NOTAS PREVIAS. Ya sé, tengo 21 años y me atrevo a terminar esto hasta ahora. De verdad lo siento ): he estado tan perdida en otras cosas que tuve que caerme y golpearme para darme cuenta que he sido una irresponsable con esto. Espero les guste el último capítulo, trataré de amoldarme a Shaman King otra vez, de verdad, esto ha sido una muy buena parte de mi existencia, no puedo dejarla ir así por así, ¿verdad?

Pero ya, POR FIN~, gracias por leer esto, de verdad significó mucho para mí.


Used to.

La madrugada era algo fría, pero no lo suficiente como para bajar en medio de tu sueño en busca de una taza de leche caliente o un poco de café instantáneo. El invierno recién llegaba a aquella parte de Japón y la pensión media estaba preparada para él: ya tenían frazadas limpias en cada habitación; una tetera eléctrica gracias a la insistencia de Ren; calefacción en el segundo piso y protección contra el frío en las ventanas más grandes. Algo así como cinta adhesiva entre dos pedazos de papel roto.

Todo podría estar bien, sin embargo, algo en el futón de Anna no estaba bien. Las sábanas estaban fuera de lugar y la puerta dejaba entrar la ligera luz de la luna que había apartado de ellos gracias a que cerraron la ventana de la habitación. La rubia se levantó, palpando a su lado el espacio vacío y más que frío.

-¿Yoh?- Llamó, obteniendo silencio como respuesta. Se levantó, vistiendo la camiseta y los shorts negros que más le gustaban como pijama. Usaba medias largas porque odiaba los pantalones, decía que se enredaban en sus piernas y le jodían el sueño. -¿Yoh?- Habló nuevamente, decidiendo que lo mejor sería buscarlo.

Fuera de la habitación, lo único que halló fue la luz del baño prendida, colándose por una pequeña abertura en la puerta. Se acercó y, unos tres pasos antes de llegar, escuchó como alguien devolvía el estómago entero junto con algunos órganos menores más. Abrió la puerta y algo dentro de su pecho se detuvo, pero la dejó respirar segundos antes.

-Yoh.- Le llamó con voz normal, como siempre. Este respiró hondo, calmando las ansias que tenía de vomitar por un momento para voltear a ver a su prometida que lo veía desde la puerta.

-Hola, Annita…-

Esta solo rodó los ojos ante la sonrisa imbécil que le brindaba. Al parecer, Yoh era la única persona que podría sonreír a pesar de estar en medio de una profunda y dolorosa agonía. Ahora, estaba en medio del baño, vomitando como si hubiera estado en un concurso de comida, pero le parecía correcto voltear a saludar. Eso era simplemente grandioso.

-No puedo creerlo.- Murmuró, acercándose al chico y dándole un pequeño coscorrón en la cabeza. Se hincó a su lado y apartó los cabellos de su rostro mientras él abrazaba la taza del baño. -¿Por qué no me despertaste? ¿Qué tienes?-

-No lo sé. Sólo me… duele mucho el estóm—Pausa para saludar el agua turbia del inodoro por quinta vez en menos de 10 minutos. Anna no dijo nada, solo siguió sosteniendo su cerquillo mientras acariciaba su espalda de arriba abajo.

-Bueno, no importa.- Yoh le hizo el caso debido y cerró la boca. -¿Qué demonios comiste?- Preguntó un par de segundos después, dándole un rápido vistazo al interior del inodoro. Anna podría ser demasiadas cosas, pero muchas personas, especialmente las que vivían con ella, admiraban su falta de asco. Eso podría explicar un poco porqué era de las más crueles. –Luce como algo que no comiste aquí.-

-Creo que… fueron esas salchichas del supermercado.- Declaró en voz baja, apoyando la frente en la tapa superior del inodoro. Anna puso la cara que pone cuando Horo Horo o Yoh o alguien hace algo estúpido.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que no ingieras cosas que no tienen etiqueta?-

-¡Pero eran vegetarianas!- E hizo una mueca. Aún le dolía el estómago.

-¿Quién necesita esa mierda? ¡Puedes comer una maldita zanahoria si quieres comer algo vegetariano! Al menos sabes que no va a matarte, idiota.-

-Lo siento…-

-No te disculpes, ya la devolviste.- Le dijo seria, aún sujetando parte de su cabello. Yoh arrojó lo que sobraba en su organismo una vez más para luego caer sobre su trasero y cerrar los ojos, respirando un poco de aire. Anna tiró de la cadena antes de tapar el inodoro.

