Capítulo 32: "El Hombre que fue Salvado por su Amor"

Ella se había preparado para ser lo que era, la joven más deseada y perfecta que su madre solía decir. ¿No debía tener siempre lo mejor? Aquel muchacho de ojos dorados que aferraba la mano de su inquieta e irritable hermana sí que era apuesto. Sí… era él, no cabía dudas, Inuyasha Taisho, heredero de una de las fortunas más grandes de la región… y también el soltero más cotizado. Sí, él, perfecto para ella. No le sorprendió demasiado que al terminar el baile el muchacho estuviera a su lado, deseando bailar con ella, por eso posó su mano en la suya, y le hizo saber, sólo con ese gesto, que era el elegido.

Y sin embargo sus ilusiones poco a poco se fueron desvaneciendo. Él deseaba ser soldado, qué locura, un oficio por lo demás de muy baja clase. Y por sobre todas las cosas era tan orgulloso que se negaba a aceptar la cuantiosa herencia de su padre. Aún así se mantuvo a su lado, -"ya lograré hacerlo cambiar de opinión"- se decía. Pero Inuyasha se había ido de viaje a buscar su propia fortuna… bueno, eso no estaba tan mal, si conseguía más dinero iba a ser más beneficioso para ambos… para ella. Y esperó, pacientemente más años de los que debía, viendo a sus amigas casarse y ella esperando pacientemente al novio. Debía hacerlo, él iba a volver muy rico y luego más rico sería con la fortuna del padre. Pero todo se había ido a la basura cuando todo aquello no fue así… y más… cuando él volvió convertido en la bestia que era… tanto años esperando, tantas ilusiones rotas… se sentía engañada, humillada, hasta traicionada por él… lo detestó por el tiempo perdido, lo odió y hasta se alegró que le sucediera aquella desgracia

- "Se lo merece por haberme herido" - Murmuró con desprecio.

Kagome había escuchado su relato cada vez sintiendo que menos la conocía… no, esa no era Kikyo, no podía sentir tanto resentimiento, tanto rencor, tanto odio contra una persona que hasta había decidido casarse con ella, que algún día había sentido amor por ella. Ocultó el rostro entre sus manos, sentía que se le revolvía el estómago, que se debilitaba, que necesitaba aire porque se ahogaba. Se produjo un silencio tan estremecedor que el tic tac del reloj le golpeteó en la cabeza. Suspiró pesadamente y levantó el rostro con ojos tristes y abatidos hacia su hermana, que estaba en la misma posición en que la había visto por última vez, su rostro estaba extrañamente tranquilo, sentada al lado de la ventana con los rayos del sol bañándole el rostro y su elegante vestido. Kagome volvió a suspirar, esta vez la mujer la miró y en sus labios se dibujó una sonrisa que le provocó escalofríos.

- Kikyo… - Murmuró ella apenas.

Alguien entró a la sala, Kagome volteó de inmediato, abrió más sus ojos adoloridos al darse cuenta quien era la persona que se encontraba allí, de pie, con extrema seriedad. El lustroso traje azul oscuro era impecable y los adornos de las múltiples condecoraciones brillaban ostentosamente. La muchacha se puso lentamente de pie y confirmando lo que ya sospechaba. Ese hombre, ese hombre estaba involucrado con Kikyo.

- Vaya… señora… nos encontramos una vez más- Dijo él acercándose a ella. Kagome retrocedió un paso con repugnancia.

- Usted… - Sonrió con ironía y sus ojos brillaron con rencor-… lo sabía… usted…. – Y luego movió la cabeza hacia Kikyo-… y mi hermana… se unieron para… - Ya no podía soportar tanto horror de la situación-… matar a Inuyasha…

- Ya ves… - Dijo ella-… es… mi venganza… si tan solo hubiera muerto…

Kagome tragó apenas y luego volteó escapando casi corriendo de la habitación, necesitaba estar lejos porque tenía nauseas de su actitud, de sus palabras. Salió al jardín y siguió corriendo por el camino empedrado hasta que su brazo fue fuertemente sujetado, alzó la vista y se encontró con la mirada altiva y dorada de Sesshoumaru. Ella retuvo las lágrimas mientras sentía aún que iba a ahogarse.

