TODOS LOS MAGOS VAN AL CIELO

III. ¡MÁS ALUMNOS!

Fue todo un chasco para Dumbledore ver que bajo la gabardina llevaba una camiseta vieja de color blanco. Sobre el pecho, a la altura de las tetillas, se podía leer el eslogan "cada vez que dices un spoiler, muere un gatito". Albus asintió, comprometido con la causa.

El desconocido dio un paso hacia delante, acercándose más al ex-director. Una fragancia de Nenuco inundó sus fosas nasales, y decidió que tenía que dejar clara su posición antes de que no se pudiese controlar y le saltase al cuello. Esa colonia siempre le había ofuscado.

-¿No les convence? Es oro de primera ley, bueno, bonito, barato.

Insistía, a pesar de las protestas y las quejas de Dumbledore. Al tipo de la gabardina parecían no importarle los argumentos filosóficos sobre la no existencia del tiempo en el cielo con los que el anciano le rebatía. Al final Albus empezó a irse, retrocediendo sutilmente, olvidándose por primera y última vez de intentar vender a Simon.

Pero como todo vendedor ilegal de serie B, el desconocido no se dio por vencido.

-Vale, vale -aceptó con voz amistosa-. Veo que he encontrado clientes que saben lo que quieren... ¿Preferís una tostadora? ¿Un anillo?

Sacó una caja con anillos de todo tipo. Uno de ellos tenía dedo incluido, bastante peludo por cierto. El desconocido carraspeó y se apresuró a retirarlo, forcejeando un poco porque estaba bastante tieso. Luego levantó el anillo para enseñárselo bien.

-Éste, por ejemplo, es una edición única, ¡forjada por elfos!

-Yo quiero uno con diamantes -dijo Dumbledore, cruzándose de brazos y haciéndose el ofendido.-. Con diamantes bien gordos. Paga Simon.

Cedric había abierto la boca para protestar, pero el de la gabardina le interrumpió. Acababa de hacer una hoguerita en el suelo acumulando un poco de leña que había encontrado bajo el camino (algún elfo doméstico espabilado que no había hecho bien su trabajo limpiando), y acercaba el anillo al fuego.

-¡Pero éste tiene inscripciones! -exclamó. En la parte exterior del anillo dorado empezaban a aparecer unos símbolos extraños.

Dumbledore miró con atención y no entendió nada. Le recordaba a la letra con la que McGonagall le había escrito su receta del pastel de riñones. Pensar en su plato favorito le pareció un buen augurio.

-Está bien, me lo quedo.

Pero en los ojos del vendedor había aparecido una mirada algo psicópata. Su mirada iba del anciano en ropa de scout al anillo, y se volvía más posesiva. De pronto, siseó algo parecido a "tessssoro" y se lo guardó. Dumbledore le estudiaba con suma atención.

-Parece la clase de anillo que corroe tu alma -declaró con cierto desdén-. De esos he tenido dos, y no valen la pena. No servían para nada.

-Da igual, porque ya no está en venta -rebatió el otro, y su voz se volvió más melosa cuando sacó una fotografía-. Pero mirad esta maravilla, ¡un yate seminuevo, de ocasión!

-Siempre he querido un yate.

-Por la oferta, regalamos un par de remos. Antes venía también el esclavo, pero empiezan a escasear en el infier...

El desconocido se paró de pronto, y se puso a silbar, como intentando distraer la atención de sus dos clientes. Albus se carcajeó, dando una fuerte palmada en la espalda de Cedric que le hizo irse al suelo.

-No se preocupe por eso, yo tengo a Simon.

-Sí, sí, no nos desviémos. El yate, lo compra, ¿no? -insintió el hombre del sombrero, retorciendo la gabardina por los nervios-. Es... uh, un asunto entre usted y yo ¿no? Sin intermediarios.

Cedric le miró sospechoso desde el suelo, como empleado oficial del cielo que era.

