Bifurcación.
Capitulo 1: Feliz.
Alguna vez, en alguna revista de esas que leía cada que iba a la estética, había encontrado un artículo que llevaba por titulo "¿Qué piensas cuando haces el amor?". Y es que nunca se había preguntado aquello.
Sonrió durante el orgasmo. Tenían de novios dos años con ocho meses, siete de los cuales, llevaban viviendo juntos. Para ella era seguro que pronto le pidiera matrimonio. Por un momento, mientras se convulsionaba de placer, pensó que no podría ser más feliz. Nunca había tenido suerte con los hombres, siempre terminaban siendo unos patanes o unos ebrios que no hacían más que malgastar el dinero que ella con tanto esfuerzo obtenía. Pero esta vez no. Shuuichi era maravilloso, todo lo que cualquier mujer hubiera deseado, y ahora que lo tenía para ella, sentía que todo lo que había sufrido en lo que llevaba de vida, era recompensado con ese hombre tan deseable que estaba ahora dentro de ella, a punto de llegar al clímax.
Él se abrazó a su cuerpo y le susurró en el oído un "te amo" entorpecido por la voz ronca que le provocaba la excitación, esto antes de lamer su oreja y gritar extasiado junto a su cuello por la llegada a la cima que acababa de experimentar.
Y a ella le encantaba eso. Ni porque lo hacía cada vez, cada noche, en cada pasión, dejaba de gustarle. Si iba a quedar sorda, más le valía que fuera de esa forma.
Sí, Minamino era un hombre esplendoroso, atento, cariñoso, servicial, talentoso, y todas sus virtudes se equivalían a su belleza. Nunca en su vida le había parecido decirle bello a un hombre, pero ahora pensaba que este era hermoso.
Cuando sus respiraciones se acompasaron con la frescura de la ventana abierta de su departamento, él la abrazó con cariño, atrayéndola más a su cuerpo, para darle el calor de su ser, tratando de salir de su cuerpo.
La mujer sonrió plegando su piel con la de él lo más posible, evitando que abandonara su intimidad, mientras rodeaba con su brazo la musculosa cintura del varón acercando más su pelvis y se encajara más en ella.
-Así se duerme más cómodo –le dijo como excusa, que en parte era cierta, pero en realidad deseaba sentirse completa, por entero llena.
-Bien amor –le susurró, lamiendo sus cabellos castaños, antes de acomodarlos detrás de su oreja para apartarlos de su frente, dispuesto a besar por encima de sus cejas. Ella le sonrió cuando después de eso, le había llamado bella.
Lo besó delicadamente en los labios antes de abrazarse lo más que pudo a él, Shuuichi la rodeó con un brazo en la cintura y se durmió con el rostro encajado entre sus senos. Cosa que ella sabía que le encantaba.
Cuando ella se levantó por la mañana, se encontró desnuda durmiendo sola. Suspiró. El trabajo de Minamino siempre lo hacía salir temprano del hogar para encontrarse puntual en su oficina. Uno nunca sabía, a lo mejor un cliente llegaba y no se le encontraba para atenderlo.
Sonrió incorporándose de la cama ligeramente, dejando su pecho sin el resguardo de las sabanas, se estiró y respiró profundo, buscando el olor a él que emanaba en la habitación.
Ya era algo tarde, y ella también tenía que irse a trabajar. Exhaló decepcionada; era delicioso permanecer acostada en la cama durante toda al mañana, después de haber hecho el amor. Pero tenía que pagar su parte de los gastos, y ese pensamiento le hizo prácticamente saltar de la cama hacia el baño, para darse una rápida ducha y encaminarse a su labor.
Antes de salir al despacho donde trabajaba, regó las plantas de su novio y alimentó a su gato. Se sentía de maravilla tener la vida que llevaba.
Camino a su trabajo, mientras manejaba, recordó al dar la vuelta por un parque cercano, la pequeña vanidad que de vez en cuando le llegaba cada que, en sus salidas a caminar los sábados por las tardes, se abrazaba al brazo de Shuuichi de manera delicada, para apretarse más a él cuando las otras chicas los miraban.
