Bifurcación.

Capitulo 3: Lost Heaven. Lost Hell.

Le dolían las sienes cuando despertó. Pensándolo bien, le dolía todo el cuerpo cuando despertó. ¿Dónde estaba? Parpadeó. La luz demasiando escasa como para ver bien. Mas vagamente reconoció una pintura. De aquellas que Shuuichi solía pintar en tiempos de ocio (o de aquellas donde la pintaba desnuda al óleo, acuarela o pastel, antes o después de hacer el amor).

Por un memento le dio la impresión de estar sola, todo estaba tan quieto como si ni ella misma estuviera ahí, más una respiración acompasada que surgió de pronto le hizo saber que no era cierto. Fue repentino, como un exabrupto que llega en un instante inesperado para lograr convulsionarnos.

Levantó medio cuerpo, sus pechos, antes cubiertos por la sabana, ahora saltaron a aire frío de la estancia. Se le congeló hasta el alma. La piel se le enchinó. Todo parecía tan tenso….

.-¿Shuuichi?...-murmuró con miedo, la figura volteó a verle, más no dijo nada.-…¿Shuuichi? –repitió entonces.

.-Kurama no está…

Izayoi volteó hacia la otra figura. Por un momento había pensado que él era su adorado Shuuichi. No podía evitarlo, no veía bien.

.-¿Quién eres? –balbuceó cubriéndose el pecho. La figura pareció bufar.

.-No sé a donde fue, pero dijo que no tardaría. Así que cállate y espera.

-¿Quién eres?.

La pequeña figura se exasperó un momento, miró su propia mano, y se volvió a la chica. –Sólo cállate.

Los ojos rojos que se centraron en ella le hicieron tragarse la pregunta que iba a repetir. Estaba asustada. Mucho muy asustada. ¿Quién era ese chico? O más bien ¿Qué era ese chico? Su cuerpo se erizó recordando como había atravesado los cristales de la ventana de aquel noveno piso. Gruñó ligero. Recordando más de todo aquello, y con la mano derecha tapando su cara, en un reflejo del dolor metal pensando en sueños delirantes cargados de imposibles. Repasando paso a paso lo ocurrido. Un Shuuichi conciliador besándola suavemente, un grito, cristales rompiéndose, un pequeño cuerpo cayendo al piso (se estremeció recordando más), un horrible monstruo entrando en su sala destruyendo todo a su paso, su novio trasformado una rosa, y un pedazo de cuerpo mutilado volando hacía ella…

Sus ojos se abrieron sorpresivamente y olvidándose del chico en la habitación, se destapó el cuerpo, quedando desnuda. Sus manos palpando su propia piel con desesperación, sus dedos sintiendo una línea sobresaliendo del cuero de su piel desde un dedo bajo el seno derecho hasta la parte alta del muslo exterior izquierdo, trazando una diagonal por el abdomen y el vientre.

Cerró los ojos imaginando la deformidad de su piel por ello ¿Y si Shuuichi dejaba de quererla por las marcas? ¿Se negaría a acariciarla a raíz de ese corte?

.-Shuuichi- berreó en la oscuridad, encogiéndose en sí misma.

.-Que no tarda en llegar. Ya cállate. ¡Hartas! – el Koorime se desesperó. Después de todo, la paciencia nunca había sido su punto fuerte, ni tampoco la comprensión. Si no hubiera sido por que le había prometido a Kurama que no le haría daño a la ningen –aunque también tenía que ver el hecho de que matar humanos era un crimen bien castigado- la insoportable mujer ya estaría revolcándose en su propia piel quemada, ahogándose entre su sangre y cabellos chamuscados.

Izayoi lo miró con mucho más miedo del que alguna vez pudo haber sido capaz de proferir, y eso que ella no era miedosa…no del todo.

Miró nuevamente a los lados comprobando lo que ya sabía (A labios de ese chico que no había vuelto dignarse a mirarla con sus brillantes ojos rojos en la oscuridad) sintiéndose sola y desprotegida sin su Shuuichi. Pero recordó de nuevo las marcas, la noche, las palabras aún antes de que todo comenzara…ese "Te amo…" Tan profundo que no le correspondía a ella…

Se abrazó a si misma queriendo fundirse en su propio interior, pero aquello era imposible, y, virando la vista hacia el Koorime, se atrevió a hablarle nuevamente.

.-¿Quién eres?.

