Los personajes que aqui aparecen no son míos, pero la historia sip, espero les guste y dejen reviews por si quieren algunos capitulos más, no se que tan larga pueda ser pero considero que no mucho, por que este puede no ser el unico cpitulo de esta historia.


No era la primera vez que la tomaba. Hacia ya 6 meses que se encontraba en aquel planeta desconocido, la tierra había sido invadida por estos extraterrestres, la resistencia duró poco tiempo los invasores terminaron con ella a la semana de haber arribado. En pocos días habían arrasado con la mayor parte del planeta, exterminado un gran número de seres humanos.

Querían expandir su imperio por todo el universo, la tierra representaba una buena oportunidad, era un planeta con las condiciones perfectas, y los seres que la habitaban bien podían servir como esclavos.

Estaba auxiliando a heridos, en el refugio de su casa, era un muy grande, al menos para 50 personas, lo había planeado como taller, pero le dio un mejor uso, adaptándolo como lugar de resguardo, creía que era un lugar seguro difícil de encontrar, pero no fue así al quinto día los habían encontrado, y aquellos alienígenas habían matado a los herido y se la habían llevado presa, desconociendo al principio su suerte y al final maldiciéndola.

No había sido fácil sobrevivir en un mundo extraño, alejada completamente de sus familiares, de su raza, de su forma de vida, de ser libre a ser esclava, una esclava con pocas o ninguna obligación físicas, es decir, no tenía que hacer de doméstica, y ella hubiese preferido a hacer aquello en vez de atender al dueño de todo aquello.

Vestida únicamente con una camisola y una larga falda larga que le llegaba a los tobillos, sus pasos custodiados por los de unos guardias se dirigían a una de las habitaciones más importantes de aquel palacio, sus hermosos ojos azules ahora carentes de todo brillo de energía y vitalidad, se fijaron en su falda, la misma que todas las que como ella llevaban, un triste suspiro salió de su boca al recordar su pasado y su actual situación. En muchos aspectos aquel planeta le parecía mucho más retrógrado que su tan querida tierra.

No era la primera vez que la tomaba, y estaba decidida a cambiar su destino, y para ello necesitaba usar las únicas armas que tenía, pero también sabía que no iba a ser nada fácil, y como muchas veces antes había sucedido debía de tragarse su orgullo. Levantó su rostro, y se irguió, no la verían derrotada, la verían como realmente era, una mujer bella, atractiva y digna.

- Entra – uno de los guardias habló.

La puerta se abrió cuando estuvo delante de ella, se introdujo en la habitación, la puerta se cerró detrás de ella dejando a los guardias en el pasillo.

Era una habitación muy grande iluminada por una tenue luz, con pocos muebles, no había un closet a la vista, seguro estaba escondido en alguna de las paredes al igual que el baño, algunos sillones, y el lecho del impresionante grande, no había más puertas que la que por donde ella había entrado. Grandes ventanales le daban una hermosa vista del paisaje de aquel planeta. Era un simple y enorme cuarto.

Entro en la habitación con paso firme, deteniéndose unos pasos después de haber cruzado la puerta, y ahí lo vio, sentado en su lecho completamente desnudo, esperándola con su oscura mirada fija en ella. Hizo una seña y ella se acercó a la cama, él se acomodó en la misma.

- Acércate más mujer - Era una rara hembra, en su planeta no había ninguna como ella, de mirada y cabellos azules como el mar, por eso la había escogido entre tantas.

- Si -

- Terminemos con esto de una vez, estoy impaciente - añadió –ven aquí ya – ¿Cómo te llamas?

- Bulma, señor – le había hecho un millón de veces aquella pregunta, y esa sería la ultima vez que lo haría, se dijo así misma.

- Vamos colócate encima de mi –

Ella obedeció, se levantó la falda, y se sentó sobre él, dejándola caer, nuevamente, nunca veían el físico de las esclavas se limitaban meramente penetrarlas a saciar su instinto sexual. Sintiendo debajo de su desnuda feminidad la virilidad de él.

– Levántate sobre tus rodillas.

Ella se hincó como se le ordenaba y el introdujo sus manos debajo de la falda de la mujer y acarició sus muslos, y de pronto sin pudor alguno unos dedos se introdujeron en su intimidad, ella dio un respingo y gimió, mientras aquellos irrespetuosos dedos manipulaban magistralmente su interior consiguiendo dilatarlo y humedecerlo lo suficiente para meter su órgano en ella, siempre hacia lo mismo antes de tomarla, aquello la hacia sentirse totalmente humillada. Nunca la tocaba mas allá de lo que era necesario. Los dedos del príncipe lograron estimular el cuerpo femenino, sentir el líquido lubricante de ella lo hizo reaccionar también y ella sintió entre sus piernas el pene endurecido y completamente rígido que se había levantado como asta.

- Ahora, baja sobre mi, y cuando lo hayas hecho comenzarás a moverte suavemente -

- Si mi señor -

Una de sus manos tomó el miembro erecto acomodándolo en la entrada de su interior, deslizándose lentamente sobre él mientras lo soltaba, sintiéndolo poco a poco dentro de ella, cuando finalmente estuvo segura de no lastimarlo se dejó caer suavemente, sintiendo todo su tamaño atrapado en su interior, un gemido salió de la boca del sayayín y no fue el único cuando ella comenzó a moverse sobre él apaciblemente como si montara a caballo.

