Notas de Kadzuki Fuchoin: Me gustaría agradecer a todos los que se tomaron su tiempo para leer y dejar un review a Adicto a Shûichi (reverencia)

Este capítulo está dedicado a mi beta Elfish Etyma. Feliz cumpleaños atrasado! Quería postear esto en tu cumpleaños, pero estabas muy ocupada emborrachándote. (risitas)

Notas de traducción: Recordamos a nuestros lectores que esto es una traducción. Para datos de autora riginal y disclaimers pertinentes favor pasar al primer capítulo. Muchas gracias!


Yuki cortó el teléfono de golpe lleno de frustración. Sin darse cuenta que Miyuki aun lo observaba, cojeó hasta la habitación donde había despertado previamente y se sentó con dificultad sobre el futón.

"Vamos, permíteme ayudarte," Miyuki se apresuró a su lado para asistirlo. "Disculpa por haber escuchado tu conversación, llamaste a la persona en la otra línea Tôma. Es él, por alguna casualidad¿Seguchi Tôma?" Miyuki le preguntó con cautela mientras Yuki intentaba acomodarse en su cama.

El escritor se limitó a asentir con la cabeza y desvió la mirada de Miyuki. Aun no lograba asumir que Shûichi estuviera desaparecido. Estaba prácticamente seguro que Eiji lo había persuadido de alguna manera para que se fuera con él. Yuki se mordió el labio, expresando el amargo resentimiento por haberle creído a Eiji su estúpida mentira, la que lo obligó a saltar el acantilado.

"¿Estás bien, Yuki-san?" le preguntó Miyuki.

"Estoy bien," le respondió irritado. No le gustaba que Miyuki estuviera encima de él sobreprotectoramente. La chica debió comprender su molestia porque se quedó en silencio después de tal huraña respuesta. Salió de la habitación, dejando a Yuki a solas con sus pensamientos.

"Por favor sírvete estos fideos," Miyuki le dijo al entrar a la habitación nuevamente, quince minutos más tarde cargando una bandeja que dejó en el piso para tomar el tazón y ofrecérselo a Yuki.

El rubio la ignoró. No tenía apetito, especialmente frente a todo lo que estaba sucediendo.

"A penas comienzas a recuperarte, necesitas energía," Miyuki le dijo gentil pero firmemente. Sin esperar que Yuki aceptara, le colocó el tazón en las manos.

A regañadientes, Yuki cogió los palillos y comenzó a alimentarse.

Miyuki se sentó sobre el piso de tatami y miró con preocupación al rubio.

"¿Qué?" le preguntó irritado.

"Yuki-san, puedes pensar que es ridículo pero estoy preocupada por ti. No deberías volver a Tôkyô en tu estado actual," Miyuki evitó mirar al escritor a los ojos.

"Es primordial," le replicó.

"No, tu salud es mucho más importante que cualquier—" Miyuki se detuvo cuando sintió la mirada furiosa de Yuki sobre ella. Colocó el tazón sobre el piso, irritado, haciendo que la joven saltara ligeramente en su sitio.

"No metas la nariz en mi vida personal," Yuki le advirtió. Lo último que necesitaba en ese momento era que Miyuki le dijera lo que tenía o no que hacer. A conciencia, sabía que las palabras de Miyuki eran ciertas; aun si volvía a Tôkyô ahora no había nada que pudiera hacer. A penas tenía fuerzas para levantar un tazón de porcelana¿cómo podría encargarse de Eiji en ese estado? No, a pesar de todo, tengo que regresar a Tôkyô, pensó firmemente. Esa era la única forma en la que podría estar cerca de Shûichi.

"Yuki-san, puede que no lo parezca, pero los vientos de esta zona soplan fuertemente. No es posible que Seguchi-san llegue en helicóptero," Miyuki protestó.

"Ya veremos," Yuki sonrió con suficiencia.

Perdiendo toda esperanza de persuadirlo para que se quedara, Miyuki suspiró y salió de la habitación.

Eran casi las tres de la tarde cuando Seguchi Tôma y Tatsuha Uesugi se presentaron en el lugar. El dúo logró llegar en un imponente crucero. Era tan impresionante que todos los aldeanos quedaron pasmados en su sitio, impactados ante la lujosa embarcación.