.-No tengo por que decirte nada si no quiero. –le soltó con altanería.

Izayoi volvió a desviar la vista hacia los cuadros. Eran dos pequeños oleos que representaban un paisaje entero muy extraño. Con flores y vegetación muy rara. Rayos cruzando el cielo del cual solo podía ver en ese momento el amarillo serpenteado que los representaba, y, en medio de todo, aunque no podía verlo pero lo recordaba, un pequeño zorro blanco de muchas colas. Recordó como rió inocentemente cuando lo había visto por primera vez, luego de que Shuuichi lo hubiera terminado en una sola noche de insomnio, explicándole que era un lugar en sus sueños.

Suspiró. No sabía ni por que diablos se acordaba de ello en ese momento, pero igual le relajó mirarlo. Los recuerdos de su novio siempre la tranquilizaban, al igual los cuentos que le contaba cual niña antes de dormir. Abrazados desnudos en la cama sabiendo un sábado sin obligaciones al día siguiente.

Hiei miró a la mujer y luego dirigió su vista a donde ella la tenía. Se encontró con los cuadros, y acostumbrado a la oscuridad como si fuera un día simplemente nublado, observó con detalle la pintura…

.-Makai.-Murmuró, y aún cuando Izayoi hubo reaccionado a su voz, este no le tomó atención y se acercó a la pared donde colgaban los oleos.

Los tocó como quien toca el aire buscándole una textura, y permaneció quieto un momento. Ese lugar lo conocía muy bien, aunque no recordara el nombre concretamente. Remembraba dos o tres veces en las que se había pasado el tiempo ahí con el zorro y a solas después de su partida, siendo él un patrullero con el nuevo reinado de pasividad en el Makai. Si mal no recordaba, ese lugar estaba cerca de donde había muerto Sensui y desaparecido Itsuki.

Sacudió la cabeza tratando de regresar de sus recuerdos, ahora no valía la pena recordar nada, ni pensar nada…mucho menos sentir nada. Todo eso era historia antigua y él se había prometido ya no vivir en el pasado. Mucho menos uno que le recordara tanto al zorro.

Aún así, no pudo evitar preguntarse ¿Qué hacía él ahí? No entendía por que estaba allí mismo, tocando una pintura hecha por Kurama, cuidando de su mujer. Tampoco sabía a donde se había ido su inquebrantable orgullo cuando Kurama le pidió que se quedara mientras buscaba hierbas para curarlo a él y a ella. Todo parecía un mal chiste, y él sin ganas de reír. Más, sin saberlo siquiera, la comedia comenzaría cuando el pelirrojo volviera de donde sea que estuviera ahora.

La chica se levantó en la oscuridad, y cubriéndose apenas con la sabana, caminó hacia él. Había decisión en sus ojos, pero no la suficiente como para hacer algo concreto. Hiei casi se echó a reír cuando intentó decirle algo, pero sólo salieron tartamudeos.

.-Los humanos son muy cobardes.-comentó y ella quedó paralizada. No era como si aquella sarta de atrocidades hubieran sido realmente normales, pero no se le había pasado por la cabeza algo como…

.-¿No eres un humano?

Hiei alzó una ceja y sin prestarle atención al rostro desencajado, se atrevió a confesarse aún cuando Kurama le había advertido que no lo hiciera –Que los Dioses de tu mundo y los Demonios del mío no quieran tal barbaridad. –Dijo encogiéndose de hombros, para luego burlarse –Ustedes son tan débiles que me deshonras.

La chica continuó paralizada. Por lo increíble del tema, por que estaba aterrorizada, y por que, por un momento, no supo si sobrevivía a todo esto. Su mente se quedó en blanco un segundo, dándole la paz que necesitaba.

.-Baka. –Escuchó el murmuro del pelinegro antes de caer de nuevo, sólo sintiendo el cuerpo pesado, así como su mente, su alma y sus ojos que, antes de cerrarse, pudieron ver a Shuuichi avanzando hacia ella en la oscuridad…

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Hiei sostuvo el cuerpo de la chica justo para que esta no se lastimara en el piso. Kurama había llegado ya, presenciando como había utilizado el poder de Jagan para dejar inconsciente a la humana.

Sonrió de lado viendo el enojo en el rostro del pelirrojo, pero el gesto le cambió al asco al percatarse de que la sabana había caído, y sostenía a la mujer desnuda con sus brazos.

La dejó caer.

