Advertencia: Este es un fic alternativo y contiene palabras que pueden ser consideradas como soeces o fuertes para el lector y no apta para menores que las puedan aprender XD. Los personajes son propiedad de la gran Rumiko Takahashi.

Historia de Piratas

Capítulo Primero: La princesa con garras

- ¡Aseguren las velas y la artillería¡Aseguren las velas y la artillería! - gritaba dando la orden a todos los marinos que la escucharan.

- ¡Capitán¡El mastil está cediendo!

- ¡Maldita sea¡Busque a la princesa y asegúrela¡Pero rápido marino¿Qué espera para moverse? - exclamó al verlo estático y sin moverse un centímetro de su lugar. El joven se quedó tan quieto como un castillo al ver como el mastil central aplastaba a los que una vez fueron sus compañeros y junto al gran pedazo de madera cayeron al agua arrastrados por las fuertes corrientes marítimas. - ¡Muévase rápido¡No tenemos tiempo que perder! - El marino emprendió la carrera hacia el otro lado del barco donde estaba la joven sujetándose firmemente de las barandillas que quedaban en el navío. Corrió como pudo por cubierta, sosteniéndose también de las barandillas que aún quedaban en su lugar y esquivando todo tipo de escombros que se le atravesaba, desde grandes pedazos de maderas, las velas que se habían caído, la artillería y las comodidades que todo navío de reyes debía tener.

- ¡Princesa! - ella gritaba desesperadamente como si su vida dependiera de ello, cuando localizó al marinero lo vio con ojos de terror. - ¡La voy a amarrar con esta soga¡Sujétese bien! - ella se abrazó fuertemente a las barandillas mientras sentía mareos por los movimientos bruscos del barco. - ¡Trate de acercarse un poco a mí! - nada sucedió, parecía no haberle escuchado porque no se movió un centímetro de donde estaba ella parada. El joven marino llegó a su lado y comenzó a pasarle la soga por la cintura. La amarró fuertemente y le hizo un nudo muy bien apretado, luego pasó la soga por las barandillas para asegurarla bien y cuando estaba haciendo el nudo ambos sintieron como si estuvieran levitando pero él no le prestó mucha atención a eso, en cambio, ella vio con horror toda la escena. Terminó de hacer el nudo sólo para sentir como la gran ola que los había levantado antes, ahora se encargaba de inclinar completamente el navío para después cubrirlos completamente como una madre cobijando a su hijo con una manta en una noche de frío intenso. El navío volvió a salir de las sábanas del mar y cuando la princesa miró a su alrededor ya no había marino alguno a su lado.

- ¡TODOS A BABOR¡TODOS A BABOR! - se escuchaba gritar al capitán, él no estaba tan desesperado como todos o por lo menos eso pretendía. Todos los que quedaban en cubierta se movilizaron rápidamente para hacer contrapeso en el barco y tratar de estabilizarlo un poco ya que se estaba inclinando peligrosamente a estribor nuevamente. Ya la mayoría estaba asegurada con sogas y por eso quedaban los que quedaban. El esfuerzo que todos estaban haciendo era sobrehumano, Unos estaban bombeando con muchos cubos de madera, el agua que entraba a los otros niveles del navío y que amenazaba con hundirlo por el gran peso que ésta hacía. Otros, asegurando las grandes velas que amenzaban con abandonar el barco, habían caído mar adentro ya que el mastil fue arrancado por los fuertes vientos y las no tan pequeñas olas que se estrellaban contra el mismo. El resto de los marinos aseguraban todo lo que quedaba en cubierta. Era una gran tormenta la que atrasaba su jornada.

- ¡Corten los cabos! - al momento que dio la orden, él fue el primero en sacar su filosa navaja y cortar todas las sogas que seguían sosteniendo alguna mercancía que quedara en el barco. Cortaron todo, hasta los pequeños botes salvavidas que habían para casos graves como éste. Ella se quedó sentada y comenzó a buscar con la mirada a su padre. Miraba y buscaba en todos los rincones posibles pero nada... él ya no estaba en el barco. El mar estaba cada vez más picado y parecía que la pesadilla no acabaría pronto. Una nueva ola, más alta y grande que la anterior levantó al gran navío. Ella sintió un ligero mareo, pero eso no importaba ahora. Tenía miedo, mucho miedo, pero no gritó. La ola levantó tanto el barco que pareciera que la quería llevar al cielo. Cerró los ojos y aguantó la respiración, más por instinto que por conciencia. Después, el silencio se hizo presente, la tormenta había pasado. Cuando decidió abrir los ojos, no vio nada... pronto se dio cuenta de que se estaba ahogando. Nadó como pudo hacia la superficie. Pasaron 1... 2... 3 segundos y ella no lograba llegar para conseguir el tan preciado aire que le hacía falta en esos momentos de desesperanza. Nadó y nadó con todas sus fuerzas, o con lo que le quedaba de ellas, hasta que por fin logró llegar y conseguir la tan deseada bocanada de aire. Miró a su alrededor y sólo vio al poderoso mar, segundos después, como a unos doscientos metros de distancia, el navío donde ella antes viajaba surgió de entre las olas sólo para hundirse una vez más, pero esta vez, para siempre. A los pocos segundos las cajas y pedazos de madera salieron a flote junto a algunos marinos que lograron salvarse. Ella buscó una vez más con la mirada a su padre pero nada. Todo estaba muy obscuro como para ver el agua siquiera donde nadaba.

