The Way Things Are

Summary: Harry encuentra a Draco inconsciente y lo mantiene escondido en casa de los Weasley, pero es descubierto durante la boda de Fleur y Bill. Gran alboroto. Los chicos deben huir y ahora están solos, tratando de encontrar respuestas en el valle de Godric. Pero encontrarán algo más que respuestas.

Disclaimer: Nada de esto es mío, soy un vil copycat. Todo es de JK Rowling, la señora aquella que odia a Draco. Arriesgo demanda? ...espero que no.


Yaaaa… acá les va EL ÚLTIMO CAPÍTULO de "The way things are". Ok? Ha sido de pelos terminarlo. En realidad me dio pena y todo, pero no sé. sentimientos encontrados

La cosa es que gracias a las lectoras (y lectores) constantes…y no los entretengo más pues.

A LEER! P (quedó un poco largo…sorry!)

Y como siempre…disculpen la ULTRA demora. Gracias


Capítulo IX: The Way Things Are.

El cuerpo de Hermione, al parecer inerte, cayó de lado en el césped produciendo un ruido sordo. "¡Hermione!", gritó Ron y se apresuró a llegar hasta la muchacha, que era olida descaradamente por los dos enormes labradores a su lado.

– ¿Qué demonios fue todo eso? – preguntó Draco de pie, aún nervioso, al lado del enorme agujero producido por la castaña. Luna, Neville y Harry fueron en auxilio de Hermione, al igual que Ron, que ya la sostenía en sus brazos.

– ¿Hermione?...

– ¿Qué le pasa?

– Sólo está desmayada…

– ¿Por qué no despierta?...

– Espera, espera…shhh, trata de decir algo…

– ¿Dio…resol…resulta...do?... – preguntó con un hilo de voz la Gryffindor, todavía muy adormecida.

– Sí, sí lo hizo, no te gastes Her…

– Tomen… – respondió la chica, extendiendo la mano con un pequeño trozo de pergamino en ella. Harry lo tomó, lo abrió y miró con atención.

– ¿Qué dice? – le apresuró Ron.

– Son…son instrucciones – dijo el perturbado ojiverde.

– ¿De qué? – preguntó Luna.

El moreno tomó aire, se ajustó los lentes, y comenzó a leer en voz alta:

"Si están leyendo esto significa que quedé tan agotada después del hechizo, que ni siquiera puedo estar en pie.

No sé cuales deberían ser los resultados exactos… pero sí sé que debería marcar el camino hacía las respuestas que estamos buscando. No se detengan por mí, ni tampoco se les ocurra cargarme. De todos modos no podrían, los enormes animales, creo que deberían ser perros o serpientes, no estoy segura, se los impedirán. Ellos son la representación de Hécate, del hechizo que acabamos de formular, y me protegerán con más que sus vidas.

Así que despreocúpense y sigan su camino.

Les deseo suerte.

Hermione."

Nadie dijo una palabra. Ron fruncía los labios mirando hacia el suelo, hasta que abrazó con más fuerza a la chica entre sus brazos, la besó en la frente y la dejó recostada en el suelo, totalmente dormida. "Vamos", dijo levantándose con decisión, ante la mirada atónita del resto.

– ¿Qué pasa? – desconcertado, Ron, paró sus ánimos al ver que los demás titubeaban.

– Ehh… Ron…y ¿vamos a dejar a Hermione… aquí? – preguntó Harry.

– Sí. – respondió secamente el pelirrojo. – Ya me había advertido que era peligroso…y me hizo prometerle que haría todo lo que ella pidiera, y que me encargaría de que ustedes hicieran lo mismo.

Todos se lanzaban miradas inseguras, pero no se atrevieron a decir una palabra. Dejaron a su amiga tendida en el suelo a un par de metros, donde los perros la olían y trataban de despertar con el hocico o una patada de vez en cuando, y se acercaron al agujero un poco más allá, gentileza de Hermione.

Éste estaba perfectamente bien formado, con un diámetro de más de dos metros, en el cual no se podía ver absolutamente nada.

– Está curvo. – dijo Luna.

– ¿Ah?

¡Lumus! – exclamó la rubia apuntando con su varita hacia el hoyo. Allí se pudo ver que efectivamente no era un agujero vertical, sino que doblaba, como un tobogán subterráneo.

– Que el sangrecita pura vaya primero – siseó Ron, al más puro estilo Malfoy.

Draco desformó levemente el rostro y terminó por levantar una ceja, lanzándole una de sus miradas de superioridad tan famosas, que hacían al pelirrojo querer azotar la porquería más cerca posible a él, mientras que a su mejor amigo, últimamente, le provocaba un efecto totalmente inimaginable para cualquier mente decente.

Al sentir la tensión y las exuberantes ganas de Ron de descargar tensiones en la cara de Draco, Harry intervino una vez más como árbitro tomando al primero por los hombros, y mientras escuchaba los gritos de furia del rubio por detrás y luchaba para que los golpes al aire de Ron no le dieran en alguna costilla, Luna miraba desinteresada a los labradores que cortejaban a Hermione y se preguntaba si su padre admitiría un par como aquellos en casa.

Desde pequeña le gustaron los animales. Recuerda que su madre también los amaba, y que tenían dos gatos y unas jaulas en el patio con pajaritos varios. La Sra. Lovegood la tomaba en brazos y la acercaba a ellas para que Luna pudiera rellenar la comida de los pájaros.

Recuerda, también, que la noche que murió uno de los gatos de su madre lloró sin parar, y que la Sra. Lovegood estuvo a su lado toda esa noche. Ninguna de las dos durmió.

El otro gato estaba en la explosión en la que murió mamá. Papá estaba tan deprimido que olvidó alimentar a los pajaritos. Luna era pequeña, no alcanzaba las jaulas si no era levantada. Los pájaros murieron de a poco, y el editor del Quisquilloso sólo los recordó cuando el hedor de los cadáveres era insoportable.

Desde entonces no había vuelto a tener una mascota.

