Capítulo 40: "Juntos al Fin"

-Son acusaciones muy graves las que formula, señor Taisho.

Inuyasha tragó fuertemente con la vista fija y el rostro serio en el General de División. Encontrarlo no había sido fácil, menos conseguir una cita, por lo tanto, esperaba que los tres días que había tenido que esperar para la ansiada entrevista dieran los frutos que ansiaba.

-Yo... lo sé... pero es toda la verdad- Acotó tragando otra vez y sintiendo escalofríos. ¿Desde cuando no dormía? Muchos días ya, desde que Kagome no estaba a su lado. Se sentía desesperado, angustiado, al borde de la locura. La barba incipiente de su mandíbula le daba el aire casi de demente y a veces Inuyasha creía que lo estaba. Se miraba en el espejo y se desconocía él mismo de su mirada. Pero qué más daba, sólo quería vengarse de Naraku, matarlo, si se atrevía siquiera a posar un dedo en su amada esposa... lo mataría... sí, lo mataría...

-Las cosas no son tan fáciles como usted cree... – Le interrumpió los siniestros pensamientos e Inuyasha, que tenía la vista vaga, la alzó a él. El hombre frunció levemente al notar el mirar de sus ojos, dorados, intensos, los labios semi abiertos, las cejas casi juntas, la mandíbula tensa.-... lo lamento... lamento que este de esa forma... su esposa esta desaparecida pero eso no significa que...

-¡Usted no sabe de lo que él es capaz!- Bramó pegando un golpe con su puño en la mesa del escritorio. El General pestañeó rápidamente y luego se tensó con brusquedad- Usted no lo sabe... ha intentado matar a quienes se interponen en su camino...- Sus ojos destellaban ira y el muchacho casi mascullaba de pura rabia-... mi amigo... yo mismo... y quien sabe quien más...- Su voz se ensombreció de sólo pensar en el destino de Kagome.

El hombre lo miró fijo con su rostro serio y respetable e Inuyasha sentía que estaba en contra del tiempo. Cada segundo que pasaba, cada día, era una horrible tortura y aquello era completamente desesperante, más que eso, enfermizo. El Mayor de División resopló y luego recostó la espalda en su silla meditando, con las manos sobre su regazo y los dedos entrecruzados. Por eternos segundos Inuyasha sólo pudo escuchar los latidos de su corazón martilleándole los oídos.

-El General Mayor esta con vacaciones... esperemos que vuelva y así aclararemos...

-¡Maldición!- Gruñó acercando ambas manos al escritorio e inclinado medio cuerpo a él, el hombre pegó un leve brinco y como instinto, se alejó sólo un poco mirándolo con sus ojos muy abiertos-¿Es que no va a hacer nada?- Tenía la mirada demente y furibunda, el Mayor se estremeció- ¡Dígamelo de una vez por todas!... ¿no me ayudará?... ¿No me ayudará?... ¡Dígamelo, maldita sea!

Los instantes que tuvo que esperar nuevamente se le hicieron eternos. Finalmente el hombre resopló con fuerza, se levantó altivo con su uniforme azul oscuro lleno de condecoraciones, la fotografía tras él junto al Primer Ministro le recordó en un segundo a Inuyasha que no estaba hablando con cualquier persona, que no todo podía ser tan fácil ¡pero qué demonios!... ¡Su vida no era fácil desde hacía mucho! Al borde de la desilusión y desesperación, sonrió con amargura y volteó, pasándose nerviosamente una mano por los cabellos. ¡Diablos!... ¡Maldición!... ¿¡Y ahora qué iba a hacer?! Nadie parecía querer ayudarlo, ya no sabía a dónde ir, a dónde buscar¡¡qué iba a hacer ahora?!!

-Enviaré un comunicado a la Academia para que se haga una investigación y corroboren las acusaciones que usted ha hecho, señor Taisho... – Dijo de pronto con voz potente haciéndolo girar y recobrar la esperanza, el joven muchacho sintió que su corazón saltaba de su pecho, la sangre volvió al rostro, sus ojos brillaron con inusual fulgor-... si algo de eso, por mínimo que sea, resulta cierto... – La mirada del General se ensombreció-... el señor Naraku estará en muy graves problemas...

Se relamió los labios resecos y se acercó nuevamente con su renovado ímpetu.

-¿Cuánto demorará la investigación?

-Pues... si son esa clase de acusaciones... un par de semanas... tal vez...

Se mordió los labios con fuerza completamente desilusionado, lo observó tragando con dolor y hubiera querido llorar en ese instante... pero ya había llorado cada noche en la penumbra de su departamento... respiró profundamente cerrando los ojos y tranquilizándose.

-Bien...- Gimió apenas y entreabrió su mirada dorada-... bien... gracias... de todas formas...

Volteó y caminó rápidamente. Ya no había caso...

-¡Escuche!- Alzó la voz justo cuando estaba con la mano en el pomo de la puerta, pero Inuyasha no volteó-... usted sabe como es la Armada, sabe que hay reglas a seguir... no es tan fácil llegar y encarcelar a un Oficial Mayor...

-No hace falta que explique más...- Murmuró él y luego volteó el rostro-... lo sé... la Armada es así... haré las cosas por mi cuenta esta vez...

-¡Pero Inuyasha!

-No me pida que espere... es mi esposa la que esta con ese bastardo- Bramó rojo otra vez- Lo encontraré como sea... y veremos quien se encarga primero de que pague...