- ¡Akane! - escuchó girtar a lo lejos - ¡Akane! - siguió buscando al dueño de aquella voz, pero era imposible ver en esa noche obscura. Por lo menos ya la tormenta había pasado y el mar ya no estaba tan picado como antes, pero las corrientes eran fuertes y ella sentía que se alejaba de la voz. - ¡Akane! - era casi inaudible, sin duda alguna se estaba alejando. Sintió miedo otra vez, pero no de morir, le tenía miedo a quedarse sola allí. Sola en una noche obscura. Sola en medio del mar. Sola en el mundo. No se rindió, ella siguió buscando. No veía más que cajas y maderas. Se sujetó a uno de los pedazos de madera que flotaban cerca de ella, por lo menos así podría descansar un poco sus piernas y sus frágiles brazos. El silencio arropó al mar y las nubes habían despejado los cielos dejando que un débil rayo de luna pasara entre las sombras. Pudo ver sólo un montón de escombros, no había señales de sobrevivientes, además de ella por supuesto. Esto era peor que el infierno. Estaba viviendo la peor pesadilla que nunca había soñado..., se quedó completamente sola. Como un milagro divino, uno de los pequeños botes que habían liberado entre aquellas poderosas olas estaba pasando como a unos cincuenta metros lejos de ella. Tal vez llegaría o quizás moriría en el intento. Pero, en estos momentos eso no importaba mucho. Si su muerte le esperaba por buscar ese pequeño bote era mejor, sí... prefería la muerte mil veces antes que acariciar la soledad. Ella tomaría el riesgo.

Sin más pensamientos se lanzó hacia el botecito que a cada segundo se alejaba unos centímetros más por las corrientes y una que otra pequeña ola. Su suerte no podía ser peor... por fin había alcanzado al pequeño bote salvavidas. Abordó como pudo. Después de acomodarse, se detuvo un momento para mirar su bello traje azul celeste, estaba hecho trapos. Eso no importaba ahora... una última esperanza de que su padre siguiera con vida le asaltó el pensamiento. Buscó una vez más ahora que había un poco de luz. La situación era la misma... no había ya ni una cajita de madera flotando. Todos se habían sumergido menos ella. Todos estaban en el paraíso mientras ella estaba ahí... sola. ¿Qué sería de su vida ahora¿Alguien la rescataría¿Naufragaría hasta morir de sed y de hambre¿Cómo viviría sin su padre? Era claro que ella no sabía hacer muchas cosas por sí misma, eso le frustraba, pero como ella era una princesa nadie se había preocupado en enseñarle como arreglarse sus cortos cabellos siquiera. ¿Cuál sería el futuro de su reino¿Por qué todos la dejaron sola en medio de la nada? Cientos de miles de preguntas la asaltaban en la mente haciendo que su estado de conciencia se volviera cada vez más insoportable. Se dejó llevar por la inconciencia con un último pensamiento en mente... que sea lo que Dios quiera.

- ¿Por qué no la matamos de una vez?

- ¡Por Dios Ryoga¿Cómo puedes ser tan bárbaro con semejante perla¡Es un regalo para mí¡Sabía que algún día llegaría¡Yo he soñado con esta sirena desde hace mucho tiempo! - comenzó a escuchar unas voces lejanas. Le molestaban, porque no la dejaban descansar en aquel lugar obscuro y silencioso, pero a la vez, acogedor. Tal vez ya estaba muerta y esas voces eran de ángeles. Sí eso debía ser... hubo uno que mencionó a Dios y quizás el tal Ryoga era uno de los ángeles que la estaban recibiendo en su reino.

- ¡Oh, Santo Cielo Sei¿Qué tonterías dices? Esto no es una joya, es una cualquiera. ¡Insisto en matarla de una vez! Ella ni cuenta se dará porque ni siquiera está conciente. - ¿una cualquiera? Deben de estar hablando de alguna joven que llegó al mismo tiempo que yo a los Cielos Santos y ese tal Sei con su bondad quiere dejarla pasar. - Ranma, sólo dame la orden y aquí mismo la decapito y le doy un pase al otro mundo. - ¡Que bárbaro! La quiere enviar a los infiernos... ojalá ese tal Ranma no le de el permiso. Ese debe ser el mensajero de Dios, él no puede ser tan malo.

- No Ryoga... espera un momento. - Ranma le detuvo el paso a Ryoga impidiéndole acercarse más a la joven. - Esas ropas...

