Tan sólo…conocerte

-¿Qué tal, como te fue con aquel tipo del bar?- preguntó una mujer de larga cabellera.

- Jajaja - río otra.- Divino amiga mía. Simplemente un amor de hombre.- comentó con la joven que le hablaba.

-Con eso me dices…que hubo más que plática anoche.-sonó pícara otra mujer que estaba con ellas.

-Como crees…-dijo en hilito de voz y con sonrojo en su rostro.- Pero, con decirte que…-colocándose una mano en señal de susurro.-…no tuve que ir al gimnasio esta mañana jejeje.

Sonoras carcajadas inundaron el gran salón lujoso en el que se encontraban. Muchas cabezas voltearon curiosas, murmullos fueron escuchados pero, al cabo de minutos, no le dieron más importancia.

En total eran 6 las mujeres que se encontraban en aquella mesa tomando desayuno. Para ser precisas, las mujeres eran de apariencia ya mayor. Dígase de 20 a 35 años, sólo una pequeña de aparentes 17 se encontraba sentada con ellas.

La jovencita, escuchaba con vergüenza lo que las demás mujeres hablaban. Casi siempre que se reunían a tomar lo matutino, comentaban sin desfachatez sus aventuras de la noche pasada. Pese a ser grandes señoras, con aceptables cantidades o hijas de prósperos empresarios, tenían la costumbre de hacerlo sin ninguna pena.

-Ayy querida, pero no crees que fue algo apresurado…?-preguntó tranquilamente una que aparentemente era la más pasada de años entre las 6.

-Es verdad amiga, aunque tú siempre haces lo mismo.- le reprendió otra tratando de hacerla sentir "culpable".

La aludida río divertida.- En eso tienes razón. Pero…-poniendo cara de enamorada.- Si lo hubieses visto ayyy.-dijo suspirando.

De nuevo las risas fueron escuchadas, sólo que más sutiles. La menor miraba como el agua caliente de su taza se teñía con el marrón del té. Sus pensamientos rondaban en ideas que no eran propias de ellas. Le era extraño encontrarse en la misma mesa con aquellas personas.

Si bien eran mayores que ellas, ha veces se comportaban como chiquillas. Pese a ser mujeres maduras y con buenas posiciones sociales. Pero cuando se reunían… Dios la salve.

Más, ella era siempre la única en no opinar en el tema que rutinariamente se discutía. Todas ellas hablaban de sus experiencias con algún hombre…sus relaciones personales y…de pareja.

Ella disfrutaba escuchar hablar del amor y de la pasión que podía existir entre ambos géneros pero simplemente podía hacer eso, escuchar. Con sus apenas cumplidos 17 años, era considerada aún una niña como para-

-Por Kami, que estoy pensandooo….- pensó totalmente ruborizada la muchacha agarrándose con fuerza ambos lados de la cara.

La reacción de la jovencita atrajo la atención de las demás mujeres. La más pícara habló.- Ves lo que haces amiga, ya hiciste sonrojar a la pequeña a Tamao.

Al escuchar su nombre ella levantó su cabeza. Sus cabellos rosas cortos le tapaban una parte del rostro enrojecido.-Ehh…no no no…-tartamudeó la joven.

Las otras cuatro la miraban expectantes y con sonrisas.

-Bueno, hablemos de otra cosa quieren muchachas?-sugirió la mayor mirando a la pelirosa.

-Pero hermana.-decía la pícara.- Tamao ya esta señorita como para escuchar asuntos sin inmutarse. Verdad, linda?-le dijo en sonrisa.

-ehh..yo..no se preocupe…-

-Ves, ya la oíste-dijo contenta.- Sígamos…-y volvió con el tema del principio.

La mayor susurró a Tamao.-Si no te sientes cómoda puedes retirarte…

Ella asintió con la cabeza y con sonrisa muy agradecida, se disculpó con las presentes y dispuso a irse a su habitación.