Salió dando un portazo de proporciones. El General de División se quedó ahí, de pie, completamente choqueado por sus palabras, pero entendiéndolas en gran medida. Era un hombre desesperado, en búsqueda de un ser querido... pero él tampoco podía llegar y encarcelar a un miembro de la Aviación... las cosas debían hacerse de acuerdo al protocolo, a las reglas... no, no podía hacer más... salvo llamar de inmediato y que se formara una comisión para su investigación lo antes posible...

&&&&&&&&

-No puedo volver... si lo hago, tendré que dar explicaciones... y algo me dice que no serán satisfactorias... además no quiero... ahora que finalmente la tengo...

Hakudoushi se paseó con las manos en la espalda y se detuvo frente al ventanal. Las copas de los árboles de mecieron al compás de la brisa estival y luego suspiró, llenándose los pulmones de aire fresco y afrutado.

-Llevamos cinco meses escapando... ¿no se cansa de todo esto?

Naraku respiró profundamente y se sentó con señorío en el sillón. Sus ojos se oscurecieron más a pesar de la luminosidad del lugar, cuando Hakudoushi volteó vio la curvatura de sus labios, esa sonrisa que conocía bien, la del hombre que no le tenía piedad ni miedo a nada.

-Claro... pero ya todo acabará... cuando ese Inuyasha deje de hacer tanto ruido, estaré tranquilo junto a mi adorada Kagome.

El chico rió fuertemente y volvió a voltear hacia la ventana.

-Usted ha sido encadenado a esa mujer... pareciera que lo tiene embrujado... arriesga todo por ella, dejó la Academia por ella sabiendo el peligro que corre ¿porqué?

-Por ella- Respondió tomando un cigarrillo y luego encendiéndolo. El aire se llenó de humo asfixiante y nauseabundo a tabaco, pero a ninguno de los dos les incomodaba. El joven volvió a voltear esbozando una sonrisa cínica- No te preocupes tanto... nadie nos encontrará aquí... con el dinero que obtuve gracias a la venta de armas, tengo para vivir de por vida sin trabajar... y junto a mi ansiado premio... la mujer que esperé por 18 años... lo merezco...

-Pero Inuyasha ha hecho demasiado ruido... ha estado cerca un par de veces... debería irse al extranjero de una buena vez...

-Mi querida Kagome no lo soportaría...- Respondió posando sus ojos en los ventanales-... ese embarazo la ha dejado tan débil que ni siquiera puede levantarse de la cama... todo por llevar un bastardo Taisho en su vientre...

-Debió deshacerse de la criatura en un principio...- Masculló el otro. Naraku desvió la vista a él.

-No se podía... Kagome ha estado demasiado débil desde la muerte de su padre... además empeoró cuando le dije que su amado esposo tenía un romance con su "abogada", que vivían juntos... no quiero perderla igual como perdí a Izayoi... por eso arriesgo a que tenga ese bastardo...- Sonrió malvadamente acomodándose en su sillón-... luego, cuando nazca... nos deshacernos de él... hay miles de orfanatos en Tokio... y entonces podré llevarme de una buena vez a mi querida niña... y habré ganado...

Hakudoushi sonrió aunque no estaba muy satisfecho de las conclusiones a las cuales había llegado el ex Mayor General. Inuyasha era de peligro, había estado cerca de ellos... y la disposición que esta vez traía consigo era a matar... recordaba aquella noche cuando la bala le rozó el brazo... el brazo. Hizo una mueca al notar la cicatriz en el y sin poder evitarlo tembló... ese Inuyasha... pagaría bien caro su osadía y atrevimiento... si él pudiera... se vengaría con la vida de su joven esposa pero eso... eso era imposible... ¿o no?

&&&&&&&&

Un par de fotografías suyas del día de la boda era todo lo que tenía en esos momentos. La lágrima resbaló débil otra vez por su endurecida y pálida mejilla, en ese instante, Buyo, su compañero fiel, subió rápidamente a su regazo y maulló, Inuyasha se mordió con fuerza los labios despertando de su ensueño y dispuesto a no flaquear nuevamente.

Nadie parecía ayudarle, al menos de la forma que quería. Las investigaciones empleadas por la Academia hacía poco más de un mes habían finalizado, recién luego de tener antecedentes suficientes como para dudar de la honorabilidad del Mayor General, El General de División envió una orden para que éste se presentase lo antes posible. Como aquello no había sucedido, se envió gente en su búsqueda, y al igual que Inuyasha, no lo encontraron. El escándalo que estalló en el país fue de proporciones. Lo bueno de todo, era que Miroku había sido liberado, que el General Brigadier había finalmente declarado y entonces, hasta el Primer Ministro ansiaba que pronto aquel escándalo de ventas de armas, sumado a los atentados frustrados empleados a dos de sus subordinados, fueran aclarados.

Acudió a detectives privados, antiguos militares, a gente de mala reputación, había obtenido pistas, había estado cerca, se había dado cuenta que lo vigilaban y había disparado a matar. A matar. Ya no sabía en qué clase de persona se había convertido porque no tenía sentimientos de piedad contra nadie ¿y como hacerlo? El tiempo pasaba y su desesperación muchas veces se vio reflejada en la violencia. Sólo recordar el rostro de su amada Kagome lo hacía volver a la realidad... no debía acriminarse antes... porque si era apresado por un arrebato jamás la encontraría... "prudencia, paciencia, valor", se repetía mil veces.