- ¡Ajá¡Ya sabía yo que tú no eras tan diferente a mi Ranma! Está bien no hay porqué seguir ocultándolo. Esas ropas tan rotas... dejan mucho que imaginar no te culpo. - comentó Sei en un tono picaresco y dándole un ligero codazo a Ranma. ¡Esto es increíble¡Se están ligando a la ramera en pleno Cielo Santo ¡Esto es un escándalo! Si mis amigas estuviesen aquí comentaríamos de esto por horas eternas y días enteros.

- ¡No me refiero a eso! - exclamó fieramente. - Sus ropas son hechas con telas finas, eso significa que es de la realeza o como mínimo es rica.

- Yo sigo insistiendo en que la matemos de una vez. - pero que angel más sangriento, lo mejor será que los vea personalmente y ponga las cosas claras. Tal vez a esa pobre ramera la puedan mandar al purgatorio pero a mi, nadie me saca del Paraíso. Lentamente abrió sus ojos color café y vio a tres hombres mirándola detenidamente. Por un momento se sintió avergonzada porque en el reino nadie miraba a los nobles y reyes directamente a los ojos, pero recordó que debía luchar por quedarse en ese lugar.

- ¿Dónde estoy? - mejor me aseguro de estar en el lugar correcto antes de querer quedarme. Sentía un ligero dolor de cabeza, eso debía ser uno de los síntomas del cambio de ambiente. Ella había escuchado a sus amigas hablar que no en todos los reinos se respira el mismo aire.

- ¡Aquí el que hace las preguntas soy yo! - lo miró con detenimiento. ¿A esto le llaman angel¡No es mas que un plebeyo¡Se le nota a leguas! Esa camisa roja toda desgastada, y esos pantalones negros que ya se ven hasta grises. ¿Botas negras y un aro de oro en la oreja izquierda¿Qué clase de angel usa aros y botas?

- ¿Cómo te atreves a hablarme así plebeyo¡Ni siquiera el rey más poderoso se atrevería a hablarme de esa manera! - Todos los presentes de la escena aguantaron el aliento en ese momento. Esa estúpida se atrevió a contestarle al capitán, era lógico esperar lo peor. Hasta el mismo diablo le huía a Ranma Saotome. La princesa no recibió más que una bofetada y aún así no sabía lo afortunada que había sido de recibir sólo eso.

- ¡Plebeya será tu madre, hija de perra! - el hombre estaba hecho una furia. Se le veía todo en esos ojos azules obscuros, el mismo color del mar en aquella noche inolvidable. - ¡Dime quién demonios eres y que carajo haces en mi isla¡Habla ya, estúpida si no quieres que te corte la cabeza yo mismo! - más asustada no podía estar. ¿Aquel hombre le había pegado¡Y había insultado el honor de su madre! Esto no se iba a quedar así. De todos modos ella no tenía nada que perder, ya lo había perdido todo en el mar.

- ¿Cómo te atreves a levantarme la mano y a llamar a mi madre, perra¡Lo más seguro es que tu hayas nacido en el hombre número cuarenta y siete de tu madre¡No eres más que un hijito de padres¡De muchos padres¿Y qué es lo peor que le puedes hacer a alguien que no tiene nada que perder? - si su padre la escuchara hablando así el castigo vendría seguro. En los años que llevaba de princesa, ella siempre había hablado con total propiedad, menos mal que había escuchado una pelea de los sirvientes para poder responder aquí. Todos se quedaron en completo silencio, esperando por la respuesta de Ranma.

- ¡Mi madre no se acostaba con el primero que encontrara a diferencia de la tuya! - ¡Oh por Dios¡Parece un niño! - ¡Te hice dos preguntas y quiero las respuestas ahora!

- Por favor bella, responde. Créeme que no querrías saber lo peor que te puede hacer, ni siquiera yo lo sé. - Akane miró a ese otro... esa voz, él era el que quería dejar a la ramera en el Cielo Santo. Bueno, si él lo decía por algo era.

- ¡SEI! - el hombre musculoso de cabellos largos rubios y ojos verdes esmeralda, brincó al instante de escuchar su nombre. - ¡No te metas, si sabes lo que te conviene!

- ¡Sí señor! - exclamó asustado el pirata de vestiduras blancas y botas negras. También usaba un aro que no pasó desapercibido por el ojo agudo de la princesa. Ranma volvió su furiosa mirada a la joven que le estaba sacando los estribos de lugar.

- ¡TÚ! - al igual que Sei ella brincó ante el sonar de su molesta voz. - ¡Estoy esperando por las respuestas!

- ¿Y a mi que me importa lo que estés esperando? - contestó ella retándolo. Ryoga contuvo el aliento una vez más. ¿Esa chica era masoquista o qué? Ni siquiera él, que había pasado casi toda su vida cerca de Ranma, se atrevería a levantarle la voz.