-¡No es por nada grave! -se apresuró a justificarse el vendedor-. Los dueños anteriores tuvieron un ligero contratiempo y se ahogaron. Muy mala suerte en verdad, mucha... pero fue un accidente. Accidente, eso.

Hubo un silencio algo denso.

-¡Pero es un gran precio! -chilló el tipo, viendo que se le iba el asunto de las manos.

Dumbledore decidió por una vez ser precavido.

-Bueno, lo compro, pero primero tengo que resolver unos asuntos legales -dijo echando una ojeada recelosa a Cedic-. Ya volveré a por él.

El vendedor, que hubiera preferido recibir el dinero ahora, suspiró algo exasperado.

-De acuerdo, pero asegúrese de preguntar por R.A.B. -dijo en voz baja-. Billetes pequeños y viejos. No acepto cheques ni tarjetas de crédito.

A Cedric el asunto cada vez le resultaba más sospechoso, y no pudo morderse la lengua. Acabó preguntando:

-¿Tú eres R.A.B.?

-Sí -admitió al final el otro, después de observar al chico con atención.

-¿Y sabe usted que soy un guía oficial de Heaven S.A. y que la venta ambulante de objetos de lujo esta prohibida? -Dijo todo aquello sin respirar-. ¿Cuál es su nombre completo?

El de la gabardina titubeó un momento, sin saber qué decir.

-¡Estamos entre amigos! -respondió rápidamente, intentando salir del paso-. No necesitas mi nombre completo, con R.A.B. es suficiente.

Buscó los ojos de Dumbledore, pidiendo socorro con ellos. Tuvo suerte; el director dio un capón a Cedric.

-Mi yate, Simon, mi yate -le recordó, y se acercó a la oreja de su subordinado-. Si protestas a lo mejor sube el precio.

Luego, sin que nadie se lo viniera venir, le dio un lametón en la oreja. Cedric pegó un brinco y, aprendida la lección, se alejó varios metros para no participar en la conversación más. Se entretuvo lavándose la cara en un arroyo que corría por ahí, pero la mente nunca más la volvería a tener limpia.

El vendedor se hizo el tonto y fingió no haberse enterado. Rebuscó en los bolsillos de su gabardina y extendió una tarjeta a Dumbledore (color salmón, satinada, letras ligeramente en relieve):

R.A.B.

Te encontramos lo que quieras, pero no metas al gobierno.

Albus sacó su cartera de Hello Kitty y la puso a buen recaudo. Tenía un buen montón, entre las entradas del musical Un Avada es para siempre, y pases para la sesión de Las brujitas de algodón y sus varitas de hierro. Las guardaba por cariño, aunque quizá no estaría mal hacer reventa.

R.A.B. interrumpió sus profundas meditaciones con un carraspeo:

-Me disculpará usted pero... es viejo -declaró, sin venir a cuento.

Dumbledore miró a todos lados, y divisó a Cedric siguiendo un camino de hormigas.

-Simon, ¿cuántas veces te he dicho que es de mala educación no hacer caso cuando te hablan? -le recriminó.

El desconocido de la gabardina se quedó algo pillado, preguntándose si acaso no se habría explicado bien.

-Perdone, pero me refería a usted -dijo, señalándo a Dumbledore, y ya no hubo lugar para las malinterpretaciones.

-¿Yo? ¿YO? ¿YO VIEJO? -Albus estaba escandalizado, y se llevó las manos a las mejillas mientras abría mucho la boca-. Si hubiera vivido una semana más habría cumplido 147, así que no se atreva a decir que soy...

-No, no, ¡nunca me atrevería a insinuar que es tan viejo como para no comprar el yate! -intentó rectificarse con prontitud el tal R.A.B.-. Estaba pensando que, bueno, siendo usted un hombre... -Fracasó al intentar hallar un eufemismo para "viejo"- poco joven, asumo que tendrá objetos antiguos...

Dumbledore le daba la espalda, ofendido.

-Si murió llevando algo encima, no sé, un guardapelo, o un medallón quizá...

