Prefacio

Era un día lluvioso cuando lo pensé. En realidad todo el día había estado húmedo. Salí de mi casa hacia la universidad y el paisaje era húmedo, continuó estando así durante las clases, y cuando volví a casa seguía húmedo.

Era un día húmedo.

A estas alturas ya alguien se habrá maravillado de mi logística, pero no es de eso que voy a hablar. Soy una persona normal: vivo en una casa de ladrillo, estudio una carrera, escucho música, leo cualquier cosa que me parezca lo suficientemente interesante y veo la tele como cualquier otro, aunque casi nunca voy al cine ni hablo por teléfono.

Sin embargo un día decidí comenzar a escribir algunas de las millones de cosas que me pasan por la cabeza a cada hora y ésa es la razón por la que estoy aquí. Simple y llana, sin mayor ciencia. O al menos es más fácil de explicar que el porqué la integral y la derivada de la función exponencial natural son exactamente iguales no sólo entre sí, sino a la misma función exponencial.

Pero tampoco estoy aquí para hablar de eso y ni siquiera importa realmente quién soy ni lo que hago en esta vida.

Éste es un prefacio y, por lo tanto, en él hablaré de lo que me tiene aquí escribiendo y a alguien del otro lado de la computadora, en cualquier lugar, leyendo, y es algo tiene un nombre: "Diario activo de un malentendido tipo B-3".

Pero ¿qué es un "malentendido tipo B-3", seguramente se preguntarán y he ahí el porqué de este prólogo. Por tanto, no me molestaré en contar la historia de cómo surgió la trama para el guión, sino de cómo surgió el nombre del mismo:

Un día hablaba con Dios (para quien no sepa cómo se puede hablar con Dios, asistan a una clase de Fisicoquímica y dejen su mente volar un poco), y le conté sobre la trama de esta historia. Él muy atentamente me escuchó y me preguntó cuál sería el título que utilizaría. "No sé", le dije y comenzaba a frustrarme por ello. Entonces él me sonrió y me dijo: "¿Por qué no lo llamas Diario activo de un malentendido tipo B-3?"

Como cualquiera podrá suponer, yo me quedé igual que si me hubiera explicado la Teoría de la Relatividad en coreano.

"¿Qué?" fue lo más lógico que pude decir, de modo que él me miró con su bondad infinita y me habló con la paciencia de un padre que trata de hacerle entender a su hijo de 4 años que una luciérnaga no es un extraterrestre.

"Mira," me dijo, "hay muchos tipos de malos entendidos entre los humanos, y eso lo sé muy bien porque fui yo quien los creó." Esto tenía sentido, pensé yo. "Sin embargo, como todo debe tener un orden en este universo, los he clasificado en cinco ramas principales:

"A- Son aquellos en los que se confunde la identidad del individuo. En estos entran desde conflictos existenciales del "yo", hasta el hecho de confundir a una persona con otra.

"B- Aquellos en los que se malinterpretan sociedad y sexualidad.

"C- Son todos los malos entendidos del tipo orgánico,

"D- Cuando se interpreta incorrectamente la intención detrás de una acción y,

"E- Que son las confusiones que se generan por ambigüedades lingüísticas."

Magnífico, pensaba yo¡esto era mejor que tener la respuesta de quiénes somos y a dónde vamos! Pero tenía una duda…

"¿Y en qué clase entra cuando confundes un color con otro?" le pregunté.

"Eso se llama Daltonismo, pequeña, y entra en la clasificación del tipo orgánico, por supuesto. Pero las que ahora nos interesan para tu trama son las del tipo B".

"¿De sociedad y sexualidad?"

"Así es. Verás, todas estas ramas están divididas en otras a su vez, y éstas en otras más, como un árbol con sus cientos de bifurcaciones. La clasificación B incluye, entre otras:

"B-1: Cuando se piensa que una relación de amistad es en realidad una relación de pareja. Aquí tenemos otras 10 divisiones. Ésta es una rama muy importante en la vida del ser humano, así como una de las más aplicadas. Tú fic también contiene algo de esto.

"B-2: Cuando se confunde a la pareja con algún familiar o viceversa. Ésta tiene 4 subdivisiones y 3 cláusulas.

"B-3: Cuando se confunden las preferencias sexuales de una persona…"

"¡Es ésa!" exclamé yo sin siquiera darme cuenta de que interrumpía a mi estimado Señor. Dios me sonrió.

"Y, claro está, todas las clasificaciones se aplican de forma activa o reflexiva; es decir, que el confundido puede ser tanto otra persona con respecto a ti, como tú misma".

Ahora todo estaba claro para mí. Entonces agradecí a Dios su valiosa ayuda –uno nunca debe olvidar agradecer un favor- y decidí que había llegado la hora de poner un poco de atención al regordete bonachón que daba la clase; un simpático sujeto de negro bigote que siempre llega tarde y termina la clase temprano.

Explicado esto pues, me dispongo a dejarles continuar con la lectura de esta historia que he concebido con la mayor sencillez y, ante todo, para descansar –y hacerles descansar también- del yugo del drama, ya que es suficiente con lo que la vida nos hace pasar día con día, y con el fin de demostrar, además, que una trama se puede enredar hasta el límite sin necesidad de hacer pasar a los inocentes personajes por las penas más amargas.

Así pues, cedo este espacio a dos escritores bastante más tímidos que yo, pero igual de imaginativos, pues serán ellos justamente quienes nos introducirán en este intrincado guión…

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Notas de la autora: ¿Todavía tengo el descaro de poner una nota? Bueno, sí, un poco. En fin, como ven he llegado con nuevo fic. Nunca había puesto un prefacio, pero preferí anticiparme a las preguntas que podrían surgir con el título que he escogido para esta trama. ¿Qué opinan de mi prólogo? Creo que es la introducción más adecuada que puedo darle a un guión de carácter ligero. Ya ustedes juzgarán.