Declaración: Rurouni Kenshin y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad intelectual de Nobuhiro Watsuki y la Sony hasta ahora tiene los derechos de animación y distribución... una lástima. En fin, que hasta que no salga una reivindicación del Seisohen, seguiré inventándome estos fics.

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Entre mis Brazos

Acto Uno

"Un rurouni y dos muchachas"

por

Blankaoru

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"Hace 150 años, Japón estaba inmerso en el agitado torbellino del final de la Era Edo. En aquél entonces, en Kyoto, vivía un hombre conocido como Battousai Himura.

Este hombre era uno de los personajes principales de la nueva Era Meiji, y también uno de los asesinos más importantes de la época. Pero desapareció al fin de la Guerra Civil. Con el tiempo se convirtió en una auténtica leyenda, le apodaban "Battousai el Asesino".

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Tokio, 1878.

El joven viajero caminaba tranquilo por las oscuras calles. Su andar pausado y su baja estatura no atemorizaban a nadie, pues no se le veía peligroso. Sin embargo la espada que traía sujeta al cinto llamaba mucho la atención en una época en que sólo los policías autorizados podían portar una. Esto animó a una joven agazapada en la sombra a salir de su escondite y atacar al viajero.

-¡Detente allí, "Battousai el Asesino"!-

El viajero se detuvo y volteó a observar. En tanto, la joven ninja lo miraba con sus ojos verdes refulgiendo, orgullosa del tono firme de su voz ante el desconocido y soportando sin chistar el frío de aquella noche invernal.

El hombre nada dijo. Sólo siguió observando a Misao. Parecía ser sólo una niña vestida con un extraño traje azul marino de pantalones cortos y camisa sin mangas y un obi rosa a la cintura.

-¡Al fin te encuentro, Battousai el Asesino! ¡Así podré acabar con la ola de asesinatos que has venido cometiendo desde hace dos semanas en nuestras calles, asi que prepárate!...-

Misao lanzó todo el peso de su esbelto y pequeño cuerpo sobre el pelirrojo que gracias a un salto rápido pudo evitar el golpe. Desgraciadamente para él, el aterrizaje no fue del todo ágil, ya que cayó pesadamente sobre algunas tarimas de madera que se encontraban a un lado de la calle, las que se rompieron bajo su peso. Él se perdió bajo ellas...

La joven ninja no dudó en acercarse para acabar con ese torpe ser aunque, considerándolo mejor... él no era oponente para nadie... ¿o si? Bueno, también podía estar fingiendo torpeza y esta idea puso nuevamente en alerta a Misao.

-Soy un Vagabundo... un simple vagabundo que viaja sin rumbo, un espadachín sin hogar. Sólo eso.- dijo el viajero tratando de salir poco dignamente de entre las maderas rotas.

Misao era demasiado suspicaz y lejos de ayudar al viajero, le quitó su espada. La sacó de la vaina y sin comprender, observó la limpia hoja invertida en ella.

-¿Crees que se puede matar con esa espada?- dijo sonriendo humildemente el hombre de cabello rojo, recogiendo su pequeño morral.

Misao no bajó la guardia ante su tono gentil y su aparente inocencia. Pero debía reconocer que lo que el viajero insinuaba era cierto. Renuente, guardó la espada en la vaina y se la entregó al pelirrojo.

-Deberías recordar que está prohibido a los civiles portar espada. Por otra parte, debes tener cuidado con un peligroso asesino que anda por estos lugares. Es un despiadado que mata por placer.- dijo Misao, sin ganas de disculparse con el vagabundo. Después de todo, ¿quién lo mandaba a andar con una espada a la vista en "tiempos de paz"? Cualquiera podía confundirlo con un asesino.

Los inconfundibles silbatos de la policía se escucharon en el lugar. Misao, siempre atenta, corrió hacia la dirección desde la que provenía el sonido, abandonando al vagabundo y a su extraña espada. Estaba segura de que esta noche daría con el muy maldito asesino...