Cada noche, había rogado al cielo porque la noche siguiente estaría en su cama junto a ella... y después de cinco meses de búsqueda los rasgos físicos se habían endurecido. La mandíbula tensa, los ojos fieros y siempre escudriñando, el cuerpo altivo y ágil... ansiaba que llegara el cara a cara con aquel maldito bastardo... lo ansiaba, tanto, como el encuentro con su Kagome.

Suspiró y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá. Estaba tan cansado ahora. La última locura que había hecho había sido aceptar una entrevista en un programa de televisión, esperando que pudieran ayudarle... esperanza... necesitaba recobrar la esperanza.

El teléfono sonó de pronto y lo tomó, como siempre, rápidamente y ansioso.

-¿Diga?

Se escuchó un silencio, Inuyasha escuchó los latidos de su corazón que parecían retumbar en la habitación, esperó frunciendo el ceño, pero le quedaba poca paciencia y antes de echar una maldición una voz femenina se dejó escuchar.

-Señor Taisho... habla... Kikyo...

Palideció completamente y se levantó de un brinco del sofá, Buyo cayó de pie al suelo y escabulló su regordete cuerpo hacia la cocina.

El joven había intentado también encontrar a esa mujer, amante del padre de Kagome y por supuesto cómplice con Naraku, de otra forma, no se explicaba la trampa de aquella vez.

-Usted...- Murmuró entre dientes. Tuvo deseos de tenerla enfrente suyo y vengarse, sacarle como fuera en donde estaba su mayor enemigo. Sin embargo...

-Necesito hablar con usted... es algo que le importa... – Musitó ella al otro lado de la línea con voz suave pero seria, en nada parecido a la coqueta que siempre empleaba.

-Pues... – Su corazón volvió a latir ansioso-... dígame cuando y donde.

-En una hora más... – Respondió en un murmullo-... venga a la Prisión Femenina Estatal...

Se quedó de piedra, la llamada se cortó y él escuchó el pitido al otro lado de la línea. Bajó el auricular lentamente y entonces tragó. La cárcel... ella estaba en la cárcel... sacudió la cabeza sintiendo que temblaba, caminó, tomó su chaqueta y salió rápidamente del lugar.

-Gracias por venir chicos...

Miroku le sonrió y Kouga hizo un gesto como de no haber escuchado el agradecimiento.

-¿Crees que hablará?- Le preguntó el de ojos azul oscuro. Inuyasha se acomodó la chaqueta sin dejar de caminar a paso apresurado por el angosto pasillo.

-Dijo que era importante... y no sé de qué más podemos hablar...- Respondió y entonces los tres se detuvieron frente a la gendarme que estaba a la entrada de la sala de entrevistas.

-¡Bah! Tonto, esa esta enamorada de ti, puede sólo desear verte.- Clamó Kouga con burla.

-Es cierto...- Agregó Miroku recibiendo en cambio un levantamiento de hombros del de ojos dorados.

-Aún así debo tener esperanza... – Respondió mientras la gendarme lo revisaba y luego lo dejaba pasar al otro lado. Los dos jóvenes se le quedaron mirando e Inuyasha sólo tragó y volteó, caminando rápidamente. Cuando entró a la sala la vio a ella, sentada tras una mesa en medio de la sala, con su traje naranja y peinado descuidado. Le pareció extraña verla sin una gota de maquillaje, pero no así dejó de ser hermosa. Ella le sonrió ampliamente poniéndose de pie e Inuyasha avanzó lentamente, le tendió la mano y la mujer se la recibió gustosa.

-Ah sido tanto tiempo...- Suspiró mirándolo a los ojos. Inuyasha asintió y volteó para cerciorarse que había una gendarme observándolos desde la ventanilla de la puerta-... no se preocupe... no le haré nada...

Él volteó, se sentó y se cruzó de brazos esbozando una sonrisa forzada.

-Usted es la última persona a la que temería...

Kikyo le sonrió también sentándose e Inuyasha se incorporó a ella.

-No pensé que estuviera aquí, dígame que es lo que quiere.

La mujer desvió la vista y la sonrisa desapareció de su rostro, sus dedos juguetearon nerviosos sobre la mesa, luego alzó los ojos a él.

-Conocí a Naraku hace mucho... – Comenzó a relatar con frialdad y su mirada oscura como la noche estaba fija en la de él-... mucho... fui la amante de Ginta... sé que lo sabe... fui la responsable de la muerte de su esposa, indirectamente, claro... tenía un trato con Naraku... la fortuna de los Higurashi sería nuestra... lo ayudé al aparecerme en su camino, siendo su abogada... el plan original era seducirlo...- Sonrió con amargura ante el inexpresivo rostro de Inuyasha-... demasiado difícil cuando un hombre esta enamorado...

-Todo eso ya lo sé- Respondió el joven con más frialdad que la de ella. Kikyo se mordisqueó el labio inferior, desvió la vista hacia la puerta y luego volvió a posar sus ojos en él. Esta vez lucía demacrada y agotada.

-Pues bien... siempre supe que no debía aliarme con ese hombre... pero mi ambición era más fuerte... a pesar de la desconfianza... – Suspiró derrotada-... usted me preguntó que hago aquí y le diré... estoy segura que él me denunció, estoy acusada por ser su cómplice...- Ella sonrió-... yo, su cómplice... Naraku me había asegurado protección dándome el dinero para partir al extranjero pero... antes siquiera de salir de mi departamento me detuvo la policía... estoy aquí desde hace un par de semanas...