El ex-director podía ser un pervertido, un manipulador, un descarado capitalista, un mentiroso y un parásito social, pero no siempre era estúpido.

-Un guardapelo, ¿eh? Pues podría tener uno, pero es muy, muy antiguo, y único, y CARO. Pero por encima de todo tiene un gran valor sentimental.

Al vendedor prácticamente le temblaban las manos de la emoción.

-¿En serio? -Dumbledore le vio morderse los labios y la lengua, como si estuviera intentando no preguntar. Pero llegó un punto en el que su fuerza de voluntad flaqueó, y soltó un tropel de preguntas de las que Albus no entendió ni la primera-: -¿Dequeaño?¿Cuántopesa?¿Esdeplata?¿De mithril?¿Tienegrabadalafirmadelfabricante?¿Algodistinto?¡¡¡CONTESTEHOMBRECONTESTE!!!

Albus se hizo el remolón un rato, y luego le puso ojitos:

-Pues... no sé. Quizá. ¿Es importante?

R.A.B resopló con impaciencia, enrojeciendo. Parecía que le habían tocado la fibra sensible.

-¿Importante? ¿IMPORTANTE? ¡Claro que es importante! ¡Tengo uno grabado a mano, con incrustaciones de Kryptonita, único en el mundo!¿Sabe usted cuanto vale eso?! ¡¡Más de lo que usted ha tenido en su vida!!

Dumbledore se detuvo en seco, mirando al vendedor con curiosidad malsana.

-¿Y lo llevas encima? -dijo, tratando de parecer inocente y casual. No hace falta decir que por mucho que fuera vestido de scout (los caballeros andantes del mundo moderno) no engañaba a nadie. R.A.B. dejó una prudencial distancia de seguridad y, entonces y solo entonces, se permitió mirarle con asco.

-No.

-¿Y no llevas ninguno encima? -insistió. No podía dejar escapar a una presa tan suculenta. Si cogía a Simon y le noqueaba con él, podría escapar con el guardapelo-. No hace falta que sea tan caro...

-¡Que no! -chilló R.A.B., plan damisela en apuros-. Ninguno. Nada de valor. Deje de preguntar.

Dumbledore se percató de que el desconocido seguía hablando para sí mismo, y con los prodigiosos conocimientos adquiridos en un cursillo para leer los labios, pudo enterarse de que decía cosas como "viejo cabrón", "senil" y "pervertido".

-Simon -le advirtió Albus, volviéndole a meter en la conversación-. Te está insultando, yo le diría algo.

Cedric decidió que era hora de intervenir, antes de que todo llegara a mayores. Con un poco de suerte conseguiría unir fuerzas con el tal R.A.B. para poder matar al anciano y librarse del cadáver.

-No tiene ningún guardapelo -dijo con mala leche, perdiendo toda compostura. Se volvió para mirar al vendedor-: ¿Y cuál es su obsesión por los malditos guardapelos?

R.A.B. dejó que pasasen unos interminables segundos para que su respuesta se hiciera desear. Al ver que su técnica para hacerse el interesante no funcionaba, contestó mientras un rubor (absolutamente adorable, según palabras del mismo Albus Dumbledore) le teñía las mejillas:

-Yo no lo llamaría exactamente... obsesión. Es más bien interés de coleccionista. -Se volvió hacia Cedric, que parecía, aunque tampoco mucho, un poco más cuerdo que el viejo-. ¿Seguro que no tiene ningún guardapelo encima? ¿Y si le registramos?

Toda la diversión que podría haber tenido ese evento desapareció cuando Cedric vio que Dumbledore empezaba a desnudarse para hacerles más fácil el trabajo del registro. Negó repetidas veces con la cabeza, desesperado.

Regulus a esas alturas (habiendo visto los pelillos de debajo del ombligo de Albus) intentaba sacarse los ojos. ¡Cualquier cosa por terminar con esa espantosa visión!

