¡¡¡Hola!!!

Aquí estoy, con la segunda parte prometida. Quizá encontréis el estilo un poco diferente o quizá no. No lo sé, sinceramente. "Un lugar..." la escribí en un ataque de paranoia y eso se nota. Esta en cambio la he escrito estando de mucho mejor humor y sin tener la más remota idea de qué hacer con ella. Sencillamente me pongo delante del ordenador y tecleo. De ahí mi llamada a todos vosotros para que me ayudéis. Os convoqué a ello anteriormente y lo hago ahora.

Veréis sin embargo que los capítulos son más largos, bastante más, y que el ambiente no es tan kafkiano como en "Un lugar...". Al fin y al cabo Harry vuelve al mundo que le pertenece, lo conoce, está en su terreno. Vuelve a ser él, de alguna manera. Pero ha cambiado, todos lo sabemos. Ahora lo interesante es cómo ve el mundo a partir de entonces y cómo ve a los demás. Y sobre todo, cómo son los demás personajes y cómo evolucionan a la par que él.

 Esto, por si no os habíais dado cuenta es el eje de la historia a partir del cual VOSOTROS me daréis vuestras sugerencias. ¡Es obvio! No puedo pediros nada en concreto si no os pongo en antecedentes.

Pero ya me callo. Ale a leer. Y de verdad, espero que esté a la altura de vuestras expectativas... que por otro lado me parece que estaban demasiado altas... : P.

Teoría de los Juegos de Suma Distinta de Cero

"Cuando vuelves después de un largo viaje, no siempre te encuentras tu casa tal y como la dejaste. A veces ese viaje supone una vuelta en las tuercas del tiempo y como tal, influye en todos sus aspectos, de vez en cuando bien y de vez en cuando mal.

Llámalo destino si quieres.

Yo prefiero llamarlo tragedia."

Los álamos del viejo molino. Percival Fleming Northcole.

No hablaron mucho el cuarto de hora que tardaron en recorrer las vacías carreteras que les separaban del número 12 de Grimmauld Place.

Parecía como si la tierra se hubiera tragado a la gente. Ni un alma se veía en las calles del extrarradio de la capital que les recibieron silenciosas, frías, aún húmedas por la lluvia reciente. Harry no recordaba que hiciera aquella temperatura aquella misma tarde, cuando había ido andando hasta el despacho de Douthitt... pero ya no estaba en el mismo Londres. Quizá este Londres había empatizado con la amenaza del Lord Oscuro hasta tal punto que el clima se veía afectado.

Aunque también se podía deber a que era algo tarde y en aquella ciudad no se trasnochaba demasiado, y menos en una zona residencial.

Suspiró cuando oyó a Tonks echar el freno de mano frente a los números 11 y 13. La joven le miró. Estaba considerablemente más entera que hacía un rato y parecía que estaba dispuesta a retomar el control de la situación.

-Bueno, Harry. Vamos.

El chico asintió y salió del coche. Miró hacia delante y el número 12 apareció frente a sus ojos exactamente igual que la última vez que lo vio, hacía ya más de 9 meses. Habían pasado tantas cosas en el ínterin que casi le parecía que su vida se aceleraba por momentos. Tras superar el instante de vértigo siguió a la auror hasta la puerta. Ésta levantó una mano que apenas podía disimular un ligero temblor hacia el botón del timbre. Harry detuvo a tiempo el brazo de la chica que le miró un instante perpleja. Luego pareció recordar.

-Ah, sí, el retrato...

Entonces llamó utilizando la aldaba de bronce que colgaba de la puerta de madera oscura, teñida por el paso del tiempo y la intemperie. Unos momentos después se abrió.

-¡Tonks! ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar cuidando de... ¡Harry!- un Remus Lupin considerablemente cansado se lanzó a él abrazándole y quitándole el aliento durante un momento.- Pasad, rápido.

Aquella casa... Aquella casa era una de las cosas que habría querido dejar atrás y no a sus padres ni a Kate. Ni siquiera a aquel pálido reflejo de Sirius. Sirius. Aquél sí era el mundo de su padrino, del hombre que se había convertido en su única familia. Todo lo que le rodeaba le recordaba a él. Pero no sentía el dolor que le había martirizado a principios del verano cuando, de una manera implícita y cobarde, se había dejado morir lentamente. Ya no había dolor. Quizá una sorda melancolía, el recuerdo de un bien dejado atrás. Ahora sabía que tenía una familia. Siempre la había tenido e, irónicamente, siempre había sabido dónde estaba. En el otro mundo. Y claro, tenía a su particular familia no biológica, cuyos miembros más jóvenes bajaban corriendo los escalones para verle.