.-¡Hiei!-Kurama le habló con reproche, más sin embargo, si Izayoi hubiera estado despierta en ese momento, hubiera deseado la muerte. La expresión de su novio había cambiado a una sonrisa entrañable.

El Koorime se encogió de hombros ante el gesto de su amigo, que ahora era él el que levantaba el cuerpo desnudo del piso, caminado lentamente frente a Hiei y agachándose apenas para recoger la sabana en el suelo. Luego de tapar a la chica, la recostó otra vez donde la había dejado.

.-La revisaré primero a ella, pero necesito que por lo mientras te tomes lo que hay sobre la mesa para que vaya haciéndote efecto.

.-Sólo déjala morir y listo. No sería tu culpa.

Kurama rió tomando el comentario como una broma, pero, si algo sabía el muchacho venido como aprendizaje de tantos años junto al demonio frente suyo, era que Hiei nunca bromeaba. Jamás.

.-No haré eso por nada del mundo. –Le contestó después de un rato. Para ese momento ya examinaba a su descubierta novia con la luz del cuarto encendida. Se mordió los labios acariciando la cicatriz que atravesaba su cuerpo.

Hiei le miró en silencio sin intimidarse por la desnudez de la mujer, ni por la parsimonia del momento, ni siquiera por el dolor de su propia herida. Se intimó sólo y únicamente cuando el semblante de Kurama se tornó dulce observando a Izayoi.

Cerró los ojos. Recordaba esa mirada dirigida a él hacia unos pocos años atrás, un par de ellos, realmente. Apretó los puños cuando hubo tomado de un sorbo la medicina que el kitsune le hubo mandado a tomar, comprobando que sabía exactamente igual a como olía.

.-Veo que los dotes de cocina de tu madre no los heredaste. Hubiera deseado que así fuera.-se quejó con esa burla, acercándose a Kurama mirando como el chico cortaba con una espina tan filosa como una navaja el tallo de una flor. Haciendo pequeñas hebras tan delgadas como hilos con ella.

El Koorime detuvo su andar cuando el pelirrojo comenzó a resplandecer levemente, y su forma a cambiar. Y para cuando se hubo dado cuenta, era Yôko el que se encontraba haciendo la labor de medico. El zorro blanco le sonrió al controlador del fuego negro por sobre del hombro, y tomando la espina-navaja, se cortó un mechón considerable de su largo cabello blanco y sedoso, luego de eso, volvió a la normalidad, sosteniendo aún la melena recién cortada, resplandeciendo aún de su blancuzca luz.

.-¿Y eso? –preguntó Hiei, aunque realmente no le importaba mucho.

.-¿Nunca te preguntaste el por qué de que Yôko Kurama tuviera el pelo tan largo, siendo este algo estorboso para su oficio?.

Hiei se encogió de hombros.-No realmente, a nadie le interesan ese tipo de cosas.

Kurama sonrió pensando que hacia mucho tiempo no hablaba así con su amado demonio del fuego. Por muy indiferente que pareciera, estaba seguro de que el otro le pondría toda su atención sin admitir aquello. Se preguntó interiormente si Hiei hablaba así con Mukuro. También se sintió mal interiormente recordando cuando Hiei eligió quedarse con esa bruja, antes de vivir en el Ningenkai con él. A veces se cuestionaba si todo habría sido diferente de haberle dicho cuanto lo amaba. Negó con ligereza. Aún estaba esa respuesta en el aire.

.-Es por que el cabello de los Yôkos sirve muy bien para suturar heridas. Es por la Queratina. Ayuda a la rapida cicatrización (1). Mi cabellera larga fue de gran ayuda cuando me lesionaba en mis robos. –Sonrió –Pero no lo supe hasta que Karasu me lo dijo.

Jaganshi entrecerró los ojos muy estrechamente, como si quisiera traspasar a Kurama con ellos. Karasu. Otro espectro de su pasado haciendo presencia en su presente. ¿Quién seguiría ahora? ¿Yomi?.

.-Yo pensé…pensé que lo tenías así para facilitarte las conquistas y por el gusto de tus amantes. –Shuuichi se mordió el labio sin darle la cara a Hiei. Por un momento pensó cansarse de sus comentarios, qué, en un principio le hacían gracia.

