Nota de la autora: Eiii!, Wolas!, aquí estoy otra vez, y me alegra decir que esta vez he tardado menos en actualizar , jejeje menos mal, es que no podía haceros esto, sobre todo por la cantidad de sorpresas que os esperan en esta historia que llega poco a poco a su final :P, espero que os guste, aunque ya se sepa la mitad por supuesto, pero aún así. No os quito mucho tiempo, contesto a los reviews y os dejo con el capítulo. Nos vemos!.
Nimue-Tarrazo: Hola wapixima!!!, como estamos?, ves… sabía que te iba a gustar Bianca jejeje, pero pobrecita, lo que le hago nada más aparecer en escena U.U, que mala soy!, sorry . . Y por lo que veo no andas demasiado desencaminada¿será que es demasiado evidente lo que va a pasar? Jop.. Pero bueno me alegra :P. No te preocupes que San Mungo tiene un Sturgis :D (como me gusta este personaje) muy dispuesto a defenderlo, en cuanto a Peter, weno… de eso tiene que encargarse Rowling, y esperemos que se lo haga pagar bien.. ¬¬. Muchas gracias por seguir la historia y por los ánimos, de no ser así la hubiera abandonado hace mucho, y me alegra que no . Espero que te guste el capi, ya me contarás. Besitos!!!.
Helen Nicked Lupin: Hola wapa¿k tal?, ajá… Todos odiamos a Peter, es algo muy común xD, pero tranquila que ya se llevará su merecido, eso espero ò.ó. Sirius es normal que piense así… le están engañando pero bien (en realidad yo.. aunque suene un poco raro decirlo jajajaja), seguro que Remus se lo perdona, y tranquila que este nuevo capi te despejará algunas dudas. Espero que te guste, ya me darás tu opinión eh!, la espero. Muchas gracias por seguir ahí. Xau! Bsitos!.
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8
"El rostro de la muerte"
En un pequeño barrio londinense, en una de las pequeñas callejuelas que lo recorrían, reinaba el silencio. Un silencio alarmante, y ahogado de vez en cuando por ruidos y gritos de hechizos, que provenían de uno de los apartamentos de la zona.
En esos instantes, se estaba desarrollando una pelea en aquel lugar. Se enfrentaban dos amigos, convertidos en enemigos desde hacía poco tiempo.
Sirius Black y Remus Lupin.
El primero se encontraba sentado en el suelo, con la nariz sangrando y mirando con desprecio al segundo, el cual tenía un corte muy feo en la cara y se frotaba las costillas con dolor.
-¡Desmaius!- gritó Remus.
Sirius consiguió apartarse por los pelos y el hechizo dio de lleno en la estantería que éste tenía detrás, la cual cayó al suelo haciendo un gran ruido.
Se lanzó directo hacia Remus, con la varita en la mano, y quedó tumbado en el suelo, aplastando a su amigo, mientras éste soltó un grito de dolor sujetándose el costado.
Sirius apuntó a su amigo con la varita, lo tenía completamente acorralado.
Remus pasaba la mirada de la varita a Sirius, sonriendo amargamente.
-¿Vas a matarme?- preguntó con sorna- ¿matarás a tu querido amigo Remus?.
Sirius lo agarró del cuello y apretó un poco, impidiendo que pudiera decir nada más, mientras lo miraba con el más absoluto desprecio.
-Si no lo hago, matarás a Lily y James- repuso fríamente.
Remus exageró aún más su sonrisa.
-¿Quién te dice que no lo he hecho ya?- se burló.
Sirius lo miró furioso.
-Ellos están bien, lo sé.
Remus soltó una risa despectiva mirando a Sirius.
-Pobre iluso- dijo únicamente.
-¿Iluso yo?- dijo Sirius, esta vez era él quien sonreía- ¿que futuro crees que te espera en el bando de Lord Voldemort?, yo te lo diré, Remus.. La muerte.
Remus soltó una carcajada con dificultad, ya que la mano de Sirius le apretaba ligeramente el cuello.