Caminó por los muy bien adornados pasillos del hotel en el cual se hospedaba. Más bien, en el que vivía. Se había ido a ese lugar apenas hace cuatro años atrás, cuando todavía sus padres estaban con vida.

Ellos habían asegurado su futuro, encarcelándola en el gran hotel que ellos mismos habían echo funcionar. Se podría decir que ella era la dueña pero al ser menor de edad, ningún título se le hacía atribución.

Aquellas damas respetables con las que ella desayunaba siempre eran sus protectoras. Amigas de la familia o hijas de los mismos, que la cuidaban de todo mal. Ellas eran todo un caso: extrovertidas, curiosas, maternales y sobreprotectoras.

Las quería mucho a sus 17 años de existencia.

¿Su vida en el hotel? Sólo las grandes fiestas de salón con sus amigas completaban la solitaria vida que llevaba. El irse a su cuarto la perturbaba pero le hacía extrañamente bien.

Giró la dorada manija de la puerta y los rayos matutinos la recibieron. La gran vista le despejaba la mente. La gran cama desolada, hecha en su perfección.

Depositó su cartera de mano en la mesa central y fue al baño que estaba al lado de su habitación. Tenía que lavarse la cara, hacía un calor desesperante.

-Que…bochorno siento…-dijo ante el contacto del agua helada en su rostro aún sonrojado.

-Tienes calor…no serán las hormonas…Tamao…-sin tocar la puerta, un intruso interrumpe en su cuarto.

Ojos dorados brillantes y soberbios, cabellos violetas lácios y en particular peinado en punta. De brazos cruzados y apoyando su cuerpo en la puerta, yacía un apuesto joven mirándola desde la distancia.

La joven volteó su rostro mojado a él.- Ah…hola Ren…-dijo buscando con la vista, una toalla con que secarse. Para su sorpresa no estaba en el lugar que la había puesto, un sonar de la garganta le llamó la atención.

Volvió su mirar rosa al dorado del hombre. Con una mano que sujetaba la susodicha toalla, le indicaba que debía acercase para tomarla.

-Necesitas esto…-le dijo en sonrisa y tono sarcástico.

-En…que momento…tu…-dijo sorprendida la muchacha. No muy segura cuando había cogido el hombre la toalla.

Impaciente en que su compañera no hiciera nada. Se la lanzó.-Toma.-le dijo serio. Ella alcanzó a justas a tomarla.

-Je gracias.-dijo secándose el hermoso rostro. El joven la miraba de lejos.

Se hospedaba al frente de ella. Conocía los hábitos de irse con esas "tías" a hablar sandeces y medias. Corrompiendo su mente inocente y sus oídos vírgenes…igual que ella.

Un leve sonrojo apareció en el rostro serio del muchacho.-Que diablos estoy pensando…-Se reprochó en vergüenza ante los pensamientos que en su cerebro rondaban.

Movió a ambos lados su cabeza como para tratar de alejarlos. Ella volteó curiosa ante repentino movimiento. Sonrió a los ojos dorados de gato de él.

Muy dentro de ella, su corazón latía a las miradas que él le brindaba. Más no sus palabras, porque cada vez que el violáceo abría la boca…casi siempre decía cosas hirientes y que la hacían sentir mal.

Pero pese a eso, sus acciones con ella le divertían. Ren Tao podía ser serio, intrigante, altanero, orgulloso, etc, etc.- (la joven ríe ante lo que está pensando).- pero podía divertirla con su sarcasmo, con esa formalidad que tanto le impresionaba, con la caballerosidad que la hacía sonrojar y de esa protección (o celos) que en ella manifestaba.

-Es más lindo cuando no abre la boca.-susurró para sí misma sin que él escuchara.

El violáceo la miró con ceja alzada.- Dijiste algo?

La de ojos rosas negó con la cabeza.-Ya desayunaste?.-le preguntó cambiando de tema.