Y no se equivocó. Pronto dio con él.

Algunos policías intentaban amedrentarlo con sus espadas, sin embargo el gigante enmascarado se reía de ellos y los atacaba sin piedad, cortándoles dedos, partes de orejas... a algunos los mataba sin consideración atravesándoles la cara. Pero Misao, al ver esto no se acobardó. Sólo sintió la sangre arder en sus venas al recordar el daño que esa espada había causado a su prima y amiga más querida...

Pero no era tiempo de ponerse triste, sino de luchar. Misao saltó sobre los policías aun en pie, quedando frente a frente al gigante.

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El vagabundo había suspirado de alivio al ver que la niñita violenta dejaba de molestarlo. Sin embargo, siguiendo su intuición decidió seguirla porque algo le decía que estaban pasando cosas en ese lugar que podrían requerir de su intervención.

Misao saltó y alcanzó el rostro del gigante, volteándolo de una certera patada. Como una experta cayó a tierra para tomar impulso nuevamente antes de golpearlo esta vez en el torso, buscando derribarlo. Desgraciadamente para ella la poderosa musculatura del hombre y el peto de metal que llevaba redujeron considerablemente el daño que ella pudo haberle hecho y habiéndose repuesto del golpe en el rostro, el hombre se decidió a atacar empuñando su arma.

La hirió en un brazo y estaba claro que el corte hubiese sido más profundo de no mediar la agilidad de la joven ninja que se alejó de un salto antes de que el arma pudiera penetrar más en su carne. Pero quedó con la pared a su espalda, impidiéndole escape a menos que fuera hacia los lados.

El gigante escupió una muela que se soltó con la patada recibida y miró enfurecido a Misao. Ella era la única mujer que había logrado golpearlo asi... bueno, en realidad era la segunda. Pero no viviría para contarlo y se lanzó sobre ella, listo para partirla por la mitad.

Misao supo entonces que iba a morir. No se acobardó y miró de frente al gigante, alzando altanera el rostro hacia él y poniéndose en posición de ataque.

Moriría en combarte y con honor.

La intensidad de su mirada choqueó un tanto al gigante, lo suficiente para detenerlo. Se repuso de inmediato, retomó su posición y volvió a lanzar el golpe.

La espada partió todo a su paso, dejando una brecha de destrucción en la pared atacada. Pero ni rastros de sangre ni olor. Ni rastros de la chica.

Los silbatos de los refuerzos de la policía se escucharon a lo lejos. El gigante buscó con la mirada a la chica y la descubrió en brazos de un sujeto al que no conocía, pero que tenía pinta de ser un debilucho. Al escuchar otra vez los silbatos, optó por retirarse. Total, había matado y herido policías... por esa noche había sido suficiente el escándalo que había hecho y estaba satisfecho.

-¡Soy Battousai el Asesino, de la Escuela Kamiya Kasshin!- gritó el gigante mientras corría, perdiéndose en la oscuridad. El vagabundo entonces, viendo que no había peligro aparente, dejó a Misao en el suelo, quien le aseguró que estaba bien y que la herida en el brazo era tan solo un corte pequeño. Ni sangraba.

Misao declaró a la policía cuanto había visto. El viajero se escondió por lo de la espada que traía... no quería que lo arrestaran por hacer caso omiso de la prohibición. Pero cuando Misao se puso a caminar, él, siguiendo su instinto, comenzó a seguirla hasta que la chica se dio cuenta y se dispuso a enfrentarlo.

En eso recordó que cuando el gigante lanzó su ataque contra ella, como un relámpago había aparecido el Vagabundo, que tomándola en brazos la puso a salvo. Ella le debía la vida.

Tenía que agradecer, al menos.

-Hey, vagabundo... te doy las gracias por lo que has hecho por mí. Si lo que necesitas es dinero, sabré recompensarte.-

El vagabundo se detuvo, avergonzado.

