Capítulo 14: Maldito Torneo

El sonido del viento era estruendoso. Hería las hojas y las ramas de los árboles, y hacía que le escocieran los ojos. El ninja se llevó la mano enguantada a la cara, secando las lágrimas y el sudor.

Vio llegar sus sombras, avanzando, trémulas, por la espesura. Su propia sombra se deslizó como una serpiente hasta tocar las de los otros. Se unió perfectamente a ellas, siguiéndolas. El ninja saltó de rama en rama. Sus sandalias tocaban, silenciosas, la corteza suave de los árboles, limados por el viento.

Los dos hombres siguieron su camino, mirando ocasionalmente a derecha e izquierda, pero nunca alzando la vista. Ese fue su error.

El ninja juntó las manos, cerró los ojos y atacó.

El viento le cortaba los labios. Se llevó la mano enguantada a la cara, secando la sangre y el sudor.

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-Aquí está.

La Godaime miró el pergamino que había ahora posado en medio del papeleo. Alzó las cejas al ver que tenía tres huellas digitales impresas en sangre.

-¿No te lo estás tomando demasiado en serio? –le preguntó. Shikamaru se encongió de hombros, mirando distraído sus uñas manchadas de sangre y mugre.

-¿Hay alguna otra misión? –dijo, tan sólo.

-Acabas de llegar, será mejor que descanses.

-No me apetece descansar.

Tsunade miró al pequeño de los Nara, frunciendo el ceño.

-Algo te reconcome la conciencia –le dijo, repantigándose en su sillón. Shikamaru miró al techo, impasible.

-¿Hay algo para mí o no? –insistió. Tsunade se sirvió una copa de sake, demorando su respuesta. Había suficientes misiones como para mantenerle ocupado otros seis meses.

Sin embargo, negó lentamente con la cabeza. Shikamaru asintió, indudablemente molesto, y salió del despacho.

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El agua caliente del onsen relajó sus maltrechos músculos. No así su agitada conciencia.

Shikamaru se miró las manos a través del agua, pálidas y fantasmales.

No podía dejar de pensar en ella. Lo único que le permitía alejarse de los recuerdos y la añoranza era el ajetreo de las misiones, la necesidad de concentrar los cinco sentidos en el trabajo. Pero no duraba mucho. Las misiones terminaban, y ella volvía a emerger.

Se sumergió completamente en el agua, dejando que abrasara su rostro.

Algo cayó en el onsen, con un estruendo de mil diablos.

Shikamaru salió a la superficie, frotándose los ojos. Se encontró con la cara sonriente de Naruto.

-¡Que raro verte por aquí! ¿Cuánto hace que no nos veíamos, cuatro meses?

Shikamaru sonrió, medio disculpándose. Quépropio de Naruto no enfadarse.

A esas alturas, el grupo que había ido a la Arena sabía que Temari y él se habían separado. Tras los gritos de Ino, las miradas preocupadas de Chôji y las voces de Naruto dando soluciones alternativas, todos acabaron por resignarse. Él había empezado a aceptar misiones con un entusiasmo que rallaba en lo suicida, evitando pensar, evitando descansar. Evitando encontrarse con miradas acusadoras.

Pero Naruto nunca le había mencionado el tema. Se limitaba a aprovechar los raros momentos en que se encontraban, charlando despreocupadamente.

Con Ino era imposible. En cuanto se veían, ella le sermoneaba. Y Chôji tampoco ayudaba. Sus miradas y su silencio eran lo peor de todo. Prefería los chillidos de Ino mezclados con los de Naruto antes que la incomprensión y decepción que veía en el rostro de su mejor amigo.

-¿Te han dado un par de días libres? –preguntó Naruto.

-Más o menos. La Godaime dice que no tiene misiones.

-¿Eh? –Naruto se frenó antes de decir nada más. Sabía que en la Oficina de Acción Shinobi estaban saturados. Pero intuía las intenciones de Tsunade. De repente, se le ocurrió una idea.

-Voy a ir un par de días de misión. Tengo que recoger un pago y traerlo de vuelta.

Shikamaru asintió, instándole a continuar.

-Va a ser un rollazo, pero quién sabe, siempre puede ponerse complicado. La travesía es larga, y me vendría bien tener un compañero.

-Vale –dijo el otro, sin pensarlo - ¿Dónde tienes que ir?

-A la Arena.