-See…-dijo en tono de aburrido.-Una de las mucamas me trajo hace un rato el desayuno…

-A ya.-sonriente.

-Y tu…ya te reuniste con las arpías?-preguntó con claro tono molesto.

-Ren!. No las llames así.-le dijo entre pequeñas risitas.- pero si, desayune con ellas.

-Ahh.

Tamao se acercó con el blanco vestido de tiras puesto, al ventanal en donde se divisaba toda la ciudad. Con una mano en la cien levantó su vista al imperdonable sol que tanto calor le provocaba.

-Va a ser un verano detestable…-comentó el chico que se puso detrás de ella. A sólo unos metros que la separaban.

-Es verdad, pero perfecto para ir a la playa.-contestó. Volteando para verlo y dedicándole una tierna sonrisa.- No crees, Ren?

El le devuelve la sonrisa con menos intensidad.- See…-sus ojos dorados se perdían en los rosas de ella mientras avanzaba con pasos lentos a ella.

Tomando su rostro con una mano, lo acarició suavemente. Al tacto de él, ella se paralizó. El semblante serio y apuesto del joven, la hizo sonrojar.

-¿Pasa algo?-preguntó sutil el chico de violeta cabello. Él le preguntaba a ella. Debería ser al revés…

El rubor aumentó por la mirada intensa que le dirigía. Ninguna palabra salió de sus labios rosas. Con sus manos apoyadas en el pecho de él como queriendo apartarlo pero a su vez tener algún contacto, Tamao se sentía marear por el destello dorado.

-Ren…yo …-tartamudeó la pelirosada.

Él la miraba hipnotizado. ¿Podría atreverse? ¿Lo rechazaría acaso…o talvez …? Armándose de valor decidió acercar su rostro más al de ella. Su rostro ardía en vergüenza, sus ojos brillaban con pasión y sus manos, muertas por querer tocarla.

Cuando habrá sido el momento exacto en que empezó…Cuando habrá sido el lugar en donde lo sintió por primera vez…no se acordaba o fingía no acordarse.

El día que la conoció, sólo vio a una niña que lloraba por todo. Débil, frágil, cobarde. De niño, él pensaba que si tenía un problema debía de enfrentarlo, nunca rendirse. Pero le enfermaba verla, en mar de lágrimas y rendida. El de cabellos violetas pensaba de esa manera, porque no conocía la verdad.

Cuando al fin supo por medio de sus padres lo que la había pasado a la pequeña. Sintió remordimiento por sus pensamientos pasados de ella. Y en cierta forma le entristeció.

Poco a poco, fue acercándose a ella. A la pelirosada que reía de día y consolaba de su llanto de noche. Tratando de sacarle una sonrisa con sus comentarios o acompañándola en silencio cuando se sentía sola. Todo sólo por hacerla feliz.

Habían pasado ya cuatro años y esa frágil niña se había convertido en una alegre jovencita. Cuya belleza le impactó y quedó secretamente prendado de sus cualidades de dama.

Lo mismo fue con la de ojos rosas. Los modales y el porte la dejaron impresionada. Y fue así que nació en ellos una fuerte atracción, que dio paso a un amor escondido y a sus jóvenes edades, una pasión correspondida.

Con suavidad besó los labios expectantes de la muchacha. El primer roce lo electrizó, lo fascinó, quiso más…

Tamao estaba sorprendida. Nunca él había actuado de esa manera tan directa. Siempre eran pequeñas caricias o simples roces de manos. Pero esta iba más allá. Sorprendida pero feliz. Más su timidez no le permitía reaccionar.

-Que hago…-pensó suplicando a su cuerpo.

El beso había quedado inmóvil. Ninguno de los dos efectuaba moviendo alguno de los labios. Como esperando que el otro hiciera algo para luego continuar.