- Cálmate- Ordenó él con inusitada preocupación, ella tembló deseando soltarse de él pero le fue imposible-Tranquila, tranquila…

Kagome se tranquilizó y respiró profundamente, era cierto, estaba tan agitada que sentía se iba a desmayar, respiró profundamente y el hombre la guió del brazo hasta las afueras de la casa. Kagome se afirmó pesadamente en la pared de cemento de la cerca y desabotonó un botón de su blusa dejando al desnudo su garganta.

- Ya… ya me siento bien… - Se quejó con un hilo de voz. Volvió a respirar profundamente y luego posó sus ojos en él. Era extraño, jamás había recibido un trato "amable" de aquel hombre, había escuchado que era un tanto frío e introvertido, cualidades similares a la de su hermana, pero esta atención… la sorprendió un poco-… gracias por preocuparse… - Agregó entrecerrando los ojos y tragando apenas. ¿Qué iba a hacer ahora para sacar a Inuyasha de todo este lío? Sospechaba que los médicos no dudarían en declararlo "anormal" (o tal vez utilizarían otro apelativo) para encerrarlo, porque si todo esto era por orden de Kikyo, entonces ellos lo harían sin dudar, a cambio de una cuantiosa suma de dinero.

- Siento lo que ha sucedido… - La voz del hombre la hizo volver a tierra, alzó la vista y se dio cuenta que él tenía una mano entre las suyas, notó lo cálidas que eran, y lo fría que ella estaba.-… yo… no me llevo muy bien con Inuyasha, pero aún así no sabía de los ardides de Kikyo para perjudicarlo… - Kagome notó la sinceridad en la monotonía de sus palabras-… lo he escuchado todo… - Agregó soltando la mano de ella cuando fue consciente de lo que estaba haciendo-… he… vivido un matrimonio que se ha convertido en una farsa… - Agregó enfocando sus ojos en ella-… y ella… no esta bien…

La muchacha pareció no entender sus palabras por un momento, frunció el ceño y respiró profundamente.

- Lo siento… - Murmuró una vez más-… su matrimonio no me importa… yo sólo quiero salvar el mío.

- Y eso esta bien- Agregó él casi entusiasmado- Se aman, con sinceridad… - Sesshoumaru alzó la vista hacia la mansión en donde vivía-… la culpa también es mía… somos como dos desconocidos… apenas nos hablamos… no sentimos nada el uno por el otro…

- ¿Pero porqué se casaron entonces?- Preguntó ella consternada. El hombre bajó el rostro y la observó con tristeza.

- Cuando Inuyasha volvió… ella lo rechazó… - Murmuró-… nuestro padre dijo que el apellido quedaría manchado… en su agonía pedía que hubiera una salvación… tu hermana también nos reclamó… por haber esperado tanto y finalmente no haberse casado con Inuyasha… había que cumplir…

- Y tú te sacrificaste…- Musitó Kagome sintiendo algo de pena por él. El hombre tragó y se irguió en su porte adoptando la postura rígida e impasible que lo caracterizaba.

- Es demasiado tarde para lamentarse… sin embargo… creo que su rencor hacia él nunca se ha disipado… lo odia… lo odia tanto que no descansará hasta ver su cometido…

- Pero Inuyasha esta sano, él se recuperó- Respondió Kagome aferrando las manos a la solapa de su traje- No pueden hacerle nada…

- Haré todo lo que pueda para ayudarlo… - Dijo él asintiendo.-… aunque nunca nos hemos llevado bien… es mi hermano…

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El joven hombre estaba sentado sobre el duro asiento de madera mohosa de su celda, con las manos en el rostro como si estuviera implorando a Dios fortaleza. La tarde había sido eterna y solitaria, poco a poco su espíritu se fue quebrantando, escuchaba los cuchicheos de los presos diciendo que de esta no se salvaba. Y estaba solo, sin Kagome.

Respiró con pesar y se levantó fastidiado. La noche pasó una vez más ante él con extrema lentitud y antes de que el sol apareciera tras las grandes colinas un grupo de 3 médicos entraron a su celda guiados por el sargento mayor. Inuyasha reconoció a uno, era el médico que había asistido a Kagome tiempo atrás, cuando había sucumbido ante una extraña fiebre. Vio en sus ojos la arrogancia y la media sonrisa cínica, a él no le cupo dudas que deseaba perjudicarlo.