-No, amigo mío, no es a mi a quien le espera la muerte, es a ti- dijo con desprecio y añadió- a ti y a todos los sucios defensores sangre-sucia, por haberos interpuesto en el camino del Señor tenebroso, igual que tus amiguitos y su hijito.
-¿Desde cuando ese desprecio por los hijos de muggles, Remus?- preguntó extrañado Sirius- antes no los odiabas.
-Digamos que el Señor tenebroso me ha abierto los ojos- dijo con una pizca de malicia.
Sirius frunció el entrecejo.
-¿Desde cuando es "El Señor Tenebroso" para ti?- volvió a preguntar- cuando antes lo llamabas perfectamente por su nombre.
-He aprendido a respetarle, igual que tu deberás hacer a menos que quieras que te mate con sus propias manos.
Sirius apretó el cuello de Remus con todas sus ganas.
-Antes preferiría morir que servirle a Lord Voldemort¿me oyes?- susurró furioso.
Remus agarró las manos de Sirius e intentaba quitárselo de encima mientras reía maliciosamente y con dificultad.
Las manos de Sirius se aferraban con ansias alrededor del cuello de Remus, pero aunque quisiese matarlo, sabía que jamás podría.
Una persona con la que has compartido tantas cosas desde niños, el mayor secreto de los cuatro, la mutua amistad, las escapadas a Hogsmeade, los castigos compartidos... ¿Cómo había podido Remus olvidar todo eso tan fácilmente?.
¿Tan inmenso era el poder de Voldemort como para volver en contra a toda la comunidad mágica?.
La ambición, el poder... ¿de verdad eran tan simples los seres humanos como para dejarse arrastrar por aquellas cosas tan superficiales?.
¿Qué pasaba con la amistad, el amor, la libertad, la felicidad¿qué lugar ocupaban esos deseos en el corazón de las personas?.
¡De qué forma tan trágica y cruel podía cambiar una persona el destino del mundo!.
Por unos instantes, se preguntó si querría seguir viviendo con aquellas condiciones que tan injustamente le habían impuesto.
Pero cuando, ya estaba decidido a soltar a Remus, una suave vocecita le susurró unas palabras a su mente. "Ayuda a la Orden todo lo que puedas, no te rindas nunca, Canuto".
Le vinieron las caras de Lily y James a la mente.
No… después de haber llegado allí, tenía que ayudarlos, no podía dejarlos solos.
Tan inmerso estaba en sus pensamientos que no había notado cómo Remus deslizaba su mano lentamente por el suelo, y cogía su varita, que momentos antes había caído al suelo tras el empujón de Sirius.
-¡Expelliarmus!- gritó Remus apuntándole con ella.
Sirius cayó hacia atrás, chocando contra la pared. La varita saltó de su mano y cayó rodando debajo de la cama.
Remus lo miró con altivez y lo apuntó con la varita.
-Eres un estúpido, Sirius- le susurró con desprecio- tenias la oportunidad de matarme y por dudar sólo un segundo, has perdido.
Sirius sintió un estremecimiento. Acabaría de esta manera.. sin poder defenderse, de una forma tan cobarde.
Miró detrás de Remus, hacia una de las ventanas del dormitorio. La luna y las estrellas brillaban con claridad en el cielo. Seguramente esa sería la última vez que lo vería de aquella manera.
Bajó un poco la vista, pero luego abrió los ojos alarmado y volvió a mirar el cielo estrellado.
Remus frunció el entrecejo extrañado y miró hacia atrás, también contemplando el cielo. La luna llena brillaba por sobre todas las estrellas.
-No puede ser...- Sirius abrió los ojos alarmado y sorprendido- ¡qué estúpido he sido!.
Remus rió por lo bajo y luego estalló en carcajadas.
-Veo que me has descubierto, bueno, no creo que te lo hubiéramos podido ocultar durante mucho tiempo.
-¿Quién eres?- murmuró Sirius fulminándolo con la mirada.
El falso Remus sonrió y miró su reloj.
-Creo que lo sabremos dentro de poco, exactamente un minuto- añadió.
