DESIDERÁTUM

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DISCLAIMER: Nada me pertenece, así que no me demanden.

Pareja: Obviamente SetoxJoey. No me imagino escribiendo de otra diferente XD.

Categoría: Es y no es un Universo Alterno. Si, se que me contradigo, pero cuando lo lean lo entenderán.

Raiting: Aviso que tendrá lemon.

Dedicatoria: Dedicado a mis dos amores.

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CAPITULO 1: SIN PERDÓN

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¿Cómo se atrevió a hacerlo? ¡Cómo se atrevió?

Esas palabras martillaron en el cerebro de Joey toda la noche, similares al traqueteo del metro que lo llevaba a Domino City desde la casa de su hermana, aún las recordaba, al entrar en el enorme edificio de la todopoderosa Kaiba Corp, que albergaba la oficina central en la cual él trabajaba como asistente financiero.

Que cualquier hombre; pero en especial el que decía amarlo... se atreviera a algo semejante, era más de lo que Joey podía soportar.

Las lagrimas de dolor, rabia, decepción e impotencia asomaron a sus ojos de nuevo, pero las contuvo decidido mientras atravesaba el vestíbulo. Ni una lagrima por Duke Deblin.

No las merecía. ¡No merecía nada de Joey Wheeler, nunca más!

Entró en un elevador y eligió su piso. Al cerrarse las puertas, juró que le cerraría las puertas a Duke y nunca más lo dejaría volver a entrar en su vida. ¡Nunca!

Le había dado el ultimátum la noche anterior. ¡Fuera! Y si Duke no se había marchado de su apartamento para cuando él llegara de trabajar esa tarde, él le... él le... bueno, no sabía que le haría, pero la escena sería terrible. Sintió que se le revolvía el estómago y se le rompía el corazón. Su mente se debilitó por un instante, pero después su determinación se fortaleció aun más.

El elevador se detuvo y Joey se encaminó hacia las oficinas de Keikun Arata, alimentando su furiosa e indignada resolución, mientras recordaba la humillación de la noche anterior. "No mas dolor", pensó. "No más angustias por su culpa". Duke Deblin se acabo. No lo perdonaría. Nunca. Había desperdiciado seis años de su vida con él, separándose y volviéndose a juntar, pero este era EL FIN. ¡Ni un día más!

Abrió con violencia la puerta de su oficina y la cerró de un portazo.

Eso lo hizo sentirse mejor. Necesitaba sacar las emociones que había estado tratando de contener. Convertir el dolor en ira era muy buena terapia.

Joey probó un poco más. Arrojó su maleta a un rincón. Abrió el cajón inferior de un escritorio, colocó su teléfono móvil en el y lo cerró de un puntapié. Luego el cajón superior, tomó las llaves del archivero y también lo cerró con violencia. Le quitó el candado al archivero, tomó la carpeta que necesitaba y cerró el cajón de un golpe. El fuerte ruido metálico resulto muy satisfactorio.

-¿No estas feliz esta mañana, Joey?

La gentil pregunta provino de la puerta que daba a la oficina del ejecutivo más importante de Kaiba Corp, después de Seto Kaiba, claro esta.

Al escuchar la amable voz, Joey se sobresalto. No creyó que su jefe hubiera llegado ya. La conferencia con los americanos comenzaba ese día, y por lo general, los ejecutivos de alto rango se reunían en la sala de sesiones de la junta directiva antes de irse en los helicópteros privados de Kaiba. Joey forzó una sonrisa más alegre que de costumbre y se volvió para saludarlo.

Keikun Arata era un hombre de mediana estatura, cabello color castaño claro y un rostro amable que invitaba a confidencias amistosas. También poseía una mente brillante, y podía negociar los tratos más difíciles y obtener ventajas. Esto lo convertía en la envidia de otros ejecutivos de Kaiba Corp. Todos ellos con una ambición suprema: impresionar al dios de dioses, el gran Seto Kaiba. Y así desplazar a Keikun de su importante lugar en la corporación, como mano derecha de Kaiba.

