Leche, tostadas y miel.

Prólogo: Molestar.

- ¿Y ahora qué pretendes? Ya mentí lo suficiente… -murmura Fye, alicaído y contrariado, pero sin dejar de sonreír adormilado.

- Contigo nada…

- Nosotros debiéramos hacer un pacto…

- Contigo nada –insistió Kurogane, cortante, provocando que el otro se exasperara, juntando los dientes- … ¿Te has dado cuenta de las incoherencias que sufre tu cabeza? –sonríe malicioso.

- De la incongruencia que es entablar una conversación contigo.

- De lo estúpido que eres.

- De lo harto que me tienes, Negrito… -le dice y se suelta de su hombro, mirándolo con malignidad y satisfacción al ver que lo provocaba.

- De cómo aprendí que hablar contigo es no hablar en serio…

- De cómo me di cuenta de que hablar contigo es peor que hablar con la pared… -bufa, se cruza de brazos y se sienta en las sayas de un árbol especialmente grande y nudoso.

- De lo poco insistente que eres…

- De lo curioso y divertido que puede resultar que alguien tan desagradable sea tan apetitoso… -Fye alzó las cejas y sonrió con sorna, haciendo que Kurogane desviara la mirada y se sonrojara casi a más no poder

- Imbécil…

- Como una chirimoya…

- ¿Qué tienen que ver las chirimoyas?

- Son tan feas, pero tan deliciosas… -se encoge de hombros y sonríe, como diciendo las cosas al aire. Kurogane baja la mirada, como si de pronto sus zapatos fueran de lo más interesantes y detallados. Se mordía la lengua porque no sabía cómo contestar, y ya no le servía de mucho fingir.

- Te rindes tan fácil…

- Me rindo tan difícil. Lo sabes. –niega con la cabeza, y se echa en la hierba acolchada

- Eres imposible.

- Eres inasible… -Fye pronuncia la última palabra de sobremanera, sin borrar esa inquietante y amable sonrisa de soslayo

- …

- No sé exactamente si como una chirimoya o una berenjena…

- Deja de decir estupideces

- No es una nimiedad, es una beldad alegórica…

- ¿Entonces…? –murmura entre dientes el de estatura más alzada, perdiendo la paciencia.

- Las chirimoyas son horribles, así verdes negruzcas, como habitadas por quizá que hongos… pero a pesar de eso son de lo más apetitosas. Exquisitas. Una delicia…

- ¿Y…?

- Y… como tú. Eres tan desagradable y malhumorado, mas eres una ricura –explicó, a lo que el otro prefirió evadir el comentario, bajando la mirada incómodo.

- ¿Y qué tienen que ver las berenjenas…?

- Las moradas berenjenas son la contrariedad de la existencia. O de ti, solamente. Únicamente.

- No… ¿qué es un…?

- Mira, mira… las berenjenas purpúreas, violáceas o negritas, como quieras llamarlas; son brillantes, redonditas, esbeltas y hermosas. ¿Las has visto? No creo que haya una verdura más hermosa que esa… pero. Ahí está el pero –le dice divertido, jugueteando con la mirada penetrante- ¡Saben horrible!

- ¿Qué estás insinu…!

- Nada, nada… -replica calmo, y sonríe entre perverso y angelical – Simplemente digo que… puede que tu belleza externa no refleje necesariamente tu frescura al ser

consumido. Tendría que preguntarle a un antiguo consumidor o probar por mí mismo para…

- Aaarrrgggh… ¡cállate! –se cuelga a su cuello, con furia, comprendiendo al fin, mientras el otro permanece igual de reflexivo

- Sí… yo creo que eres más como una chirimoya… -suspira y sonríe, se acomoda mejor en la hierba algodonosa y alza la mirada al cielo. Se veía claramente cómo en sus claras pupilas se reflejaba ese brillo áureo del sol. Y su sonrisa era casi áurea también, así de radiante y sinceramente feliz. Cerró los ojos y soltó un suspiro medio burlón. Era todo un juglar¿no creen?

Luego de juguetear un rato con sus dedos dirigidos al cielo, sin mirar a Kurogane, murmura un par de cosas curiosas…

- ¿Y sabes por qué las chirimoyas son así de feas…?

- Nh…

- Tengo una teoría… mira, yo creo que son feas como defensa ante las aves crueles y despiadadas que quieran picotearlas… y comer de su espumosa pulpa y esas cosas que ya tú sabes, Kurorín… - dice como en degradé grotesco… así terminando todo en un susurro.

- ¿Aves…?

- Sí. Entonces ellas nacen con esa cáscara verde y machucona para que las vean feo y sientan miedo de envenenarse. ¡Pero así no saben de lo que se pierden! – replica emocionado y sonríe, dando pasos medio tambaleantes.

- Ya cállate… -

- Entonces, ahora te diré que yo me siento como un ave… -dijo al fin, antes de sentarse, no sin antes soltar unas carcajaditas divertidonas.

- Eres imposible … -murmuró Kurogane, que sin bien había fingido desinterés, realmente había estado muy atento escuchando todo lo que el albino sujeto decía, y pensaba de tanto en tanto lo milagroso que sería entender más de la mitad de lo que dijo… era tan recóndito, pero al final, todo tenía sentido en sus labios.