BLUE WINGS

By Tenshi Lain

Notas en tinta escarlata:

1- Estos personajes no son míos sino de Maki Murakami, solo los he cogido prestados para jugar (los devolveré al acabar) A excepción de algunos personajes secundarios que han salido de mi retorcida imaginación.

2- Esta historia es un Universo Alternativo, así que tanto las relaciones entre los personajes como las situaciones y personalidades, han sido modificadas en benefició de la historia (no os enfadéis si las cosas no son igual que en el manga :P)

3- Tratándose de GRAVITATION es más que obvio, pero por si acaso: esta historia contiene "Shonen Ai" (amor entre chicos)

4- Para la descripción de personajes, me he basado en el diseño del anime, no del OVA ni el cómic (menos Maiko, su descripción me la he sacado de la manga XD)

Cap. 31

Entre las montañas de Jinar y el bosque de Necrul, pasado el lago de Batär, más allá de las tierras perpetuas, se alza la Torre de la Alianza.

Más blanca que la nieve que la rodea, pero que nunca la cubre. De base perfectamente circular y coronada por una perfecta esfera de Bisna tan grande que podría albergar una aldea entera en sus entrañas.

Construida en la mañana de los tiempos por los antiguos moradores como homenaje a los Seres Invisibles. Pero con el paso de los años sus descendientes, los que fundaron el reino del norte, olvidaron su principal función e intentaron usarla en beneficio propio para ser más poderosos que ningún otro reino.

Por generaciones se usó el poder de aquellos seres únicos conocidos como Ángeles Azules, para dominar el intenso poder natural que convergía en la Torre.

Hasta que un día la cadena se rompió, no hubieron más ángeles azules capaces de dominar el intenso poder. Y el reino del norte perdió su privilegio, hasta el día de hoy...

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Maiko observó asombrada como la gigantesca estructura se alzaba frente a ella, imponente, hermosa y perfecta. Podía sentir la magia y la energía reverberar en el interior de sus blancos muros como lo había hecho por siglos. Un estremecimiento la hizo temblar bajo la capa.

- Es normal sentirse impresionada e intimidada - dijo la voz gélida de la reina a su lado -, pronto comprenderás que no tienes que temerla. Tú puedes dominarla a voluntad.

Maiko no dijo nada ante tal afirmación. Se acomodó en el asiento del carruaje y se cubrió las manos con la gruesa capa de piel que llevaba. Sus ojos violetas se clavaron en la figura quieta de su hermano, el cual iba sentado justo enfrente de ella. Le partía el corazón ver sus ojos normalmente brillantes y llenos de vida opacos y vacíos.

Se levantó con cuidad y se sentó al lado de Shuichi. Recargó la cabeza en su hombro, entrelazó una mano con la suya y cerró los ojos.

Mäer observó la escena analíticamente y por un momento sintió nostalgia. Era como volver a tener a Noriko delante. Cuando estaba triste o deprimida, Noriko siempre iba a su lado y la animaba.

Tras varios minutos más el carruaje se detuvo ante las puertas de un pequeños castillo. Varias sirvientas se apresuraron a ir a recibirlos mientras los mozos se encargaban de los caballos y carruajes.

- Bienvenida señora - dijeron un par de chicas que se acercaron a su carruaje.

- ¿Todo en orden? - preguntó la reina bajándose del carruaje.

- Sí, señora -dijeron las dos a la vez. Mäer se dio cuenta de que intentaban mirar el interior del carruaje con extrema curiosidad.

- Acompañadlos a las habitaciones que indiqué - dijo apartándose para que Shuichi y Maiko bajaran. El pelirrosa se dejaba guiar mansamente por su hermana, como las marionetas por los titiriteros.

- Permite que te ayude - dijo Suguru acercándose y tendiéndole una mano a Maiko, pero esta lo fulminó con la mirada.

- No necesito ayuda, y menos la tuya - dijo fríamente y sin soltar la mano de Shuichi se dirigió hacia el castillo.

Mäer observó al joven tutor de su hijo analíticamente. Conocía aquella mirada predadora muy bien, era la misma que aparecía en los ojos de Tachi cuando miraba a Noriko...

- Madre - llamó el joven príncipe acercándose también.

- Dime cariño - dijo la reina con aquella sonrisa que era únicamente para su hijo.

