Esta es mi primera historia yaoi, que obviamente es un RuHana, es la única pareja yaoi que me gusta en realidad. También hay una pareja secundaria no yaoi, pero que unirán a estos dos después de mucho tiempo. Si les gusta o no, dejen un review, contribuirían a mi pobre imaginación…


Parte I: Youji Rukawa

Era primero de abril… en dos extremos del mundo habían dos personas que estaban de cumpleaños ese mismo día, pero ninguno de ellos sabía que estaban tan conectados… En uno, era el cumpleaños número treinta y cinco del talentoso Hanamichi Sakuragi, y hacía un poco más de diecisiete desde que dejó su país natal. Para todo el mundo la vida había sido casi era perfecta para él, en la mayoría de los aspectos la vida le ha sonreído… bueno en casi todos. Era martes, y pesar que siempre tenía compromisos muy importantes ese día, los canceló, su cumpleaños estaría solamente con ella, que es la luz de sus ojos y por quien vive cada día. Ella le traía la torta con todas las velitas, cantándole feliz cumpleaños, y aunque no tenía la voz afinada, para él era la voz más dulce del mundo.

Hanamichi seguía siendo un hombre muy atractivo, dándole ese toque sensual que sólo se perfecciona con los años, ya no tenía la cara de un muchachito de quince impulsivo y atolondrado sino el de todo un hombre maduro. Por su ocupación, tenía que mantener su precioso cabello rojizo que era su sello personal y hacía que más de una mujer fantaseara con él; y ya se estaba acostumbrando porque es actualmente uno de los hombres más admirados y populares de los Estados Unidos.

Estaba en su hogar, que es un departamento exclusivo en Nueva York, bastante lujoso digno de un genio como él; no se imaginaba en sus tiempos de preparatoria que su vida iba a tomar esos rumbos, distinto también a los de sus amigos del equipo de basketball, que los veía con menos frecuencia de lo que él quisiera… Casi todos en realidad, porque a él nunca más lo vio, sólo sabía noticias suyas por el gorila pero no lo había visto en más de diecisiete años… Se trataba de Kaede Rukawa.

Para el pelirrojo, la vida del zorro fue la que siempre quiso, casado con la mujer con la que soñó Hanamichi mientras estuvo en Japón y con dos niños… Eso para Hanamichi era perfecto, aunque no era así para el otro muchacho. Rukawa ha vivido todos estos años un infierno en la que sólo vio una luz, todo por una noche en que cometió un error, ese maldito error!…

Hanamichi sopla las velas cuando recuerda los últimos momentos en que vio a Rukawa; no sabía porque justo en ese momento se acordaba de él… Pasó hace tantos años, pensaba. Ambos estaban en tercer año de preparatoria y era la final del campeonato nacional contra Sannoh, ganaron por un estrecho margen, pero sucedió algo terrible: en los últimos minutos, Rukawa cayó mal y se lastimó la muñeca derecha gravemente. El médico le dijo que se recuperaría… aunque… aunque él nunca podría jugar basketball profesionalmente, siendo el fin del mundo para el zorruno muchacho; fue ese mismo día en que Rukawa supo que nunca cumpliría sus sueños, ésa fue la última vez que hablaron, pero nunca le ha comentado a nadie lo que sucedió, era personal, muy personal… Sólo lo que pasó después de su encuentro les cambió la vida.

Lo único que se supo de esa noche es que se encontró con una chica que jamás había tomado en cuenta en todos sus años de preparatoria: Haruko Akagi. La chica estaba emocionadísima, era la primera vez en tres años que hablaban, y a todo esto, conversaron mucho; notó que el chico estaba raro, pero no le tomó importancia, sólo Ru le hablaba y eso bastaba para ella. Él la convidó a su departamento en el que vivía solo desde hacía un año atrás, aceptando sin dudar; el lugar era bonito y reconfortante, bastante ordenado para ser el de un adolescente que vivía solitariamente.