-¡TOME, TOME! ¡SE LO DOY, PERO VÁYASE! -gritó, sacando del bolsillo ultra-super-secreto de su gabardina un guardapelo. Dumbledore lo cogió muy satisfecho de sí mismo, deleitándose con los colores violeta y rosa que predominaban en el objeto. Al abrirlo exclamó de felicidad.

-¡Si tiene una muñequita!

-¡Tenga cuidado, es una primera edición de Polly Pocket! -gritó R.A.B., poniéndose tenso al ver que el anciano ponía boca abajo a la muñequita para ver si se le veía algo bajo el vestido.

-¿De verdad? -se interesó Cedric. Siempre había sido fan.

Pero en ese preciso momento la convención de frikis se vio interrumpida por unos gritos y el ruido de pasos a la carrera:

-¡Hay que matar a la bestia! -gritó Gastó... esto, James, señalando al anciano, que se apresuró a esconderse tras R.A.B.

-¡Le tenemos, James, le tenemos! -chilló emocionado Sirius, corriendo más rápido.

-¡Detenedle! ¡No podemos dejarle escapar! -jadeó Potter, parándose a recuperar el aliento.

El vendedor aprovechó la confusión para intentar conseguir su preciado medallón de Polly Pocket, mientras Cedric hacía lo que su valiente corazón le pedía hacer: ponerse en medio, bloqueando el posible camino de huida de Dumbledore.

Todo pasó en un segundo. James hizo el salto del tigre, lanzándose encima de Dumbledore, que se apartó gracias a los reflejos adquiridos en sus tiempos mozos, cuando hacía gimnasia rítmica (llegó a ser campeón senior con Inglaterra).

Potter besó el suelo.

Pero no todo eran reflejos felinos. ¡El director se veía superado en número! Cedric se paseaba distraídamente, obstruyendo el camino hacia delante. Sirius llegaba desde atrás. El tal R.A.B trataba de cazarle para llevarse su juguete para niñas.

Durante el forcejeo, cuando ya tenían a Dumbledore bien agarrado (uno por el cuello, otro por la barba y el último por la cintura), Sirius alcanzó a ver el medallón de Polly Pocket bien.

-Oye -exclamó, sacando el dedo del ojo de Albus-. ¿De dónde lo has sacado? Mi prima Bella tenía uno igual.

Sobrepasado por la situación, Dumbledore lo soltó, dejando al vendedor sujetando el guardapelo rosa en la mano, confundido y sin oposición. El director le señaló descaradamente con el dedo.

-¡Es de él!

Y en un segundo todos habían olvidado a Albus (que se apresuró a subirse a un árbol por si acaso volvían a recordarle) , y miraban muy de cerca a R.A.B.

-Me suenas -masculló Sirius, entrecerrando los ojos-. ¿No nos conocemos?

-No. Para nada. Nunca te había visto –se apresuró a responder el otro, calándose bien el sombrero.

-¿De verdad de la buena?- preguntó Sirius-. Porque me suenas mucho.

-Te juro que no te he visto en mi vida, y además tengo prisa -atajó R.A.B, metiendo el Polly Pocket en su gabardina y disponiéndose a largarse. A Cedric le pareció oír que cuando soltaba el aire se oía un silbido como de "traidor", pero tampoco se atrevería a jurarlo.

-Espera -dijo Sirius, cogiéndole de la manga para impedir que se fuera-. James, James, ven aquí a ver si éste te suena, porque...

-Ahora no puedo -masculló. Estaba al pie del árbol al que Dumbledore había subido, y le amenazaba con el puño en alto-. ¡Tarde o temprano tendrás que bajar!

Sirius seguía escudriñando al vendedor, y al final, cuando se dio por vencido, le soltó la manga.

-Uhm, vale. Pero juraría que te he visto antes -insistió.

A Cedric le pareció oír un nuevo gruñido de "traidor a la sangre", pero no supo situarlo. R.A.B empezó a alejarse a paso ligero, cuando un grito estridente cortó el aire:

-¡¡¡¡REGULUUUUUUS!!!!

