Capitulo Décimo Tercero

En la Oscuridad

"Desde que recuerdo, siempre ha existido un basto universo en mi interior... un mundo en cuyas profundidades vivía, cuando en el exterior, en el mundo real, no había un lugar para mi"

Rowan

Había tanta tristeza en su corazón que incluso le costaba trabajo respirar, después de tanto luchar, de repetir tantas veces el ciclo, sentía que todo había perdido sentido... ¿Cuál era el afán de destruir de los dioses? Mucha gente había muerto ya a causa de sus caprichos, demasiados corazones rotos habían dejado de latir y su sangre regaba la tierra desde las puertas de su habitación en el Santuario principal hasta los recónditos confines de las heladas tierras de Asgard... y aunque las causas para librar esa lucha siempre fueron su sustento y su fuerza ahora a la luz de aquella luna y del escaso tiempo que le quedaba sobre la tierra no veía ya sentido alguno a ese baño de sangre.

Cerró los ojos tratando de no sentirse tan ingrata, pero por mas que se esforzaba esa sensación de tristeza y vacío no la abandonaba, recordaba los rostros de sus guerreros muertos, de Saga, cuando en aquel ultimo golpe su corazón se detuvo, su semblante lleno de paz cuando cayó desfallecido entre sus brazos, el descanso a un alma que había sido cruelmente atormentada, desgarrada, y como a pesar de todo cuando volvió por la fuerza de Hades, encontró a un hombre de fe y voluntad incorruptible, fiero como una bestia, noble como el más humilde de los hombres. Y sin embargo la vida había sido tan injusta con él y con todos los hombres que se habían consagrado a ella.

Una lagrima escapo de sus ojos recorriendo rauda su mejilla, en tantas guerras padres e hijos se habían enfrentado entre sí, los hermanos se habían vuelto unos contra otros, aún amándose mas allá de todo limite posible para un dios, ¿que sabían esos lejanos y fríos seres del amor de Camus por su discípulo Hyoga, de la fe incorruptible en su alumno, al cual amaba como a un hijo, tanto para guiarlo hasta el séptimo sentido con todo su corazón, con todas sus fuerzas, hasta exponer su vida, el recuerdo aun mantenía la sensación del llanto de Hyoga en su regazo cuando lo encontró una noche desesperado, se aferraba a una vieja camisa de su maestro olvidada dentro del templo de Acuario, después de la batalla de las doce casa, él hubiese querido darle a su maestro un entierro en los hielos perpetuos, pero la ultima voluntad del aguador era tácita e irrevocable, deseaba que sus restos volviesen a la tierra, que su carne y sus huesos volvieran a esa madre que nunca lo abandono, la única que conoció, Hyoga había llorado como pocas veces en su vida, y Saori entendió que no era por no poder congelar el cuerpo de su maestro y preservarlo así eternamente, no, la razón era aun más obvia, el Cisne entendía que nuevamente se encontraba huérfano, que sus manos habían segado la vida de Camus, su maestro y su padre, sin tener misericordia alguna... que había perdido para siempre a una de las personas mas importantes en su vida, a quien siempre debería respeto y un amor absoluto.

Ver partir l santo de Cygnus esa noche, con una bolsa cargada de recuerdo y el fantasma de sus culpas a sus espaldas había marcado el corazón de la diosa, nada volvería a ser lo mismo, se sentía responsable de tanto dolor y desdicha, a sus ojos ella debió ser mas fuerte, mas cruel y vengativa con sus enemigos para proteger a sus guerreros.

La luna coronaba el cielo cuando la diosa aferrada a la baranda de su terraza trataba de recordar todo lo que ella misma había infundido en sus combatientes, no es que todo fuera una mentira, cuando les alentaba a seguir adelante en verdad creía en el propósito de su batalla, seguía el curso que su conciencia creía en lo correcto, en el respeto a cada vida por decidir su camino.