- ¿Podré ver el ritual? - preguntó con ojos emocionados, la reina acarició sus oscuros cabellos con ternura.

- Primero hay que hacer unos preparativos y si todo sale bien te dejaré estar presente en la Gran Sala. Ahora vayamos dentro - y pasando la mano por sus hombros entró al castillo bajo la fría mirada del rey Tachi.

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Maiko sentó a Shuichi en una butaca ante la chimenea y le frotó las manos.

- Verás como pronto entras el calor - dijo la joven con una sonrisa apagada -. Este lugar me pone nerviosa... no sé que es exactamente, es algo que está en el aire supongo - acarició la mejilla de su hermano -. Te aseguro que encontraré la forma de sacarte de ese maldito encierro.

- Eso es algo fácil de hacer - dijo una voz a sus espaldas que para esas horas ya le era desagradablemente conocida a Maiko -, tan solo has de seguir mis órdenes y Mäer le devolverá la conciencia.

- No puedo confiar en tu palabra Tachi - dijo con frialdad Maiko.

- No tienes más opción si quieres a tu hermano de vuelta - dijo con suficiencia el soberano del norte sabiéndose ganador.

La joven observó los ojos muertos de su hermano, no soportaba verlo así...

- Haré lo que me pidas - dijo con frialdad al rey. Tachi no cabía en si de gozo. Por fin sus planes se harían realidad.

- Perfecto, has tomado la mejor opción... Te quiero dentro de una hora lista para empezar el ritual. Mäer te ayudará - y sin más dejó la habitación.

- No tenía otra opción... - musitó Maiko recostando la cabeza en el regazo de su hermano con los ojos cerrados. No vio como una lágrima resbalaba por la mejilla de Shuichi.

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Vestida con una túnica de inmaculado blanco y con el cabello hermosamente recogido en suaves tirabuzones que no alcanzaban a cubrir su espalda, Maiko caminaba por los corredores de la Torre de la Alianza, escoltada por cuatro matronas y la mismísima reina Mäer. Los corredores cubiertos de reluciente mármol ambarino combinado con la pálida luz invernal que se filtraba por los grandes ventanales, otorgaban al espacio una calidad de brillo irreal y en cierto grado aterrador.

Sus suaves pasos resonaban hasta lo más alto de la bóveda de cañón que coronaba el corredor, al fondo se apreciaban unas grandes puertas dobles de blanca madera de Liret decoradas con hermosos gravados e inscripciones en un lenguaje tan antiguo como la tierra.

Al llegar frente a las puertas, Maiko alcanzó a ver en un lateral del corredor al rey Tachi, al príncipe Saito y a Suguru. Los tres ataviados con ropas sencillas pero elegantes de color negro. La reina Mäer llamó su atención cogiéndole la mano izquierda.

- Eres tú la que debe abrir las puertas - le dijo con voz baja y un tanto solemne.

Maiko observó las puertas y entonces reparó en algo. No había picaporte, ni pestillo, ni cerradura y además ¡las hojas de la puerta estaban fundidas¿Cómo se suponía que iba a abrir unas puertas que en realidad eran una sola pieza? Era imposible...

Una suave brisa se deslizó por la parte baja de la puerta, acariciando sus pies y subiendo lentamente rodeando su cuerpo. Maiko cerró los ojos, en aquella brisa había algo que le era familiar, un susurro suave y tenue que apenas se lograba percibir pero que alcanzaba lo más profundo del alma, poco a poco empezó a distinguir los matices de aquella andrógina voz que desde muy niña los había acompañado a ella y a su hermano. Y entonces supo que tenía que hacer.

Aun con los ojos cerrados soltó la mano de la reina y empezó a cantar, una canción cuya letra era tan antigua como la mismísima puerta que tenía ante ella, una canción que no había escuchado desde hacía años y de la que nunca había comprendido su vital importancia. Una canción que su madre les cantaba por las noches antes de irse a dormir.

So... hitotsu-me no yoru ni (So... la primera noche)
izuko kara koishi ga sekai ni ochiru (un guijarro calló en la tierra (venido) de algún lugar.)

