Ni CCS ni todos los poersonajes que forman parte de la serie me pertenecen. Pero eso es algo obvio¿no?
Capítulo 1
Sillas de ruedas y baños pecaminosos
"¡Enfermera Moby, enfermera Moby, acuda por favor a toda pastilla a su despacho¡Es urgente¡Repito, es urgente¡Un ratón no identificado se está comiendo su chocolate escondido del escritorio!"
Cientos de miradas incrédulas se volvieron hacia los altavoces, que, situados en cada rincón del hospital universitario Tomoeda, se convertían día sí y día también en protagonistas de la jornada durante unos minutos.
Nakuru Akizuki se echó a reír con fuerza, atrayendo la atención de su compañera Kaho Mizuki, que, enfrascada en algunos formularios, levantó durante un instante de los papeles y fijó sus pupilas castañas en aquellos aparatos que soltaban las voces desafinadas de tres adolescentes que ambas conocían tan bien.
- Un día Moby… digo, Mari les dará una lección.- Comentó distraída, llevándose el bolígrafo a la boca.- ¿No es la quinta vez en esta semana?
Nakuru torció el gesto, pensativa. Durante unos segundos se mantuvo en silencio, contando con los dedos de la mano.
- La sexta.- Corrigió al cabo de unos momentos.
- Lo dicho.- Mizuki suspiró y se quitó la cofia de enfermera de la cabeza. Después de una noche de guardia, todo parecía pesarle demasiado, incluso aquella prenda rosa de apenas unos gramos.- Un día lo pagarán muy caro.
Su amiga, con su incansable sonrisa estirada sobre los labios, guiñó los ojos, divertida. También había estado aquella noche en vela, vigilando a los recién llegados de Urgencias con vómitos, brazos y piernas rotas, diarrea y comas etílicos, pero, al contrario que ella, estaba más fresca que una rosa. Era realmente impresionante lo que podía hacer un litro de café en el cuerpo de una veintiañera.
- Que va.- Replicó.- En el fondo, Mari los quiere con locura…
"¡Vosotros¡Delincuentes¡Apartaos de una maldita vez del micrófono¡Eso no es ningún juguete!"
"¡Mierda¡Eriol, te dije que vigilaras la puerta¿Estás sordo o qué?"
"Sabes que no."
"¡Pero bueno¿¡Me estáis escuchando, mocosos?!"
"¿Y entonces por qué no nos has avisado?"
"Podía haberlo hecho Yamasaki. Ya sabes que no me gustan este tipo de bromas."
"¡Shaoran Li¡Suelte de una vez ese micrófono!"
"¡Eh¡A mí no me metáis en esto!"
" Tú sabes bien que Yamasaki es caso aparte. Desde que llegó esa tal Chiharu está en las nubes."
"¡Shaoran¡¿Quieres callarte¡Está todo el hospital escuchando tus idioteces!"
"¡BASTA¡Me habéis hecho perder los nervios¡Li, déme de una vez ese micrófono!"
"¿A que no lo coges?"
"¿¡Qué está haciendo¡Tenga cuidado, es material del hospital muy caro!"
"¿Usted cree que los micrófonos vuelan?"
"¡Quédese quieto¡No lo haga!"
"Y aquí despedimos la retransmisión queridos radioyentes…"
" ¡Li¡NOOooo…ooo…!"
La emisión se dio por finalizada cuando un impresionantes pitido acabó por destrozar los tímpanos de los oyentes, que se miraron entre sí, con los hombros encogidos. Paras quienes eran habitantes habituales en aquel edificio de cristal y ladrillo, aquella escena era el pan nuestro de cada día.
Mizuki, ahogando una risa, se volvió hacia su compañera, que se había llevado las manos a la cabeza.
- ¿Decías algo?
En aquel instante, doblando la esquina de la galería principal a toda velocidad, aparecieron tres muchachos vestidos con la bata del hospital. Dos de ellos montaban en sus sillas de ruedas, el tercero, subido en una de ellas como si se tratase de un vehículo cualquiera, indicaba a pleno pulmón el camino a seguir.
Las personas, agolpadas a ambos lados del pasillo, con el escándalo abrumando sus miradas, tuvieron que pegarse lo mayor posible a las paredes para evitar ser arrollados.
Los chicos, sin detenerse apenas unos instantes, pasaron como una flecha frente a la recepción, saludando con una amplia sonrisa a las dos enfermeras que lo observaban con las cejas arqueadas.
