My Lord

Universo alterno de WITCH. Nada me pertenece y lo hago sin fines de lucro, mi único pago es darles un rato entretenido con la historia.

Todos se tienen que inclinar cuando pasa frente a ellos, la futura reina hace que quienes la conocen queden prendados por su belleza y su carácter. Cada mañana todos se reúnen para verle tan solo unos momentos cuando camina por los corredores. Ese día no era la excepción, la princesa se dirige a la sala del trono para saludar al rey.

-Buenos días mi señor.-expresó la joven princesa, haciendo una reverencia a su padre, era acompañada por sus damas quienes esperaron el permiso del rey para ponerse de pie.

-Buenos días mi amada princesa Will.-respondió el imponente rey, a su hija la princesa Wilhelmin, pero de cariño se lo expresa con diminutivo. Le recordaba tanto a su madre, la reina de su corazón.

-¿Cómo se encuentra su majestad?-preguntó la joven princesa, dando su mano para que se ponga de pie, sus damas imitaron a su señora.

-Excelente princesa.-expresó el rey, besando su frente, su pequeña princesa era su tesoro más preciado, no permitiría que nadie se la arrebatara, no deseaba que contrajera matrimonio tan joven a pesar de la insistencia de sus nobles de forjar una alianza con otros reinos. -¿Gustaría acompañarme a tomar los alimentos?

-Sería para mí un placer.-le dice caminando al comedor real. Observaba como las cortesanas se acercaban a su padre, tratando de complacerle en cualquier deseo que tuvieran.

Se sentaron en el enorme comedor del palacio, siendo atendidos por sus sirvientes quienes vivían felices en el castillo con su señor y la futura reina. Desde que la reina murió el rey se negó a volverse a enamorar, su corazón murió cuando enterró a su esposa. Su felicidad era sus súbditos y ver crecer a su pequeña.

-Mi Lord deseo ir a cabalgar solicito su permiso para hacerlo.-expreso la joven princesa.

-Tiene mi permiso.-ella se acerca a su padre y le da un beso.-Pero una escolta la tiene que acompañar.

-Como usted lo desee mi Lord.-ella comenzó a desayunar estaba muy feliz.

Una vez más tendría una reunión con sus lores e insistirían en el matrimonio de la princesa, después de que se negará insistirían en encontrarle una reina para por qué es necesario que tengan un heredero varón.

Reino de Meridiam:

Los gritos, las discusiones formaban parte ya de su relación, aquello no puede continuar de esa forma. Ellos deseaban mantener oculta su relación y lo único que provocaban con aquellas discusiones era que todos supieran la realidad que buscaban ocultar de todos.

-¡Ya estoy harta!-gritaba una hermosa rubia de largos cabellos rubios, quien se encontraba encerrada en una pequeña habitación.

-Comprende, ahorita no nos podemos casar.-decía un hombre de cabellos castaños, vestido con el uniforme de la guardia real del príncipe.

-¡Caleb! ¿Dame una explicación razonable del por qué no?-responde con reproche la rubia. La relación de Caleb y de Cornelia comenzó desde que apenas eran unos niños, se habían enamorado sin darse junta, jurando que el amor era suficiente para superar los obstáculos.

-Cornelia no podemos hacerlo aún no.-se negaba ser feliz, apenas era miembro de la guardia personal del príncipe. Un noble con un título menor que no puede aspirar a entrar a la familia real.

-¿Me has dejado de querer?-le gritó furiosa Cornelia. Cada vez se le están acabando las excusas para rechazar a los pretendientes que sus padres le proponen, siente temor que en un momento todo se acabe.

-Entiéndelo Cornelia yo te amo, pero ahorita lo único que puedo ofrecerte es un pobre hogar, no a lo que tu estas acostumbrada, eres la prima de la futura reina de Meridiam deL Norte.-La tomaba entre sus brazos no quiere que escape y terminen enojados, era un gran riesgo para ambos que se encontraran en sus habitaciones.-Prima de Phobos futuro rey del Sur, eres la condesa, yo quiero ser un fuerte general hacer una carrera militar para poder pedir tu mano y que te sientas orgullosa de mi, que puedas caminar a mi lado y que seas respetada

-Solo mi importas tú.-lo abraza fuertemente, besando con timidez sus labios.