So... futatsu-me no yoru ni (So... la segunda noche)
koishi no ko ga te wo tori WARUTSU wo kaku (los hijos del guijarro se cogieron de las manos y compusieron un vals)
Sound life (el sonido de la vida)

So... mitsu-me no yoru ni (So... la tercera noche)
WARUTSU no ko wa yonamo ni UE-BU wo utsu (los hijos del vals hicieron murmullos en la cara del mundo)

So... yotsu-me no yoru ni (So... la cuarta noche)
nami no ko wa kishibe ni shibuki wo ageru (los hijos de la ola salpicaron la costa)
Sound life (el sonido de la vida)

So... itsutsu-me no yoru ni (So... la quinta noche)
sono kakera ikudomo yonamo wo tataku (esas piedras golpearon la cara de la tierra otra vez.)

So... mutsu-me no yoru ni (So... la sexta noche)
sono aizu ni tabibito wa tsudoiau (esas señales viajaron saltando juntas)
Sound life (el sonido de la vida)

So... nanatsu-me no yoru ni (So... la séptima noche)
omosa no nai fune wa sora e to hashiru (un ingrávido barco navega por el cielo.)

So... yatsu-me no asa ni (So... la octava mañana)
izuko kara no uta ga mimi e to todoku (una canción venida de algún lugar alcanza mis oídos)
Sound life (el sonido de la vida)

saa... atarashii sora ni (Bien entonces... una canción que será recordada)
subete wo shirushita kumikyoku ga hibiku (ecos en el nuevo cielo)
Sound life (El sonido de la vida)
Sound life (el sonido de la vida)

A medida que iba cantando los gravados de la puerta iban cambiando, transformándose, mutando de forma... las runas se reagruparon y los trazos, inconexos pero hermosos, tallaron figuras en la madera que antes nos se habían podido apreciar. La junta de las puertas empezó a dilatarse y para cuando Maiko llegó a las últimas notas de la canción, la puerta se abrió revelando el interior de la cámara que estaba considerada como el corazón de la torre.

Era una amplia sala esférica de paredes combadas que culminaban en una cúpula casi imposible. Justo en el centro y conectada por una pasarela, una plataforma parecía flotar sobre el cóncavo suelo, era como estar dentro de una burbuja.

La luz del sol se filtraba por una claraboya en lo alto de la cúpula, pero la luz reverberaba de tal forma en el lugar que no necesitaba más iluminación.

Maiko caminó como en trance hacia el centro de la plataforma olvidando por completo la presencia de los reyes de Norte, del príncipe, de Suguru y de las matronas... para ella ya no existía nada más que no fuera aquella voz que tan bien conocía. La capa resbaló por sus hombros y quedó olvidada en medio de la pasarela, dejando al descubierto su pálida espalda en la que sus alas recogidas parecían más visibles que nunca.

La brisa seguía rodeándola, susurrándole al oído palabras dulces que hablaban del funcionamiento del mundo y de su historia, una historia que no podía ser repetida pero no olvidada. Se detuvo en el centro de la plataforma, justo debajo del chorro de luz que caía del techo como si de una cascada se tratase. La brisa se intensificó y Maiko fue alzada unos centímetros del suelo, sus ojos violetas perdieron la luz de la conciencia y las alas de su espalda se desplegaron escapando de la piel creciendo hasta ser tan grandes como ella misma.

Los ojos de Tachi se abrieron desmesuradamente al contemplar como aquella chiquilla había desplegado sus alas en toda su magnificencia, tal como Noriko lo hiciera años atrás. Saito estaba maravillado ante la escena, era la primera vez que veía a un ángel azul en todo su esplendor, puesto que su madre nunca lo dejaba entrar en la sala cuando ella iba. Suguru estaba extasiado ante la imagen de su hermosa Maiko, jamás soñó que podría llegar a verla más bella de lo que ya era, pero así era. Radiante, perfecta, hermosa... las palabras no alcanzaban a describir lo que veía.

Por otra parte, Mäer observaba con su rostro tan inexpresivo como siempre. Aunque una curiosa luz en sus ojos violetas dejaban entre ver el tumulto de sentimientos de su corazón. Aquella chiquilla tenía tanto poder como Noriko, puede que incluso más... en cualquier caso la superaba a ella misma.

La dulce voz de la muchacha se elevó en la perfecta cúpula, la luz reinante se intensificó y la brisa varió. Destellos de colores surcaron el aire tomando caprichosas formas de lacios movimientos. Lentamente estos destellos tomaron formas más definidas, formas que muy pocos mortales habían visto a lo largo de las Eras... acaban de aparecer los Seres Invisibles.