Su pequeña (para muchos retorcida) cabecita, divagaba sobre perros, lechuzas, gatos y sapos, porque tiempo le sobraba. Los chicos estaban recién en el segundo round, y tratar de conversar con Neville era tratar de conversar con alguno de sus hipotéticas mascotas.

En momentos como este Ron Weasley ya no le parecía tan gracioso como de costumbre, y le recordaba cuando peleaba con Ginny por su, según él, exceso de vida sentimental.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por un ligero pero notorio golpe en el brazo, y al girar la cabeza creyó ver lo que era una silueta pasar por su lado y saltar en el oscuro agujero en frente suyo.

– Chicos, creo que acabo de ver un fantasma saltar en el agujero – dijo Luna, parsimoniosa, como si estuviera preguntando que había de desayunar.

Los tres muchachos pararon de gritar. Ron seguía con los puños en alto, y las manos de Harry seguían sosteniendo sus hombros. Los tres miraban detenidamente a Luna, pero Luna estaba estirando el cuello para ver por sobre sus amigos, luego a cada uno de sus lados y por último le terminó dando la espalda a sus amigos y miraba el horizonte con la mano en la frente.

– Luna… ¿qué estás haciendo? – preguntó Ron.

– Busco a Neville, creo que el fantasma lo asustó y el muy cobarde escapó.

A Harry se le atoraron las preguntas en la cabeza y sin darse cuenta soltó al pelirrojo, quizás para que sus energías se concentraran en tratar, aunque fuera inútilmente, de entender a Luna.

– Luna… ¡Luna¿Podrías…podrías darte vuelta? – le preguntó al fin.

– No lo veo por ninguna parte, nunca pensé que pudiera correr tan rápido. – agregó sin hacer caso a las palabras de Harry. Ron y Draco comenzaron a mirar en la dirección que lo hacía la rubia, sin saber muy bien por qué.

– Harry… – murmuró Malfoy.

– ¿Ah? – Confundido, el moreno quedó mirándolo de frente - ¿Qué?

– ¿Qué… qué estamos buscando exactamente? – murmuró nuevamente, sin dejar de buscar con la mirada un fantasma o a Neville o al fantasma de Neville…

Harry tomó aire y conciencia de lo que estaba pensando y se sintió increíblemente estúpido.

– Luna¿podrías repetir lo que acaba de pasar?

– No lo tengo muy claro – contestaba la chica mientras se giraba y en rodillas miraba por el hoyo – estaba parada cuando algo me golpeo y saltó dentro. Se veía borroso. ¿No dijiste que estabas viendo a Sirius?

Ron se acercó y se arrodilló al lado de Luna, mirando para tratar de ver algo.

– ¿Hay alguien allí? – Gritó el pelirrojo – ¿Holaaa?

– Yo…yo no creo que haya… que haya sido… – musitaba un confundido niño-que-vivió.

– Tus amigos están más locos que una cabra. – Le susurró Malfoy al moreno parado al lado suyo – O te consigues unos más cuerdos o te consigues un nuevo novio.

– ¡Novio? – saltó asustado Potter, con un tono de voz más agudo de lo normal y para mala suerte suya, más alto de lo que hubiera querido.

El Weasley y la rubia levantaron la mirada confundidos.

– ¿Novio? Novio¿quién, de quién?... ¿cómo? – preguntó Ron mientras el chico dorado balbuceaba algo incoherente hasta para él.

¡Holaaaa¿Muchachos? – Se sintió una voz proveniente del agujero – ¡Estoy acá abajo, salten, que no pasa nada!

– ¡Neville¿Tanto te asustó el fantasma que saltaste de los primeros? – le gritó Luna.

¿Qué fantasma? – gruñó Neville.

Al ver que la joven iba a responder, Ron se apresuró a tomarla del hombro y moverle la cabeza con una negativa. "Luna, déjalo así", le dijo.

Harry miró a Draco y le sonrió, antes de que alguien pudiera verlo, y antes, también, de que alguien pudiera recordar la palabra novio, saltó en el hoyo en frente suyo.

Los perros comenzaban a darse un baño nocturno a unos pocos metros.


Efectivamente, el agujero era entero en forma diagonal al suelo y su extensión era considerable. Terminaba en una cueva subterránea, una suerte de pasillo con paredes rocosas, al igual que el techo y el suelo era de tierra, en ciertas partes barrosa. Tenía un ancho de unos cinco metros y no se lograba ver lo que había al fondo.

Sin saber muy bien que hacer, los chicos decidieron que lo mejor era caminar por el gran túnel, y ver hacia donde conducía.

Draco no podía pensar bien. Las paredes mohosas y ese olor, que trabajaba como el mejor de los déja vù en la memoria del rubio, contaminaban cada vez más el aire a medida que avanzaban por entre el tintineo de las gotas que caían desde el techo y las suelas de los zapatos de Luna.

Cuando tenía siete años, en un viaje de negocios de su padre a un rancho al sur de Irlanda, Draco vio caballos por primera vez en su vida. O quizás no, pero es el primer recuerdo que conserva con estos cuatrípedos.

Mientras su padre conversaba de negocios, el pequeño Malfoy rondaba el establo curioso, como un capricho más a los que tanto lo había acostumbrado Narcissa. Caprichos que hoy en día no eran más que recuerdos tortuosos de muertes inhumanas y una infancia perdida.

Sus pequeños ojos grises recorrían el establo entre el relinchar de aquellas imponentes bestias. Cristalinos, no había rastro en ellos de resentimiento ni de odio, altanería o frialdad, ni de indiferencia o miedo. Expresiones que se había esmerado tanto por demostrar, y que Harry había visto y masticado durante seis años.