- ¡Ey, Mizuki!- Chilló uno de ellos, de lustroso cabello castaño revuelto y grandes orbes almendradas, de cierto tinte felino.- ¿A qué hora dijiste que venía la nueva?
- ¡No tardará demasiado¡Quizás media hora!- Mizuki le arreó un codazo por lo bajo a su compañera. Ya era suficiente con que una persona gritara, no hacía falta otra más.
- ¡De acuerdo!
Con la sonrisa aún enganchada en los labios, el chico desapareció junto a sus dos compañeros tras la puerta del amplio ascensor, arrollando de paso a un par de enfermeros que llevaban bolsas de orina entre las manos y acabaron empapados de pies a cabeza por aquel horrible líquido amarillento.
Mizuki sacudió la cabeza, exasperada. Miró de reojo su reloj y frunció el ceño, volviéndose hacia su amiga, que aún contemplaba risueña la estrambótica escena.
- ¿Cómo se llamaba la muchacha nueva?- Preguntó, buscando entre los papeles que tenía desparramados por la mesa.- ¿Asuka?
- Sakura.- Corrigió Mizuki.- Sakura Kinomoto.
- ¡Ah¡Aquí esta…!- La enfermera alzó la ficha clínica de la nueva paciente del ala de oncología, y le echó un vistazo por encima. Casi al instante, sintió lástima por la dueña de aquella cara recortada fotográficamente en las esquina del papel rosado. Era guapa, eso no podía dudarlo nadie, y poseía una mirada repleta de esmeraldas, abundante de vida y alegría. Se preguntó cómo se habría tomado la noticia de tener que ser ingresada en el hospital.
Con un suspiro pendiendo de sus labios, sus ojos bajaron y se clavaron en el número de habitación que ocuparía. Se atragantó con su propia saliva.
- ¿¡La 25?!
- Ajá.- Nakuru se volvió hacia su compañera, sin entender el motivo de su alarma.- He sido yo quién se la he designado.
- ¿¡Tú¿¡Pero estás loca?!
La enfermera se encogió de hombros.
- No entiendo por qué te pones así…
Mizuki bufó con desesperación, y se lanzó a buscar otra ficha clínica que blandió nada más encontrarla, como si se tratase de una pistola.
- ¡Está justo al lado de la de Shaoran Li!- Exclamó, como si fuese bastante obvio.- ¡Puerta con puerta!
- ¿Y?- Su amiga seguía sin entenderla.
- En serio Nakuru… ¿Lo haces porque te gusta verme rabiar, o es que piensas de verdad que ese chico no es un peligro público hasta que sus hormonas se calmen un poco?
La aludida se echó a reír sin poder evitarlo, pero no tardó en contestar a la pregunta.
- Creo que ambas cosas.
El Otoño había entrado con fuerza. Por fin, y tras dos semanas de atraso, había hecho su aparición entre hojas caídas y fuertes ráfagas de viento. Aunque aquel tiempo fresco e impetuoso fue recibido con gratitud por muchos de los habitantes de la ciudad, cansados por ese largo verano que los había dejado exhaustos, una única persona, situada frente a las enormes puertas correderas del Hospital Universitario Tomoeda, lo maldecía en aquel momento.
Para ella, aquella brisa violenta y fría no era más que un mal augurio para la mañana que se le avecinaba. A decir verdad, todo en esa jornada la consideraba un mal augurio. Incluso aquella cárcel de hierro y cristal, adornada con un par de pasadas de pintura blanca y celeste. Eso era lo que le parecía aquel enorme monstruo de cinco plantas que se plantaba ante ella como la boca abierta del lobo feroz frente a Caperucita.
Era más grande que lo que había imaginado. Causa suficiente como para demandar a los fotógrafos, por transformar tanto la maldita realidad.
Echó un vistazo a su reloj de pulsera. Aún era pronto. Quedaba algo más de veinticinco minutos.
Dios¿tan poco? Estaba muerta de miedo.
Tras ella, sus padres y su hermano mayor esperaban con paciencia a que la chica diese el primer paso y se adentrase en aquel mundo extraño para ello, repleto de batas inmaculadas, pastillas y sangre.
Pero no podía, le era completamente imposible despegar la suela del zapato del suelo y avanzar medio metro. Aspiró hondo y bajó su mirada hacia sus extremidades inmóviles. Absurdo, aquello era totalmente absurdo.
- Sakura…- La aludida no fue capaz de volverse hacia Touya, su hermano.