-Tal vez ella…no sienta lo mismo…-pensó con pesar el de cabellos violetas. Sus ojos entreabiertos contemplaban los cerrados de ella. Notaban con nerviosismo el rubor del rostro de su acompañante. Más ella no correspondía el beso, no podía sacar conclusiones.

Hizo lo que menos quería. Lentamente fue apartándose de su agarre pero, unos brazos le detuvieron.

La pelirosa le miraba sonrojada a más no poder. Abrazándolo del cuello y jalándolo hacia ella. No quería separarse del beso que por tanto tiempo había esperado.

-Ta…Tamao…-esbozó como pudo el joven de ojos dorados. Los ojos decisivos en los temblorosos rosas. Un moviendo de la cabeza lo animó, dándole la confianza que necesitaba para profundizar aquel maravilloso roce.

Con pasión, movió sus labios con los de ella.

¡¡¡¡Los besos de él, estaba recibiendo esas caricias en sus labios de él…! Su felicidad no cabía en su delicado cuerpo. El corazón palpitante en emociones encontradas. En tremenda alegría, tanta angustia que había sentido, desaparecía al contacto con él.

La opresión en su pecho, el corazón latiendo velozmente, su mente perdida en las provocaciones de sus labios, su cuerpo temblar ante la presencia cautivante…era demasiado, tanta felicidad que dolía.

Unas lágrimas sigilosas cayeron de sus mejillas, mojando la mano de él.

Al sentir, se separó preocupado de que pudo haber malinterpretado las cosas. Con inquietud la miró. Ella sonreía.

-Lo siento…-se disculpó bajando la cabeza.- Pensé que tu…mejor me voy.-terminó serio y con la vista oculta en sus mechones violetas.

De su cuello, sus manos pasaron a su rostro y lo haló hacia ella, besándolo tiernamente. Aún con los labios unidos, la pelirosa pudo esbozar unas palabras.- Quédate…porfavor Ren…-dijo. Después se sintió envolver por los brazos de él.

-Como desees.-contestó en oculta sonrisa.

La besó acariciando su espalda, mientras que ella volvía las manos cerrándolas en su cuello. El beso se volvió entrecortadamente apasionado.

Cuánto ambos habían deseado esto. Cuántas habrán sido las noches en que ambos ilusionados, observaron sus puertas en espera del otro. De una inesperada confesión de amor que terminaría en la mejor de las realidades concretas.

Y aquí estaba él. Y a su lado, la hermosa joven de cabellos cortos rosas. Inusual color tan bellos como lo amatista de sus ojos.

Pausadamente recuperó la respiración perdida entre tanta agitación. Asegurándose mucho antes de haber cerrado bien la puerta. Sin soltarla, la condujo a la gran cama que había en la habitación.

De sábanas de seda color blanco, cómoda, suave, como piel. Pero más tersa, era la piel de su amada (n.a: x dios dije eso…)

Tamao no se resistía, se encontraba muy inmersa en las caricias y en los besos que le muchacho de ojos dorados le brindaba. Se sentía feliz, dichosa.

Notó que ambos se habían sentado. Él apartó sus labios de los de ella. El rostro ruborizado, la mirada apenada pero seria, la respiración agitada y el brillo de sus ojos, la hipnotizaba.

-Tamao…-comenzó. Su voz sonaba en hilo. El rostro enrojecido a más no poder.- Quiero decirte…que…- despegó su vista por un momento de los ojos expectante de ella. Luego, determinado y con el ceño fruncido.- …que… te amo…-y los serios labios cayeron en sonrisa.

¿Escuchó bien?

Qué importa. Lo había oído y no era necesaria una repetición. Llevó sus manos a su pecho, cerrando sus ojos fuertemente, dejándose expuesta por el sonrojo siempre presente desde que la besó.

-Tardaste mucho Ren…-dijo ella calmadamente. El pelivioláceo la miró interrogante. Unas lágrimas sigilosas cayeron de la mejilla ruborizada. Alzó su vista a él.-…Yo también te amo…-contestó en amplia sonrisa.

