muchacho. Tal vez fueran sólo segundos, pero a él le pareció una eternidad el tiempo que transcurrió hasta que la maldición le golpeó en el pecho.
De pronto todo fue frío y en la lejanía escuchó la voz de Dora. Tuvo tiempo de pensar en Ted.
Y luego hubo calor y flotaba música de jazz que salía de un gramófono y James estaba allí y Lily se reía y detrás estaba Sirius.
-Eh, Lunático, cuánto has tardado. Fíjate, los Merodeadores reunidos de nuevo.
···