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Kankurô miró hambriento el banquete que se le ofrecía. Se relamió mientras se acercaba. Probó sólo un poco al principio, lamiendo con la punta de la lengua, paladeando después. Mordió un poco, gimiendo profundamente. Lamió largamente, sintiendo el rubor acumulándose en sus mejillas.

-Kankurô, por lo que más quieras, cómete ya el puñetero helado.

Tenten se abanicó, furiosa, a pesar de que no hacía nada de calor. Kankurô la miró, con los ojos brillantes.

-Es lo mejor que he probado en la vida... –murmuró, antes de asestarle otro bocado.

-Me parece increíble que nunca hubieras comido helado, teniendo en cuenta que vives en un país que alcanza los 50 grados a la sombra en verano.

-Precisamente por eso.

Tenía su lógica. Tenten miró al ninja con una sonrisa benevolente en los labios. Le acariciaba el cabello de cuando en cuando. Kankurô terminó su postre y la miró, como esperando más.

-No quedan más –dijo ella – Te has comido cuatro de una sentada.

-Pues vaya... –refunfuñó él. Se tumbó, apoyando la cabeza en el regazo de la kunoichi, entrecerrando los ojos cuando ella le tironeaba del cabello. Alzó las manos y las entrelazó tras el cuello de Tenten, empujándola para que descendiera hasta sus labios.

La besó despacio, acariciando su boca, ardiendo contra la suya después de tomar el helado.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? –le preguntó, cuando se separaron.

-¿Cuántas veces me lo has preguntado ya?

-Sólo responde.

-Siete meses, tres días y dieciséis horas.

-Bien –dijo él, como siempre. La kunoichi le revolvió el pelo, sintiendo algo grande revoloteando en su estómago al ver la cara de complacencia del ninja.

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"-Maldito Naruto".

Shikamaru caminaba detrás de él,clavándole los ojos en la nuca, intentando transmitirle lo traicionado que se sentía.

Pero, ¿por qué no se había negado? Podía haberle dicho que no, lo hubiera entendido.

"-Porque en el fondo necesitas una excusa para ir a verla" –se dijo – "Tal y como hacías antes, escudándote en supuestas obligaciones, yendo siempre a regañadientes..."

Su auto-regañina libró a Naruto de más miradas torvas durante el resto del camino.

La Arena les recibió al anochecer, con el brillo de sus hogueras y las miradas risueñas de sus mujeres. Naruto saludó a los centinelas. Shikamaru no tenía intención de hacerlo, estaba seguro de que no iba a ser bien recibido por las gentes de Sunagakure después de haber abandonado a Temari.

-¡Nuestro señor Shikamaru ha regresado al fin! –gritaron, para su asombro, los dos centinelas. Una pequeña multitud se acercó para darle palmaditas en los hombros, y uno de ellos incluso sugirió que lollevaran hasta el Dome del Kazekage en un palanquín.

-No, no hace falta, en serio... –balbuceó Shikamaru. Cuando se quiso dar cuenta, le habían metido en una cabina dorada con cortinas púrpuras. Naruto, sentado frente a él, estaba igual de sorprendido.

-La gente de esta ciudad –dijo Shikamaru, dejándose caer sobre los cojines, súbitamente exhausto – no está bien de la cabeza.

Diez minutos después aterrizaron frente a la cúpula, en medio de una lluvia de pétalos de rosa. Naruto llamó a la puerta, sin decir una palabra.

Una chica del servicio les hizo pasar al salón. Naruto le había mandado una nota a Gaara un par de días antes de partir, así que debía estar esperándolo. Caminaron hasta el comedor contiguo, donde se suponía que los tres hermanos estaban cenando.

Shikamaru entró con la cabeza gacha, medio devorado por los nervios y sudando ligeramente. Cuando al fin se atrevió a alzar la mirada, dispuesto a enfrentarse al peligro de volver a ver a Temari, se encontró con dos problemas: uno, la kunoichi no se encontraba en el comedor; dos, las manos de Kankurô estaban a dos centímetros de su cuello y, por la expresión del ninja, no tenían otro fin que ser altamente mortales.

Retrocedió por instinto hasta la pared del salón, esquivando por los pelos tres kunai que se clavaron a un palmo de su cara.

-Joder, lo que menos necesito es tener una pelea con mi cuñado... –masculló, esquivando los shuriken que le lanzaban ahora.