-Creo que me moriré~.- Lloriqueó, poniendo cara de niñito golpeado. Se arrojó sobre el piso y empezó a moverse, enrollándose finalmente. -¡Annita!- La llamó, estirando los brazos. Anna lo ignoró.

-Lávate el rostro y cámbiate esa camiseta que huele horrendamente. Te prepararé un poco de té.-

-Ouh~.-

La muchacha salió del baño con dirección a las escaleras. Seguro eran las cuatro de la mañana o un poco menos, e Yoh escogía esta perfecta hora para ponerse pésimo, oprimir su corazón y arruinar el sueño de ambos. Pudieron haber pasado una excelente velada, en su habitación, acurrucados uno contra el otro, tal vez hasta dejando algunas prendas en el proceso. Anna había empezado a comportarse de manera más dulce desde que empezaron a compartir la habitación e Yoh se mostraba entusiasmado hasta ahora. De esto ya más de tres meses y, aunque era cierto que aún no podía demostrarlo del todo, Yoh siempre la había preocupado de sobremanera, pero aún existía aquello que la hizo detenerse de correr a buscar su vago trasero a Norteamérica hace 4 años: la confianza.

Ya en la cocina, observó el reloj: efectivamente, eran las 3:45 de la mañana y, gracias al cielo, no hacía el frío que osaba a presentarse a inicios del amanecer. Buscó la tetera eléctrica y puso agua a hervir mientras buscaba las bolsitas de té filtrante. Para su suerte, una sombra apareció en el lugar junto a su dueño. Anna sabía exactamente quién era, ya que solo había una persona que podría medir igual que ella en aquella casa.

-¿Qué pasa con Yoh?- Preguntó en tono molesto. Abrió la nevera y sacó una botella de leche. –Se metió a mi habitación y se arrojó sobre nosotros como si fuéramos su maldito colchón.-

Anna rió ante lo que escuchado. Pudo haber pensado que se lo merecían, pero el agua ya estaba lista. Inició el complicado ritual de filtrar el té.

-Bueno, supongo que aún puedes dormir porque sigues vivo. Lástima, Yoh no los mató.-

Ren hizo una mueca.

-Horo ya lo llevó a tu cuarto. Creo que se durmió.-

-Pues despertará porque no preparé el maldito té para los espíritus de la casa.- Tomó la taza lista, humeando un poco y desapareció por la puerta de la cocina. Ren solo le siguió los pasos con intenciones de llegar a su cama y descansar hasta el día siguiente.

Antes de cerrar la puerta, observó a Anna mover a un desvalido castaño para despertarlo. Este se incorporó y recibió el té para luego intentar besar a su novia. Esta le envió una bofetada, pero Yoh le explicó algo acerca de haber usado pasta dental y enjuague mientras gesticulaba con una de sus manos. Anna, luego de ello, se acercó a su rostro y lo besó dulcemente. Negó con la cabeza al verla acariciar sus cabezas. De alguna forma, la chica lo obligaba a ser romántico.

Lástima que Pilika estuviera de visita y se estuviera hospedando en SU habitación, junto a SU novio que resultaba ser, también, su hermano mayor. Ah, maldita la hora en que escogió al de la hermana odiosa. ¿Por qué no se quedó con Hao? Se le había insinuado, ¿no?

Bueno, no, Horokeu le gustaba más y una relación de polos opuestos era mejor que una relación donde ambos pretendían jugar el papel del otro. Era como poner dos ladrillos sin cemento en medio, ¿entienden? Si Hao se movía, Ren se movería. Si Ren se movía, Hao se mataba. Asumiendo, claro, que Hao fuera el ladrillo superior.

Ahm… creo que basta con decir que Horokeu era el cemento que Ren, el ladrillo inferior, necesitaba.

Al entrar a la habitación, halló al chico del norte viendo televisión en tono muy bajo. No quería despertar a su pequeña inquilina de dieciséis años. Cerró la puerta y se posicionó a un lado del sujeto que, un par de segundos después, ya había colocado su cabeza sobre su estómago cómodamente. Vestía solo unos pantalones mientras que el chico ojos dorados mantenía la impresión de que, si, hacía frío con una camiseta, unos pantalones y medias de algodón.

Se acomodó sobre su almohada.

-Rency…-

-Sí, ya sé.- Contestó.

-¿Ya sabes qué cosa? Ni siquiera pregunté.-

-¿Necesito escuchar la pregunta completa? Te conozco, ¿sabes?-

-Solo iba a preguntar si se te había ido el sueño como a mí.-

-Por eso: ya sé.-

Horokeu se levantó de su cómoda posición y lo observó por unos pocos segundos antes de besarlo tan rápidamente que Ren pensó se había visto como un retrasado mental al aún estar poniendo piquito de pajarito. Oprimió su cuello con fuerza, obligándolo a retorcerse.

