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COMO AGUA Y ACEITE
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Capítulo I: La carta.
Corría sin parar, abriendo a su paso el aire frío, cortante, que azotaba sus mejillas y le hacía dolorosa la respiración. La oscuridad lo envolvía todo, dejándole un limitado campo de visión que no hacía sino aumentar la opresión en el pecho que empezaba a sentir, creciendo lenta pero inexorablemente y amenazando con ahogarle. A pesar de que avanzaba con todas sus fuerzas, tan rápido como sus piernas se lo permitían, sentía a la bestia detrás de él y cada vez más cerca, acechando, resoplando de placer... Estaba desesperado, pues sabía que no podría correr más rápido ni por mucho más tiempo, mientras que su perseguidor era veloz y ágil, espantosamente ágil. Notaba como en sueños las punzadas agudas de dolor al costado de su abdomen, pero el miedo que lo invadía era infinitamente peor, más desesperante, y ése no podría soportarlo por mucho más tiempo. Volteó un poco, sin resuello por el esfuerzo, y contempló por un instante sus horribles ojos vacíos que lo miraban malignamente, arrojando destellos metálicos que terminaron de hundirlo.
¡Maldición!, pensó alarmado, si esta bestia me atrapa, me va a devorar…
Y antes incluso de que terminara de formularse este pensamiento, se sintió arrastrado al suelo por unas enormes garras sobre su espalda que lo tumbaron de bruces, lastimándole las rodillas y los codos. Sintió también el aliento húmedo y profundo del animal sobre su cuello, lo que provocó un escalofrío en su espina dorsal.
Profirió una exclamación ahogada al notar sobre su carne los afilados colmillos que entraban en su cuello con una facilidad espantosa, haciendo brotar a chorros la sangre caliente y pegajosa que se extendía sobre el suelo como una gran mancha voraz que iba tiñendo de rojo cuanto encontraba a su paso. En medio de las punzadas de dolor y como entre sueños, Sanosuke se dio la vuelta para intentar defenderse, pero la mirada de esos ojos ambarinos lo paralizó de pánico y lo hizo comprender que no había salida ni escapatoria, que aquel monstruoso lobo lo había elegido a él y sólo a él, y perdiéndose en su brillo dorado sintió que se desvanecía lentamente, incapaz ya de huir...
-¡NOOOO!
Sanosuke despertó en la casa abandonada a las afueras de la ciudad, empapado en sudor y respirando agitadamente. Incorporándose, sacudió la cabeza para alejar de su mente las vertiginosas imágenes de una bestia que había tenido en su pesadilla. Esta vez había sido tan vívida y tan larga, que a pesar de estar despierto todavía se sentía atemorizado (muy a su pesar) y volteaba hacia un lado y el otro, casi esperando encontrar en cada rincón del cuarto unos destellos provenientes de un par de ojos metálicos que lo mirarían cargados de hielo, a punto de atacar su cuello. Instintivamente, se llevó la mano derecha a su garganta, y cuando lo notó frunció el entrecejo, desconcertado, y se frotó los ojos.
Inhaló profundamente, expulsando el aire con lentitud y tranquilizándose. ¿Pero qué demonios fue eso? Se preguntó confundido, intentando recordar el sueño que lo tenía así. (Recuerdo… recuerdo oscuridad y un animal que me perseguía, una bestia de ojos centelleantes, pero nada más…). No podía recordar qué pasaba después, si lo atrapaba o no, como tampoco recordaba qué monstruo lo perseguía, lo único que tenía bien claro eran las punzadas de temor que se apoderaban de su estómago en el sueño (y que aún perduraban un poco, para su sorpresa). Era muy frustrante, soñar con un animal al que ni siquiera reconocía despierto, pero que lo perseguía ya tres noches seguidas y lo hacía despertar agitado, sin dejarlo conciliar el sueño nuevamente.
Volteó a la ventana, esperando saber la hora. Aún era muy temprano, pues el sol no salía por completo y sólo dejaba ver unos tímidos rayos que se asomaban detrás de las espesas nubes. Se dejó caer en el futón nuevamente, con los brazos detrás de la cabeza. Se lamentó un poco por las horas de sueño que no iba a recuperar, no después de la pesadilla que tuviera, tan escalofriante a pesar de que no la recordaba completa, por lo que se concentró en recrearla para intentar descubrir qué era la bestia con la que soñaba.
Después de un rato de estar recostado y sin conseguir ningún recuerdo nuevo, se levantó y se puso su camisa. Saldría a dar una vuelta, un poco de aire fresco seguramente le aclararía las ideas o bien le quitaría la desazón que lo embargaba.