Etéreos e incorpóreos, tan solo eran sonido en el viento, magia en el aire, conciencia en la nada... Se arremolinaban alrededor de Maiko, como atraídos por su voz. Entonando a la vez sus ancestrales y armónicas voces, mezclando sus cantos con los de la chica.

Al instante, la esférica estancia empezó a adquirir una textura translúcida y en pocos instantes, fue como si hubieran desaparecido dejando la sensación que se encontraban en el exterior. Maiko giró sobre si misma y dirigió sus opacos ojos hacia el oeste en donde varios nubarrones amenazaban con descargar tormenta en una zona muy castigada. Con un elegante movimiento de la mano, los Seres Invisibles, danzaron graciosamente y a la vez los nubarrones se deslizaron hacia el sur, rumbo al mar. Maiko volvió a girar, esta vez hacia el este y con una leve reverencia, los entes se arremolinaron ante ella; a lo lejos varios pájaros alzaron el vuelo en los bosques y se adentraron en las tierras centrales. Con un giro que abarcaba toda la estancia las nubes que cubrían el reino desaparecieron, permitiendo que el sol del crepúsculo bañara las tierras con tonalidades anaranjadas y rojizas.

- Magnífico... - musitó Tachi con los ojos encendidos de avara anticipación. La Torre de la Alianza volvía a estar bajo el control de los Askaler.

- No tan deprisa mi esposo - dijo la suave voz de Mäer. El rey Tachi se giró a mirarla con fastidio, pero se contuvo de atacarla con sus afilada lengua a ver como tenía el ceño fruncido, su frío rostro expresaba preocupación -. Algo no va bien...

Tachi volvió a mirar a su cautiva y abrió los ojos con sorpresa al ver como una de las figuras se movía de forma diferente al resto. Eso no era normal. En la sala esférica todo fluía en una dirección a voluntad del ángel azul que los guiaba.

La figura fue tomando forma una vez se detuvo ante Maiko, la cual entrelazó sus manos a la altura de su pecho y se encogió levemente, como asustada. La figura, compuesta por destellos lilas, blancos y azules fue adquiriendo forma y los soberanos del reino del norte no pudieron más que contener la respiración.

- Madre... - musitó Maiko con una dulce sonrisa. Nadie conseguía entender lo que la etérea Noriko decía, pero si escuchaban la voz algo adormilada de Maiko - No... me lo han quitado... - decía mientras una lágrima resbalaba por su rostro. Noriko la limpió con delicadeza - Lo quiero de vuelta... por favor... - Noriko se inclinó hacia ella y le habló al oído, los ojos de Maiko brillaron por un instante y de pronto alzó sus manos hacia el cielo y todo volvió a cubrirse de espesas nubes negras que descargaron sin misericordia una violenta ventisca de nieve.

- ¡Para¿Qué estás haciendo? - bramó Tachi encolerizado al ver como el mal tiempo se cernía en los alrededores de la Torre. Rayos y relámpagos cruzaban el cielo y la nieve caía con tal fuerza que no tardaría en cubrir los caminos - ¡Detente maldita¡No sigas!

Maiko lo ignoraba mientras seguía entonando aquella triste melodía acompañada de Noriko. Una canción tan triste y desesperada que estrujaba el corazón y desgarraba el alma. El pequeño Saito se llevó las manos al pecho y apretó con fuerza la pechera de su túnica mientras gruesas lágrimas rodaban por sus ojos. Dolía tanto... tanto... Mäer no tardó en ir a su lado intentando confortarlo. Dirigió su suplicante mirada a su prima, rogándole que parara. Los ojos de Noriko se entristecieron, volvió a inclinarse hacia el oído de Maiko y la joven bajó sus manos a la vez que dejaba de cantar. Empezó a descender lentamente hacia la plataforma mientras sus alas se replegaban en su espalda y volvían a ser un tatuaje en su pálida piel, el canto de los Seres Invisibles fue bajando de tono, sus formas se difuminaron en el aire hasta no ser más que una suave brisa. Para cuando Maiko calló inconsciente al suelo, los muros de la sala volvían a ser sólidos y esféricos.

