Notas Iniciales: No se asusten, no serán largas. Sólo para anunciar que el siguiente proyecto es dedicado a nenya001 por dejarme montones de veces (ya perdí la cuenta) con una sonrisa inmensa, ganándose un pedacito más de mi corazoncito. Escenas subidas de tono, por ello el rating.


Sumario: "Si amas algo, déjalo libre, si vuelve a ti, es tuyo, si no vuelve... Nunca lo fue"


Torno

Capítulo 001: Un minuto de verdad


— ¡Damas y caballeros! — anunció la profunda voz de Fred con una sonrisa que haría retroceder de espanto al mismo Voldemort, destrozando el profundo silencio de la Sala Común de Gryffindor que reinaba desde hace un par de horas atrás —Jóvenes de nuestro querido y amado Hogwarts...

— Sí, claro — comentó con ironía Ron cruzándose de brazos, no pudiendo evitar la mueca de fastidio en el rostro al toparse una herida en la costilla — Por eso abandonaron los estudios.

— Detalles, detalles — dijo George sentándose con confianza en el piso y con un movimiento de varita hizo aparecer un enorme saco.

— Por cambio de temporada — siguió Fred, como si nadie antes lo hubiese interrumpido — Y siendo algo que no hacemos a menudo en los años que tenemos en el negocio…

—¡Liquidación de artículos! — exclamó George abriendo una manta rojiza, dejando entrever montones de artefactos que lograron retroceder a los más precavidos, mientras que los novatos de Hogwarts corrieron como moscas a la miel.

— Hola Fred y George —saludó Hermione, los gemelos se señalaron uno al otro y fingieron desconocerse mutuamente — Me parece que ustedes hace tiempo decidieron desertar de este sitio.

— Detalles — Fred rodó los ojos, detestando repetir las cosas.

— Pues lo que no ha cambiado desde su salida es que Ron— Hermione miró ceñuda al pelirrojo a ver si le apoyaba finalmente — y yo continuamos siendo prefectos.

— Deberían estar descansando en la enfermería — opinó Fred, poniendo una expresión de preocupación total.

Hermione alzó el mentón, desafiándolo con su actitud a que le importaba menos que un comino el dolor de su hombro siempre y cuando lograra evitar algunos trucos sospechosos de los gemelos.

— La cuestión es que no puedo permitirles que vendan sus productos en medio de la Sala Común de Gryffindor. Es más, ni siquiera sé cómo han llegado aquí.

Los gemelos se miran y sonríen ampliamente antes de responder al unísono «Detalles»

Hermione bufó irritada y antes de decir algo, George la tomó del hombro no lastimado y le golpeó suavemente.

— Por ser una amiga de Ron te dejaremos a mitad de precio una pócima que te curará en un dos por tres ese hombro —

Por la mirada que Hermione le dirigió, le declaraba directamente que ni aunque le pagasen mil galeones tomaría siquiera una gota. Ella preferiría ese amargo líquido que tenía que beber cada 4 horas, durante un par de semanas. Ya faltaban 3 días y no iba a echar a perder el tratamiento por unos instantes.

— Bueno, si no vas a comprar, permítenos el paso que tenemos muchas ofertas por hacer y recibir.

— ¡Pero ustedes no pueden! — gruñó Hermione y con una mirada asesina fulminó a Ron quien se encogió de hombros.

— Vamos, Hermione, un poco de humor no vendría mal.

«¡Pretextos! Primero el temor a sus hermanos, ahora esto. ¡Al diablo!» Hermione se colocó las manos a los lados de la cadera, y comenzaba a perder la paciencia.

— No quiero explosiones — comenzó Hermione enumerando inconscientemente con los dedos — ni vómitos, ni arcadas ni incendios, ni...

— ¿Anotaste eso? — preguntó George al ver a Fred recogido.

— Me pregunto si los calderos de Pociones explotarían a sólo 40 grados. Sigue hablando, Hermione, te mandaremos comisiones por derechos de autor.

— Si no se detienen en este preciso instante...

— Ya somos mayores de edad, Hermione — le cortó Fred mirando a George al instante, para que continuase la frase.

—Así que el cuento de «lechuza a mamá» pasó de moda.

Hermione soltó una profunda bocanada de aire, y apretó los dientes antes de soltar sus siguientes palabras.