Si las miradas mataran, estaba segura que ya habría muerto acribillada desde hacía tiempo, ante las observaciones siempre atentas de todas esas muchachas del parque que soñaban algún día estar abrazadas de esa manera del brazo de aquel encantador y sexy muchacho.
Lo que más gracia le daba, era que Minamino le seguía el juego, y colocaba su mano sobre los dedos cruzados apoyados en su codo. O cuando la besaba bajo un árbol, una banca, en el lago o junto al camino de las bicicletas.
Nunca podía evitar carcajearse al llegar a casa mientras ambos se burlaban de las caras iracundas de las "damas" al mirarlos. Era soberbia al presumir lo que tenía, pero le parecía divertido ser centro de miradas de rencor.
Llegando por fin a su trabajo, aparcó el auto y se dirigió hacía su labor, saludando a su jefe con el entusiasmo que Shuuichi le provocaba al recordarlo. Siempre ahí, para ella.
Su vida era al fin perfecta, y ante todo, deseaba que permaneciera así.
Ya por la tarde, cuando regresaba al fin a casa, hizo lo que siempre hacía tomando esta rutina como agradable.
Preparó la cena como siempre. Más verdura que carne, pero con Shuuichi era hasta divertido ser casi vegetariana. Suspiró metiendo al refrigerador la jarra con agua de frutas tropicales frescas. Se lavó las manos, recogió la casa y luego de eso, la aspiró.
Miró el calendario de labores y evitó meter la ropa a lavar, cosa que le tocaba a su querido pelirrojo, sabía que este se disgustaba cuando hacía más de la cuenta con las labores de él.
Finalmente se dio una rápida ducha, y se recostó en el sillón hasta quedarse dormida.
Alrededor de una hora y media después, la puerta principal se abrió lentamente para dejar una cabecita pelirroja asomarse por ahí. Minamino sonrió al encontrar todo en silencio, y supuso que Izayoi dormía en la sala. Entró sin hacer ruido, sentándose con cuidado en el recibidor, y sin ponerse sus pantuflas, caminó hasta el sillón donde ella se encontraba.
Sonrió con un deje de malicia, colocándose tras el respaldo, le gritó dando un brinco sobre ella.
La chica cayó al suelo pesadamente, obviamente, Shuuichi no había alcanzado a atraparla a tiempo y ahora se encontraba acostada sobre el piso, con esa expresión de sorpresa que tienes cuando te preparan un cumpleaños a tus espaldas.
El chico la miró con pena y arrepentimiento, le enmarcó el rostro con las manos, pidiéndole perdón de manera apresurada, ella, desviando un poco sus ojos avellanos, le dijo que le otorgaría el perdón, sólo sin la besaba.
Él así lo hizo, y comenzaron a reírse, siempre pasaba lo mismo, y siempre le pedía la misma cosa para compensar su falta. Finalmente ella le dio las buenas tardes, y le deshizo la corbata, indicándole que se alistara porque ya iban a cenar.
Shuuichi lo hizo sin chistar, recordando con nostalgia que su madre solía hacer lo mismo con él, incluso ahora que no vivía con ella, lo trataba como a un gran bebé, cumpliéndole cualquier capricho, lo mismo que el señor Hatanaka y Shuuichi, su hermano menor.
Una gota apareció en su frente, recordando entonces el porque no iba tan seguido a casa de su madre. Realmente odiaba sentirse chiqueado…a veces.
A decir verdad, los chiqueos que se permitía, eran los que le daba su novia, Izayoi, porque en ellos implicaba el poder besar su piel morena y bronceada, el ser tocado de una forma belicosamente sensual, y llegar al éxtasis de sus placeres de manera ensoñadora.
La chica pasó frente a él, comentándole que la mesa estaba lista, y que sólo lo estaba esperando.
La cena pasó sin mucho percance, con aquello que el zorro de Makai adoraba comer, y los temas que a la secretaria le gustaban oír.
Ella siempre mostraba complaciente, y el escuchar como el día había trascurrido en la vida de su pareja, le era algo increíblemente reconfortante, mientras aprendía cada vez más de él.
Finalmente la cena terminó y Shuuichi se levantó a fregar los platos, lavar la ropa, y dedicarle cierto tiempo a su pequeño vivero en el balcón más grande de la casa.