La reacción de Tôma ya la había predicho Yuki. Ni siquiera saludó a Miyuki, quien les había abierto la puerta, y se abalanzó de inmediato sobre Eiri. Llegó a su lado en un parpadeo y, juzgando por su expresión facial, era claro que el hombre estaba muy preocupado.

"Eiri—" Tôma no pudo pronunciar ni una palabra. Ver a Yuki vendado casi de pies a cabeza le dejó las palabras atravesadas en la garganta. Simplemente observó al novelista con los ojos muy abiertos.

"¡Aniki!" Tatsuha jadeó cuando entró a la habitación. "¿Qué te ocurrió?"

"Se cayó de un acantilado," Miyuki respondió al entrar a la habitación. "Papá lo rescató y lo trajo aquí," añadió ofreciéndole algo de beber a Tôma y Tatsuha, los que educadamente rechazaron.

"Tôma, vámonos de aquí," dijo Yuki abruptamente.

Miyuki colocó la bandeja sobre una pequeña mesa redonda y corrió al lado de Yuki.

"Pero Yuki-san, ya te dije que no estás en condición de moverte. ¡Te prohíbo que regreses en ese estado!" Miyuki le habló con fuerza.

"Ya te lo dije y te lo repetiré una vez más – ¡NO METAS LA NARIZ EN MI VIDA PERSONAL!" Yuki le gritó a Miyuki.

Miyuki, que nunca había visto a Yuki actuar tan salvajemente, quedó en silencio al instante. Desvió la mirada y murmuró, "Sólo estoy preocupada. Como enfermera, es natural que soliera darle consejo a mis pacientes."

"Tsk... tsk, aniki, deberías controlar tu temperamento. Esa no es forma de hablarle a una dama," Tatsuha se movió para quedar a un lado de Miyuki. Rápidamente la rodeó con un brazo para consolarla.

Yuki no respondió. Sabía que Miyuki lo decía por su bien, pero eso no evitaba que estuviera molesto con ella. La chica jamás entendería porqué debía regresar a Tôkyô inmediatamente, ni deseaba hacerla entender tampoco.

"Miyuki-san, comprendo su preocupación. Puedo asegurarle que Eiri será atendido por los mejores doctores. De hecho, he traído unos cuantos paramédicos que nos esperan en el barco," Tôma la consoló.

La mujer observó al presidente, demasiado impactada para hablar. Reaciamente asintió y se retiró de la habitación.

"Aniki¡acabas de romperle el corazón!" Tatsuha bromeó.

Yuki lo habría golpeado de no ser por sus heridas. Dejando de lado sus planes de venganza, se giró para encarar a Tôma. "Vámonos."

Tôma se limitó a asentir, conciente de que no tenía sentido discutir con el escritor. Lo ayudó a ponerse de pie y le indicó con una seña a Tatsuha que lo ayudara. El joven monje, aun muy ocupado babeando por Miyuki, no se dio cuenta del gesto de Tôma.

"Permítanme ayudarles," murmuró Miyuki.

Yuki fue acompañado con sumo cuidado fuera de la pequeña casa hacia el puerto. Ignorando un par de miradas curiosas, ayudaron a Yuki a abordar la embarcación, donde un par de paramédicos aguardaban su llegada. El rubio fue colocado en una silla de ruedas en cuanto subió a bordo y retirado del lugar por los doctores.

"Gracias, Miyuki-san," Tôma le ofreció su mano.

"No hay de que," respondió Miyuki con cortesía. No cruzó miradas con Tôma, ya que estaba ocupada mirando por detrás del hombre en busca de Yuki.

"Por favor no se preocupe. Va a estar bien," le dijo Tôma cuando notó la preocupación latente en sus ojos.

Miyuki se ruborizó. "Em, sólo estaba..." se sobresaltó y desvió la mirada.

Tôma sonrió gentilmente. "Gracias, Miyuki-san. Estaré en deuda por siempre. Si hay algo que desee de mí, por favor…"

"No… no," Miyuki lo interrumpió. "Es mi profesión después de todo- quiero decir, era mi profesión."

'¿Era?' Tôma se preguntó. Sin preguntar más sobre el asunto, sacó una tarjeta personal de su bolsillo y se la entregó. "Mi tarjeta. Llámeme si necesita algo, eso incluye encontrar trabajo," le dijo Tôma.

Sorprendida, Miyuki estaba apunto de responderle cuando Tatsuha gritó.

"¡Tôma! .¡Estamos listos!"