Draco Malfoy no era una persona a la que le gustara recordar eventos de la historia de su vida, a menos que estos tuvieran que ver con alguna venganza pendiente o algo por el estilo. Olores. Sensaciones. Una suma de emociones a las cuales el Slytherin no estaba acostumbrado. Le daban escalofríos. Muchos fragmentos de historias, como si fueran de otra persona. Muchos años en un solo cuerpo, o al menos eso le parecía. Terror, horror y miedo. No, definitivamente se sentía más a gusto con sólo vivir. Era parte de esa frialdad tan Malfoy, ya en proceso de disolución, gentileza del niño-que-vivió.

Eran muchos los caballos, y el sonido ensordecedor de sus herraduras le gustaba. Trataba de imitar el sonido con sus zapatitos y el relinchar, a mandíbula batiente. Estaba distrayéndose en eso cuando sintió algo o alguien que lo empujaba por la espalda, como una cálida ráfaga, llegando rápidamente hasta el cuello. Aterrado, el joven rubio gritó tan agudo como su tierna edad se lo permitía, y dándose media vuelta, tropezó y cayó estrepitosamente sobre un montón de paja en el suelo. Han pasado unos diez años y la reacción seguiría siendo la misma.

Alzó la cabeza, y frente a él se erguía alto y pomposo el caballo más hermoso que jamás haya visto. Su pelaje era tan blanco como la piel del infante y era dueño de unos ojos oscuros y penetrantes, cristalinos, en los cuales podía reflejarse tendido en el suelo perfectamente.

Draco se levantó y sacudió su ropa con dignidad, como si hubiera sido posible que ese pobre animal supiera lo que son los modales y las buenas costumbres; términos muy manoseados por el estrato social de su familia. El caballo era pequeño, sólo un poco más alto que el consentido de Lucius, y agitaba su crin con descaro. Se acercó lentamente al muchacho, quien, a su vez, guiado por la curiosidad típica de la edad y el encanto magnético que le provocaba aquel equino albo, se entregó por completo a la insinuación de cariño por parte de su nuevo amigo. Estiró su brazo y acarició la cara del caballo tímidamente y ya cada vez más en confianza, mientras que este último respondía con pequeñas exhalaciones de agrado.

Jugaron en el fondo del establo, donde era un poco más ancho el espacio, alrededor de de un cuarto de hora, y el rubio verdaderamente se divirtió. Él sabía que si le pidiera un caballo a su padre se lo daría, pero desde que rompió el caballito de juguete del pequeño Goyle, por un ataque de envidia infantil, argumentando que no le gustaban esos "animales descerebrados", no iba a atreverse a pasar sobre su palabra y orgullo.

Estaba por cambiar de opinión, pensando en que su padre accedería a comprarle su pequeño nuevo amigo, cuando un hombre abrió con estrépito, de par en par, las grandes puertas del establo. Draco se asustó, pensando que algo malo había hecho, como cualquier niño de su edad que vive marcado por la culpa de sus actos, y se escondió tras unas cajas en el fondo de la estancia, donde se encontraba.

A pasos fuertes y decididos, entró como un huracán y alzando una varita sobre su mano, comenzó a lanzar ráfagas de luz verde a los asustados animales, quienes trataban en vano de escapar de sus jaulas. Uno, dos, tres… más de quince caballos cayeron inertes, sin vida, sobre la paja seca. Malfoy sólo podía ver los reflejos de luz por entre las cajas, acurrucado, y oír los gritos de terror de los caballos ante la presencia del fin. Por último, sintió a su pequeño amigo tocarle el hombro con el hocico, como pidiéndole una explicación por lo ocurrido. El chico lo miró lloroso y el primero retrocedió sin quitarle la vista de encima, hasta que estuvo fuera de la protección de las cajas.

El bello equino blanco salió despedido contra la pared por uno de los tantos rayos verdes que inundaban el lugar, y cayó muerto, aún sin quitar los ojos de Draco. Este cerró los ojos, ante el amenazante espectáculo, inhaló profundamente y soltó el aire de manera brusca, tratando de desahogarse un poco de lo ocurrido.

Unos segundos más tarde, fue tomado con fuerza por el brazo y arrastrado fuera del establo por su padre.

– Y eso te enseñará a no meterte con Lucius Malfoy – gritó el padre del rubio a un hombre alto y regordete, petrificado de miedo, apoyado contra la puerta – Y quiero mi dinero el lunes. – concluyó.

Draco no se atrevió a abrir la boca en todo el trayecto a casa, por miedo a soltar en llanto el nudo en la garganta que a penas le permitía respirar. Era la primera vez que veía la maldición Avada Kedavra, aunque no lo entendería hasta mucho más tarde.

Esa noche, caminando por aquel asqueroso túnel subterráneo, sintió el mismo olor que en aquel establo: a muerte. Recordó a su fugaz amigo albino por unos momentos, recuerdo que creía olvidado y casi no vivido.

Sintió miedo una vez más, y miró detenidamente al acompañante moreno que tenía a la derecha. Era difícil poder decir algo sin ser escuchados, pero la oportunidad se dio cuando Neville tropezó sobre Ron por culpa del barro y las piedras y el Gryffindor y el Slytherin quedaron solos, más atrás que el resto.

– Te quiero. – murmuró casi inaudible sobre el hombro de Harry. Este no respondió, pero podía verse su piel ligeramente ruborizada. – Estos dos días han sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. No me importa lo que digan, sólo… yo sólo siento que quiero estar contigo.

– Gracias. – dijo Harry al fin. – Aunque creo que el barro en mis pies y el olor a mierda de perro le quita un poco de romanticismo.

– Yo sólo…

– Lo sé. Y no lo hagas. Esta cosa parece estar vacía, no hay motivo alguno para temer la mue…la caída de alguno de nosotros.

Draco miró sus zapatos y Potter supo lo falsas que sonaron sus palabras.

– Yo también te quiero. – respondió el moreno, tomándole ligeramente la mano por unos segundos.


Llevaban unos veinte minutos caminando, subiendo, bajando, esquivando, saltando barrancos, y el túnel parecía eterno. Hasta que el camino se hizo cuesta arriba, de forma bastante complicada.

– Escucho agua… – comentó Luna.