A medida que caminaba, el temor del sueño se iba diluyendo como niebla que se esfuma. Con la brisa matutina y los rayos del sol a su espalda, ya hasta empezaba a considerar gracioso el que se hubiera despertado tan agitado y temeroso (Fue un simple sueño… igual y era un perro que me perseguía, como cuando niño…). Sacudiendo la cabeza para alejar las reminiscencias de su pesadilla, comenzó a silbar por las calles desiertas, más relajado que cuando salió. Llegó al Dojo Kamiya y se sorprendió al encontrarse a Kenshin en el patio, que lavaba ropa a una hora tan temprana y tenía su cálida sonrisa de siempre.
-¡Qué hay, Kenshin! -lo saludó con una sonrisa, acuclillándose ante él-. ¿Tan temprano y ya lavando?
-Buenos días Sano. ¿Cómo amaneciste? -Kenshin sonrió más, al tiempo que tallaba una mancha especialmente difícil, pero al ver las profundas ojeras debajo de los ojos de su amigo, contrajo un poco el ceño-. ¿No estás durmiendo bien, verdad¿Está todo bien, Sano?
-¡Nah! No te preocupes Kenshin, fue una pesadilla nada más. Al que compadezco es a ti, no cabe duda de que Jo-chan es una explotadora –continuó el recién llegado, al observar la cantidad de ropa recién lavada, y agregó con la mano bajo la barbilla-: Si tú quisieras, podrías venirte a vivir conmigo, no es posible que te haga trabajar tanto. No tienes que soportar estos maltrat…
Pero no pudo terminar de hablar porque una Kaoru furiosa detrás de él lo golpeó con la shinai de Yahiko, que venía siguiéndola y se notaba molesto porque le quitaran su espada de bambú.
-¿Qué has dicho, Sanosuke ¬¬# ? –le gritó Kaoru y continuó pegándole, a pesar de las protestas del niño ("¡Oye¿Por qué siempre agarras mis cosas, bruja?") y de que Sano tenía la cabeza llena de moretones-. ¡Todavía que vienes a desayunar de gratis pones a Kenshin en contra mía, vago malagradecido!
-Calma, Jo-chan, calma… ser explotadora no es tan malo –(recibió otra tanda de golpes)- además, por lo que he visto a Kenshin le gustan las chicas malas¿eh Kenshin? –preguntó Sano, sonriéndole pícaramente al vagabundo, que parecía no entender nada y tenía los ojos como platos (o.O' ororo?)…
Un rato después, se encontraban los cuatro en el jardín del dojo comiendo pescado al sol del medio día. Kaoru aún le enviaba miradas fulminantes a Sanosuke, quien tenía un ojo morado y varios parches en la cara y en la cabeza. Yahiko también tenía moretones, pues la chica había escuchado que le decía "bruja" y después de terminar con Sanosuke le llegó el turno a él. De repente, escucharon que llamaban con urgencia, a saber por la manera en que aporreaban la madera.
-¡Ya voy, no me tiren la puerta! –respondió Kaoru, extrañada por la visita. Sonriente, le dijo al vagabundo-: No te levantes, Kenshin, termina tu pescado. ¡Ándale Tori-atama, desquita el desayuno y ve a ver quién es ¬¬ !
-¡Mph! -gruñó Sanosuke, con el esqueleto de pescado en la boca-. Te aprovechas de cualquier cosa para darme órdenes.
Pero a pesar de sus protestas fue a abrir, pues la cara de enfado de Kaoru no dejaba lugar a réplica. Al correr la puerta de madera, se encontró a un oficial de policía que parecía haber hecho el trayecto corriendo, pues resoplaba ruidosamente.
-Díganos, oficial –repuso Kenshin calmado, viendo al policía que entraba.
-Señor Himura, necesitamos su ayuda urgentemente –hizo una pausa para tomar aliento-. El jefe Uramura le envía esta carta.
Kenshin leyó la carta, y sus ojos mostraron un poco de sorpresa. Intrigados, sus amigos hicieron el aluvión de preguntas:
-¿Qué pasa, Kenshin, necesitan que pelees para algo?
-¿No es nada grave, verdad?
-¿Está todo bien¿Hay más pescado? (Preguntas hecha por Yahiko).
-Muy bien, oficial, dígale por favor al jefe Uramura que con gusto le ayudaré, que no tiene de qué preocuparse –le respondió el pelirrojo al policía, acompañándolo a la salida e ignorando las miradas impacientes de Kaoru, Sano y Yahiko.
-¿Y bien? –preguntaron a coro los tres una vez que hubo cerrado la puerta, expectantes ante el silencio de Kenshin.
-Lo que sucede es que el jefe Uramura necesita que le lleve esta carta al capitán Fujita, que se encuentra en Kobe –mientras hablaba les mostró un sobre negro, más pequeño y que venía dentro del primero.