Pero era inevitable después de tantos horrores vividos el sentirse así, ahora cerca de su muerte física la diosa lo había entendido, en aquellas batallas esos hombres y mujeres habían descubierto la verdad de su existencia, la esencia misma de su vida, revelándose incluso en contra del destino... por eso a pesar de todo cuando sus caballeros dorados cayeron en batalla y con sus ultimas fuerzas derrumbaron el muro de las lamentaciones, ellos jamás, fueron vencidos, el rostro apacible de cada santo en el instante de su ultimo segundo se lo había dicho.

Y ella había vencido c0n ellos, fueron su inspiración y su fuerza, la Diosa Pallas Atenea había alcanzado la cumbre de la gloria en la batalla defendiendo a la tierra gracias al poder de sus santos, había ascendido a la gloria del Olimpo... gracias a la bravura de sus guerreros, pero ahora su lucha y la duda que la embargaban a unas cuantas horas del limite de su vida era algo que ya la estaba matando anticipadamente...

...el triunfo de la diosa había sido su caída como mujer...

Los majestuosos espejos del gran salón colapsaron estallando en miles de diminutos fragmentos, en la habitación reverberaba tal cantidad de energía que al humano común y corriente le hubiese costado trabajo la simple acción de respirar... aquella presencia estaba imponiéndose de manera aplastante ante las otras... como si hubiese sido liberada de golpe del lugar donde permaneciera encerrada por mucho tiempo... vieja... huraña... etérea... retorcida... un ultimo destello hizo crujir las viejas trabes que sostenían el techo de la nave principal del palacio patriarcal... de seguir así el lugar reventaría en cualquier segundo...

Las trece auras se reunieron por fin junto al patriarca, esperando el ataque del enemigo, mas aquel no parecía tener intenciones de hacer tal cosa... su fuerza y su poder estaban concentrados, en expandirse hasta los confines de los dominios de la diosa Pallas... permitiendo abrir un hueco en el enorme sello que mantenía maldito el Santuario.

Por fin después de unos segundos y cerciorándose de que los santos dorados estuviesen reunidos la energía despedida fue remitiendo, reduciendo la tensión, mas no por ello el poder del sumo sacerdote... que vigilante marcaba una clara distancia al interponerse entre sus guerreros y los intrusos... dispuesto a lazar de ser preciso el primer ataque...

No hará falta respetable señor... — aquella voz franca y amable resonó en el habitación mientras todo poco a poco se apagaba, después de los destellos y las descargas que surcaban el cielo todo se volvía oscuridad, distinguiéndose levemente algunas siluetas— no ha sido nuestra intención alteraros...

Quien quiera que sea, entrar así al santuario de la diosa es una falta irreparable... no son bienvenidos... en la casa de Atenea... — contesto el patriarca acentuando sus palabras con aire fiero y seguro... —

A veces no queda mas opción buen hombre... no ha sido nuestra intención entrar sin tocar la puerta... – respondió la divinidad con cierto sarcasmo – pero, créame cuando uno a vivido tantas centurias, y es tan viejo como las entrañas de esta tierra que ahora pretende vomitarnos, las sutilezas y las buenas costumbres se pierden, se olvidan o se reinventan... para el caso... — argumentó el misterioso personaje al centro de la habitación, las otras tres siluetas permanecían inclinadas, inmóviles y apenas iluminadas como todo en aquel lugar por el aura del patriarca quien se negaba a bajar la guardia — no creo que pueda hacer algo contra la mala educación de un Dios...

El estruendo del rayo se escucho casi un par de segundos después de que su luz iluminara fugazmente aquella sala sacándola momentáneamente de la semipenumbra en la que envolvía a sus cinco ocupantes, a la cabeza de aquella mesa descomunal de roble barnizado se encontraba el anciano científico con la barba deslucida y la bata desgarrada, tras de él una pintura al óleo mostraba la dulzura de la joven y ya desaparecida líder de la Fundación Graude Kido. Del otro lado de la mesa a un lado de la cabecera que daba a uno de los grandes ventanales que permitía una de la mejores vistas de toda la ciudad de Atenas Hyoga se mantenía expectante mientras Gabrielle fiel a su lado acariciaba tímidamente con sus dedos el dorso de su mano, Yarobe y Mamoru ocupaban los lugares de la derecha e izquierda respectivamente junto al doctor Herbert.