-Vale ya –dijo una voz femenina. Tenten agarró con una fuerza considerable a Kankurô y empezó a arrastrarlo fuera de la estancia.

-Pero... pero... ¡No puedes entrometerte! ¡Me dijiste que podría darle una lección!

-Me dijiste que sería una charla muy seria, de hombre a hombre. De la sangre no hablamos –el ninja intentó replicar – Silencio. ¿Sabes qué significa toda esta situación? Que me mentiste, Kankurô-chan –puso una sonrisa siniestra – Castigado.

Shikamaru respiró hondo, aliviado. No sólo de que se fuera Kankurô, sino también Tenten. No le parecía que ella estuviera muy contenta con él, a pesar de que le hubiera ayudado.

Y, finalmente, Gaara les hizo entrar al comedor. Naruto se sentó, sonriendo incómodo. Shikamaru tomó asiento también. A los pocos segundos, unas criadas les trajeron platos y una fuente extra de comida.

-Debéis estar hambrientos –Naruto asintió, sirviéndose una generosa porción. Shikamaru se sirvió también, para no parecer descortés, aunque esa serie de acontecimientos extraños le habían quitado el apetito.

-¿Qué tal por la Arena? –dijo Naruto, devanándose los sesos por encontrar algún tema de conversación.

-Nada en especial. – contestó Gaara. No le quitaba la vista de encima a Shikamaru – Así que aquí estás.

El ninja de la Hoja guardó silencio.

-Después de seis meses –añadió el Kazekage – Tendrás mucha suerte si mi hermana se digna a respirar el mismo aire que tú.

Shikamaru sentía que se hacía cada vez más pequeño. Naruto frunció el ceño, pero no dijo nada. Gaara tenía motivos suficientes para ser así de abrupto.

-Si yo fuera tú, ni siquiera habría contemplado la posibilidad de volver, después de tanto tiempo.

Shikamaru seguía callado.

-Has visto que Temari ha preferido no hacerlo público. Era lo único que podía hacer para mantener su dignidad ante el pueblo.

Naruto había tenido suficiente. No había recorrido cien kilómetros de desierto para quedarse sentado mientras Gaara le echaba la bronca a Shikamaru.

Apoyó la mano, bajo la mesa, en el muslo del Kazekage, aprovechando que había guardado silencio. Gaara bajó la vista, como si pudiera ver la mano de Naruto acercándose a su ingle a través de la madera de la mesa.

-Me parece –dijo el ninja de la Hoja – que no tengo hambre. Subiré a acostarme, si no os importa.

Antes de salirse estiró, arqueando la espalda con hedonismo felino. Su cintura morena se atisbó sólo un instante.

-Mi hermana está en su habitación, lárgate a hablar con ella –dijo Gaara antes de desaparecer, sin necesidad de jutsu ninguno.

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Las escaleras parecían más altas que nunca. Cada vez que los escalones crujían, Shikamaru daba un respingo. Tenía la boca seca, y el estómago tan tenso que agradeció no haber probado bocado.

¿Qué iba a decirle? ¿Cómo le recibiría ella?

"-Con un buen golpe en toda la cara, seguro" –pensó.

Cerró la mano sobre el pomo, pero se lo pensó mejor y llamó. No era una buena idea irrumpir en su habitación de repente.

-Adelante –escuchó. Le temblaron las piernas al oír su voz.

El interior del cuarto olía a leche corporal y champú. Había, además, una leve neblina de vapor saliendo de la puerta del baño. La vio antes de que ella le viera a él. Estaba sentada en una butaca, tapada con una manta suave. Se secaba el pelo con una toalla, lenta y relajadamente.

-¿Eres tú, Gaara?

Shikamaru siguió avanzando, sin decir nada. Estaba a dos metros de ella cuando por fin le miró. Sus ojos brillantes como el azabache pulido se clavaron en el ninja.

-¿Qué carajo...?

Él puso los ojos en blanco.

-Menos mal que no esperaba que te arrancases con algo romántico.

-¿Cuándo...?

-Hace unos minutos. Habría venido antes, pero me he entretenido un poco con el intento de asesinato de tu hermano mayor.

Temari abrió y cerró la boca un par de veces, pero terminó callándose. Retorcía con nerviosismo la manta que la cubría, subiéndola un poco más cada vez.

-¿Te encuentras bien? –preguntó él.