Efectivamente, unos instantes después, la cara de Remus comenzó a alargarse. El pelo color castaño comenzó a aclararse hasta adquirir un tono platino, y se alargó hasta debajo de los hombros. Los ojos se aclararon también, a un color grisáceo.
Delante de él, la impía figura de Lucius Malfoy le sonreía con malicia.
-¡Tú!- exclamó.
Malfoy lo apuntó con la varita y murmuró un hechizo:
-¡Crucio!.
Sirius comenzó a chillar de dolor y se encogió en el suelo, sintiendo como se le partían los huesos, como la sangre que circulaba por sus venas se disparaba, hasta que, después de unos instantes, por fin cesó. Sintió todo el cuerpo pesado y apenas sus esfuerzos por levantarse conseguían levantarlo unos centímetros del suelo, para luego volver a caer desplomado y derrotado sobre él.
Lucius Malfoy soltó una fría y cruel carcajada al observar los inútiles intentos que hacía para levantarse.
-Has caído como un tonto en la trampa, Black- se burló apenas pudiendo contener la risa- y has arrastrado a tu arrogante amigo Potter contigo.
Sirius se llevó las manos a la cabeza y gritó.
-¡Eso es mentira!.
-Claro que no lo es, y bien que lo sabes- y añadió- pero bueno, no puedo seguir perdiendo el tiempo contigo, tengo otros asuntos en mente.
-¿No vas a matarme?.
-Ciertamente no, Black, no creo que seas una gran amenaza ahora- se burló mirando la posición en la que Sirius se encontraba sobre el suelo- pero me agrada saber que cuando el Señor Tenebroso triunfe te esperará una de las mejores celdas de Azkaban, tus remordimientos y tu orgullo harán el resto- añadió moviendo el dedo alrededor de la sien de forma maliciosa.
-¿Sólo intentabas distraerme?- susurró Sirius derrotado.
-¿Acaso no está claro?.
Sirius volvió a llevarse las manos a la cabeza.
-Bueno, hasta otra, buena suerte, Black- susurró Malfoy en un tono cargado de sarcasmo y al momento desapareció del lugar con un ¡plop!.
Sirius se quedó mirando el punto en el que unos instantes antes se encontraba su enemigo, aunque no tenía la vista enfocada en aquella dirección, más bien tenía la mirada perdida.
En esos momentos su mente no reaccionaba.
Por su culpa... por su maldita culpa Lily y James estaban en peligro, si Remus no era el traidor... entonces.. si todo había sido una trampa...
James y Lily estaban en peligro.. Pero¿por qué?, nadie más aparte de ellos tres sabían donde se encontraban.. ¿verdad?.
No... Su nuevo Guardián secreto.. ¡Peter¡Peter era el traidor!.
Debería haberlo sabido.. Fue Peter el que insistió tanto en ser el nuevo Guardián secreto... Era Peter quien había estado mostrando un comportamiento extraño esos días... Y si Remus no fue quién lo atacó cuando se escondía en aquel almacén de los mortífagos.. si era Malfoy¡claro!, Peter tenía que saberlo...
Sirius reunió nuevas fuerzas, sacadas de no sabía donde, y apretó los puños sobre la pared del dormitorio, con el cuerpo temblando y agitándose por la rabia y el dolor que en esos momentos sentía.
No podía dejarlo así, tenía que detenerlo¡tenía que salvar a sus amigos!.
Se acercó rápidamente y miró debajo de la cama estirando el brazo hasta recoger su varita. Después se levantó del suelo con dificultad, y caminó tambaleándose ligeramente, con una sola idea en mente... Buscar a Peter.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En esos momentos, una escena de lucha y destrucción se desataba en otro lugar, en pleno Londres.
El ambiente era devastador, la niebla cubría prácticamente todo el lugar, haciendo casi inaccesible el camino para entrar al hospital.
En San Mungo, los mortífagos y los dementores, deambulaban por los pasillos, destruyendo todo lo que encontraban a su paso y atacando a médicos, enfermeras, heridos y a los pocos aurores que habían conseguido llegar al lugar.
La batalla se decantaba claramente por el bando enemigo, pero los aurores y otros magos luchaban valientemente, intentando no decaer, para salvar a la gente que quedaba en aquel lugar.
