Me he decidido a escribir un nuevo fic. No sé por cuanto se prolongará porque no tengo idea de como evolucionará la relación de House y Cameron o de los otros personajes. Este fic es más ambicioso que el primero que hice. Hay un caso médico. Puede que no sea muy realista, aunque trataré de serlo pero espero que nadie me eche en cara los múltiples errores médicos que pueda haber, por desgracia no me asesora el equipo de Shore.

Capítulo 1.

Se miró en el espejo. Los ojos aún entrecerrados por el sueño y la luz de aquella bombilla que iluminaba su reflejo le cegaba. Intentó ver la parte superior de su cabeza. Se tocó el pelo y frunció el ceño. Te estás quedando calvo. Recordó las palabras que le había dicho su amigo hacía tiempo. ¿Acaso no perdería pelo si se lo secaba con el secador¿Era posible que interminables horas frente al espejo acicalándose fuesen a parar o prevenir la alopecia? Volvió a mirarse y pensó que tampoco era para tanto. Se frotó los ojos con ambas manos para después meterse en la ducha. Se había levantado justo a la hora que se suponía que debía haber llegado al trabajo. Aquella mañana se retrasaría más de lo normal pero no le preocupaba demasiado. Lo único que tendría que hacer era lidiar con los gritos de Cuddy, al análisis psicológico al que le sometía Wilson últimamente y como no, la inconstante preocupación de Cameron. Eran cosas a las que podía enfrentar. Estaba preparado para ello.

Antes de salir buscó en uno de las chaquetas el bote naranja. Vicodina para el alma del lisiado. El pensamiento le hizo gracia y rió para si mismo. Cuando lo encontró removió el bote y comprobó que solo quedaban dos pastillas. Las colocó en su mano y las tragó sin esfuerzo. Un gesto tan natural para él y tan desagradable para otros. Salió de la casa y buscó el periódico. ¿Dónde demonios estaba? Miró varias veces pero no lo encontró. Con suerte Chase lo habría llevado como todas las mañanas, aunque solo fuese para hacer el maldito crucigrama.

- ¿Es que has apostado contigo mismo batir tu propio record? – Exclamó Cuddy.

Lo sabía. Tan pronto como entrase por la puerta, Cuddy le reclamaría haber llegado tarde, de una forma exagerada, ya no le importaba que todo el mundo la viese gritarle. Se había convertido en una costumbre que los que trabajaban allí echaban de menos cuando no ocurría, lo que no solía ser frecuente…

- He tenido un sueño. – Se giró hacía ella y la miró como si algo le hubiese iluminado. Cuddy levantó la ceja izquierda y le devolvió la mirada, pero esta vez sin saber qué pensar. – Estabas tú, con ese traje tan ceñido y sexy.

Cuddy le miró fijamente y no dijo nada. De la misma forma que House se había acostumbrado a sus gritos, incluso disfrutaba con ellos, ella había aceptado esa rutina. Ella le gritaba y él hacía comentarios sobre sus pechos, sus escotes, sus vestidos. Discutir al respecto sería una pérdida de tiempo para ella.

- Por si te interesa, tienes un nuevo paciente. – Dijo antes de irse airosa a su despacho.

Le dedicó una sonrisa y se dirigió al ascensor. Justo a su lado apareció Wilson. Parecía no haber dormido mucho y tenía esa expresión de pocos amigos tan impropia de él. Wilson adoraba a la gente y la gente adoraba a Wilson. Era como una ley de la naturaleza. House le miró esperando a que dijese algo. Era extraño que no le hubiese psicoanalizado cinco veces ya. Se abrieron las puertas del ascensor y entraron en silencio.

- Ahora el autista eres tú. – Dijo por fin.

- ¿Qué? – Preguntó volviendo a la realidad.

- Que todavía no he tenido mi sesión doctor Wilson. Si le parece bien me paso por su despacho en una hora y espero que haya comprado el diván. – Dijo House cuando se abrieron las puertas del ascensor.

Caminó hacia su despacho. Era evidente que Wilson no estaba así porque el día fuese lluvioso y porque aquella enfermera de pechos exuberantes y labios carnosos que tanto le recordaba a Angelina Jolie hubiese dejado el trabajo. Fuera lo que fuese, tendría que esperar a averiguarlo. Golpeó con el bastón la puerta de la sala de diagnóstico para entrar.

- ¡Buenos días! – Exclamó.

- Por fin te dignas a aparecer. – Dijo un molesto Foreman.

Sonrió a su empleado y luego dirigió la vista a Chase. Tal y como había previsto, había comprado el periódico y estaba haciendo el crucigrama. Resultaba tan previsible… Vio las carpetas azules sobre la mesa. Nuevo caso. Se giró hacia su derecha al notar la presencia de alguien y vio a Cameron tendiéndole una taza de café. Sonreía esperando a que la cogiese. Otro gesto al que se había acostumbrado sin oposición. La observaba atentamente, tratando de estudiarla, como esperando algún comentario sobre su retraso. Extendió más el brazo para que la taza estuviese más cerca de él. Se percató y la cogió. Le pareció ver como enrojecía ante el gesto y bajaba la cabeza como intentando que nadie se diese cuenta de algo que siempre ocurría y que todos sabían. Disfrutó aquello interiormente. El incesante mordisqueo al bolígrafo por parte de Chase le hizo reaccionar.