-¿Por qué lo preguntas? –saltó ella, como un resorte.

-Parece que tienes frío –respondió Shikamaru, señalando la manta.

-Estamos en otoño, ¿qué esperabas?

-¿Por qué no lo has hecho público? –dijo él, de pronto. Temari se ruborizó un poco.

-Me daba vergüenza – dijo - No es fácil ser la mujer despechada.

Shikamaru se desinfló un poco. Había tenido una pequeña esperanza de que ella le hubiera estado esperando.

-Eso hace las cosas más difíciles, ¿no? –dijo ella, con voz sombría – Porque me imagino que habrás venido a hacerlo definitivo.

Se puso nerviosa al ver que él guardaba silencio.

-¿Shikamaru?

-Temari yo...

-¡Calla! –dijo ella. Shikamaru la miró con una mezcla de sorpresa y frustración – Antes que digas nada... escucha lo que tengo que decirte.

Hubo unos instantes de silencio. Shikamaru se sentó en la cama, frente a ella.

-Yo... he sido una estúpida.

El asombro del ninja podía haberse medido por arrobas.

-¿Eh?

-He retorcido los eventos, y nunca he dicho lo que quería decir cuando quería decirlo, y eso ha causado un montón de dificultades. Quizá si me hubiera limitado a ser sincera desde el principio, todo nos habría ido mejor.

-¿Qué quieres decir? –preguntó él, aterrado, pero algo eufórico. Intuía algo grande, importante y satisfactorio detrás de las palabras aturulladas de Temari.

-Imagina... Imagina que hay alguien que es diferente. Que te resulta más interesante que los demás. Ese alguien decide ir a donde vives, salvando una distancia que, pese a no ser muy grande, siempre está ahí.

Temari hizo una pausa. Se subió más la manta.

-Sabes que, pese a llevarte bien con esa persona, puede que no quiera acercarse tanto a ti como tú a ella. Y, de repente, por una mezcla de aburrimiento e impaciencia, decides hacer algo que le haga aproximarse. Sabes que, aunque quizá no dé un paso si se lo pides, no dudará en ir a ayudarte si estás en peligro.

Shikamaru asintió. No terminaba de coger todo el significado.

-Y se te ocurre hacer un sorteo en el que el premio seas tú. Entonces, piensas, él hará lo posible para que ningún otro se haga contigo y te haga daño. Aunque tenga que sacrificarse a sí mismo –tragó saliva, esquivando su mirada – Así... así por lo menos se acercará, y quizá se dé cuenta de que... de que...

No pudo terminar. Shikamaru se puso en pie y empezó a recorrer la habitación, mirando al suelo, negando con la cabeza, con las manos en las caderas.

-¡Serás idiota! –exclamó, finalmente. Temari se encogió un poco - ¡Podían haberte... si yo no hubiera... tú...!

-Pero tenía las espaldas cubiertas –argumentó ella. Le explicó el papel que Gaara había tenido en el complot, para evitar que corriera peligro. La ira de Shikamaru no se aplacó con la aclaración. Apretó los puños, tomó aire, y volvió a gritar:

-¡Eres la mujer más irreflexiva que he conocido! ¿Y si te hubiera matado? Dios mío, ¡estuve a punto de matarte!

-Pero... pero no lo hiciste. Además, Gaara no lo habría permitido...

-Basta –le interrumpió él – ¿Te das cuenta de que has metido a un montón de personas en un complot tremendo, sólo porque no eres capaz de ser sincera conmigo?

Temari frunció el ceño. Se levantó lentamente de la butaca. La manta cayó al suelo.

-¿Tú me hablas de sinceridad? ¡Por lo menos yo no intenté disimular lo que sentía por ti! ¡Puse el corazón sobre la mesa mientras estuvimos juntos! ¡Yo...!

Se quedó callada al ver que él había enmudecido, y que tenía la vista fija en su estómago. Se llevó las manos al redondeado vientre, y maldijo la camiseta ajustada que llevaba, revelando todo lo que llevaba tanto tiempo ocultando.

-¿Qué... qué te ha ocurrido? –preguntó él, pálido.

-¿No es evidente?

Shikamaru se adelantó, cogiéndola por los hombros. Le clavó los dedos sin darse cuenta, y fijó en su rostro unos ojos helados e iracundos.