En uno de los pasillos, iluminado pobremente a la luz de unas velas y por el haz de luna llena que entraba por la ventana, un dementor deambulaba sin rumbo, flotando en el aire, volviéndose a escuchar a cada sonido que sucedía a su alrededor, intentando localizar víctimas.
Entonces se paró. Se encontraba delante de una puerta, cerrada con firmeza. Sin embargo, podía sentir el miedo vibrando tras sus paredes, la desesperación, la angustia.
Sacó una mano huesuda de largos dedos y con lentitud asió el pomo de la puerta. Esta hizo un click y se abrió lentamente con un chirrido.
La oscuridad reinaba en el interior de la habitación a la que daba. El dementor buscó a un lado y a otro intentando captar alguna presencia.
Escuchó un chasquido, justo delante, y cuando se encaminó a entrar en la habitación, de entre las tinieblas, una voz firme surgió, pronunciando un hechizo.
-¡Expecto patronum!.
Un patronus plateado en forma de león abrió las fauces y se abalanzó sobre el dementor, intentando ahuyentarlo.
-¡Ahora!- gritó la voz de nuevo.
Un grupo de personas surgió de entre las sombras, saliendo precipitadamente de la habitación en tinieblas.
Una enfermera ayudaba a un paciente escayolado a caminar, dos más transportaban a dos pacientes en silla de ruedas, un auror sostenía en brazos a una niña pequeña, con un paño en la frente, claramente enferma.
Cuando el grupo dobló la esquina huyendo de la escena rápidamente, por el otro lado un mortífago salió de entre las sombras, con la varita en alto. Un haz de luz iluminó el pasillo.
El mortífago escuchó caminar al grupo y en un instante salió corriendo en su busca.
Pero, de repente, un haz de luz roja surgió a sus espaldas y le golpeó en la espalda.
Este cayó al suelo inconsciente. Detrás suya un auror se acercó hacia él.
Podmore cogió la varita del mortífago que todavía se encontraba en su mano, la partió en dos pedazos, y tiró los trozos al suelo con rabia, contemplando al mortífago desmayado sobre el suelo.
Caminó pegado a la pared, con la varita en alto.
Habían pasado casi dos horas desde que se había iniciado el ataque, pero seguían sin obtener bastante ayuda. Parecía que los mortífagos hubieran aislado el lugar con una barrera y que a sus compañeros les estaba costando bastante llegar hasta allí.
No se escuchaba ningún sonido, salvo el de la batalla que se sucedía abajo, a sus pies.
Dobló una esquina despacio y descubrió unas escaleras.
El lugar se encontraba totalmente tranquilo y silencioso. La luz de la luna entraba por las ventanas del pasillo al que había llegado.
A su derecha, una fila de puertas, todas cerradas.
Con cuidado se acercó a la primera. Asió el pomo muy lentamente y abrió la puerta, se echó a un lado, esperando alguna maldición o algún hechizo, pero no ocurrió nada.
Se asomó y levantó la varita exclamando un hechizo:
-¡Lumos!.
Un haz de luz blanca surgió de ella e iluminó la estancia.
Se trataba de un cuarto de escobas, desordenado y cubierto de polvo. No había nadie allí.
Repitió lo mismo con la siguiente puerta, y con la tercera, esperando encontrar a gente asustada y enferma que se escondía de los mortífagos.
Finalmente, se acercó a la sexta puerta y última de aquel pasillo.
Asió el pomo y tiró, pero descubrió que estaba cerrada. Sin duda allí tenía que haber alguien.
Miró a un lado y a otro del pasillo y asegurándose de que no quedaba nadie más en aquel piso, dio dos golpes en la puerta y susurró lo bastante fuerte como para que se oyera al otro lado:
-¿Hay alguien ahí dentro?, no se preocupe, vengo a ayudarle- golpeó la puerta tres veces más- contesten¿hay alguien?.
Miró hacia el suelo. Entre la oscuridad podía distinguirse bajo aquella puerta el resplandor de una luz que provenía claramente de su interior.