Las matronas se apresuraron a ir a recoger a la inconsciente muchacha, la cubrieron con la capa y se la llevaron a su habitación, seguidas de un muy impresionado Suguru. Mäer seguía acunando a su desconsolado hijo, ignorando todo lo demás. El rey Tachi seguía de pie en la entrada de la sala con sus oscuros ojos fijos en la que en su día fue su prometida. La cual lo miraba con toda la rabia que podía albergar su ser.

Los labios de Noriko se movieron y después desapareció fusionado con la brisa propia de aquel lugar. Pese a que ningún sonido llegó a oídos del soberano comprendió sus palabras:

- 'Lamentarás haber herido a mis hijos...'

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Las matronas dejaron a la inconsciente Maiko en su lecho y le cambiaron a ropa. Una vez arreglada, salieron de la habitación, todas muy agitadas por lo acontecido en la sala esférica, nunca antes habían visto algo semejante.

La habitación quedó en completo silencio por unos minutos, después la puerta se abrió silenciosamente, una silueta oscura y silenciosa ingresó en la habitación y con paso lento, pero seguro fue hasta la cama.

Se detuvo a un lado observando el contraste que hacían los suaves cabellos azulados con el blanco de las sábanas, resaltando el rojo de sus labios y el leve tostado de su piel. Tan hermosa, tan frágil, tan perfecta... se inclinó sobre Maiko dispuesto a unir sus labios en un anhelado beso, pero un repentino golpe en la cara lo hizo retroceder. Miró con perplejidad a la ahora furiosa jovencita que permanecía sentada en la cama.

- Vuelve a intentarlo y te saco los ojos Suguru - le aseguró Maiko. El peliverse sonrió torcidamente mientras ella se levantaba por el lado contrario de la cama.

- Eres toda una fierecilla - musitó pasándose la mano por la mejilla enrojecida.

- Lárgate, no quiero verte - le espetó Maiko cogiendo una bata que había sobre un sillón y cubriéndose con ella.

- Yo llevo años soñando con volver a tenerte cerca - dijo Suguru rodeando la cama para quedar frente a ella, Maiko se puso tensa pero no retrocedió, alzó el mentón en actitud desafiante y entronó los ojos -. No sabes cuanto he sufrido por tu ausencia... no poder verte, no poder escuchar tu voz... en algunos momentos pensaba que me moriría de tristeza... Te quiero Maiko, te quiero con todo mi ser - dijo con voz tensa mientras intentaba abrazarla, pero la chica le rehuyó.

- Lo que sientes no es amor... - dijo con voz firme manteniendo las distancias - solo estás obsesionado conmigo.

- No, no es eso - negó con vehemencia - yo te amo...

- Tú no sabes amar - le dijo tajante, el rostro de Suguru se ensombreció -. No eres más que un caprichoso que no sabe aceptar un no por respuesta. Cuando éramos niños te apreciaba mucho, eras como mi otro hermano...

- ¡Pero yo no quería ser tu hermano! - gritó desesperado - ¡Quería que me vieras como a un hombre¡Quería ser tu único hombre!

- Yo nunca he podido verte así - le interrumpió ella - y nunca podré. Cualquier amor que albergara mi corazón por ti, quedó hecho añicos cuando intentaste violarme - se llevó la mano al pecho, señalando a la altura del corazón -. Para ti solo tengo veneno aquí dentro.

El rostro de Suguru era de total desolación, parecía como si todo su mundo acabara de desmoronarse, el color marchó de su cara y sus ojos se volvieron vidriosos. Estuvo muy quieto por varios minutos, hasta que repentinamente sus facciones adquirieron un matiz de furia y psicosis que Maiko solo le había visto una vez.

- Es por el príncipe Tatsuha ¿verdad? - siseó preñando de veneno cada sílaba - Es por ese maldito que me rechazas... - Maiko guardó silencio y esa fue suficiente respuesta para él - ¡Ese bastardo te ha lavado el cerebro¡Te ha engatusado con sus zalamerías¡¿Por qué?! - gritó mientras la sujetaba por los brazos y la zarandeaba. Maiko se mantuvo imperturbable y con voz serena contestó.

- Porque él jamás ha intentado dañarme - Suguru no pudo resistir más la mirada intensa de aquellos ojos violetas, la soltó como si acabara de quemarse y retrocedió -. Porque él ha sido todo dulzura sin intentar propasarse, porque ha sabido respetar mis decisiones... porque... lo amo.