— Bien doctor soy todo oídos, quiero escuchar la explicación que va a darme por que supongo que el hecho de que yo cuide de Gabrielle no es fortuito... incluso este precipitado regreso a Atenas a la misma mansión donde se leyó en testamente de Saori, sin mencionar el hecho de que en pocos días se cumplirán los diez años de su deceso – el animo de Hyoga no era el mas sociable que los científicos pudieran desear, de hecho solo parecía mostrarse noble, y gentil con la joven que él custodiaba, la doctora Duncan, así que Herbert no queriendo tentar su suerte decidió comenzar de una vez con el asunto después de todo y como el había insistido ya no tenían mucho tiempo.

— La vieja leyenda dice que el ser supremo entrego el secreto del fin de los tiempos a los poseedores de la tierra, la madre tierra, los dioses, los custodios de los elementos y los hombres, dividió la totalidad del secreto entre ellos ya que su verdad era tal que volvería loco a todo aquel que no estando preparado la supiera, pero los dioses nunca estuvieron de acuerdo con esta decisión, revelándose robaron la parte del secreto del fin del mundo a los hombres dejándoles en su lugar solo ritos y profecías vacuas, convencieron a la madre tierra de que ellos velarían por ella siempre, así que confiada les entrego su parte del secreto y a través de los siglos, los dioses olímpicos se encargaron de aprender los secretos de los 4 elementos, convirtiéndose en los sabedores y dueños del fin de los tiempos, haciéndose con el poder absoluto sobre la tierra, mas aun conociéndose desconfiados unos de los otros decidieron volver a dividir el secreto en siete partes, cada dios conservaría un fragmento lo, que permanecería sellado hasta el día en que ellos decidieran que el fin debía llegar.

Atena, Hera, Hestia, Zeus, Poseidón, Hades y Ares se repartieron los siete pergaminos y así, el destino de la tierra se perdió en el tiempo, Saori Kido como la reencarnación de la diosa poseía uno de los sellos y conforme fueron luchando ella y sus caballeros con el resto de los dioses, Ares, Hades y Poseidón nos facilito los manuscritos que se guardaban en el corazón de sus templos, por ellos fue necesario que superara la prueba de las doce casas, que se internara en el pilar central del templo marino y que descendiera a la tierra de los muertos, tras el muro de las lamentaciones, ella tenia que rescatar esos secretos, pues solo los siete dioses sabían de su existencia.

Pero nuestra misión consistió n no solo en descifrar las profecías que contienen los manuscritos, debíamos hallar los otros tres sellos, y prepararnos para cuando la traducción total de esos sellos estuviese escrita, es por eso que la doctora Duncan y el doctor Mamoru viajaron por todo el mundo, buscando en los antiguos templos de los dioses restantes los sellos, pero por obvias razones, tales secretos no fueron encontrados ahí, esos dioses aun no habían reencarnado y por lo tanto el secreto del sello permanecía con ellos. Pero la señorita Kido antes de morir me entrego una pista mas, justo después de la batalla en el Hades, junto al pergamino obtenido en la pelea, Atenea nos entrego la localización de un templo en lo mas recóndito de la tierra, en una cumbre elevada, inaccesible para el hombre y aun para toda su tecnología debido al poder divino que emanaba ese lugar, ese debía ser el sitio donde se escondiesen los otros pergaminos, pues Hades sabia de ese templo y pensaba atacar ese lugar en cuanto derrotara a Atenea, ese templo era la culminación de sus planes, su principal meta, y ahora solo teníamos que ir a ese lugar y encontrar los sellos, mientras Mamoru y Gabrielle seguían traduciendo y armando los elementos de los pergaminos, algunos tenían formas matemáticas tan complejas, mapas, símbolos místicos y un lenguaje sumamente extraño que requirió de todo el talento de ellos, de cada instante de su vida desde que se les asigno aquella misión.