Con un gesto Lupin les ordenó que guardaran silencio y entraran en la cocina. Una vez Tonks cerró la puerta Hermione se lanzó a sus brazos presa de uno de sus esporádicos ataques de cariño.

-¡Oh, Harry! ¡Estábamos tan preocupados! ¡Y luego esta tarde todo...! ¡Es una locura!

-Shhh...- calmó el moreno frotándole cariñosamente la espalda. En ese instante captó la mirada preocupada de Ron y sonrió tratando de ofrecer una imagen tranquilizadora.

-¿Qué te ha ocurrido?- preguntó el pelirrojo.

Harry miró al resto de los que estaban en la cocina. Tonks estaba de pie, apoyada en la puerta abrazándose y mirando al vacío. Lupin se había sentado en una silla y le miraba expectante. Realmente parecía agotado. Tenía unas ojeras horribles y estaba más pálido de lo normal. Hermione se limpiaba alguna lágrima rebelde. Ron le miraba preocupado y Ginny permanecía en una sombra, al margen de todo, ligeramente oculta por su hermano.

-Un momento.- dijo al final.- ¿Qué hacéis vosotros aquí? ¿No deberíais estar en Hogwarts?

-Y lo estábamos.- dijo Ron.- Hasta esta tarde.

-A última hora teníamos Herbología.- explicó Hermione.- Fue entonces cuando llegaron los mortífagos.

-Al principio oímos una especie de explosión que hizo que los cristales de los invernaderos temblaran.-dijo Ron.- Sprout nos mandó a todos al castillo y cuando estábamos a mitad de camino llegaron.

-Por supuesto la Profesora Sprout les hizo frente.- puntualizó Hermione.- Pero eran demasiados. Así que nos vimos en la necesidad de defendernos nosotros mismos.

-Los que habían estado el año pasado en el ED fueron los primeros en reaccionar.- dijo Ron.- Ganamos tiempo suficiente como para que llegara Dumbledore y el resto del claustro. Y les echaron.

-Pero eso no explica por qué os han sacado del colegio.- dijo Harry. Después sintió un frío intenso en el estómago.- ¿O es que han cerrado Hogwarts?

-No, no lo han cerrado.- dijo Ron bajando la mirada y buscando una silla. Ginny, desprovista de la protección de su hermano buscó otra silla y se sentó junto a él. Se cogieron de la mano y no dijo nada más. Harry miró a Hermione que miraba compungida a sus amigos pelirrojos. Entonces captó la mirada de Harry y se mordió el labio inferior.

-Verás.- dijo al fin.- Cuando huyeron dejaron algo tras de sí. No atacaban Hogwarts sin más. Eran muy pocos para que su objetivo fuera el castillo. Se les cayeron unas fotografías de la familia de Ron y otra de mi familia. Iban expresamente a por nosotros.

-¿Por qué?- preguntó Harry confuso.

-Porque son tus mejores amigos.- contestó Lupin.- Y Voldemort lo sabe. Se lo haya dicho Malfoy o Peter poco importa, realmente. No es un secreto. Pero es una información peligrosa que puede ser utilizada en tu contra.

-Por suerte no nos ha pasado nada.- dijo Hermione mirándole con intención.

¿Por suerte? Quizá pensaba que se hubiera vuelto loco y hubiera hecho alguna barbaridad... y probablemente tendría razón. Frunció el ceño pensando en lo fácil que sería manipularle... otra vez.

Miró a Ron y a Ginny.

Estaban destrozados. Habían perdido a dos de sus hermanos en una sola tarde. ¿Tendría valor para decirles que había sido culpa suya en cierto modo? Pero bien sabía que no había tenido opción. Había tenido que volver. Había decidido lanzar la bengala que Fabregat le había entregado. Todo para volver a ser el muchacho cuyo único poder verdaderamente relevante era el de escapar de Voldemort una y otra y otra vez. Ahora la guerra había estallado con toda su crudeza y él sentía el peso de la profecía como si lo llevara en la espalda, demasiado grande, demasiado pesado para sus inexpertos huesos. Era mayor en muchos aspectos, pero en otros, no era más que un crío. Y ahora no sabía cómo acercarse a ellos. No sabía cómo consolarles por algo de lo que se sentía en parte responsable.

