¡Hola! Aquí tenéis nuevo capítulo, sé que he tardado, pero con todo lo que está pasando...

Espero que os guste, me he llevado bastante trabajo y quebraderos de cabeza. Dadme vuestra más sincera opinión con un Review, ya sea bueno, malo o catastrófico ¡Eso siempre motiva mucho a continuar!

PD: Si a partir de ahora queréis estar un poco más al día sobre futuras actualizaciones, datos curiosos, ect. Podéis pasaros por mi Instagram: akuailu_penandpaper


6º curso. Capítulo 4

Todos estaban nerviosos por la primera clase de Aparición. Se hacía en los terrenos a pesar de que aquella mañana de sábado, en pleno febrero, hacía bastante frío aún. Al fondo de la explanada en la que se acumulaban los alumnos de sexto, envueltos en sus capas y bufandas, habían colocado una pequeña tarima para que pudieran ver mejor al instructor del Ministerio, un hombre delgado y pálido de aspecto frágil y pelo ralo. Junto a él estaban los cuatro Jefes de Casa, todos ellos con expresión severa mientras intentaban poner orden entre la excitación general.

-¡Hola! -Elena se acercó hasta Elyon con una de sus sonrisas llenas de seguridad.

-¡Hola! ¿Nerviosa? -le preguntó la semielfa.

-¿Por esto? -señaló alrededor- Tanto como con las clases de Duelo: nada. Y hablando de Duelo, ¿te van a dejar volver en algún momento?

-Creo que no. No me han comentado nada al respecto y tampoco voy a preguntárselo a Snape.

-Entonces ya lo haré yo -la slytherin se encogió de hombros-. Total, es profesor de apoyo, él no dirige la optativa.

-Yo de ti no lo haría -le advirtió, preocupada.

-¿Qué es lo peor que puede hacerme? ¿Expulsarme? -la joven alzó una ceja con prepotencia- Después de enfrentarme a ti, me he dado cuenta de que no hay nadie que me suponga un reto, tengo la sensación de que estoy perdiendo el tiempo en esas clases… Si no las he abandonado es porque mantengo la esperanza de que en algún momento aprendamos algo nuevo o de que te readmitan.

-Pues tengo la sensación de que eso último no va a pasar -suspiró la semielfa.

-No subestimes mis dotes de persuasión -comentó la slytherin con una sonrisa manipuladora- ¡Oh! Menos mal que llevas puesto el anillo. Will ni se ha dignado a mencionarlo -comentó de pronto mirando la mano derecha de la chica-. No estaba muy segura de que Jason hubiera tenido una buena idea… Podía resultarte violento. Pero me alegro de que te guste. Al final acompañarlo para seleccionar el mejor anillo para ti valió la pena.

Elyon la miró alzando una ceja y despegó los labios sin saber qué decir.

-¿Sabías que…? ¿Tú…?

-Yo lo elegí -asintió Elena conteniendo la risa al ver su expresión de desconcierto y cómo se sonrojaba-. Jason tiene un gusto horrible para estas cosas, así que me arrastró con él. Intenté enseñarle a decidir por sí mismo, pero… a la media hora de estar parado frente a la misma vitrina ya estaba cansada y sentía vergüenza ajena. El encargado se nos acercó como cinco veces. Así que me harté y lo escogí yo.

La semielfa se rio imaginando a Jason agobiado rodeado de anillos.

-¿La inscripción también fue cosa tuya? -preguntó con curiosidad, algo decepcionada ante esa posibilidad.

-¿Qué inscripción? Cuando lo compramos nos lo llevamos sin más -en cuestión de segundos su rostro pasó de la confusión a la efusividad- ¡¿Le ha puesto una inscripción?! Merlín, creo que nunca se había tomado la molestia de hacer algo así. Dime que al menos es bonita y no te ha puesto una estupidez. Jason puede ser muy encantador, pero para regalos es un verdadero desastre. Tendrías que ver los que nos suele dar por Navidad y cumpleaños.

-No, no es ninguna estupidez -musitó Elyon con una pequeña sonrisa, dando vueltas en su dedo al anillo de Jason.

-¡Señorita Hanz, vuelva a su sitio! -escucharon la voz de Snape por encima del resto.

-Definitivamente le gustas mucho. Espero que se dé cuenta que por el momento tú tienes la vista puesta en otro -se despidió negando con la cabeza, volviendo junto al resto de slytherins.

Elyon la vio alejarse y sintió un desagradable peso en el estómago. En eso momento se arrepintió muchísimo de llevar el anillo. Casi le pareció que la quemaba. Sentía que estaba cometiendo un gran error y que terminaría haciéndole daño a Jason.

-Buenos días -comenzó el funcionario del Ministerio con la varita colocada en su garganta para amplificar su voz-. Me llamo Wilkie Twycross y seré el instructor de Aparición las doce semanas que dura el curso. En ese tiempo espero que sean capaces de aprender todo lo necesario para aprobar el examen y conseguir el permiso.

Los alumnos comenzaron a murmurar nerviosos, ansiosos por terminar las presentaciones y comenzar las prácticas. McGonagall carraspeó con fuerza y el silencio volvió a reinar.

-Les pido que se tomen esto con seriedad y tengan en cuenta que en Hogwarts no es posible aparecerse. En este caso el director Dumbledore ha levantado la restricción mágica en la zona que nos encontramos durante la hora que ocupará cada clase. Les recomiendo no intentar la aparición por su cuenta. Recuerden que por el momento no les está permitido y las consecuencias pueden ser muy desagradables si se realizan en zonas deshabilitadas.

Elyon se giró hasta dar con Johnny, que tenía la nariz arrugada con fastidio tras las últimas palabras del instructor.

-Colóquense a un metro y medio de distancia de sus compañeros, a ser posible en filas ordenadas.

Los jóvenes se apresuraron en obedecer, empujándose unos a otros para hacerse sitio. Los Jefes de Casa tuvieron que bajar de la pequeña tarima para agilizar el proceso e imponer el orden. Snape pasó cerca de Elyon, y cuando sus miradas se cruzaron un segundo, volvió a tener la sensación de que el anillo de Jason la apretaba en el dedo, y la presión de su estómago aumentó.

Cuando todos los alumnos estuvieron bien colocados, Twycross agitó la varita y en el suelo, frente a cada estudiante, apareció un aro de madera muy desgastado y astillado.

-Para aparecerse hay que recordar siempre tres pasos, las tres D: destino, decisión y desenvoltura -comenzó a explicar-. Primer paso: tengan claro en la mente el destino deseado. En este caso el interior del aro que tienen en frente. Por favor, concéntrense bien en él.

Los alumnos se quedaron mirando fijamente su respectivo aro. Algunos con el ceño fruncido por la concentración, otros sin parpadear a pesar de que se les estaban resecando los ojos. Elyon se humedeció los labios con nerviosismo. Se había aparecido muchas veces, pero nunca por sí misma.

-Segundo paso: centren su decisión en ocupar el espacio visualizado para su destino. Dejen que el deseo de entrar en él se les desborde de la mente e invada cada partícula de su cuerpo.

Muchos de los estudiantes ahogaron risitas pícaras mirándose entre ellos significativamente. McGonagall los miró con severidad y los labios apretados.

-Y el tercer y último paso: cuando de la orden giren sobre ustedes mismos, sientan como se funden con la nada y muévanse con desenvoltura. Atentos a mi orden.

Elyon alzó una ceja. "Y yo que pensaba que Kove era críptico explicando la magia" pensó con ironía.

La semielfa inspiró profundamente centrándose en el aro, dejando la mente en blanco a excepción de ese único pensamiento. Aquello no podía ser más complicado que atarse a alguien mediante la magia.

-¡Tres! -anunció Twycross.

Todos los alumnos comenzaron a girar con rapidez sobre sí mismos, y muchos de ellos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. Elyon se movió con rapidez sintiendo esa conocida sensación en el estómago, como si se la tragara el vacío. Se mareó, y cuando su vista se aclaró, vio que se había movido hacia delante y a la izquierda varios centímetros, de forma que su pie derecho pisaba el aro de madera.

Lisa, situada a su izquierda, la miró con aprobación. Ella no había conseguido moverse de su sitio, como el resto de alumnos.

-No se frustren, es normal que no les salga a la primera. Por favor, coloquen sus aros, si los han movido, y vuelvan a la posición inicial.

El instructor volvió a dar la orden. Elyon se concentró todo lo que pudo. Volvió a notar cómo se le encogía el estómago y como dejaba de sentir el suelo bajo sus pies. Entonces algo la golpeó con fuerza y cayó al suelo.

-¡Ay! ¡Cuidado! -le gritó un compañero.

La semielfa abrió los ojos aturdida. Frente a ella estaba Sam Brown, compañero de Gryffindor. Se levantó del suelo sacudiéndose la parte de atrás de los pantalones y la capa.

-¡Lo has conseguido! -le gritó Lisa.

Elyon miró a su alrededor. Era cierto, había conseguido aparecerse, pero no dónde ella quería. Había saltado cinco metros hacia delante, y ni tan siquiera estaba dentro del aro de Sam, si no que directamente había aparecido contra él.

Sus compañeros la miraron emocionados y sonrieron con motivación. Habían llegado a pensar que en esa primera sesión nadie iba a conseguir aparecerse.

-Cómo no, la orejas picudas lo consigue. Pero como era de esperar, ha tenido un resultado mediocre -se escuchó a Mark entre el murmullo general.

-Mejor ser mediocre que un negado -respondió ella con altanería volviendo a su sitio.

El slytherin apretó los labios y los puños, dando un paso para interceptarla.

-Gambon, McWilliams, si les vuelvo a oír se aparecerán directamente en sus Salas Comunes -les regañó McGonagall desde la tarima, antes de que aquello llegara a mayores.

-Bien, bien. Volveremos a probar -anunció Twycross-. Y recuerden fijar bien su destino.

Elyon inspiró profundamente intentando centrarse. Podía sentir la mirada furibunda de Mark sobre ella. Instintivamente miró a Snape, que la observaba con seriedad y negó con la cabeza sutilmente, dándole a entender que lo ignorara y no le siguiera el juego. Y mientras lo miraba sintió la presión del anillo en su dedo. "Por Merlín, cálmate de una vez. Le has dejado claro a Jason mil veces que no estás interesada en él. Ese anillo no es ninguna promesa, ni ninguna obligación. No sientas que lo estás traicionando porque entre vosotros no hay nada, no es culpa tuya que él sienta algo que tú no" intentó convencerse a sí misma.

-¡Tres!

Y por segunda vez volvió a pasar lo mismo. Se apareció y chocó contra algo con más fuerza que la vez anterior. Estuvo a punto de caer de espaldas y tirar a quién quiera con el que había chocado, pero la agarraron del brazo para impedirlo. Abrió los ojos mareada y palideció al ver quién tenía en frente sujetándola.

Snape movió los labios para decirle algo, la miraba con asombro, visiblemente confuso. Pero antes de pronunciar palabra alguna se escuchó un grito desgarrador.

Ambos miraron hacia el resto de alumnos. Arthur Johnson, de Ravenclaw, se miraba el brazo izquierdo, al final del cual no había nada, su mano no estaba. Varios alumnos más gritaron con horror alejándose del chico que se había aparecido de forma fallida dentro de su aro. El instructor y Flitwich se apresuraron en ir junto a él.

Aprovechando el revuelo y la histeria, Elyon dio un paso atrás para separarse de su profesor, que la había soltado, e intentó aparecerse de nuevo para volver a su sitio, huyendo de él.

Cayó al suelo de espaldas tras conseguir regresar a su puesto y perder el equilibrio. Se levantó con piernas temblorosas.

-Calma por favor, calma -pedía el instructor-. No ha pasado nada. No es nada que no se pueda arreglar.

La mano de Johnson seguía en el suelo, donde el chico había estado antes de conseguir aparecerse. Twycross agitó su varita, se produjo una pequeña explosión de gas violeta. Cuando esta se disipó Johnson y su mano volvían a estar unidos. El chico movió los dedos de su mano izquierda, aun temblorosos, recuperándose de la impresión.

-Esto es lo que sucede cuando la mente no tiene suficiente decisión: la despartición o separación involuntaria de alguna parte del cuerpo -explicó el funcionario regresando a la tarima. Flitwick seguía consolando a su alumno en shock-. Por eso es vital que se concentren ininterrumpidamente en su destino…

Elyon volvió a mirar a Snape ¿Por eso se había aparecido torpemente contra él? ¿Porque había pensado en él un segundo antes de aparecerse? La joven tragó saliva. Tenía que centrarse, no dejar que la dominaran sus emociones. Era posible que los deslices como aquel no alertaran a sus compañeros, pero Snape por desgracia era mucho más perspicaz. Si caía en la cuenta de que bebía los vientos por él… se encerraría en su cuarto, se metería bajo la cama y no saldría jamás. No podría soportar sus miradas de prepotencia y sus comentarios hirientes llenos de burla.

Apretó los labios. Pero qué estúpida había sido enamorándose de él cuando claramente nunca iba a ser correspondida. Cómo envidiaba a Lisa por haber sido capaz de enmascarar sus sentimientos hacia Will durante casi tres años, uno de ellos siendo ya amigos y estando siempre juntos. Ojalá podérselos tragar con facilidad o arrancárselos de cuajo.

-… moveos sin prisa y con desenvoltura -Twycross continuaba su explicación camino a la tarima, cogió su capa y giró con garbo sin detener su avance. Apareció directamente sobre la tarima y dio una fuerte palmada-. Insisto encarecidamente en que recuerden las tres D y no dejen que les domine el miedo. Uno… dos… tres…

Todos volvieron a intentarlo. Brandon consiguió avanzar un palmo sin sufrir una despartición. Johnny se pasó de largo de su aro por cinco centímetros. Elyon esta vez consiguió aparecerse en su aro, pero por algún motivo que no comprendía, cuando se aparecía era como si frenara en seco en plena carrera, por lo que siempre llegaba a su destino con demasiada inercia y equilibrio tambaleante.

-No se desanimen, nos vemos en la siguiente sesión. Pero sigan repitiéndose las tres D.

El mago agitó su varita y los aros de madera desaparecieron. Los alumnos fueron abandonando la explanada arrastrando los pies con desánimo tras una hora en la que la mayoría no había conseguido nada. Twycross estaba hablando con McGonagall con seriedad, y de vez en cuando miraban directamente a la semielfa.

-Que envidia tu habilidad para la magia -Lisa llegó a su lado-. Has aparecido todas las veces.

-Sí… pero mal, fíjate que mérito -resopló-. Aparecerse parece muy fácil cuando te llevan.

-Sinceramente pensé que sería más sencillo -Grace arrugó la nariz-. Y lo de la despartición… disuade a cualquiera. Aunque sea fácil de arreglar no me apetece nada… Bueno, tampoco es que me moleste mucho, pero no me apetece dejarme la ropa atrás por accidente delante de todos.

-¡Señorita McWilliams! ¿Puede venir un momento? -le llamó McGonagall.

La joven se dirigió a la tarima a paso ligero. Twycross se despidió de la mujer en cuanto ella llegó, y se fue de allí.

-El instructor y yo hemos hablado, sobre todo tras ver tu primera sesión -la joven dejó de respirar sin darse cuenta, ¿se habrían dado cuenta de su desliz? -Obviamente tienes más facilidad que el resto de alumnos, y es posible que nuestras técnicas no se ajusten bien a tu magia. De igual manera, tú no vas a necesitar un permiso para aparecerte ya que no estás inscrita en el censo del Ministerio. No se te considera bruja. Así que ni siquiera has de hacer el examen, tus apariciones no están sometidas a controles.

-¿Eso quiere decir que también quedo expulsada de estas clases? -le joven miró a su profesora con desazón, estaba harta de que la excluyeran por su origen.

-No, para nada -McGonagall le sonrió-. Podrás seguir practicando con el resto de alumnos. También has de aprender y es el único momento en el que se levantan las barreras mágicas. Aunque tal vez deberías hablar con algún elfo adulto que te oriente mejor sobre este tipo de conjuros, hemos visto que tienes algunas dificultades que no estamos seguros de poder solucionar nosotros -la semielfa asintió aliviada-. Pediré que te devuelvan el importe de la matrícula del curso.

Volvió junto a sus amigos y les explicó lo hablado con su Jefa de Casa, camino al castillo.

-Ojalá yo tuviera tu libertad de movimiento respecto al Ministerio -resopló Johnny-. Nadie se molesta en saber si haces magia y no te empapelan por ello si no la usas acorde a sus "términos legales" -el chico hizo unas comillas con sus dedos en el aire.

-No tengo tanta libertad como te crees. Y que no puedan decirme nada de buenas a primeras, no quiere decir que no me vigilen y estén al acecho para sancionarme de cualquier manera por cualquier cosa que encuentren. Mira a Batts -refunfuñó ella.