-Señorita Kitzuna- Dijo Inuyasha apretando los puños de ambas manos e intentando parecer calmo- Lamento todo lo que le ha pasado pero bien sabe que la justicia es implacable, si ha cometido delito, debe pagar. Usted que es abogada lo sabe más que nadie... bueno, casi abogada...- Agregó siniestro, luego resopló poniéndose de pie.- No vine a escuchar sus penurias, lamento la situación en que esta pero mi condición es más desesperada y...

-Sé donde esta ella- Lo interrumpió Kikyo de pronto e Inuyasha la miró pasmado- Lo sé... conozco el refugio de Naraku... hoy en la tarde vi su entrevista, su llamado me conmovió el corazón y decidí ayudarlo porque... ¿qué puedo deberle a ese hombre más que devolverle la mano traicionera?- Ella se levantó y caminó lentamente a él. Inuyasha estaba inmóvil, con el corazón tan desbocado que le dolía. La mujer afirmó ambas manos sobre su pecho y alzó los ojos a los suyos- A cambio de eso... sólo necesito un beso... un beso de verdad...

La miró a los ojos y tragó con fuerza.

-Si usted sabe en donde esta, debe decírmelo ahora. – Dijo el joven hombre con voz ronca. La mujer le sonrió y sus dedos juguetearon con los botones de su chaqueta.

-Pero por un beso... siempre quise saber como sería ser besada por tus labios, Inuyasha...- Susurró.- Me desprecias, es obvio y jamás te interesé... es por eso que sólo te pido eso... a cambio de la información...

-¿Y si no quiere decírmela?

-Tendrá que arriesgarse...- Respondió otra vez con su voz seductora y acercando el rostro a él. Aspiró el aroma de su fragancia varonil y perturbadora y sintió la piel erizarse de puro deseo.- Sólo un beso... a cambio del paradero de su obsesión... – Dijo con burla.

Obsesión. Kagome era su obsesión, sí, no podía vivir ni siquiera concebir el seguir su existencia si no estaba a su lado. Sí, lo era ¿y qué?! Era suya y la amaba y ella le correspondía. La tomó de ambos brazos y acercó sus labios con brusquedad, besándola con fuerza y repugnancia de una buena vez. Ella gimió y estuvo a punto de caer sino fuera porque estaba firmemente agarrada de los brazos, no sabía si eran los labios de él que se presionaban con fiereza sobre los suyos o los dedos que se incrustaban en sus brazos lo que le dolía, pero a pesar de eso quedó rendida, sometida. Inuyasha se alejó finalmente y la soltó. Retrocedió un paso pasándose la mano por la boca mientras Kikyo tenía la vista baja y se saboreaba sus propios labios.

-Bien... lo entiendo...- Alzó sus ojos a él-... no se puede forzar un beso de amor...

Inuyasha la miró pero no dijo nada. Ella sonrió más y se acercó otra vez a él.

-Te lo diré... – Susurró-... pronto estarás con tu irresistible obsesión...

&&&&&&&&

Kagome observó a la joven que cada tarde, desde hacía meses, le daba "cuidados". Como siempre, la mujer muy pocas veces emitía una palabra y ella, por más preguntas que le hiciera, nunca obtenía los resultados que quería.

-No es necesario que me administre nada esta vez, me siento bien- Dijo, intentando incorporarse de la cama. La enfermera la detuvo y la miró con severidad a través de sus ojos fríos. Tomó las píldoras que estaban en un frasco, extrajo dos y se los tendió a la muchacha junto con un vaso de agua. Kagome no se lo recibió.- Le dije que no quiero- Protestó. La mujer en ese instante pareció estar perturbada, su mano tembló al igual que sus labios.

-Si no lo acepta su bebé es quien sufrirá- Dijo al fin con voz débil. Kagome la observó un segundo a ella y sus ojos sin expresión, su rostro pálido y sus cabellos claros. La encontraba tan extraña, pero todo lo que pasaba en esa casa era extraño. Ni siquiera estaba segura en qué lugar estaba.- Tómelo- Insistió la joven. La chica tomó las dos píldoras y se las llevó a la boca, luego bebió un sorbo imperceptible de agua, la otra se volteó y salió de la habitación.

Kagome recostó la cabeza en la almohada y se quitó de inmediato las píldoras antes que se deshicieran en su boca. Sus ojos luego recorrieron la alcoba, blanca, bien decorada, con grandes ventanales que a esa hora de la tarde estaban abiertos mientras los velos de las cortinas danzaba por el viento. Ella luego suspiró con fuerza y sintió la patada de su bebé, acercó la mano a su barriga pequeña, de casi seis meses de gestación y volvió a suspirar.

¿Por qué el embarazo había sido de esa forma? No tenía fuerzas, y cuando intentaba caminar creía que se desmayaría, no sin antes perder a la criatura. Era consiente que estaba débil y que pasaría 4 meses más postrada en cama si es que quería que su bebé naciera sano y salvo. Ladeó el rostro y pensó nuevamente en Inuyasha. Inuyasha... no podía haberla olvidado y estar con aquella mujer, eso era absurdo ¿porqué?... ¿porqué enamorarla a pesar de las dificultades?... ¿Porqué casarse con ella para luego traicionarla? En un principio, todo eso le causó una profunda pena y tristeza que había puesto su vida en riesgo. Naraku la había cuidado... ¿lo había hecho? Es cierto, ahora no tenía a nadie, era huérfana y la única persona que siempre decía era su familia estaba en los brazos de la amante de su fallecido padre. Se mordió los labios y sollozó nuevamente en silencio.