Tôma asintió y subió abordo. Se despidió con la mano de Miyuki y sin mirar atrás, ingresó en la cabina.

Tras confirmar con los paramédicos que Yuki se encontraba en buen estado, Tôma se dirigió a su habitación apresuradamente. Su pecho se contrajo cuando vio a su cuñado, siempre libre de toda herida, ahora con el cuerpo vendado y en un estado lamentable.

"Eiri¿cómo te sientes?" Tôma se sentó en el borde de la cama.

Con las vendas recién cambiadas, Yuki miró al presidente y murmuró un 'bien'. Tôma no quedó convencido con su respuesta, y repitió su pregunta, para irritación de su cuñado.

"¡Estoy bien!" le gritó.

"Me alegra verte actuar como de costumbre, mi querido cuñado," Tôma sonrió.

Observó el rostro arrepentido de Yuki y supo que algo malo debió haberle ocurrido. Moviéndose para sentarse más cerca del escritor, Tôma pensó bien sus palabras antes de preguntarle.

"Eiri¿Quién hizo esto?"

Yuki desvió la mirada, recuerdos de su amargo encuentro con Eiji resurgían en su mente. Estaba muy avergonzado para admitir que había caído en el truco de Eiji; jamás sería capaz de olvidar su torpeza.

"¿Eiri?" Tôma se acercó gentileza.

"Eiji Tono." El novelista apretó los dientes.

Tôma saltó de su asiento con los ojos muy abiertos. "Ese hijo de puta," gruñó.

Aquella información debió caerle como un balde de agua fría a Tôma, ya que Yuki no había oído a su cuñado hablar con improperios en el pasado. Su rostro no lucía su habitual sonrisa, en cambio tenía una expresión sombría. Tôma logró controlarse, intentando no lanzar todas las cosas de la habitación antes urgir a Yuki para que continuara.

Yuki le contó todo: Como Eiji le hizo pensar que había secuestrado a Shûichi, engañándolo para que fuera al acantilado y como lo forzó a saltar para salvar su vida.

Tôma lo escuchó con atención sin interrumpirlo, jadeando cada vez que Yuki mencionaba las situaciones donde su vida había corrido peligro. Para cuando acabó con el relato, el presidente se sentía desfallecer.

"Ese bastardo," Tôma se puso de pie y se paseó por la habitación. "Maldición, nos tiene justo donde nos quería. Ahora, incluso tiene a Shûichi." Golpeó su puño contra una mesa de madera.

Yuki lo miró con los ojos sorprendidos. "¿Es eso cierto?"

Tôma se giró para mirar al novelista. "Aun no tenemos pruebas concretas, pero de acuerdo a las descripciones, definitivamente él es el culpable."

"Mataré a ese bastardo," dijo Yuki con furia, golpeando las mantas con sus puños. Pero en lugar de aliviar su ira, se sintió aun peor debido a un punzante dolor en sus brazos. Maldijo fuertemente y llevó sus manos a su rostro, sintiéndose inútil.

'¿Cómo pude haber sido tan estúpido?' Yuki se preguntó por enésima vez.

Tôma observó a su cuñado con preocupación. Lo afectaba mucho ver a un hombre al que respetaba y amaba tanto cubierto con vendas. Jamás en su vida había visto a Yuki luciendo tan desesperado y abatido.

"Eiri, lo atraparemos," le dijo Tôma con determinación mientras se acercaba a Yuki.

Su cuñado le devolvió la mirada, observándolo con peligro en los ojos. "Cuando lo hagamos…" hubo una pausa antes de continuar, "…lo mataré."

Tôma sabía que Yuki no bromeaba. Mientras miraba al exterior, sólo podía esperar que Shûichi se encontrara a salvo.


Shûichi despertó sintiéndose extraño. Batió sus pestañas un par de veces, luchando para evaporar la niebla que turbaba su mente. No podía levantar su brazo para frotarse el adolorido cuello, ni siquiera podía lamer sus labios secos.

Intentó levantar un brazo nuevamente pero en vano. Alzó la mirada para hallar ambos brazos atados firmemente a cada extremo de los postes de la cama.

Lentamente fue recobrando sus sentidos. Recordó como Eiji lo había convencido de salir del apartamento en su compañía y seguirlo hasta este lugar. Más de ello no lograba recordar, excepto que fue conducido hasta un sitio muy silencioso y luego perdió el conocimiento. Shûichi concluyó que el hombre debió haberle dado cloroformo para que no reconociera el lugar.