- Por favor, Señor Taisho- Ordenó otro médico desconocido para él- quítese la camisa…

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- Veamos… - Leyó el sargento mayor ante su escritorio mientras Kagome, que lucía más pálida que nunca, encrispaba los dedos de puro nerviosismo.- Los médicos lo examinaron y ellos sacarán sus conclusiones… eso tardará un tiempo… luego vendrá el veredicto… sin antes que se presenten los testigos…

- ¿Testigos?- Repitió ella sin entender.

- Testigos que acrediten que el señor Taisho es… - El hombre suspiró agobiado-… eso que dicen que es… será en el ayuntamiento en un par de semanas… ahí se decidirá todo.

Ella lo miró respirando agitada, sentía que desfallecería de tanta angustia una vez más. No podía confiar en que todo saliera bien puesto que sabía de antemano que estaba planeado por su hermana mayor. Pidió ver a Inuyasha una vez más y aunque el hombre tenía órdenes más altas de no permitir visitas, las oscuras ojeras de la bella señora junto con la angustia de sus palabras le conmovió el corazón. La guió por un oscuro pasillo de piedra con olor nauseabundo y atestado de ratas, con hombres que intentaban tocar el borde de su vestido murmurando palabras obscenas y turbadoras. Finalmente vio a Inuyasha de pie, como si estuviera esperándola, ella corrió a su lado y entre las rejas de su celda sus manos se aferraron a las suyas, el hombre se las besó con devoción.

- Ohh¿como estas? – Preguntó ella sonriendo e intentando no llorar. Miró alrededor y se dio cuenta que afortunadamente era la última celda del pasillo y que la del lado estaba vacía, al menos estaba lejos de los otros presidiarios.

- No es como estar a tu lado pero… - Sonrió ante el rostro aterrado de ella-… es una broma…pero estoy bien…

- ¿Te examinaron los médicos?- Preguntó Kagome acercándose tanto a los barrotes como podía. Inuyasha sonrió levemente.

- Sí… hace un par de días atrás… ahora debo esperar qué deciden… - Murmuró mirándola con atención-… dijeron que llamarían a testigos… que confirmen… lo que soy…

- Pero… ¿existen?- Preguntó ella con temor.

- De lo único que estoy seguro… - Musitó él perdiendo sus ojos dorados en ella-… es de Kikyo… Kouga… y Sesshoumaru…

- Él te ayudará, de eso puedes estar seguro.- Respondió la joven aferrando más sus dedos a los suyos. Inuyasha sonrió con amargura.

- Aunque él quiera ayudarme… creo que al fin y al cabo dependo de ella… ¿no?

Kagome tragó nerviosamente sin saber qué decir. Era cierto, dependía de ella pero… si fuera por eso, entonces se tendrían que dar por vencidos… y eso jamás. Kagome bajó la vista, necesitaba idear rápido algo para sacarlo de allí, era obvio ya que a estas alturas las cosas no iban a ser tan claras y honestas como imaginaba Inuyasha… pero ni ella se había imaginado tampoco del rencor tan grande de su hermana. Una de las manos de él se soltó y se posó en su barbilla obligándola a mirarlo, él estaba muy serio esta vez.

- Luces muy pálida… ¿estas enferma?

Ella sonrió. Tal vez su extrema preocupación se notaba más de lo debido en su rostro, aunque no era preocupación lo que tenía sino pánico. Movió la cabeza y sus bucles brillaron en la oscuridad, Inuyasha los acarició como tanto le gustaba hacerlo.

- Claro que no… sólo estoy preocupada… por ti… - Musitó acercando su rostro al de él. Cerró los ojos intentado no pensar en la desastrosa visita a su hermana días atrás, aquel asunto casi la había enfermado.

- Pues no deberías… confío en que las cosas saldrán como debieran… - Mintió él oscureciendo la voz. Y Kagome lo notó, supo en ese momento que él sabía que todo estaba en su contra. Cerró más los ojos intentando contener las lágrimas y finalmente alzó la vista a él.

- Yo te juro… - Sus ojos se centraron en los dorados de él con devoción-… que haré lo que sea con tal de que vuelvas a mi lado.