-Quiero volver a casa...- Sollozó enterrando el rostro en la almohada, la patada que recibió nuevamente la hizo sonreír entre lágrimas, ella se volvió a incorporar y se secó las mejillas. A pesar de las palabras de ese hombre, aún así necesitaba hablar, ver a Inuyasha. Parte de ella se negaba a creer en la infidelidad... pero estaban las fotografías... las llamadas de esa mujer a su propio departamento...

-Yo te cuidaré... mi querida niña...- Había dijo Naraku luego de la muerte de su padre, cuando había abierto los ojos encontrándose en un cuarto de hospital.

-¿Qué sucedió?- Pregunto débil. Apenas sus ojos toleraban la luz del sol. Ese hombre había estado a su lado desde hacía días... le contó todo lo sucedido, de su shock, luego del destino de Inuyasha y esa mujer... su condición había empeorado, tantas angustias la habían llevado a un embarazo de cuidado, de riesgo. Tenía que estar en reposo si es que quería mantener la vida... y la de su criatura.

-Quisiera hacer una llamada...

-No hay teléfono en donde estamos, querida...- Dijo el hombre. Kagome tragó nerviosa, su presencia constante la perturbaba y la incomodaba.

-Entonces... escribiré una carta... debo hablar con Inuyasha... debemos aclarar las cosas...

-Por supuesto...

Le había entregado una carta extensa, jamás había escrito algo lleno de reproche y amor a la vez. Al final le había dicho que necesitaban hablar, porque su corazón era más fuerte que la razón... por alguna razón la infidelidad le parecía absurda, increíble, estúpida ¿cómo creerla después de todo lo vivido a su lado? De las mil veces que escuchó de sus labios un "te amo", de sus demostraciones de amor, ternura, protección y consuelo que le daba desde que la conoció... sin importarle quien era... sin importarle su rechazo inicial.

Nunca llegó una respuesta y el veneno de las palabras de Naraku ya no parecían surtir el efecto que él deseaba. Kagome comenzó a escuchar, más no a oír. Desde esa vez sintió que era prisionera, bajo la vigilancia de la enfermera, que cada vez que le daba aquellas píldoras, que según decía era para fortalecer su embarazo, caía en un profundo sueño que cuando despertaba se pasaba gran parte del día débil y somnolienta.

Este día en especial tenía fuerzas, al fin. Y no se dejaría drogar nuevamente por aquella insípida enfermera. Se levantó y al poner sus pies sobre el piso sus piernas temblaron. Kagome resopló fuertemente diciéndose una y otra vez que todo estaba bien, que necesitaba salir de allí de una vez, por su bien, por el bien de ambos. De inmediato posó su mano en su pequeña barriga y entrecerró los ojos. Escapar. ¿Cómo? Salir de aquel lugar y pedir ayuda al primero que se cruzara en su camino... volver a casa como tanto ansiaba...

El camisón blanco de dormir rosó el piso y ella caminó poco a poco hasta alcanzar el ropero, allí sacó su abrigo y se lo puso, volteó y se sorprendió de ver su rostro en el espejo. Esta tan pálida y demacrada, tan ojerosa, sus labios entreabiertos y casi rojos, el rostro delgado, las mejillas siempre encendidas, los ojos castaños y húmedos aún, cielos... si su Inuyasha la viera así saldría despavorido. Suspiró hondamente y volvió a tocarse la barriga.

-No te preocupes pequeño Inu... papá no nos abandonará...

Su corazón se sobresaltó al dudar nuevamente de que si Inuyasha sabría que sería padre, pero desechó el pensamiento. De cualquier forma, eso en esos momentos, no importaba.

Bajó lentamente, escalón por escalón. A lo lejos, escuchaba la música clásica del piano que seguramente Naraku tocaba, su piel se erizó de miedo. Cuando abrió la puerta principal la brisa estival le dio de lleno en el rostro, ella cerró los ojos por un segundo, el aire olía a frutas, a fresco, a verano y aquello le hizo tan bien. Despertó rápidamente de su ensueño y salió de allí, los pasos eran temblorosos aún, luego ya más seguros, agilizó el andar. Salió del jardín al fin y se frustró al encontrarse con un denso bosque ¿dónde diablos estaba?

-¡Señor!

La sonata finalizó de inmediato y Naraku le dio una mirada de hielo a la joven enfermera.

-¿Qué sucede Kanna?

La muchacha tenía los ojos muy abiertos y tembló ante la fiereza del rostro del hombre.

-Ella no esta... – Naraku enarcó una ceja-... ¡la señora no esta en su habitación!

El hombre se puso de inmediato de pie y sus ojos brillaron con furia, avanzó con rapidez y luego corrió subiendo las escaleras. Al abrir la puerta de la alcoba se encontró con el vacío de ella. La rabia lo invadió y volteó sólo para abofetear a la joven.

-¡Estúpida¡... ¿Cómo pudiste perder a una mujer embarazada?... ¿es que acaso no le diste las píldoras?!

La enfermera no lloró, sólo se llevó la mano a la mejilla enrojecida y casi amoratada.

-Ella desconfiaba desde hace tiempo... señor...