- ¡NO¡Cállate, no quiero escuchar eso! - rugió Suguru mientras sentía que su corazón se destrozaba por segunda vez, por la misma mujer.

Maiko apenas pudo mantenerse serena cuando los ojos castaños de su otrora buen amigo se posaron en ella llenos de dolor, resentimiento y odio.

- Lo mataré... - aseguró - mataré a ese bastardo... Conseguiré que tu corazón sea para mí.

Y con estas palabras llenas de desesperación dejó la habitación.

- No puedes obligar a nadie a amarte Suguru... - musitó Maiko en el silencio de su habitación.

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La brisa mecía ligeramente la espesa hierva que cubría aquel claro inventado. Justo en el centro la esférica prisión de Shuichi seguía flotando a escasos centímetros del suelo sin rebelar signos de debilidad. En su interior, el joven ángel azul seguía rememorando recuerdos en su adormecida mente...

Se encontraba en la pequeña casita del claro. En su dormitorio. Era de noche, el sonido de los bichitos nocturnos y el viento hacían de coro a la nana que su madre les cantaba. Maiko y él estaban tumbados en la cama, tapaditos y casi dormidos. Noriko permanecía recostada a su lado acariciándoles las cabezas con ternura. Sus ojitos le pesaban y lentamente los cerró, siendo la cálida sonrisa de su madre lo último que vio.

Rato después, Shuichi despertó, aunque no estaba seguro de que era lo le había despertado. Maiko seguía dormida abrazada a su conejito azul... ¿Dónde estaba el suyo?

Se inclinó en el borde de la cama y vio a su conejito tirado en el suelo. Con algo de dificultad se bajó de la cama y fue a recogerlo, pero antes de regresar a la cama se quedó quieto, escuchando. Había algo diferente en el ambiente, no sabía que era pero le inquietaba y... asustaba.

Apretó su conejito contra su pecho y decidió ir a buscar a su madre, ella siempre sabía que hacer. Empujó la puerta del dormitorio principal y se asomó, caminó con paso lento hacia el lecho pero se detuvo al ver que estaba vacío.

- ¿Dónde está madre? - musitó con algo de miedo y preocupación.

En ese instante escuchó el relinchar de un caballo en el claro y una sonrisa adornó sus labios.

- Tal vez padre ya volvió - se dijo mientras se dirigía a la entrada principal de la cabaña.

La encontró entre abierta y se asomó cuidadosamente, aunque las sombras nocturnas lo cubrían sin necesidad de esconderse. Él esperaba ver a su padre abrazando y besando a su madre como lo hacía siempre que regresaba, pero la escena que se encontró era muy distinta...

Media docena de jinetes estaban en la entrada del camino con antorchas en las manos alumbrando el lugar. Su madre estaba de pie ante ellos con mirada fiera y decidida, muy diferente a la que siempre adornaba sus bellos ojos amatistas. Uno de los desconocidos se bajó del caballo y avanzó hacia ella.

- Por fin te encuentro Noriko...

- Márchate de aquí, no eres bien venido en estas tierras. Has causado demasiado daño con esta estúpida guerra - dijo su madre con un tono de voz que jamás le había escuchado.

- Esta guerra es por ti, si tú no te hubieras marchado yo no hubiera tenido que hacer esto. Regresa conmigo y todo terminará...

- ¿Cómo puedes ser tan hipócrita, Tachi? - le preguntó Noriko con hiel en la voz - Planeabas esto mucho antes de que yo partiera. Incluso antes de que el rey Tohma fuera al reino del norte - Noriko se cruzó de brazos y le miró desafiantemente -. No pienso ir contigo a ningún lado.

- Si no es por las buenas será por las malas - aseguró el oscuro hombre avanzando hacia ella dispuesto a llevársela a rastras de ser necesario. Estiró una mano para cogerla, pero una flecha se clavó a sus pies deteniendo su avance.

Todos miraron hacia el riachuelo que cruzaba el claro y allí se encontraron con un magnífico caballo castaño, el jinete que lo montaba sostenía un magnífico arco cargado con otra mortal flecha. Sus ojos celestes destilaban desprecio y furia.

- Ryuichi - musitó Noriko visiblemente aliviada. El rostro del rey del norte se contorsionó en una mueca de profundo desprecio.