-¿Por qué no me dijiste nada? –ella quiso contestarle, pero él no le dio oportunidad – Ah, entiendo. ¿Quién es el afortunado padre? –dijo, sonriendo con sarcasmo.

La mano de Temari alcanzó una velocidad de 120 km por hora al surcar el aire y estrellarse contra la mejilla del ninja. Shikamaru la soltó, impulsado ligeramente hacia atrás por la fuerza del impacto.

-Deberías cerrar esa bocaza. Puedes acabar insultando a la gente.

Él se frotó la cara con rabia, intentando paliar el dolor.

-No te dije nada –continuó diciendo ella – porque no quería arrastrarte hasta aquí contra tu voluntad. Te hubieras seguido quejando de tu mala suerte por tener que quedarte en la Arena, echándome la culpa de todo. ¿O me equivoco?

Él desvió la mirada, avergonzado.

-Pero...

Ella lo interrumpió.

-Aunque, no sé, a lo mejor te habría dado igual... Que vaya a tener un hijo tuyo no significa que tengas que estar a mi lado, no soy ninguna blandengue que necesite un "papá" a su lado.

-Ni loco dejaría a mi hijo solo contigo y los desequilibrados de tus hermanos – masculló él.

-¡Mis hermanos, a diferencia de ti, no me abandonarían jamás, así que no estás en posición de criticarlos!

Se miraron en silencio, respirando con fuerza.

-¿Qué... qué va a ser? –preguntó él, mirando a todas partes excepto a ella. Temari se ruborizó también.

-No he querido saberlo –contestó – Sólo lo sabe Gaara. Yo no tengo preferencias.

-Yo tampoco –dijo él – Aunque estaría bien que fuera una niña.

-¿No son demasiado problemáticas para ti? No has aprendido nada sobre mujeres, por lo visto –dijo ella, sonriendo, un poco más relajada. Shikamaru también sonrió. De repente, ahora que no tenían nada sobre lo que discutir, ni ninguna ira que lo sostuviera, se sintió agotado.

-¿Te importa si me ducho? –le preguntó. Ella negó con la cabeza.

-Puedes usar mi baño, si quieres –él asintió y empezó a quitarse el chaleco. Temari desvió la mirada a toda prisa, sintiendo que se sofocaba – Iré a buscarte algo de ropa.

Al salir al pasillo se encontró con sus hermanos, cada uno apoyado a un lado del pasillo.

-¿Qué queréis?

-¿Podemos matarlo ya? –preguntó Kankurô - ¿Te has despedido?

-Cállate, Kankurô.

-¿Va a quedarse? –preguntó Gaara.

-¿Quieres que se vaya? –dijo ella secamente.

-No, quiero saber si va a ser definitivo –contestó el Kazekage.

-No lo sé. De momento, va a quedarse esta noche. Y ya sabe lo del niño. Supongo que, por ahora, es suficiente.

-De momento – sentenció Gaara, antes de desaparecer por el pasillo a oscuras.

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Shikamaru dejó que el agua templada le corriera por el cuerpo. Los nervios le atenazaban el estómago. Ella había dicho muchas cosas. Cosas fantásticas, cosas que daban un poco de vergüenza. Cosas que le infundían ánimos y le instaban a pronunciar unas cuantas palabras de su propia cosecha.

Rebuscó en el barreño lleno de cosas de baño que había dejado Temari. Destapó los frascos, oliendo su contenido. La mayoría olían a almendras o a aloe vera. Cogió una pastilla de jabón y un poco de champú. Era de chica, pero tendría que servir.

Se enjabonó con minuciosidad. Tenía que estar presentable cuando saliera del baño. La situación lo requería, en cierta forma.

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Muy lejos de la Arena, Hyuuga Neji se mordía la lengua.

No podía permitirse hacer ningún ruido. Cualquier movimiento en falso acabaría en desastre.

-Mnh... –gimió, a su pesar. Hinata separó sus labios del níveo cuello de él, sonriendo.

-No hagas ruido –le reprendió, susurrando sobre su boca.

Se habían tenido que refugiar en el armario de los futones del cuarto de Hinata, después de un beso que se había vuelto bastante tórrido. Ni ella ni él habían tenido la fuerza de voluntad suficiente como para contenerse hasta encontrar un lugar más tranquilo.