Shûichi luchó para liberarse, pero con cada mano atada a un poste, le resultaba imposible deshacer de sus ataduras. Intentó nuevamente, procurando tirar sus manos hacia delante tan fuerte como pudiera, esperando al menos aflojar los nudos. Este intento también resultó fallido ya que la droga aun lo tenía algo débil.

Perdiendo toda esperanza, dejó de tironear. De pronto, algo llamó su atención. Se dio cuenta que toda la habitación estaba decorada con un papel mural bastante colorido. Asombrado, se dio cuenta que todos los afiches eran de sí mismo.

Ahora con los ojos bien abiertos, vio que toda la habitación tenía pósteres de él. Los que mostraban a toda la banda con sus tres integrantes habían sido cortados para dejar sólo su imagen.

Sintió un terror tan profundo en su pecho que casi no podía respirar. Este hombre perturbado tenía fotos de él en todas las murallas. Aun siendo un fanático, el hecho de cubrir cada centímetro de muro con sus fotos era absolutamente desquiciado.

"Shûichi-sama¡despertaste!"

Impactado, Shûichi giró la cabeza para mirarlo. No había notado cuando Eiji había entrado a la habitación.

Lentamente se acercó al pequeño atado y le sonrió. Era una sonrisa tan extraña que casi le daba miedo mirarla.

"¿Qué opinas de esta habitación, Shûichi-sama?" Eiji se sentó en la cama a un lado de Shûichi y gentilmente le acarició el rostro.

Sintió unas profundas nauseas ante el contacto de Eiji. Shûichi permaneció en silencio y cerró los ojos, desviando su rostro en dirección contraria, incapaz de soportar el toque de Eiji.

"La he decorado sólo para ti," murmuró. "Es una verdadera lástima no haber podido llevarte a mi antiguo apartamento; te habrías sorprendido. Cada rincón, desde el techo hasta el piso estaba decorado con tus fotos. ¿Shûichi-sama? .¿Por qué no me miras?" le preguntó, sin dejar de tocar al pequeño. "Mírame," le demandó al acercarse a su rostro. Rodeando con sus dedos la barbilla del cantante, le giró el rostro para que lo encarara.

Shûichi sabía que Eiji estaba muy cerca de él, ya que sentía cosquillas en su piel bajo el pesado aliento de éste. No deseaba abrir sus ojos, no se atrevía a mirar sus oscuros ojos clavados sobre él.

"Mírame. ¿Por qué no quieres mirarme?" el hombre sollozó, sacudiendo a Shûichi con brutalidad. Ante la nula respuesta del cantante, le gritó, "¡Dije que abrieras tus ojos y me miraras!"

Shûichi saltó ante el volumen de su voz y finalmente abrió sus ojos. Jamás había visto tan mal a Eiji antes. Se veía -- completamente desquiciado. Aterrado, el pequeño tembló y no fue capaz de articular palabra alguna.

Llevando una mano al cuello del cantante, acarició un punto doloroso bajo su quijada. "¿Te duele?"

Shûichi se estremeció ante el contacto y tan sólo asintió.

Yuki. No podía creer que hubiera olvidado todo acerca de Yuki. Eiji prometió revelarle su paradero si cooperaba con él.

"¿Dónde esta Yuki?" Shûichi le preguntó.

La expresión de Eiji cambió radicalmente: una sonrisa maligna se formó en sus delgados labios, para horror de Shûichi. "¿Yuki?" Eiji rió con ganas. "¡Yuki está MUERTO!"

"No," Shûichi le respondió casi inmediatamente. "Estás mintiendo," le dijo con dificultad. Eiji soltó una carcajada y miró al pequeño. Cuando su mirada volvió a caer sobre él, vio que sus ojos no guardaban remordimiento, lo que lo hizo sentirse enfermo. El miedo que sentía se desvaneció para dar paso a una furia descontrolada. "¡Asesino! .¡Lo mataste!" le gritó.

Eiji rió con malicia. "Sí, lo hice. ¿Te gustaría saber como maté a tu rubio amante?" lo tentó.

Oh Dios. Shûichi sabía que no aguantaría oír algo así. Cuando escuchó que Yuki estaba sin vida, sintió que su corazón se detenía dentro de su pecho. No podía creerlo. No. Se negaba a aceptarlo.