Shuichi sonrió, ahora que su padre estaba allí, no tenía nada de que temer. Vio como descabalgaba y se acercaba a su madre, alejándola de aquel que quería llevársela.

- Márchate de aquí inmediatamente - siseó Ryuichi.

- No me iré sin lo que es mío - aseveró el soberano dando un paso al frente, pero Ryuichi no permitió que se acercara más. Desenvainó su espada y ambos se enzarzaron en un duelo a muerte. Uno para recuperar lo robado, el otro para proteger a quienes más quería.

Los soldados parecían divididos entre acercarse y luchar también o permanecer en su lugar esperando a que les ordenaran moverse. El choque de las espadas y las chispas inundaban la atmósfera del lugar de forma estremecedora.

Era una lucha a muerte.

Por la fuerza de los embates Tachi fue retrocediendo hasta la fila de soldados defendiéndose a duras penas del ataque de Ryuichi. Por un momento pareció que perdía pie y se tambaleaba, mas al instante un destello plateado salvó la distancia que los separaba y se clavó en el vientre del capitán.

Ryuichi apenas pudo contener un gemido de dolor al sentir como la fría hoja atravesaba su carne y más por reflejo que por atención consiguió desviar el golpe traicionero que inició el nuevo ataque de su agresor. La sangre empapaba lentamente su camisa y bajaba por sus pantalones, debilitándolo lentamente. No conseguiría seguir así por mucho más tiempo. Un envite más fuerte que los anteriores y una raíz sobresalida en le terreno se aliaron para hacerlo caer al suelo, quedando vulnerable ante el enemigo.

El rostro de Tachi se contorsionó en una mueca llena de macabro placer al saberse vencedor de ese duelo. Empuñó la espada con ambas manos por encima de su cabeza, una sonrisa sádica en sus labios y un brillo diabólico en sus ojos oscuros. El filo metálico cortó el aire en un movimiento semicircular hasta enterrarse en la cálida carne que inmediatamente empezó a sangrar... tiñendo de escarlata las hermosas alas azules que atravesaban la malherida espalda.

- Noriko... - musitó Ryuichi sintiendo la suavidad de los cabellos claros sobre su rostro, el calor del agitado aliento en su cara y la humedad de la sangre ajena sobre él.

- Ryuichi... ¿Estás bien...? - musitó ella mientras un delgado hilo de sangre escapaba por la comisura de sus labios.

- No... no... - musitaba Tachi soltando la empuñadura y mirando con asombro y horror lo que había hecho - ¡NO¡Maldita sea Noriko¡¿Qué has hecho?!

- Proteger lo que amo... - musitó la joven sin mirarlo y acariciando con cariño el rostro desesperado de su marido que la sostenía con cuidado por los hombros para no mover la espada que seguía clavada en ella, arrebatándole la vida pero no permitiendo que se desangrara demasiado deprisa.

El trote de numerosos caballos acercándose puso en guardia a los estupefactos guardias que rápidamente desenvainaron las espadas dispuestos a defender a su señor. El estridente entrechocar de las espadas no tardó en quebrar el silencio nocturno. Los soldados de ambos lados se enfrentaban mientras en el centro del claro, ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor, Ryuichi seguía sosteniendo a su esposa con lágrimas de desesperación surcando su rostro. Tachi permanecía de pie silenciosos, casi en estado de trance, sin reaccionar, hasta que una figura montada a caballo se interpuso entre él y la pareja regresándolo a al realidad. Alzó la vista y se encontró con un por de ojos verdes turquesas que irradiaban una fuerza y una furia que nunca antes les había conocido. Una fina espada de bella empuñadura y fino acabado fue puesta ante sus ojos mientras la voz potente del rey Tohma reverberaba por encima de la lucha.

- Se acabó Askaler. Acabas de destruir el único motivo que sustentaba esta guerra.

- Yo no quería... - musitó con un hilo de voz - Esto no tenía que ser así ¡Esto no tenía que pasar! - gritó con desesperación, los ojos nublados por su conflicto interno.

- Rey del norte Tachi de Askaler - dijo Toma con solemnidad y dureza -, exijo tu rendición y la retirada de tus tropas de mi reino. Esta guerra termina hoy.