Apuntó con la varita hacia la cerradura y susurró:
-¡Alohomora!.
Escuchó un click y la puerta se abrió un poco, con suavidad, haciendo un leve chirrido.
Podmore la empujó lentamente, con la varita en alto y echó un vistazo al interior.
Se encontraba en una estancia, apenas iluminada por el tibio resplandor que despedían dos lámparas de luz blanca.
La sala estaba repleta de camillas. Todas ocupadas por varios bultos tapados hasta la cabeza por una sábana.
Aquel lugar estaba lleno de cadáveres.
Se estremeció ligeramente recorriendo con la vista las miles de camillas que se encontraban a su alrededor. Tragó saliva. Le ponía nervioso la simple visión de aquellas figuras, inmóviles, sin vida, que inundaban la estancia.
Se dio la vuelta lentamente, deseando alejarse de allí, pero de repente algo llamó su atención.
Había una camilla, a su lado, situada un par de metros más allá. Era exactamente igual a todas las demás, salvo por algo que había captado rápidamente la atención de Podmore.
Un mechón de cabello rubio podía distinguirse dificultosamente bajo la sábana que cubría el cuerpo. Podmore iluminó la camilla con la varita. Efectivamente, era un mechón dorado.
Su corazón comenzó a latir rápidamente en su pecho. El miedo y la angustia lo invadieron.
Sin saber por qué, se veía atraído hacia allí. Caminó lentamente, sin apartar la vista de la camilla, con los ojos abiertos completamente. Respiraba profundamente. Estaba como hechizado.
Se situó frente a la camilla.
No supo por qué pero, quería ver quién se encontraba ahí, y aunque su mente le decía que podía estar confuso y equivocado, en el fondo de su corazón temía que quién estaba tumbado sobre esa camilla era alguien muy querido y apreciado por él.
Levantó una mano temblorosa y lentamente, muy lentamente, la deslizó sobre la sábana hasta tocarla. Apretó los dedos con fuerza cogiendo la punta de la sábana y la apartó con suavidad.
La visión que captaron sus ojos en aquel momento jamás podría borrarse de su memoria.
Soltó la sábana rápidamente y retrocedió unos pasos, asustado, negando ligeramente con la cabeza, con los ojos como platos, sin poder creer lo que veía.
La varita resbaló de entre sus dedos y rodó unos metros por el suelo hasta dar con la pared más cercana.
El cuerpo de Bianca se encontraba boca arriba y con los ojos cerrados. Tenía la piel pálida y los brazos extendidos hacia los lados.
Podmore arrugó el rostro. Las lágrimas invadieron sus ojos y escaparon lentamente deslizándose por sus mejillas.
Sollozó ligeramente y se llevó las manos al rostro.
Aquello no podía estar pasando... no podía ser verdad. Hacía apenas tres horas, aquella misma tarde, había estado con ella, riendo alegremente en su cuarto, jugando a las cartas. Y Ahora...
No... no podía haber muerto¡no podía estar muerta!.
Pero sus ojos no le engañaban. Su rostro parecía tranquilo y sereno. No movía ni un músculo y su pecho no subía ni bajaba al compás de la respiración.
Entonces, de súbito, Podmore escuchó una voz ronca y fría a sus espaldas, pronunciando un hechizo, sacándole bruscamente de su abatimiento.
-¡Crucio!.
Antes de que pudiera ni siquiera darse la vuelta o reaccionar, la maldición atravesó su pecho, y sintió como se le retorcían los huesos, los músculos, como la respiración se le cortaba. Cayó al suelo de espaldas y se retorció fuertemente, todo su cuerpo sufría constantes sacudidas de dolor que le recorrían de arriba a abajo, como fuertes descargas.
Contrajo el rostro en un gesto de dolor y soltó un grito.
Una carcajada cruel y burlona rebotó sobre las paredes.
Entonces, de súbito, el dolor desapareció. Su cuerpo se relajó y se aplastó pesadamente contra el suelo. El cansancio lo invadió por completo. Respiró profundamente intentando relajarse. La cabeza le daba vueltas y aún escuchaba la cruel carcajada atravesando sus tímpanos.