Inuyasha tragó con fuerza y arrugó el ceño. Ella lucía tan decidida y era comprensible, dada las circunstancias. Pero…

- Yo sé que puedo confiar en ti, amor… - Susurró él rozando sus labios con los suyos-… y sé también que Dios ya no puede ser más injusto conmigo… ahora que finalmente estamos juntos…

Ella sonrió a pesar de su tristeza y lo besó como si de ello dependiera su vida. Inuyasha sonrió y la separó a duras penas cuando escuchó que alguien se acercaba. Los dos jóvenes miraron con resentimiento al sargento de policía que ordenó a Kagome que se marchara. Aferró sus dedos una vez más al hombre mirándolo y no deseando separarse de él. Inuyasha notó su angustia casi desesperada y besó su mano con suavidad.

- Es mejor que te vayas… - Murmuró maldiciendo aquellas palabras. Kagome no se movió, incluso tembló de puro miedo. Él volvió a besarle la mano y finalmente la soltó-… vete…

La muchacha lo observó una vez más y entonces volteó, caminando aprisa por el oscuro pasillo seguida del sargento. El joven hombre apoyó la espalda en el muro de cemento y suspiró. Tal vez no había sido buena idea confiar en que esta vez todo iba a salir bien…

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Habían acordado juntarse en la plaza principal de la ciudad aquella tarde. A él le sorprendió la carta que había llegado a sus manos un par de horas antes a nombre de aquella muchacha, tenía aun clavada en la retina los acontecimientos sucedidos noches atrás en que él junto a la policía habían ido en su búsqueda y luego, su extraña desaparición antes de llegar al pueblo. Kouga observó de pronto a la bella muchacha que se acercaba con lentitud a él. Y maldeció nuevamente la suerte de Inuyasha. Ella se acercó más, su rostro a pesar de ser bello lucía pálido y casi demacrado, las oscuras ojeras se colaban bajo sus ojos y sus labios rosados temblaban de manera casi nerviosa. Se detuvo a una distancia prudente y saludó con un gesto, él hizo lo mismo.

- Usted dirá, señora- Murmuró sospechando de qué trataba. Ella suspiró dolorosamente.

- Yo le ruego… - Gimió con un hilo de voz, estaba tan cansada, pero no se dejaría abatir hasta llegar a las ultimas consecuencias-… le suplico… que ayude a Inuyasha…

- Señora- Respondió él conmovido un poco ante las palabras de ella que parecía estar a punto de desfallecer- No sé qué puedo hacer yo… nada tengo que ver en todo este lío…

- Sé que usted vio aquella noche… - Murmuró Kagome aferrando sus manos a las de él-… más de lo debido… es el único que ha visto más en Inuyasha… exceptuando su familia… por eso le imploro… - Recalcó la ultima palabra-… que no lo perju…

Ella tragó forzosamente y tambaleó. El hombre, sorprendido, intentó sujetarla pero ella pareció recobrarse, se llevó una mano a la cabeza y luego se desmayó. Kouga la socorrió asustado y confundido, cuando la tomó en sus brazos notó la extraña palidez también en sus labios y lo frío de su cuerpo, no dudó en llevarla de inmediato con el doctor.

El joven esperó impaciente en la recepción un largo rato. Las paredes de impecable blanco lo mareaban y lo tensionaban aún más. Recordó la última vez que estuvo allí, sentado en el mismo lugar de espera, cuando era un chicuelo travieso, él junto a Inuyasha con el brazo lastimado luego de haber saltado de un añoso árbol. Sin querer evocó aquellos lejanos días de risas y travesuras, cuando ambos eran amigos inseparables. Suspiró pesadamente. ¿Porqué todo había cambiado de esa forma?... ¿porqué incluso lo había odiado hasta el punto de dispararle sin dudar a quemarropa?... por una mujer… por una mujer que caprichosamente él también quería… Apretó los puños maldiciendo su suerte. En ese momento salió el doctor de la habitación junto con la muchacha que esta vez llevaba su pequeño sombrero en la mano y el elegante vestido algo arrugado. Ella lo miró levemente y comenzó a ponerse los guantes con dificultad, el muchacho se acercó y miró a través de sus ojos azul claro al galeno.

- ¿Cómo esta?... ¿Se encuentra bien?

El hombre lo observó con extraña turbación y movió la cabeza.

- Emm… sí… sí… ella esta bien… - Murmuró no muy convencido. Kouga lo observó esperando algo más, el hombre alzó la vista a él y luego Kagome les habló.