La kunoichi descendió por el cuerpo masculino, hasta que su frente quedó posada en el vientre de él. La concentración de Neji amenazaba con irse a un lugar muy lejano en breve, así que apretó el puño contra sus labios, mordiéndolo para evitar cualquier sonido. Las manipulaciones de Hinata, cada vez más audaces, le transportaron a un paraíso agridulce en el que la alerta constante y el placer más absoluto danzaban unidos.

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Temari se había sentado de nuevo en la butaca. Desde que sus dimensiones se habían metamorfoseado ligeramente, no estaba muy cómoda totalmente erguida, o arrodillada en el tatami. Al oírlo, Kankurô se había puesto manos a la obra, y sierra y martillo en mano, había construido El Sillón de Temari.

De vez en cuando lanzaba miradas nerviosas a la puerta del baño. Escuchó sonidos que parecían anunciar la salida de Shikamaru. Se sentó algo más derecha y reprendió a su mano por haberse ido por cuenta propia a arreglar su pelo.

Shikamaru salió, cubierto con una toalla, secándose el pelo. Temari se levantó, apoyándose con firmeza en los brazos de la butaca, y le acercó la ropa que había conseguido para él.

-Gracias –dijo él. Temari asintió y se dio la vuelta, roja como una cereza.

"-Parece mentira –se dijo -, que ya no tienes edad para sonrojos..."

Shikamaru respiró hondo un par de veces, dispuesto a ser sincero con ella, a soltar todo lo que tenía que decir. Pero cuando Temari volvió hacia él sus serenos ojos oscuros, se sintió traspasado. Regresó al baño para dejar las toallas húmedas, intentando tranquilizarse, huyendo de ese rostro que le hacía sentirse tan insignificante.

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Naruto masticaba con fruición un bocado de pastel de chocolate. La masa se le deshacía en la boca, y los pedazos de almendra caramelizada que ocultaba en su interior le tenían fascinado.

-Oye, dame un poco –dijo Gaara. Se había echado boca arriba, tapándose los ojos con el antebrazo. Naruto le miró, con una sonrisa maliciosa y las mejillas llenas de pastel.

-Antes has dicho que no querías, mantén tu palabra como un hombre.

-Antes era antes, y ahora es ahora. Estaba demasiado cansado como para comer...

-Ah... eh... ya, claro –balbuceó Naruto, removiendo las migajas.

-No sé cómo has podido comer tanto.

-Yo no tengo la culpa de que me entre hambre después de... después de... No tengo la culpa de que me entre hambre después – terminó.

-¿Te lo has acabado? –la voz de Gaara sugería tormentos infinitos si así era.

-Queda una porción más – reconoció Naruto, a regañadientes. Había albergado la esperanza de poder comérselo cuando Gaara se durmiera.

-Dame.

Le tendió el plato inmediatamente. Al Kazekage no se le hacía esperar.

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Había transcurrido una hora. Una hora algo incómoda durante la cual ambos se dedicaron a cenar un poco. En realidad, Shikamaru cenó suficiente comida como para alimentar a un pequeño ejército, y Temari picoteó un montón de dulces y frutos secos.

-¿Has tenido algún problema? –preguntó él, deteniendo su batalla contra el plato para beber un sorbo de agua.

-¿Cómo?

-Durante el embarazo –ambos se ruborizaron .

-No, en realidad no. Bueno, descontando que hace tres semanas que no me veo los pies.

-¿Ha sido difícil? –preguntó él, removiendo la comida con los palillos. "-Claro que ha sido difícil, ha estado sola todo el tiempo, intentando mantener la dignidad mientras tú estabas correteando de misión en misión" –se dijo.

-Un poco. Sobre todo la parte de las náuseas. Pero ya estoy bien, sólo queda esperar.

El ambiente se espesó un poco.

"-Tengo que decirle que me voy a quedar con ella, aunque tenga que pasarme la vida esquivando a sus hermanos".

"-¿Cómo le pido que se quede sin que suene a súplica? ¿Se sentirá presionado por el bebé? Joder, que complicado es todo, y qué hambre tengo"

Un par de chicas vinieron a recoger la mesa. Temari se guardó un cuenco con albaricoques secos, y pidió que les llevaran té.

La única iluminación que había ahora procedía del fuego de la había intentado leer un libro, pero los nervios y la escasa luz no se lo permitían. Temari estaba sentada, saboreando la fruta con la mirada en el fuego, pero sin verlo.