Abrió los ojos con dificultad y observó a su atacante, justo enfrente de él.
El mortífago dibujó una sonrisa maliciosa en su rostro y susurró fríamente unas palabras, acercándose a la camilla que había a su lado, donde el cuerpo de Bianca descansaba inerte, sin vida.
-Es una lástima- dijo fríamente sujetando la barbilla de Bianca entre los dedos- una verdadera lástima, sin duda, era una preciosidad.
Podmore apretó los dientes con furia fulminándolo con la mirada. Buscó su varita y la localizó a su lado, a unos metros.
Intentó alcanzarla arrastrándose por el suelo. Pero el mortífago reaccionó al momento y fue más rápido. Cogió la varita del suelo y le propinó una patada en la cara al muchacho.
Podmore sintió un dolor agudo en la nariz y la sangre comenzó a brotar de sus labios, cayendo al suelo.
-¿Querías esto?- susurró maliciosamente el mortífago blandiendo la varita ante su rostro, seguidamente propinó una bofetada al muchacho- tranquilo, no lo necesitarás.
Podmore escupió al suelo la sangre que comenzaba a acumularse en su boca.
Trató de levantarse con dificultad. El mortífago no lo impidió, simplemente se le quedó mirando, con aquella cruel sonrisa surcándole el rostro.
El muchacho se puso de pie, las piernas flaqueaban bajo el peso de su cuerpo, alzó la vista y observó al mortífago con rabia, apretando los dientes, furioso. Quería matarlo, destrozarlo...
El mortífago pareció adivinar sus pensamientos. Acentuó aún más su sonrisa y susurró con voz ronca:
-¿Qué piensas hacer, estúpido¡estás desarmado!, no puedes vencerme.
Podmore sacudió la cabeza y soltó un grito de rabia corriendo hacia él.
Sabía que estaba desarmado y que en aquellas condiciones no podía vencerlo. Sabía que podía morir en los próximos minutos, pero no le importaba, no iba a rendirse sin luchar.
El mortífago le apuntó con su varita y susurró con una voz cargada de desprecio:
-¡Petrificus totalus!.
El muchacho salió despedido hacia atrás, derribando la camilla en la que Bianca se encontraba y estrellándose contra la pared, donde quedó petrificado, mientras el mortífago lo apuntaba con la varita con una sonrisa burlona.
-Necio, es inútil que lo intentes- susurró con desprecio- me divertiré un rato contigo antes de matarte.
El mortífago bordeó la camilla volcada. El cuerpo de Bianca se encontraba boca abajo sobre el suelo, sin ni siquiera moverse.
Podmore observó al mortífago acercarse hacia él, con la varita en ristre.
-No puedes hacer nada, todo el hospital está tomado, vuestro número de aliados se reduce, el Señor Tenebroso ganará la batalla y pronto... nada ni nadie podrá interponerse ante él. Todos los sangre sucia desaparecerán y sus patéticos defensores también.
Había mucha seguridad en sus palabras, para él la victoria estaba asegurada.
Pero el muchacho estaba convencido de que no. Dumbledore llegaría, los salvaría a todos. Y Ojoloco y los demás también.
-¡Te equivocas!- exclamó furioso- ¡Dumbledore vendrá!.
El mortífago soltó una risa despectiva y negó con la cabeza.
-Dumbledore es un viejo débil que en nada puede compararse al señor Tenebroso, no podrá traspasar nuestras barreras aunque lo intente. Muchos de tus aliados ya han caído, incluida la patética ministra.
Se quedaron mirándose un rato, fulminándose ambos con la mirada.
De repente, una sombra se deslizó por detrás del mortífago, sin que este pudiera darse cuenta, sorprendiéndolos a ambos.
Una muchacha se abalanzó sobre el mortífago, agarrándose a su cuello, tirándole hacia atrás.
Podmore la observó sorprendido, sin poder creérselo. Era Bianca.
-Corre, Sturgis¡corre!- exclamó preocupada intentando arrebatarle la varita al mortífago.