- Esta bien doctor… él puede saberlo… - Dijo ella sonriendo nerviosamente mientras sus mejillas se teñían de rosa. Kouga la miró como si recién la estuviera viendo, era extraño, esta vez lucía más hermosa de lo que él pensaba.

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Estaba gran parte del pueblo esperando ansiosos en la sala principal del ayuntamiento. Allí, en primera fila Kikyo, vestida de riguroso negro, remarcando aún más sus rasgos pálidos y delgados. Algunos cuchichearon acerca de ella y de su raro comportamiento últimamente, pues no solía casi salir de su suntuosa mansión ni siquiera los domingos para asistir a misa, según decía, siempre andaba con miedo que algo le sucediera. Sesshoumaru estaba a su lado, vestido de traje gris y camisa blanca, mirando a su alrededor casi nervioso, contrario a su esposa. Más atrás Sango y Miroku junto a Houjo, que como siempre, lucía tan tranquilo como un cordero. En ese momento Kagome entró seguida de Kouga y los tres médicos. Sango se puso de pie, hacía mucho no la veía y ni siquiera se atrevía a hablar con ella después de su llegada. Bastante le había pesado lo que había hecho en su contra y fue Miroku quien le abrió los ojos. Su amiga amaba a Inuyasha a pesar de todo y por eso había escapado con él. Cuando Kagome pasó por su lado bajó la cabeza avergonzada y mordiéndose el labio, la otra se detuvo frente a ella y saludó con calma.

- Tanto tiempo, amiga Sango.

La muchacha de cabellos castaños creyó escuchar mal, alzó la mirada y vio la sonrisa que su antigua compañera de alcoba le brindaba. Hacía mucho no la veía y sonrió tanto que casi lloró de emoción. Se abalanzó y la abrazó con fuerza gimiendo con tristeza.

- Perdóname, perdóname… yo no quise lastimarte… creí que hacía bien… no quería que nadie te dañara y por eso… - Recordaba la forma en que Kikyo les había dicho como era Inuyasha, porqué había decidido no casarse con él y lo despiadado y horrible que era. Ella cayó muy fácilmente en las palabras de la hermana de Kagome. ¿No había sido su prometida?... ¿no todos decían que era un monstruo?... ¿no acaso ella misma había visto la ira de aquel hombre?. Por eso la ayudó. "Puede confiar en mí, seré su testigo"- Había dicho, a lo cual la mujer le había sonreído abiertamente. Y sin embargo aquello casi le había costado el noviazgo con Miroku. "Te dejaste llevar por las habladurías… sin siquiera pensar en los sentimientos de tu amiga"- Dijo él con seriedad y frialdad. Era cierto, había sido egoísta y desconsiderada y más aún, había traicionado a su mejor amiga.

- Al principio… - Murmuró Kagome y ella la miró ansiosa-… no entendí porqué habías actuado de esa manera… es cierto… me sentí desilusionada…

Sango tragó con dolor y volvió a bajar la vista, avergonzada.

- Oh, perdóname Kagome…

- Tranquila- Sonrió ella sosteniendo su mano, la muchacha volvió a alzar la mirada a ella-… pero lo entendí… siempre quisiste protegerme… - Sonrió abiertamente-… igual como cuando estábamos en el internado ¿recuerdas? Siempre estabas al pendiente de mi… sé porqué lo hacías… porque yo sólo te tenía a ti…

Sango sonrió levemente a través de sus ojos llenos de lágrimas. Era cierto ¿cómo no cuidarla y protegerla si Kagome estaba sola?... ¿realmente sola en el mundo? Pero ahora ya no lo estaba, lo notó al ver como aquellos ojos castaños siempre vivaces y traviesos se dirigieron con ansias y amor hacia el hombre de ojos dorados que llegaba a la sala. Kagome tembló al verlo tan abatido, pero aún así sus ojos que se posaron en los suyos le trasmitieron a él la extraña calidez que calmaba su corazón… y algo más ahora. La muchacha se sentó al lado de Sango y los tres médicos tomaron posición al frente del estrado, en donde Inuyasha permaneció sentado con la vista fija en Kagome.