-En este caso lo mejor es que te vas a ahorrar la matrícula, que es una pasta -intervino Grace.

-No me la voy a ahorrar, le voy a donar a los alumnos que no se la puedan costear -aclaró.

-Elyon, este colegio no te merece, de verdad te lo digo -Lisa la estrujó entre sus brazos, haciendo que su amiga se sonrojara.

-Por cierto, vaya placaje te has marcado. De diez -comentó el hufflepuff.

-¿Placaje? -la joven fingió no saber de qué hablaba mientras su pulso se aceleraba.

-Sí, a Brown, casi lo tiras de morros al suelo.

-¡Ah! Ya… creo que no es mi fuerte aparecerme -rio más tranquila, con suerte nadie se habría percatado de lo de Snape gracias al accidente de Johnson.

-A la próxima intenta placar a Mark -le recomendó Grace.

-Por supuesto, para que Snape vacíe medio contador de Gryffindor -respondió Elyon con sarcasmo.

-Pues de rebote lo placas a él, y de paso nos reímos todos -propuso Johnny.

Sintió sus mejillas arder recordando lo que había pasado. Dio gracias a Merlín de que nadie se hubiera dado cuenta.

-Claro, y que así la pobre no vuelva a ver la luz del sol hasta terminar el curso -repuso Will poniendo los ojos en blanco-. Johnny, de verdad, comienza a pensar de una vez en las consecuencias.

-Ya las pensaré en mi lecho de muerte ¡Qué la vida no te arruine una buena broma! -rio.

-Ya… pero una broma sí puede arruinarte una buena vida, zoquete -lo regañó Lisa.

Johnny les hizo burla, simulando que hablaba con la mano. El grupo negó con la cabeza, no tenía remedio alguno.

…..

La biblioteca estaba prácticamente vacía, y aun así había escogido una mesa situada junto a una ventana, entre las estanterías, donde nadie podría verla o molestarla.

Tenía en la mano la pluma, y sobre la mesa un pergamino aún en blanco. La tinta de la pluma ya se había secado. No sabía cómo comenzar la carta.

Miró la cajita negra en la que había vuelto a meter el anillo. Había decidido devolvérselo a Jason. Simplemente no podía llevarlo. Le pesaba, le quemaba, le daba la sensación de que le cortaba la circulación. No podía hacerle eso a Jason. Era un chico estupendo. Quedarse con el anillo era darle una pequeña esperanza, y no la había. Tal vez si no estuviera Snape…

Soltó la pluma y gruñó exasperada tapándose el rostro con las manos. Quería llorar ¿Por qué era tan complicado? Sabía cómo debía de sentirse Jason, porque ella se sentía igual, colada de alguien que ya tenía el corazón en otra parte. Deseando que pasara algo que nunca sucedería. Incluso sin existir Zelda, algo le decía que Snape siempre sería inaccesible. Había algo tras su coraza, algo por lo que se mantenía herméticamente cerrada.

Quería darle a Jason la oportunidad de olvidarse de ella y hacer su vida por otro lado, y eso empezaba por devolverle el dichoso anillo que nunca debió llevar.

-¿Qué haces aquí sola? -Elyon dio tal brinco que tiró el bote de tinta.

-Mierda, mierda, mierda -gimió apresurándose en limpiarla con un movimiento de muñeca, haciendo que la tinta volviera al interior del bote.

Si Pince aparecía y veía la mesa manchada de tinta que podría estropear sus preciados libros, la castigaría con dureza.

-Joder Grace, que susto -le respondió tras cerrar el bote de tinta, una vez hubo vuelto toda a su interior.

-Te veo tensa -la pelirroja se sentó a su lado.

-Ya bueno… no… estaba distraída -se forzó en sonreír para disimular su nerviosismo.

Grace la miró, resopló por la nariz y dejó sobre la mesa, con fingida parsimonia, los libros de sanación que llevaba en brazos y la bolsa de estudiante.

-¿Vas a devolverle el anillo a Jason? -comentó al ver la cajita negra sobre la mesa y el pergamino en blanco.

La semielfa se apresuró en guardar la caja en su bolsa, mordiéndose el labio. Ambas se quedaron en silencio unos minutos interminables.

-Sí -musitó Elyon finalmente.

-¿Por qué? -la ravenclaw la miró alzando una ceja.

-Yo… -la semielfa se torció el meñique hacia tras, nerviosa-. No puedo llevarlo… No está bien.

Tenía una pelota en la garganta, que por más que tragaba, no desaparecía.

-¿No está bien llevar algo que te ha regalado un amigo? -la chica frunció el ceño- Con los que te regalamos nosotros no tienes ningún problema.

-Vosotros no estáis pillados de mí -se defendió.

-Esto no es solo por Jason, ¿verdad? -Grace se dedicó a alinear al milímetro los lomos de los libros que había dejado sobre la mesa, mirándola por el rabillo del ojo, atenta a la respuesta que sabía le acabaría dando.

-No quiero hacerle creer que tiene una oportunidad… no seria justo -murmuró-. No quiero hacerle daño. No se lo merece.

-Es un buen punto -la ravenclaw torció una pequeña sonrisa-. Eso dice mucho de ti.

Elyon la miró, y ambas se quedaron sosteniéndose la mirada unos minutos en completo silencio. Solo se escuchaba a los alumnos murmurar y pasar las páginas de los libros. La semielfa sintió que se asfixiaba, que necesitaba hablar con alguien o se acabaría volviendo loca. No podía seguir tragándoselo todo para ella. Se sentía como un caldero en ebullición a punto de rebosar.

-Grace… ¿Recuerdas la conversación que tuvimos aquella noche bajo el haya? Tras el ataque -lo dijo en un murmullo bajando la vista, avergonzada.

La ravenclaw asintió, conteniendo una sonrisa. Sabía perfectamente qué iba a decirle a continuación.

-Pues… tenías razón… estoy… me gusta… me he pillado de mi… de Snape -consiguió decir al fin.

Suspiró largamente con pesadumbre y algo de alivio, por fin podía compartir eso con alguien más.

-Ya lo sabía -Grace se recostó en su silla alzando una ceja con prepotencia.

-¿Tan obvio es? -su voz sonó ahogada por la preocupación.

-No, tranquila. O Johnny haría tiempo que no dejaría de hacer bromas. Pero yo lo sospechaba, de ahí la pregunta que te hice. Hacía tiempo que veía cómo te comportabas y hablabas de él, y lo mal que te ha sentado que te trate mal al inicio de este curso, como si fueras un insecto indeseable.

Elyon mantuvo la vista baja.

-Soy imbécil, ¿verdad? -suspiró sintiéndose increíblemente estúpida.

-¿Por enamorarte de un tío que muchas veces te ha tratado mal delante de los demás, que es desagradable innecesariamente y no precisamente guapo? Sí, bastante -contestó la pelirroja sin miramientos-. Y que conste que no estoy diciendo que fuera aceptable y no hubiera ningún problema en que fuera un capullo solo por estar buenísimo.

La semielfa la miró con ojos llorosos, humillada.

-Pero es lo que nos muestra a los demás. En este tiempo también me he fijado en cómo se comporta contigo, sobre todo cuando cree que nadie le presta atención. Y sé lo mucho que ha perdido el culo por ti -sonrió resignada-. Es un capullo, pero obviamente detrás de eso hay algo más. Algo que solo tú puedes ver, y que espero sea real y no imaginaciones tuyas -Elyon se mordió el labio mirando al suelo-. Aunque no deberías permitir que te trate mal, nunca. Vales muchísimo, no puedes dejar que alguien te menosprecie así, por mucho que te guste esa persona. Si no es capaz de respetarte, mándalo a la mierda y no pierdas el tiempo con alguien así.

-Lo dices como si fuera a salir con él -se miró las manos, que estaban en su regazo-. Snape está con Zelda, estoy segura. Además… es mayor, mi profesor y mi… fue mi Protector. Dudo mucho que yo le pueda interesar -Grace alzó una ceja de forma significativa-, más allá de lo físico quiero decir. Ya sé cómo me miran todos y cómo me miró en el camping -se sonrojó hasta la punta de las orejas. Suspiró con pesadumbre- ¿Cómo hago que pare, toda esa taquicardia y ansiedad cuando estoy cerca de él? ¿Cómo consigo no quedarme embobada mirándolo y deseando que me toque, aunque solo sea un segundo, por accidente?

-¿Te digo la verdad? No puedes hacer nada -Grace le cogió la mano-. Simplemente hacer de tripas corazón y esperar que pase, que todo eso se enfríe y quede en nada.

Elyon apretó los labios y corrió a limpiarse las lágrimas que intentaban escapar.

-Sería más fácil si no lo vieras a diario. Pero mira, la parte buena es que ya no es tu Protector y no tienes que sufrirlo en tus clases de Defensa Personal. Eso es un gran paso para comenzar, llamémoslo, la desintoxicación -bromeó para animarla.

Elyon forzó una sonrisa. Por desgracia aquello no era verdad. Seguía teniendo Defensa con él, y seguían quedando para leer y aprender más sobre la cultura de los elfos. Se seguían citando para bailar. Hipó con fuerza intentando contener el llanto. Aquella ansiedad la estaba matando. Sabía que sentir todo eso era una estupidez que solo le hacia daño, pero luego lo miraba a los ojos y sentía que le daba igual, que merecían la pena esos malos momentos si con ellos podía mantenerse a su lado un poco más. Si podía reír con él, aprender cosas que ningún otro se había molestado en enseñarle, sentir que la entendían, que compartían algo que ni ellos mismos comprendían, que eran ellos mismos cuando nadie podía verlos.

Grace la abrazó.

-Si esto es estar enamorada, no quiero estarlo, es una mierda -sollozó la semielfa en su hombro.

-No te haces una idea de lo mierda que es -rio la ravenclaw con resignación.

Tras un rato abrazada a su amiga, Elyon se sintió lo suficientemente repuesta para soltarla.

-Te agradezco esto muchísimo, necesitaba hablar con alguien -suspiró.

-Para eso están las amigas. Además, me siento un poco culpable, puede que, si no hubiera abierto la boca, ni siquiera te habrías dado cuenta de lo pillada que estás.

-Ojalá… pero creo que la destitución fue realmente lo que me hizo ver que llevo colgada de él desde el camping.

-¡¿Desde el camping?! -la joven se llevó las manos a la boca, asombrada.

-¡Shhhh! -se apresuró en hacerla callar mirando alrededor nerviosa, no quería que nadie les prestara atención.

-Perdón. Pero… ¡Si fue un borde todo el tiempo! -Grace no podía creerlo.

-Bueno, no todo el tiempo… cuando os dije que me quedaba más tiempo porque mis padres venían…

-¡Nooooo! -la pelirroja sonrió con incredulidad- ¿Estuvisteis los dos solos, allí?

Elyon notó como las mejillas le ardían.

-Sin vosotros por allí, y bueno… sobre todo sin Johnny, estuvo mucho más tratable. Incluso diría que algunos días fue un encanto -decidió obviar todo lo referente a que durmieron juntos. Grace estaba rígida en su silla por la emoción de saber de pronto todo aquello, si le decía más acabaría gritando-. Me preguntasteis quién me enseñó a hacer tortitas, pues… fue él.

La ravenclaw se la quedó mirando helada y con la boca muy abierta, sin parpadear y Elyon juraría que ni respiraba.

-Grace. Grace ¿Estás bien?

La joven dio un respingo.

-Perdona, estaba procesando lo que me acabas de decir -carraspeó, y una sonrisa tonta de incredulidad volvió a sus labios- ¿Va en serio? ¿Estuviste como una semana a solas con él en la playa, y para colmo te enseñó a hacer tortitas?

La semielfa asintió colocándose el pelo tras las orejas, con los labios apretados por la vergüenza.

-¿Y tú estás segura de que está con Zelda y que no te está tirando los trastos a su estúpida manera de capullo integral? -rio- No se le ve muy hábil socialmente, puede que ser así de borde sea su desastrosa manera de intentar ligar.

Elyon entornó los ojos, molesta.

-Lo siento, lo siento, me he pasado. No debería bromear con eso estando como estás -se disculpó azorada-. Pero es que… me has dejado flipada. Ahora puedo entender mejor cómo te has ido pillando. Pero sigo creyendo que se porta como un capullo contigo, al menos delante de otros.

-Ya… es una persona complicada -suspiró-. La vida lo ha tratado bastante mal.

-Eso no es excusa para tratar mal a los demás -Grace la miró enfadada.

-Lo sé, lo sé… no lo excuso, mas de una vez lo estrangularía con mis manos. Pero otras… -se tapó el rostro con las manos.

"Otras desearía poder besarlo y que me abrazara, para acurrucarme a su lado" pensó, a pesar de que aquello hacía que le doliera el pecho.

La ravenclaw suspiró negando con la cabeza. Estaba claro que Elyon estaba realmente enamorada. Ni ella misma era capaz de recordar si alguna vez había estado tan colada de un chico. Miró de nuevo a la mesa en la que descansaba el pergamino en blanco.

-Bueno… ¿Y qué vas a decirle a Jason?

-Llevo como una hora intentando decidirlo -Elyon se encogió de hombros.

-Sé sincera con él. No te comas más la cabeza. Sabrá gestionar lo que le digas. Es más, estoy segura de que volverá a enviarte el anillo -la pelirroja alzó una ceja, socarrona.

-Espero que no…

-Desde luego sabes bien poco de chicos y romances -Grace le dio unos golpecitos en el hombro mientras se levantaba-. Si necesitas volver a hablar de ello en cualquier momento, dímelo. Y no le des muchas más vueltas a la carta, que la semana que viene es San Valentín, y no hay mayor putada que recibir malas noticias ese día, sobre todo en asuntos del corazón.

Se echó la bolsa al hombro y cogió los libros.

-Eso último no ayuda -le reprochó la semielfa.

-Bienvenida al mágico y fabuloso mundo amoroso -rio Grace con sarcasmo a modo de despedida alzando una mano mientras se iba.

Elyon suspiró largamente y volvió a coger la pluma. Qué feliz había sido hasta que comenzó a pensar en chicos, ojalá no haber empezado nunca.

…..

Eizen apareció entre los búhos y lechuzas durante el desayuno, esquivando al resto de aves, que llevaban el correo, con su habilidad y gracia característica.

Se posó frente a Elyon extendiendo la pata con una carta anudada a ella, y chilló exigiendo su recompensa.

-Últimamente estás muy gallito, enano -le dijo la joven desanudando la carta-. Sabes que te doy el beicon traigas o no correo, no hace falta que te pongas así de borde. Además, estás engordando.

El animal se sacudió molesto por esa última frase y esperó paciente el trozo de carne. Elyon le rascó la tripa mientras engullía su recompensa con rapidez.

-Come igual que Johnny -comentó Lisa con una sonrisa socarrona.

Elyon miro sobre su hombro y buscó al chico en la mesa Hufflepuff. En ese momento estaba comiendo, como si la vida le fuera en ello, sus cereales y tostadas con mermelada. La chica rio con fuerza al ver la similitud.

La carta era de Jason, así que la guardó en la mochila, no quería abrirla allí, delante de todos. Esperaría a alguno de los descansos para leerla en privado.

Agradeció que ese día Batts la dejara tranquila en su clase, porque no prestó atención ni por un segundo. Se pasó las dos horas pensando en la carta del slytherin, que seguía en su mochila. No había tenido tiempo de leerla aún.

Tras la cena subió a su dormitorio y corrió el dosel de su cama. Al abrir el sobre y sacar la carta, el anillo de plato cayó sobre su regazo. "Maldita sea Grace, ¿por qué siempre tienes que tener razón?". Desdobló la carta con dedos temblorosos.

"Tengo que admitir que tu carta no me ha sorprendido. Sé que fue muy atrevido por mi parte enviarte algo tan personal, pero mi intención nunca fue hacerte sentir culpable. Aunque no me arrepiento por habértelo regalado.

No voy a ocultarte que me gustas, nunca lo he hecho, y sé que lo peor que podría decirte ahora mismos es que cuanto más te conozco, más me gustas. Pero no pienso ni callarme ni negarlo. Ese es mi problema, no el tuyo, no es tu culpa. No es la primera vez que me enamoro de alguien que no me corresponde. Así que tranquila, lo superaré. Como buen Slytherin tengo las escamas muy duras. Aún así, si tanto te incomoda mi actitud en ese sentido, la cambiaré. Lo último que quiero es hacerte daño.