Rápidamente, la presión que retenía a Podmore contra la pared, cesó, y el muchacho cayó pesadamente al suelo de rodillas.
Busco su varita, alarmado. Se encontraba a unos metros, junto a la pared de enfrente. Reaccionó rápido, sabiendo que su amiga no aguantaría mucho más. Justo en el momento en que corrió a cogerla, el mortífago consiguió zafarse de Bianca y la muchacha cayó al suelo de espaldas.
Todo sucedió en un momento...
Antes de que Sturgis hubiera dado siquiera unos pasos, el mortífago apuntó a Bianca y exclamó:
-¡Sectusempra!.
-¡Noooooooooooooooooo!- exclamó Sturgis corriendo hacia ella.
Pero era demasiado tarde...
La maldición dio de lleno en el cuerpo de la muchacha. De inmediato la sangre comenzó a caer a borbotones de su pecho, a correr por sus brazos, por su cuello, sus ojos y su boca.
Bianca cayó a un lado inerte, con los ojos cerrados.
De inmediato, Podmore pasó la vista del cuerpo de Bianca al mortífago, y con un grito de rabia se abalanzó sobre él. Ambos cayeron al suelo y Sturgis consiguió inmovilizarlo. La varita del mortífago escapó de su mano y rodó unos metros por el suelo, fuera de su alcance. El mortífago sonrió descaradamente.
-¿Cómo piensas matarme, chico?, ni siquiera tienes tu varita.
Sturgis apretó las manos sobre el cuello del mortífago, pero este era mucho más fuerte que él. Lo cogió por los brazos y lo tiró al suelo, a su lado.
Afortunadamente reaccionó deprisa, rodó unos metros por el suelo, y cuando se levantó rápidamente del suelo, el mortífago descubrió con horror, que lo apuntaba con su propia varita, que había recogido del suelo.
Rápidamente, el mortífago se dio la vuelta, corriendo hacia la puerta, intentando escapar, salvar su vida.
Pero, Podmore, con los ojos llenos de lágrimas, apuntó hacia su espalda y susurró con la rabia acumulándose en su pecho:
-¡Avada Kedavra!.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
-James¿crees que hemos hecho bien?.
En el Valle de Godric, en casa de los Potter, la pareja se encontraba en aquellos momentos, en el sofá, con el pequeño Harry en brazos de su madre, ajeno a todo lo que había sucedido a su alrededor.
Sus padres, sin embargo, sabían que lo que habían hecho, a espaldas del director, había sido muy arriesgado. Pero no les quedaba otra, lo habían hecho por Harry, por su pequeño.
James miró a su mujer con profunda resignación y la rodeó con sus brazos, apoyando la cabeza en su hombro.
-Tampoco importa ahora, este bien o este mal, el caso es que ya esta hecho- susurró sereno- y que lo hemos hecho por él- añadió señalando al pequeño, que jugaba en esos momentos con un peluche que, semanas antes, le había regalado su padre, simulando a una snitch gigante.
Lily esbozó una pequeña sonrisa y acarició la cabeza del pequeño.
-Yo sólo quiero que él este bien, y espero que hayamos hecho lo correcto, si no...- dudó un momento, no sabía si seguir hablando y tampoco quería que el pesimismo se apoderase de ella, y de la última esperanza que les quedaba.
James miró hacia la ventana, entristecido. La luna llena se alzaba imponente y hermosa en el cielo.
-Aún no puedo creer que Remus nos haya traicionado- susurró abatido.
Lily se volvió a su marido y acarició su mejilla con cariño y comprensión.
-Sabíamos que había un traidor, y que estaba muy cerca, no nos queda más que aceptarlo.
James negó con la cabeza.
-¿Y por qué precisamente él?, no lo entiendo, Lily, era mi amigo, nuestro amigo- repuso consternado- nunca creí que pudiera ser capaz de llegar a esto, aún no puedo creerlo.
-Yo tampoco- susurró Lily entristecida, una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla.
-Me lo hubiera esperado de cualquier persona, menos de él- prosiguió James aún desolado.
-Tal vez por eso precisamente, porque era el que menos sospechábamos, quizá por eso, Voldemort lo eligió- repuso Lily.