- Estamos aquí con motivo de lo que todos ya saben, la denuncia que el señor InuYasha Taisho es una persona peligrosa para nuestra sociedad… - Dijo el médico del pueblo quien era el que presidía la junta, con un extraño tono de voz que Kikyo se revolvió inquieta en su asiento. Los otros dos médicos cuchichearon entre ellos mientras Kagome se abrazaba a su misma deseando que todo acabase pronto. – Se le ha realizado una exhaustiva evaluación para comprobar si aquellas aseveraciones son ciertas y requieran de la atención de un lugar apropiado para este tipo de casos… - Kikyo detuvo sus ojos en Inuyasha y el muchacho lo notó, en ese momento su corazón se sobresaltó, ella sonreía de la forma más siniestra que jamás había visto. Tragó con fuerza al darse cuenta de lo que esa mujer era realmente. Y luego sus ojos dorados se posaron en el alto hombre sentado en última fila. Naraku. Su antiguo general, quien desvió de inmediato la mirada, entonces el muchacho tuvo deseos de golpearlo ahí mismo. Kagome tenía razón, aquel hombre era el culpable de la bala en su muslo… y seguro que… por Kikyo. Volvió a posar los ojos en la mujer sintiéndose asqueado-… y hemos concluido… que el señor Taisho se encuentra en perfectas condiciones.- Terminó inesperadamente. La gente comenzó a cuchichear y Kikyo se levantó de un salto sorprendida. Inuyasha que ya se había dado por vencido arrugó el ceño no dándose cuenta del significado de las palabras del médico, sólo al ver la sonrisa abierta de Kagome comprendió que lo que había escuchado era cierto, quiso reír pero Kikyo calló al auditorio.

- ¡Mentira!... ¡Mentira!- Clamó mirando con odio al médico que parecía incómodo arreglándose las gafas en su nariz.- ¡Eso no es cierto!

- Cálmate, Kikyo… - Murmuró Sesshoumaru tomándola del hombro para que se sentara pero ella ni siquiera lo escuchó, sus ojos fríos estaban fijos en Inuyasha.

- ¡Ustedes saben que eso no es cierto!

- Señora Kikyo… - Dijo uno de los médicos de la junta mirándola con severidad- ¿Acaso duda de nuestro diagnóstico?

- Entonces… - Murmuró ella con rencor-… ¿no llamarán a los testigos?

- Basta, Kikyo- Gruñó Sesshoumaru poniéndose de pie y obligándola a sentarse, pero ella no se movió.

- Sí, testigos que digan lo que ese "hombre" es… - Dijo ella con calma. Los médicos se miraron unos a otros y luego de debatir un momento miraron a la audiencia.

- Si hay alguien que tenga que decir algo en contra del Señor Inuyasha Taisho, puede pasar adelante.

Kagome dejó de respirar, sus ojos miraban a su alrededor sintiendo que se desmayaría nuevamente si alguien se ponía de pie. Finalmente sus ojos se posaron en los de su hermana, ella parecía tan desconcertada como todos, porque nadie se había levantado de su asiento. Miró primeramente a Sesshoumaru.

- Tú.

El hombre la observó unos instantes mientras todos en el auditorio parecían haber retenido el aire. Sesshoumaru finalmente sacudió la cabeza.

- No tengo nada que decir.- Respondió secamente.

Ella lo miró con odio, qué más podía esperar de él.

- ¡Tú!- Apuntó luego la mujer perdiendo la cabeza hacia Sango, la muchacha la miró con resentimiento.

- Yo tampoco tengo algo que decir- Respondió la joven y de inmediato recibió las pequeñas palmaditas de aprobación sobre sus manos de su novio. Kikyo se mordió el labio y luego miró a Houjo.

- ¡Usted!

- Lo siento señora- Respondió el muchacho con su habitual tranquilidad- Yo no he visto más que las reacciones de un hombre celoso, eso no significa ser un monstruo… ¿verdad?

Aquello provocó las carcajadas de todos y Kikyo enrojeció fastidiada y casi a punto de perder el control.

- ¿Y usted? Usted sí sabe, lo sé, usted sabe que él es un monstruo.- Su dedo apuntaba a Kouga. El muchacho tragó apenas y la observó. Kikyo quiso reír al ver que el joven se ponía de pie, pero no fue al estrado como suponía.