Intentamos por todos los medios llegar a esa cumbre, pero todo era inútil, todas las expediciones que se enviaban perecían, después nos enteramos de la muerte de la señorita Kido y por varios meses no lo intentamos mas, hasta que hace algunos años llego un joven, un combatiente del torneo galáctico, su nombre era Jabú y su constelación guardiana el Unicornio, dijo que era mandato de la diosa que él recuperara el secreto escondido en el templo, que nuestro tiempo estaba terminándose, y que la diosa en su ultima voluntad le había ordenado volverse mas fuerte, entrenar durante los años que ella le señalaría para poder recuperar el pergamino si es que la fundación no lograba hacerlo. Jabú partió de este misma mansión hace no mas de 6 meses y se suponía según su ultima comunicación que se encontraría con Gabrielle en las costas de orientales de Italia, pues ella venía de completar una investigación en el corazón de las antiguas ruinas romanas, pero Jabú nunca llego, no sabemos lo que le ha ocurrido, tal vez tuvo el mismo final de tantos otros.

El doctor Herbert interrumpió su relato levantándose del lugar que ocupaba en la gran mesa del consejo, por un instante en su rostro se instalo una expresión ausente, su asistente el doctor Yarobe permanecía en su asiento observando las reacciones del santo ateniense, si bien se decía de Hyoga, que poseía una inteligencia y templanza dignas de un príncipe, el cisne ahora parecía estar dispuesto a emprenderla contra ellos en cualquier momento, su mirada era dura, fría, huraña. Era la mirada de quien lo había perdido todo, de quien había visto y sobrevivido al infierno. Definitivamente era como estar encerrado en la habitación con un animal salvaje.

Debes entender Hyoga que para nosotros tampoco han sido fáciles todos estos años, sino no hubiese sido por la llegada de Gabrielle al equipo y la fuerza de Jabú, tal vez nunca llegáramos a conseguirlo, la muerte de la señorita Kido fue devastadora para nosotros, pero aun después de su muerte Atenea nos guió, lo dejo todo arreglado para que nada se viera trastornado por su ausencia. – le aseguro Herbert mirándolo fijamente – lo cierto muchacho es que aun quedan muchos misterios por aclarar y todos señalan a la diosa y su santuario. Hay cosas de la partida de la diosa de esta tierra que no se nos han revelado y los cierto es que tienen mucho que ver con las profecías – prosiguió hablando como si solo estuviesen ellos dos en la habitación –

Los recuerdos comenzaron a surgir en la mente del Cisne de forma vertiginosa, lo cierto es que aun diez años después no estaba preparado para afrontar su crimen, y aquel doctor parecía estarlo escudriñando palmo por palmo, solo su férrea concentración y frialdad pudieron permitirle mantener la cordura, y gracias a la presencia de Gabrielle que en esos momentos volvía a tomarle de la mano como si adivinase la tormenta que había en el interior de Hyoga, este no hubiese conseguido escuchar todo aquello con tanta seguridad y calma

No lo entiendo Herbert – interrumpió Mamoru completamente sorprendido por la revelación de ciertos datos que al parecer Gabrielle ya conocía y de los cuales él mismo como jefe de las investigaciones no tenía en su poder y es que desde que llegaran a aquella maldita mansión todo el mundo no hacia otra cosa sino ignorarle, la atención estaba centrada en la doctora Duncan y en aquel maldito ruso que ahora resultaba era un prodigioso santo ateniense uno de los mas poderosos que hubiese pisado la tierra – por que no se me informo de esto yo creí que realmente Gabrielle había rastreado los otros manuscritos, que las ecuaciones que yo resolvía eran derivado de sus traducciones y que nuestros hallazgos... ¿se dan cuenta de todo lo que he perdido en estos diez años? Mi prestigio y mi carrera como científico, como matemático, y ahora me dices que la pieza que buscábamos era este chico... no voy a aceptar esto, por muy poderoso que sea nadie a sacrificado mas que yo en este asun... –

Mamoru no pudo terminar la frase un fuerte golpe sobre la mesa le hizo instintivamente dar un brinco y cerrar los ojos con fuerza, la mesa se había cimbrado peligrosamente, mas de uno juro que iba a partirse, pero no hubo tiempo para mas cuando la enfurecida voz de Hyoga los hizo estremecer...