– Sí… – Harry comenzó a encaramarse en las piedras para poder escalar la subida, no tan alta, pero que aseguraba una fractura si te arrimabas a la piedra equivocada. – Supongo que habrá que subir – agregó, mientras el resto lo imitaba.

Los jóvenes se aventuraron por la empinada hasta llegar sin mayores complicaciones hasta la punta. Desde allí, para asombro de ellos, se desplegaba una enorme caverna con un arroyuelo que la atravesaba, y que continuaba su recorrido por unos pequeños hoyos en las paredes. Lo más perturbador del caso era el techo.

– Esos no son…

– Sí, lo son…

– Ataúdes…

– Estamos sobre el cementerio…

– Al menos eso explica el olor…

La cueva tenía una forma circular y era oscura, aunque el agua se reflejaba un poco en las paredes y le daba un poco de luminosidad en ciertos sectores. Habían ataúdes incrustados en el techo y en el suelo había un par de ellos rotos, dejando entrever una que otra mortaja y lo que Harry quería no identificar como una mano.

– Espérenme aquí – dijo el ojiverde distraídamente.

Bajó dificultosamente hacia el arroyo, que estaba un poco más abajo que ellos. La entrada se encontraba como a mitad de la caverna. Potter pudo ver, no muy lejos, que una de las paredes más iluminadas tenía un cierto color rojizo. Se acercó y posó su mano en ella, pero ésta la atravesó descaradamente.

– ¡Aquí hay algo! – anunció dando la vuelta para mirar a sus amigos.

Draco y Ron avanzaron un poco, pero antes de poder decir o hacer algo Harry atravesó la pared falsa y perdió visual de toda caverna, encontrándose en una estrecha salita de mármol. En el centro vio algo que ya le era bastante conocido, aunque solo en los recuerdos que Dumbledore le había proporcionado: la copa de Hufflepuff.

La tomó e inmediatamente le vino una fuerte puntada en la cicatriz de su frente, dejándole un leve resentimiento. La miró detenidamente, acomodándose los lentes. "Vaya…esto no puede ser tan fácil…", pensó.

Justamente, como llamando a la mala suerte, se escuchó una fuerte explosión proveniente de la caverna y un grito que claramente era de Luna.

El joven Potter empuñó con fuerza su varita, decidido a volver, pero cuando intentó cruzar lo que era la pared que lo condujo hasta lo que Harry reconocía como un Horrorcrux, esta era sólida. "Maldita sea, maldita sea… ¡mierda!". El moreno golpeó con fuerza la pared, hasta romperse los costados de las manos.

¿Dónde está Potter? – escuchó Harry del otro lado.

Era una voz más que familiar.


– ¡Aquí hay algo! – anunció dando la vuelta para mirar a sus amigos.

Los muchachos vieron repentinamente a Harry desaparecer de vista por una de las paredes.

– Se lo comió… – dijo distraídamente Luna.

– No seas estúpida – escupió Malfoy.

– ¡Hey! Un poco de respeto, asquerosa sabandija. – le replicó Ron.

Draco arqueó una ceja y miró con desprecio al pelirrojo, y pensó, por un momento, en aprovechar ahora que Harry no estaba para verlos y poder desquitarse un poco del insoportable traidor a la sangre.

En eso fue cuando de la nada salió disparado un rayo rojo de una de las esquinas al fondo, de donde llegaron los cinco. "Cuidado", fue lo único que alcanzó a decir el rubio antes de lanzarse sobre Ron, para que el rayo de procedencia desconocida no le pegara de lleno en la espalda. En cambio, dio a parar contra una de las paredes, produciendo una gran explosión, y que un par de ataúdes se desprendieran del techo. Uno de ellos casi le pegó a Luna de no ser por la rápida e inusual respuesta de Neville, no evitando que la chica gritara fuerte y claro y qué él se llevara un fuerte golpe en el brazo que ocupó de apoyo al caer al suelo.

– ¿Dónde está Potter? – interrogó una silueta, saliendo del rincón de donde estaba, dejándose ver de a poco. Tenía el brazo estirado, apuntando con la varita a Ron y Draco.

– ¿Padre?... – Malfoy estaba en el suelo aún, tratando de levantarse, pero su cuerpo no reaccionaba.

– Azkaban no es un lugar muy seguro estos días¿no es así Macnair?

Una segunda silueta salió desde la oscuridad, este apuntando hacia Neville y Luna. Ambos hombres llevaban túnicas negras, sucias y maltratadas. Lucius Malfoy había perdido el poco color de su piel, y se veía más pálido que su primogénito. Unas bolsas enormes se veían bajo sus ojos, y su pelo rubio platinado estaba sucio y enmarañado. Por otro lado, Walden Macnair lucía tan demacrado como su compañero mortífago; tenía un pequeño tic nervioso en el labio inferior y sus manos tiritaban constantemente.

Los jóvenes se pusieron de pie, siempre en alerta y presionando sus varitas con decisión. Draco miraba fijo a su padre, y hacía un esfuerzo por mantener la boca cerrada y no decir todo lo que acoplaba su cerebro. De todos modos, antes de romperse la quijada, las palabras salieron de su boca inconscientemente.

– ¿Cómo nos encontraste?

Lucius rió por lo bajo agitando su varita que apuntaba directamente al pecho de su hijo.

– ¿No adivinas? Pequeña rata traidora… el Señor de las Tinieblas sabe muy bien de tu cobardía, y obviamente, de tus nuevas amistades – dijo mirando con desprecio a Luna, Neville y Ron, quienes le devolvían la mirada con el mismo odio o más. – Severus nos informó de lo que pasó en Hogwarts…y bueno, el resto me lo dejaron a mí.

– ¿Pero com…?