- Lo que dice aquí el señor… - Dijo, refiriéndose a Houjo-… es cierto, no es más que los celos de cualquier hombre al tener una esposa tan magnífica como la señora Kagome. Cualquiera, en el lugar de Inuyasha, hubiera actuado de la misma manera… o tal vez peor, créanme… yo hubiera actuado de peor forma por proteger lo que quiero…

Todos se quedaron en silencio, Kagome sonrió agradecida al hombre y luego sus ojos se fijaron en Inuyasha, el muchacho parecía desconcertado, sin lugar a dudas le sorprendía la reacción de su antiguo amigo, considerando lo último que había sucedido entre ellos, jamás se esperó aquello de él.

- ¡No!... ¡No es cierto!... ¡Todos lo saben! – Bramó Kikyo herida y dando una pequeña patada en el suelo, todos la miraron algo asustados. La mujer buscó rápidamente con la vista a su ultima salvación, aquel hombre que una vez había conocido en una fiesta y que justo había resultado ser el general del regimiento en donde Inuyasha había hecho su instrucción. Un coqueteo apenas le bastó para convencerlo en desacreditar al muchacho entre sus camaradas y también para acabar con su vida. Y sin embargo ahora aquel hombre ya no estaba, la había dejado sola en una derrota que desde un principio él captó. Kikyo apretó los puños maldiciendo aquel cobarde que la dejaba sola y volteó al estrado fijando sus ojos nuevamente en Inuyasha.- Entonces, yo daré mi versión- Dijo.

Sesshoumaru quiso detenerla pero ella se zafó bruscamente de su agarre, caminó con la frente alzada y se posó al otro extremo mirando de reojo al muchacho que esperaba angustiado a que ella hablase.

Kagome comenzó a respirar agitadamente dándose de cuenta de la verdadera personalidad de su hermana, una mujer siniestra y egoísta, capaz de hacer lo que fuera con tal de conseguir sus objetivos, acostumbrada a satisfacer todos sus caprichos. Así había sido desde que era una niña y aún así era ahora, sin un mínimo de piedad y consideración, acusando a un hombre sólo porque le guardaba el más profundo rencor.

La mujer comenzó el relato nuevamente, esta vez parecía febril, tal vez era el empeño de querer ver encerrado pronto a Inuyasha, o tal vez era algo más. Su frente se perló de sudor y sus ojos castaños brillaron relatando una historia que parecía un cuento de horror. Pero el relato no era como se lo había contado antes a Kagome…

- … tenía grandes colmillos y una cola como el mismísimo demonio, aulló al verme y quiso devorarme… - Gimió ella con los ojos casi entornados. Inuyasha miró a Kagome confundido y la muchacha le devolvió la misma mirada-… era el demonio, tenía el cuerpo mitad cabra mitad humano… dijo que me mataría… dijo que los mataría a todos… a todos…

Los demás la miraron con pena y los médicos tras suyo movieron la cabeza, Kikyo, al darse cuenta que nadie creía sus palabras gimió.

- Todos ustedes son demonios, todos estan en mi contra… sólo yo soy perfecta… yo… mamá siempre me lo dijo… todos son demonios… - Murmuró casi delirante. Los médicos llamaron a dos asistentes quienes tomaron a la mujer de ambos brazos y Kagome se ocultó el rostro sabiendo ya lo inevitable y lo que Sesshoumaru intentaba decirle… ella… no estaba muy bien de la mente.

Se la llevaron a duras penas gritando que todos merecían morir menos ella mientras el médico daba el último veredicto, Inuyasha estaba sano. Kagome se levantó de un brinco y corrió a él mientas el joven la recibía con sus brazos abiertos y sonriente. Ella le dio muchos besos en las mejillas y en los labios y sus ojos se empañaron de lágrimas de felicidad. Inuyasha la retuvo tan fuerte no deseando jamás separarse de ella y de pronto sus ojos se posaron en Kouga, quien los miraba con extraña calma y luego le hacía un gesto con la cabeza, a modo de saludo, él se lo correspondió y el otro muchacho sonrió. El joven de ojos dorados miró luego a todos quienes observaban enternecidos la escena, nadie lo miraba con odio, ni rencor, ni temor. Inuyasha supo, que ya no estaba solo.

- ¡Oh! Estoy tan feliz, tan feliz- Murmuró Kagome abrazándolo más fuerte y suspirando ampliamente. El joven la separó y la observó con una amplia sonrisa.