.-También mí estimado Hiei. Esa era la segunda parte del por que de la melena larga.-Le sonrió anchamente esperando ver la reacción de Hiei ahora que se había girado hacia él. Mas sin embargo, no hubo cambio alguno en el impasible rostro de Yôkai. Ni una arruga junto a los labios a raíz de una imperceptible mueca, ni una ceja levantada, siquiera un encogimiento de hombros. Nada.

Kurama regresó a su labor entones, caminando hacia un florero en la mesa de donde Hiei había tomado el frasquito. Cortó la espina más tierna en la rosa que tomó de ahí, y le hizo una perforación pequeña con la espina que había utilizado como navaja. Acto seguido le brindo de su Yôki y la pequeña y tierna espina se alargó hasta quedar tan larga como uno de sus dedos y tan delgada como una aguja. Regresó sobre sus pasos.

El otro le siguió observando en todo lo que hacía. De hecho, ladeó la cabeza cuando Kurama tomó un largo cabello blanco y lo pegó a una hebra del tallo que minutos antes cortaba. Las enredó con sus dedos en la punta de cada una uniéndolas ligeramente y las metió juntas por el orificio de la aguja de rosa. Luego de eso se agachó sobre el cuerpo de Izayoi y le besó en los labios, acariciándole los castaños cabellos. El Koorime se tensó un poco queriendo murmurar que toda esa melosería le daba asco, pero se quedó callando viendo como apenas terminado el beso, el antiguo yôko encajaba con fuerza la aguja en la mujer, atravesándole la piel. Hiei tuvo que cerrar un ojo instintivamente al mirar aquello, más regresó a su frialdad habitual cuando Kurama comenzó a suturar la herida. Ahora entendía por que se había cortado el pelo (aún a pesar cuando Kurama se lo puso obvio con aquello del por que de su cabello largo) y las hebras tan finas de la planta. Ahora hacían a la vez de hilo.

.-¿Sabes? Se supone que cicatrizará más rápido si la aguja es de pétalo de rosa tierna. –le comentó.

.-¿A sí?

A Kurama le dolió un poco la indiferencia, pero ya no se quejó siquiera en su mente, continuando con su trabajo sobre el cuerpo de la chica. Miró a Hiei un par de veces cuando atravesaba la piel, pero sólo eso.

La tarea de remendar le llevó alrededor una hora, pero Hiei jamás se apartó de su lugar. Simplemente se sentó sobre de un mueble y continuo viendo el avance de Kurama. Si fuera él, ya se le habría acabado la paciencia y habría comenzado a hacerlo como sea, o bien, dejado eso a medias.

Recordó entonces el esmero del muchacho, siempre tan paciente para todo y para con todos, y más paciente incluso para con él, quien nunca le facilitaba las cosas. A veces lo hacía adrede para tenerlo más tiempo sobre sí, intentando hacer que entendiera las cosas, o que las saboreara o que hiciera lo que se supone debía.

Miró a su alrededor. Esa ya no era la habitación de un chiquillo de preparatoria. Y donde estaba sentado no era el marco de la ventana donde se posaba cada que lo visitaba. Y la cama del muchacho ya no estaba vacía. No es como si alguna vez se hubieran acostado. Siquiera alguna vez se dijeron un te quiero, o al menos él jamás le dijo algo como eso. Precisamente por que no lo sentía. Nunca lo había sentido. De todas formas, el zorro era cariñoso con todo el mundo ¿Por qué sentirse entonces especial? ¿Sólo por que Kurama pasaba con él más tiempo que con nadie? ¿O por que alguna vez el pelirrojo le confesó que no le agradaba el silencio más que el suyo? No tenía interés en las sonrisas del zorro. Tampoco le importaban mucho sus palabras de aprecio. O las caricias en su cabello cuando lo curaba después de encontrarlo mal herido en los alrededor de sus casa (sospechosamente siempre cerca, como si el perderse fuera recorrer el camino al Ningenkai atravesando medio mundo hasta los lugares que el zorro frecuentaba). Todas esa cosas eran cosas sin importancia.

O al menos lo fueron en ese entonces…

Después…después comenzó a extrañarlo. Cuando estaba con Mukuro o como patrullero. Cuando se lesionaba pensaba en Kurama, cuando quería una caricia que lo consolara (las raras veces que necesitaba consuelo) pensaba en Kurama, ver el atardecer le hacía pensar en Kurama y su rojizo cabello, de vez en cuando se sentía desprovisto de sonrisas de Kurama y le entraba un sentimiento que alguna vez Kurama le había dicho se llamaba melancolía, y ya simplemente al ver la perla de su madre le hacia pensar en pelirrojo, cuando le obligó a decirle a Yukina que su hermano no había muerto, y que era él, cuidándola desde siempre el día de su boda como regalo de nupcias…

Y ese día le dolía por dos cosas: Por que su hermana ya no estaba sola y no necesitaría de él (muy a pasar de que realmente nunca lo necesitó) y por que fue la ultima vez que vio al pelirrojo.