Shikamaru le lanzaba miradas furtivas por encima del libro. Sin poder resistirse más, se arrastró hasta ella, medio arrodillado medio acuclillado.

Temari se encontró de pronto con el rostro inseguro del ninja a sus pies.

-¿Quieres algo? –preguntó.

-¿Puedo apoyarme en tus piernas? Me duele un poco la espalda.

Ella asintió, sin tenerlas todas consigo. El corazón le golpeaba las costillas con fuerza, y se le quedaron las manos heladas cuando él inclinó la cabeza hacia atrás, apoyando la nuca en la suave rodilla de ella. Su cabello suelto le hacía cosquillas en los muslos.

"-Maldita sea, tenía que haberme puesto los pantalones largos..." –pensó.

Shikamaru estaba nervioso también. El calor de las piernas de ella le llamaba como un canto de sirena. Intentó actuar con naturalidad.

-Dame un trozo de lo que estás comiendo –pidió. Temari se lo acercó a la boca, algo turbada, pero decidida a no darle importancia. Ya no era ninguna adolescente, y él...

"-... el es mi marido, le guste o no" –se dijo.

Shikamaru tomó el bocado de albaricoque, rozando los dedos de la kunoichi, quien los retrajo instintivamente. Luego volvió a apoyar la cabeza en sus piernas, con los ojos cerrados. Temari tomó un mechón de su cabello, intentando parecer inocente. Disfrutó del placer de enterrar los dedos en la melena del ninja, su respiración acelerándose un poco. Sus acciones iban a perder la inocencia muy pronto, a su pesar.

Shikamaru sintió un escalofrío fantástico cuando ella empezó a juguetear con el pelo de su nuca y el de detrás de las orejas. Giró instintivamente la cara, y se encontró con la suavidad sedosa de la mano femenina. Enterró la nariz en el hueco caliente y fragante, aspirando el aroma a albaricoques y miel.

Besó esa maravillosa mano, sin pensar siquiera en detenerse. Ascendió por la muñeca temblorosa, sintiendo como se espesaba la respiración de ambos.

Los dedos de Temari se congelaron, y la atmósfera se volvió tan silenciosa que les dolían los oídos. Shikamaru se volvió hacia ella, aún arrodillado, y besó los muslos de seda mientras ella suspiraba quedamente, sus manos aferradas a los hombros del ninja.

Temari gimió más alto cuando él lamió el interior de sus piernas, dejando arabescos húmedos que enfriaban la piel al rojo blanco de ella. Shikamaru se levantó y la cogió en volandas, llevándola a la cama.

-Joder –dijo Temari.

-¿Pasa algo? –preguntó él, apartándose de ella y mirando preocupado su estómago.

-Estas sábanas están frías como una mortaja –contestó ella. Se calló, avergonzada, al ver que había estropeado un poco el ambiente.

Shikamaru sólo sonrió, aliviado. La besó de nuevo, acariciando con dulzura su redondo vientre.

-Tranquila, no creo que estén así de frías durante mucho tiempo.

-Ja, ja –rió ella, sin humor – Desde luego, estás hecho un poeta.

-Sé que sólo lo dices porque estás muy turbada por mi presencia. No tengas miedo, es comprensible, un hombre como yo no se te sube a la cama todos los días.

-No, es cierto. Sería más correcto "una vez cada seis meses".

-¿Es una indirecta para decirme que quieres que te lo compense?

-Cállate –dijo ella, tirando de su camiseta. Se desnudaron a toda velocidad, quitándose la ropa a manotazos y arrojándola con rabia fuera de su vista.

Shikamaru se inclinó sobre su cuello, besándolo y mordisqueando la piel ligeramente húmeda. Temari le acariciaba los brazos, deteniéndose brevemente en las nuevas cicatrices, frunciendo el ceño si éstas eran muy profundas. Tentó las costillas, el torso, las caderas, dirigiendo al techo una mirada de desaprobación.

-Estás muy delgado –murmuró. Él la ignoró y continuó besando su clavícula, hasta llegar a la elevación de sus senos. Contempló las formas voluptuosas de la kunoichi, esbozando una sonrisilla satisfecha.

-Pues a ti se te han puesto enormes –dijo.

-¡Shikamaru! –insistió ella, la preocupación pintada en su cara.

-¿Te lo tengo que contar ahora, Temari? –se quejó él.

-No, ahora no –concedió ella – Prefiero que sigas con lo que estabas haciendo. Pero luego tendrás que ponerme al día.

