Una nueva afiliación

Hermione se encontraba en la fría biblioteca una tarde sábado de noviembre. La biblioteca estaba prácticamente vacía, la mayoría de los alumnos se encontraban al calor de las chimeneas de sus salas comunes. Sin embargo Hermione, pasaba las hojas de un enorme tomo de tapas negras y letra minúscula. Escudriñó el último párrafo de una página y escribió algo en su pergamino. Solo Hermione Granger podía encontrarse una tarde de sábado buscando datos para una asociación en defensa de los elfos domésticos. Así era ella. Pasó otra de las páginas y siguió buscando datos que le sirvieran de ayuda. Aunque la idea de la PEDDO no había calado en sus compañeros como quisiera, no se rendía, y seguía buscando datos que apoyasen su teoría. Además, así podía estar lejos de Harry y Ron, que se encontraban con las hormonas en plena ebullición. Este hecho había molestado a Hermione en un principio, pero ahora, le era indiferente. Ellos podían hacer lo que quisieran, ya eran mayores. Además, años de experiencia, le había garantizado que sus sermones no servían para mucho. Así que prefería pasar sus ratos libres en la biblioteca, dedicándose a labores de investigación. Siempre le había gustado mucho leer, pero esta afición había adquirido más intensidad en ese curso. Pasaba las horas leyendo libros, recopilando datos sobre temas que le interesaban, descubriendo cosas nuevas y ampliando su conocimiento. Ron decía que tanto libro había matado a sus hormonas, y probablemente, tuviera razón. Por raro que pareciese, a sus dieciséis años, no sentía absolutamente nada por ningún chico. Ni un ápice de atracción, ni un solo sentimiento de ternura, no sentía nada. No creía estar preparada para enamorarse, todo eso le era indiferente. El mundo de la investigación le parecía mucho más atrayente. El reloj marcaba las cinco y media, faltaba poco para la cena. Decidió aprovechar el tiempo que le quedaba y siguió buscando datos en el pesado libro. A pesar de que hacía frío, un fino hilo de sudor caía por la sien de Hermione. Estaba cansada, había estado trabajando toda la tarde, pero no estaba dispuesta a rendirse. Notó una ráfaga de aire helado que entraba en la biblioteca, pero no se inmutó. El aire frío le despejó la cabeza y continuó leyendo la minúscula letra. Notó una presencia a su lado y un leve carraspeó. Se volvió extrañada y vio a Cho Chang. Le sorprendió muchísimo verla por allí a esas horas, no era algo propio de Cho Chang. La imaginaba en la sala común de Ravenclaw rodeada de sus amigas y de un sequito de admiradores. Sin embargo, la muchacha la miraba con una tímida sonrisa.

¿Hermione? – la llamó, aunque la chica la miraba.

Hola Cho – saludó Hermione, con aire cansado – ¿Qué tal?

Bien, gracias – le sonrió, al ver que se mostraba amable – Estoy buscando un libro, pero no quiero pedirle ayuda a la señora Pince. Y como tú conoces tan bien la biblioteca, pues…

¿Qué libro buscas? – le preguntó.

Bueno, no busco ninguno en especial. Quiero decir – parecía nerviosa – Estoy recopilando apuntes para los EXTASIS y hay unos conceptos de Pociones que no termino de entender. Es sobre elíxires, pero no me acuerdo en cual venía.

Ya sé cual dices – paseó por la biblioteca hasta llegar al estante donde estaban los libros de Pociones – "La Quintaesencia: Una búsqueda"

Gracias – le agradeció cuando la chica le entregó el libro – Eres muy amable, Hermione.

No es nada – dijo, sin darle importancia.

Por cierto Hermione – la miró, con aire preocupado – No te he visto en el Gran Comedor. ¿Aún no has cenado?

Son las cinco y media – señaló su reloj – Aún no han servido la cena.

Son las siete y media – le enseñó su reloj – Ya se ha terminado la hora de la cena.

¡Dios mío! – se levantó alarmada de su asiento – ¡Se me ha debido parar el reloj!

Deberías dedicar menos tiempo a leer libros – le aconsejó Cho.

Hoy me he despistado – miró la mesa llena de libros, pergaminos y plumas – Cuando me apasiona el trabajo, se me olvida lo demás.

Ya veo – se rió, brevemente – ¿Quieres que te ayude a recoger todo?