Miró a Izayoi.

Para ese entonces, el yôko ya estaba con ella. Si mal no recordaba, apenas empezaban a salir. De las ya escasas platicas que habían tenido, le había comentado de una chica que había conocido en la universidad y que no dejaba de echarle bronca con las notas. A primera instancia, le había parecido sólo por las pláticas, una persona insoportable, más luego de verla abrazada delicadamente de su brazo durante la boda, sólo podía creer que era una criatura completamente detestable.

Luego se recriminó, no tenía una razón fundamentada para odiarla, así que dejó de hacerlo viviendo días de paz y armonía en el Makai olvidando al zorro y las aventuras que vivieron juntos.

Y ahora…ahora estaba ahí, sentado, burlándose del kitsune que se dedicaba a la curación de esa mujer que por momentos volvía a serle repugnante.

Una mano en su hombro le sacó de su ensimismo y le obligó a mirar hacía arriba, encontrándose con la mirada verde que había embelesado cientos de corazones, y si no se conociera tan bien, juraría que el suyo (si lo tenía) estaba dentro del conteo.

.-¿Listo?- Hiei asintió. –Bien.

El Koorime se levantó y caminó tras de Kurama, se dirigía otra vez a la cama donde reposaba la mujer, quien seguía descansando descubierta con el cuerpo al aire.

.-Cúbrela al menos.

El pelirrojo negó lentamente. –Si la cubro, se pegará la sabana a su piel, además, el tallo debe secarse al viento para que surta efecto.-Y sin decir más, orilló a Izayoi al rincón de la cama más pegada a la pared. Luego de eso le pidió a Hiei que se recostara en la cama.

.- ¿Me desnudo también para que puedas chequearme a gusto? –le sonrió ladinamente haciendo el además de desabrochar sus pantalones, Kurama sólo colocó su mano sobre la de su amigo y volvió a negar con la cabeza.

.-Puedo sentir en ti sólo heridas superficiales y perdida de yôki. No estás tan grave. Sólo hay que suturar algunas partes. –El pelirrojo comenzó limpiando con un paño el torso descubierto de Hiei, luego de eso untó un poco de alguna espesa esencia de olor penetrante y dulce sus heridas, era algo relajante. Hiei cerró los ojos disfrutando del tacto del pelirrojo. Añoraba las curaciones tan delicadas a las que Kurama lo sometía, nada comparable con la rudeza de la asistencia galena en el Makai o la que se daba el mismo cuando no era grave. Siempre le había parecido que el zorro acariciaba más de lo que debía. Tampoco es como si le molestara aquello.

.-Hiei, tengo que decirte algo importante.

.-Comienza zorro, ya sabes que no me gustan los rodeos. –Dijo suavemente, casi en un murmullo o un ¿ronroneo? Cruzó las piernas en un vano intento de ocultar lo evidente. Estaba excitado.

.-La entrada al Makai se ha cerrado.

Hiei abrió muchos los ojos, dejando ver perfectamente sus rubíes dilatados. Se levantó de un salto olvidando la excitación que tenia y acorraló al pelirrojo contra la pared más cercana tomándolo de las solapas.

.-¿Qué has dicho?

Kurama cerró los ojos y tomando las manos de Hiei, las separó de él. –Que toda entrada al Makai está cerrada. No sé por qué. Pero ninguna está abierta. El sello Gekai está activo. Hablé con Yusuke, y me dijo que también le extraña, pero que hablaría con Koenma.

Hiei caminó a un lado y volvió a colocarse en la cama. Su cuerpo totalmente relajado o más aún, como un muñeco de trapo olvidado en un rincón.

Shuuichi lo miró con algo de pena, más regresó a sus trabajo. Tomó otro de sus blancos cabellos en el mechón reposando sobre el piso y lo unió a un hilo del tallo de flor, luego tomo la aguja de espina de rosa e hizo lo mismo que hizo con Izayoi.