En ese momento la abrazó, aspirando con fuerza el aroma de los cabellos. Tocando la piel de su espalda y estremeciéndose al tacto de ella en su pecho.

La tomó entre sus brazos más para evitar que ella viese el aumento de rubor en su rojo y la repentina sonrisa que sus labios formaban. Ocultó y besó el cuello de la muchacha.

En igual o peor estado estaba ella, quien le acariciaba el pecho aún cubierto en camisa crema. Los cabellos violetas se confundían en los rosas de ella.

Sintió como los dedos de él de su espalda, fueron hasta sus hombros, deslizando un poco las tiras del vestido que portaba. Sin dejar de besar su cuello ni un solo instante. Dejando una marca en el cuando apartó sus labios.

Ella no pudo evitar contener un pequeño gemido al sentir la presión que habían formados los impacientes labios de chino en su piel. Él la miró de reojo con sus ojos de gato con satisfacción.

Volvió a aprisionar sus labios con los de él. Saboreando cada centímetro que pudo haber dejado. Con pasión, nerviosismo y felicidad mezcladas.

En ese momento, la amaba y todo lo que podía pasar después, él vería como las resolvería. Nadie se la quitaría.

La abrazó con fuerza sin abandonar su tacto. Ella comenzó a jugar con su cabello. Pasándolo entre sus dedos, sintiendo la suavidad de las hebras.

El inquietante juego lo animó. Sintió como el cuerpo tensionado, iba relajándose poco a poco.

Poco a poco la fue recostando el las blancas sábanas. Ella disfrutaba del agarre pero muy consciente de todo lo que pasaba.

De su cabello, las manos acariciaron el cuello varonil del hombre. Recostados como estaban, con él encima y cuidadosamente sobre ella. Con sólo la rodilla sirviéndole de apoyo.

Pasaron de su cuello, al pecho cubierto por la blanca camisa. Sólo los dos botones superiores abiertos. Entre abrió sus ojos un poco y con sorpresa notó los de su acompañante igual de abiertos.

Se miraron inquietantes, sonrojados y apasionados uno por el otro.

-Ren...yo...-habló en susurro la muchacha pelirosa. Notó una de las tiras ya caídas de su vestido.

El de ojos ámbar notó el nerviosismo de la jovencita. ¿Acaso actuaba muy rápido? Debía de ser por eso. Ella no estaba lista, no hace unos minutos le había confesado su amor y ahora le estaba pidiéndole algo más.

Cerró sus ojos pesadamente.

-Tamao, yo…lo siento…-dijo tratando de apartarse de ella. Pero la pelirosa lo tenía sujetado del cuello.-…talvez vamos muy rápido…yo…-la voz le temblaba.- es mejor…dejarlo aquí….-terminó en susurro.

-Te amo.-Y otra vez, lo sorprendió besándolo.

Con el impulsó, cayó sobre el cuerpo de ella. Sintiendo un mayor contacto. Los brazos de la pelirosa se habían cerrado una vez más en el cuello de este, dándole pequeños besos en el contorno.

Las pequeñas caricias lo animaban a continuar. Con suavidad deslizó el otro tirante y el vestido cayó, revelando los pechos firmes de la joven. Maravillosa visión en conjunto con el sonrojo que se había formado en el rostro de la pelirosa.

La abrazó con fuerza.- Te amo tanto.-susurró al oído de la que sería este día y las noches siguiente, la más amada en cuerpo y alma.

Continuará----(espero)

Jajajaja weno se supone que este fic va a ser lemon…se supone. Depende de cómo me sienta (que sobrada) jejeje mas ke lemos va a ser uno Light, para que los estómagos sensibles no se molesten ni tampoco quiero que piensen que soy una depravada ni nada de eso jejeje

Le haré una continuación, y en esa sí habrá lemon jujuju la curiosidad en fin jejeje ojala les guste byes n.n