El padre de Draco agitó concentrado la varita, y desde el pecho del chico salió pausadamente por los aires un collar de plata con una esfera que se veía verde con plata. Llegó a la mano libre del mortífago, quien lo miró detenidamente y sin quitarle la vista, dijo:

– Vigilé todos los pasos de tu madre con esto, por más de un año, cuando solía usarlo, y… – agregó levantando la vista: - y siempre supe que alguna vez iba a servirme nuevamente. Sabía que si lo dejaba a tu alcance ibas a ser lo suficientemente estúpido y sentimental como para llevártelo.

El joven Malfoy trataba de procesar todo eso lo más rápido posible. Unía cabos a una velocidad que le parecía impresionante dadas las circunstancias. La verdad no podía darse el lujo de quedar en blanco.

– Pero… entonces… cómo es que tú…

La mirada fija, fría y penetrante de Lucius no daba lugar a dudas.

– Tú la mataste. – dijo al fin el Slytherin, decididamente.

– No era tan difícil de adivinar¿no es cierto, hijo?

– ¡Cómo pudiste? – gritó el muchacho. – ¡Cómo? Era mi… y tu…

– Estamos en medio de una guerra, Draco. Y yo soy un soldado, uno obediente y eficiente. El Señor de las Tinieblas me encomendó una misión, y no puedo fallarle. El Señor de las Tinieblas está por sobre todas las cosas.

– Fue todo muy divertido. – agregó el otro mortífago. Su cara estaba completamente desfigurada por la tensión. Tiritaba y sus ojos se desorbitaban a medida que hablaba, cada vez más fuerte. – Especialmente cuando viste a Narcissa. Hubieras visto tu cara. – terminó, riendo a carcajadas mientras terminaba la última oración.

– Así que las apariciones también fue idea tuya… – le escupió resbalosamente el rubio a su padre, cada vez más alterado.

– Es cosa de sumar uno más uno¿no crees?

– Mortífago asqueroso… – murmuró Ron.

– ¿Dónde está Potter? – volvió a insistir Lucius.

Los muchachos estaban en una mala posición, totalmente expuestos. Draco sentía que no le importaba nada. Lo único que quería era acabar con el miserable que asesinó a su madre. Ron por su parte quería ganar tiempo de alguna forma, y buscaba por toda la cueva algo que les sirviera. Era imposible dialogar con Malfoy, y Luna y Neville estaban muy lejos como para interactuar.

Harry, por su parte, estaba en la pequeña habitación escuchando todo lo que pasaba, pero la verdad no lo procesaba. "Ábrete, ábrete…¡ábrete!", pensaba mientras golpeaba la pared con las manos empuñadas; en una tenía la varita, y en la otra la copa de Hufflepuff, o un posible Horrorcrux. "Draco…no hagas nada estúpido…"

En eso, todos, sintieron que el piso se comenzaba a tambalear con una intensidad ascendente.

– ¿Qué demonios…? – dijo Lucius desconcertado.

– ¿un temblor…qué…? – agregó el otro mortífago, cuando de la entrada a la cueva saltaron raudamente dos canes enormes y negros, abalanzándose sobre él. Macnair comenzó a chillar y a tratar de golpear como pudiera a las bestias, las cuales lo atacaban con una ferocidad increíble.

El temblor se detuvo, pero del techo y las paredes de la cueva comenzaron a caer de a poco pedazos de piedras que se desprendieron y seguían desprendiéndose por la agitación. De lo alto de ésta surgió la figura de Hermione, alta e imponente, con los ojos negros por completo, y con la mirada fija y perdida. Todos, exceptuando por Macnair que luchaba con los perros, la miraron con un dejo de temor. Pero Ron no se dejó impactar, y aprovechó la situación lo más rápido posible. "¡Corran!", gritó, despertando a todos del letargo de la imagen de esta tenebrosa Gryffindor.

Los muchachos se dispersaron por la cueva, en busca de lugares menos peligrosos, donde no fueran presa fácil de las varitas de los mortífagos. Draco intentó en vano tratar de atravesar la pared por la que se había ido Harry, para al segundo después esquivar uno de los rayos rojos que disparaba su padre, a diestra y siniestra.

Lucius Malfoy, desconcertado ante la imponente bruja en lo alto de la cueva, primero optó por tratar de inmovilizar a los muchachos que comenzaron a correr por todas partes, pero desistiendo, alzó la vista y apuntó con decisión a la castaña y gritó "¡Avada Kedavra!".

– ¡Hermioooneee! – gritó Ron al percatarse de las palabras del mortífago.

El rayo de luz verde se deshizo casi un metro antes de llegar a la castaña. Hermione bajó la vista hacia el rubio padre de Draco, y una voz que no era suya salió de su boca mientras apuntaba con la palma extendida en dirección a este. "Estúpido mortal", dijo impasible. El mortífago salió disparado por los aires con una fuerza impresionante, chocando contra la pared y cayendo luego, con estrépito, al suelo. Aún así, mantenía firmemente la varita.

Todos miraban totalmente anonadados a Hermione, pero esta no parecía darse cuenta del escenario, ni reconocer a ninguna de ellos. Ron aprovechó que Lucius estaba fuera del campo por unos segundos y desarmó a Macnair, tratando de no darle a los perros. Luego le lanzó un hechizo que lo hizo dar contra el piso y perder el conocimiento.

– Vosotros me habéis invocado, brujos. – dijo mirando hacia abajo. – Han sacrificado a un ser inocente, bañado de sangre animal sus manos. Os libero, a todos vosotros, mi misión está cumplida, os he revelado la verdad. Sólo falta una cosa por hacer…

La bruja se elevó por el aire y bajó hasta donde estaba el resto; Lucius estaba poniéndose de pie de a poco; Macnair estaba siendo casi devorado por los perros; Luna, Neville y Draco estaban paralizados, pero un tanto alerta a lo que fuera a ocurrir. Este último apuntaba a su padre y cambiaba su mirada de éste hacia Hermione constantemente. Ron, por su parte, se acercaba a su novia con pasos cortos, de a poco.

– ¿Hermione? – murmuró el pelirrojo, agachando la vista, como si estuviera dudando que aquella fuera su novia.