NO SE ATREVA DE DECIR ESTUPIDECES! NO TIENEN NI LA MAS MINIMA IDEA DE LO QUE DICE, ¿QUE USTED A SACRIFICADO MAS QUE NADIE? NO SEA INGENUO, PUEDO NOMBRARLE A CADA UNO DE MIS COMPAÑEROS CAIDOS EN BATALLA, MAESTROS, AMIGOS, HERMANOS, LA UNICA FAMILIA QUE CONOCI, CASI TODAS LAS PERSONAS QUE HE AMADO Y ME HAN AMADO EN ESTE MUNDO ESTAN MUERTAS Y USTED SE ATREVE A INSINUAR QUE HA PERDIDO MAS QUE NADIE... EN VERDAD MAMMORU ACABO DE CONFIMAR QUE USTED NO TIENE NI UNA NEURONA BUENA, NO ENTIENDE NADA! - grito Hyoga exasperado apoyando con las dos manos sobre la mesa, Yarobe y Herbert intercambiaron una significativa mirada, para después mirar en dirección a Gabrielle, la temperatura en la habitación parecía haber bajado unos cuantos grados centígrados.

Ahora que la hemorragia había remitido podían verse las heridas de sus ojos con claridad, y aunque las lesiones parecían severas, la verdadera fuente de la hemorragia provino de una herida casi fatal en la base de la frente.

La lluvia parecía que no iba a ceder en un buen rato pero eso ya no importaba por ahora estaban a salvo en aquel cobertizo a las afueras de un pequeño poblado, sí estaban seguros o por lo menos eso creía aunque sinceramente no se explicaba el por qué de su confianza hacia el desconocido que se había esmerado en atender las heridas de Shun.

Un leve gemido de dolor escapo de los labios del chico de cabellos verdes, haciendo que Marie abandonara la silla en la que le había indicado su misterioso salvador que permaneciera mientras atendía al herido, estaba angustiada y el hecho de no poder hacer nada para ayudar al hombre que amaba solo empeoraba su angustia.

No debe temer princesa, todo saldrá bien, Shun ha salido de peores, créame de mucho peores - le dijo el tipo sin dejar de vendar la heridas del santo de bronce, Marie camino hasta situarse a su lado, cerca de la cabecera del improvisado lecho constituido por un montón de paja seca y unas cuantas sabanas –

Usted conoce a Shun ¿no es cierto? ¿sabe quien es y cual ha sido su vida? ¿quién es usted y por que nos ayuda? Dígame... ¿qué esta pasando por esas criaturas nos han atacado? No han sido enviados de mi madre... responda ¿acaso usted viene por mandato de ella? Las preguntas se atoraban en su garganta y en su mente, el miedo de perder nuevamente a Shun le tenia ciertamente aterrada –

El desconocido se puso en pie y posando sus manos delicadamente en los hombros de la chica trato de tranquilizarla, de hacerle sentir que todo estaba bien aunque en parte no fuera verdad.

Voy a pedirle que se mantenga calmada princesa, no es aconsejable que se altere y le indique nuevamente al enemigo donde nos encontramos, no solo los enviados de su madre pueden detectar su presencia, créame, si yo he podido rastrearla por mas de medio mundo cualquiera puede, debe serenarse y serenar su cosmo, sino solo hará que Shun se preocupe mas por usted, aun en su estado es capaz de sentirla y le aseguro que aun en su postración esta cuidando de usted – sus palabras parecieron tener un efecto mágico pues en ese momento la tormenta comenzó a descender paulatinamente hasta convertirse en una ligera llovizna... Marie haciendo a copio de toda su voluntad había calmado su cosmoenergía.

Lamento mucho saber que esto es mi culpa – dijo Marie bajando el rostro – no comprendo aun, a veces creo saberlo todo pero de pronto la memoria me falla y vuelvo a ser...

Una simple mortal – completo su misterioso salvador levantándole el rostro con delicadeza al poner su mano bajo la barbilla de la chica – no se disculpe princesa, y no ha sido su culpa, los métodos por los cuales su madre la ha mantenido controlada durante tantos años no son fáciles de romper, si ha recobrado pedazos de conciencia, de su verdadero ser es gracias a la cercanía de Shun, el cielo ha querido que se encuentren a pesar de la oposición de los dioses...

