º Common Kidz º
(Niños Comunes)
Autora: Juny S. Tao
Fecha de Término: 22 de Mayo de 2007
Contenido: Yaoi
Parejas: MattxMello
Advertencia: Ninguna por ahora
Summary: Part01: HUIDA Mello se largó de Wammy's House, pero ¿qué sucedió con Matt? Triste, desesperado y oliendo a tabaco en una esquina del baño de hombres del tercer piso. 'Maldito seas, Mello...¡¡Maldito seas!!'
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PART01: HUIDA
Cuatro años antes.
Baño de niños de Wammy's House, lejos de la habitación.
Tercer piso.
Matt y Near.
Estaba seguro que si Mello lo hubiera visto en esos instantes, lo hubiera pateado. Y es que…
-La cerámica está rica…-
Por Dios, Matt si empezaba a tener problemas. Su rostro permanecía pegado a la pared de cerámica celeste del baño de niños del tercer piso del orfanato, lugar bastante alejado de su habitación. Le encantaba quedarse durante, al menos, una hora recostado sobre aquella limpia pared de azulejos, observando el inhabitado lugar con solo uno de sus ojos abiertos.
Y, claro, fumando casi una cajetilla de cigarrillos robados. Si, robados, porque se los robaba cada viernes al muy afeminado del maestro de arte.
Risas de su parte.
-Maldito marica…- Balbuceó sin soltar el tubo de nicotina que tenía entre los labios. Expulsó un poco de humo por la nariz como solía hacerlo y, luego, continuó riendo, removiéndose en aquella esquina, su esquina, porque ya llevaba más de un mes acomodando su trasero en ella sin que nadie se lo reprochara.
Entonces, lo recordó y gruñó.
Matt si que tenía problemas, problema de todo tipo, y uno de ellos los tenía con el profesor de arte, quien lo reprobaba cada que tenía clase. ¿Qué le pasaba? No solo no le bastaba con obligarlo a quitarse las goggles en plena clase, sino que lo juntaba con cualquier jodido menso y a Mello lo sentaba junto a Near. ¡Siempre! Y por eso lo odiaba…
¡Si! Porque alejaba a su mejor amigo de él y… ¡y porque lo reprobaba como al peor de los idiotas!
-Ja! Hasta que resolví no volver más a su mugrosa clase y robarle sus ricos cigarrillos.- Y exhaló el humo de la victoria.
Si, bueno, ya dijimos que se los robaba, incluso hacía desastre y medio cuando lo hacía. Era como dejar su marca de "Matty estuvo aquí, jódete viejo afeminado".
Risas suyas.
Y, ahora, pensaba en su mejor amigo. ¿Qué tenía aquella palabra para que le hiciera recordar al quejitas de Mello? Pues ni sabía, pero estaba seguro que su perfecto corte con fleco tenía mucho que ver.
Nuevas risas y, de pronto, un ardor desconocido que surcaba su cuerpo con comienzo desconocido. Lo hizo despertar de su somnolencia y despegar la mejilla de la pared de azulejos del baño. No sabía porqué pero lo había puesto bastante ansioso. Sus manos ahora sudaban copiosamente y no encontraba razón alguna para ello. Respiró hondo y exhaló; volvió a recostarse en su esquina. Quizá se estaba enfermando de algo o, simplemente, era una alucinación muy realista.
Abrió ambos ojos, grandes, como platos. Luego, los volvió a cerrar. ¿Qué había sido eso? Ah, nada, un espasmo típico.
Ya había pasado más de media hora desde que llegó y, si mal no recordaba, ya era más de las 6 de la tarde. Ah, y la cena había estado bastante horrible; no comió nada; odiaba los guisantes.
Suspiró al darse cuenta que aquella última calada que le había dado a su cigarrillo, hecho de una deliciosa mezcla de tabaco y manzana, había sido la última de toda la noche y de la semana. Qué horror, pensó. Ahora debía esperar unos tres días para volver a asaltar los cajones del escritorio de su, sip, marica profesor.