Contempló como en el reflejo que la puerta de cristal proyectaba de su figura, el muchacho alzaba su mano y la apoyaba en el hombro, acariciándoselo con cariñosa torpeza. Era extraño, sin duda. Podía ver aquellos dedos, fuertes y morenos, pasando por su piel, pero no era capaz de sentirlos. Se preguntó durante una milésima de segundo si habría perdido toda la sensibilidad en sus miembros para concentrarse únicamente en el horrible, doloroso e infinito pesar que le oprimía el corazón cada vez que pensaba en aquel madito hospital.
- Ya es la hora.- Su padre alzó el brazo y empujó con suavidad a su hija, que dio un paso al frente.
De pronto, la puerta automática se abrió con impetuosidad, despidiendo del interior el olor dulzón de la sangre y de los medicamentos.
Sakura cerró los ojos, asqueada, cuando aquel hedor desagradable llenó sus pulmones, pero siguió avanzando sin detenerse, con el olor de aquella brisa fresca que no volvería a respirar en muchos meses gravándola a fuego en su memoria.
- ¡Li¡En serio¡Un día nos la vamos a cargar!
El aludido se echó a reír, y como respuesta, se arrojó sobre su cama deshecha, colocando los brazos tras la cabeza y aumentando su despreocupada expresión con una sonrisa burlona.
- Hoy no.- Contestó, al cabo de unos segundos.- Moby estará muy liada con la nueva.
Yamasaki se cruzó de brazos, sin desarrugar su ceño fruncido. A su lado, Eriol contemplaba al chico con aburrimiento, con la barbilla apoyada en la palma de la mano.
De pronto, alzó la cabeza y parpadeó, como si acabase de recordar algo.
- ¿Sabes que la chica que llega hoy estará en la habitación de al lado?- Comentó.- Me dijo Nakuru que así podrías… ¿cómo dijo¡ah! Acelerar su integración en el programa de oncología.
Shaoran suspiró y clavó los ojos en el techo. De repente, su risueño gesto se ensombreció.
- ¿Es que tengo pinta de canguro?- Preguntó, hastiado.- ¿Por qué siempre tengo que encargarme de esos temas?
- Será por el trasero.- Comentó Eriol socarrón, entornando ligeramente el pálido rostro.- Siempre he pensado que lo tenías un poco gordo.
El muchacho se incorporó bruscamente de la cama, acompañando sus movimientos con un aparatoso corte de mangas. Lo fulminó con la mirada antes de contestar.
- Un día te tiraré de la silla de ruedas.- Le espetó, sacándole la lengua infantilmente.- Y te encerraré en el laboratorio donde analizan las muestras de heces.- Sus ojos se achicaron con gesto juguetón.- Me han dicho que huele de maravilla.
Su amigo no se inmutó. Siguió sus claros ojos azules clavados en los del otro chico y su boca, dibujando aquella sonrisa suya tan característica, desbordada de cortesía y sarcasmo.
- Llevas diciéndome eso desde que llegué aquí.- Comentó con aburrimiento.
- Lo sé.- Shaoran se levantó de un salto de la cama, asentando bien los pies sobre el firme suelo.- Y sigo en condiciones, al contrario que tú, de poder hacer lo que digo. Así que ándate con cuidado, señorito Eriol.
El aludido apretó las manos en torno a las ruedas de su silla, haciendo chirriar sus blancos dientes de una forma que pronunció el animado gesto del otro muchacho.
- No me llames señorito.
- ¿Por qué? Señorito.
- Sabes que no me gusta.
- Por eso lo hago, señorito.
- ¡Que no me llames así!
- Da la casualidad de que no manejas mi lengua, señorito. Así que…
- ¡Te voy a…!
- ¿A qué, señorito?
Eriol respiraba airadamente, con el fino ceño azabache cubriendo sus pupilas claras. ¡Dios¿Cómo aquel inmaduro podía sacar a todo el mundo de sus casillas? Era el único que podía sacarle de quicio.
Shaoran alzó el pie y caminó lentamente hacia la puerta de su habitación con paso militar. Al pasar entre las dos sillas en ruedas, le guiñó el ojo con picardía.
- Voy a dar una vuelta haber si echo un vistazo a la nueva adquisición de oncología.- Dijo, poco antes de que la puerta se cerrase tras de él.- Espero que tenga un buen culo, porque el de las enfermeras ya los tengo muy visto, y exceptuando el de Nakuru, los demás…
Eriol suspiró.