Creo que desde que te conocí supe que tu tenías en mente a otra persona. Desde el cumpleaños de Will lo tengo más que claro. Y no voy a negar que siento envidia del afortunado, que ojalá sea capaz de verte entre la multitud, si no, no sé para qué tiene ojos. Pero no pienso sacarte de mi vida por ello. No sé cómo, pero me has ayudado a madurar y mejorar. Estoy seguro de que ahora sí me siento a gusto conmigo mismo (incluso decidí arreglar mis desastres pidiéndole perdón a varias chicas). Me enseñaste lo que no estaba haciendo bien ¡Y de verdad que aun no lo comprendo! Porque apenas estuvimos juntos una semana en el camping.

Por todos esos motivos quiero que tengas ese anillo. Es mi forma de agradecértelo TODO. Y además a mí ni me vale ni me queda bien, y con el grabado tampoco me lo aceptarán en la joyería.

Aquí estaré para lo que necesites.

Tu AMIGO que te quiere.

Jason"

Elyon sonrió con cariño. Ese chico era demasiado encantador, y en una cosa tenía razón esa carta: había cambiado muchísimo desde aquel verano. Volvió a guardar la carta en el sobre y se colocó el anillo de nuevo, junto al del resto de sus amigos, de su pequeña familia.

…..

El día de San Valentín podía cortarse con un cuchillo la tensión que había entre Snape y Johnny en Pociones. El hufflepuff les aseguró que ese año no tenía ninguna sorpresa desagradable preparada para el profesor, no quería volver a perder todo el pelo del cuerpo, aunque la tentación había sido enorme.

Snape no parecía fiarse en absoluto del chico y su aparente docilidad. Con Tonitini uno nunca podía fiarse, ese maldito tejón siempre esperaba a que el objetivo de sus bromas tuviera la guardia baja. Le recordaba muchísimo a los malditos Merodeadores. Y al contrario que el resto del grupo de amigos, parecía ser el único que ni había madurado, ni tenía intención de hacerlo.

Cuando terminó la jornada estudiantil de ese día, suspiró con cansancio, dejándose caer en su silla y masajeándose las sienes. Dar clase el día de San Valentín era un verdadero suplicio. Los alumnos estaban dispersos, lanzándose miraditas continuamente y pasándose notas. Notas que él siempre interceptaba y leía en voz alta para ridiculizar a los implicados y disuadir al resto de hacer lo mismo. Pero ese día nada surtía efecto, las hormonas nublaban el juicio a los adolescentes, que no desistían en sus coqueteos.

Y eso era en sus clases. Fuera de las aulas el ambiente era aún peor: vociferadores empalagosos, ramos de flores y cajas de bombones por todas partes, y alumnos haciéndose arrumacos por doquier sin importar que todos pudieran verlos. En la comida Sprout les había comentado, indignada, cómo un alumno de séptimo no había tenido reparos en subirle la falda a su novia de quinto tras los invernaderos. La profesora había montado en cólera por sus pocas luces y decencia, y los había llevado personalmente al despacho del director mientras la joven lloraba desconsolada porque avisaran a sus padres, y su novio estaba pálido por el mismo motivo.

Su único consuelo fue que se había cruzado con Elyon en uno de los descansos, y comprobó que ella parecía mirar a su alrededor con el mismo desagrado que lo hacía él.

Con un gruñido se levantó de la silla. Las clases habían terminado, pero no sus quehaceres.

Llamó a la puerta y una voz perezosa lo invitó a entrar. Zelda se estaba colocando unos pendientes. Había cambiado su atuendo habitual por un vestido corto escandalosamente ceñido.

-Vengo a por el libro que te pedí -le dijo cerrando la puerta a su espalda.

-Está en uno de los cajones de mi escritorio -le señaló la mujer sin mirarlo, entrando en una habitación contigua, descalza-. Si tardas un poco más en llegar, no me encuentras, has tenido suerte -le dijo desde el interior de la otra sala.

-Entonces habría entrado sin tu permiso. Te dije que necesitaba el libro sobre parásitos nocturnos para mis clases de la semana que viene -respondió él abriendo uno de los cajones- ¿Acaso llegas tarde a tu cita de San Valentín?

La mujer volvió al despacho con unos tacones en la mano y alzó una ceja con picardía.

-¿Celoso? -lo miró coqueta.

-¿De qué? ¿De no poder disfrutar de un ambiente tan empalagoso que llega a dar arcadas? Por supuesto -respondió abriendo otro de los cajones del escritorio.

-Eres puro romanticismo. Vaya premio para la inocente que caiga a tus pies un día de estos -rio la mujer colocándose los tacones, apoyándose en la mesa.

Snape resopló en un amago de risa, continuando con la búsqueda del libro. En el siguiente cajón encontró algo que no esperaba.

-¿Y esto? -alzó una ceja con expresión incrédula, sacando una caja de preservativos.

-¿Qué? -la mujer se encogió de hombros con indiferencia.

-Simplemente me extraña que tengas, nunca te los he visto usar.

-Contigo -rio la mujer acercándose-. Pero sabes de sobra que no hay exclusividad, y prefiero ahorrarme molestias que luego requieren tratamientos largos, si es que los tienen. Un embarazo puede no ser lo peor que le pase a una mujer si no va con cuidado. Y además, a veces también me acuesto con muggles, con eso me ahorro explicaciones y van muy bien, para qué negarlo.

-¿Y has sido tan valiente de exponerte a esos riesgos conmigo?

La mujer sufrió un ataque de risa.

-Severus, te hiciste tantísimo de rogar que me dio tiempo de sobra a averiguar que contigo, en este tema, no hay riesgos. No eres un descerebrado que la mete en cualquier parte sin pensar -la mujer se sentó en el escritorio frente a él quitándole la caja de la mano-. Tampoco quieres contagiarte nada, y conmigo, tras todo ese tira y afloja que duró siglos, llegaste a la misma conclusión que yo contigo.

-Me sigue fascinando lo bien que crees conocerme -la miró a los ojos, con apatía, dando a entender que no le fascinaba en absoluto y le daba completamente igual lo que pensara de él.

Zelda negó con la cabeza abriendo la caja y sacando uno de los preservativos.

-Pero si no quieres un trato especial… no me importa usarlos contigo -le sonrió juguetona.

-¿Tu no tenías una cita a la que llegabas tarde? -Snape alzó una ceja siguiéndole el juego.

-Es un chico encantador, no le molestará que me retrase un poco. Puedo compensárselo más tarde -cogió al profesor del borde del pantalón y estiró bruscamente de él para que se acercara, mientras abría las piernas, subiéndose la falda que ya de por si se había subido al sentarse allí-. Feliz San Valentín, Severus -le susurró en el oído, haciéndolo estremecer.

A Snape le seguía sorprendiendo la voracidad de aquella mujer, a la que no le importaba estar con dos hombres diferentes un mismo día con unas pocas horas de descanso entre ambos.

…..

Elyon caminaba con paso ligero en dirección a la Sala de los Menesteres. Había quedado allí con Johnny y Grace para hacer la disertación del último tema de Ética. Más bien habían quedado para obligar al chico a aprobar su disertación.

Le faltaban dos tramos para llegar cuando al paso le salieron el hufflepuff y la ravenclaw.

-Ni se te ocurra ir por allí, mejor vamos a la biblioteca -le dijo su amiga mientras la cogían cada uno de un brazo y la arrastraban en dirección contraria.

-¿Qué pasa? -los miró preocupada.

Ambos tenían en semblante serio y algo pálido, manteniendo la mirada al frente.

-Te recomiendo no saberlo. No si quieres dormir por las noches -respondió Johnny.

La semielfa los miró sin comprender nada en absoluto.

Una vez en la biblioteca, ambos jóvenes seguían inquietos y desconcentrados, perdidos en sus propios pensamientos. Grace había empezado a sonrojarse ligeramente de vez en cuando.

-¿Me vais a decir qué ha pasado de una maldita vez? ¿O voy a tener que leeros la mente? -les susurró con enfado.

-Te lo voy a contar porque es mejor eso a que lo veas -Grace dejó la pluma en el tintero-. Básicamente Lisa y Will deberían haber aprendido lo que significa una corbata en la puerta cuando se comparten zonas comunes.

Elyon alzó una ceja sin comprender nada.

-¿Una corbata en la…? ¡Wow! -exclamó de pronto al entender la sutileza.

Pince les llamó la atención.

-¿Vais en serio? ¿Los habéis pillado…? ¡Ay, Merlín! -gimió la semielfa- No sabía que se acostaran ¡Lisa no nos ha dicho nada!

-Lo sé… verás cuando la pille -gruñó Grace.

-Sinceramente, yo lo sospechaba. Llevan más de un año juntos, era de cajón -comentó Johnny-. Igualmente… ahora no podré borrar esas imágenes y sonidos de mi cabeza -sollozó-. No quiero volver allí… ¡Nunca más!

- Tampoco exageres. Ni que Will y Lisa fueran dos inferi llenos de tentáculos… -le dijo Grace.

La bibliotecaria volvió a carraspear con fuerza, era el segundo aviso, al tercero los echaría de allí.

-A Lisa le tiene que haber dado algo -musitó Elyon-. O al menos a mí me lo daría si me pasara.

-Pues ya sabes, pon una puñetera corbata en la puerta. Maldita sea, eso es lenguaje universal -resopló la ravenclaw molesta.

Los tres se quedaron en silencio.

-Creo que yo tampoco voy a poder centrarme hoy -suspiró Elyon con una mueca de desagrado.

-Vaya mierda de día de San Valentín. Si lo llego a saber le preparo algo a Snape, al menos me habría compensado el trauma -Johnny dejó caer la cabeza sobre la mesa.

Ambas pusieron los ojos en blanco y comenzaron a recoger. Esa tarde estaba completamente perdida.

…..

Ya se estaba sirviendo la cena cuando Lisa y Will entraron en el Gran Comedor. La gryffindor miró a sus amigas, que se habían sentado juntas, esperándola. La chica comenzó a sonrojarse y se sentó en el primer sitio vacío que encontró lejos de ellas. Will se encaminó hacia su mesa evitando mirarlos.

-Sí, efectivamente quieren que se los trague la tierra -comentó Elyon.

-Se libra mientras cenamos. A mí no me va a dar esquinazo tan descaradamente, que yo no soy su compañera de cuarto como tú y quiero hablar con ella.

Lisa debió de sospechar que eso es lo que quería hacer Grace, porque se apresuró en cenar para terminar antes que sus amigas.

La ravenclaw dejó su cena a medias en cuanto Lisa se levantó de la mesa, y corrió tras ella.

-¿En serio? -remugó Elyon, ni siquiera habían sacado los postres, y seguía teniendo hambre.

Así que mientras se apresuraba a seguir a la pelirroja, cogió un trozo de queso y otro de pan, para comérselos luego. Encontró a ambas al final de las escaleras de mármol. Lisa estaba tan roja que parecía a punto de explotar, y Grace hablaba con ella muy seria y con los brazos cruzados.

-Mejor vamos a un lugar más privado -sugirió la ravenclaw.

Sentadas en las escaleras que llevaban a la Torre de Astronomía, desde donde podía verse el exterior a través de los grandes ventanales, esperaron a que Lisa se atreviera a abrir la boca.

-¿De verdad no vas a decir nada? -le reprochó Grace.

-¿Por qué no nos dijiste que… bueno… ya te estabas acostando con Will? -le preguntó Elyon con más suavidad- Pensé que nos tenías la confianza suficiente. No sé… es un paso importante en tu relación, y de saberlo habríamos ido con más cuidado para evitar lo de hoy -palideció de golpe-. Dime que Grace y Johnny no han echado por tierra vuestra primera vez -le dijo horrorizada.

-No, tranquila. Y por favor, no saques el tema -se tapó el rostro con las manos, completamente avergonzada-. Pensé que no podía pasar más vergüenza que el día que perdí la virginidad, pero está visto que sí…

-¿Cuánto hace de eso? -indagó Elyon, mientras comía un trozo de queso.

-Pues… durante la primera Navidad que estuvimos juntos -musitó sonrojada.

-¡¿Hace más de un año?! ¡¿En serio?! -se indignó Grace- ¡¿Me quieres explicar por qué no habías dicho nada?!

-¡Porque fue un desastre y siento vergüenza solo de acordarme! -le espetó enfadada.

-Seguro que no fue tan horrible -la semielfa le apretó el brazo para que se calmara.

-Fue muy humillante…

-Cuéntanoslo y te diremos si fue o no humillante -la ravenclaw se encogió de hombros.

Lisa inspiró con fuerza, mientras su rubor crecía.

-Uno de los días de Navidad la familia de Will se fue a visitar a unos familiares. Así que decidimos aprovechar que estábamos solos, porque bueno… ya habíamos tanteado el terreno, pero con gente en la casa nos daba miedo llegar a más, igual que en el colegio. Todo fue bastante torpe, ninguno de los dos sabíamos muy bien qué hacíamos y... al principio no hubo manera… con los nervios eso no entraba… y cuando lo conseguimos… Will sin querer me hizo bastante daño, y por mucho que seguimos intentándolo, me seguía doliendo, así que desistimos.

Lisa se quedó en silencio mirando los escalones sobre los que se había sentado.

-No es para tanto, a muchas chicas les pasa. Por desgracia para nosotras no es tan agradable de buenas a primeras -le dijo Grace para animarla.

-Eso no fue lo humillante -gimió-. Cuando dimos el intento por terminado y salimos de la cama… había sangrado.

-Eso también puede…

-Mucho, sangré mucho. Aún ni me lo explico. Pero aquello era… parecía que habían matado a un animal, ni siquiera con la regla sangro tanto.

-¿Tan bruto fue Will? -Elyon la miró horrorizada.

-Para nada. Pero estaba todo lleno de sangre y había que limpiarlo antes de que llegaran sus padres a la casa, y a mano no era una opción porque no estaría todo seco y colocado de nuevo a tiempo. Necesitábamos magia, pero Will no tiene elfos domésticos. Tampoco podíamos hacer magia nosotros al ser menores -inspiró con fuerza-. Así que avisamos a Jason para que nos ayudara.

-Vale… empiezo a entender lo de humillante -musitó Grace.

-Jason llegó, vio la escena y lo primero que preguntó fue si yo estaba bien. Me mandó a darme una ducha para que me calmara y comprobara si había dejado de sangrar, y que si no, me llevaría enseguida a un sanador. Y él y Will se quedaron en la habitación recogiéndolo todo, creo que Jason quería hablar del tema con él en privado -Lisa se masajeó las sienes con nerviosismo-. De verdad que no he pasado más vergüenza en mi vida que aquel día, sobre todo porque luego se sentó con nosotros a darnos una charla y consejos. Y me dijo que no me lo tomara tan a la tremenda, que a su amigo con su novia le pasó lo mismo, con la diferencia de que ellos no tuvieron forma de ocultárselo a sus padres.

Inspiró de nuevo profundamente y se abrazó las rodillas. Las tres se quedaron en silencio.

-Entiendo que no quisieras contárnoslo -comenzó Grace con calma-. Pero tampoco fue tan grave, a ver, estas cosas pasan. Pero duele que lo hayas ocultado tanto tiempo, como si nos fuéramos a reír o algo. Ha sido mucho peor descubriros como lo hemos hecho… pillándoos en plena faena.

-Si lo llego a saber… -resopló la gryffindor.

-Lo tuyo es mala pata -bromeó Elyon.

-Dijisteis que ibais a la biblioteca toda la tarde -se defendió ella-. Y era San Valentín…

-Era la idea, pero Johnny se pone de muy mala leche con Ética, y como sabíamos que iba a terminar gritando indignado y que nos echarían, decidimos que mejor en la Sala de los Menesteres -explicó la semielfa.

-Espero que la cosa mejorar entre Will y tú, aunque bueno… eso es obvio -la mirada de la pelirroja era sombría, mientras retomaba el tema que le interesaba y por el que estaban allí.

-Sí, la segunda vez fue mejor, no sangré, no me dolió apenas, pero tampoco fue como ahora. Hasta que te acostumbras es bastante incómodo, molesto y raro.

-Vaya ánimos para cuando nos toque a nosotras -resopló Elyon.

-Eso es lo que pasa cuando decides dar el paso con alguien que tiene tan poca idea como tú. Si el chico ya tiene algo de experiencia sale mejor, no vas a ciegas -Grace hizo un ademán despreocupado.

Ambas la miraron frunciendo el ceño, pero fue Lisa la que leyó antes entre líneas.

-¡Un momento! ¿Me has echado la bronca por no contar que ya tengo vida sexual cuando tú tampoco has abierto la boca? ¡Serás hipócrita! -rugió.

-Ya bueno, no salió el tema -se encogió de hombros con indiferencia.

-Pues si yo he tenido que contar lo mío, ahora te toca a ti -exigió la morena- ¿Es que además tienes novio y no nos lo has dicho?