-Ya, ya... –dijo él, antes de besarla.

Una mano exploradora serpenteó por el cuerpo de Temari, hasta posarse trémulamente entre sus piernas. Se ruborizó a medida que el cosquilleo se transformaba en convulsión, agitándola sin remedio. Los besos largos y húmedos del ninja no hacían más que aumentar su excitación.

-Shikamaru... hazlo... –murmuró ella, entre beso y beso. Él la miró, frunciendo el ceño.

-Oye, no me metas prisa –gruñó. Ella jadeó cuando imprimió más fuerza a su caricia – He estado seis meses en ayunas, déjame darme un banquete. Además – dijo, hundiendo la nariz en su cuello, bajando hasta su estómago – no recordaba que olías tan bien, ni que tenías la piel tan suave...

Temari miró al frente con resolución. Alzó la pierna derecha un poco, lo suficiente como para que su rodilla hiciera contacto directo con cierta zona de la anatomía de Shikamaru. Una zona bastante inestable en esos momentos.

-¡Serás...! –masculló, encogiéndose, pero incapaz de separarse de la fricción de su suave rodilla. A regañadientes, se situó entre las piernas de ella.

-Buen chico –dijo Temari.

-Tirana –jadeó él, sintiendo que el mundo era un lugar más feliz y menos sólido al introducirse en ella – La próxima vez tráete un látigo.

Temari, padeciendo de pronto un ataque de poca elocuencia, se contentó con poder mantener la respiración. Una supernova se expandió en sus entrañas, recorriendo todo su cuerpo. Ni siquiera pudo gemir, o gritar, o rugir. Sólo se quedó sin aire, arrasada por la marea, demasiado aturdida como para hacer nada.

Shikamaru se conformó con exteriorizar la amalgama de sensaciones que le estaba traspasando con un gemido ahogado. Se dejó caer al lado de ella, para no aplastarla.

"-Aplastarlos" –se corrigió. Una amplia sonrisa le surcó el rostro.

-¿De qué demonios te ríes? –masculló Temari, antes de quedarse dormida.

-Estoy contento, eso es todo. Soy feliz.

El silencio tras sus palabras era más denso de lo normal. Shikamaru giró la cabeza, sus ojos fijos en el rostro de la mujer que llevaba años trayéndole de cabeza. Temari le observaba también, y se le encogió un poco el corazón al ver en su pose una tensión de animal herido.

No era normal en él ser tan estúpido.

-Esa ha sido una constante contigo -dijo, buscando la mano de ella y apretándola contra su pecho -. Pase lo que pase, lo único que siempre permanece es lo vivo que me siento al estar contigo. El aire es más limpio, el agua más fresca.

Temari intentó tragar, pero la euforia le atravesaba la garganta como alfileres. Una sonrisa descontrolada y casi feroz le pinchaba las mejillas, y no sabía si el latido de cuerpo entero que la estremecía venía de ella misma o del pecho de Shikamaru, donde su mano se refugiaba buscando el calor, el contacto y la confirmación de que todo era real.

-Espero estar a la altura -dijo finalmente Shikamaru, asiéndola entera contra su cuerpo.

-Crucemos los dedos -dijo Temari, sonriendo contra su boca. Un cosquilleo de risa incontrolable la sacudió, y su carcajada quedó atrapada en el beso.

FIN

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La mayoría de vosotros quedaréis descontentos con esto, pero necesitaba cerrar esta historia. Yo siempre me había quedado bastante contenta con el final natural, a pesar de que se que se queda colgando, y que no da un desenlace de libro a la historia. Prometí el epílogo en su momento porque estaba metida hasta las cejas en el fandom de Naruto, y francamente escribir esto me había hecho muy feliz, y no quería dejarlo.

Al final me fui alejando de Naruto (básicamente porque me frustré con Kishimoto), y nunca ví el momento para reenganchar este fic y darle el prometido epílogo.

De manera que, lectores míos, que no me habéis dado más que apoyo, os quedáis sin él. Lo lamento profundamente, pero creo que lamentaría más escribir algo inconexo tras tanto tiempo sin estar en contacto con el comic original. Hubiera sido una historia del montón.

Os doy, sin embargo, algo más de cierre en el romance Shikamaru/Temari. Se lo debía a ellos tanto como a vosotros.

Gracias, de nuevo y siempre.