- Tú siempre pensando en lo mismo.
Sakura suspiró, sintiéndose mentalmente agotada. Llevaban más de media hora esperando en la recepción tanto su familia como ella, esperando a la enfermera jefe, una tal Mari que se retrasaba por culpa de un problema con los micrófonos. Había esperado acabar pronto con el papeleo e instalarse lo más rápidamente en su nueva habitación, ahorrar despedidas angustiosas y matar el tiempo hasta la noche con algún libro de los que había traído. Pero, vistas las expectativas, imaginó que nada de lo que había supuesto se llegaría a cumplir en aquella jornada.
¡Dios¿Ni en eso era capaz de escucharla¿Es que pedir algo así era demasiado? Pues vaya birria de ser supremo.
- Mamá, tengo que ir al baño.- Dijo de pronto, volviéndose hacia la dueña de la hermosa cascada de bucles azabache que franqueaba su derecha. Realmente no tenía demasiadas ganas, pero así por lo menos haría algo en vez de quedarse otro minuto ahí de pie, recomiéndose en sus pensamientos.
La mujer la observó atentamente, como intentando adivinar lo que pasaba en aquellos instantes por cada circunvolución que formaba el cerebro de su hija.
Sakura bufó. "¡Vamos¡Ni que llevase una cuchilla en el bolsillo y estuviese deseando apartarme de ellos para cortarse las venas!"
- ¿Quieres que te acompañe?- Preguntó, preocupada.
La muchacha suspiró.
- Por Dios, tengo dieciséis años, no dos.- Replicó, dándole la espalda.
- ¡Espera!- La mano morena de su hermano se apoyó en su hombro, reteniéndola durante un momento.- Yo también voy a ir.
- ¿Es que tienes problemas de próstata?- Le farfulló Sakura a medida que echaban a andar en dirección a los baños, situados al final de la galería principal.
- Habló la meona.- Le contestó Touya, arqueando las cejas.
Su hermana se detuvo, con los puños apretados y las mejillas tan encarnadas como una tetera al rojo vivo. Parecía una pequeña de tres años enfurruñada con su madre.
- ¡Hoeee¡Cuándo te vas a enterar de que no me gusta que me llames así!
El muchacho suspiró con aburrimiento y alzó la mirada al cielo, clavándola en el acristalado techo con gesto distraído.
- Nunca.
- ¡Ayyyy!- Pegó una patada al suelo, terriblemente contrariada. Algún día se vengaría de su hermano mayor. Era una promesa que se había hecho así misma desde el día de su nacimiento, cuando el muy gracioso no se le ocurrió otra manera de saludar que tirarle de las orejas.
De pronto, un estridente pitido los hizo detenerse a ambos. Touya, con un bufido atragantado de camino a la boca, se llevó las manos al bolsillo y extrajo el teléfono móvil. Torció los labios en una mueca de disgustos cuando comprobó de quién se trataba.
- Es mi director de tesis.- Dijo, con la intención de justificar la razón por la cual no debía colgar.- Será algo importante.
Sakura asintió y se alejó de su hermano en dirección a los baños.
Ni siquiera se molestó en mirar al cartel que indicaba si se trataba de un servicio masculino o femenino. Con presteza, alzó el brazo, tiró del picaporte y se introdujo en uno de ellos con un suspiro ahogado en la garganta.
Alzó la vista y se llevó las manos a la boca, con los ojos a punto de salirse de sus órbitas.
Casi gritó cuando descubrió la figura de un muchacho de espaldas a ella, inclinando con indolencia su pelvis hacia la taza del retrete. Se quedó helada, incapaz de reaccionar, mientras en sus oídos se colaba el sonido del agua cayendo desde una gran altura.
Dio un paso atrás, intentando que su entrada pasase desapercibida. Sin embargo, cuando retrocedió, su talón golpeó con fuerza contra el marco de la puerta, arrancando de él un sonido cortante y seco, lo suficientemente potente para que atrajese la atención del chico. Con las cejas arqueadas por el sobresalto, se volvió hacia ella y ahogó una exclamación entrecortada.
- ¡AHHH!- Sakura se apresuró a cubrirse los ojos.
- ¡JODER!- Protestó él, subiéndose a toda prisa la cremallera de los pantalones.- ¡¿Eres hermafrodita o qué!?
La joven enrojeció, y se apresuró en darse la vuelta, con la vista fija en el suelo.