- Mira... querida bestia, en estos momentos ¡NO TENGO LA PUTA PACIENCIA QUE QUISIERA ASI QUE SI QUIERES QUE ALGUIEN PUEDA RECONOCER TU CADÁVER MAS VALE QUE ME CONTESTES AHORA MISMO! - creo que ya la cosa va en serio... bueno, adiós diversión... hola miedo ¿como estás? te estaba esperando. Ella vio a su alrededor antes de contestar pero ya aquellos dos jóvenes estaban corriendo de allí despavoridos. Cobardes.

- Está bien, está bien. No veo la necesidad de ponernos agresivos. - ante este comentario Ranma agarró con más fuerza su espada como insentivo a que ella avanzara... lo extraño fue que funcionó. - Soy Akane Tendo, la princesa de Kassenwart y prometida de Tatewaki Kuno, príncipe de Erdkugel. Iba camino a mi encuentro con él antes del matrimonio pero una tormenta destrozó al navío encargado de llevarme, todos se ahogaron menos yo... por desgracia y circunstancias del destino. Ahora es tu deber, como líder de marinos, carpintero, sirviente, o lo que seas, de llevarme al reino de Erdkugel. Y no te puedes negar, es una orden real. - ella estaba muy segura de sí misma y además era muy altiva y orgullosa.

- ¡Te pedí unas malditas respuestas no que me leyeras tus testamentos¿Y que fue lo otro que me dijiste¿Una orden real?

- Así mismo, veo que por lo menos tienes buena audición. - contestó la princesa, sin duda alguna ella era igual a Ranma, retadores por naturaleza. Encargados de molestar al otro sin importar lo que les suceda después.

- ¡Jajajaja¿Pues sabes qué¡Métete tus estúpidas "órdenes reales" por donde te quepan! Ahora si me disculpa... ¡Ryoga! - gritó el 'capitán demonio' al joven de cabellos negros y que en cuestión de segundos ya estaba a su lado nuevamente. - ¡Llévate a esta 'princesa' al 'calabozo real'! - era claro que se estaba mofando de la pobre Akane en su cara y ella no iba a permitir eso. Antes de que Ryoga pudiera hacer algo, ella le había propinado un puño a Ranma en la cara. - ¿No te dije¡Yo espíaba a los sirvientes en sus peleas! - Ryoga se la llevó antes de que Ranma la matara allí mismo. Corrió lo más rápido que pudo hacia una cueva oculta tras una gran cascada.

En el techo de la cueva se podían apreciar las estalactitas y los reflejos del agua, era un lugar hermoso y tranquilo. La cueva era enorme y habían unas hamacas colgando del techo, eran más de siete, eso lo podía asegurar y en una de ellas había un joven tomando una siesta, definitivamente ese era uno de los mejores lugares para descansar. Ryoga la llevaba cual saco de papas fuera y llegaron a un punto donde habían dos caminos, ellos se fueron a la izquierda y rápidamente llegaron al final de ese corto túnel donde habían unas barras de madera gruesa, irrompibles que formaban un tipo de celda. El marino abrió una pequeña puerta hecha con los mismos barrotes que habían sido cortados para este propósito y la tiró sin piedad al rocoso suelo.

- ¡Oye¡Ten más cuidado¡Vas a ver cuando me vaya de esta asquerosa isla¡Voy a llamar a mis guardias!

- ¿Y quién te asegura que salgas con vida de aquí? Con el trato que le diste a Ranma... de seguro no pasas de esta noche.

- ¡Eso ya lo veremos! - Akane estaba hecha una fiera, parecía más una leona encerrada en una jaula que una princesa encerrada en un calabozo. Tenía una mirada determinada a pesar de conocer el estado en el que se encontraba. No sabía si admirarla por su valentía o compadecerla por su estupidez.

- Por tu bien... que así sea. - Ryoga se dispuso a abandonar a la princesa, cuando se encontró con un joven que ella no había visto. Éste tenía los cabellos marrones y unos ojos color miel. Sus vestiduras eran similares a la de los demás, lo único que variaba eran los colores. Llevaba unos pantalones blancos y sus botas eran color cafés. Su camisa de manga larga era de color azul celeste, igual que el color del cielo reflejado en aquellas aguas que caían de una forma armoniosa. Aquella cascada era un regalo de la naturaleza.

- Ranma quiere que busques la cena, hoy es tu turno. - dijo el joven sonriendo, como si disfrutara ver al otro poner una cara de pesar. - Tatsuki va a estar esperando ansioso.

- Si ya lo sé. - contestó molesto. - Deberíamos asaltar otro barco. Ya me estoy cansando de esta maldita dieta.

- Todos nos sentimos igual Ryoga, pero ya sabes. Tenemos que esperar a que pase alguien. - el marino se fue a su nuevo deber y el otro joven se acercó a la celda donde tenían encerrada a la princesa.

- Hola. ¿Eres la nueva prisionera? - preguntó con genuina curiosidad, aunque la respuesta era bastante obvia, ella no tuvo el corazón de contestarle de mala gana al primer joven que se tomaba la molestia de saludarla siquiera.