— No podré acusarlos con su madre, menos aún llevarlos con la profesora McGonagall, puesto que ya no son estudiantes de Hogwarts...

— Chica inteligente — exclamaron los gemelos con genuino alivio.

—Entonces el castigo que puedo recibir por hechizarlos no será tan fuerte.

Ron miró a Hermione como si de repente ella hubiese dicho que iba a casarse con Zabini, el odioso tipo de Slytherin.

Fred y George miraron fríamente a Hermione, luego observaron alrededor de toda la sala, percatándose de los rostros impávidos de los alumnos. George codeó a su gemelo e hizo algunos gestos que los demás no comprendieron, pero en los genes compartidos debía existir un lenguaje silencioso, porque Fred le entendió al instante y entonces los gemelos rieron sin disimulo.

Entonces se volvieron a Hermione, con seguridad renovada.

— Claro, comprendemos, estaremos calladitos y no haremos bulla.

— No más de la necesaria.

Hermione sintió que sus mejillas se teñían de rojo y el labio inferior le temblaba.

— No me malinterpreten.

— ¡Eso jamás!

Todos los estudiantes murmuraban, haciendo sentir más nerviosa a Hermione, quien trataba por todos los medios mantener el temple.

— Y por aquí creo que tenemos una pócima para dolores musculares — George se puso a rebuscar en una bolsa verde que hizo aparecer de la nada —Lo necesitarás después, Hermione.

Ron frunció el entrecejo y encogiéndose de hombros, se sentó junto a su mejor amigo, haciéndole a un lado el brazo derecho, sin poder sacarlo del mundo de Morfeo.

— Esto es serio — les cortó Hermione — No puedo permitirles que...

— ¿Jugo de calabaza? — George ignoró a Hermione y haciendo aparecer varios vasos de plástico logró que se llenaran heladas bebidas frente a los estudiantes que más cerca tenía.

Por un impulso Hermione se mordió el labio inferior. Aún tenía el sabor amargo de aquella pócima que le dio la enfermera en la mañana, y no podía comer o beber en el lapso de media hora, que ya había transcurrido. Justamente iba a pedirle a Dobby un dulce para quitarse la horrible sensación del paladar cuando los gemelos hicieron su mágica aparición, lo cual es algo ya bastante extraño, puesto que nadie se puede aparecer dentro del colegio. Los hechizos están desde que los 4 fundadores establecieron el encantamiento como forma preventiva de que los chicos visitaran los cuartos de las chicas sin tocar las ya encantadas escaleras.

—¿Te sirves? — preguntó Fred haciendo unos movimientos con la mano y entregándole la refrescante bebida.

—Esto no significa que...

—Hermione, por favor. Jamás trataría de comprar tu permiso, sabiendo que no lo obtendría así

Hermione se llevó la bebida a los labios, aún dudosa, pero perdió todo miedo cuando George sacó un minifolleto y se dispuso a explicar:

—Es el truco de la «Bebida de la nada», aquí se explica cómo poder galantear a una linda chica, o cómo ganarse amigos con facilidad con un refresco. Y no se preocupen por los días fríos, con un encantamiento no podrán quemarse al hacer aparecer el chocolate caliente.

—Eso sí, averigüen antes qué bebida prefieren a las personas que harán el truco — agregó Fred, mirando con una pícara sonrisa a Hermione.

El líquido dulce y helado ya había pasado por la garganta de la joven, cuando comenzó nuevamente a temer. Luego sacudió la cabeza, y simplemente no pensó en nada más.

—Incolora e insípida — declaró George colocando a Hermione en el centro de la Sala Común. Por instinto algunos escupieron el jugo de calabaza.

—Le hemos hecho ligeras modificaciones, y dependiendo de la cantidad de gotas, el resultado será encantador. La máquina de la verdad al instante y por el tiempo que deseen — Fred sacó un pequeño reloj de arena.

— Una gota por minuto — continuó George con una sonrisa traviesa —Eso sí, esperen veinte segundos antes de comprobar resultados.

—Lamentamos que Hermione sea nuestra conejilla de Indias para muestra, pero no existía otra más indicada para declarar la veracidad de nuestras pócimas.

—Apenas pase el minuto — declaró Hermione dejando caer el jugo de calabaza —Ni Peeves, ni cuarto de requerimientos, ni Voldemort los salvará.

Los gemelos retrocedieron al instante de la joven.