Era tarde y a pesar que Haruko no creía que esa ocasión se iba a dar otra vez, quiso irse a su casa ya que era más de las once de la noche; el chico no quiso que se fuera, la retuvo violentamente y la besó con fuerza. Ella se perdió en el beso y simplemente, se dejó llevar… la besaba, le acariciaba el pelo, la cintura, y asimismo, ella empezó también a responderle con la misma pasión, tomándole el pelo y besándole en el cuello. La ropa comenzó a sobrar y se la sacaron de una fría y apurada… Rukawa sólo quería una cosa y se lo hizo saber a la muchacha en forma extrema y desgarrada, entrando a su interior sin importarle que la chica era virgen. La chica lloraba en forma suplicante para que él lo hiciera más suave, pero él en vez de parar, lo hizo de una forma más frenética hasta que un líquido desde su interior salió para quedarse dentro de ella.

A la mañana siguiente, la chica amaneció sola en la cama. El ya se había levantado y ella trató de hablarle, sin embargo, no le dirigió la palabra, estaba más insociable que antes, dándole a entender que había un poco de resentimiento en la mirada. Haruko se fue llorando del departamento, él la tuvo para utilizarla y ya no le servía, eso pensaba mientas corría a su casa. Ella le inventó a sus padres que se había quedado dormida en la casa de una amiga y no se dio cuenta que se había quedado dormida sino hasta la mañana siguiente, por eso no pudo avisar a su casa…

Pero dos meses después, Haruko tuvo que decirles la verdad a sus padres, porque ella descubrió que estaba embarazada! El gorila prácticamente amenazó de muerte a Rukawa por haber deshonrado a su hermana y que lo cumpliría si no se casaba con ella, lo tuvo que hacer, más que nada porque no quería repetir su historia… Ese era su karma, él nunca supo quien era el suyo, Rukawa era el apellido del hombre amó a su madre, que lo reconoció y lo crió como si fuera su hijo… Así que aceptó la proposición obligado, pero con la única condición que él le pondría el nombre al bebé.

La boda fue sencilla y se sentía una amargura en el ambiente, estando presentes sólo los familiares y amigos más cercanos, la cual se realizó un mes después de la graduación; ya en ese momento se notaba el estado de gravidez de la muchacha, habían pasado cinco meses desde esa noche. El amor no es para mí, eso era lo único que pensaba el chico mientras todos celebraban felices tocándole el vientre a la muchacha, sin que nadie se percatare del calvario del muchacho. Ahora sólo le quedaba esperar algunos meses más, para que ese niño no deseado naciera...

Claro que no! Rukawa desde su más tierna infancia, se había resignado a que él nunca tendría hijos, las personas así no podían tenerlos; por lo tanto, a ese niño no lo quería, no lo esperaba, lo odiaba con todas sus fuerzas por empeorar más el destino que le había tocado vivir… Eso fue hasta el día que nació, o mejor dicho la mañana que nació, el parto fue largo y sufrido, pero era un niño y había nacido sano.

Mientras Haruko se recuperaba, Rukawa salió a ver a su hijo… A verlo se dio cuenta de todas las señales de que debía querer ese niño: era exactamente un Rukawa en miniatura, no podía negar que era su hijo, hasta la forma de dormir era idéntica a él; pero se dio cuenta de algo más importante, que se le había olvidado porque el niño debía nacer la segunda quincena de ese mes… había olvidado que ese día era… primero de abril.

Rukawa sintió pena y a la vez ternura por el recién nacido, lo tomó en sus brazos y le recordó al hombre que lo cuidó y lo crió durante todos esos años, y a pesar de dejar a una chica encinta, lo siguió apoyando aún en contra de la voluntad de su madre… Pero como Kaede era frío y parco, nunca se lo agradeció, nunca hizo algo realmente significativo para darle a entender a ese hombre cuanto lo amaba y darle a entender que él era su verdadero padre… Y fue allí cuando solucionó dos cosas… había resuelto que el nombre de ese niño sería Youji, al igual que el hombre que le dio su apellido. Y desde ese día, el niño le dio un sentido a su vida, era la única razón por la que tenía para vivir.