Naraku la miró fiero, pero no dijo nada. Una chica embarazada y débil no debía estar muy lejos, debía buscarla de inmediato, ahora. Bajó raudamente llamando a Hakudoushi y ordenándole que buscara a la muchacha en la mansión mientras él iba afuera. Caminó con rapidez y con el corazón desbocado. No, no podía perderla, no podía, la historia no se iba a repetir. Apretó los puños de sus manos y sus dientes casi rechinaron al apretarlos con tanta fuerza... dónde estaba esa maldita chiquilla...

Kagome sentía el corazón desbocado y de pronto escuchó la voz de Naraku llamarla. Se aterró, intentó avanzar pero las piernas le temblaban nuevamente y un agudo dolor en el vientre la hizo gemir de dolor. Resopló y sus ojos se llenaron de lágrimas otra vez. No, ella necesitaba salir de allí, escapar, estar lejos de aquel hombre venenoso y repugnante.

-No... Kami sama...- Gimió al sentir otro agudo dolor en el vientre. Palideció más y afirmó la espalda junto al tronco de un árbol. Sentía que desfallecía, la vista se nublaba por el dolor que creyó se desmayaría. Resopló una y otra vez no dándose por vencida, no podía flaquear ahora ¡ahora no! Se apartó del tronco escuchando la voz del hombre más cerca suyo, avanzó un paso y la punzada se agudizó, ella gimió llevándose la mano a la barriga y se encorvó de dolor, las piernas se flectaron y la chica creyó de caería de bruces al suelo. Cerró los ojos horrorizada al imaginar caer sobre su propio estómago, su hijo ¡su hijo moriría con ese golpe!. Gimió con fuerza pero las piernas cedieron. Kagome de inmediato sintió los brazos tibios y fuertes y el aroma varonil que ella conocía, que extrañaba en demasía.

-¡Kagome!- Escuchó la voz susurrante y ronca en su oído, la joven entreabrió los ojos llenos de lágrimas sintiendo su corazón latir violentamente. – ¡Kagome!... ¡Cielos!... ¡Kagome al fin!

La muchacha pestañeó, el hombre la volteó y la cobijó en sus brazos, de inmediato la sonrisa amplia se quedó petrificada al ver el pequeño bulto en su estomago, bajo el camisón de dormir. La chica alzó la mano al rostro asombrado de Inuyasha.

-Estas aquí... aquí... te extrañé... te extrañé tanto...

-Ka... Kagome... estas...

-Yo no quería estar aquí...- Sollozó ella y sus dedos acariciaron la mejilla endurecida del hombre-... no quería... pero tampoco podía escapar... – Su otra mano se acercó a su vientre-... arriesgaba la vida del niño... de nuestro hijo...

-Estabas embarazada...- Musitó abriendo más sus ojos dorados y sintió que el corazón saltaba demasiado dentro del pecho. La garganta se le secó de sólo pensar en que ella estaba sufriendo de esa forma en manos de aquel bastardo.

-Iba a decírtelo... aquella vez... antes que papá muriera... iba a decírtelo...- Sollozó y él la cobijó más entre sus brazos y besó una y mil veces su frente casi febril.

-No digas nada... todo ha sido obra de ese maldito... Naraku ha planeado todo esto para destruirme... escúchame, Kagome...- La apartó y la miró a los ojos-... escúchame preciosa... todo es mentira, sé que lo sabes... jamás te engañaría, yo no sabía que la abogada era la amante de tu padre... el beso fue sin mi consentimiento... todo fue planeado Kagome... todo para separarte de mi lado...

La chica aun sollozaba y el bebé nuevamente le pateó el vientre, ella sonrió entre lágrimas, como si aquello hubiera sido una señal.

-Inuyasha... – Sonrió y él la besó en los labios, la muchacha se aferró con fuerzas renovadas a la chaqueta y su cuerpo se estremeció de recibir otra vez los besos húmedos y apasionados del hombre que ella amaba. Extrañaba su pasión y su amor incondicional, su calor y su fuego. Sollozó otra vez de alegría entre sus labios y él se apartó respirando sobre su rostro y mirándola serio.

-Oh, Kagome... creo que estoy soñando...- Susurró entrecerrando los ojos.

-Será mejor que se aparte si no quiere que alguien salga lastimado...

Los jóvenes esposos se sobresaltaron e Inuyasha ladeó el rostro. Su mandíbula se tensó y sus ojos brillaron de odio al verlo ahí, de pie, un par de metros más allá, con un arma apuntándolos a ambos.

-Naraku...- Murmuró.

Kagome observó a Inuyasha y luego vio a Naraku. El miedo la invadió por completo y su cuerpo tembló horrorosamente, como respuesta, el muchacho la cobijó más hacia él.

-Suéltela, señor Taisho... suelte a mi mujer...- Dijo el hombre y se sonrió al ver la cara de furia de Inuyasha.

-Ella no es su mujer maldito loco- Clamó entre dientes.

Naraku movió el arma e Inuyasha retuvo el aire.

-Ya hablé, suéltela, sino disparo.

-Suéltame, Inuyasha...- Susurró la chica desesperada. El joven bajó la vista a ella no dispuesto a hacerlo, pero cuando volvió los ojos a Naraku se aterró de que ese loco pudiera dispararle... no a él... sino a su Kagome... La soltó sintiendo que le desgarraba el corazón y la dejó sentada en el suelo mientras la chica aferraba ambas manos a su vientre y observaba la escena de aquellos dos hombres que se miraban con furia.

– ¿Qué le parece? Ella es completamente mía ahora... lo demuestra el niño que lleva en su vientre...

-¡Mentira!- Clamó Kagome horrorizada. Inuyasha tenía la vista fija en Naraku.