¿Qué? Ya, ahora cúlpenlo por relacionar una cosa con la otra. Y es que ese sujeto, profesor suyo desde hace un par de meses, era la primera persona con facciones demasiado perfectas, ropas brillantes y feas, y gustos estrambóticos. Además, había oído en algún sitio que sujetos como esos oían a Celine Dion como si fuera regla central de una secta o algo por el estilo. Asco, odiaba cuando tarareaba sus canciones durante clases y, extrañamente, lo sentía sobre su oreja.
Mmm…
Extraño. Había recordado a Mello nuevamente. Carajo, como si no tuviera suficiente con que sus ricos cigarrillos se hubieran acabado…
Entonces, aquello regresó. Sus manos, sus manos comenzaron a sudar de nuevo, obligando a que las secara con parte de su camiseta, mientras una cosa… si, bueno, esa cosa rara le corría el cuerpo. Aquello lo hizo levantarse y pensar, pensar de nuevo.
-¿Qué me pasa? Demonios…- Se recriminó al tiempo que meneaba la cabeza como perro remojado y frotaba sus manos mojadas, esta vez, en sus pantalones. Sin embargo, no le dio mayor importancia a la situación. Recogió la cajetilla vacía que había dejado botada a un lado de los lavabos y salió de allí, despacio, debía hacerlo así porque allí todas las puertas eran de lo más viejas y soltaban chillidos delatores.
Lo que le recordaba.
Caminó un par de veces con una ambigua idea en la cabeza. Por un segundo, le dieron unas anormales ganas de mirar por las ventanas del pasillo por donde pasaba, pero no se detuvo, solo observó de reojo hacia el exterior. Inútilmente, sus ojos descubrieron cualquier cosa allí; había demasiados árboles y arbustos desde el lado en que estaba.
De repente, vio que algo corría entre ellos hasta la salida.
-¿Ah?-
Si, bueno, quizá era un animal o algo, pero no era por eso que se detuvo y pegó su rostro al cristal. Había sentido cómo aquella silueta lo atraía, no, lo llevaba consigo. No dejó de verla hasta que su paso desapareció. Ya, eso había sido raro, y lo era más porque, unos segundos después de aquel incidente, una tremenda tristeza lo atrapó. ¡Quería llorar como una niñita!
Asco.
-Mejor me voy a dormir.- Habló para sí, despegándose del vidrio de la ventana pero sin dejar de observar a través de él de reojo. -¿Quién habrá sido eso?- Pensó confundido mientras sus pies lo llevaban de regreso hacia la habitación que compartía con su mejor amigo y otro niños además de Near.
Al llegar a la puerta, sorbió por la nariz un par de veces. Ajap, debía retribuírselo a la muy anormal conmoción que sufrió hace unos momentos. De verdad, había querido llorar, pero—
-Near.- Y se quedó callado. El niño llevaba en sus brazos un par de cajas de rompecabezas nuevos, ya que ambas estaban recubiertas por plástico. Near tan solo llegó a la puerta y, luego de enviarle una miradita casi oculta al chico pelirrojo, siguió con su camino. –Oye.- Lo llamó ya estando dentro de la habitación.
-¿Qué quieres, Matt?- El niño menor guardó el par de cajas debajo de su cama y se levantó nuevamente. Miró a Matt con fijación por unos instantes antes de pasar por su lado.
-…-
-Iré al baño.- Dijo. Matt se hizo a un lado para dejarlo pasar. No era que se le hubiera olvidado su pregunta ni mucho menos, sucedía que había visto cierta sombra en el rostro del chico. Parpadeó confundido, otra vez. Near ya se había ido de allí y cerrado la puerta tras de sí.
-…-
No iba a decir nada más, en realidad, no tenía nada más que decir. Había oído un ruido parecido a lo que él había pronunciado antes de chocar con Near y, ahora, nada. La habitación estaba bastante empezando a oscurecerse.
-¿Qué--
Entonces, lo vio. Lo notó, extrañado, en medio de su cama. Encendió la luz dándole un golpe con su puño al interruptor y corrió hasta donde se encontraba tal cosa.
Una carta. Una carta con manchas de chocolate encima.