-No hace falta tener novio para acosarte con alguien la primera vez, basta que te sientas cómoda a su lado -aclaró Grace-. Fue con un ex este verano. Nos encontramos de casualidad, recordamos buenos momentos y no sé… surgió sin más. Tampoco le di muchas vueltas.

-¿Qué no le diste muchas vueltas a eso? -Lisa no podía creer lo que escuchaba.

-No todos somos tan conservadores como tú. Si no lo había hecho antes era porque no había encontrado a la persona correcta. Como te digo era un exnovio de hace mucho, nos llevábamos bien, pero éramos muy críos y la cosa no funcionó. Ahora hemos madurado, habíamos tenido nuestra historia juntos y simplemente surgió -insistió Grace-. Y fue todo muy bien. Fue cariñoso y atento, y aunque es verdad que la primera vez no hubo fuegos artificiales, tampoco me hizo daño. Como primera experiencia estuvo bastante bien, divertido y agradable.

-¿Entonces fue rollo de un día? -preguntó Eyon.

-Más bien noviazgo de verano. Soy propensa a salir con muggles, y eso mientras siga en Hogwarts es complicado, una relación así a distancia…

-Eres lo que no hay -protestó la gryffindor.

-Lo dices como si fuera una inconsciente que se ha cepillado a medio pueblo en un verano sin usar ni condones ni pociones anticonceptivas. Al menos a mí no me han pillado en pelotas montándomelo sobre mi novio encima del sofá de nuestro escondite -puntualizó Grace, mordaz.

Elyon se atragantó con un trozo de pan.

-Demasiados detalles -tosió.

Lisa palideció y se sonrojó al mismo tiempo. La semielfa estalló en carcajadas al ver su reacción. El ambiente se calmó y las tres se quedaron mirando el cielo nocturno a través de uno de los ventanales. Elyon suspiró sin darse cuenta.

-¿Qué pasa por esa cabecita tuya? -le preguntó la ravenclaw.

-¿Eh? ¡Ah! Nada importante -respondió. Su amiga le clavó la mirada a la espera de una respuesta sincera-. Pensaba que… es como si me quedara atrás. Ambas ya habéis tenido novio y ahora…

-No tengas prisa -le dijo Lisa-. Cuanto antes empiezas con los chicos, antes empiezas con los problemas y los quebraderos de cabeza. A veces es mejor estar soltera, sobre todo ahora que aún estamos estudiando. Y tú, además, ya tienes bastantes preocupaciones en casa.

Grace la miró de forma significativa y le guiñó un ojo sin que Lisa se diera cuenta.

-Y con el sexo igual, no tengas prisa. De buenas a primeras tampoco es tan maravilloso como te lo venden -le dijo la pelirroja-. Es más importante lo a gusto que te haga sentir esa persona que el acto en sí. La magia de un momento así nace de la complicidad y el cariño. Si no, es solo eso, sexo. Un entretenimiento más con el que a veces no hace falta ni ser dos, y con el que según dicen, se hace ejercicio.

Las tres rieron de forma relajada. Elyon simplemente deseó que esa primera vez imperfecta y posiblemente catastrófica fuera con la persona escogida por ella, fuera quien fuera, y no por alguien impuesto. Ese breve pensamiento le hizo acordarse de Lucius y sintió un desagradable escalofrío.

Por el momento se permitiría soñar con que fuera su profesor quien la besara, la acunara en sus brazos y le susurrara, con su voz profunda, que todo iría bien. Que le hiciera creer, solo con mirar a esos ojos negros, que tenía la libertad de escoger, de vivir la vida que deseara, aunque pudiera equivocarse y caer, porque él estaría allí para ayudarla a levantarse. Eso sí, siempre con una sonrisa sarcástica en los labios.

…..

La música resonaba entre las paredes de piedra. Elyon examinaba la posición de los pies del chico y cómo colocaba las manos. Con los días había ido mejorando y ganando confianza en sí mismo. Seguía teniendo una postura muy rígida, casi militar, pero lo pasó por alto. No era necesario que lo hiciera perfecto, bastaba con que dejara de tener aquella expresión de terror y concentración mientras realizaba los pasos.

-Lo vas pillando -le sonrió-. Pero relájate, tu cara sigue siendo un poema.

-¿Y qué quieres, que sonría? -gruñó mientras colocaba a la chica a su izquierda, pasándole un brazo alrededor de la cintura.

-¡No, por Merlín! No sea que se te desencaje la mandíbula al intentarlo. La idea es que tu cara no de más miedo del que ya da -comentó con fingido horror.

El chico resopló poniendo los ojos en blanco, continuando con los pasos. Cogió la mano derecha de Elyon y la alzó, para que la joven diera una vuelta sobre sí misma al mismo tiempo que se acercaba a ella para volver a cogerla de la cintura y la hacía avanzar hacia atrás. En ese momento la puerta se abrió y por ella apareció Kove. Snape se apresuró en soltarla y alejarse de ella varios pasos, palideciendo.

-Veo que me he adelantado mucho a mi clase -comentó el elfo mirando a la pareja, sin esconder su expresión burlona.

-Un poco… estábamos… -musitó Elyon.

Miró de soslayo a su profesor, que estaba extremadamente tenso. Podía ver en su rostro como se debatía entre quedarse conservando su dignidad o salir de allí con rapidez para no volver jamás.

-Podéis seguir, no tengo ningún inconveniente -les animó con un ademán.

-Ya, bueno… no creo… -se mordió el labio mirando directamente a Snape, que seguía sin decidirse a reaccionar.

-Tiene que acostumbrarse a que lo observen, seguramente sea el único humano que va a nuestras celebraciones en mucho tiempo. Los ciudadanos tendrán curiosidad.

El cuerpo del chico y su expresión se tensaron aún más, si es que aquello era posible. Kove resopló largamente y se acercó a la gramola.

-Severus, hazte el favor de calmarte y tomarte esto de otra manera, que no eres ningún crío. El único elfo que podría morderte es Azrael, y posiblemente Rasmu, y estamos haciendo todo esto para evitar que eso pase. Así que menos tonterías y seguid por dónde lo habíais dejado.

Movió la aguja de la gramola y la canción volvió a sonar desde el principio.

-Dijiste que con ese conjuro nadie podría entrar -le gruñó con enfado colocándose frente a Elyon, con el brazo izquierdo a la espalda y enlazando su brazo derecho en alto con el de ella.

-No podían entrar magos ¿Yo qué iba a saber que Kove se iba a presentar una hora antes? -se defendió la chica indignada, sabiendo que el elfo lo había hecho adrede.

A regañadientes comenzaron de nuevo el baile, bajo la supervisión de su instructor. Una vez terminó la canción, el elfo se acercó a ellos para corregirles, sobre todo a Snape. Cogió a Elyon y comenzó a bailar con ella, marcando mucho los pasos. El chico se limitaba a asentir, muy centrado en sus pasos y posturas. Tuvo la impresión de que si hubieran contado desde el principio con Kove ya no necesitaría seguir practicando. Aunque era cierto que no habría disfrutado bajo el escrutinio del hombre, ni habría tenido esos momentos tan íntimos con Elyon.

En un momento dado Kove paró la música, sacó de la nada un nuevo disco y quitó el que había. Colocó el suyo y la música sonó más nítida, sin ruido de fondo. Aquella melodía era ligeramente diferente a las que habían bailado hasta ahora.

-¿Nuth y Feriel te enseñaron la canción que abre a la Noche de las Hogueras? -le preguntó a Elyon.

-Sí, más o menos -asintió.

-Más o menos no me vale, es la única que sí tenéis que saber a la perfección, porque la abrís las Grandes Familias, y luego se os une el resto de la ciudad.

-¿Qué? -la joven se quedó sin aire en los pulmones, y Snape palideció-. Eso no me lo dijeron.

-Me lo imaginaba, ven -le hizo un ademán para que se acercara-. Prestad los dos mucha atención.

-Pero Snape no es de una Gran Familia -comentó ella buscando un salvoconducto para el chico.

-No, pero para entonces ya volverá a ser tu Protector, y al seguir soltera, te emparejarán con él -explicó Kove.

-Pero yo puedo bailar con mi abuelo -insistió desesperada.

-Tu abuelo hace años que no abre la celebración, no desde que enviudó. Te va a tocar a ti ahora que tus padres no están. Esto Nuth dudo que lo supiera o te lo habría comentado. Era muy pequeño cuando tus padres murieron, y nunca vio abrir la noche a Azrael.

-Pero yo puedo bailar con Nuth, o Feriel, o…

-La tradición dice que de haber un Protector, ha de ser con él. No hay más que discutir. Ahora prestad atención.

Elyon miró a Snape con preocupación, sabía lo difícil que iba a ser para él, si es que no se echaba atrás llegado el momento. No entendía la cabezonería de Kove con ese tema. Ya pensaría cómo librar al chico de ese mal trago una vez llegara a Imtar.

El elfo comenzó a moverse guiando a la chica con decisión. Era tan buen bailarín como guerrero, se movía con ligereza y elegancia, le fue muy fácil seguirlo. Snape se los quedó mirando mientras la música le perforaba los tímpanos. Aquel baile era más lento y marcado, exigía que los cuerpos estuvieran más juntos, y en ningún momento dejaban de tocarse de alguna manera. Él no podía hacer eso, no quería hacer eso. Abrir el baile suponía que por un breve lapso de tiempo sería el centro de atención, estaría completamente expuesto, sería juzgado. Él era una persona discreta, su lugar estaba en las sombras, donde nadie reparaba en él y tenía libertad de movimiento, donde era invisible.

-Kove, no voy a poder -le dijo apretando los puños para controlar la ansiedad que comenzaba a invadirlo.

-Bobadas, puedes de sobra -respondió sin mirarlo, prosiguiendo con la demostración-. Todo depende de si vas a tener o no agallas de hacerlo.

El chico torció el gesto con desagrado. Hacía tiempo que su maestro había encontrado su punto flaco: llamarlo cobarde. Solo la mera alusión a la palara hacía que le hirviera la sangre.

-Tu turno, Severus -le dijo cuando la canción terminó.

El joven se colocó frente a Elyon, que se humedeció los labios intentando no sonrojarse. Kove puso de nueva esa canción de suave melodía cantada a dúo por un hombre y una mujer. Hablaba de la noche y el día, de cómo el sol perseguía a la luna, aun sabiendo que nunca podrían tocarse. Esa extraña persecución era vida y muerte, frío y calor, esperanza y sueños. La promesa de que, con suerte, en algún momento y durante unos minutos, podría amarse en un eclipse, para luego separarse y mantener así el equilibrio.

Inspiró con fuerza y cogió a Elyon de la mano y la cintura, guiándola por la sala, dejándose llevar por esa música triste y alegre al mismo tiempo, que parecía susurrarles al oído lo que ambos sentían. La joven no se atrevía a mirarlo a los ojos. No con aquella canción. Tenía miedo de que, si lo hacía, él podría llegar a ver lo mucho que lo quería, las ganas que tenía de besarlo.

Ambos sintieron alivio cuando Kove dio por terminados los bailes ese día y comenzaron con Defensa.

-¿Cómo conseguiste ese disco? -pregunto la semielfa descalzándose.

-Fingaerel me hizo el favor de reunir antes de la apertura a los músicos, y grabar así sin el jaleo habitual de la taberna -respondió el elfo.

Les estaba enseñando cómo realizar un ataque a dos armas cuando la puerta volvió a abrirse. Los tres dieron un salto. Un sonriente Albus Dumbledore entró en la mazmorra.

-Hola Albus, ¿qué te trae por aquí? -preguntó Kove dejando lo que estaba haciendo, se acercó al director pasando por delante de Snape, que se había quedado helado-. Severus, no te muevas -le musitó entre dientes.

-Venía a pedirte un favor, más bien a ambos -alzó una mano señalando a Elyon.

La joven miró a ambos hombres, y de reojo miró a Snape, que estaba inmóvil junto a ella, sujetando la espada jian y el hacha de mano contra su cuerpo. Parecía que el director no había reparado en él, y supo que Kove había lanzado sobre el chico algún tipo de conjuro, pudo sentirlo.

-¿De qué se trata? -el elfo miró al anciano, intrigado.

-Nuestro guardabosques me ha hecho saber que la matriarca de los centauros está muy enferma. Es muy anciana y ellos no pueden hacer nada más por ella, y han solicitado la ayuda de Elyon como último recurso antes de admitir que deberán dejarla marchar -explicó con pesar.

-¿Mi ayuda? -musitó la chica- Pero yo no soy sanadora.

-En cuanto terminemos la clase iremos a visitarlos -asintió su maestro con tono solemne.

-Estarán muy agradecidos por ello. Hagrid os esperará en la entrada del castillo -se despidió saliendo de la sala y cerrando la puerta.

El mago se quitó las gafas con parsimonia y dibujó una pequeña sonrisa de complacencia. Movió un momento una pequeña lámina de cristal que había sobre cada una de las lentes. Desde que Elyon comenzó a mostrar el alcance de sus aptitudes mágicas, había decidido colocar en su montura ese filtro mágico que le permitía detectar la magia élfica, y ver a través de muchos de sus conjuros, como el de ocultación que Kove había lanzado sobre el profesor de pociones. Conocía a la chica, y con su magia podía escapar fácilmente a su vigilancia si se lo proponía, algo que debía evitar a toda costa.

Por otro lado, Kove no lo había defraudado. Sabía que el hombre no aceptaba la decisión de Azrael sobre destituir a Snape, opinaba que era un gran error, al igual que lo pensó él mismo. Y acababa de comprobar que por su cuenta y riesgo iba a intentar que el chico recuperara el puesto, y conociendo como conocía a Kove y Snape, no tenía ninguna duda de que lo conseguirían. Más aun teniendo de su lado a Elyon, que se encargaría de disuadir a su abuelo y motivar al profesor de pociones en su empeño.

Parecía que todo volvería al punto que él quería sin tener que mancharse las manos. Aunque se mantendría cerca y alerta, por si acaso.

-¿Cómo no me ha visto? -Snape miró a su maestro.

-He lanzado sobre ti un conjuro de ocultación. Como si llevaras encima una capa de invisibilidad. Pero exige mucha concentración, por eso te he pedido que no te movieras -explicó Kove-. Sigamos con la clase.

Los tres se pusieron en posición para proseguir.

…..

Hagrid acompañó a ambos por el bosque. Ya había oscurecido y las tupidas ramas impedían el paso de la luz de la luna.

Definitivamente a Elyon no le gustaba ese bosque, no tenía nada que ver con el de Imtar. No era acogedor y apenas se escuchaban a los animales que allí vivían. Podía sentir la magia del lugar en los árboles, pero… no era igual. Tal vez fuera porque ese bosque le traía malos recuerdos: los trolls, el castigo con Filch, los unicornios y la huida de los mortífagos. Lo único bueno que por el momento parecía haber salido de ese bosque era Eizen.

Tras casi una hora de caminata esquivando raíces solo iluminadas por el candil que llevaba Hagrid, llegaron a una pequeña formación rocosa en la que se abría un claro. La formación consistía en una serie de cuevas dentro del montículo de piedra, dentro de las cuales podía verse el resplandor de las hogueras. Los centauros los esperaban allí, en la entrada de algunas cuevas, cerca de los árboles y caminando nerviosos por el claro. Se respiraba la ansiedad y la tristeza en el ambiente.

-Buenas noches, Bane -saludó el semigigante.

Un centauro negro y de gran tamaño, con una espesa barba, se acercó a ellos. Era el mismo centauro que la salvó a ella y sus amigos de los trolls en su primer curso en Hogwarts.

-Buenas noches, muchas gracias por venir -hizo una reverencia-. Acompañadme.

Lo siguieron a una de las cuevas, en la que había reunidos varios miembros del clan alrededor de un lecho de musgo, donde estaba echada de lado una centáuride muy anciana, que respiraba con dificultad bajo una gruesa manta de lana. Hagrid se mantuvo al margen. Elyon no sabía mucho de sanación, pero por cómo sonaba su respiración, no tenía dudas de que sus pulmones estaban encharcados. La anciana tenía los ojos cerrados, y a pesar de lo que le costaba llenar sus pulmones con aire, su expresión era serena. Su larga melena plateada estaba desparramada, como un halo, sobre el musgo en el que yacía, y su pelaje marrón estaba teñido de un tono grisáceo.

Bane y Kove se alejaron un poco y hablaron en voz baja, apenas se les escuchaba murmurar. Finalmente, su maestro se acercó hasta la centáuride, se arrodilló a su lado y colocó una mano en su frente. Ella abrió lentamente los ojos y sonrió, haciendo que las arrugas de su rostro se acentuaran.

-Los astros me dijeron que vosotros me acompañaríais para iniciar al próximo viaje -dijo con voz débil-. Por fin habéis llegado, estoy cansada.