- ¿Qué tenemos? – Preguntó.

- Mujer de dieciocho años, presenta fiebre, dolor de cabeza, nauseas y vómitos. – Dijo Foreman.

- Espera… - Dijo House. – Sé que esto lo dimos el primer año de facultad.

Los tres le miraron esperando una idea brillante y loca sobre lo que podía sufrir la paciente. House parecía ensimismado pensando en algo. Chasqueó los dedos y sonrió triunfante.

- ¡Lo tengo! Gripe. – Le miró a los tres como si fuesen tontos.

- No es gripe. – Dijo Chase.

- ¿Y cual es el diagnóstico entonces? – Preguntó House.

- Lleva dos días con hipo persistente. – Señaló Cameron.

- ¿Alguien ha probado a darla un susto?

Diciendo aquello salió de la sala seguido por los tres que no tardaron en ir tras suyo. Llegaron a la habitación pero House les paró antes de que entraran. Les miró maliciosamente, como si tuviese un plan malévolo y abriendo la puerta con sigilo.

- ¡Bu! – Gritó tratando de ser lo más terrorífico posible.

La paciente que estaba acompañada por un familiar miró con la boca abierta. Tras House aparecieron Chase, Foreman y Cameron avergonzados por el comportamiento de su jefe.

- ¿Quién es usted¿Está loco? – Preguntó el familiar indignado.

- Este es el Dr. House, el doctor de su hija, Sra. Morris. – Le presentó Foreman aún avergonzado.

- Quería quitarle el hipo a su hija. – Apuntó House haciéndose el inocente.

- ¿Ya saben lo que tiene? – Preguntó la madre.

- Ni idea. – Dijo House. – Sigue teniendo hipo así que lo mismo no es un simple catarro… Hacerle un MRI, análisis de sangre y prueba de tóxicos.

- ¡Mi hija no se droga! – Interrumpió la madre enfurecida.

- Tranquila mujer, yo tampoco. – Y diciendo esto tragó una Vicodina.

No era posible sentir más vergüenza. Chase trataba de sonreír quitándole hierro al asunto, Foreman miraba hacia todos los lados y Cameron no parecía darle importancia al comportamiento de House. Lo que era cierto es que a los tres les hacía gracia y aunque pasasen momentos en los que deseaban que la tierra les tragase allí mismo, el trabajo no sería lo mismo sin los ácidos y sarcásticos comentarios de su jefe.

Miró el reloj. Aún no había pasado una hora pero se estaba aburriendo demasiado mientras sus subordinados realizaban todas las pruebas. Buscó el yoyo en uno de los cajones. Lo lanzó hacia delante y movió la muñeca para que volviese a su posición. No había perdido la práctica. Hizo todas aquellas piruetas que sabía e intentó algunas nuevas. Se regocijaba de su triunfo como artista del yoyo. Entonces los tres entraron. Cameron sostenía unos papeles, debían ser los resultados. Los dejó sobre su mesa y él les miró esperando a que alguno se decidiese a decir algo.

- Tenemos meningitis. – Dijo Cameron.

- ¿Los tres¿Otra vez vamos a tener que poner en cuarentena el hospital? – Preguntó House. Los tres le observaron tranquilos. – Está bien. Medicadla para la meningitis y cuando mejor mandarla a casa.

Se levantó y cojeó dando la sensación de que le estaba costando caminar más que nunca. Cameron se dio cuenta y se quedó preocupada. Formaba parte de ella, como el respirar. Algo innato. El preocuparse de una forma tan desinteresada por otros la hacía única.

Golpeó con el bastón en la puerta. James Wilson MD. No obtuvo respuesta. Volvió a golpear más fuerte e insistente. Lo haría hasta que su amigo abriese la puerta que estaba extrañamente cerrada. Wilson raramente cerraba la puerta de su despacho, a no ser que estuviese liando marihuana a alguno de sus moribundos pacientes. Por fin oyó los pasos de su amigo acercarse hacia la puerta y abrirla. ¿Qué le pasaba ese día?

- ¿Pero qué coño te pasa hoy? – Preguntó sorprendido.

- Es Julie, quiere volver. – Dijo Wilson mientras se dejaba caer en la silla.

- No jodas. – Fue todo lo que pudo decir. – Te lo estás pensando… Estás mal Jimmy, muy mal.

- Gracias, eres la clase de amigo que uno necesita en estos momentos. – Dijo sarcástico.

- Lo sé, es un don.

Se vieron interrumpidos por un golpe leve en la puerta y una tímida Cameron asomando ligeramente.

- ¿Sí? – Preguntó House mirándola fijamente.

- Mandy, la paciente, tiene convulsiones.

Se llevó la mano a la frente y pareció pensar durante unos segundos. Suspiró profundamente.

- Ya hablaremos más tarde. – Dijo dirigiéndose a Wilson.

Salió del despacho del oncólogo rozando levemente con la mano el brazo de Cameron para que le siguiese. Le miró sorprendida y agradada a la vez. Aquel gesto no era necesario porque le iba a seguir de todos modos. Sintió una leve presión en el pecho y siguió a su jefe por el pasillo.