- Tú me salvaste otra vez ¿verdad? Tú le dijiste a Kouga… y al médico…

La muchacha movió su cabeza y los bucles negros y sedosos se desordenaron graciosamente.

- No, esta vez no fui yo… - Ella sonrió y fijó sus ojos castaños en los suyos-… fue otra… persona… quien los convenció que tú no eras lo que todos creían…

Inuyasha se detuvo en el rostro sereno y complacido de ella sintiendo algo extraño en su corazón, luego la abrazó más fuerte cuando vio el brillo en sus ojos, un brillo que de inmediato él reconoció, lo supo, se lo dijo el corazón.

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La pequeña niña alzó sus pequeños brazos al verlo asomarse a su cunita. Inuyasha le sonrió y la tomó con tanto cuidado como si tomara algo de porcelana. Kagome, que estaba sentada en una silla junto a la ventana observó la escena llena de felicidad. Él miraba a la pequeña tan igual a ella complacido y completamente embobado. Había sido su sueño, el sueño de tener un hijo de ella y aunque alguna vez pensó que eso nunca sucedería, ahora tenía en sus brazos el milagro de su salvación. Aquella pequeña lo miraba absorta con sus ojitos llenos de dulzura y sus labios sonrientes, el muchacho le besó la pequeña nariz y ella balbuceó y rió. A Kagome no le extrañaba la devoción de Inuyasha hacia la pequeña, al fin y al cabo, era ella la responsable de que Inuyasha estuviera ahora a su lado, gracias a ella un conmovido doctor se dio cuenta del amor tan grande que ellos dos se profesaban. Gracias a ella Kouga se había rendido y finalmente había pedido perdón por su comportamiento. La muchacha recordó a su hermana, había estado un tiempo en el sanatorio, tiempo para el cual Sesshoumaru se había ido, al fin y al cabo, ninguno de los dos se profesaba amor. Sabía que Kikyo había salido hacía un par de meses, la había visto justo cuando se iba del pueblo, sola y con una gran cantidad de equipaje. Kikyo la miró y pareció no reconocerla y Kagome sintió tristeza por ella, porque al fin y al cabo era la única familia que le quedaba. Un pequeño pony rebuznó allá abajo en el jardín y la bebé pareció sonreír más como si supiera que aquel caballo era suyo, y lo era, pues Inuyasha se lo había obsequiado el día en que nació. Kagome miró nuevamente a Inuyasha que se acercaba a ella mientras le dejaba a la bebé en los brazos y le daba un profundo y apasionado beso en los labios. Cuando él se separó la muchacha sonrió. No, ella sí tenía una familia…una hermosa familia.

FIN.

N/A: Al llegar a estos últimos párrafos casi me pongo a llorar, jeje, es que soy muy sentimental, los finales me dan tristeza… y bueno, como no tenerlo ahora… han sido casi 4 meses escribiendo este fic n.n me gustó mucho compartirlo con ustedes, así como cada historia que escribo. Mientras halla fans de la pareja Inuyasha-Kagome yo seguiré escribiendo (ese es mi lema jiji).

Gracias a las que en cada cap. me dejaron un review, a las que me los dejaron de vez en cuando y también a las que leyeron el fin y nunca supe de ellas jaja, no importa, gracias de todas formas.

Como ya saben estoy agotadísima, siempre sucede porque esto no sólo involucra trabajo físico y mental, sino también emocional (¿soy sólo yo a la que le pasa eso?) es que me involucro tanto en las historias poniéndome en el lugar de cada personaje que finalmente termino muerta jaja, pero satisfecha, siempre satisfecha, Es por eso que me tomo vacaciones de escribir fics, tengo dos más en mente, of course, así que no desesperen. El prox. es de la época actual y cualquier cosa lo comento un poco en mi space… será bueno y algo divertido, ya verán jiji (algo así como el fic "Amiga") pero sin abandonar el romance, que es lo que más me gusta (y lo más hermoso ¿no? jiji). Bueno, agradeciendo una vez más por acompañarme hasta aquí, me despido esperando verlas muy pronto.

¡Cuídense todas y viva la pareja Inuyasha y Kagome!

Lady Sakura Lee.-

PD: Si quieren publicar cualquiera de mis relatos en otra pag. por favor avísenme primero enviandome un mail (que esta en mi pag. principal de ffiction), nada más ¿si?

26 de Septiembre de 2006.-