Permanecieron en silencio mientras le suturaba con cuidado, siendo que Hiei si estaba conciente mientras hacía todo aquello. Finalmente y, mordiendo el hilo para romperlo, terminó con su trabajo.

El Koorime miró su cuerpo y suspiró, hizo el ademán de levantarse con toda la intención de hacerlo, más, antes de poder hacer nada, pensar nada o sentir nada, unos brazos menudos lo rodearon, pudiendo notar sólo como Kurama se le echaba encima y le abrazaba, tirándolo de espaldas a la cama, con el pelirrojo sobre de él. Apenas podía percibir el rostro humano acurrucado en su hombro, y como unas palabras se susurraban antes de caer los dos dormidos por el efecto del ungüento.

.-Quédate a vivir conmigo…

Izayoi se despertó con las sienes punzándole nuevamente la cabeza. Sentía el cerebro a reventar, como si este le chocara contra el cráneo. Se quejó gruñendo bajo colocando una mano en su frente. Se sentía incomoda y con el cuerpo pesado, pero fuera de eso, estaba bien y…desnuda. Suspiró. No es como si no le gustara dormir así, pero tampoco es como si estuviera sola.

Suspiró dolida anímicamente mientras se incorporaba de la cama lentamente, intentando gatear hacia la orilla más cercana. Aún con la oscuridad, había podido notar dos cuerpos más aparte del de ella encima del colchón.

Su novio dormía anchamente…sobre Hiei.

Estaba molesta, sí, pero no es como si ella pudiera hacer algo. Al menos le aliviaba ver que Shuuichi estaba vestido y el otro…Bueno, al menos llevaba los pantalones.

Se tocó el abdomen, sonriendo melancólicamente mientras su dedo viajaba por la diagonal trazando su cuerpo. Si eso seguía así, se le volvería un vicio el acariciar la cicatriz para amargarse la existencia.

Sacudió la cabeza y se dirigió hacia la puerta de la habitación, y desde el marco de la puerta, dio un ultimo vistazo a los chicos dormidos uno sobre de otro en la cama. Apenas y pudo evitar jalarse del cabello.

Ya una vez fuera del cuarto, caminó hacia su propia habitación buscando algo de ropa y sin mucho rodeo, tomó una ducha. La idea era que fuera lo más corta posible, pero la verdad, no había podido evitar quedarse sentada bajo la lluvia artificial de la regadera por más de una hora. ¿Qué más podía hacer? Sólo se le ocurría llorar a solas.

¿Por qué había pasado aquello? ¿Qué clase de vida había llevado Shuuichi antes de ella? ¿Cómo es que Hiei no era humano? ¿Cómo es que ella realmente creía que fuera posible aquella sarta de anormalidades? ¿Cómo haría para salir de ellas sin el corazón destrozado y el alma rota? ¿Debía pelear por Shuuichi? ¿Él la dejaría luchar? ¿Debería abandonarse a la locura como la salida fácil? ¿O al suicidio?

Cuantas preguntas no se había hecho ya mientras lloraba con la frente recargada en sus rodillas pegadas a su pecho. Y sólo y únicamente, dejó su mente en blanco cuando pudo levantar fláccidamente una mano para ponerla delante de su cara. Estaba arrugada cual pasa. Y aunque esto no fuera relevante, se decidió a salir del largo baño sin tener más que hacer.

Sin secarse y mojando el piso alfombrado de su habitación se vistió flemáticamente viendo si ver su reflejo en el espejo cuerpo entero que de ostentaba junto al armario. Con la luz prendida podía apreciarse mejor la cicatriz, más no se había dado cuenta de otra cosa. Esta brillaba con un destello plateado y parecía haber sido costurada muy hábilmente. Se extrañó, pero no quiso preguntarse el por qué de ello. No podía. Se sentía mareada y con unas nauseas horrendas.

.-A lo mejor estoy embarazada. –se bromeó a su misma, más sonó patética sin remediarlo. Era imposible. Siempre había tomado pastillas para que eso no ocurriera. Shuuichi había sido realmente paciente cuando se enteró de su alergia al látex, y fuera de burlarse de ella, como siempre hacían cuando se enteraban, le propuso ese otro método anticonceptivo.

Se paseó por la casa con los pies descalzos. Todo parecía en orden, casi como si jamás hubiera pasado nada ahí. Las ventanas completas, los muebles intactos, la alfombra limpia. Siquiera cuarteadoras en las paredes. ¿No habría sido todo eso un sueño?