Si, gracias.

Entre las dos y en silencio, recogieron la mesa que había ocupado Hermione. Era sorprendente la cantidad de papeles que podía llegar acumular en poco rato. A Hermione le sorprendió la actitud de Cho, se mostraba amable y tranquila, no era la Cho triste y depresiva del año anterior. Cuando Hermione metió su último libro en la mochila, se fijó en que Cho leía atentamente los apuntes que había cogido para la PEDDO. Hermione no sabía si sentirse avergonzada u orgullosa de que alguien leyera con tanto interés algo relacionado con la PEDDO.

Es muy interesante – le comentó Cho, mirándola – Tiene que haberte llevado mucho tiempo recopilar esta información.

Muchas horas de biblioteca – se pasó la mano por la frente secándose el sudor – Y encima me he quedado sin cena.

Podemos ir a pedir algo a las cocinas – sugirió Cho – No puedes irte a la cama con el estomago vacío, sobre todo después de todo lo que has trabajado.

No, no, da igual – dijo, quitándole importancia – Ya desayunaré mañana.

Luego tendrás hambre – insistió Cho – Aunque sea un trozo de tarta de manzana.

No, no quiero hacer trabajar a los elfos domésticos – sonrió – La culpa es mía por haberme despistado.

Como quieras – la miró con cierta curiosidad – Se me hace raro verte sin Harry y Ron.

Bueno, ellos están ocupados con otros asuntos – sonrió, casi sin querer – Cosas de chicos, ya sabes.

Ya veo – se rió de nuevo – Será mejor que nos vayamos, la señora Pince ya nos mira con cara de mil demonios.

Las dos chicas salieron de la biblioteca y caminaron por los fríos corredores. Hermione no podía creerse que estuviera paseando con Cho Chang, la misma que el año anterior había sentido unos celos enfermizos al creer que ella y Harry eran más que amigos. Estaba claro que la gente cambiaba, y maduraba, y eso parecía haber pasado con Cho. Vio que todavía sujetaba el pergamino con los datos sobre elfos domésticos y se preguntó si de verdad le interesaba el tema o solo se estaba burlando de ella. Hermione más bien pensaba que se trataba de lo segundo, pues Cho Chang, una de las chicas más populares y deseadas de todo Hogwarts, tenía mejores cosas en que pensar que en los problemas de los elfos domésticos. Cuando llegaron al punto donde sus caminos se separaban, ambas chicas se pararon y se miraron la una a la otra. Cho le tendió el pergamino a Hermione, sonriendo.

Toma, no se me vaya a olvidar dártelo – dijo, con voz amable – Después de todo el trabajo que te ha llevado, solo faltaría que me lo quedase yo.

Gracias – se guardó el pergamino en la túnica – Bueno, ya nos veremos.

Si – la miró – Otro día me sigues contando cosas sobre los elfos domésticos, me ha parecido un tema muy interesante.

¿De verdad? – la miró incrédula.

De verdad – le sonrió de nuevo – Es una cosa fuera de lo común.

Si, una causa por la que luchar – dijo, con fervor – Pero por desgracia, la gente no entiende la importancia de este tema ¿sabes? Me toman por loca.

Pues yo creo que tienes mucha razón – la apoyó – Ojala hubiera más gente como tú que se interesara por cambia el mundo.

Gracias – agradeció y la miró – Si quieres puedo explicarte la historia de los elfos domésticos… ¡y puedes afiliarte a la PEDDO!

Eso sería interesante – esbozó una sonrisa – Podemos vernos mañana en la biblioteca y así me cuentas todo ¿te parece?

Si, claro – asintió entusiasmada – Todos somos pocos para lograr una mejor situación para los elfos. Mañana, en la biblioteca, a las cinco ¿te viene bien?

Me viene fenomenal – la miró, agradecida – Hasta mañana, Hermione.

Hasta mañana, Cho.

Cada chica tomó un camino y Hermione anduvo emocionada hacia la sala común. ¡Había conseguido una nueva afiliación para la PEDDO! Con esa nueva afiliación, empezaba a retomar el entusiasmo que habían chafado sus compañeros. No sabía que interés podía tener Cho en los elfos domésticos, pero después de todo, ¡era una nueva afiliada a la PEDDO!

CONTINUARÁ