-No me agrada que tu hermana esté aquí, pero ahora sí porque eso me ayudará a cumplir mi promesa.-

-¿De qué hablas?-

Ren puso una sonrisa pendeja. Estaba siendo tan cruel como le habían enseñado de mocoso y eso Horo Horo lo sabía muy bien, conocía la sonrisita perversa del que, básicamente, le inventó diferentes variantes. Una más ofensiva que la anterior.

-¡Ahh, ¿hablas en serio?- Y se levantó. –¡Eres una mierda, Ren Tao!-

-Y tú un maldito vulgar, ordinario. Baja la voz o Anna se enojará.-

El chico de cabellos azules frunció el ceño, acostándose en su propia almohada, dándole la espalda.

-Sin sexo por una semana, qué ridiculez.-

-Para calenturientos para ti, tal vez.-

-Ah, ¿ahora YO soy el calenturiento? Sí, señor, claro que sí.- Espetó, sin girarse. –Me pregunto quién será el enfermito necesitado de los baños compartidos.- Hizo una pausa. –Ahh, no, tal vez, sea Hao… con eso de que también piensa en el ahorro de agua.-

Ren sonrió de lado. Por supuesto que Hao JAMÁS pensaría en algo tan insignificante como eso. Se bañaba con Lyserg TODO el tiempo desde que los ruiditos de dos cuerpos mojados eran sensuales. Malos temas de conversación durante el desayuno; Anna le prohibió hablar al ponerle la tetera caliente sobre los dedos.

Qué divertido.

Por lo que el chino se rió un poco.

-De acuerdo, serán tres días.- Y palmeó su trasero como si fuera la cabecita de un cachorrito que aprendió a ir a hacer sus necesidades sobre el periódico del patio.

-¡Pues ya no quiero absolutamente NADA!-

-Niña.- Y lo abrazó, juntando su pecho con su espalda en un ligero apretón cariñoso que hizo que el mayor dejara de pelearse con las cobijas. Ren la estiro y se metió debajo por completo, respirando que tan rico olía su llorón amor ambientalista. ¿Bañarse juntos para ahorrar agua? Tremenda mentira. –Buenas noches.-

-¿Qué le pasó a Yoh? ¿Está bien? Se veía verde.-

-¿Verde?-

-Sí, verde-verde.-

-Solo estaba pálido y tú tienes problemas con la tabla de colores, ¿sabes? Exagerado.-

-Como sea, ¿qué le pasó?-

-La pregunta sería cómo no te pasó a ti cuando comiste el doble de esas salchichas asquerosas y grasientas en el super.-

-Oh, ¿le cayeron mal?- Se incorporó un poco, mirando por encima de su hombro al más bajo de ambos. Este se echó sobre su espalda, mirando al otro.

-¿Y a quién no? Son una asquerosidad con letras grandes.-

-Son vegetarianas, ¡son buenas!-

-No, no son buenas. Yoh estuvo a punto de quedarse sin su sistema digestivo.-

Horokeu rió, girándose por completo, acusando con la mirada al emisor de la última frase.

-Y yo soy el exagerado, ¿no?-

-Hay cosas para las cuales no se necesita exagerar. Esta es una de ellas.-

-…-

-No creo que la preocupación de Anna sea algo que pueda llamarse exageración. La conoces, es… Anna.-

-¿Anna estuvo llorando?-

-¿Quién dijo que estuvo llorando? ¿Necesitas llorar cuando te preocupas?-

-Tú lloraste cuando me caí del tejado.-

Ren lo vio feo. Eso no era algo que quisiera recordar aún cuando se tratara de algo que lo mató del susto porque fue EL quien lo empujó por pasarse de listo, no midió su fuerza y lo lanzó al jardín, ¡y ni siquiera cayó sobre el jardín!, cayó de cabeza contra el caminito de piedras. Pudo morirse, pero al parecer su cerebro es más duro que eso.

-¡Porque yo te empujé! ¿Sabes lo que es vivir con tal culpa? Sobre todo porque ni siquiera fue una pelea memorable.-

-¿Sabes vivir con culpa, amorcito?- Preguntó, burlón.