-En realidad... no pensaba en dinero, sino en cuidar de usted hasta que llegue a su casa. Es todo.-

Misao entonces reparó en su gesto apacible y humilde. Decidió relajarse.

-Oh... de todos modos, usted se ve bastante pobre y algo flaco. Por favor, acepte comer algo conmigo. Le invito a la casa... es lo menos que puedo hacer.-

-No se preocupe, señorita. Yo solo deseo ver que estará usted bien. Pronto seguiré mi camino.-

A pesar de las buenas y sinceras intenciones del vagabundo, su estómago lo delató con un gruñido de protesta. No había comido nada desde la noche anterior...

-Señor vagabundo, por favor, acompáñeme, no se haga de rogar. - sonrió Misao. Decidió que ese tipo extraño le caía bien.

Caminaban en silencio, hasta que el vagabundo le habló. Tenía una duda.

-Debo suponer que ese sujeto que la atacó es Battousai, a quien buscaba, ¿no?. Me parece que es un asunto peligroso para una niña como usted. Yo puedo ayudarla a localizarlo, ya que tenemos el nombre de su escuela... "Kamiya Kasshin".-

Misao nada dijo. Sólo se dedicó a caminar con los puños levemente apretados. El vagabundo pensó que quizá la había molestado con su ofrecimiento. Se iba a disculpar cuando vio que la chica de ojos verdes se detenía frente a la entrada de una casa y empujaba una puerta de madera para entrar. Pero antes le señaló el nombre del lugar, indicándole, fijado a la pared, un tablón con las palabras talladas.

"Dojo Kamiya Kasshin Ryu"

-Ese hombre ha tomado el nombre de esta escuela de kendo para cometer sus crímenes... ha perjudicado enormemente este dojo, motivo por el cual ya ni estudiantes tiene y su mala reputación se sigue extendiendo por la zona.- aclaró Misao, con tensión evidente en su voz. – Quizá soy muy joven como dices, para enfrentar estas cosas yo sola, pero... pero vagabundo, nadie hace nada y yo no puedo quedarme sentada mirando lo que sucede... no es mi estilo.-

El vagabundo miró a Misao. Era muy fuerte y valiente para ser tan solo una niña. La jovencita entonces lo invitó a pasar al lugar.

Se encontró ante un patio grande. Y una casa que también se veía grande. Al lado de ésta estaba lo que debía ser el dojo de entrenamiento.

-Pero usted no es de este lugar, ¿verdad?... este dojo es de kendo y usted... bueno... no parece kendoka.- observó el vagabundo.

-Claro que no sé nada de espadas. En realidad, el dueño de este dojo era mi tío. Yo vivo en Kyoto... ¡Hola... llegué!- gritó hacia el interior de la casa.- señor vagabundo, pase por favor, en un momento cenaremos algo caliente... ¡Oh, qué torpe soy... no me he presentado. Mi nombre es Misao Makimashi. Pero me caes bien, asi que te tutearé y te dejaré llamarme Misao.-

El vagabundo sonrió ante esa chica tan simpática y amable mientras dejaba su escaso equipaje en el suelo. Misao irradiaba mucha vitalidad y se notaba de personalidad alegre. Bueno, la había visto enfadada, pero por lo visto eso no era usual en ella.

Un médico apareció en la puerta. Era de edad y sonrió a Misao. Saludó cortésmente al desconocido.

-Oh, doctor Genzai... ¿cómo está ella?- inquirió Misao.

El doctor suspiró. Y acarició la cabeza de la joven.

-Está mejor, pero seguirá con el brazo inmovilizado por lo menos durante un mes más. También limpié sus heridas y le dejé calmantes para los dolores y los nervios. Esta noche se ha portado bien, como un angelito. Me quedaría un rato más, pero comprenderás que debo marcharme. La señora Ujeda me mandó llamar hace un rato, porque está de parto. Yo esperaba a que llegaras para irme, asi que dejo a la niña en buenas manos. Ve que descanse. Buenas noches.- mientras decía esto, el doctor Genzai se colocaba el calzado y pronto salía de la casa.