-¿Qué te ha ocurrido, Harry?- preguntó de nuevo Ron sin alzar la mirada.

-De todo.- y empezó a relatar su vida en aquella realidad, lo que había descubierto sobre los Nephlim, sobre Voldemort y sus planes de no limitarse a controlar el Mundo Mágico, de su familia... Pero omitió todo lo demás. Aún no se sentía preparado para hablarles de la profecía.- Pero no sé de qué me puede servir un poder así. Viajar entre realidades está bien si puedes llevar equipaje, pero no puedes.

-¿Y esa magia?- preguntó Hermione.- ¿Cómo era?

-Extraña. Reconfortante. Era parte de mí mismo. No sé...

-Tonks.- dijo Lupin de repente.- ¿Te haces cargo?

-No te preocupes.- mientras que Lupin se marchaba Tonks sacó de un armario unas bolsas de supermercado y en un momento tuvieron una cena variada y escasamente nutritiva frente a ellos. No se atrevía aún con los conjuros de cocina, pero abrir bolsas de ganchitos se le daba muy bien.

Apenas probaron bocado.

Era muy tarde. Tanto, que para algunos era muy pronto para cuando Harry despertó. Había unos ruidos extraños en el cuarto. Se medio incorporó y vio a Ron temblar ligeramente bajo la colcha. Sus sollozos ahogados por la almohada llegaban hasta él con escalofriante claridad.

Se levantó.

Ron, al oírle cesó de llorar inmediatamente y se quedó inmóvil para hacerle creer que estaba dormido. Cuando notó una mano en su hombro pegó un respingo y se quitó la colcha de la cabeza. La oscuridad jugaba a su favor y Harry apenas podía verle la cara.

-Ron, ¿quieres hablar del tema?

-No.- dijo con voz ronca el pelirrojo mientras sorbía por la nariz.- Tranquilo, vuelve a la cama.

No le presionó más. Él tampoco había podido siquiera escuchar el nombre de su padrino los días siguientes a su muerte. Y Ron había perdido a Bill y a Percy aquella tarde. Se preguntó si Percy habría pedido perdón a sus padres después de todo. Deseó con todas sus fuerzas que lo hubiera hecho mientras se sentaba y miraba el bulto que era su mejor amigo, que se durmió en seguida.

Qué estúpidas parecían las diferencias en momentos como esos. Ahora estaba muerto. Nunca volvería con su expresión de suficiencia y su maniática forma de ser. No volvería el tercero de los hijos de Arthur y Molly Weasley. Nunca volvería a recibir regalos de Navidad. Y Bill tampoco. Habían salido de sus vidas para siempre. Ahora la muerte había establecido el rasero definitivo dejando en el aire aquella reconciliación familiar que tanto se necesitaba. "¡Por favor, que se hubieran reconciliado este verano!", pidió. No podría soportar ver a la señora Weasley si no. Estaría destrozada, totalmente derrumbada.

No pudo pegar ojo.

Se quedó sentado en la cama, abrazándose las rodillas y mirando los circulitos de luz que dejaba pasar la persiana echada a medida que amanecía.

Era impotencia. Lo que ahora le abrasaba por dentro era la impotencia de saber cuál era su trabajo y la certeza de no estar preparado en absoluto para hacerlo. Y mientras, la gente que quería sufría. Impotencia, frustración. Se vistió y bajó a la cocina.

Sin pensar empezó a hacer el desayuno que durante casi un mes había estado preparando en el dúplex de su padrino en el centro de la ciudad. Para cuando terminaba de poner la mesa, sus amigos ya habían despertado y uno a uno fueron entrando en la cocina.

No preguntaron de dónde había salido el desayuno. Aun estaban en estado de shock por lo acontecido el día anterior y su estado no era mucho mejor que cuando les vio por primera vez.

-¿No has visto a Tonks?- preguntó al final Hermione rompiendo el silencio.

-No.- contestó Harry sirviendo leche caliente en la taza de Ron.- Quizá aún esté durmiendo.

-Oye, Harry.- dijo Ron al final en un tono que hizo que el aludido se pusiera a la defensiva casi inconscientemente.- No he podido dejar de darme cuenta de que todo lo que ocurrió ayer fue justo antes de que aparecieras por esa puerta. ¿No te parece mucha casualidad que te hayas despertado el día de los ataques a Hogwarts y al Ministerio?