Sí, desde que se había disuelto el Renkai team, las misiones ya no le preocupaban, hacía poco más de dos años que aquello había acabado (bueno, más bien casi tres años, si hacía la cuenta, se acercaba más a los tres años, que a los dos). Ahora trataba de vivir con clama y normalidad, en un mundo en le que no pasa nada. Y así parecía estar feliz.
Con su madre, padrastro, hermanastro, un trabajo estable y exitoso, el cuidado de sus plantas y ahora, esa hermosa mujer que descansaba con la cabeza apoyada en el descansa brazos del sofá, acostada a medias mientras miraba la televisión; le bastaba para ser dichoso.
Aunque…
Bueno, aún extrañaba las cosas oscuras de su vida de Youko, los peligrosos arrestos, los exabruptos repentinos, las quejas de sus compañeros…y a él…
Sus ojos vagaron por el pequeño vivero, admirando con tristeza todas esas plantas suyas, cada una más exótica que la anterior. No podía evitarlo, su recuerdo siempre le dejaba una agridulce sensación en el alma, y no era por nada, "él" se había decidido a permanecer junto a Mukuro, cumpliendo con su deber.
Algo se restregó contra su pierna y sintió que le cosquilleaban el talón. Sonrió olvidándose de todo lo pasado, y con el atomizador con el que regaba las plantas, mojó ligeramente la cabeza de la gata que buscaba su compañía.
La criaturita se revolcó juguetonamente en el piso, y comenzó a frotar la parte mojada, con su pequeña garrita.
Comenzaba a entretenerse jugando con el animal, cuando unos esbeltos brazos lo rodearon mientras lo acercaban a un pecho confortable y esponjoso, obviamente el de una mujer.
-¿Ya te había dicho que te amo? –escuchó al voz de Izayoi, murmurarle al oído. Él se sonrió y asintió con la cabeza –Bueno, no está de más recordártelo de vez en cuando.
Ella lo volteó para poder verlo a los ojos, y una vez hecho contacto con sus pupilas, lo besó delicadamente, obligándolo a recostarse en el frío piso de aquel bacón atiborrado de plantas. Las manos delicadas de la muchacha, comenzaron a desabrochar los botones de la camisa que en ese momento llevaba él, procurando acariciar su pecho mientras se abría camino al deshacerse de esa prenda.
Prontamente, Minamino rompió el beso, y apartando las caricias, la movió y se levantó hasta quedar sentado en la superficie de loza. La miró severamente durante un instante y ella se hizo hacía atrás.
-¿Qué te he dicho sobre éste lugar? –le regañó él.
Izayoi, ladeo las pupilas claras hacia un lado, refunfuñando casi divertidamente –Nada de sexo en el vivero.
-Exacto –dijo Shuuichi.
La chica sonrió, no por nada, le había costado trabajo a su novio conseguir todas esas extrañas plantas, y aún más, el mantenerlas con vida. Lo entendía, si él decía que "no", entonces eso era porque "no".
Se levantó y salió del balcón, entrando al departamento –Entonces no te arregles la playera, y ven a la cama en cuanto acabes ahí.
El pelirrojo sonrió y dejó el atomizador a un lado, después de todo, ya había acabado con el cuidado de sus plantas.
Sonrió con un deje travieso de aquellos que tienen los niños al pensar en travesuras, y antes de que ella hubiera llegado a la puerta de la habitación, él, de tres saltos, la había acorralado ya en la pared a un lado de la puerta de ésta.
Fue entonces cuando su rostro se puso serio, y antes de que ella preguntara nada, el ya se encontraba desabrochando los botones de la pijama rosa de ella.
-¿Sabes? –comenzó a decirle, frenando un poco su prisa por desnudarla –Megumi se casará en dos semanas.
-¡Eso es fantástico! –dijo ella, olvidándose un poco que unas manos la desvestían –Supongo que te ha invitado a la boda.