La muchacha no pareció escucharlo y buscó con la mirada el lugar exacto donde Harry había desaparecido. Con el mismo movimiento con el que hizo volar por el aire al sangre pura, hizo que la pared que aprisionaba a Harry explotara, logrando que las paredes se comenzaran a desprender aún más de lo que ya se estaban desprendiendo por el temblor reciente. Potter, que había estado escuchando todo apoyado contra aquella pared, pasó hacia delante, casi cayendo de bruces sobre la dura roca. Draco tuvo que cubrirse de la explosión y alejarse un poco de ésta, dejando de apuntar por unos segundos a su padre.

Al momento en que Harry se hizo visible ante todos, en cosa de un segundo, Lucius, sin importarle nada de lo que ocurría a su alrededor, lo apuntó con todo el odio que pudo acumular en esa fracción mínima de tiempo y gritó "¡Avada Kedavra!".

Harry sólo escuchó "Avada Kedavra", y que alguien, inmediatamente después, lo empujaba con fuerza, seguido por otra voz que volvía a repetir aquellas palabras mortíferas. Cuando pudo reaccionar estaba de lado en el suelo y la copa de Hufflepuff había volado de su mano, tenía los lentes mal puestos y había una agitación tremenda alrededor. Se acomodó los lentes como pudo y trató de incorporarse para descubrir con horror la imagen que tenía al frente.

El cuerpo inerte de Luna yacía un par de metros hacia el lado contrario, Neville corrió hacia él y lo agitaba con desesperación. Derecho se veía a Draco de rodillas en el suelo y unos metros adelante, Lucius Malfoy, boca arriba, con los ojos abiertos y fijos, sin vida. Todo era más difícil de distinguir porque el techo y las paredes seguían desasiéndose cada vez con más velocidad.

Ron, que no había tenido tiempo de reaccionar ante nada, contemplaba la nueva vista con espanto. Estaba totalmente ido, hasta que el cuerpo de Hermione caía desmayado encima de él. La agarró y la sostuvo en sus brazos. Cuando alzó la vista vio, en el lugar donde había estado de pie su novia, la figura de la castaña formada por una especie de humo negro condensado, el cual le daba el mismo aspecto que la verdadera Hermione. Mirando hacia arriba, se deshizo y se escapó a la superficie, rompiendo el techo. Los perros desaparecieron con ella, esfumándose más sutilmente.

– ¡Hay que salir de aquí¡Esta cosa se va a derrumbar! – gritó Ron, tomando en brazos a su novia. – ¡Rápido!

La cueva temblaba peligrosamente, y el no tan pequeño agujero, que abrió la oscura figura de la castaña al irse, se expandía a una velocidad considerable, arrojando trozos de piedras y uno que otro ataúd de vez en cuando, algunos de los cuales se abrían con la caída, dejando al descubierto el cuerpo de alguien que alguna vez caminó como ellos. El olor tampoco era a flor de rosas.

Potter buscó como pudo la copa de Hufflepuff y luego agarró a Draco por el brazo. "¡Vamos, tenemos que salir!", le dijo. El rubio parecía no reaccionar mucho; miró perdidamente al moreno y se levantó. Harry no le soltó el brazo nunca, porque sabía que lo más probable era que si lo hacía, Draco no iba a tener las fuerzas necesarias para moverse solo. Neville por su parte, sollozando, trató de levantar el cuerpo de Luna, pero no pudo. La herida que se había hecho en el brazo no le permitía cargar el cadáver por él mismo. Ron lo vio y tuvo que maldecirse mil veces antes de gritar:

– ¡Neville¡Déjala, no vamos a poder!

El muchacho giró y vio a Ron cargando de Hermione unos metros más allá, ya llegando a la empinada de la cuerva, que llevaba a la salida, y a Harry un poco más adelante, tironeando de la manga de Malfoy para que éste se moviera. Confundido y sintiendo que la rabia y la impotencia le salía por los poros, el joven besó con fuerza la cabellera rubia de Luna y salió corriendo tras el resto de sus amigos, ayudando a Harry con el otro brazo del joven Malfoy.

"…El cementerio del Valle de Godric, en Gales, ha desaparecido por completo. La erosión y los movimientos telúricos que han sacudido al pueblo en el último mes podrían ser los responsables…", decían los periódicos al día siguiente.

De todos modos, no enterraban a nadie desde hace más de dos años.


La mañana estaba fría. La neblina común había aumentado su nivel y los vidrios se empañaban.

En la mesa de la cocina solo había una taza de café fría cerca del borde y una copa muy bella y brillante un poco más adentro. El moreno la contemplaba sin ánimos, un tanto jorobado y con los brazos cruzados apoyados en frente de la taza de café. Hermione entró silenciosamente, cerrando con cuidado la puerta tras suyo. Harry no volteó, sabía perfectamente quien era. Se enderezó y dejó al descubierto sus nudillos rotos, aun cicatrizando por los golpes a la pared de piedra de la cueva la noche anterior.

– Ron me acaba de contar lo que pasó anoche.

– Ah… ¿no lo recordabas?

Hermione negó con la cabeza, haciendo caso omiso a que no la miraban.

– Lo siento.

– Yo también.

Un incómodo silencio llenó la habitación. La chica avanzó y se sentó frente a Harry. Este titubeó un poco y levantó la mirada.

– ¿Qué fue todo eso? – preguntó, pidiendo una explicación.

– Yo sólo hice lo que se necesitaba. Harry, por favor, espero que lo entiendas.

– Debiste habernos dicho.

– Se hubieran negado.

– Por supuesto.

La joven frunció el entrecejo y miró al moreno a los ojos por unos segundos interminables.

– No pienso ganar esta guerra y derrotar a Voldemort poniendo en peligro y matando a todos mis amigos, Hermione. – reprochó Harry. Su voz tenía un dejo de rabia y su mandíbula se desarticulaba sin querer.

– Luna hizo lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho en su lugar.