—El tiempo ya comenzó a correr. Esta es la oportunidad de enterarse de los más íntimos secretos de Hermione Granger.

Algunas chicas soltaron unas sonoras carcajadas entre los silbidos de los varones presentes. Ron se levantó bruscamente, empujando sin desearlo a Harry quien rodó del sofá.

—¡Alto! ¡ALTO! — declaró el pelirrojo —Ella es mi mejor amiga, la única amiga que tengo, honestamente, y no permito que le hagan esto.

—¿Acaso no hay algo que quieras saber de Hermione? —le picó Fred.

—Bueno... — Ron sacudió la cabeza al instante —¡Esto se acabó¡ ¡Y es en serio!

—Aprendan a valorar a su hermano — Hermione se salió del centro y pasó un brazo alrededor de la cintura de Ron — Es una grandiosa persona, lleno de grandes virtudes y ustedes no hacen más que despreciarlo.

—¿Acaso quieres formar parte del clan Weasley? —indagó George cruzándose de brazos y mirando extrañado a su gemelo, quien le imitó, dando la apariencia de un padre celoso. La posición era una gran farsa, puesto que ellos ya sabían la respuesta.

—¿Qué está pasando? — indagó Harry sobándose la parte posterior el cuello y acercándose a sus amigos.

—Fred y George han dado a Hermione una gota de Veritaserum y entonces ella...

—Nos hacen perder tiempo. Hermione ¿Qué opinas de Draco Malfoy?

Sin poder detener su lengua, Hermione soltó con la naturalidad al momento de exponer una lección que se sabía de memoria.

—Millonario, rubio y hermosos ojos grises... — lo que siguió a su confesión quedó totalmente callado por los sonidos de exaltación que soltaron las chicas.

Hermione les fulminó con la mirada.

—Hermione y sus confesiones. Si esto no les demuestra la veracidad de nuestro jugo, no sé qué más lo hará.

—Y con una actitud tan apestosa como los trucos de los Gemelos Weasley —soltó Hermione colocando las manos a cada lado de su cintura, luego pareció recordar una amenaza sobre un hechizo, y buscando entre sus ropas, mostró la varita de dragón y apuntó a los gemelos.

—¡Espera, espera! — George se colocó detrás de Fred quien de inmediato buscó refugio en la espalda de George.

—Hermione, vayámonos — le dijo Harry tomándola del hombro. Ron, con el entrecejo fruncido, la empujó hacia la salida de la Sala Común.

— Yo no permitiré que sigan con sus trucos — Hermione se llevó una mano a la cabeza y se mordió con fuerza el labio inferior antes de susurrar sus siguientes palabras — Te han despertado, yo no quería que...

—Tranquila — Harry la seguía llevando hacia la salida.

—¿De verdad que te encantan los ojos grises de Draco? — masculló Ron mirándola como si le hubiese salido un tentáculo en la mitad de la frente.

Hermione rodó los ojos y sacudió con la cabeza, sintiendo como si le hubiesen dado consecutivos batazos en la nuca.

—Ron, te estimo bastante, pero a veces...

—No, no quiero saberlo — Ron se llevó las manos a las orejas —Si me vas a decir algo, que sea cuando quieras.

—¿Te duele bastante? —preguntó Harry preocupado, arrimándola en la pared junto al retrato de la Dama Gorda, quien de inmediato se acogió a su interrumpido quinto sueño.

Hermione sollozó unos instantes y asintió.

—Es como si golpearan con fuerza una puerta y la puerta está en mi cabeza

—Esto ya es el colmo.

Ron dejó a sus mejores amigos y volvió a la Sala Común pasando por el retrato de la Dama Gorda que murmuraba fastidiada entre sueños la indecisión en entrar o quedarse afuera.

Hermione se recostó en el pecho de Harry, quien fue deslizando suavemente los dedos en medio de los bucles castaño, acariciándola lentamente.

De pronto Harry sintió un cosquilleo en el cuello y una extraña sensación le recorrió la médula al sentir cómo las piernas de Hermione le rodeaban la cintura, quitándole cualquier rastro de sueño que pudo existir en él, y obligándolo a apoyar sus brazos en la pared.

Los agonizantes sesenta segundos estaban llegando a su límite, la mente de la joven se llenó de una espesa cortina de neblina entre susurros de Harry que repentinamente cesaron.