A Joey le gustaba ser el asistente financiero de Keikun Arata. Ese amable hombre le había enseñado con paciencia todo lo que hoy sabía y además siempre había apreciado sus ocultas habilidades con los números. Lo mejor es que era considerado, y tenía un sentido del humor que hacía el trabajar con él, un placer. Y, lo más importante, estaba felizmente casado y no hostigaba a nadie en la oficina. Eso propiciaba una atmósfera relajada entre ellos.

-Nunca he estado más feliz -respondió Joey alegremente -estoy animoso. Dios está en el cielo y todo esta bien en la hermosa tierra.

"Pero si existe justicia divina, que un rayo le caiga a Duke donde más le duela", pensó.

Keikun sonrió al ver el brillo en los ojos color café dorado de Joey. El tigre dentro del rubio estaba suelto esta mañana. "Muy bien", pensó él. Eso facilitaría las cosas. Quizás hasta lograría alegrar al "todopoderoso" Seto Kaiba, aunque Keikun tuvo buen cuidado de no dejar translucir ese pensamiento.

Joey Wheeler era un joven lleno de vida y entusiasmo. Siempre animado, de agradable carácter y, en opinión de Keikun, encantador. Un atractivo jovencito, cuyo agudo ingenio complementaba su gran eficiencia.

Observó, divertido, que el sexy rubio estaba haciendo una rabieta por algo. Sus acaramelados ojos mostraban la señal de furiosa impaciencia. La nariz parecía respirar olor a batalla. La dulce curva de su boca estaba contraída, y los dientes blancos parecían listos para morder. Tenía la barbilla echada hacia adelante de una manera agresiva. El cuello estaba paralizado y su delgado cuerpo se estremecía por la tensión.

-¿Un ligero ataque de nervios previo a la boda? -preguntó

-La boda -respondió Joey entre dientes -Está cancelada. CAN-CE-LA-DA.

Keikun alzó las cejas y frunció los labios.

-Es bastante normal, sabes. A veces ocurren pequeños altercados previos al matrimonio.

A Joey se le encogió el corazón. ¡La infidelidad no era un pequeño altercado! Tenía la frase en la punta de la lengua, pero se contuvo.

No había necesidad de decir nada. No había por que hacerlo público aún, no castigaría a Duke por lo que había hecho. Aunque merecía hasta el ultimo castigo que pudiera recibir. ¡Castración era lo que merecía, en la opinión de Joey!

La humillación que partía su alma era demasiado dolorosa como para discutirla con alguien. Ni siquiera a su hermana se lo había dicho, cuando se refugió en su casa la noche anterior.

-Quizás una breve separación ayudará a que se calmen las cosas -continuó Keikun con tranquilidad.

Joey le dirigió una mirada fulminante. Sus ojos parecían oro fundido emanando quemante calor.

Al contrario de lo que esperaba, Keikun no quedó fulminado en el acto. Reconsidero la situación. Keikun no era de los que comprendía la ira y además le gustaba dirigir en una atmósfera tranquila.

Además, en ese momento, todo lo que Keikun podía pensar era en aquel asuntito que tenía que atender sin demora.

Se relajó, proyecto afabilidad y una postura tranquilizadora.

-Tenemos una emergencia, Joey.

El rubio se detuvo a medio camino entre el archivero y su escritorio. Miró fijamente a su jefe por primera vez en el día. Cuando Keikun Arata ponía esa cara cordial y usaba esa voz suave, Joey sabía que el asunto era serio. Su mentalidad cambió al instante, el enfado fue reemplazado por la concentración.

Sabiendo que contaba con toda su atención, Keikun prosiguió:

-Te necesitan en la conferencia con los americanos. A decir verdad, ahora mismo.

Joey se quedo atónito.