-Nos –corrigió él –. Después de eso, se irá de luna de miel, y aun así, tendrá que ir a vivir a Osaka, donde su esposo trabajará. La chica lo alejó un poco sin saber entender lo que el quería insinuarle. Él le sonrió de una forma encantadora, mientras le abrazaba cariñosamente – Se mi asistente. –le pidió. La chica no pudo más que abrir más los ojos ante tan repentina propuesta. Las manos le temblaron un instante, perdiendo incluso hasta el hilo de candor que le provocaban las manos de Shuuichi pasearse por su torso semidesnudo bajo el saco de la pijama. El pelirrojo dejó sus caricias para mirarla a ojos ojos, notando que ella no respondía a su tacto, como siempre hacía. -¿Aceptas o no?
Unos delgados brazos se enredaron en su cuello, y una boca sedienta, le cubrió el rostro con besos. Las piernas de la chica entonces flaquearon, y se asieron a la cintura del joven, quien la cargó a duras penas, por lo inesperado de su acto. Tomaría eso como un sí.
Finalmente y sin cerrar la puerta del cuarto, depositó a la chica sobre la cama, colocándose sobre ella con cuidado, procurando no aplastarla demasiado con su peso.
Ella sonrió al sentirse desnudada lentamente por esas suaves manos que Minamino poseía, con sus dedos recorriendo cada rincón mientras era desprendida de toda cubierta que le impidiera mostrar su naturalidad.
Pronto se encontró desnuda del todo, con él encima, besando su garganta. No podía negarlo, el único peso que le gustaba cargar, era el de él amoldándose a su piel. Sus ojos se cerraron, cuando los dedos de Minamino se cerraron en su pezón apretándolo ligeramente mientras lo frota con sus yemas.
A tientas, y de una forma a la que ya estaba acostumbrada, desvistió poco a poco a su novio, permitiéndose tocar su excitación, que inminentemente, había buscado salir desde que había comenzado el acto. Sonrió, su novio estaca casi erecto en su totalidad.
Cerró los ojos con un poco más de fuerza, para poder resistirse a las caricias que el le brindaba tan maravillosamente (claro, siendo él, Shuuichi Minamino, lo menos que podía ser, era un buen amante). Su cuerpo bajó de la cama, arrastrando por las manos a Shuuichi, invitándolo a sentarse en el borde de esta. El pelirrojo obedeció sin chistar, sabía bien lo que ese movimiento significaba, y la verdad, estaba ansioso por el. Lentamente, y sin pena alguna, la chica posó su lengua sobre el miembro erecto del muchacho, provocándole un ligero temblor ocasionado por la increíble sensación de placidez, que aquellas caricias húmedas dejaban sobre su más sensible piel.
Ahora un poco más rápido, y con más iniciativa, la chica depositó sus labios sobre la punta del glande, y succionó un par de veces, esperando la reacción de su querido amor, quien simplemente la tomó de los cabellos y le indicó el camino de forma suave. Pero ella ya lo conocía a la perfección, y aquella dirección que le daba, sólo le indicaba que el necesitaba más. Su rostro se empinó un poco, para poder atrapar por completo el insipiente miembro dentro de su boca, disfrutando la calidez y humedad que le prodigaba aquella piel dentro de su garganta.
Pronto, y utilizando sólo las yemas de sus dedos, comenzó a acariciar los testículos bajo su barbilla, disfrutando de la falta de aliento que su amante comenzaba a tener. Lo sintió temblar dentro de su boca, y escuchó los gemidos más escandalosamente. Así era él, le gustaba exteriorizar su sentir con voz audible. Su garganta se atragantó con un movimiento, y pronto se vio inundada por la esencia más deliciosa que pudiera destilar un cuerpo.
Tragó todo lo que pudo, pero aún así no fue suficiente, el fluido resbaló por sus labios, recorriendo su barbilla y muriendo como desemboque de río, en el nacimiento de sus senos.
Suspiró recuperando el aliento, dejando que Shuuichi hiciera lo mismo. Así que se levantó de suelo, y se sentó a su lado, en la cama, admirando como él vencido por el cansancio de ese momento, permanecía boca arriba admirando con atención la lámpara apagada de la habitación.
Su delicada mano viajó hasta su cabeza y acaricio con delicadeza aquellos cabellos de fuego y sangre que se arremolinaban en su la frente de su más grande amor, despejándolos de sus ojos para que pudiera ver mejor el techo.