– ¡Luna no tenía por qué estar aquí en primer lugar! – gritó Potter con la voz quebrada. Su interlocutora apretó con fuerza los labios y lo miró de reojo, sus ojos comenzaban a cristalizarse rápidamente. Ya más calmado preguntó: – ¿Cómo lo hiciste?

– ¿Qué?

– El hechizo¿cómo lo hiciste?

– Ah…eso… Bueno, estuve leyendo estas vacaciones… sobre libros prohibidos y hechizos antiguos. Allí encontré algo que pensé nos iba a servir…aunque era un poco…

– ¿De dónde sacaste la sangre?

Hermione titubeó.

– ¿Acaso importa?

Harry la miró enfurecido. La muchacha bajó la mirada y respondió:

– Necesitaba un sacrificio, la sangre de algún animal, lo cual presentaba un problema desde un comienzo… pero cuando veníamos llegando al Valle de Godric, vi que había una granja en las afueras del pueblo...así que ayer fui, temprano, y sacrifiqué una oveja… con mis manos.

El joven Potter pudo ver que su amiga estaba al borde del llanto. Estaba furioso por todo lo que pasó, pero decidió calmarse, necesitaba seguir hablando con alguien.

– Enviaré la copa de Hufflepuff al profesor Lupín, para ver en qué nos ayuda. – dijo rompiendo el silencio Harry.

– ¿Estás seguro que esa es la copa de Hufflepuff? – preguntó Hermione, aclarándose la garganta.

– Sí… – respondió el Gryffindor, mirando la copa con aire perdido, recordando las lecciones de Dumbledore.

– ¿Cómo está Malfoy?

– No… no hemos hablado… no ha dicho nada desde que salimos de la cueva. ¿Y Ron?

– Está furioso. Se siente culpable por haberse dejado convencer de que el hechizo era inofensivo, y porque se paralizó del miedo cuando el padre de Malfoy trató de matarme. Está con Neville ahora, tampoco tiene muy buen aspecto…

– Yo sólo escuché un Avada Kedavra, no sabía a quién iba dirigido. No vi nada de lo pasó.

– Lo sé. También me lo contó Ron. Al parecer Lucius Malfoy trató de matarme, pero el hechizo se deshizo antes de alcanzarme. Dijo que lo lancé contra una pared.

Harry esbozó una sonrisa.

– Debió haber sido espectacular.

– Sí… – susurró la chica, también sin muchos ánimos. – ¿Cómo es que Lucius sabía de la existencia de esa cueva? Creí que Voldemort no había comentado con nadie lo de sus Horrorcruxes.

– No lo sé… – respondió Harry contrariado. – no tengo la más mínima idea. Tampoco había reparado en ello, pero ahora que lo mencionas, no tengo idea. Recuerdo que dijo que estaba siguiendo a Malfoy por órdenes de Voldemort, y seguramente éste le dio la ubicación de la cueva sospechando que podríamos encontrar la forma de entrar, y simplemente no le dijo lo que había en ella, pero no imagino como entró a la cueva antes que nosotros.

– Bueno…supongo que ahora nunca lo sabremos. No es como que podamos volver a la cueva… por lo menos todo no fue en vano… – la chica guardó silencio un momento y dudando un poco de si preguntar o no, se decidió - ¿qué hay entre tú y Malfoy, Harry?

El moreno sintió que la sangre se le iba a las orejas y que debió haberse puesto infinitamente rojo. Hubiera preferido seguir hablando de la noche anterior.

– No lo sé…

– ¿Lo quieres?

– Sí.

– ¿Él a ti?

– Sí.

Hermione suspiró y miró por la ventana lo poco y nada que se veía del viejo patio de la hospedería.

– Ron lo va a matar cuando se entere.

– Lo sé. – dijo Harry sonriendo por lo bajo.


Harry tocó la puerta esperando una respuesta que no recibió. No era que lo necesitara, pero debido a los últimos sucesos pensó que ser políticamente correcto era lo más adecuado. Tocó nuevamente y el resultado fue el mismo, y tras la tercera consideró que era suficiente de buenos modales y abrió sin más reparos.

El rubio Slytherin estaba recostado sobre la cama, boca arriba, con los ojos abiertos fijos en un punto muerto del techo; los labios fruncidos y las manos inertes a los costados con las palmas abiertas.

Al verlo, el-niño-que-vivió, no pudo evitar recordar sus primeros días en la Madriguera, antes de "esto". Pareciera como si un mundo separara ese antes y ese después. Siempre se cuestionó que fue lo que verdaderamente lo llevó a ayudar a Malfoy todo ese tiempo. Una cosa era recogerlo y ayudarlo hasta que estuviera mejor, y otra era cuidarlo, preocuparse por aquel ser vivo que tanto desagrado le había causado en el pasado, protegerlo y, quizás, amarlo.

"Di algo, idiota… di algo, di algo, di algo…" pensó Potter, al percatarse que estaba plantado como piedra en la entrada del cuarto, con la puerta aún abierta tras de sí.

Lo primero fue cerrarla, y luego acercarse tímidamente hacia el otro costado de la cama para ver si las palabras se atrevían a salir de su boca. No podía imaginar lo que Draco estaría sintiendo después de matar a su padre. Trataba, pero no podía. Terminó por sentarse en la cama y bajar la mirada. Acercó su mano a la siempre pálida del rubio y la tomó sin recibir respuesta alguna aún.

– Cuando… – empezó el rubio, tragando saliva antes – cuando mi padre te lanzó el hechizo, pensé que te había dado y que… y que estabas muerto. Quise morir yo también. No podía haberle perdonado que matase a las dos personas que más he querido en mi vida.

Las orejas del moreno comenzaban a enrojecerse ferozmente y sentía que tenía las entrañas firmemente atadas en su interior. Donde debía estar su estómago no había nada. Quería mirarlo a los ojos, pero sentía que no iba a poder, no quería que Draco viera lo vulnerable que se sentía.

– Yo…

– No tienes que decir nada, no te lo estoy pidiendo. No quiero que te sientas amarrado a mí o en deuda conmigo por lo que hice.