-¿Me necesitan a MI? -preguntó incapaz de comprender.

-Samanta Shoi sufrió un accidente automovilístico en su camino al trabajo esta mañana. Esta hospitalizada. No es nada grave, pero...

¡Samanta Shoi! ¡La fría y hermosa rubia, mitad americana mitad japonesa, asistente personal de Seto Kaiba!

-Te escogí para sustituirla.

Joey se quedó boquiabierto. Hacia meses, años, que no veía frente a frente al odioso Kaiba. A decir verdad, casi sufrió un colapso cuando tres años atrás su solicitud de empleo fue aceptada y lo contrataron a la semana siguiente. Si Mokuba no hubiese estado de viaje en ese entonces, Joey abría jurado que había conseguido empleo en Kaiba Corp gracias a la influencia del menor de los Kaiba.

-¿Que, qué? -preguntó Joey si ocultar su sorpresa.

-No te pongas pesado, Joey. Se que oíste a la perfección lo que te dije.

Bien, no había error, había escuchado muy bien. Pensó Joey aun sin poder creérselo. Ahora que lo pensaba ser el asistente del mismísimo Kaiba era como elevarse del cielo hasta el sol. Keikun era un hombre muy importante dentro de la corporación, Joey creyó llegar al cielo cuando fue asignado como asistente de aquel poderoso hombre. Pero Seto Kaiba... el ricachón engreído Seto Kaiba... Aunque no quisiera admitirlo en voz alta, ese odioso era lo máximo. Había aprendido a admirarlo y respetarlo desde que había entrado a trabajar Kaiba Corp y había descubierto el empeño, inteligencia, fuerza de voluntad y poder con el que el castaño había alzado su poderoso imperio.

-Eres libre de ausentarte los tres días que dura la conferencia, ¿verdad?

Joey solo pudo preguntar:

-¿Por que yo? -al ver la mirada de impaciencia de su jefe, Joey cambio la pregunta -Es decir... me encargo de la contabilidad de este departamento, solo se desempeñarme en esta área. ¿Que voy a saber yo del manejo de la agenda de Kaiba y demás cosas de las que se encarga Samanta?

-Joey -dijo el hombre recuperando la paciencia y sonriendo -Por si se te olvida, también tú manejas mi agenda, no creo que eso difiera mucho. Además, si te elegí es porque se que lo harás más que bien. Tú eres mi orgullo, casi mi discípulo. Conozco mas que bien tu trabajo y por eso mismo decidí que fueras el sustituto de Samanta. Eres versátil y se que sabrás defenderte bien ante cualquier dificultad.

Joey se sintió halagado ante esas palabras. Sabia a la perfección que Keikun confiaba en él, pero no sabía que aquel amable hombre lo tuviera en tan buen concepto.

-¿Ehhh... estas seguro que Kaiba permitirá que Joey Wheeler sustituya a su asistente?

-Sí, el señor Kaiba esta de acuerdo siempre y cuando seas eficiente.

-Claro que lo soy -dijo Joey erizándose como un gato ofendido.

-Lo sé, por eso considero que eres el único capaz de sustituir a Samanta. Ahora, contesta la pregunta que te hice antes.

-Sí -dijo Joey en un susurró -Sí, soy libre para ausentarme los tres días que dura la conferencia.

Muy libre, agregó Joey en su mente. Su ex-prometido no tenía nada más que decir en su vida.

-Toma un taxi a casa -le indicó Keikun -Debes hacer tu equipaje con lo que necesites y regresar a la oficina de Seto Kaiba a las diez y media. Ni un segundo más.

Joey se movió de inmediato, devolvió la carpeta de reportes financieros al archivero y cerró el candado. Su mente estaba agitada. Iba a sustituir a la asistente de Seto Kaiba. Para bien o para mal estaría en estrecho contacto con aquel engreído durante tres días completos. ¡Santo cielo! Eso si que seria un récord contando con lo poco que se podían ver y tolerar mientras estaban en el instituto.