-Diablos, eres un cerdo, Mello.- Comentó divertido mientras lo habría. Recordó la vez cuando Mello había tenido que transcribir su tarea tres veces por andar comiendo sobre ella.
Eso había sido divertido. Matt había ensuciado su tarea apropósito para verlo sufrir, haciendo esas caritas tan bobas que sólo él podía poner.
-Veamos.- Y comenzó. –"Matt, me largo de…"- Su garganta se cerró al instante y sus ojos empezaron a moverse con rapidez, siguiendo cada letra, cada palabra allí escrita. Mello tenía una caligrafía impecable, pero sus intenciones apestaban. De verdad, de verdad apestaban.
El muchacho pelirrojo apretó los ojos. Luego, arrugó el papel embarrado en chocolate. Y, luego de aquello, cayó al suelo de rodillas. Cerró los ojos aún con el trozo de papel entre sus dedos.
-No, esto…- Gruñido. -¡Esto debe ser una jodida broma tuya, Mello!- Exclamó molesto, mucho, muy molesto. Apretó los dientes y, en instantes, ya se encontraba frente al armario de su mejor amigo con el único objetivo de corroborar lo leído.
Pero no pudo. En ese momento, sus manos se congelaron en la manija del pequeño armario frente a él, sus piernas no respondían y sus ojos no se abrían. No, no quería ver nada, fuera cierto o no.
Carajo, y él que había pensado en el otro lado de la moneda al ver esa carta sobre su cama. Su rostro había ejecutado la mayor de sus sonrisas mientras se burlaba de lo descuidado de que era su amigo, mientras pensaba en que él iba a… iba a…
-Asco…- Murmuró. -Eres un asco, Mello.- Esta vez más claro, pero más agudo también. Dejó caer el trozo de papel arrugado al suelo, el cual se perdió debajo de una de las camas del cuarto, y se alejó del armario. No lo vería. Moriría.
-Matt.-
-…-
-L murió.- Eso lo hizo detenerse. Giró el rostro sobre su hombro para ver a Near, quién tenía las secuelas de lo que él experimentaría en pocos minutos. Había llorado, pero dudaba que fuera por la misma razón que él, L tenía mucho más peso que Mello para Near. Entonces, regresó su vista al frente.
-…-
-Y Mello se fue.-
-…-
-No te lo dijo¿verdad?-
-…No.-
-Fue inesperado.- Silencio por parte del pelirrojo. Sorbió por la nariz. –Se rehusó a trabajar conmig—
-¡Lo sé¡El jamás cooperaría!- Exclamó con rabia. Apretó los puños y se giró a ver al niño de cabellos blancos, quien permanecía en silencio. -¡Es un maldito engreído que lo único que sabe es quejarse¿bien?!- Near no dijo nada. -¡Pues si eso es lo que quiere, que lo haga¡Por mí que se muera¿escuchaste¡¡Que se muera!!-
-…Matt.-
Este no oyó nada más que el eco de sus gritos en su mente. Ahora le dolía la cabeza y la vergüenza de que Near, el perfecto Near, lo viera llorando era infinita. Debía salir de allí ahora, no podía estar parado frente a alguien que…
Al demonio.
Avanzó con paso lento, pero luego aceleró y salió de la habitación como un rayo dando portazo y empujando a Near en el proceso. Tras la puerta cerrada, Matt tan solo se apoyó en ella unos segundos, cubrió su boca para evitar, inútilmente, escuchar los gemidos aguantados que salían de ella. Sin más, corrió, corrió hacia el baño del tercer piso, lejos de su habitación. Estando allí, se encerró y arrojó sus goggles hacia los lavabos con fuerza, sin importarle a dónde cayeran. Estas retumbaron en medio de la oscuridad.
-Maldito seas, Mello…- Pausa para patear una de las puertas de los cubículos. Más sollozos. El chico cubrió su rostro nuevamente y, tambaleándose, se apoyó contra la pared de azulejos, cerca de su esquina, chorreándose hasta caer al frío piso. –¡¡Maldito seas!!- Gritó con fuerza, con mucha más fuerza, confiado de que nadie, nadie en esa maldita casa de huérfanos lo oirían.
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