- Si. Soy Akane Tendo, la princesa de Kassenwart. Y pues si... mi barco ya no existe, desperté aquí, discutí con un tal Ranma, le di un puño... y aquí estoy ahora, encerrada en un calabozo. - el joven puso una cara de espanto como si hubiese visto a un fantasma. Akane se preocupó por su actitud repentina. - ¿Te pasa algo?

- ¿Tú... le... dis... diste a Ranma? - casi no podía pronunciar las palabras, eso era como el más terrible de los pecados que alguien pudiera cometer jamás.

- Pues sí... ¿y qué? Se lo tenía bien merecido - respondió ella orgullosa. Akane se quedó un poco aturdida al ver como el joven dibujaba una cruz imaginaria frente a ella. - ¿Qué haces?

- Estoy rezando por ti. Por cierto yo soy Akira. - dijo brindándole una sonrisa.

- ¿Por qué todos le temen a ese tal Ranma? - ella sentía la curiosidad, desde que aquellos dos huyeron despavoridos y ahora Akira rezando por ella. Tal vez de verdad había cometido una estupidez al pegarle.

- ¿Me estás diciendo que nunca habías escuchado de Ranma Saotome¿Ni de su padre el capitán Genma? - su rostro reflejaba una gran sorpresa. ¿En que tierras vivía esa niña que no conocía de los mares?

- La verdad es que no... nunca los había oído mencionar. - Akane estaba espectante de lo que Akira le iría a contar. En realidad quería saber de ese tal Ranma y Genma.

- Genma era el padre de Ranma, pero murió hace poco en un ataque. Ellos dos eran los piratas dueños de los tres mares. Sus torturas son inimaginables y todavía no hemos visto todo lo que pueden hacer. - Akane estaba espectante, sentía una ansiedad de saber más. Quería más. - Te voy a pedir que no menciones nada de esto a Ranma porque sino me mata - dijo el joven de ojos color miel con una sonrisa en sus labios. La joven princesa no imaginaba lo cierto de estas palabras. ¿Será capaz de matar a un amigo?

- ¿Cuáles son esas torturas tan espantosas? - seguía preguntando curiosa la joven.

- Lo siento princesa, pero no quiero que tenga pesadillas. Creáme, es por su propio bien - contestó Akira dando la vuelta dispuesto a retirarse.

- ¿Tan terribles son? - ella estaba horrorizada de que alguien tuviera miedo de solo mencionar alguna.

- No... terrible es una palabra que no le llega al nivel. Ahora si me disculpa me tengo que ir. - Akira comenzó su marcha y Akane siguió sus pasos hasta que desapareció completamente de su vista. ¿Ella había golpeado a un maníaco violento y nadie le advirtió antes?

Akane se sentó en un rincón del calabozo y abrazó sus rodillas a la vez que enterraba su cabeza entre sus piernas. Por primera vez, desde que cobró conciencia estaba al tanto de su estado actual. Su padre había muerto junto a todos los marinos en una tormenta donde ella fue la única que sobrevivió. Estaba vestida como una mediocre. Su vestido azul celeste más bello estaba hecho trapos y ya sus zapatillas habían pasado a la historia en el mar, y para qué comentar de sus cortos cabellos negros-azulados, estaban todos revueltos. Su piel tenía las marcas de varios cortes que había obtenido durante el movimiento del navío. Sus ojos ojerosos la hacían parecer una muerta en vida y para colmo tenía unos olores a salitre que ni ella misma se soportaba. Su vida era un desastre. Ya no le importaba mucho lo que pudiera hacerle ese tal Saotome. Estaba en la entera disposición de abrazar a la muerte cuando ésta llegara por ella. Al fin de cuentas ya lo había perdido todo y no tenía algo por el que seguir viviendo. Y las personas viven porque tienen deseos de vivir. Los que viven y quieren morir son los llamados muertos en vida. Ella era una de esas.

- ¿Tenemos visitas? - preguntó una voz desconocida para ella. Eso era imposible. ¿Otro hombre¿Cuántos son?

- Si, una princesa ahí. - contestó otra voz nueva con un tono de despreocupación. - Creo que le pegó a Ranma o algo así escuché por ahí. - ¿Y dicen que las mujeres se pasan comentando lo indebido?

- ¡No te creo¿Está en el calabozo¿Puedo verla? - en ese momento Akane se sintió como los bufones reales.

- ¿Para qué me preguntas a mi¿Qué soy yo, tu madre¡Haz lo que quieras! - contestó el otro malhumorado.

- ¡Ay Kensuke¡Ya verás como un día le voy a decir a Ranma que te cobre todos los cuchillos que me robas¡Y para que sepas, pues te pregunté porque sí pareces una vieja¡Jajajajaja!

- ¿Cómo fue? Repite eso. - dijo muy tranquilo Kensuke desde su hamaca.

- ¡Tienes todos los síntomas de vieja¿Ves¡Ahora ya ni escuchas bien! - Tatsuki se estaba riendo a carcajada limpia hasta que un cuchillo de seis pulgadas le rozó el rostro.