- Lo… lo siento…-. Balbució, sintiendo las mejillas tan cálidas como el fuego. Tras ella, escuchó como el desconocido tiraba de la cadena.- No… no me fijé y…
- Vale, vale. De acuerdo. No hace falta que te disculpes tanto.- Sakura asintió, sin girarse aún.- Puedes volverte si quieres. Ya he guardado el pajarito dentro de su jaula.
Ella sintió como el calor en su rostro ascendía hasta extremos increíbles, pero aún así, optó por volotearse para encarar al chico.
Debía tener su edad a juzgar por la incipiente dureza de sus blanqueados rasgos, aunque en sus ojos, un par de orbes tan inmensos y profundos como la propia tierra, parecían viejos, ancianos, como si hubiesen visto demasiadas cosas en poco tiempo. Sobre ellos, el desordenado flequillo cubría sus oscuras cejas arqueadas, cubriendo el resto de su cabeza con mechones pardos y cobrizos en trazos desiguales y despeinados, que le regalaban un toque de lo más desaliñado. A pesar de la ancha bata que llevaba puesta, uniforme sin duda del hospital, podía percibir la robustez propia de la adolescencia, quizás algo menguada por la enfermedad. Además, tenía esa sonrisa. Esa curvatura perfecta de aquellos labios que lo calcaba a un pequeño angelote.
Sí, era guapo. Tremendamente guapo…
- ¿Tenías algún motivo privado para entrar en los baños masculinos, o es que me habías visto desde la recepción y te entró curiosidad?
Pero imbécil. Tremendamente imbécil…
La muchacha alzó la mirada al cielo, suspirando. Dios, aún ni siquiera había tenido tiempo para conocer su habitación y ya comenzaba el suplicio.
- Me marcho.- Dijo de manera cortante, produciendo la desaparición de aquella sonrisa tan encantadora en el desconocido.
- ¿Eh¿Por qué?- El muchacho alzó el brazo y la agarró con firmeza de la muñeca. Tenía las manos extrañamente frías. Tanto, que le causaron un profundo escalofrío a la chica.- ¿Te ha molestado?
- No.- A juzgar por la ceja que arqueó el chico, estaba bien claro que él no lo creía así.- Pero tengo que marcharme.
- Claro, y yo soy idiota.
Sakura dejó de tirar, pero le lanzó una mirada cercana a la exasperación. "Por supuesto. Eres un redomado idiota." Si no la dejaba en paz alzaría la voz lo suficiente para que cualquiera que pasase frente a la puerta de los baños masculinos entrase simplemente, por curiosidad.
- ¿Puedes soltarme?- Comenzaba a ponerse nerviosa.
- ¿Por qué?- El chico volvió a sonreír, esta vez, con un tinte ladino que no le hizo ninguna gracia a la muchacha.- ¿Me ves pinta de violador?
Tragó saliva, o al menos, lo intentó. ¡Por Dios¿¡Por qué nadie entraba¿¡Es que ningún miembro del sexo masculino en aquel maldito hospital tenía problemas de vejiga?!
- Me están esperando.- Dijo, intentando no balbucear.- Y quiero irme.
El muchacho se echó a reír con afectación. Le guiñó un ojo con picardía.
- ¿Es que no quieres pasar un buen rato?
Se acercó demasiado, y ella perdió los ya alterados nervios. ¡Era demasiado! No era suficiente tener que levantarse aquella mañana más temprano de lo normal, tragarse un desayuno pringoso en el bar de la esquina de su calle, concienciarse de que quizás esa sería la última mañana que cruzaría el umbral de su hogar e ingresar como posible enferma en aquel hospital que apestaba a medicamentos. ¡No¡Al parecer no¡Encima, un depravado sexual tenía que acosarla en los baños masculinos¡Aquello sí que era el colmo de la ley de Murphy!
- ¡Suéltame!- La verdad es que se pasó un poco con el chillido a juzgar por el tremendo salto que dio el chico, sorprendido ante aquel desgarrador grito.
- ¡¿Pero qué haces¿¡Es qué estás loca?!- Le preguntó él, haciéndose oír a duras penas por encima del agudo timbre de Sakura.
Intentó hacerla callar cubriéndole la boca con las manos, pero recibió como respuesta un fuerte mandoble que a punto estuvo de cruzarle la cara. Riendo divertido ante la aterrorizada reacción de la chica, volvió a abalanzarse sobre ella, intentando calmarla. No obstante, el verlo tan cerca le produjo perder el dominio de la situación por completo. Intentó retroceder, pero lo único que consiguió fue golpearse con fuerza el cogote. El impacto fue tan potente, que se desorientó durante un instante, sintiendo una súbita debilidad en sus extremidades. Sin poder evitarlo, se precipitó sobre el chico, que se vio arrastrado por su peso.