James se levantó entonces de golpe, frustrado y furioso.
-¡Pero cómo fue capaz de sucumbir ante él!, aún no me lo explico, Lily- exclamó.
-No podemos juzgarle, James, seguramente lo amenazaría con su vida o quién sabe.
-Ya sé que no podíamos pedirle que se sacrificara por nosotros- advirtió James- jamás se lo hubiera pedido- prosiguió- pero mira a Sirius, él hubiera muerto sin dudarlo antes de pasarse al lado oscuro, no sólo por nosotros, si no por lo que eso significa... Matar gente inocente, Lily.
Lily asintió cabizbaja.
James siguió de pie, dando vueltas por la casa. Nervioso y confundido aún.
Así pasaron una media hora, hasta que algo sucedió en la noche. De improviso, la luna llena desapareció, oculta entre las nubes. Y el valle de Godric se tornó en tinieblas.
Sin embargo, esto no alertó al matrimonio, que seguía en el salón, a la espera de nuevas noticias o de algo que dejase de atormentar de una vez por todas sus vidas.
Qué poco sabían lo que en realidad les aguardaba...
Aún no eran conscientes de que su destino pronto iba a cumplirse, y de que esa sería su última noche...
De que nunca más volverían a estar en familia, cómo ahora. Jamás volverían a ver a sus amigos, a sus familiares...
No se imaginaban que a cada persona que habían visto, aquel día y los anteriores, había sido su última visita. La última vez que los verían y que con ellos hablarían.
-Hoy es Halloween- dijo de repente Lily, cayendo en la cuenta- pero hemos tenido otros mejores¿no?.
James sonrió entristecido junto a la ventana.
-Desde luego- respondió únicamente.
En las calles del pueblo donde vivían, podían verse calabazas, aunque ahora, dadas las circunstancias, eran menos los niños que se atrevían a ir de casa en casa, pidiendo caramelos, si podía verse a algún que otro chiquillo vestido de fantasma o de vampiro, corriendo y jugueteando por los alrededores. Pero los Potter no podían disfrutarlo, no encerrados en aquella casa, en medio de aquel infierno en que se habían convertido sus vidas en apenas un año.
James fue consciente de ello y por primera vez desde que había estado en aquella situación, comenzó a llorar. Silenciosamente, apenas unas lágrimas amargas. Se apoyó en el alféizar de la ventana y trató de calmarse. No dejaría que ni su mujer ni su hijo lo vieran así.
Él era el cabeza de familia y debía cuidar de ambos.
Alzó la mirada hacia el paisaje que se descubría ante él, a través de la ventana, y observó los alrededores.
Así permaneció unos minutos, sin fijarse en nada. Hasta que... algo llamó su atención.
Una figura encapuchada se deslizaba, en silencio, hacia la casa. Era difícil distinguirlo entre las tinieblas, pero había algo en aquella presencia que había captado la atención de James, algo que lo asustaba y le hacía estremecerse.
El hombre se fijo en que, de improviso, la figura se detenía, cerca de la casa. Y tuvo un mal presentimiento. Aquella persona no era nadie que fuera bien recibido en aquel lugar.
De repente, el encapuchado sacó una varita de uno de los bolsillos de su túnica y alzó la mano, apuntando al cielo.
Un rayo de luz blanca salió despedido de la varita y proyectó una imagen horripilante y abrumadora.
Un escalofrío recorrió el cuello de James que, lentamente, retrocedió unos pasos, mirando asustado hacia el cielo.
-James¿qué pasa?- preguntó Lily preocupada, observando la extraña reacción de su marido, sin percatarse de lo que ocurría en el exterior.
La marca Tenebrosa se alzaba ante la casa de los Potter, imponente, una imagen horrible y estremecedora.
James pasó la vista del cielo hacia el encapuchado, a tiempo para observar cómo este bajaba lentamente su capucha, dejando a la vista su rostro pálido y demacrado, su nariz aplastada, sus ojos rojos rebosantes de maldad y su sonrisa cruel y fría.
Lord Voldemort los había encontrado.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Fin del capítulo