No contestó enseguida. Dejó la jarra de leche humeante y se sentó. Los rostros de sus tres amigos le miraban. Sabía que en algún momento esa pregunta llegaría. Suspiró y miró con franqueza a su amigo.

-No es ninguna coincidencia.

-¿Qué ocurrió realmente, tío?

Harry dudo. Darles más explicaciones conllevaría contarles el contenido de la profecía y aún no se sentía preparado para hacerles partícipes de algo así. No sabía cómo se lo tomarían y lo peor de todo es que saberlo les ponía en un peligro que, aunque aún no podía ver con claridad, le era tan evidente como las luces del camión de la limpieza urbana que había visto aquella mañana desde su habitación. Bajó la mirada sabiendo que quizá lo que dijera le llevaría a perder su amistad con los Weasley.

-Cuando estaba allí – comenzó.- había una especie de vibración en el aire. No sé lo que era. Creo que era lo que Fabregat llamaba "protecciones" que Ryddle había puesto en la varita. Algo así como un detector de movimiento mágico en los lugares que él quería proteger. Al parecer sólo podían romperse con magia.

-Y las rompiste.- dijo Ron.

-Tuve que hacerlo, Ron. Tenía que conseguir la varita.

-¿Para qué?

-Para volver.

-¿¡Y provocar la muerte de mis hermanos!?

-Ron, él no sabía que pasaría todo esto.- dijo Hermione. La chica miró a Harry buscando su confirmación, pero no la obtuvo.

-Lo sabías.- dijo Ginny hablando por primera vez.- Y aun así lo hiciste.

-Tenía que volver.

-¿Por qué?- preguntó Ron con voz fría.- ¿No nos has contado que allí tenías a tus padres y que podías llevar una vida relativamente normal? Además Quien tú Sabes no sabía que estabas ahí. Podrías haberte quedado allí. ¡Estarías feliz y a salvo y nosotros aún tendríamos hermanos!

-No es tan sencillo.- Harry sentía que se le partía el alma, pero no podía decirles nada sobre la profecía y menos ahora.- Tenía que volver.

-¡Dios Santo, Harry! – dijo Ron levantándose y mirándole con algo parecido al desprecio.- Créeme, podemos vivir sin ti.

Se dio la vuelta y se fue de la cocina. Harry enlazó sus manos y miró tímidamente a Ginny. Le miraba con una expresión indescifrable. La chica suspiró y siguió a su hermano. Harry hundió su cara entre sus brazos y resopló abatido. Oyó cómo la silla en la que aún estaba sentada Hermione se movía. Después notó cómo la chica se sentaba a su lado.

-Harry, ¿por qué has vuelto?

El aludido alzó la mirada perplejo. ¿Que por qué había vuelto? Está bien que Ron y Ginny le culparan del desastre del día anterior, pero aquello le superaba. Por qué había vuelto... Maldita sea. ¡Había vuelto por ellos! ¡Había vuelto porque nadie más que él podía detener aquella locura!

Se levantó indignado de la mesa y empezó a recoger el intacto desayuno con rabia. No quería ni mirar a la chica. Ni siquiera contestarla tenía sentido.

-Te he hecho una pregunta.

-Que no voy a responder.

-¿Por qué?

-Porque no lo mereces.- Harry, aun sin mirar a su amiga supo que se había quedado helada. Había cometido un grave error.- Oye, perdona, yo...

-No, Harry, tranquilo.- dijo Hermione forzándose a ser cortés.- La próxima vez que sienta la necesidad de comprender tu en ocasiones extraño y potencialmente peligroso comportamiento, me ataré al árbol más cercano.

Y salió por la puerta dejando al muchacho solo.

Dejó el bote de mermelada en la encimera y siguió recogiendo la mesa. Tener las manos ocupadas le hacía bien. Le permitía ignorar hasta cierto punto la rabia que crecía en su interior. ¿Por qué todo era tan difícil y tan injusto? ¿Por qué habían reducido su existencia a un final predeterminado? ¿Por qué habían prefijado el final cuando el ínterin estaba tan repleto de decisiones difíciles? ¿Por qué?

Un plato se resbaló de sus tensas manos y se estrelló en el suelo.

-¡Mierda!- el furor que había conseguido dominar salió sin barreras y la emprendió a patadas contra el mueble de la encimera ignorando el dolor que le causaba en los pies y las rodillas.