Elyon inspiró con fuerza sintiendo un nudo en la garganta, no quería tener que presenciar más muerte. Kove examinó a la anciana con delicadeza y luego volvió junto a ellos.

-Su magia se apaga -le dijo en un susurro a Bane-. Sería injusto alargar esta situación. Apenas le daríamos unos días más, y está preparada para irse.

El centauro bajó la vista con ojos llorosos y asintió.

-Lo entendemos -musitó.

Kove dibujó una sonrisa triste y volvió junto a la anciana, acariciándole el rostro. La centáuride sonrió aliviada.

-¿Preparada para el viaje? -le preguntó con solemnidad.

-Sí. Quiero volver a correr con los míos, por valles eternamente verdes -respondió con decisión entre los silbidos de su respiración.

El elfo le tendió una mano a Elyon para que se acercara. Ella negó con la cabeza mientras unas lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Su maestro insistió en que se acercara. Tragando saliva obedeció y se arrodilló junto a él.

-Te llevaremos a esos valles de primavera eterna -le sonrió Kove-. Elyon, tu turno.

La centáuride reparó en ella y su sonrisa se agrandó, aunque parecía que sus ojos apenas veían ya.

-Que honor que seas tú quien me lleve de su mano -alzó una mano temblorosa, arrugada y delgada, para limpiar las lágrimas que seguían corriendo-. No llores por mí, niña. He tenido una vida larga y esto no es el final. Que honor que algo tan puro y hermoso me lleve de nuevo con los míos -agarró su mano con toda la fuerza que le quedaba-. Que hermosa, cálida como el sol y brillante como las estrellas que nos guardan.

Elyon miró a Kove sin saber qué hacer.

-Busca su unión con la corriente -la guio.

Allí en el bosque no le fue difícil, pero la unión de la centáuride era muy débil, apenas un hilo quebradizo. Elyon asintió para que supiera que lo había logrado.

-Dale algo de magia, como hiciste en el funeral.

La semielfa envolvió la mano de la centáuride con las suyas. Su respiración mejoró poco a poco e incluso recuperó algo de color.

-Sus manos son vida, cálidas como el sol de verano -musitó la anciana como ida, hablando para si con una plácida sonrisa.

-Ahora corta poco a poco su unión con la corriente -le dijo Kove acariciando la cabeza de la centáuride.

-¿Qué? -lo miró con horror y el corazón latiendo con fuerza- No puedes pedirme eso. No puedo… ¡No quiero!

-No te lo pido yo, te lo ha pedido ella -le dijo con seriedad, sin mirarla-. Déjala ir en paz, sin dolor y con dignidad.

Elyon rompió a llorar. No podían pedirle eso. Ya había quitado muchas vidas, no podía con una más. Negó con la cabeza dispuesta a irse, pero alguien la retuvo por el hombro. Alzó la cabeza hacia su derecha y se encontró con Bane.

-Por favor -le rogó.

Cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula. Se concentró todo lo que pudo, y retiró poco a poco la magia que le estaba dando al mismo tiempo que apretaba el fino hilo que unía a la anciana a la vida, como quien presionaba una herida para que dejara de sangrar. Sintió como el latido de la magia se ralentizaba y se hacía más débil, hasta desaparecer.

-El valle de primavera eterna -exhaló la mujer con una sonrisa, por última vez.

El cuerpo quedó completamente inmóvil bajo la manta. La centáuride ya no respiraba. Sin moverse y con expresión serena, parecía que simplemente dormía, aunque ya no fuera a despertar nunca. Elyon se levantó de golpe y salió corriendo de allí. Kove se apresuró en seguirla y le dio alcance, cogiéndola del brazo, antes de que se adentrara en el bosque.

-¡¿Cómo habéis podido pedirme eso?! -rugió llena de impotencia- ¡¿Por qué me habéis obligado a hacerlo?!

-Porque era lo que había que hacer -le respondió el elfo con su brazo fuertemente cogido.

-¡Pues haberlo hecho tú! Yo… ¡La he matado, por Merlín! ¡Me habéis hecho matarla! -le espetó llorando con angustia, le costaba respirar.

-No la has matado. La has ayudado a morir. Ha sido algo compasivo -intentó hacerle entender.

-He quitado otra vida… ¡¿Es que no os dais cuenta de que yo…?! -calló cuando Kove la abrazó con fuerza.

-Sé que no ha sido justo. Pero solo las Grandes Familias podéis hacer algo así -le susurró-. Sé lo traumático que ha sido, sé que cargas con la muerte de varios mortífagos y con la culpa de las muertes de la guerra.

-¡Y aun así os da igual y me empujáis a convertirme en un monstruo! -gritó golpeándole en el pecho con fuerza para que la soltara.

Kove sintió como la piel de la chica se calentaba, y aunque no podía verle los ojos, sabía que se estaban volviendo dorados.

-Un monstruo no siente arrepentimiento, ni compasión. No llora por el daño que inflige -prosiguió con calma-. Has ayudado a una anciana a descansar, le has concedido lo que más necesitaba. No has sido su asesina, si no su salvadora.

Elyon dejó de forcejear.

-¿Y por qué no me siento así? -gimió.

-Porque no eres una asesina y las vidas ajenas pesan sobre la conciencia.

-No quiero esto… nunca lo he querido… ser una más, solo eso… -lloró con amargura.

-Es la carta que te ha tocado, aprende a jugarla a tu favor y podrás superar todas las adversidades.

La piel de la chica se había enfriado a medida que le hablaba, ahora simplemente lloraba sobre su pecho. Pedirle a una niña de dieciséis años que hiciera algo así, cuando no había tenido la oportunidad de crecer asimilando las obligaciones que se le exigían por su posición, era cruel. Pero no había más tiempo, tenía que aprender a marchas forzadas y eso le iba dejar cicatrices, lo sabía bien. Por eso necesitaba a Severus con ella. Necesitaba a alguien que la sanara, que supiera tratar esas heridas, que la mantuviera cuerda y a salvo de sí misma.

Esa noche cenaron con los centauros, que les agradecieron lo que habían hecho por su matriarca, que había estado enferma mucho tiempo. Y pidieron disculpas a Elyon por haberle ocultado sus orígenes bajo petición de Dumbledore. Le dijeron que si necesitaba ayuda, fuera la que fuera, los buscara. Y que si necesitaba un refugio, ellos se lo ofrecerían encantados.

…..

Durante el desayuno Elyon les explicó, muy por encima a sus amigos, por qué no había cenado con el resto de alumnos. No quería hablar del tema, apenas había podido dormir. Aún recordaba cómo la centáuride había muerto frente a ella, como su cuerpo había dejado de respirar y se había quedado inmóvil. Como ella había provocado aquello.

"Solo las Grandes Familias podéis hacer algo así". Esas palabras pesaban, pesaban mucho. Era como si su magia solo sirviera para hacer daño. Por mucho que le dijeran que podía sanar, por el momento solo le había servido para segar.

Pasó el resto del día dándole vueltas a aquel pensamiento. Tras la última clase, antes de que les tocara ir a cenar, salió a los terrenos. Anduvo taciturna hasta llegar a uno de los jardincitos colindantes al castillo. Se sentó en uno de los bancos de piedra y se quedó abstraída mirando alrededor. Ya había comenzado el deshielo, empezaba a verse el verde bajo la nieve y los capullos que pronto florecerían brotaban por doquier.

Apenas reaccionó cuando la arroparon para protegerla del frío del anochecer. Snape se había sentado junto a ella y le había echado sobre los hombros su larga capa negra, de forma que ambos pudieran mantenerse calientes.

-Si vas a salir a estas horas, al menos abrígate mejor o cogerás una pulmonía. Y por el momento este curso no has visitado la enfermería, todo un récord para ti, no lo estropees -le dijo el chico.

Elyon no respondió. El profesor frunció el ceño. Llevaba desde su vuelta del bosque apática y triste. Fuera lo que fuera lo que pasó allí, no fue bueno, al menos para ella.

-¿Qué pasó ayer con los centauros? ¿Pudisteis ayudar a la matriarca? -tanteó.

-No quiero hablar de ello -musitó con frialdad.

Una lágrima traicionera recorrió su mejilla.

-¿Seguro? -presionó un poco más.

-¿Por qué te encanta meter el dedo en la llaga? -le espetó con asco.

-Porque me preocupo, y eres una cabezota insufrible cuando necesitas ayuda y no la aceptas.

Más lágrimas se deslizaron hasta su barbilla, mientras mantenía la mirada al frente.

-Déjame sola -le dijo con todo sombrío.

-Alguien me dijo una vez que a veces es bueno hablar con alguien, que ciertas cosas pueden arrastrarte al fondo muy deprisa si no las compartes.

La joven siguió sin querer hablar con él.

-La centáuride murió, ¿verdad? -le dijo con voz suave- Seguro que hiciste lo que pudiste.

-Yo la maté -soltó sin más, sintiendo que algo se le desgarraba por dentro.

Snape alzó las cejas, no se esperaba esa respuesta.

-Kove hizo que cortara su unión con la corriente de magia -prosiguió intentando liberar su voz de toda emoción-. Sentí su latido… y lo estrangulé, hasta que se detuvo…

Finalmente se quebró y lloró con amargura. Snape no supo que hacer. No sabía si era mejor abrazarla, cogerle de la mano o mantenerse en su sitio dejándole espacio.

-Lo siento -fue lo único que pudo decirle.

-Siento que… soy una asesina…

-¿Por darle un final rápido a quien sufre y no va a recuperarse? Eso es compasión -hizo una breve pausa-. Debes comenzar a diferenciar entre matar y proporcionar alivio. En la conciencia ambas cosas pesan, pero de forma muy diferente -por un momento recordó a aquellos elfos jóvenes del Callejón del Sauce.

-Pesa como una losa que no me deja respirar ¿Por qué no puedo olvidar su rostro? -gimió- Y no es la única vida que he quitado… también están los mortífagos… estoy rota, lo sé… soy un monstruo…

El chico la miró sopesando qué decirle.

-Hace tiempo leí en alguna parte que cuando se mata, el alma se quiebra -Elyon se giró para mirarlo-. Cuantas más vidas arrebatamos, en más partes se fragmenta y menos humanos somos -la angustia de la joven se incrementó-. Y solo hay una forma de curar esa alma rota: el arrepentimiento real y sincero. Y ese arrepentimiento duele, pesa, te desgarra por dentro. Esa angustia que quema hasta hacerte creer que no podrás seguir, es el alma sanando.

La miró a los ojos, ladeando una pequeña sonrisa.

-Y solo los que no son unos asesinos son capaces de conseguir que el alma vuelva a ser lo que era, que todas las partes se unan de nuevo -alargó una mano y le secó las lágrimas del rostro-. Esa es la prueba que te demuestra que no eres un monstruo. Te duele por igual arrebatarle la vida a alguien que se lo merece que a un inocente. Pocos pueden decir eso.

Se quedaron mirándose a los ojos.

-¿Tú has pasado por esto? -le preguntó casi en un susurro.

Snape apartó la mirada.

-Me arrepiento de muchas cosas -se acordó de todo lo horrible que había hecho o ayudado a hacer en su época de mortífago, entre esas cosas el haber desvelado la profecía que marcó a los Potter-, pero de otras no, a pesar de las pesadillas casi constantes que me recuerdan una y otra vez lo que hice mal. No siento compasión ni lástima por haber matado a asesinos. No puedo compadecerme de aquellos que no lo hacen de los demás, de los que disfrutan del sufrimiento ajeno -respondió, y ella notó el veneno y resentimiento que había en sus palabras-. Si quieres saber cuál es el aspecto de un monstruo con el alma hecha girones, y que no siente remordimientos, mira simplemente a quien está sentado a tu lado.

La joven cogió la mano del chico. El profesor se quedó mirando el gesto.

-A mi lado solo veo a una persona que se esfuerza en dar lo mejor de sí, a pesar de que siempre lo haya tenido todo en contra. Un guerrero noble que no puede ver su valía, y que aun así no se rinde nunca -le dijo con voz queda-. Y que, tras las batallas perdidas, tiene aún muchas heridas que sanar.

Snape no fue capaz de mirarla a la cara. Con su otra mano envolvió la de ella, la que sujetaba la suya propia, y la apretó con fuerza, mucha fuerza, para evitar que sus manos temblaran. No quería mirarla porque esas palabras habían traspasado el muro que tanto se esforzaba en mantener y hacer más alto cada día. Era posible que, si la miraba, este se viniera abajo de golpe, aplastándolo.

-Sigues empeñada en ver en mí más de lo que hay -le dijo intentando que no le temblara la voz.

-Si quieres seguir creyendo eso, adelante -dibujó una pequeña sonrisa-. Pero te equivocas. Te infravaloras.

Se quedaron en silencio unos minutos, centrados en lo bien que se sentía aquel apretón de manos, cálido y sincero, cubiertos bajo la misma capa.

-Tengo miedo a que mi magia solo sirva para hacer daño -comentó la joven más calmada, aún con la nariz rojiza tras el llanto-. Casi es para lo único que la he usado. Quizá por eso él estaba tan interesado en mí.

Snape sintió un ligero escalofrío ante la alusión al Señor Tenebroso.

-Pues úsala para otra cosa -el chico se encogió de hombros, aliviado porque la conversación tomara un rumbo alejado de sus propios sentimientos.

-¿Cómo?

-Sigue tu instinto, como has hecho hasta ahora.

-Hasta ahora eso solo me he saltado todas las normas y prohibiciones que me han impuesto.

-Pues sigue haciéndolo, yo no me voy a chivar.

Escuchó como la joven ahogaba una carcajada, y luego apoyó su cabeza en el hombro de su profesor. Sin darse cuenta, el mago sonrió relajado.

-Mentiroso. Irás corriendo a Dumbledore o Kove, como siempre -resopló la joven.

Snape sacudió la cabeza levemente, conteniendo la risa.

-¿Y si lo hago y no sale bien? ¿Y si pasa algo horrible?

-Entonces yo estaré allí, como siempre -le respondió con una pequeña sonrisa.

-Gracias -musitó Elyon cerrando los ojos, aún con la cabeza apoyada en su hombro-, por aparecer siempre que lo necesito… para meter el dedo en la llaga.

-De nada… es uno de los pocos placeres que me da ser tu Protector -se mofó arrebujándose más en su capa.

Se quedaron en silencio allí, juntos, en el apacible jardín. Sintiéndose un poco menos solos en ese mundo hostil que parecía disfrutar poniéndoles las cosas difíciles, que parecía sentir un placer sádico haciéndoles daño a la mínima oportunidad.

…..

Tras varias sesiones de aparición, muchos habían mejorado y perdido el miedo a la despartición. Elyon había aprendido a aparecerse sin inercia acumulada, aunque de vez en cuando aún fallaba, como máximo, por un metro. Y era importante no fallar el destino para no aparecerse en el interior de un muro, por ejemplo. Kove le había explicado que al contrario que los magos, ella no debía moverse o girar para aparecerse, a no ser que su intención fuera realmente arrollar o golpear algo con fuerza a su llegada, porque ese sutil movimiento provocaba que acumulara velocidad haciendo muy complicado aparecerse en el sitio visualizado.

De igual manera, en esa sesión estaban todos dispersos, ansiosos porque la clase terminara, ya que tocaba salida a Hogsmeade. Ese nerviosismo provocó varias desparticiones, una especialmente seria, ya que el chico perdió la pierna izquierda y parte de la cadera.

Una vez finalizada la clase, los alumnos prácticamente corrieron al pueblo. El resto de cursos hacía tres horas que estaban recorriendo las calles empedradas, disfrutando del buen clima de ese día fuera de los terrenos del colegio, eso sí, teniendo presente que los acólitos de Batts patrullaban las calles a la caza de alumnos que usaran magia innecesaria.

Elyon entró en Las Tres Escobas, y cuando vio allí a un joven castaño con el pelo veteado de gris, todo lo malo de los últimos días pareció evaporarse. El chico se levantó de la mesa mientras ella corría hacia él, y lo abrazó con tanta fuerza que casi lo tiró al suelo al chocar con él.

-Se empiezan a notar tus clases de Defensa -rio Remus recuperando el equilibrio.

-¡Te he echado de menos! -le dijo aun colgando de su cuello.

-Yo también ¡Maldito trabajo! Antes me quejaba de no tener, y ahora me quejo por tener demasiado -suspiró el licántropo besándola en la mejilla-. Más aún con todo lo que ha pasado estos meses. Me alegra ver que estás bien.

Elyon dibujó una sonrisa de oreja a oreja.

-Contigo ahora aquí estoy mejor que nunca.

-¡Remus! ¡Dichosos los ojos! -gritó Johnny.

El grupo saludó al chico con efusividad y después se sentaron en una de las mesas, con una buena jarra de cerveza de mantequilla caliente, para ponerse al día de todo lo que había pasado esos meses y no le habían contado por carta.