- ¡Jajajajaja! Así me gusta niñito... que mantengas el silencio cuando la gente grande quiere dormir. - dijo en tono burlón.

- Ahora me ves... ahora no me ves - Tatsuki se fue corriendo, huyendo del loco de Kensuke, ese bastardo tenía una muy buena puntería y si quería sacarle un ojo sólo tenía que lanzar uno de sus propios cuchillos para realizar el trabajo. Cuando llegó al calabozo se encontró con que la princesa estaba llorando desolada en un rincón con los brazos alrededor de sus piernas y su rostro oculto entre sus rodillas. Se veía bastante devastada, y no era para menos. Era prisionera de Ranma Saotome, el dragón del mar, el capitán demonio, el dueño de los tres mares, el único al que le huye la muerte. Su traje estaba hecho harapos, eso debía dolerle a una princesa que estaba acostumbrada a comodidades de todas clases. A caprichos cumplidos de cualquier tipo. Todo se lo arrebataron de golpe.

- No llores que te pones fea - dijo en un intento fallido de consuelo. - Akane levantó la cabeza y observó al nuevo joven que la visitaba. Él era el culpable de hacerla sentir como los bufones hace un rato. Parecía un niño..., su rostro inocente, su voz infantil, sus cabellos cortos rubios y sus ojos obscuros mirándola con espectación y ahora ese dulce comentario tratando de calmarla.

- ¿Más fea de lo que estoy ya? Eso es imposible. - Akane lloró con más fuerza que antes. Lo había perdido todo en cuestión de segundos y ahora venía este joven inocente a decirle que ¿no llorara? Eso era como pedirle serpientes de oro a una pobretona.

- ¿Puedes llorar más bajito¡Estoy tratando de dormir! - se oyó gritar a Kensuke desde la entrada de la cueva donde estaban las hamacas. Ella no estaba tan lejos. Eran solamente como unos cien metros de distancia.

- No le hagas caso a ese vago. ¡Siempre está durmiendo! - dijo el joven casi gritando. - ¡y también se roba mis cuchillos! - volvió a gritar. Casi no termina de decir esto último cuando un cuchillo de doce pulgadas se enterró fuertemente en una pared cercana. Los ataques de Kensuke no le podían hacer nada ya que había una pequeña curva hacia la izquierda para poder llegar a la celda de Akane.

- ¿Decías? - gritó el joven de cabellos y ojos negros desde el otro extremo de la cueva.

- ¿Yo dije algo? - preguntó mirando a la joven quien estaba riendo de la escena. Ella se había levantado de su rincón y se acercó a los barrotes. Tatsuki no hizo más que sonreir. - Yo soy Tatsuki, el cocinero. - dijo a la vez que estiraba su mano para saludarla. A diferencia de la mayoría de los que ella había visto, este joven usaba un pañuelo rojo en la cabeza. Su camisa es blanca de la misma tela barata que la de los demás. Usa pantalones del mismo color y unas pequeñas botas color cafés.

- Hola Tatsuki - saludó sonriendo Akane desde su celda y estrechando la mano del 'joven niño' - Yo soy la princesa de Kassenwart, Akane Tendo... aunque ya no se si merezca el título con estas ropas rotas que traigo. - ella levantó un poco su falda queriendo enseñarle sus trapos. Ellos estaban vestidos como dioses al lado de ella.

- Princesa al fin... ya veo porque Ranma no te ha matado todavía. - dijo Tatsuki mirándola detenidamente. Akane lo miró curiosa y él sonrió. - eres muy bonita. Ya me tengo que ir... voy a cocinar para este chorro de VAGOS. Adiós, su alteza real. - hizo una ligera reverencia y se marchó. ¿De verdad él creía eso? No sabía si sentirse halagada o sucia por gustarle a un pirata torturador con fama de bestia endemoniada. ¿Será cierto? Akane fue nuevamente a su pequeño rincón, alejada de los grandes barrotes y ajena a la realidad.

- ¿Dónde diablos está Tatsuki? - gritó Ryoga que acababa de entrar a la cueva.

- ¡Deja de gritar, maldita sea¿No ves que estoy tratando de dormir? - exclamó al momento que lanzaba un cuchillo que era esquivado por Ryoga con mucha facilidad.

- ¿Acaso quieres matarme, imbécil¡Deja de estar tirando cuchillos a todos!

- Pues creo que no estaría de más, la parte de matarte. - dijo al tiempo que lanzaba varios cuchillos de diferentes tamaños con una agilidad impresionante. Ryoga sintió un alivió al saber que se le habían terminado. Él podía esquivarlos todos pero con un poco de dificultad. Aunque sabía muy bien que el pirata estaba fallando sus tiros a propósito para evitar herirlo, eso le molestaba pero tenía que admitir que ese desgraciado era el mejor en tiro al blanco.

- ¡Si serás hijo de...!