.-A lo mejor me he comenzado a volver loca.

Aún así, la sutura se encontraba ahí, y Hiei también lo estaba.

.-Mmmh…-Una graciosa figura se arremolinó a sus pies, haciéndola tropezar vistosamente. Y ya acostada en el piso, con la cara en la alfombra, comenzó a llorar otra vez cual chiquilla.

No supo cuanto tiempo más estuvo llorando ni en la misma pose. Brazos flácidos a su costado, piernas tensas y rostro contra el suelo. Lo cierto es que no tenía ganas de moverse, ni de llorar, ni de pensar…mucho menos de vivir.

.-Izayoi…

La mujer no se movió, permaneció llorando sin inmutarse ¿para qué? Se había vuelto loca, no había razón para nada.

Una mano se posó en su cabello y comenzó a acariciar su nuca como quien reconforta a un niño. El tacto era suave y delicado, también adormecedor.

.-Perdóname por no decirte nada. –ella no levantó la vista. Sabía que Shuuichi era el que estaba sentado a su lado con las rodillas pegadas al pecho, mientras le acariciaba, lo único que pudo hacer para hacerle entender que lo escudaba, fue dejar de llorar, así pues, siguió derramando lágrimas. –No es algo que la gente crea. Siquiera mi madre sabe de esto, y sinceramente, nunca pienso decirle.

Ella suspiró tragándose unas cuantas pelusas de la alfombra, reunió paciencia, y se levantó con cuidado. Con uno de sus brazos se limpio el rostro y el otro lo apoyó con fuerza en sus muslos, tratando de recuperarse mientras se hincaba frente a Minamino.

Kurama le sonrió melancólicamente viéndole aguantar el llanto. Izayoi Kino era una mujer fuerte, por eso se había enamorado de ella. Aún así comprendía que nadie soportaría lo que ella estaba pasando.

.-Tampoco era algo que pudiera decirte a ti. Pocos saben de todo esto, y muchos menos han podido aceptarlo. No es que sea malo, simplemente no es común.

.-¿De que rayos estás hablando, Shuuichi?

El pelirrojo la miró inexpresivo luego le sonrió.

.-¿Estás hablando de el monstruo, de tu transformación, de Hiei o de mi corazón roto?

Kurama se hincó. Luego apoyó una mano en la alfombra y utilizó la otra para tomar la barbilla de Kino, la acercó a él y le besó los labios suavemente, acariciando la barbilla con el pulgar mientras el beso se rompía.

.-Estoy hablando de todo eso y más de lo que puedas entender. Pregunta lo que quieras y te contestaré. Lo mereces después de todo lo que te he hecho sufrir.

Izayoi bajó la vista encontrando tentadora esa oferta. Sólo tenía que entregar una pregunta para comprar una respuesta. Kurama, por su parte, se colocó lo mejor que pudo frente a ella, sentándose parsimoniosamente.

.-¿Qué eres?

El Kitsune le miró, sonriéndole ante la pregunta mal formulada. Estaba seguro que la pregunta que ella debió hacer era la de: "¿Qué fuiste?".

.-Soy un humano.-le sonrió, pero decidió alargar su respuesta. –Pero no soy cualquiera. Soy la reencarnación de otro ser. Un Yôko.

Ella quiso sorprenderse, pero por alguna razón no pudo. Apuntó la respuesta en su mente, para poder asimilarla después.

.-¿Qué es Hiei? Me dijo que no era humano.

.-Y no lo es. Es un Yôkai.

.-¿Yôkai?

.-Hai. –Kurama le sonrió. – Él es un demonio.

Tragó saliva. No era como imaginaba a los demonios, más sin embargo era algo que se acercaba mucho, recordando simplemente su frialdad y esos ojos rojos que taladraban lo más profundo de alma, quizás un poco más.

.-¿Cómo lo conociste? ¿Desde cuando?.

El pelirrojo ladeó el rostro fingiendo pensar con una expresión infantil. Esto relajó un poco a su novia, aunque lo hacía para relajarse a si mismo. Luego sonrió. Una sonrisa que a Izayoi le rompió más el corazón.

Kurama comenzó entonces con su relato. Los tres tesoros, Yusuke, de cuando tenían que recuperar la "flauta mágica", los hermanos Toguro. El asunto de ser detectives espirituales, el torneo. Todo. Habría sido una historia interminable de no ser por la luz del alba entrando por la ventana reparada.