-Si piensa que va a envenenarme inventando esas barbaridades se equivoca... conozco como juega, Naraku... conozco ya su juego...

-Ohhh ¿en serio?- Respondió burlón y luego lo miró fríamente- Arrogante... igual a tu maldito padre...- Inuyasha respiró apenas-... pero yo mismo me encargué de acabar con su arrogancia... – El joven muchacho palideció y sus ojos se abrieron desmesuradamente sin creer lo que estaba escuchando, el ex Mayor sonrió burlón- Sí... acabé con su vida por arrebatarme a mi adorada Izayoi... lástima que ella iba también en el auto... ahh cierto... tú también ibas... siempre has tenido suerte...

-Maldito insano...- Gruñó apretando los puños de sus manos deseando matarlo y vengar la muerte de sus padres.

-Creí que podría ayudarte... al principio tuve buenas intenciones...- Sonrió-... eras el hijo de mi amada Izayoi y deseé que fueras mi hijo... pero cada día te parecías más al bastardo de Inu no Taisho... y luego... la historia se volvía a repetir... me quitabas lo que me pertenecía desde el principio... a mi querida Kagome, la prometida que estaba destinada a ser mi esposa desde que nació...

-Lamentablemente... usted mismo hizo que nos conociéramos...- Respondió Inuyasha burlón acercándose poco a poco ante la mirada enrabiada del otro-... ¿recuerda? Aquella vez que me envió a Suiza sólo para apartarme y así poder hacer sus negocios sucios de tráficos de armas sin problemas...

La sonrisa cínica de Naraku había desaparecido. Cierto, el que aquellos dos se conocieran... había sido una extraña obra del destino... y de él...

Inuyasha hizo un movimiento rápido y el arma voló por los aires. Lo agarró de la camisa y le golpeó la mandíbula tan fuerte que sus nidillos se resintieron. Naraku sintió la sangre brotar de sus labios y algunas dientes cayeron al suelo, entonces sus manos se aferraron como garras a los brazos de Inuyasha, lo golpeó él esta vez en el estómago, tan fuerte, que el joven creyó que se quedaba sin aire, hasta las entrañas parecieron removerse en su interior. Cayó y gimió adolorido mientras escuchaba a los lejos los gritos de Kagome.

-¡Inuyasha!... ¡Inuyasha!

Escuchó la risa siniestra de Naraku, entreabrió los ojos aún sintiendo demasiado dolor en el estómago, el hombre se había inclinado a él y le había tomado el cabello con fuerza.

-Escúchame niñito ingrato... no eres nada... nada... has perdido y ese ha sido siempre el destino de los Taisho... has sido buen rival... lo admito... pero al fin y al cabo de nada te ha servido... Kagome es mía ahora... y tu destino será el mismo triste y patético que el tu padre...- Rió burlón colocando el arma en la sien del muchacho. Inuyasha había movido sus manos, había arrastrado sus uñas entre la tierra y había alcanzado una rama larga y fuerte que no dudó en atestar en la mano que se afirmaba en el suelo de Naraku. De inmediato el hombre gritó y el joven piloto golpeó su otra mano donde el arma volvió a caer un par de metros más allá. Inuyasha se levantó escuchando el desgarrador grito de dolor del hombre que miraba como la rama traspasaba la mano, se levantó rápidamente y volvió a alcanzar el arma en el instante en que Inuyasha estaba junto a Kagome otra vez.

-Maldito desgraciado- Bramó apuntándolos a ambos- Me las pagaras... o mejor no... mejor te haré sufrir igual como sufrí yo con la pérdida de Izayoi...- Desvió el arma hacia Kagome y el joven piloto de inmediato se interpuso protegiéndola con su cuerpo.

-Baje el arma o esta muerto- Dijo una voz tras él y Naraku abrió los ojos con sorpresa, sintió el metal caliente y filudo en su espalda, no tenía dudas que era él ahora quien estaba siendo amenazado. Bajó el arma rápidamente y volteó. Lo que menos esperó fue encontrarse con un par de ojos azules que lo observaban con extrema seriedad y tras él, un grupo que le apuntaba con sus carabinas y sus lustrosos cascos que decían PM, Policía Militar.

-Miroku Matsuda...- Musitó apenas y el joven piloto sonrió.

-Vaya... creí que no recordaba mi nombre... al fin lo atrapé... maldito desgraciado...

Inuyasha resopló de felicidad, su corazón volvió a latir al ver a Naraku finalmente derrotado, esposado, tratado como un vulgar delincuente. Miroku le sonrió e Inuyasha volteó feliz hacia la muchacha. Su rostro se ensombreció al ver a Kagome respirando con dificultad, con sus manos en su vientre y mirándolo aterrada.

-Creo... creo que... tengo contracciones... me duele...

&&&&&&&&

Sus ojos se encontraron con los dorados de él que de inmediato le brindó una sonrisa, se incorporó y recibió un beso en su frente casi helada de sus labios cálidos y reconfortantes.

-Has dormido demasiado, bella durmiente...- Sonrió Inuyasha y Kagome se apartó los cabellos de la frente. Su mirada se detuvo en su estómago, plano ahora y su corazón se sobrecogió. Era imposible que diera a luz a una criatura de seis meses de gestación, imposible, se decía cuando escuchó a los doctores que hablaban a su alrededor y la preparaban al quirófano, pero no había sido de extrañar, su embarazo siempre había sido de riesgo, desde el principio. Inuyasha se sentó a su lado y ella acercó la cabeza a su pecho, sollozando.