En un momento dado Remus levantó la vista y se quedó mirando hacia la entrada del local.

-Chicos, tengo una sorpresa para vosotros. Por fin puedo presentaros a Sara -sonrió levantándose de su silla.

Todos lo miraron emocionados, el joven se alejó unos pasos de la mesa y se topó de frente con Zelda. La expresión de emoción del grupo pasó rápidamente a la confusión cuando vieron cómo le daba un rápido beso en los labios.

-Bien, esta es Sara -les dijo ilusionado.

Ninguno de ellos dijo nada.

-Encantada -les sonrió la mujer, con una mueca burlona.

Buscó a Elyon con la mirada y le giñó un ojo.

-¿Chicos? -Remus los miró preocupado al ver que seguían serios y en silencio.

-Ella… no… es Zelda Croft -le dijo Lisa con voz débil-. Nuestra profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-¿Qué? ¡No! -rio el chico.

-¡Claro que lo es! ¡Te hemos hablado de ella mil veces y te la hemos descrito otras tantas! -Will la señaló indignado- Por eso siempre te daba largas cuando nos la querías presentar.

-Eso no… -Remus negó con la cabeza, se giró hacia la mujer perdiendo la sonrisa- ¿Es eso… cierto?

-Sara, Zelda… es solo un nombre -le acarició la mejilla con una mueca de indiferencia-. Lo que importa es el tiempo que hemos estado juntos y lo bien que nos lo hemos pasado, ¿no crees?

Lo cogió de la barbilla y le dio un beso largo. El licántropo estaba tan aturdido que ni siquiera opuso resistencia.

Elyon se levantó de golpe. La silla chirrió con fuerza contra el suelo. Miró al joven con la mandíbula apretada y los ojos llorosos, negando levemente con la cabeza, visiblemente decepcionada, y se encaminó hacia la salida del local pisando fuerte.

-Hasta nuestra próxima clase, McWilliams -la despidió la mujer con una sonrisa triunfal.

Había visto el dolor en su rostro, y al verlo sintió una agradable sensación en el pecho. Había ganado, se había vengado. Le había demostrado quien mandaba, que no tenía nada que hacer contra ella, que era capaz de quitarle con facilidad cualquier cosa que se propusiera con solo chasquear los dedos. Si ella quería, podía dejarla absolutamente sin nada.

Remus corrió en pos de la semielfa y la agarró de la muñeca.

-¡Elyon, espera…!

El sonido de la bofetada que le dio la joven resonó en Las Tres Escobas, haciendo que se convirtieran en el centro de atención de todos los allí presentes. El licántropo se la quedó mirando con sorpresa mientras sentía el calor del golpe extenderse por su mejilla.

-Ni se te ocurra tocarme -le dijo con desprecio-. Tantas excusas para no aparecer, para no responder mis cartas… cuando más te he necesitado… solo para seguir tirándotela como hacen todos… a pesar de saber lo mal que me ha tratado siempre sin razón… ¿Siempre has sido así? ¿Exactamente igual que los demás tíos, pensando solo con la entrepierna? ¿Sabes que también se tira a Snape?

-De verdad que yo no sabía…

-¡Te hemos hablado mucho de ella! ¡Te la describimos casi al detalle! -insistió ella.

-¡¿Es que acaso no puede haber más pelirrojas guapas en Hogsmeade?! ¡No lo pensé!

-Pues ya tienes algo que hacer de ahora en adelante -se libró de su agarre con un brusco tirón y salió de allí bajo la atenta mirada de todos, que cuchicheaban con incredulidad.

El resto del grupo se levantó de la mesa dispuesto a irse también del local.

-Chicos… -intentó retenerlos.

-Remus, sé que no fue apropósito, pero deberías haber tenido un poco más de ojo -le dijo Johnny con tono sombrío.

El licántropo se quedó allí plantado mirando como sus amigos salían a la calle. Le temblaban los labios y se sentía mareado ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Una horrible sensación de vergüenza creció en su pecho, quería que se lo tragara la tierra, quería desaparecer. Sentía que todos los señalaban con el dedo, riéndose de él. "Remus el inocentón, el que de bueno es estúpido hasta la médula" recordó como James y Sirius se lo decían bastante a menudo. El dolor en su pecho se hizo más agudo.

Pudo recomponerse lo suficiente para encararse a Zelda, que seguía junto a la mesa, de pie, con los brazos cruzados y una enorme sonrisa de triunfo.

-¿Por qué? -fue lo único que acertó a decir.

-Tu hermanita pequeña bien lo sabe -le quitó importancia con un ademán.

-Todo esto… todo este tiempo… nuestra relación… una farsa solo para hacerle daño a Elyon -la miró dolido y con rabia.

-Para demostrarle quién manda, que hay que respetar a los que están por encima en la jerarquía.

-¡¿Pero de qué coño hablas?! -Remus no daba crédito.

-Date un tiempo para reflexionar y lo entenderás rápido -sonrió encogiéndose de hombros.

El licántropo se quedó unos segundos en silencio y su expresión se enfureció.

-Que no llegaran las cartas fue cosa tuya, y que la pillaran con las notas en su aislamiento en El Caldero Chorreante también, yo te conté lo que estaba haciendo -le echó en cara con la mandíbula apretada, sintiéndose aún peor por esa traición a Eyon.

-¿Ves cómo eres un chico listo? -alzó una ceja con mofa.

-Acabó en San Mungo… -tenía la mandíbula tan apretada que comenzaba a dolerle.

-Sí, eso fue un pequeño daño colateral, no esperaba que se tomara tan a la tremenda el no recibir correspondencia.

-¡¿Pequeño daño colateral?! ¡Casi se muere! -quiso estrangularla allí mismo, quiso poderse transformar en lobo y destrozarla- Por eso también te escaqueaste todas esas veces que quería presentarte a mis padres.

La mujer puso los ojos en blanco.

-Remus, cielo. Seré todo lo zorra y cabrona que quieras, pero tengo mis límites. Estaba esperando al momento propicio para que me presentaras a McWilliams. Sabía que esta relación tenía fecha de caducidad, por desgracia humillarte era un mal necesario, no te lo tomes como algo personal. Por eso nada de familia, ni regalos, ni detalles -fue a acariciarle la mejilla, pero él se apartó.

-Un año. Durante todo un año… todo fue mentira…

-Sí, ha sido más tiempo del que me esperaba, pero lo hemos pasado bien ¡Por Merlín, lo hemos pasado muy bien! -rio ella- Y no te mentí respecto a que eres un chico guapo y encantador, y que cualquier chica suspiraría por ti si te quitaras ese estúpido miedo a tu estigma. Hazte el favor y sal de tu madriguera, tienes mucho que ofrecer. No esperes a que otra mujer como yo aparezca para aprovecharse de tu buen corazón.

El joven no supo cómo reaccionar a aquello.

-Me quedo con un buen recuerdo de esta relación – se despidió Zelda apretándole el brazo-. Te deseo lo mejor, Remus, y te lo digo de verdad. No aspires a menos.

-¿Es cierto que te has estado acostando con Severus? -se atrevió a preguntar aun sabiendo que eso incrementaría su humillación.

-¿Por qué te empeñas en hacerte más daño? Sí. No tengo relaciones exclusivas, nunca -respondió marchándose-. Y él tampoco.

"Así que no solo él entraba en tu cama cuando yo salía. Genial" pensó con amargura. "Estúpido, gilipollas ¿De verdad esperabas que una mujer así se acercaría a ti y se quedaría tu lado? ¿Cómo no viste la trampa? Te lo mereces por inocente."

…..

Elyon caminaba llorando de rabia hacia el castillo ¿Cómo podía haberle hecho eso? ¿Cómo había sido tan estúpido? Solo de pensar en que llevaban un año juntos acostándose, y recordar la cara de regodeo de Zelda al decírselo y besarlo… abrió y cerró las manos para liberar tensión. Necesitaba destrozar algo. Se sentía tan dolida por aquella traición del chico. Ese curso estaba siendo especialmente duro para ella. Había necesitado al licántropo a su lado, y sin embargo él no había estado allí, había preferido dejarse enredar en las sábanas de la mujer, igual que Snape.

…..

De camino al Gran Comedor se topó con un grupo de Slytherin que volvía de Hogsmeade, cargado con bolsas de Honeydukes. Snape torció el gesto. Esos chicos iban a terminar con diabetes. Hablaban alegremente de cómo había sido el día en el pueblecito. El profesor prefirió ignorarlos, hasta que una frase llamó su atención.

-¿Os habéis enterado de la bronca que ha tenido McWilliams con su novio en Las Tres Escobas? -comentó una de las alumnas.

-Sí, algo me ha contado Smith. Que lo ha abofeteado en medio del local porque Zelda se había estado tirando al chico en su cara, y que ella se había ido llorando de allí. Por lo visto su novio era bastante mayor.

-Dicen que la bofetada ha sido impresionante -rio uno de los chicos-. McWilliams será muy guapa, pero a veces también da miedo. No sé cómo su novio, bueno, supongo que a partir de ahora exnovio, ha tenido el valor de ponerle los cuernos.

El grupo desapareció rumbo a su Sala Común para dejar las compras.

Snape se quedó mirándolos, pensativo ¿Elyon con novio? ¿Desde cuándo? Si lo tenía no era ningún estudiante o se habría enterado, además habían dicho que era bastante mayor que ella. Tampoco podía ser un elfo, o los jóvenes lo habrían comentado enseguida.

-Remus -musitó.

No había más opciones factibles. Era el único otro chico con el que se relacionaba a parte de Marti y Tonitini, que él supiera, y el licántropo visitaba con frecuencia el pueblo para verla, era fácil que hubiera conocido a la profesora allí. La posibilidad de no conocer todos los detalles sobre la vida de la chica hizo que su sangre hirviera, el no saber si había alguien más en su vida. Se obligó de nuevo a calmar esos estúpidos celos que parecían estar a flor de piel sin razón alguna. ¿Y qué si tenía pareja? Sería lo lógico teniendo en cuenta su atractivo, estaba en su derecho, ella no era de su propiedad y tampoco tenía ninguna oportunidad de comenzar con la joven ese tipo de relación, aunque a veces lo deseara fervientemente.

Sinceramente dudaba que Elyon y el licántropo tuvieran una relación sentimental, y no porque Remus no quisiera, de eso sí que se había dado cuenta. Pero desde luego a Elyon no le habría sentado bien que su mejor amigo, su hermano mayor, se acostara con la profesora que peor se llevaba.

Frunció el ceño. Aquello había sido cosas de la pelirroja, estaba seguro. Solo para hacerle daño a la chica. Desde siempre había tenido celos de ella, la había considerado una amenaza en el colegio ya que los alumnos babeaban por ambas, a pesar de que eran polos opuestos en cuanto a relaciones.

Sus pies se movieron solos. Sabía que iba a cometer una estupidez, que corría el riesgo de enseñar todas sus cartas. Pero no solo era que la mujer hubiera ido directamente contra Elyon, es que además había tenido el descaro de meter en su cama al licántropo al mismo tiempo que él la ocupaba, y ese pensamiento lo repugnó a niveles inimaginables.

…..

No la encontró ni en su despacho, ni en su habitación. Así que le dejó una nota bajo de la puerta y se fue a cenar, aunque realmente estaba tan cabreado que no tenía hambre. Sentado a la mesa ninguno de sus compañeros trató de entablar conversación con él, podían ver su rabia contenida. Y además muchos ya se habían enterado de la escena en Las Tres Escobas, y lo miraban hasta con lástima. Al parecer su relación con Zelda no había sido tan discreta como presumía. Eso solo hizo crecer aún más su enfado. Un enfado que ya no sabía si se nutría de que la mujer se hubiera acostado con el licántropo, de haber intentado hacer daño a Elyon o de lo estúpido que había sido dejándose enredar por ella y ser ahora la comidilla de sus compañeros de trabajo. Solo una de esas razones o todas a la vez, le daba igual, solo sabía que estaba cabreado y que se lo iba a hacer saber en cuando viera aparecer su cara en el castillo.

Localizó a Elyon en la mesa Gryffindor. Tampoco comía, tenía los labios apretados con fuerza y había llorado. Estaba furiosa y dolida, por como brillaban sus ojos. Sus amigos no se atrevían a dirigirle la palabra.

El único consuelo que le daba toda aquella situación era que con suerte el licántropo se quitaría de en medio. Pero antes de que una sonrisa de satisfacción asomara se sintió miserable. Odiaba muchísimo a ese híbrido, pero era verdad que quería a Elyon y la protegía, como él nunca podría. Era su pilar de apoyo y lo necesitaba en los malos momentos, le hacía bien. Por mucho que le fastidiara debía quedarse junto a ella, para, quizá, sustituirle cuando la joven se graduara y abandonara el colegio, y por lo tanto él dejara de ser su Protector, si es que lograba recuperar el puesto.

Se levantó de la mesa dispuesto a irse a su habitación para esperar a Zelda, tal como decía la nota que le había dejado. No podía quedarse allí dándole vueltas a todo ese huracán emocional que parecía que, en vez de disiparse, ganaba fuerza desde que volvió a Defensa. Maldito fuera Kove. Y malditos fueran los sentimientos que le despertaba Elyon, que no podía controlar, y que solo quería enterrar en algún lugar lejos de él.

…..

Muy pasada la media noche escuchó los tacones de Zelda resonar en el pasillo de piedra. Se levantó de su butaca esperando a que la mujer entrara, respirando profundamente para evitar que su enfado hiciera estragos.

La profesora entró en la habitación con una sonrisa vivaracha, que se borró en el acto al ver a Snape. Estaba serio en medio de la habitación. Furioso. Sus labios dibujaban una línea muy fina y tensa. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y el mentón alzado. Ni con la capa puesta, que en esos momentos descansaba sobre una butaca, habría resultado más intimidante de lo que ya lo era así. Porque lo que más miedo le dio fue su mirada, era fría como el hielo y al mismo tiempo ardía, como si hubiera fuego en ella. Zelda controló su propia reacción ante él, no quería que viera lo indefensa que se sentía ahora mismo frente a él. No pensaba ceder terreno hasta saber qué pasaba y decidir si realmente era necesario bajar la cabeza para salir ilesa de aquello.

-¿A qué crees que has estado jugando? -siseó apenas en un susurro.

-Severus, no…

-¿Creías que no me acabaría enterando? ¿En algún momento pensaste que dando una escena frente a medio colegio no llegaría a mis oídos? -hablaba muy despacio, midiendo la intensidad de sus palabras, para no morderla directamente.

Zelda alzó una ceja. Se había enterado de lo de Remus, así que pisaba superficie quebradiza.

-Si no recuerdo mal, llegamos al acuerdo de que yo no me metía en tus líos de sábanas y tú no te metías en los míos -la mujer se encogió de hombros.

El chico se plantó frente a ella con solo unas zancadas airadas. La profesora dio un paso atrás como acto reflejo, amedrentada.

-No cuando metes en tu cama, a sabiendas, a una persona que detesto, simplemente por hacer daño a una tercera persona.

Zelda dibujó una pequeña sonrisa desafiante.

-¿Y qué te jode más? ¿Qué me haya acostado al mismo tiempo con ambos o que lo haya hecho para darle una lección a tu querida mocosa? -en el momento en que terminó la pregunta supo que no debió de formularla.

La expresión del chico se tensó aún más, pudo ver cómo se le dilataban las aletas de la nariz de pura rabia y siguió avanzando hasta que la acorraló contra la puerta. No pudo evitar tragar saliva, sentía como la superficie quebradiza sobre la que estaba comenzaba a agrietarse.

-Te lo voy a volver a repetir ¿A qué creías que estabas jugando?

-A mí no me hables ni me trates como a uno de esos estudiantes tuyos -le espetó ella, intentando recuperar algo de terreno-. Si crees que usando conmigo tus técnicas de intimidación para niños asustadizos vas a tener la razón, te aconsejo que madures un poco antes de hablar con adultos.

Vio un ligero espasmo en la mandíbula del chico, fruto del autocontrol para no gritarle. Snape retrocedió y le dejó espacio.

-Vale, muy bien. Como adultos… ¿A qué jugabas?

-¡Por favor, Severus! Te lo estás tomando como si os hubiera metido exactamente al mismo tiempo en mi cama. No hemos hecho ningún trío. Así que relájate. Sabes sobradamente que no eres el único con el que me acuesto.

-Pero de todos los hombres disponibles tenías que escoger a ese maldito híbrido al que no soporto. Solo de pensar que la he estado metiendo en el mismo sitio que él -el asco se reflejó en su rostro-. Simplemente por joder a una niña de la que estás celosa sin motivo alguno…

-Yo no estoy celosa de esa mestiza -le espetó ella enfureciendo su expresión.