A medida que aumentaba la fuerza de sus patadas las lágrimas brotaban sin que casi lo notara. Por fin, la vista se le emborronó lo suficiente como para que dejara de machacar la madera y sin más se dejó caer en el suelo, apoyando en el mueble, con la cara hundida en sus brazos y llorando por su destino, por la imposibilidad de cambiar nada y por haber defraudado de aquella manera a sus mejores amigos.

La puerta de la cocina se abrió, pero no se levantó. Permaneció sentado, mirando al vacío.

-¿Estás bien?- preguntó la voz del profesor Lupin.

-Sí.- dijo limpiándose las lágrimas con la manga.

-¿Y los demás?

-Arriba, odiándome, supongo.

-¿Por qué iban a odiarte?

Harry miró hacia arriba. Remus Lupin le miraba con las manos metidas en los bolsillos. Parecía algo más descansado que la noche anterior, pero su aspecto distaba mucho de ser bueno. Entonces sacó una mano y la extendió para ayudar al joven a levantarse. Harry la aceptó y fue derecho a por la escoba y el recogedor para limpiar el plato roto del suelo.

-Dice Ron que tengo la culpa de que mataran a sus hermanos y a todos los demás.

-Pero eso no es cierto, Harry.

-¿Está seguro?

-¿Por qué lo dices?- Harry le contó lo mismo que les había contado a sus amigos. Lupin le miró y frunció el ceño.- No se lo tengas en cuenta. No ahora.

-Sé que ahora están muy sensibles y todo eso... Yo también he perdido a alguien muy importante. Sé lo que se siente.- Harry miró al último de los Merodeadores que bajó la mirada y asintió. Sin duda él también había sufrido lo suyo por la muerte de Sirius.- El asunto es que soy consciente de que yo he sido el causante. Si no le hubiera sacado la información a ese hombre no hubiera podido volver nunca. Pero... no he sido capaz de explicárselo.

-¿Por qué tenías que volver?- Harry abrió la boca para protestar airadamente, pero el hombre alzó una mano para que callara.- ¿Por qué tanta urgencia? En aquel lugar tenías una vida feliz. Tenías a tus padres y a Sirius. No entiendo por qué preferiste volver. No... no logro comprenderlo.

Harry sintió una gran compasión por aquel hombre. Realmente él sí quería marcharse. Dejar atrás todo el dolor de saberse el último de sus mejores amigos, sólo ante una guerra con muy pocas posibilidades de saldarse a favor suyo, arrastrando desde la infancia la carga de su condición de licántropo, su propia frustración ante la gente y su profundo cariño y preocupación por todos los que le rodeaban.

Pero contestarle significaba hablarle de la profecía.

De nuevo la profecía. Era la Piedra Rosetta de todos sus problemas, de todas sus acciones. Pero que se le atragantaba cada vez que quería hablar de ella.

-Tengo mis razones.

-¿Se las has contado?

-No.

-Entonces es normal que Ron y Ginny se hayan enfadado.- no era un reproche, sino una sencilla observación. Harry asintió.- Pero, ¿Hermione? Cuando he llegado la he visto subir las escaleras hecha una furia.

-No he estado muy amable con ella.- Harry sonrió tristemente.- Recogemos lo que sembramos, ¿verdad?

-Eso dicen.- asintió el antiguo profesor.- Pero no hay nada como una fumigación a tiempo para que la cosecha no se pierda del todo.

-¿Y con qué fumigo, si se puede saber?

-Con confianza y con la verdad.

Harry se quedó callado unos momentos.

-Alguien me dijo una vez que la verdad es algo hermoso que hay que tratar con cuidado.- dijo el chico.- La verdad puede ser muy peligrosa.

-Pero perder a los amigos lo puede ser aún más.

-¿Se trata de elegir entre los dos males el mejor?

-Algo así.- Lupin sonrió.- Creo que eso tiene una teoría matemática llamada Teoría de los Juegos de Suma Distinta de Cero.

-¿Qué hace un licántropo estudiando matemáticas?- Harry sonrió irónico.

-No estudio matemáticas. Eso es estrategia.

-¿Estrategia Muggle?

-Estrategia humana, Harry.- Lupin le miró un momento.- ¿Qué te ha pasado este verano? Estás... diferente.

-Sí, eso me han dicho.- dijo Harry lanzando un trapo a la mesa que acababa de limpiar.- ¿Sabe si mis cosas del colegio están aún en casa de Ron?

-No. Las trajeron aquí hace un par de semanas. ¿Por?

Harry sonrió y se encogió de hombros.

-Tengo que hacer los deberes.