-Putamadre, ¿sabes qué? Puedes irte muy al demonio, Horokeu Usui.- Y se giró, cubriéndose hasta el cuello, evitando cualquier contacto que pudiera ocurrírsele al otro. –Y ni te me acerques, ya lo sabes.-

-Aburrido, como siempre.- Hizo una pausa que Ren ignoró. -¿Dónde está Hao cuando es necesario?-

Ren bufó. –Ese pendejo tiene como misión aparecer en los momentos MENOS indicados. Aún vive porque son necesarios los entrometidos, el problema es que no sé porqué.-

-Lo adoras. Y sí, estoy celoso por si estabas por preguntarlo.-

-Porque Hao no hace preguntas imbéciles y no tiene que dudar por todo, por eso lo adoro.-

-¿Estas tratando de hacerme sentir mal?-

-¿No es esa mi misión en la vida?-

-No, tu misión en la vida es ser mi agujero de placer.-

-¡MALDITO SEAS TÚ Y—

Entonces, antes de que Ren pudiera deshacerse de las sábanas, Anna entró al lugar diciendo que debían llevar a Yoh al hospital o esta vez si se les moría de verdad. Nadie preguntó nada, HoroHoro se levantó de inmediato y fue en busca del muchacho, siendo el de más fuerza ahí, no dudó en montarlo en su espalda y bajar las escaleras. Anna lo siguió, mientras Ren despertaba a Pilika y ambos iban por las chaquetas de los demás. Tamao ya estaba abajo con la puerta abierta.

Ya en el hospital, Anna se paseaba como loca por la salita de espera, mientras Ren tomaba café caliente y Pilika permanecía recostada en el regazo de su hermano con cara de preocupación. Siempre tuvo la idea de que Yoh no comía muy bien, o comía, pero comía porquerías como dulces y ese tipo de cosas, pero, aún así, nunca pensó que le daría una infección así de fuerte por unas simples salchichas.

-Espero que esté bien…-

-Claro que estará bien, Tamao, nadie se va a morir por una simple indigestión.-

-Quién sabe.-

-Cierra la boca, idiota, no sé si no entiendes a mecánica de esto, pero estamos PREOCUPADOS.-

-¡Yo también! Solo fue un comentario.-

-Fuera de lugar, como siempre.- Horo hizo una mueca.

-Anna, ¿no quieres que te traiga un café con—

-No, Tamao, déjame en paz. Así estoy bien.-

-De acuerdo.-

-¿Porqué no vamos a preguntar qué está pasando? Si esperamos es posible que no vengan…-

-Tienen que venir, acaban de internarlo.-

-Ya lo sé, pero si metemos presión…-

Horokeu hizo una pausa, mirando a Anna que aún no dejaba de moverse. Normalmente, la hubieran visto sentadota viendo una revista de mujeres mientras toma un poco de té, pero ahora era como si estuvieran esperando porque algo horrible sucediera. Al parecer, tampoco había demasiado por hacer, ya había mandado al diablo a Tamao por tercera vez.

Ren se levantó, consciente de que esto iba a tardar demasiado tiempo.

-¿Adónde vas?-

-A exigir que me den información.-

-Ren, no puedes hacer e—

-Claro que puedo, niña, tu sigue durmiendo.-

-¡Eres un creído, ni siquiera en situaciones de riesgo tienes cierta gota de humildad!-

-No la necesito.- Dijo, tranquilo, caminando por el pasillo hasta girar la esquina. Anna no tardó en seguirlo, claro que tenía que estar enterada de lo que sucedía. Si Yoh, por A o B motivo, se le iba por una de las estupideces más grandes como lo era comer basura, entonces, de verdad, iba a sentirse como la peor esposa de todas.

Sin mencionar que ya se sentía como la peor de las novias. Su tecito no había funcionado para nada.

-¿Qué te dijeron?- Preguntó ella en cuando llegó al lado de Ren.

-Le harán un lavado interno, ya sabes, para quitarle la porquería.-

Anna no dijo nada, solo suspiró, dándole mayor información al chico de la que quería haberle dado.

-No te preocupes, estará bien.-

-Ya lo creo. No volveré a dejar que vaya solo al super.-

-Fue culpa de Horokeu, él come esa basura.-

-Ah, ¿sí? Qué bueno que me lo hayas hecho saber. Limpiará el maldito jardín SOLO por un mes completo.-

-Yo lo ayudaré.-

-No, no lo harás, infeliz.-

-No, tienes razón, que se joda solo.- Entonces, hizo una pausa, sonriendo un poco. Tal vez Anna no era la más conversadora, pero se llevaban bien dentro de lo que cabía. –Anna.-

-¿Qué quieres?-

-¿Quieres un abrazo?- Y abrió los brazos.

-Jódete, chino.-

Fin.