-Y, Joey...

-¿Sí, Keikun?

-Por favor, no cometas errores -imploró su jefe -Soy un hombre casado. Y tengo hijos que mantener.

-¿Y bien? -preguntó Joey, mirándolo fijamente.

-No quiero que Seto Kaiba piense que no puedo escoger a un empleado eficiente y que realmente vale la pena.

Joey asintió. Había que olvidar el pasado de riñas y discusiones entre Kaiba y él. Esto era trabajo. Un trabajo muy importante. Seto Kaiba era un arrogante niñito rico, pero ya habían pasado varios años y las personas al igual que el clima tienden a cambiar. Y definitivamente, Joey Wheeler había cambiado en esos años. Era mas maduro, más paciente y más responsable. Se portaría de manera profesional con Kaiba, no podía ni tenía derecho a equivocarse, ya que hacerlo sería perjudicial para Keikun y también para él mismo.

Ahora que su boda con Duke no estaba en su futuro inmediato, su trabajo era aún mas importante, y mas valía que se concentrara en el.

-Daré todo lo mejor de mi, Keikun -prometió el rubio sombríamente.

-Más vale que empieces -le aconsejo Kei.

Joey tomo su maleta y su teléfono móvil y corrió hacia la puerta. Al salir al corredor se dio cuenta de que no podía regresar al apartamento para empacar la ropa que necesitaba. Si Duke aun se encontraba allí... Si esa mujerzuela de grandes pechos se encontraba aun con Duke...

Joey sintió asco y la ira llenó de nuevo su mente. ¿Como pudo hacerle eso Duke? ¡Llevar esa horrible y superdesarrollada pelirroja a la cama que ambos compartían! ¡Eso era caer a los más bajos niveles de insensibilidad! ¡Y para colmo una mujer! Ese estúpido bastardo no podía haberlo engañado con un hombre, tenía que ser con alguien con quien Joey no podía competir... una mujer.

Maldito, mentiroso, esas eran palabras perfectas para Duke. No era más que un despreciable canalla disfrazado de encanto y amabilidad.

Enfermaba a Joey pensar que si no hubiera regresado de casa de su madre un día antes de lo planeado, no se habría enterado con que sinvergüenza estuvo a punto de casarse. Todos esos años había pensado que era el único hombre que quería y había estado tan loco de felicidad cuando al fin aquel pelinegro le propuso formalizar la relación.

¡Y sin embargo, a sólo siete semanas de la boda, le hacía eso! Tal vez era bastante cretino como para pensar que tenía el campo libre en su apartamento ese día, ya que en su ultimátum Joey le había dado hasta la noche para largarse.

Eso había sido un error. Lo que debió haber hecho, era arrojarlos a ambos en ese momento. Pero Joey había estado demasiado enfurecido en ese momento y no pudo pensar con claridad. Lo único que atino fue a lanzarles objetos y finalmente abandonar el apartamento hecho una furia total.

No podía pasar por eso de nuevo. ¡No podía!

No le quedaba más remedio que comprar ropa. Iría al almacén elegante de la esquina: Clase Ejecutiva. Probablemente le costaría una fortuna, pero, ¿que importancia tenía? Ya no tendría que pagar el smoking italiano con el que iba a casarse.

Joey lo planeó todo mientras bajaba en el elevador. Tenía todas las cosas de aseo personal en su maleta y suficiente ropa interior como para tres días. Necesitaba tres trajes que combinaran con los semi-elegantes zapatos negros. ¡Oh Dios, la ropa que vestía en ese momento no era adecuada para ser el asistente personal de Seto Kaiba!

Su corazón se estremeció por los nervios. Como fuera tenía que cumplir con las expectativas de Keikun y de Kaiba. Lo primero era mantenerse sereno y dar lo mejor de sí, se dijo con severidad. Keikun contaba con su buen desempeño. Y por su propia autoestima debía lograrlo. ¡Necesitaba sentirse bien por algo!