Todos los presentes se volvieron para tratar de localizar la fuente de tanto ruido, mientras el vendedor se encogía y trataba de ajustarse el sombrero y subirse el cuello de la gabardina. Al volverse, divisaron a lo lejos como una nube se cortaba, para volver a empezar unos metros más lejos, dejando entremedias un vacío no apto para los que tuvieran vértigo. Una imponente puerta de caramelo se alzaba en suelo firme, rodeada por humo rojo y negro que daba muy mal rollito.

-¡¡¡¡REGGIEEEEE!!!! -volvió a gritar la voz-. ¡Soy mamá! ¿Has conseguido vender el yate?

Los engranajes en la mente de Sirius casi podían oírse. Al final dio con ello.

-¿Regulus? -preguntó, quitándole el sombrero para poder verle la cara. Llevaba rulos-. ¡Regulus, tu pelo!

-Está de moda -se explicó, quitándole el gorro a su hermano para volvérselo a encasquetar. Dumbledore, como siempre muy interesado en las nuevas tendencias, preguntaba desde el árbol si los rulos eran de colores.

Pero sus preguntas eran completamente eclipsadas por los gritos de la madre de los Black.

-¡¡¡¡REGGIEEEEEEE!!!!

-¡YA VOY, MAMÁAAAA!

-¿Me has conseguido el nuevo bate? -chilló-. ¡Están a punto de empezar los juegos!

Ahora sí que no pudo resistirse. Dumbledore bajó del árbol haciendo un salto mortal para atrás con triple tirabuzón y se plantó al lado de los hermanos.

-¿Juegos? ¿Qué juegos?

-¡Los juegos de Zurremos al muggle 1996! -explicó emocionado Regulus.

-Ihhhh -se dejó llevar Albus. Desde siempre le habían encantado las competiciones deportivas-. Corre, Simon, vamos a coger buen sitio.

Dumbledore salió corriendo, parándose de nuevo cuando no había ni recorrido dos metros.

-¿Dónde se celebran?

-En el infierno.

A Dumbledore le hicieron los ojos chiribitas.

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Joanne: ¿Tendrá algún límite la cantidad de gilipolleces que se pueden meter en un fic? Porque es una tras otra...

Marlene: No, no hay un límite. Si hay algo que nos limita, es la pereza de Dumbledore, que no hay quien le haga colaborar.

Joanne: ahora se ha subido a la piscina, tumbado en una hamaca con una bebida (con sombrillita) y su bikini de leopardo. Es que es imposible.

Marlene: Sí... y persigue a las quinceañeras... En fin, que creo que tenemos que disculparnos por actualizar cada 8 meses o así, no?

Joanne: xD mas o menos. Es que es difícil coincidir en el msn. A ver si aprovechamos la racha y lo seguimos pronto, o hacemos alguno de los millones de oneshot-igualmente-ridículos que tenemos pensados.

Marlene: Oh, pero esta vez tenemos excusa y todo. Sinceramente no es culpa nuestra: yo no tenía internet. Porque internet es una puta, y es malvado. Es una puta malvada. Y fea.

(Marlene nods, está cabreada, pero satisfecha con su declaración.)

Joanne: Así que ahora nos iremos a iniciar el plan de dominar al mundo empezando por el control de timofónica, para que no vuelva a ocurrir nada semejante y no tengáis que estar sin dumby!aventuras durante tanto tiempo.

Marlene: Y eso, que intentaremos volver pronto, pero no prometemos nada XD. Oh, y hemos leído DH, las dos, asi que a lo mejor el fic queda algo adaptado a lo que pasa en el libro.

Joanne: Eso, así que a partir de ahora habrá spoilers, tened cuidadín si no lo habéis leído. ¡Dumby os manda besitos y achuchones (y pellizcos en el culo)!

Marlene: Y esperamos que os haya gustado y gracias por los reviews, y tal. ¡Hasta el próximo xapi!