-¡Mis cuchillos! - Tatsuki le dio un empujón a Ryoga que estaba a punto de aplastar uno de sus mejores cuchillos para cortar carne. - ¡Kensuke! - dijo mirando al joven de vestiduras negras con cara de pocos amigos - ¡Roba los tuyos propios y deja de estar robándome mis preciados cuchillos¡Te voy a acusar con Ranma! - si... él era un niño en toda la extensión de la palabra.

- ¡Después te consigo otros nuevos¡Vete ya a cocinar que tengo hambre! - Tatsuki recogió todos sus adorados cuchillos de cocina y antes de salir le arrebató a Ryoga los conejos que había capturado para la cena. Salió de la cueva silenciosamente... estaba muy molesto. Se dirigió a un rincón al lado de la gran cascada donde tenía lista una fogata con una cacerola llena de agua hirviendo con algunas especias.

- Deberías dejar de robarle esos cuchillos. Le costó mucho conseguirlos, tú lo sabes. - le reprochó Ryoga a la vez que se recostaba en su hamaca.

- Si lo sé... pero es por eso que me gustan... son los mejores que ha podido robar el bobo ese. Además en el último asalto se me fueron todos los que tenía. Ya después le consigo más para que deje de llorar.

- Si claro...

En la orilla del mar, más específicamente, donde todavía se encontraba el bote donde llegó la princesa, un joven de cabellos negros largos sujetos en una coleta y ojos azules se dirigía a nadar en el mar. Pero no por diversión, él buscaría algún tesoro que pudo haber sido arrastrado por las corrientes al igual que aquella idiota. ¿Por qué el destino le llevó a una salvaje disfrazada de princesa en vez de llevarle un gran cofre de oro y mucha comida? Serios eran sus pensamientos de matarla, pero no... él la cambiaría por una jugosa recompensa por parte de su familia o del estúpido de su prometido. Todavía podía sentir fresca en su mejilla la mano de ella. No le dolió el puñetazo que le propinó, pero ella era la única que se había atrevido a levantarle la mano. ¿Cómo puede ser alguien tan estúpida?

Su agilidad era impresionante, nadaba como todo un pez. Cada vez se alejaba más de la orilla y se sumergía a aguas más profundas. Con gran rápidez buscaba pero sin resultado alguno. Ya estaba muy lejos de la playa de su isla cuando decidió hacer un último intento por encontrar algo de valor en esas aguas saladas. Tomó la mayor cantidad de aire que sus pulmones le permitieron tomar y sin esperar más se sumergió cual delfín fuera haciendo piruetas en el océano. Descendió a una velocidad impresionante. No había quien negara que era un espléndido nadador. En el fondo, enterrado en las arenas encontró una caja, no muy grande. Más rápido que ligero Ranma ya le había amarrado la otra parte de la soga que estaba sujeta a su cintura con un nudo. A pesar de haberlo hecho rápido, tardó más de lo previsto en asegurar esa caja, pero lo más seguro es que llegaría a la superficie sin problemas.

Lamentablemente sus cálculos del aire no pudieron estar más equívocos. El capitán del famoso "Dragoner" se ahogaba a pocos metros de llegar a la superficie en busca de aire desesperadamente. Ya podía sentir la asfixia. Se estaba ahogando por culpa de una estúpida caja. Es cierto que muchos decían que tenía más vidas que una bruja, pero él no era ningún ser extraordinario, él era un humano como cualquier otro y el lugar de los humanos era la tierra no el mar. Lentamente sus brazos dejaron de obedecerle y sus piernas iban por el mismo camino. ¡Esto era el colmo¡Primero una 'princesa' le pega un puñetazo y ahora ni siquiera sus brazos seguían sus órdenes! Despacio iba cayendo... al fondo del mar, de donde sacó aquella maldecida caja.

Una mano lo sujetó fuertemente. Ranma abrió los ojos y allí lo vio... su padre los estaba sujetando fuertemente de su brazo izquierdo y poco a poco lo comenzaba a halar. El joven no ofreció resistencia alguna y se dejó llevar por el brazo protector de su padre. No se dio cuenta de que su fallecido progenitor le halaba hacia el lado contrario de la superficie. Muy lentamente. De la nada lo sujetaron del otro brazo. Era Imai... el médico pirata. Era un hombre de veinte y siete años de cabellos largos y ojos negros profundos. Él era el más limpio de todos. Siempre andaba lavando sus ropas blancas porque después de los robos terminaba todo ensangrentado por curar a sus compañeros. En la mayoría de las batallas buscaba refugio en el camarote del capitán, con pistola en mano por si le necesitaba. Imai es cobarde pero leal a quien debe serle leal.

- ¡Ven conmigo hijo¡Ven conmigo, al paraíso! - exclamó Genma Saotome ex-capitán del "Dragoner". Murió a causa de una bala de cañón. - ¡Aquí podemos robar a muchos barcos! - él sintió el aliento de su padre cerca de su oreja izquierda. - ¡Ya conseguí un barco con más cañones que el "Dragoner"¡Todo el tiempo hay más luchas! - Ranma caía ante la seductora propuesta de su padre. Quería tanto estar otra vez con él, que ya no entraba en razón. Lo extrañaba tanto. Genma le había enseñado a ser todo lo que él era ahora. Habían compartido tantas peleas juntos. Ranma deseaba volver a esos buenos tiempos de dicha y alegría para ellos.