El sabor de la calabaza se le antojó más delicioso ahora, y movió su cadera con más decisión, apretando más a su prisionero. Hermione movió sus labios, aparte de la actividad que realizaba, para expresar un par de palabras.

El retrato de la Señora Gorda volvió a abrirse con más refunfuños de parte de la mujer quien reclamaba cinco minutos de sueño.

Ron caminó hacia Harry, ayudándole a sostenerla, puesto que parecía que ella iba a desmayarse en cualquier instante.

Antes de cerrarse el retrato lo último que pudo escucharse adentro, aparte de unas sonoras carcajadas fue un «A estas alturas ya le pasó el efecto de la poción»

—Estos dos son unos desalmados — masculló Ron fastidiado, soportando un tanto el peso de Hermione quien se quejaba quedito — Dicen que Hermione se percató que había tomado Veritaserum y que estaba tratando de resistirse, los dolores de cabeza se le pasarán luego de dormir, y no recordará nada.

Harry tenía una expresión taciturna, y Ron trató de cambiársela.

—Vamos, no es más grave que cómo llegó luego de ya-sabes-qué.

—Será mejor dejarla en su habitación.

—Pero no podemos llegar hasta allá.

Harry asintió, recordando lo sucedido hace un par de años atrás, cuando siquiera pusieron un pie en los escalones del cuarto de las chicas.

Llevaron a Hermione al cuarto de los chicos, ignorando la mirada interrogativa de Finnigan que le siguió a su «¿Tomó whisky de fuego?»

La cama de Ron estaba lleno de algunas estampas de quidditch quienes anunciaron apunta de grititos que se encontraban ahí y no querían ser aplastadas.

—Lo olvidé— murmuró Ron observando un vacío en una de las páginas —Me falta la de «Dorados de América» y llenaré el álbum.

Harry recostó a Hermione en su propia cama, y la joven se hizo un ovillo al instante, apretándose la frente, como deseando que el martilleo cesara.

—Será mejor que la dejemos descansar — comentó Ron al percatarse que parecía que a Harry se le había comido la lengua el ratón.

Los dos miraron a Seamus quien entendió la indirecta, recogió sus piezas del estadio de Quidditch que estaba armando, murmurando entre dientes lo increíble que era que lo sacaran de su propia habitación.

Harry y Ron volvieron a la Sala Común, los dos queriendo degollar lenta y dolorosamente a los gemelos.

Después de todo, estuvo mal engañar a Hermione y todo tiene su límite ¿No?

Soltando una profunda bocanada de aire, Harry se hundió en el sillón en el cual antes se había quedado dormido, y por instinto miró hacia Ron, quien se había puesto de brazos cruzados, como queriendo vigilar de cerca a sus hermanos, un papel que verdaderamente no le quedaba, pero así era Ron, cuando se le metía algo entre ceja.

Harry no se lo reprochaba, en ello se parecía a Ron, aunque la forma de actuar en cada uno era tan diferente como la noche y el día.

Un día nublado, claro está.

Harry sonrió levemente ante sus propios pensamientos, muy alborotados desde hace unos instantes.

—¿Y todo esto es legal? — indagó un chico moreno de cuarto año señalando los objetos regados en la manta.

Existía una variedad inmensa de artículos, que daba la impresión de que los gemelos se metieron a la sección prohibida del Ministerio de Magia y saquearon con todo.

Una variedad de artículos atraía la mirada de incluso los más cautos: botellas de variados colores con sus respectivas etiquetas, un pequeño reloj de arena, botellitas incoloras y aparentemente sin nada por dentro, manuales de «Cómo evadir a Severus Snape», «Cómo hechizar a Severus Snape y hacer que parezca un accidente» Tomo 1, 2 y 3, «Cómo saber lo que esconde Severus Snape debajo de su pelo grasiento» y un sinnúmero más, todos escritos por los propios gemelos, colección de cabellos, etiquetados a quienes pertenecieron (y cómo lo consiguieron era algo que obviamente los gemelos no dirían) pequeños aparatos que giraban, una caja que tenía la etiqueta de «Objeto altamente valioso, no preguntar si no planeas comprar»

La curiosidad de Harry se apoderó bastante para alzar la cabeza e indagar con la mirada los objetos que para muchos magos le eran desconocidos, pero luego de tener a un psicópata y sus secuaces detrás de uno por una temporada, a Harry le resultó sencillo reconocer hasta las pociones con sólo echarle un vistazo.