Snape se contuvo para no gritarle por usar ese adjetivo tan despectivo con Elyon, y la pelirroja se dio cuenta.

-Y te aseguro que no es tan inocente y niña buena como hace ver a todos…

-No todas las mujeres atractivas son como tú, Zelda. No todas buscan la atención de los demás. Las hay que prefieren que las dejen tranquilas, que prefieren pasar desapercibidas -su mirada era dura-. Las hay que prefieren no despertar esa atención porque las pone en peligro, las expone a miradas, comentarios y manos no deseadas.

Sabía que no debía insinuar la agresión de Lucius, ese tema era privado. Pero no iba a tolerar que esa mujer insinuara que Elyon era como ella o peor.

La expresión de Zelda cambió cuando asimiló esas palabras. Entendió lo que acababa de contarle y un asomo de lástima se reflejó en su mirada.

-No tenía ni idea -musitó.

-Claro que no ¿Cómo lo ibas a saber? Siempre mirando tu propio ombligo, tan superior al de los demás. No viste su comportamiento respecto a sus compañeros, su pánico. No. Solo viste lo que querías ver, una amenaza que te quita mercado -le dijo con desprecio.

La mujer apretó los labios, dolida por ese concepto que tenia de ella.

-Yo también tuve su edad, Severus. Me da igual no inocente que creas que es, sé cómo piensa ¿Acaso no te has dado cuenta de cómo te mira? ¿Cómo se…?

-Me mira como a su profesor -le espetó-. Y de no ser así, ¿qué? De mirarme embelesada, ¿qué? De querer meterla en mi cama como haces tú con tus alumnos, ¿qué? ¿No decías que no te metías en mis líos de sábanas?

Se sentía acorralada, y lo peor es el chico tenía razón. Dijera lo que dijera, no iba a salir bien parada. Intentó darle la vuelta a la discusión como último recurso.

-¿Pero qué líos de sábanas, Severus? Seamos sinceros por una vez, tú no tienes otros líos de sábanas. Tal vez es eso lo que te pasa, que estás frustrado porque quieres pero no te atreves a meterla en tu cama, y lo pagas conmigo. Porque envidias mi aplomo para hacer lo que me apetece y a ti te falta valor para ello.

Snape inspiró hondo, manteniendo el control. Sabía lo que la mujer estaba intentando, porque ya había caído alguna vez. No iba a permitirle ganar, que le hiciera un lío. Se terminó, estaba harto de ella y de sus juegos, de que siempre hurgara en busca de información que luego poder usar en su contra.

-Me has decepcionado muchísimo -le dijo Snape con más lástima que enfado-. Eres atractiva, inteligente e independiente, pero has sido tú la que ha decidido comportarse como una inmadura y rebajarte al nivel de los críos a los que enseñas. Te has pasado de lista.

La miró con decepción y ella supo que esa vez había perdido, Snape no había entrado al trapo.

-¿Realmente pensabas que cuándo me enterara de que te has estado acostando con Remus, aunque solo hubiera sido una vez, me habría dado igual? ¿Realmente creías que podría pasarlo por alto? A una persona que sabías de sobra que detesto y con el que no quiero ningún tipo de contacto ni siquiera a través de otros -volvió a acercarse a ella de manera amenazante, hasta que su nariz casi tocó la de ella-. Fuera de mi vista, y no vuelvas a acercarte a mí. Se acabó.

-Severus…

-Lárgate, ya. O juro por Merlín que te arrepentirás -le amenazó abriendo la puerta que estaba tras ella.

Snape le dio la espalda volviendo al centro de su dormitorio. Zelda apretó los labios, no podía creerse que eso terminara así, que hubiera perdido de forma tan estrepitosa y humillante por no haber calculado mejor los daños colaterales. Se odió por ello, pero odió aún más a Snape por empeñarse en demostrárselo ¿Por qué no podía ser igual de manejable que los demás?

-Creo que yo también me equivoqué contigo, eres un puto niñato -le espetó la mujer.

Salió dando un portazo. Siempre tenía que tener la última palabra. El joven resopló. Su enfado no había menguado, seguía ahí, hirviendo. Sabía que iba a ser uno de esos enfados que tardarían días en desparecer, que iba a provocar incendios por donde pasara, que cuanto más pensara en los motivos, más se avivaría. Simplemente quería ver el mundo arder para liberar esa rabia que lo estaba carcomiendo.

…..

Como ya había predicho, al día siguiente su enfado no había desparecido. Se dedicó a restar puntos y castigar a los alumnos por nimiedades. Ese día compitió, después de meses manteniendo un perfil bajo, por el primer puesto como el más odiado del castillo junto a Batts. El ambiente en el profesorado era tenso, sus compañeros intentaban evitar estar en la misma sala en la que estuvieran a la vez Zelda y él. Así que Dumbledore le hizo llamar para dejarle claro que había comportamientos que no iba a tolerar entre sus trabajadores, motivo por el cual nunca debieron iniciar una relación, fuera del tipo que fuera. Y que más le valía mantener la cabeza fría, porque seguía siendo el profesor de apoyo en Duelo y eso no iba a cambiar. En ese punto Snape le dejó claro que ni siquiera se había planteado la opción de abandonar su puesto en la optativa. Puede que no quisiera ni ver a la mujer, pero era profesor y se había comprometido a realizar la optativa por el bien de sus alumnos, y que sus deberes en la escuela estaban por encima de conflictos personales.

…..

Tras las lecturas de fábulas y folklore, y la charla sobre las curiosidades de la forma de vida en Imtar, Snape la despidió de su despacho, no estaba de humor para practicar Oclumancia. Elyon lo agradeció enormemente, a ella le pasaba lo mismo.

Seguía estando furiosa con Remus. El chico le había enviado diez cartas en apenas tres días y ella no había respondido ni una. Las había roto sin más, intentando no echarse a llorar. No quería volver a verlo en su vida. Y respecto a Zelda se había planteado seriamente abandonar sus clases, aunque por suerte sus amigos la habían disuadido para que no hiciera tal estupidez. Por primera vez desde que empezó el curso, se alegró de haber sido expulsada de Duelo. La asignatura con esa mujer requería de toda su concentración y autocontrol. Solo escuchar su voz la ponía enferma, y evitaba mirarla, ya que en la primera clase a la que la obligaron a ir tras la pelea, estaba tan enfada que hizo reventar por accidente una enorme pecera que contenía tres grindylows, inundando medio aula mientras las criaturas no dudaron en atacar a los alumnos más próximos a ellos antes de comenzar a asfixiarse por estar fuera del agua. Tuvo suerte de que Zelda no pudiera acusarla de aquello, aunque tampoco le hubiera importado, habría tenido una excusa para encararla.

Durante la cena recibió otra carta más, liberó al pequeño búho de sus quehaceres y cuando estaba a punto de romper el sobre una mano rodeó la muñeca de la semielfa.

-Te estás comportando como una imbécil egoísta -le dijo Johnny con seriedad.

-¿Perdona? -le miró indignada- Yo no soy quién se ha pasado un año en la cama de Zelda.

-¿Quieres hablar de eso aquí o en privado? -el chico la miró con frialdad.

-¿Hablar de qué? ¿De cómo me ha dejado tirada por un par de tetas? -gruñó llena de rencor.

-Vale, hablaremos aquí -el hufflepuff se giró, pasando una pierna a cada lado del banco para mirarla de completamente de frente- ¿Realmente sigues creyendo que eres la víctima de este desastre? ¿Tú? Párate a pensar por un mísero segundo en quién ha perdido más -Elyon abrió la boca para protestar y Johnny directamente se la tapó con una mano-. Sí, te sientes humillada y traicionada. Pero… ¿Y Remus? ¿Cómo crees que se siente él? Es la primera vez que estaba con una chica. No digo novia, digo chica. Por su problema con la luna llena se ha recluido toda su vida, pensando que ninguna mujer se atrevería a tocarlo, por miedo o asco. Y resulta que para una a la que no le importa, le trata bien y para rematar es guapa, es solo para joder a su mejor amiga ¿Cómo crees que sienta eso? Se la quería presentar a sus padres, Elyon. Veía un futuro con ella y de pronto -chasqueó los dedos-, esa mujer lo apuñala en el estómago frente a todo el mundo y barre de un plumazo su mejor amistad, la última que le quedaba.

Le quitó la mano de la boca y volvió a sentarse frente a la mesa a proseguir con su cena.

-Tal vez antes de romper esa carta y dar vuestra relación por terminada, deberías pensar mejor quién es el mayor perdedor en todo esto -finalizó el chico.

La joven apretó los labios, sintiendo retumbar el corazón en el pecho con fuerza por la culpa. Había estado tan furiosa con todo lo sucedido entre Zelda, Snape y Remus, por cómo la mujer había clavado con tanta facilidad sus zarpas en ambos, que no había querido pensar en cómo se sentía el chico. Simplemente lo había culpado volcando en él toda su rabia.

Se levantó de la mesa con la carta en la mano, conteniendo lágrimas de vergüenza, y salió del Gran Comedor. Lisa, Grace y Will la vieron marcha y luego miraron al hufflepuff.

-¿Qué? Alguien tenía que decirle que se estaba comportando como una idiota victimista. Le han pasado muchas putadas, pero esta vez no es la que ha salido peor parada. Y no os veía a ninguno de vosotros por la labor de hacerlo por el momento, aun sabiendo que cuando está así entra en bucle y no es capaz de ver las cosas por sí misma.

-Y tienes toda la razón en lo que le has dicho -puntualizó Will.

-A mí lo que me sorprende es que tengas algo de madurez ahí dentro -Lisa señaló su cabeza.

-Ya… todo lo malo se pega -el chico se encogió de hombros-. Puede que pase demasiado tiempo con vosotros.

…..

Entró en el vestíbulo del castillo cargada con el material de tiro, justo cuando los alumnos salían de su clase de Duelo. Todos ellos tenían el semblante cansado y decepcionado. Vio a Lisa y Grace entre la multitud y se acercó a ellas con rapidez.

-¿Qué tal la clase? -les preguntó.

-Fatal -resopló Grace.

-Hoy han empezado a aplicar lo que hemos aprendido hasta ahora de magia no verbal. Ha sido un desastre. O no hemos conseguido realizar los hechizos o la cosa se ha ido de madre porque ha salido algo parecido al hechizo y ha sido un estropicio -explicó Lisa-. Y ya sabes que las parejas van rotando, pues Zelda no ha tenido mejor idea que juntar a Johnny con Mark. Así que… ¡Sorpresa! Han castigado a Johnny por pasarse aprovechando que los conjuros no se dicen en voz alta, y Mark como es un manta defendiéndose de la magia no verbal, no ha podido hacer mucho. Pero el imbécil de Johnny no contaba con que obviamente Zelda podía reconocer igualmente el conjuro.

-Y eso sin contar que Zelda y Snape están bastante a la gresca -comentó la ravenclaw-. No hacían más que pisarse el uno al otro, uno diciendo blanco y el otro diciendo negro, no había quién se aclarara. Y la demostración… -dio un pequeño silbido-. Mejor no hablar. Desde luego ha sido impresionante, pero han tenido que parar, uno de los conjuros se ha desviado tras un bloqueo y ha dado de lleno a Rider, de Hufflepuff. No ha acabado en la enfermería de milagro.

-Sí, porque además la cosa iba escalando en intensidad. No decían en voz alta los conjuros, pero seguro que algunos no se enseñan en el colegio -añadió Lisa-. De no haber alcanzado a Rider, a saber cómo habría terminado la cosa. Bien no, eso seguro.

Elyon alzó las cejas con sorpresa.

-Al final van a ser verdad tus sospechas de que estaban liados y que lo de Remus ha mandado al cuerno lo que sea que tuvieran -suspiró Grace-. Eso explicaría que Snape esté de un humor de perros desde hace días. No mola nada que pague con nosotros sus problemas sentimentales.

-¿Sentimentales? Dudo que pueda sentir algún tipo de emoción que no sea mala o dañina -Lisa puso los ojos en blanco.

-¡Elyon!

La chica se giró y se topó de golpe con Elena.

-Tenías razón, no te van a dejar volver a Duelo.

-¡¿Se lo has preguntado?! -la miró con horror.

-¡Por supuesto! Y me ha costado veinte puntos "por entrometerme en las decisiones del profesorado" -imitó a Snape con burla.

-Por Merlín, cómo están los ánimos para restar veinte puntos a su propia Casa -Lisa miró asombrada a la Slytherin.

-Sí… no era buen momento para sacar el tema… En fin, lamento lo de tu novio -Elena le puso la mano en el hombro a Elyon.

-¿Mi qué? -frunció el ceño.

-Lo que pasó en Las Tres Escobas.

-¡Ah! No era mi novio, era mi mejor amigo… Pero gracias -aclaró ella con una mueca de resignación.

-Como sea. Espero que lo puedas arreglar -se despidió la slytherin.

Las tres amigas se giraron en busca de Will y Johnny, que aún no habían aparecido. Encontraron a ambos asomados al interior del Gran Comedor, que aún se estaba vaciando de alumnos, apoyados en el marco de la puerta, como si se escondieran.

-¿Qué hacéis? -les preguntó Lisa.

-Disfrutar del espectáculo -rio el hufflepuff.

Al fondo de la sala estaban Snape y Zelda, y aunque no podían escucharlos, era obvio que estaban discutiendo, por sus expresiones y las airadas gesticulaciones. En un momento dado, Snape se colocó la capa sobre los hombros y se dio la vuelta, de forma que esta hizo un amplio movimiento en el aire, que resultó bastante teatral, mientras se dirigía a la puerta lateral para salir de allí.

-¡Oh, por favor! ¿Habéis visto todo ese drama? Necesito unas palomitas -comentó Johnny emocionado.

En ese momento Zelda le hizo un corte de mangas, para nada sutil, al maestro. Snape simplemente levantó la cabeza con prepotencia y pasó por el dintel de la puerta, cogiendo un extremo de su capa ondeante y cerrando de un portazo.

-Pero qué diva, qué reina del drama está hecho cuando quiere -rio el tejón-. Me declaro fan de esa faceta suya de Reina Murciélago.

-¿Fan? ¿Reina Murciélago? ¿Pero qué…? -Grace lo miró frunciendo el ceño sin entender nada- ¿Mark te ha hechizado sin que te des cuenta?

-Snape es un capullo, pero cuando se enfada tiene un estilo propio que ya me gustaría a mí -aclaró Johnny con admiración.

-Opino lo mismo. Pero con nuestras túnicas de estudiante, no le llegamos ni a la suela de los zapatos -Will intentó imitar los movimientos de capa de su profesor sin éxito.

-Anda vámonos de aquí, si Zelda nos ve cotilleando nos acabará castigando a todos -aconsejó Lisa, empujando a su novio hacia la escalera de mármol.

Ambos chicos se pasaron todo el camino hasta la Sala de los Menesteres riendo mientras seguían moviendo sus túnicas de estudiante al modo que ellos bautizaron como "Reina Murciélago".

…..

Esperaba al chico bajo el haya del colegio, torciéndose el meñique hacia atrás con nerviosismo. A la hora acordada Remus llegó con la vista baja, avergonzado.

-Elyon, de verdad que…

La joven simplemente lo abrazó con fuerza.

-Lo siento, perdóname -le dijo con voz débil- Me pasé, me pasé muchísimo y no lo merecías.

Remus la envolvió con sus brazos y ahogó un sollozo de puro alivio. Esos días habían sido una agonía, tras no haber recibido ni una solo respuesta a sus cartas. Llegó a creer que la había perdido, que se había vuelto a quedar solo y esta vez para siempre. Ni siquiera fue a trabajar. Le dijo a su jefa que estaba enfermo, y realmente se sintió así. No había querido salir de casa. Salir de la cama cada día ya le había supuesto un enorme esfuerzo.

Cuando recibió la esperada respuesta temió que fuera para decirle que no lo quería volver a ver. Pero en el pergamino solo aparecía fecha, hora y lugar. Nada más. Y no supo qué esperar.

Usó los polvos flu para llegar a Hogsmeade. Tenía tal nudo en el estómago que no quería aparecerse, por si los nervios le jugaban una mala pasada.

-He sido un verdadero idiota, tendría que haberlo visto venir. Me hablasteis de ella y…

-Tú tenías razón, no es la única pelirroja guapa del mundo, y nunca habías visto ni una foto suya -lo frenó-. Siento haberte abofeteado y gritado. Estaba enfadada y… -lo abrazó con más fuerza-. Perdóname por ser tan egoísta. Te quiero muchísimo y si te pierdo, yo… no sabría qué hacer.