- ¡Ranma¡Responde¡Soy yo, Imai! - ese tonto doctor. ¿Cómo se atrevía a interrumpir su tan ansiado encuentro con su padre perdido? Sintió unos golpes en el pecho. ¿Alguien le estaba pegando? - ¡Ranma!

- ¡Ranma, hijo ven conmigo! Esta es tu única oportunidad. - Genma estaba logrando su cometido, se estaba llevando a Ranma a un gran barco pirata que estaba sobre un mar de color rojo. Rojo vivo, tanto que parecía fuego, hasta calor le daba. Más golpes en el pecho se hacían sentir.

- ¡Ranma¡No te atreves a responderme¿Me tienes miedo a caso? - ¿yo¿Tener miedo de ti? Por favor Imai, lo de bufón no te cae. ¡Ahora mismo voy a enseñarte quien es el que manda! - ¡Ranma¡Si estás atravesando el túnel de la luz, no sigas caminando! - ¿un túnel¿De que diatres está hablando este demente¿Le habrá picado algo venenoso? Espera aquí un momento papá, vengo enseguida.

- ¡No hijo, no vayas¡Si te vas ahora, después no puedes volver!

- ¡Mi amigo está muriendo, papá! Tengo que ir, lo siento. Ni por tí, ni por nadie ¿recuerdas eso?. Tú mismo me lo haz dicho muchas veces. Los amigos más leales no se cambian por familia porque ellos son familia. - Ranma se soltó del brazo de su padre y comenzó a nadar hacia arriba nuevamente. Que extraño, pensaba que ya me había quedado sin aire.

Todos miraban el cuerpo inerte del joven Saotome con rostros de tristeza y amargura. Imai lo había traído cargando a toda prisa desde hace ya varios minutos. Él había salido a pescar cuando vio movimientos raros y turbulentos en el agua, fue ahí cuando lo vio, su amigo y capitán se estaba ahogando. Y ahora no sólo Ranma no despertaba, sino que el doctor le estaba dando en el pecho ¿Se estaba desquitando de algo ahora que el pobre estaba inconciente? Y eso no era todo, hablaba de que el capitán era un cobarde y que ¿caminaba por un túnel de la luz?

Akane también se formulaba las mismas preguntas de todos. ¿Un túnel de la luz? En su vida había escuchado semejantes disparates. ¿Y como era eso de que el 'gran' Ranma Saotome se estaba muriendo? Cada vez se le hacía más difícil escuchar ya que al parecer el hombre que estaba gritando antes ya no tenía tantas ganas o fuerzas como antes. O eso pensaba ella...

- ¡RANMA MALDITA SEA¡DESPIERTA DE UNA VEZ! - y gritando esto último golpeó por última vez en el pecho al joven Saotome con lo que le restaba de fuerzas. Se sentía tan desdichado e inútil. No pudo hacer nada por aquél que quería y admiraba. Ranma era todo lo que él no era. Valiente. Joven... un momento él seguía joven ¿verdad? Admirado por todos. Amado por las mujeres... aunque, él no estaba nada mal ¿verdad? Mejor no seguir pensando en eso ahora, no es importante... recostó su cabeza en el pecho del joven. Sintió un gran vacío en su propio pecho. Hace unos escasos segundos lo habían perdido y ya lo extrañaban. No pudo pensar más. Le dolía la cabeza. Cerró los ojos porque los sentía pesados. Agua cayó en sus sedosos cabellos negros. No... eso no era sólo agua. Ranma le estaba escupiendo toda el agua que había tragado en su estadía en el mar de Ozean. Rápidamente compuso su postura, solo para observar como su amigo y capitán seguía tosiendo agua a cantidades.

- Que bueno que estés de vuelta Ranma pero para la próxima, trata de no escupirme el pelo ¿quieres?

Fin del Capítulo 1

Artemisa: Este es el primer fic que escribo sola, espero que les haya gustado este primer capítulo. Trataré de actualizar pronto... yo sé lo que se siente tener que esperar días por la actualización de aunque fuera un cap. de algún fic. TT

Son exactamente las 2:40am, he escuchado el mismo CD (Evanescence, Anywhere but home en vivo) más de 6 veces y tengo más ojeras que Gosunkugi.

Debo agradecer a mi padre (aunque nunca vaya a leer esto U) porque me dio una clase completa de piratas después de que yo sólo le preguntara ¿Cómo los piratas se pasan al barco del enemigo? Si supieran lo difícil que es hacerle entender que no te interesa la historia de las pizzas después de que te ve comiendo una... historiador al fin. Hasta me dio un barco y unos libros para que yo visualizara todo bien ¬¬U Uno de los libros tiene hasta el código de conducta de los piratas. Pero muy en especial, gracias a ustedes por leer todo hasta aquí...

R&R Arigato