-¡Saito! –exclamó Yahiko con un brillo en los ojos-. ¿No pensarás ir, o sí Kenshin? Dijeron que lo de Shisio sería lo último, no tienen derecho a buscarte y pedirte ayuda cuando se les dé la gana.
-Todos los de la policía son una bola de inútiles, mira que mandarte a llamar nada más para entregar una carta… ni que fueras paloma mensajera –resopló Sano, cruzándose de brazos y logrando la aceptación de Yahiko.
Kaoru observaba todo en silencio, pensativa. Kenshin se volteó a verla, esperando su opinión, pero la chica sólo repuso con voz tranquila:
-Yo opino que no hay ningún problema.
Sano y Yahiko pusieron ojos como plato, incrédulos por lo que habían escuchado¿Kaoru no se molestaba de que Kenshin fuese el mandadero de la policía? Esto se ponía bueno¿pues qué bicho había picado a la niña?
-No hay ningún problema porque sólo es entregar la carta ¿no? Incluso viene con dinero para el viaje –contestó Kaoru, mirando sobre el hombro de Kenshin el sobre con el dinero-. Yo opino que no hay mucho problema, que Sanosuke bien podría hacer el viaje en un día.
Sanosuke se puso rojo y comenzó a toser, había estado a punto de tragarse el esqueleto de pescado con el comentario de Kaoru¿él, ver al policía otra vez¡No gracias! Ya bastante trauma había sido ser el objeto de su burla durante la pelea contra Shishio, y a Sano no le quedaban ganas de encontrarlo otra vez.
-¿QUE? -miró a Kaoru negando con la cabeza-. ¡Ni hablar! Yo no soy un gato de la policía, y mucho menos el mensajero de ese tipo ¬¬#. A mí no me puedes mangonear como a Kenshin.
Yahiko se puso a pensar en lo que había dicho Kaoru, mientras ella y Sano se peleaban a ambos lados de un Kenshin que trataba de calmarlos, sin mucho éxito. Claro que era buena idea, ya que al joven samurai le convenía que fuese el Cabeza de Gallo el que llevara la carta, para que no interrumpiera sus entrenamientos con el pelirrojo. Kenshin había estado entrenándole duramente estos días, y si entregara la carta se tardaría como una semana en volver (Kobe estaba pasando Kyoto), y regresar al entrenamiento de Kaoru en este momento se le hacía lo más aburrido del mundo. ¡Y sería a mí a quien tendrían trabajando en las labores domésticas! pensó alarmado, y con esta idea se decidió.
-Sí, yo creo que Kaoru tiene razón –agregó Yahiko, haciéndose escuchar sobre el escándalo-. Sanosuke no tiene qué hacer, mientras que Kenshin hace muchas cosas en el dojo. Además no es la gran cosa entregar un sobre, creo que hasta él puede hacerlo.
Sano se le acercó y lo tomó del gi, enseñándole los dientes y resoplando indignado.
-¡Eres un traidor, mocoso convenenciero! Lo que no quieres es hacer el trabajo de Kenshin. Cuida bien tus palabras si no quieres que te enseñe a hacerlo…
-¡A ver, inténtalo Tori-atama! Lo que pasa es que no quieres ver a Saito, eso es lo que pasa.
Sano bufó, entrecerrando los ojos y a punto de darle su merecido (¡pero qué se piensa este enano, como si me importara ese tipo!) Antes de que comenzaran a pelearse, intervino el vagabundo, con una sonrisa conciliadora:
-No hay ningún problema, yo puedo hacerlo y no tardaré…
Sin embargo, Sanosuke le arrebató la carta, terriblemente ofendido con Kaoru y Yahiko, y se dirigió a la salida.
-¡Está bien, está bien! Yo lo haré. Pero no lo hago porque me lo pidan estos mocosos –habló Sano, dirigiéndoles una mirada de desdén- sino porque te hago un favor, Kenshin. O sea que me debes una.
Y sin esperar la respuesta, salió azotando la puerta, dejando a sus tres amigos con cara pasmada….
-¡Mph! Grosero. Me dijo mocoso, a mí que soy mujer (¡y que lo alimento!).
-Y ahora se va a creer la gran cosa, por hacerle el favor a Kenshin.
-Oro…
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¡Estoy aquí otra vez! Ojalá y les guste esta historia, a mí en lo personal me encanta la pareja… (bueno, yo leería un Sano con quien fuera!) reviews por favor!
DISCLAIMER: Rurouni Kenshin y todo lo relacionado son propiedad de Nobuhiro Watsuki. (Por supuesto, ya me gustaría tener la propiedad de Sano, juju).