-Inuyasha...

-Tranquila, preciosa... tranquila... las cosas... debían ser así...

-Lo sé... es que...- Su voz se quebró y en ese momento la puerta se abrió. Miroku y Sango entraban a su habitación tomados de la mano y brindándoles una sonrisa.

-Buenos días...- Saludaron. Kagome se repuso estoicamente y volvió a mirar su estómago estremeciéndose por completo.

-Hola- Inuyasha se puso de pie y caminó hasta su amigo mientras la joven enfermera se acercaba a la muchacha para brindarle consuelo.

-¿Qué ha pasado?... ¿Esta preso verdad?- Preguntó el de ojos dorados y de inmediato el otro sonrió más.

-Preso y bien preso amigo. Tiene tantos cargos en su contra que si se escapa de la silla eléctrica será un milagro...

-Es un maldito que se merece lo peor...- Regañó Inuyasha con rencor, sabiendo ahora que aquel hombre había sido incluso el asesino de sus padres. Probar aquello iba a ser largo, necesitarían un par de meses para comprobarlo, pero llegaría hasta el final, para que aquel pagase la vida de todos quienes habían sufrido bajo sus garras, todos, incluso de su adorada Kagome, teniéndola tantos meses secuestrada.- ¿Y el otro? Aquel que decían era como su sombra... su cómplice...

-Hakudoushi... – Dijo Miroku.-... lo buscan aún... pero lo tienen cercado, un chico de las características de él no pasa inadvertido... pagará también...

-Te felicito amigo- Inuyasha puso una mano en su hombro- Te felicito, en verdad tienes muy merecido el que te ascendieran...

-Tú también tienes las puertas abiertas de la Academia- Dijo el otro rápidamente- No les importa tu lesión en la pierna, sigues siendo el mejor y el General de División sólo espera impaciente que vuelvas a incorporarte a la Academia.

-Gracias... lo pensaré...- Respondió agradecido.

Sí, volver a la Academia sería un sueño, volar era su pasión, cierto, pero ahora más pasión sentía hacia Kagome... lo pensaría realmente...

De pronto una enfermera entró y todos la miraron. La joven muchacha les sonrió y se acercó a Kagome con extrema amabilidad.

-Ya puede venir... los dos... les hará bien...

Kagome alzó la mirada a Inuyasha y Sango y Miroku los observaron felices.

Caminaron lentamente, más por ella que aun no se recobraba del todo, hasta que llegaron a una sala pequeña e iluminada que albergaba una incubadora. La enfermera les hizo una seña para que se acercasen y Kagome se estremeció al ver al pequeño y casi diminuto niño conectado a monitores que venían los latidos de su pequeño corazón.

-A pesar de tener 6 meses de gestación y de las dudas de sobrevivencia que se tenía al principio... ha sido un niño fuerte... ha evolucionado formidablemente y muy pronto, cuando alcance el peso mínimo, podrán llevárselo a casa... tal vez en uno o dos meses...

-Cielos...- Murmuró Inuyasha observando la mano diminuta del bebé. Acercó su propia mano y la tocó, era tan sueva, tan cálida y sonrió cuando el niño movió la suya, Kagome sollozó emocionada.

-Sé que tiene los ojos como tú... y será tan fuerte como tú... lo sé...- Murmuró ella reposando su cabeza en el hombro del muchacho. Inuyasha no cabía más de felicidad. Después de tanto sufrimiento, tantas desgracias, la vida le regalaba un hijo de su amada Kagome... de su irresistible obsesión.

-No me importa si no tiene ni un rasgo mío...- Dijo él mirándola con atención-... el que seas la madre de mi pequeño es más que suficiente... te amo tanto Kagome... tanto... – La chica le brindó una sonrisa que él no pudo evitar y la besó. La enfermera sonrió complacida y el pequeño dio una patada que ambos alcanzaron a ver y sonrieron divertidos.- Ahh... la vida realmente es maravillosa...- Acotó Inuyasha abrazando a la joven muchacha mientras observaba al bebé e ideaba planes para una nueva vida, juntos, los tres.

FIN


N/A: Bueno amigas, después de 4 meses exactos desde que comencé a escribir este fic, he terminado (sí, publiqué el cap. 1 días más tarde para adelantar un poco)... como siempre, me dan tristezas los finales, pero me siento completamente satisfecha por tener una historia más completa y mejor aún, que ha sido del agrado de todos ustedes. Muchas gracias por tooodos sus mensajes y a todos quienes leyeron, muchas gracias, me siento honrada por los más de 900 reviews, gracias por leer, gracias por hacer de esta historia una de sus favoritas y gracias de antemano por el review final con su comentario XD

Luego de 40 cap. y un cap. final demasiado extenso (para que vean que sus deseos son ordenes para mi XD jaa, noo, es que tenía mucho que decir aun) me despido más muerta que viva de agotada XD... ¿vacaciones?? eso espero, ya saben... quien sabe, historias tengo muchas en mi cabecita... si hay tiempo y disponibilidad, muy pronto me tendrán nuevamente, amo escribir, amo el romance y amo la pareja Inuyasha & Kagome jaja.

Ah! Si quieren dar a conocer esta historia, por favor, sólo pueden dar su link, no quiero tener problemas con posibles plagios ¿vale?

Besos, abrazos y cuídense todas.

Lady Sakura Lee.-

22 de Marzo de 2007.-