Sin embargo, lo más difícil aún no comenzaba, Rukawa tuvo que ponerse a estudiar y trabajar al mismo tiempo para mantener a su pequeña familia, apenas durmió durante seis años pero eso le gustaba porque no le dejaba tiempo para pensar en nada más y no tener ningún recuerdo en la cabeza. Si no podía jugar basketball, por su hijo, debió encontrar otra vocación que lo llenara… Así que estudió educación física para ser entrenador, sabía que cuando terminara su carrera, con su curriculum, se llenaría de ofrecimientos. Pero tomó al finalizar su carrera, una decisión muy extraña, porque todos creían que la haría Mitsui y no él, que era suceder al profesor Anzai en entrenar al equipo de Shohoku.

Si por primera vez en su vida se socializó con alguien, Ru se apegó a su hijo, que cada día se parecía más a él. Lo único que el chico había heredado de su madre era una leve sonrisa que siempre mostraba, no como la expresión neutra que poseía su progenitor. Para sorpresa de todos, Kaede Rukawa resultó un excelente padre de familia que se preocupaba mucho por el niño, le enseñó basketball, le daba gusto en todo aunque tenía que tragarse su orgullo para hacerlo, lo malcriaba, iba cada vez que lo mandaban a llamar de la escuela porque el chico se metía en alguna pelea… más que un padre era un amigo… Si incluso podía mantenerse despierto mientras que el niño le contaba las tonterías que hacía en la primaria de una forma muy atenta y era el único que podía decir que salía ileso por despertar a su padre.

Pero como marido era un total fracaso, a su mujer apenas la trataba… Rukawa ni siquiera hizo el trato de conocerla, sabía que no la amaría jamás ni aunque tuviera que nacer de nuevo, lo que había pasado fue un error, en virtud del cual, tenía sentimientos encontrados; pero hacia a ella, ninguno. Durante todos estos años, la tocó con las veces contadas con una mano, y esos eran sus momentos de debilidad… Uno de esos momentos se llamó Daisuke, que nació diez años después que Youji. Era el polo opuesto de su hermano: social, alegre, desinhibido, físicamente igual a su madre; Rukawa igual sentía cariño por el niño pero nunca como a Youji; y además era extraño, siendo que a ambos padres les fascinara el basketball, el pequeño no mostrara interés alguno por ese deporte. Se notaba a todas luces que Daisuke Rukawa era el niño mimado de mamá y del resto de la familia Akagi, la acompañaba para todos lados pero no era muy encariñado con su padre; era totalmente lo inverso lo que sucedía con Youji, su madre la respetaba, pero le era totalmente indiferente.

La relación entre Haruko y Rukawa era las de dos conocidos que tenían sexo casual una vez cada… ufffff… tanto tiempo que a veces se le olvidaba el tiempo que lo habían hecho por última vez. Ni siquiera Haruko había sido feliz, aunque todas las mujeres se lo repetían todos los días que era afortunada y que debía agradecer al cielo por tener un esposo tan guapo como él. Pero no era así, sentía que el cuerpo de ese hombre estaba allí pero que su corazón estaba en otra parte; hasta contrató a un detective para ver quien era la dueña del corazón del ex jugador de Shohoku, pero no lo consiguió ni siquiera una pista. Por increíble que pareciera, trató todos los medios para ganarse a su Kaede, desde los alimentos afrodisiacos hasta brujería, pero nada inmutó esos ojos rasgados que amaba…

Amaba? Esa era una palabra que se la cuestionaba a sí misma con más frecuencia, cada vez encontraba un menor sentido a su matrimonio de más de diecisiete años, pero seguía junto a él por la costumbre y por sus hijos, que eran los menos culpables de esta situación… Pero a pesar de ello, todavía era joven y ya tenía un hijo adolescente, por lo que tenía una cierta oportunidad para rehacer su vida, por lo que estaba pensando seriamente tomar una decisión y el divorcio era una posibilidad.