¿Cómo sabes todo eso? ¿por qué? – musito Marie completamente confusa, su cuerpo involuntariamente comenzó a temblar – yo trato de no olvidar... pero...

No debe inquietarse ahora por eso, poco a poco recobrara la conciencia princesa, ni aun el mismo Shun esta conciente de todo esto, y créame que si yo lo sé ha sido por obra y mandato de la diosa Atenea .

La confesión tomo por sorpresa a la chica, ese nombre lo conocía, conocía a la persona que evocaba, era la misma persona por la que ella había ido a Grecia con Shun, pues era la única persona que Marie creía podría ayudarle.

"Sabes que te extraño mucho, y que merecía saber la verdad... pero ya no me importa, solo sé que me haces falta... que nunca te lo dije y que ahora me arrepiento "

"Perdóname... Seiya"

Saori... Saori

Había sido solo un susurro, pero Hilda estaba muy conciente de cada movimiento del hombre desmayado entre sus brazos, por fin el momento que tanto había ansiado estaba sucediendo, la venganza mas perfecta que nunca en toda su milenaria vida hubiese imaginado, aprenderían el panteón griego que nunca debieron jugar con los dioses del nórdico lejano.

Solo un suspiro, solo un susurro pero ahora con ello y el nombre dulcemente musitado tendría la llave para abrir los tiempos, al derramar la sangre de aquel santo su venganza comenzaría aunque con ello le costara el corazón mismo, después de todo su suerte es6taba echada...

¡No! – el grito le distrajo por algunos momentos, fieles como siempre que regresaba de su letargo, sus auras protectoras y audaces hacían casi imposible cualquier ataque –

La luz se diseminó lentamente como si su hubiese tratado de las explosión de miles de estrellas, polvo estelar descendía titilando como diminutas luciérnagas a su alrededor, casi por un segundo la explosión de cosmoenergía logro cegarle, de pronto tan repentino como su había iluminado todo el lugar volvió a la oscuridad.

Su oponente lucía desencajado, mientras el sello de cronos seguía resquebrajándose a su paso, una sonrisa irónica, retorcida, burlona, adorno su antes sereno semblante, como si el hechizo de los nibelungos volviese sobre si, el cosmo de su rival volvió a inflamarse, y una risilla escapo de sus labios, no podía evitarlo el viejo patriarca se mostraba como gato boca arriba... debía tranquilizar al viejo antes de que le diera un infarto...

No hará falta respetable señor... — hizo sonar su voz, libre y segura, mientras las descargas eléctricas provocadas por el colapso del sello volvían a iluminarlos fugazmente — no ha sido nuestra intención alteraros...

Quien quiera que sea, entrar así al santuario de la diosa es una falta irreparable... no son bienvenidos... en la casa de Atenea... — contesto el patriarca acentuando sus palabras con aire fiero y seguro... —

Debía admitir que Atenea sabía escoger bien a su gente ese viejo patriarca en realidad era severo, pero Hilda no tenia nada que pedirle, en su ausencia ella había sido una magnifica representante, de no haber sido por el imbecil de Poseidón, pero ya se la cobraría y sería precisamente con sangre... pero debía apresurarse el comentario del patriarca no había sido nada amable, aunque ya sabía que entrando de esa forma no era bienvenido.

A veces no queda mas opción buen hombre... no ha sido nuestra intención entrar sin tocar la puerta... – respondió adelantándose unos pasos donde la luz le iluminara, permitiéndoles observarle, el asombro hizo presa de los presentes y mientras depositaba a Seiya sobre la alfombra de las escalinatas agregó – pero, créame cuando uno a vivido tantas centurias, y es tan viejo como las entrañas de esta tierra que ahora pretende vomitarnos, las sutilezas y las buenas costumbres se pierden, se olvidan o se reinventan... para el caso... no creo que pueda hacer algo contra la mala educación de un Dios...

Continuara...

Capitulo Décimo Cuarto

El Guerrero Solitario

Permíteme morir esta noche, en que mi corazón se debate entre los pliegues de la oscuridad, permite saborear la dulzura del descanso pleno, donde ningún sueño ni pensamiento perturben la paz que cela mi alma.

Líbrame del mal, permíteme morir...

Rowan