Pasándose una mano por el rostro, y deslizándola hasta su propia boca, por sentirse aún en un sueño, Harry trató de concentrarse en ordenar las ideas de su cabeza, que lentamente tomaba forma al ver los objetos de los gemelos Weasley.

La puerta de la dama gorda se abrió y en la misma, sin dar un paso hacia delante, estaba una enfadada Hermione Granger, capaz de hacer que el más temible colacuerno húngaro escapara con la cola entre las piernas.

La joven abrió la boca para expresar su enojo, cuando prácticamente fue arrastrada por una mancha grande y negra.

Ron fue más rápido que Harry, e incluso algunos más también lo fueron, puesto que le bloquearon el paso. Era una suerte que la mayoría de los curiosos no pasaban del tercer año del colegio, por lo que la baja estatura de los estudiantes permitió visualizar desde lejos a Hermione siendo aplastada por un muchacho alto, de cabello del color de un cielo nocturno ausente de estrellas.

Al levantarse, murmuró unas disculpas y ayudó a Hermione a ponerse de pie, o al menos intentó, porque antes de siquiera rozarle la mano, Ron Weasley empujó al torpe (quien logró mantenerse, quizá esperando a que el pelirrojo actuara así) y de un solo tirón Ron levantó a su amiga.

—A ver si te fijas por dónde vas — le reprochó Ron al otro estudiante —No está permitido correr por los pasillos ¿De qué casa eres? No pareces de Gryffindor

El otro soltó una risita.

—Lamento mi torpeza, juro que he tratado pero finalmente no lo he conseguido. Es que estaba en búsqueda de Hermione Granger.

—Pues le atinaste — comentó George conteniendo la risa.

Quizá eran demasiadas fulminaciones con la mirada que Hermione había lanzado en aquel día, pero no pudo evitarlo.

—Necesitaba ayuda con ciertas pociones que se me están complicando, y sé que ella nunca ha fallado en los procedimientos.

Hermione se inquietó un poco, tanto porque se intimidaba ante la expresión de sus logros estudiantiles de parte de alguien que no era profesor, como por el recelo que le daban esos ojos de color de la plata.

Y esos ojos fue lo que más llamó la atención del joven.

—Deberías ayudarlo, «Hermione-ojos-grises» — dijo Fred haciendo hincapié en sus últimas palabras.

Hermione les miró extrañada y no le gustó la risita que soltaron los estudiantes.

Con disimulo observó los ojos azules de Ron frunciendo el entrecejo, notablemente no estando de acuerdo que aquel chico salido de la nada se llevara a su amiga para que le ayude en Pociones. ¡Es el colmo! Si ella se lo niega al pelirrojo, y siendo supuestamente su mejor amigo.

Hermione se percató también de unos intrigantes ojos esmeraldas, a lo lejos, entre la multitud, y retomando esa resolución de dejar abierta la puerta, se volvió hacia el chico de ojos grises.

—Vamos a la biblioteca — dijo cortés, ignorando los silbidos de los chicos —Conozco una serie de libros llamada «Procedimientos Prácticos Para Pociones Complejas» ¿En qué nivel estás?

—En el Séptimo

—Buscaremos entonces el catorceavo, sé dónde está. Lo acabé de leer la semana pasada.

Hermione no se volvió a sus compañeros, menos a sus amigos, aún sintiéndose extraña a la sensación de que ella era quien dejaba en libertad y era ella quien se marchaba.

La dama Gorda protestó fuertemente cuando todos de la Sala Común salieron de golpe para seguir con la mirada lo más posible a la prefecta que dejaba a un lado sus labores para ayudar a un completo desconocido.

—Bien Harry — Fred y George se colocaron uno a cada lado del joven —Eres nuestro socio accionista, y estamos eternamente en deuda por lo que has hecho, aún así negocios son negocios. Tenemos en una caja algo que te será de mucha utilidad. Y sabemos que nadie más que tú está en la capacidad de gastar lo que vale.

Harry frunció el entrecejo por unos instantes, dudoso de qué era lo que podían ofrecerle el dúo de pelirrojos que fuera a serle útil.

Pero entonces su mirada se cruzó con otra plateada, cuyo dueño había volteado brevemente.

Y entonces Harry haló a los gemelos a la Sala Común.


Continuará...