Él suspiró agradecido, y cerró los ojos disfrutando las caricias, tratando de recuperar el aliento para poder continuar con la noche y su pasión.
Pronto, y tomándola por sorpresa, se incorporó y la acorralo bajo su peso para besarla con hambrina, mientras la estimulaba con dos dedos en su entrada más intima, preparándola para lo siguiente.
Izayoi gritó con placer, al sentir los dedos del muchacho atrapar su clítoris y estimularlo con leves frotamientos entre sus yemas. Los ojos se le entrecerraron por el confort e instintivamente separó más sus piernas. Brindándole mayor control de la situación al pelirrojo, que comenzó a bajar sus labios por aquel cuerpo afemino, hasta acabar en su Monte de Venus.
La chica gritó de placer al sentir la lengua del chico lamer y recorrer toda su intimidad, picando con la nariz los pliegues de la entrada de su cuerpo.
Finalmente, y luego de mucha estimulación, Izayoi explotó en placer sintiendo todas aquellas supremas caricias dadas por el apuesto chico. No puedo evitar el apretar con sus piernas la cabeza del muchacho, para que no moviera el rostro de su vulva.
Pasados de unos minutos en los que ambos se besaron corta y tiernamente para recuperarse, Shuuichi prosiguió a entrar en ella de una forma cariñosa, ahora que ambos estaban listos, podía darse el lujo de sentirla más profundamente, como siempre le había gustado.
El vaivén dentro de aquella húmeda cavidad se hizo más rápido conforme el frotamiento era inevitable y vívido, sintiendo encantados como la piel de ella se cerraba para apretarlo y prolongara su placer.
Minamino volvió a gritar en su cuello, y un instante después, en una forma mutua, ambos llegaron a la gloria.
Shuuichi salió de ella, y la abrazó con fuerza, acariciando su hombro mientras trataba de dormir. Ella se rió levemente y jaló las sabanas para poder cubrir a ambos. El pelirrojo se lo agradeció, y la besó en los labios, tratando de no parecer cansado. Los dedos delicados de la chica se centraron en la mejilla de Shuuichi y curvearon sus rasgos murmurándole un buenas noches.
Como siempre, él se quedó dormido primero. Siempre pasaba eso. Cada que hacían el amor, él se dormía primero, y ella, para no aburrirse mientras la embargaba Morfeo, se quedaba a contemplarlo en esa forma tan vulnerable, que era el sueño.
Sonrió recargando el codo sobre la almohada, con medio cuerpo ladeado, y su rostro sostenido por su palma. Su otra mano vagó por el cabello rojizo de su gran amor, y sin poder evitarlo, sus dedos tomaron un mechón, frotándolo suavemente contra su oreja.
En sueños, Minamino sonrió de manera encantadora, como si soñara en la mejor de las cosas, Izayoi no pudo evitar sonreírle de vuelta, de una forma tan encantadora.
-Te amo…-escuchó murmurar entre sueños al chico, y su sonrisa se volvió la más ancha que nunca nadie había visto jamás-…te…te amo tanto…Hiei…
La sonrisa se le congeló en el rostro a la mujer de castaños cabellos, apoyada junto a él, la mirada de confusión asesinó al sueño que comenzaba a tener en ese momento, la manos temblando ligeramente, soltando de pronto, aunque aún estática, el cabello de fuego del muchacho.
Su mirada se clavó entonces en la sonrisa sincera y cariñosa que el chico afloraba en labios, cuando, curvándose y encogiéndose, repitieron lo que ella creyó haber escuchado mal.
-Te amo…Hiei…
Bien, espero les haya gustado este primer capitulo de está, mi segunda histeria de Yu Yu Hakusho. A mi me ha encantado. Llevaba tiempo con esta idea en la cabeza, y no podía más que pensar en que poner.
Espero manden sus comentarios, y saludos a los que me lean y no también.
Desearía seguir platicando más, pero tengo sueño, aquí ya son más de media noche, y tengo mucho sueño, así que sólo me despido, pidiéndoles por favor, esperen pacientes el siguiente capitulo.