Cuando ambos quisieron darse cuenta de la situación, yacían en el suelo uno encima del otro, en una postura no demasiado puritana. Sobre todo, por el hecho de la bata de hospital del muchacho, desabrochada por completo, resbalada hasta la altura de sus calzoncillos de corazones rosas.
Justo en aquel instante, la puerta del baño se abrió, dejando mostrar tras ella la robusta figura de Touya, que se detuvo en seco con un pie en alto cuando sus pupilas de color chocolate se tropezaron con la embarazosa escena.
Sakura, con los ojos como platos, pasó su mirada del cuerpo semi-desnudo del chico, situado a escasos centímetros del suyo, a la expresión desencajada de su hermano, que daba impresión de volcán a punta de estallar.
Enrojeció hasta el infinito, mientras el desconocido se encogía de hombros a modo de disculpa.
- Ups.
- ¡TÚ!- La voz de Touya fue incluso más potente que la de un tenor en plena actuación.- ¡MALDITO PERVERTIDO, APÁRTATE DE MI HERMANA!
El aludido resopló por lo bajo, con enojo. No se apartó, pero volvió sus pupilas hacia la encarnada expresión de la chica.
- No jodas¿no podías tener un hermano más enclenque?
- ¡HE DICHO QUE TE APARTES!
- ¿Hay algún problema?
La puerta del baño se volvió a abrir, y esta vez, la figura que apareció se trató de una anchísima enfermera, embutida a duras penas en el ajustado uniforme rosado de enfermera jefe. Con aquel cabello firmemente recogido en un prieto moño, y las mejillas tan coloradas como tomates maduros, parecía disfraz de cerdita Peggy.
- La que faltaba…
La recién llegada soltó un potente bramido cuando sus ojillos se cruzaron con el joven exhibicionista que yacía en el suelo sobre Sakura. Señalándolo con un dedo que parecía una salchicha Frankfurt, se llevó las manos al corazón, como si acabasen de apuñalarle por la espalda.
- ¡Tenías que ser tú!- Bramó, con tono de camionero hastiado en mitad de un interminable atasco.- ¿¡Qué crees que haces¡Esto es un hospital, no un club de alterne!
- ¿No lo ves, Moby?- Preguntó él, sonriendo con pillería.- Da mucho morbo hacerlo en los baños.
Touya no aguantó más. Con rudeza, agarró a su hermana del brazo y tiró de ella hasta incorporarla. Ella, con los ojos a punto de saltar de sus órbitas, se pegó a él, intentando alejarse lo más posible del chico que aún estaba en el suelo.
- ¿Crees que esa es forma de actuar?- Le espetó la enfermera, escupiendo las palabras.- Un delincuente, eso es lo que eres. ¡Delincuente!
- Desde luego, se me va a quedar complejo de tanto oírlo…
En aquel momento, la puerta se volvió a abrir. Tras ella, la estilizada figura de Nakuru Akizuki entró a escena con su incansable sonrisa pendiendo de los labios.
- ¡Oh! Mari, la andaba buscando. Verá, ya ha llegado…-. Calló, cuando sus pupilas encontraron las de Sakura y pasaron a las del otro chico.- ¡Anda! Shaoran¿qué haces aquí¿ya os conocéis?
- Sí.
- No.
Nakuru les lanzó una risueña mirada, sin comprender del todo en la habitación.
- Perfecto entonces.- Dijo.- Me alegro de qué lo hagáis. Aunque de todas formas, tendréis tiempo para ello. Vais a ser vecinos de habitación.
Hubo un cruce mudo de palabras que lo dijo todo.
- ¿¡QUÉ?!
Bueno, hasta aquí el primer capítulo. Espero que os haya gustado, así que sabéis así, si es así, o no, hacédmelo saber con un comentrario. Sé que los personajes pueden aparecer algo cambiados, pero intenté adaptarlos a la traumática y agitada adolescencia que todos pasamos y nos trastoca tanto! Y sí, no me intentéis matar, porque los personajes principales están enfermos. Es de lógica, no? Si no, no estarían encerrados en un hospital. Pero tranquilos, recordad que la medicina está muy avanzada ;)!
Espero vuestros reviews!!!
RiMi.