Los ojos oscuros y turbios miraron por última vez el cuerpo de la que fue su prometida y la fuente de todo su poder como monarca del norte. El mismo había aniquilado lo más valiosos de su reino. Dándose la vuelta volvió a ensillar su caballo a la vez que sus hombres cejaban en la lucha y ensillaban (algunos mal heridos), formando una barrera protectora en torno a su monarca.

El grupo desapareció entre el espeso follaje rumbo al grueso del ejercito para anunciar el fin de su perdida guerra.

Tohma ordenó a dos de sus hombres que los siguieran a distancia prudente para asegurarse de que abandonaban sus dominios. Después se volvió hacia su amigo y sintió como el dolor oprimía su corazón ante la triste y desgarradora escena.

- Noriko por favor... - rogaba Ryuichi con voz rota acariciando el rostro cada vez más frío y pálido de su amada. El crujido de una rama a su espalda los hizo girarse y jadear al ver al pequeño Shuichi de pie con los ojitos anegados de lágrimas.

- Madre... - musitó acercándose a la moribunda Noriko. Esta le sonrió con dificultad estirando una temblorosa mano para acariciar su húmeda mejilla.

- Sshh... no llores mi niño... no llores... Escúchame... quiero que cuides mucho de Maiko y de padre... ¿Lo harás?

- Los cuidaré... pero no te vayas... - lloraba Shuichi sujetando con fuerza la mano con que su madre acunaba su rostro.

- Nunca me iré del todo... Siempre velaré por vosotros... os quiero tanto... tanto... - la mano de Moriko resbaló inerte sobre su regazo y la luz de sus ojos se extinguió...

Dentro de su prisión mental, Shuichi se encogió intentando evadirse del dolor de su corazón. Había enterrado el recuerdo de aquella noche muy hondo en su memoria, para que no lo lastimara más... pero ahora que lo único que podía hacer era vagar por los resquicios de su mente, no había podido evitar que resurgiera con toda su fuerza y dolor, recordándole vividamente porque odiaba y temía tanto al rey del norte.

Había matado a su madre...

Había intentado matar a su padre...

Había destruido a su familia...

Y ahora pretendía esclavizarlos a su hermana y a él.

No lo permitiría... nunca lo permitiría...

- Te juré cuidarlos madre, y eso voy a hacer.

El firme murmullo de su voz se expandió por el prado imaginario, como un juramente inquebrantable que nada ni nadie podría detener. El anillo de restricción brilló y la esfera se solidificó como intentando impedir que hasta su aliento escapara de su prisión. La tan conocida sensación de adormecimiento lo invadió de nuevo y cayó en la inconsciencia.

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La inclemente tormenta que se había alzado repentinamente en torno a la Torre de la Alianza zarandeaba los árboles como si quisiera arrancarlos, las compactas nubes negras impedían que el sol vespertino se filtrara, preñadas de truenos y relámpagos rodaban por el cielo amenazadoramente; los animales habían huido a resguardarse en sus madrigueras y guaridas presintiendo que en aquella tormenta se ocultaba más que viento embravecido. Una extraña atmósfera sobrecargada inundaba los alrededores, como una niebla espesa y pegajosa, impidiendo a los centinelas distinguir nada a más de dos metros a la redonda.

A Causa de esta niebla, fue que no vieron las sigilosas siluetas que confundiéndose con el paisaje se acercaban y cercaban la torre, como una manada de lobos acercándose a su presa: sigilosos, certeros y letales.

Unos ojos dorados observaban los movimientos desde el nimio refugio que ofrecían unos árboles. Al parecer los Seres Invisibles se habían puesto de su lado. Pronto todo acabaría, de una forma u otra, pero acabaría.

Continuará...

¡Por fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin¡DIOS¡En la vida me ha costado tanto escribir algo! (Bueno tal vez el comentario de texto de castellano del Selectivo... Fue patético v.v) Me ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero me gusta como ha quedado.

No sé si todavía habrá alguien que se acuerde de este fic (lo dudo bastante ¬¬) o si alguien seguirá asomándose para ver si he actualizado... Si alguien llega a leerlo: Lo siento mucho, pero no podía con él y pensar que solo quedan unos pocos capítulos más... ¡¿Por qué demonios me trabo a estas alturas?! Me deprimo, que petético... T.T

Gracias por leer.

Ja ne!