- Eres excelente, por eso me gustas –

- Gracias señor – logró decir con un dejo de amargura.

De pronto el sayayín giró sobre la terrícola, y comenzó a embestirla cada vez con más fuerza, las manos femeninas se aferraban a las sabanas de la cama y fuertes gemidos se escapaban de su boca, mientras él la utilizaba. Cuando estuvo satisfecho salió de ella y se recostó a su lado.

- Eres obediente terrícola - Dijo sin dignarse a mirarla.

Su interior estaba lleno de ira, de frustración y tristeza, era ahora o nunca, posiblemente fuera un arma de doble filo pero estaba dispuesta a arriesgarse.

- Mi, señor, me gustaría agradecerle su gran bondad -

- Jajajajajaja… ¿Yo bondadoso?... jajaja, me haz hecho reír mujer, es el mejor chiste que he oído jamás, está bien me gusta como se oye eso, te lo concedo.

- Gracias mi señor

Bulma se dio vuelta hacia el príncipe, y por primera desde que había llegado y estado con él, admiró su bien formado cuerpo, se colocó sobre él, y se apoderó de su boca, causando gran sorpresa en el sayayín dejándolo completamente atónito. Los besos de la humana se hicieron cada vez más ardientes al igual que las caricias que colmaban el fuerte pecho de Vegeta y una vez más rodó sobre ella separándose.

- ¿qué te propones mujer?

- Agradecerle y agradarle a mi príncipe, pues a él le debo la vida.

La muchacha volvió a besarlo ardorosamente consiguiendo la respuesta por parte de él, mientras se besaban se giró nuevamente sobre él, pegándose a totalmente a él, sintiendo al fin la magnificencia de su duro y fuerte pecho contra sus suaves senos, la reacción de él fue apretarla mucho más hacia él, sorprendiéndolo ante la reacción de su propio cuerpo de tenerla aún más cerca, sin interrumpir los besos en un movimiento la hizo quedar nuevamente bajo de él.

Una mano tomó posesión de uno de los pechos, apretándolo desesperadamente, el príncipe sayayin estaba consternado por su reacción jamás nadie, había hecho a su cuerpo actuar de aquel modo, nuevas sensaciones y necesidades lo comenzaban a acosar, su corazón latía a mil desbocado, sus deseos eran incontrolables, cosa que no le desagradaba en lo absoluto. Se percató que su esclava era placenteramente voluptuosa, y quería constatarlo con sus propios ojos. Se separaron un instante pues el aire comenzaba a faltarles.

- Quiero verte, mujer, quítate la camisola.

- Prefiero no privarle de ese placer -

Una mirada de picardía se asomó a los ojos de Bulma, Vegeta entendiendo la situación en que se hallaba su cautiva, le subió la camisola para quitársela pero al descubrir los enormes y firmes pechos que subían y bajaban rápidamente al compás de la agitada respiración de la muchacha, en cuyo centro se hallaban erguidos un par de enormes y rosáceos volcanes respectivamente, su vista se perdió en ellos, admirándolos. Bulma sonrió para sus adentros, le gustaba como el príncipe la miraba extasiado, la reacción que él había tenido, podía sentirla sobre su vientre.

Los dedos de Vegeta abordaron los senos masajeándolos gradualmente y en un instante ambas manos se encontraban en cada uno de ellos abarcándolos totalmente, recorriéndolos, apretándolos contra ella, aprisionándolos en sus manos sintiendo su suavidad, su tamaño, la dureza de los estimulados pezones contra su palma, en ocasiones encerrando entre sus dedos únicamente las endurecidas puntas estrujándolas. Jamás había sentido un placer igual se hallaba completamente excitado, sus cuerpos estaban sudorosos, ardientes exigiéndoles cada vez más.

- ¡Aaaaaaaah!

La exclamación placentera de Bulma y sentirla frotarse contra él en un acto involuntario lo enloqueció provocándolo aún más.

- Necesito poseerte.

Las manos del sayayin dejaron rápidamente los pechos de la mujer y levantaron la falda, se posisionaron en sus nalgas y la acomodaron para él, sus piernas separaron las de ella sin ninguna dificultad, abriéndole el espacio para llegar a su interior, empujando ansiosa y vigorosamente contra ella una sola vez entrando una vez más, ambos gimieron en ese instante.

Sintió el pene hinchado poseyéndola violentamente y sin dificultad, lo sintió moverse dentro, los brazos femeninos se aferraron a la espalda masculina. Ella lo rodeó con sus piernas logrando así que la penetración fuese mas profunda y esa nueva sensación fue maravillosa, entonces sus movimientos se tornaron feroces, empujándola cada vez con más potencia, quería escuchar que como la intensidad de sus gritos se incrementaba con sus enérgicos movimientos, colmando sus oídos de placer.

Los encuentros anteriores habían sido fríos, solo la utilizaba para desahogar su calentura y sus ganas en ella como en muchas otras, ni siquiera se atrevía a tocarla más allá de lo estrictamente necesario, sin embargo por un momento logró que la deseara y no fuera tan hosco con ella, y supo que ella podría con el tiempo esperar un trato más "digno", por llamarle de algún modo pero aquello no sería fácil de lograr.