Llamaban a la puerta haciendo que ellos se tuvieran que separar, aquello no estaba bien podrían estar en problemas. Pero sus gritos se habían escuchado por el corredor, llamando la atención de quienes pasaban por este. Cornelia se escondió detrás de las cortinas.

-Pasen.-dijo Caleb, permitiendo la entrada de quien llamo a la puerta.

-Usted es el único que falta Señor Caleb.-expresó un guardia, retirándose de los aposentos.

Caleb tomó su espada colocándola en su funda, tendría que cuidar del príncipe en esa cabalgata, no le agradaba la idea, bandidos y forajidos estaban invadiendo las tierras del reino, con la poca guardia que le gustaba llevar al heredero, serían blanco fácil se cualquier ataque. Pero entiende el punto de príncipe si llevaba demasiada al igual llamarían la atención, era una arma de doble filo.

-¿A dónde vas?-le pregunta Cornelia, sujeta a su brazo derecho, no quiere dejarle escapar.

-El príncipe Phobos ira a cabalgar, soy parte de su guardia lo tengo que acompañar-le responde, esta consiente de su deber, deseando quedarse.

-¿No puede cabalgar solo?-respondió furiosa y es callada por un beso de Caleb, así se marcha.

Cornelia se queda viendo cómo se marcha, era tan terco él con un solo pedir suyo, lo volverían Jefe de la Guardia Real, pero no lo desea lograr de esa forma se esfuerza de una manera sobrehumana para conseguir su sueños. Es un tonto, pero es su tonto, quedándose ella en su habitación en espera de que él regrese, quedar dormida entre sus brazos.

En el reino de Kandrakar:

El rey se encontraba de buen humor, de nuevo había evadido la idea de sus asesores de concertar matrimonios por conveniencia de la princesa, diciendo que el poder de su reino bastaba para repeler las agresiones. Las presiones aumentaba cada día, la presión por una alianza.

-¿Pero mi señor? como ha dejado ir a la princesa Will.-cuestionaba Taranee.

-Calma Taranee, ella ira con una escolta, mañana podrán seguir con sus lecciones.-expreso amablemente el rey.

-Como usted diga su majestad.-expresó ella.

-Taranee eres una persona muy inteligente una de la más sabias personas del reino a pesar de tu corta edad.-expreso el rey Nigel.

-Me halaga con sus palabras señor pero creo que yo no soy digna de tan bellos elogios de su parte.-expreso Taranee.

-Por supuesto que sí, has sido su tutora desde que era niña a pesar de que solamente tienen dos años de diferencia.-Tarenee estaba muy roja, el rey siempre había sido muy buena con ella. Le permitió convertirse en la tutora de la princesa, cuando nadie confiaba en ella para la misión.

-Mi deber es ayudar a la princesa en su educación.-le mira con una sonrisa amplia.-Ella se ha convertido en un tesoro muy importante para mi.

-Frente a mi tengo un tesoro.-le dice acariciando su mejilla.-Mi pequeña Diosa de la sabiduría.

Tal vez él ya había encontrado a la pareja ideal, mordió su labio inferior al ver esa joven que se ha convertido en una hermana mayor para su hija, pero no puede permitirse olvidar a su querida esposa, no tiene derecho a ser feliz. La institutriz que educa a la joven princesa, quien reinará en un futuro. Aquella atmosfera de romanticismo fue interrumpida por un guardia que informaba que la princesa se encontraba custodiada por los mejores hombres del reino.

-¿Gustarías acompañarme a tomar un poco de aire?-El rey le extendió la mano a la joven tutora.

-Si su majestad.-le dice tomando su brazo. Tal vez nunca la vería como una mujer, pero si puede permanecer a su lado de esa manera le haría completamente feliz.

En el jardín ellos dos disfrutaban de su compañía, ambos se adoraban con todo su corazón, pero ninguno de los dos son capaces declarar sus sentimientos, pareciera un par de niños que juegan a ser grandes. Taranee queda dormida a su lado, recargando su cabeza sobre su hombro, el rey beso el dorso de su mano, el único beso que les era permitido dar.