Acortando su distancia, Eiji se inclinó sobre él hasta que sus rostros estaban separados por unos cuantos milímetros. "Lo engañé. ¡Hice que fuera al acantilado Shimuzu y le disparé!" Eiji se rió.

Incapaz de hablar, Shûichi miró perplejo a Eiji. "Le--- le disparaste?" murmuró.

Sus ojos brillaron con un odio venenoso. "¡Sí! .¡Ese bastardo merecía morir! .¡Merecía caer por el acantilado y morir!"

Shûichi jadeó. "¿Lo empujaste?"

"Cayó por su cuenta, Shûichi-sama, cuando le disparé," Eiji sonrió. Los ojos de Shûichi se cubrieron de lágrimas, y en instantes comenzó a llorar. "¿Por qué lloras, Shûichi-sama? He matado a ese mal nacido sólo para ti!"Eiji susurró mientras le secaba las lágrimas tiernamente con el pulgar.

"¡Asesino!" Shûichi le espetó, aun sollozando.

Eiji sacudió su cabeza. "¡No, no, NO! .¡No lo soy!" Eiji le gritó.

"¡Asesino!" continuó gritándole, batiendo su cabeza de lado a lado.

Eiji se levantó y se sentó a horcajadas sobre el estómago de Shûichi. "NO¡él merecía morir! .¡Ese bastardo lo merecía!" Sus ojos salvajes se clavaron sobre las amatistas y le gritó. "¿Por qué lo proteges? .¡Fui yo quien te rescató de ese bárbaro! Él-"

"¡No dejaré que hables mal de Yuki!" le dijo Shûichi desafiante.

"¡No!" Eiji le gritó y comenzó a golpearlo. Lo abofeteó, una y otra vez hasta que logró calmar su ira.

Cuando finalmente se detuvo, Shûichi sentía sus mejillas entumecidas y adoloridas por la golpiza. Con dificultad logro articular, "tú no me amas."

Eiji observó sus palmas, incapaz de creer lo que acababa de hacer. Luego, observó a Shûichi y rompió en llanto cuando vio el enrojecido rostro del cantante. "No, Shûichi-sama, no quise hacerlo. Sabes que te amo. ¡Te amo más que a todo en esta vida! .¡Te…"

"No¡claro que no!" Shûichi lo interrumpió. "A pesar de que Yuki me abofeteó en una ocasión, jamás me golpearía de la forma en que tú lo hiciste!" le dijo con voz ronca.

"Juro que no quise hacerlo, Shûichi-sama. Sabes que te amo. Moriría si me lo pidieras."

"Muere entonces," Shûichi le gritó con rabia, ignorando el dolor de su quijada.

Eiji se rió de manera que rayaba la histeria. Levantando su dedo índice, lo movió de lado a lado. "Que mal te portas, Shûichi. No caeré en ese truco," Eiji dejó de reírse y su rostro se volvió serio. "Si yo muriera, tendrías que acompañarme, Shûichi-sama. Estaremos juntos por siempre."

En ese punto, Shûichi tuvo la certeza de que no bromeaba. Aun no podía morir, no a manos de este hombre. Su ira se desvaneció dando paso nuevamente al temor. "Sólo… sólo bromeaba, Eiji."

El antiguo manager sonrió. "Sé que así era. Jamás me pedirías algo así." Gentilmente, Eiji trazó su mejilla y barbilla. "Oh, pobrecillo, estás todo sucio. No te preocupes, me encargaré de ello," le murmuró. Para hacerlo aun más nauseabundo para Shûichi, acercó su rostro al suyo. Eiji alejó sus dedos y miró a su presa. Sonriendo, sacudió su cabeza gentilmente. "Te limpiaré. Limpiaré cada trazo que ese bastardo haya tocado. Entonces¡serás completamente mío!"

Continuará…

Notas de traducción: Llegó! Finalmente llegó! Ya se los he prometido antes, y volveré a hacerlo, asi como que no quiere la cosa: Jamás, bajo ninguna circunstancia ni pretexto, dejré las traducciones a mitad de camino. Sin importar que tan ocupada ande, mis gustos personales u otros compromisos, ni Adicto ni Depravación quedarán a la mitad. Dicho esto, solo me resta pedirles mil disculpas por la tremenda demora. Ojalá les haya gustado el capítulo, y todos sus comentarios son siempre muy bien recibidos. Nos vemos en el siguiente!