El licántropo se esforzó en no romper a llorar. Escuchar aquello era como un bálsamo calmante. Sintió alivio. Su mundo dejó de tambalearse como si fuera venirse abajo.

-Pero fue por mi culpa que terminaras en San Mungo, le conté lo de nuestras notas a escondidas y ella se lo debió de decir a Kingsley -gimió con culpabilidad-. Y tampoco me dejó estar a tu lado cuando lo de Malfoy…

-Dejad ya el maldito tema de San Mungo -lo miró con una sonrisa tranquilizadora-. De no ser por todo lo que pasó puede que aún no supiera quién soy, o peor, lo sabría, pero me habrían sacado de Hogwarts a la fuerza y me habrían alejado de todos vosotros. A veces creo que es necesario que pase algo horrible para que suceda algo bueno. Y lo de Lucius… ya está casi superado, tú no estabas… pero tampoco estaba sola.

Ambos se sentaron en el suelo junto al tronco del árbol, después de que Elyon calentara el terreno con sus manos ante el asombro de Remus. Estuvieron allí hablando durante horas, hasta el anochecer. Sobre cómo estaba sobrellevado el chico su ruptura y cómo iba a afrontarlo de cara a su familia. Elyon por su parte le contó el ambiente que se respiraba en el colegio últimamente, sobre todo entre Snape y Zelda. Eso hizo que el chico se sintiera mejor. Ver que la mujer también había salido mal parada de todo aquello. Aunque ninguno de los dos supo encontrar la razón por la que la mujer se la tenía jurada a Elyon.

Snape los observó un momento a cierta distancia. En ese momento la joven rio abrazada al brazo del chico, y el licántropo se contagió de su risa. Sintió un aguijonazo en el pecho. No quería admitir lo mucho que envidiaba a Remus. Suspiró con pesadumbre volviendo al interior del castillo, a las mazmorras. Al menos parecía que lo estaban arreglando y que la joven no perdería su pilar, ese que la miraba embelesado, sin que la chica se diera cuenta de lo mucho que al licántropo le gustaría ser algo muy diferente a su hermano mayor.

…..

Miró a su alrededor. En esa pequeña zona del Bosque Prohibido, cerca del linde, todo parecía más triste y gris, como si esa parte de la arboleda estuviera enferma. Se humedeció los labios. Había decidido hacer caso a Snape, iba a seguir su instinto. Estaba dispuesta a demostrarse a sí misma que su magia podía usarse para algo bueno. Necesitaba ver que podía hacer algo bueno.

"Sus manos son vida" había comentado la centáuride.

Se arrodilló en el suelo y cogió un buen puñado de tierra entre sus manos. Cerró los ojos y pensó en la celebración de Imtar por Noche Buena. Sopló entre sus manos a la tierra que sostenía. Sintió que se calentaba, como si hubiera estado mucho tiempo al sol. Al abrir los ojos vio incrédula lo que había conseguido.

Estaba creciendo una planta ese puñado de tierra. Un pequeño brote verde, que siguió alargándose y retorciéndose mientras se cubría de hojas. A los pocos minutos había cuadruplicado su tamaño y estaban brotando de ella pequeñas flores blancas.

Sonrió. Había hecho algo bueno, algo hermoso. Dejó la planta en el suelo y se levantó. Volvió a cerrar los ojos y se dejó empapar por la corriente de magia que corría bajo sus pies, entre las raíces de los árboles. Extendió los brazos y manos hacia los lados. Sintió ese cosquilleo conocido recorrerla entera y lo dejó escapar, que irradiara hacia afuera, hacia el bosque. Una suave brisa templada corrió por el bosque, revolviéndole ligeramente el pelo.

Con los ojos cerrados no pudo ver cómo esa zona del bosque pareció emerger de un largo letargo. El verde comenzó a brotar con rapidez. Los troncos se llenaron de musgo, las ramas de hojas verdes y brillantes, el suelo de hierba mullida y flores. Incluso el aire pareció volverse más limpio y cálido. Fue en ese momento cuando decidió abrir los ojos, respirando con rapidez por el esfuerzo.

Dio una vuelta sobre sí misma con asombro, sonriendo abiertamente. Rio de pura felicidad. Esa parte de la arboleda era ahora como el bosque de Imtar, verde y dorado al mismo tiempo por la luz del sol que se colaba entre el follaje. Los pájaros cantaban con fuerza mientras acudían a los árboles ahora frondosos, acompañados del murmullo del viento entre las ramas. Los bowtruckles se apresuraron en reclamar algunos de los árboles como su nuevo hogar. Una liebre se asomó por uno de los arbustos que acababan de crecer allí. Por unos segundos le pareció estar de nuevo en casa.

Entre las ramas de uno de los árboles vio una silueta escurridiza, de color verde oscuro. Se acercó allí, sus pasos no hacían ruido en la tierra cubierta de hierba. Un pequeño woodface asomó del interior del tronco del árbol, y la observó a través de su máscara de madera. Ella alargó una mano, el animal levantó las orejas y saltó a su brazo, correteando por él hasta llegar a sus hombros. Su tío tenía razón, allí también los había.

En esos momentos se sintió bien, en paz, mientras acariciaba al pequeño animal que estaba encaramado en sus hombros. Dio gracias a la centáuride por mostrarle, con sus últimas palabras, que no solo podía arrebatar la vida, sino que también podía sanarla.

…..

El niño se entretenía jugando entre sus pies, saltando y tumbándose sobre ellos, con unos pequeños dragones que lo perseguían intentando morderle los dedos con sus pequeñas bocas sin dientes. En un momento dado el chiquillo se levantó riendo y se colgó de una de sus piernas para escapar de sus juguetes que rugían intentando parecer feroces.

-¡Draco, basta ya! -rugió Snape mirando al pequeño con enfado.

El chiquillo lo miró atemorizado mientras empezaba a hacer pucheros, soltando su pierna y corriendo hacia los brazos de su madre, sentada frente al profesor. Narcissa y Lucius lo miraron asombrados por esa reacción. Nunca le había gritado a su hijo, ni lo había regañado, siempre era muy paciente con él a pesar de que podía llegar a ser bastante cargante.

-Lo siento -musitó llevándose las manos al rostro con cansancio, mientras se inclinaba hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas.

-¿Te encuentras bien? -la bruja lo miró con preocupación mientras acunaba a su hijo entre sus brazos, para calmarlo.

-No han sido unas buenas semanas -se limitó a responder.

-Entonces visita a tu amiguita, seguro que te levanta el ánimo, entre otras cosas -bromeó el mortífago.

-¡Lucius! -se mujer lo miró escandalizada, y lo golpeó en el brazo con el dorso de la mano.

Snape resopló recostándose de nuevo en su butaca.

-Ella es precisamente el problema.

El matrimonio se lo quedó mirando con curiosidad.

-Se ha acostado con Remus Lupin en mi cara. Así que he decidido dejarla -explicó escuetamente.

-Lupin, Lupin… me suena ese nombre -murmuró Lucius, chasqueó los dedos-. Ese era uno de los amigos de Potter y Black, ¿verdad? El más callado, el que parecía muy responsable.

-Sí -dibujó una mueca de asco.

-¿Y ella sabía lo mal que te caía o…?

-Por supuesto que lo sabía. Ya le había hablado de él y lo había visto por Hogsmeade. Es muy amiguito de la semielfa -gruñó, se esforzó en reflejar el suficiente desprecio en la última palabra.

-Ya se sabe que la escoria tiende a juntarse -resopló Lucius con prepotencia.

Narcissa suspiró.

-Nunca cambiará. Ya te advertí sobre ella, Severus -le dijo la mujer con lástima-. Siempre ha sido muy libertina.

-Eso no me molestaba. Realmente ni me importaba, no busco lo que vosotros tenéis -señaló al matrimonio y su hijo con un amplio ademán-. Lo que me revienta es que se haya reído así en mi cara durante meses.

-Y si sabía que te ibas a poner como una fiera ¿Por qué él? -Lucius alzó una ceja.

-Ni lo sé, ni me importa -no pensaba decirles la verdad.

-Pues lo siento por ti. De verdad. Siempre fue una mujer imponente y con la experiencia que lleva a las espaldas…

Narcissa carraspeó molesta.

-¡Oh, vamos cariño! De haber querido, me habría acostado con ella antes de graduarme, y lo sabes. Nunca me interesó porque tenía los ojos puestos en ti desde que entraste en el colegio, y Zelda era amiga tuya.

-Sí, te fue detrás hasta que finalmente anunciaste que estabas conmigo -la mujer mesó el cabello rubio de Draco, que seguía mirando a Snape con algo de recelo desde los brazos de su madre.

-¿Y no siguió insistiendo? Las negativas no le suelen sentar bien -el profesor resopló cruzándose de brazos.

-Zelda siempre consigue lo que quiere. Lo ha hecho desde que la conozco, desde que entramos juntas en Hogwarts -le dijo Narcissa-. Pero aun así tiene sus normas y principios. Uno de ellos es no inmiscuirse en relaciones estables: ni casados, ni con pareja formal. Como mucho tontear, eso siempre le ha gustado, y por ello alguna vez la han engañado, pero lo han pagado. No le gusta ser los cuernos de nadie. Te parecerá raro, pero no va contra otras mujeres.

"Permíteme dudarlo" pensó Snape con ironía.

-A no ser que tenga algo mucho más profundo contra esa mujer -puntualizó la bruja-. Fue buena compañera y amiga, ayudó y defendió a muchas de idiotas en sus años de estudiante, y no todas de Slytherin. Personalmente nunca he compartido su forma de vivir y hacer las cosas, pero tampoco tiene nada de malo. Se las arregla muy bien sola. En eso la envidio.

-Cissa, tú también te las arreglas muy bien sola -Lucius cogió una de sus manos y se la besó de forma caballerosa.

-Lo sé, pero no puedo marcharme de aquí o la Mansión Malfoy se vendría abajo -rio la mujer con resignación.

-Eso es cierto, por eso me esfuerzo día a día en retenerte aquí sin que te des cuenta -su esposo la miró de forma pícara.

-Shhh, Lucius -lo regañó sonrojándose.

Snape puso los ojos en blanco. Parecía mentira lo zalamero que podía ser el mago. Adoraba a su mujer, pero pensaba que era una inútil que no sobreviviría sola ni dos días fuera de la mansión. Snape en eso discrepaba mucho. Veía a Narcissa mucho más capaz que Lucius, simplemente no le habían dado la oportunidad de ponerse a prueba.

-¿Y cómo lleva que la hayas dejado? -Narcissa lo miró preocupada- Siempre era ella la que daba por acabada una relación.

-No podemos estar en la misma habitación y compartimos la optativa de Duelo.

Lucius empezó a reír con fuerza.

-Ahora entiendo tu mal humor. Zelda era realmente insufrible cuando se sentía mínimamente despechada, eso sí lo recuerdo. A Greengrass lo maldijo cuando se enteró de que no había roto con su novia mientras se acostaba con ella. Tuvo escrito en la frente durante un mes "Polla floja", y fue justo antes de las vacaciones de Navidad en las que tenía que volver a casa con su familia.

-Iré con cuidado entonces -musitó-. Ahora si no os importa, dejemos el tema. Ya tengo suficiente con tener que trabajar y convivir con ella a diario.

Los elfos domésticos sirvieron el té y las pastas. Una de las pobres criaturas trastabilló cuando uno de los dragones de juguete le mordió el tobillo, haciendo que tirara la bandeja con la tetera y las tazas de porcelana.

-¡Maldita sea, elfo estúpido! -le gritó Lucius.

-Dobby lo lamenta mucho señor, ahora lo arregla -lloriqueó la criatura encogida, esperando el golpe de su amo, que afortunadamente no llegó.

Snape miró la situación con lástima. El elfo doméstico se apresuró en reparar la vajilla e ir corriendo a por una nueva tetera llena de té recién hecho. Una vez calmados los ánimos, y servidas todas las tazas, conversaron sobre otros asuntos y rumores, algunos muy útiles para su trabajo como espía.

Lo que el profesor de Pociones no les había querido contar es que Zelda no estaba insufrible exactamente por la ruptura. Estaba insufrible porque seguía intentando que él dejara pasar todo el asunto del licántropo, y él no pensaba hacerlo. Por lo que la mujer tenía dos tipos de reacciones hacia él. La primera era frustrarse y acabar gritando y saliendo de un portazo o soltando improperios propios de los peores tugurios del Callejón Knockturn. La segunda era intentar demostrar que ella era mucho mejor bruja y que tenía más autoridad por antigüedad en la escuela, así que intentaba pisotearle o ningunearle delante de otros alumnos o compañeros de trabajo, como pasaba en Duelo. Esa última era la que más lo irritaba.

Lo único que Snape echaba de menos de su relación con Zelda eran las charlas distendidas sobre Artes Oscuras, magia defensiva o los últimos descubrimientos y avances de las artes mágicas en sí, ya fueran pociones, conjuros u objetos.

…..

Elyon leyó la carta de su abuelo con una enorme sonrisa de triunfo.

-Chicos, tengo muy buenas noticias para vosotros -canturreó emocionada.

Los cuatros dejaron su desayuno y la miraron con atención.

-Podéis venir a la Fiesta de la Primavera el finde principal de las celebraciones.

-¿De verdad? -Lisa la miró atónita.

-Si queréis, claro -asintió ella-. Tendremos una casa para nosotros solos y os prestarán ropa y demás para que os sintáis más integrados.

-¡Claro que queremos ir! Va a haber un motón de elfas preciosas con las que probar suerte -exclamó Johnny eufórico.

-Tú sigue así y te vetarán la entrada en la ciudad -lo avisó Grace-. Te nombrarán persona non grata por pervertido y acosador.

Elyon asintió dándole la razón con una sonrisa burlona.

…..

Se ataron las deportivas aún con la respiración agitada. Aquella había sido la última clase de Defensa antes de la evaluación, y Kove había sido increíblemente duro y estricto, pero había quedado satisfecho con su rendimiento. Opinaba que, si lo hacían como mínimo igual de bien el día señalado, Snape superaría la evaluación.

-Tengo una novedad que te va a encantar -le dijo Elyon al chico, que había estado serio toda la tarde.

-Tus novedades nunca me encantan -respondió secamente.

La joven chasqueó la lengua molesta.

-No remugues antes de tiempo. Vienen mis amigos a Imtar.

Él alzó una ceja.

-¿Y de verdad creías que eso me iba a encantar? -resopló enfadado- Tendré que soportarlos durante todo esos días, y ya tengo bastante presión.

-Piensa un poco. Si ellos vienen ya no serás el único humano y te prestarán menos atención. Además, no estarán todos los días de las fiestas, solo el fin de semana, tras tu evaluación. Johnny no podrá desconcentrarte -la joven sonreía orgullosa de tu treta.

-Sigo sin saber si alegrarme o no -remugó-. Si ni siquiera sé cómo se supone que me voy a pasar una semana en Imtar teniendo obligaciones aquí.

-De eso me encargo yo -aclaró Kove mientras recogía el material.

-¿Lo ves? Todo arreglado. Deja se ser tan gruñón -resopló Elyon.

Lo cogió de la mano y estiró de él con fuerza para que se levantara, luego cogió su otra mano y lo arrastró a hacer unos torpes e improvisados pasos de baile.

-Ya verás que todo irá bien -lo miró llena de ilusión y confianza.

Tropezó con los pies del chico, ya que él apenas los movió en aquella extraña danza espontánea. Calló hacia adelante, parando su caída contra el cuerpo del joven, quedando abrazada a él, mientras Snape la sujetaba por los hombros.

-Yo tengo fe en ti -le susurró, disfrutando unos segundos de estar así con él, a pesar de que ambos estaban sudados y apestaban.

El pulso del profesor se disparó.

Finalmente se separó del chico y arrugó la nariz.

-Así que quita de tu cara esa expresión amargada que traes de serie.

La joven se fue de allí estirando los brazos y la espalda con un sonoro suspiro de cansancio.

Snape inspiró con fuerza para calmarse. Solo de pensar en Imtar… estaba aterrado. En solo unos días tendría la temida evaluación. Kove se acercó hasta él y le dio una palmada en el hombro, él dio un pequeño brinco.

-Relájate, estás preparado.

-No lo creo, no voy a poder -suspiró mirando la puerta abierta.

-Claro que puedes. Lo harás, por ella, pero sobre todo, lo harás por ti mismo. Le demostrarás a Azrael lo equivocado que está contigo. Es hora de dejar atrás los temores que te retienen y no te dejan avanzar.

Snape tragó saliva. Había hecho muchas cosas difíciles a lo largo de su vida, algunas nunca pensó que pudiera llegar a realizarlas. Pero por algún motivo, sentía que el desafío que tenía justo delante iba a ser el mayor que había tenido hasta la fecha, y dudaba de si iba a ser capaz de dar la talla.