Izayoi suspiró. Se levantó lentamente. Al menos eso explicaba muchas cosas acerca de su novio, tales como la herbolaria o su increíble inteligencia. Y aunque tenía curiosidad por preguntar más, tampoco estaba segura de que fuera seguro para ella hacerlo.

Kurama sonrió de lado de una manera complaciente, aunque amable. Al menos ella había empezado a asimilarlo, y quien sabe, a lo mejor algún día, su corazón no estaría tan roto como lo estaba ahora.

Un repitido se escuchó rompiendo toda ensoñación y mientras Izayoi caminaba despacio para darle de comer a su gata, el sonido de la contestadora se volvió insistente. Kurama hubiera deseado poder contestar el teléfono antes de que se grabara el mensaje, pero por alguna extraña razón, el teléfono en sí estaba derretido y la contestadota estaba perdida en el piso, tras el mueble donde iba.

.-Está hablando a casa de Minamino Shuuichi y Kino Izayoi. Por el momento no nos encontramos o no podemos contestar, así que por favor deje su nombre, mensaje y numero telefónico y nos comunicaremos con usted en cuanto no sea posible. Gracias.

La mujer salió de la cocina al escuchar la contestadota he iba a preguntarle a Shuuichi el por que no contestaba, cuando escuchó la voz iracunda de su jefe.

.-¡Pequeña perra desgraciada! Considérate despedida. Por tu culpa casi hemos perdido la firma que había estado esperando. No necesito gente incompetente como tú. Me aseguraré de que nunca puedas volver a trabajar en ésta ciud…

Y había podido seguir así, de no ser por que Kurama había pisado con fuerza el aparato después de haber logrado sacarlo detrás del mueble. Volteó a ver a Izayoi quien seguía parada sin articular palabra alguna. Se le había olvidado decirle que llevaba cuatro días inconsciente.

.-¿Qué fue todo eso?.-apenas murmuró la mujer, acercándose al pelirrojo.

.-Lo siento, llevas varios días inconsciente. –Kurama ladeó la cabeza. Sabía que a Kino le gustaba su trabajo, aún fuera de su jefe y la hija de este.

Ella suspiró contendiéndose de llorar nuevamente. ¿Cuánto más le iba a pasar? Acarició la sutura por sobre su camisón y esperó a relajarse. Se acercó a Shuuichi y asentó su frente en el pecho de este, esperando el poder relajarse escuchando su corazón. Al parecer, ya no le quedaba nada en el mundo…

.-Shuuichi.

.-¿Mmmhhh?

.-¿Vas a abandonarme?

Kurama le acarició la nuca, pasando los dedos por las hebras castañas que se enredaban entre ellos… –Jamás lo haría.

Hiei entraba a la sala en ese momento…

Siento mucho el no haber actualizado en tanto tiempo, realmente lo siento, pero he estado muy ocupada, y tengo muchas historias por actualizar. Espero tener más tiempo de ahora en adelante. De todas formas también he estado deprimida mucho tiempo y sin ánimos de continuar, más sin embargo, si he de morir, quiero al menos terminar lo que ya empecé. No se preocupen, ni muerta quiero dejar cosas inconclusas.

Se que han esperado mucho (bueno, algunas lo han hecho), por ello ando apurándome con esta historia y con la de Contraparte, que pronto publicaré el siguiente capitulo, ando en mi mejor intento de escribir al menos dos capítulos de algo por semana, no sólo de esta, sino de todos mis demás fics. Espero me tengan paciencia y si ven que me demoro, regáñenme mucho nñU.

No puedo decir mucho, así que nos vemos pronto (y esta vez si será pronto).

La queratina ni en sueños puede ayudar a la rápida cicatrización, sólo lo he puesto por que…er…no se por que realmente, lo que si podría decirles, es que la queratina la tenemos en nuestro cabello y nuestras uñas, y aún después de muertos, puede seguir creciendo. Se que es un dato tonto que la mayoría ya se sabe, pero quiero dejarlo claro. A lo mejor, y si se aplica correctamente, si se pueda (en un futuro no tan distante y fuera de mi mundo de desvaríos) usar en medicamentos ayudando a la cicatrización. Es una teoría tonta que tengo, pero sepa, a lo mejor algún día le pido a un boticario queme ayude a desarrollarlo, cosa que dudo.

¡Cuídense y no olviden regañarme!