Cuarenta minutos después, Joey volvía a Kaiba Corp vistiendo un elegante traje negro que lo hacia ver distinguido y profesional. Le había costado una pequeña fortuna, pero a Joey no le había importado invertir aquella suma de dinero en ese traje ni en los otros que llevaba guardados en una bolsa.

Había algo muy satisfactorio en pecar de extravagante. Era la libertad. Todas las privaciones y los ahorros que había efectuado para un futuro con Duke eran cosa del pasado. Ahora era su dinero, y podía hacer con el lo que quisiera. ¡Ya no debía rendir cuentas a nadie! Quizás gastaría el resto de su cuenta de ahorros en un viaje.

Entretanto, este viaje a la conferencia era una verdadera bendición. Lo alejaba de Domino City y de Duke, y sin duda Seto Kaiba lo mantendría tan ocupado que no tendría tiempo para deprimirse. Esperaba que Duke tuviera la decencia de marcharse de su apartamento antes de que regresara. Su continua ausencia durante tres días dejaría en claro el mensaje.

Joey llegó a su oficina veinte minutos antes. Con rapidez hizo el equipaje en la maleta, dejando las cosas que no iba a necesitar en la bolsa de compras. Al guardarla en el cajón de su escritorio, vio sus anteojos "profesionales".

Joey no padecía ningún defecto en los ojos, pero los anteojos a veces resultaban útiles para proyectar una imagen. Los había comprado cuando empezó a trabajar para Kaiba Corp, se sentía seguro usándolos ya que le daban un aire de intelectual responsable. Y como quería definitivamente proyectar esa imagen ante Kaiba, se le ocurrió que era buena idea usarlos mientras duraba la conferencia.

También debía cuidar su peinado. Joey convirtió su rebelde cabellera rubia en un prolijo y recatado peinado de tonto nerd. Después se colocó los anteojos y comprobó el efecto en el espejo del baño. Se veía serio, formal y responsable. Nadie, ni siquiera el omnipotente de Kaiba, dudaría que Joey Wheeler era un dedicado profesional.

Miró su reloj. Le quedaban cinco minutos. Cerró su maleta y caminó hasta los elevadores, satisfecho de verse tan elegante como el mismo Keikun, a pesar de ser menos refinado y adinerado. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer al respecto.

Intentó recuperar la compostura mientras subía hasta el vigésimo piso, donde Seto Kaiba reinaba en la suite del presidente y director general.

"Profesional y sereno", se repetía Joey, como un conjuro que alejaría todo nerviosismo.

Desafortunadamente, no funcionó. No cuando entró en la lujosa oficina de Kaiba y se vio cara a cara con él. A Joey se le ocurrió que no existía una sola persona en el mundo, que pudiera encontrarse frente a Kaiba y no se sintiera nervioso.

El castaño se levanto al entrar Joey. Era un metro ochenta y seis de virilidad pura que se acentuaba aun más en sus veintidós años de acelerada vida. Su físico tenía un fuerte atractivo sexual: era lo bastante esbelto como para lucir elegante en un impecable traje blanco, hecho a la medida, pero había un toque peligroso en los azulinos ojos que se mostraban siempre listos para cualquier confrontación.

Joey tenía que admitir que jamas, en sus cortos años de vida, había visto ojos tan penetrantes. Desde el instante en que se encontraron con los suyos, una extraña sensación de vulnerabilidad lo invadió. Como siempre, los ojos de Kaiba demostraban dominio.

-Wheeler…

La voz de Seto Kaiba tenía un extraño timbre aterciopelado que le ponía la piel erizada a Joey, que tuvo que obligar a su lengua a trabajar.

-Sí, señor Kaiba -fue todo lo que pudo decir.

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CONTINUARA...