– Todo lo que diga, Malfoy… – respondió Harry, mientras se recostaba él también sobre la cama, de lado, mirando al rubio – …o haga… – agregó, tocando levemente la entrepierna de su acompañante ante la sorpresa de éste.

Su piel se estremeció hasta el último centímetro y giró la cara hacia Potter, tratando de mantenerse impávido, en un intento ridículo por ocultar el rubor de su blanca tez., sintiendo como la sangre viajaba con una rapidez increíble por sus venas, acumulándose en cierta zona en particular, de la cual el león ahora era dueño.

– No lo hago porque te deba algo o porque me sienta en deuda contigo – continuó el moreno – Es simplemente lo que quiero… y lo que siento.

El joven Potter comenzó a masajear cada vez más fuerte, y Draco mostraba ya sin vergüenza que estaba más que excitado, girándose en dirección hacia el primero.

– Quiero… quiero hacerlo contigo Draco Malfoy. – Los verdes miraban directamente a los grises que tenía en frente. Sus palabras fueron algo tímidas, pero con decisión y sin miedo alguno.

Tras un breve silencio, en el que se sostuvieron las miradas mutuamente, Harry alejó un poco la cara para mirar más detenidamente a su acompañante.

– ¿Qué pasa? – Preguntó con un dejo de burla – ¿Estás… estás nervioso? – continuó ya sonriendo con descaro.

El joven sonrió con lujuria y tomó al moreno por la cadera con fuerza, presionándolo contra su dura pelvis al tiempo que escurría sus manos por dentro del pantalón de este, directamente hacia su trasero.

– Ni en tus sueños Potter.


Por la ventana se podía ver que estaba oscureciendo. La habitación tenía un aire pesado, pero no significaba un problema para ninguno de sus dos ocupantes. Era la primera vez que ambos sentían lo que era un cuerpo desnudo contra el propio, y a pesar de que Draco Malfoy muchas veces había pensado que debería ser muy asqueroso sentir el cuerpo transpirado de otra persona sobre el suyo, y que el hedor a sexo sobre él lo harían correr en busca de una ducha, no fue así después de todo, sino todo lo contrario. No quería dejar de oler el cuerpo sudado de Harry, ni dejar de tocar esa piel húmeda y temblorosa sobre él, lisa y delicada, que contrastaba con la palidez de su pecho.

– Vamos, esos movimientos no pudiste haberlos improvisado ahora – interrogó el rubio con picardía, mientras jugaba con el pelo de Harry, que reposaba sobre su pecho.

– Ya te dije que es la primera vez, no seas insistente. – comentó riendo el Gryffindor. Su voz estaba totalmente apaciguada y cansada.

– Ah ha…

– Mmm… – musitó Harry acomodando más su cabeza en el pecho de Malfoy, cual gato en su cama, justo antes de estirar el cuello y mirar a los ojos al intrigado rubio.

– ¿Y?...

– ¿Y sigues? El hecho de que fuera virgen no significa que no haya hecho ciertas…cosas. – terminó el moreno, para luego morder su labio inferior y dirigirle una mirada poco decorosa, esas que había aprendido solo minutos atrás.

– ¿Eso quiere decir que tu ex novia no solo tenía la cara? – dijo maliciosamente Draco, arqueando una ceja.

Harry rió y volvió su cabeza a la posición anterior, apoyada sobre el lampiño pecho de su amante.

El niño-que-vivió no podía explicar a ciencia cierta lo que había pasado en la última semana. Todo era muy vago, como un sueño. Fragmentos de vivencias que no parecían las suyas. Había aceptado que por más que lo intentara él no tenía control sobre ciertas cosas, como la muerte…o el amor. Lo cierto era que ya no le temía a estos sucesos; eran parte de la vida. Simplemente así es como son las cosas en su vida, y por primera vez, en mucho tiempo, sintió que todo volvía a adquirir sentido. Que su misión, la búsqueda de un futuro mejor, tan esperanzadora para el mundo mágico, valía la pena para él también. Porque él y el dueño de los latidos retumbantes en su oído izquierdo, valían la pena.

¡FIN!


¡TERMINÉEEEE!

¡AL FIN! TERMINÉEEEE.

Aún no lo creo… la verdad es que no.

Pucha…y este es el final pues…espero que les guste, no soy bueno para estas cosas y si lo detestaron no me peguen TT

Que triste es terminar algo que empezó hace igual su buen tiempo y que fue mi primogénito. Me gustó bastante, me entretuve mucho y espero haberlas (y haberlos, aunque no sé para qué me gasto, si hay como 1 hombre más acá aparte de mí xD) entretenido también.

Quizás se me escapó algo…no sé, igual es tarde y esas cosas, así que no critiquen mi redacción y/o ortografía. P

Quiero darle las gracias a la querida madrina de TWTA, Kradcitta! Anita, te adoro, te amo, te extraño, y ya es hora que actualices, no? palooooo! y tb las gracias a Mystis Spiro, Cotaa, sos lo mejor, gracias por leerme y todo xD.

También quiero agradecer a todos y cada uno de los reviews del octavo capítulo: Haruko FLCL, RsMoony, Wakatta, manini, Sweet Gaia, Amidala Granger, Ayame, Kmy Kusanagi, Eri mond licht, dernhelm de la marca, Amy (que me encantó que me dijeras raro xD), netflite, Luna Escarlata, Utena-Pichiko-nyu, samej, SARAHI, afuchar3 y Chil.

Gracias a todas…cada vez que recibía un review tilín marzo, abril, mayo… me daban ánimos y escribía un poquito más y un poquito más y más xD Hasta que terminé!

Bueno, un beso a todas (y a todos) y en una de esas escribo algo más pronto, no?

Ah, se me olvidaba…dejen Reviews¡Comenten! Díganme si les gustó, si lo detestaron, si les hubiera gustado otra cosa, no sé, cuéntenme que me muero de ganas xD

Tiaaaan!