Youji creció en este ambiente tan extraño, siempre sospechó que sus padres no era una pareja normal, pero se había adecuado a esa realidad. No era un niño sociable y en la escuela siempre lo reprimieron por pelearse o por andar durmiendo en cualquier parte, pero maravillaba a todos por la forma en que jugaba baloncesto, era definitivamente el heredero natural de Kaede, aunque el chico era levemente más dado para hacer jugadas en equipo. La historia se repetía, las chicas lloraban por él y lo que más amaban era esa tenue sonrisa que tenía siempre, pero no se fijó por ninguna de ellas, nadie le llamó la atención físicamente; prefería concentrase en un balón que en cualquier otra cosa.

Había rechazado todas las propuestas de las otras preparatorias por quedar en la de Shohoku, ya que se cumpliría el sueño, de que iba a ser entrenado por la persona que más admiraba en toda su vida, aunque no tenía la más mínima idea que el ex jugador era muy estricto, dejándolos a todos exhaustos, muy distinto a la persona quien le había enseñado el amor al basketball. Pero todos sus esfuerzos valían la pena, habían ganado el campeonato nacional por dos años consecutivos, sin contar que el año anterior había resultado ser el jugador más valioso; sin saberlo, quería cumplir el sueño frustrado de su padre, llegar a jugar a la NBA y conocer a su gran ídolo… Este era, para él, su último año en la preparatoria.

Pero no todo era tan simple… un día conoció el amor, el primer día de clases se enamoró a primera vista de una niña de primer grado que provenía de Nueva York, lo cual creía que lo iba a distraer de sus objetivos… Pero le gustó más al saber que tenían algo en común: el basketball, la chica demostró realmente ser muy talentosa para ese deporte y más de alguna ocasión le había ganado en un partido uno a uno. Un mes después vio que ese amor le era totalmente correspondido y se convirtieron en novios… Pero había algo que inquietaba a Youji, era que no sabía como iba a reaccionar su padre al saber que tenia una chica, lo amaba pero también le temía cuando éste se enojaba, y eso que Youji era tres centímetros mayor a su papá (1,95). Como buen padre, era muy celoso de sus hijos, no querían que ellos se ligaran con cualquier persona sino con una persona con quien pudieran realmente alcanzar la felicidad, cosa que en ese aspecto, Kaede Rukawa desconocía, o al menos, no recordaba.

Rukawa no reaccionó muy bien cuando su hijo le comentó que tenía una novia y que más encima quería ser la manager del equipo. El entrenador nunca había aceptado tener una porque no faltaba la torpe babosa que se enamoraba de él, total, no tenía mucha diferencia de edad con las muchachas de preparatoria. Con sus tres décadas y media de edad, tenía un cabello más corto, pero era idéntico a sus tiempos mozos salvo algunas pequeñas imperfecciones que vienen con los años; aún así y todo, Rukawa podía hacer suspirar todavía a las niñas de preparatoria y también a algunas de sus mamás.

Ya que venga, dijo a regañadientes Rukawa, que tenía que reconocer que nunca se había preparado para el fatídico momento en el que su hijo le afirmara que existía alguien más en su vida verdaderamente importante, que era una tarada que recién había entrado en su vida. Los dos habían quedado que antes de la práctica se juntarían en el gimnasio de la escuela para presentarle a la chica.

Al día siguiente, Rukawa estaba revisando los apuntes sobre las estadísticas del gimnasio cuando dos siluetas aparecieron frente a él. No desvió en absoluto la mirada, observaba sus notas como si fuera la cosa más interesante que haya visto en su vida, sin embargo la chica lo interrumpió, es de mal gusto que una genio como yo se le desprecie de ese modo, viejo, le dijo. La voz era de una chica alegre e impulsiva, pero la expresión le era totalmente familiar, era algo que esperaba con ansias oír hace años, miró la muchacha y sus ojos se abrieron como platos. Mientras tanto, la chica se presentó.

Mi nombre es Hitomi Sakuragi…