Misao olvidó presentárselo al vagabundo, pero seguramente él ya habría averiguado que era doctor, por la conversación que habían tenido.

-Asi que además de hacer guardia durante la noche, cuidas de una niña. Eres muy responsable.- dijo el vagabundo, admirado. Esta chica Misao era increíble... no debía tener más de catorce años.

-Bueno, te presentaré a la "niña" para que la conozcas. Pero antes, pasemos por la cocina.-

El buen doctor había tenido la precaución de calentar agua. Misao preparó te y sirvió pasteles de la despensa. Los había comprado esa mañana.

El vagabundo se ofreció a preparar la mesa para comer. Asi que tomó un paño y limpió su cubierta. Sintió entonces una puerta abrirse a su espalda. Y se volteó para ver de quién se trataba.

Kaoru se quedó inmóvil en la puerta al sorprender al desconocido de cabellos rojos ante ella. Sus ropas se veían muy gastadas... el hakama sin duda alguna vez fue blanco aunque al menos el kimono que llevaba seguía siendo rojo y tenía una bufanda azul envolviendo su cuello. Pero ella no lo conocía.

Estaba paralizada de la impresión... hasta que notó la espada y se inquietó aún más

Otro espadachín en su casa.

Y ella estaba indefensa esta vez.

El vagabundo se quedó mirando a la joven y advirtió la preocupación reflejada en su rostro. Reparó en sus ojos, de un intenso color azul a pesar del temor que empañaba su mirada.

También noto su brazo izquierdo inmovilizado, sostenido por una tela que ella usaba a modo de cabestrillo. La chica vestía una yukata celeste y una larga trenza negra descansaba sobre uno de sus hombros. Su frente se veía semicubierta por una venda... su rostro evidenciaba ojeras, estaba temblando y retrocedía.

Él se inquietó aunque no lo hizo visible... él no quería causarle miedo a una jovencita como ella.

-¡Oh, Kaoru, estás levantada! ¡Yo te iba a servir la cena en tu habitación!- dijo Misao, apareciendo con una bandeja en las manos, con te y pasteles, que depositó en la mesa antes de acercarse a la chica al notar el modo en que miraba a su amigo vagabundo. Y le sonrió para calmarla. – Es un amigo, Kaoru. Él salvó mi vida esta noche. Finalmente di con el malnacido Battousai ese. Pero es enorme... y este vagabundo me ayudó a escapar de la muerte. Por eso lo he invitado a comer. Por favor, no te molestes conmigo, ni con él... es un amigo.-

Kaoru nada dijo. Pero notó que el vagabundo ya no portaba su espada, pues se había despojado de ella para darle quizá, más confianza.

Lo miró a los ojos, buscando un motivo para confiar en el pelirrojo. Algo bueno vio en ellos, porque asintió, aceptándolo en su casa.

El vagabundo suspiró aliviado. No quería incomodar a la joven Kaoru. Era muy bonita y era evidente que últimamente la había pasado mal. Misao entonces ayudó a su prima a acomodarse a la mesa, pero como era tan distraída, olvidó nuevamente hacer las presentaciones.

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-Muchas gracias, Misao, ha estado delicioso. Ahora debo retirarme. Ya es tarde.- dijo el pelirrojo, levantándose.

-Está bien, vagabundo. Ha sido una agradable cena porque has mitigado la soledad de esta noche a Kaoru y a mi.- dijo Misao, levantándose para guiarlo a la salida. No era su casa, asi que no podía invitarlo a quedarse.

Pero Kaoru pensaba en el frío que hacía afuera y no quería que el vagabundo se enfrentara a él. Cuando él se levantaba, la joven lo tomó de la manga. El hombre se detuvo y volteó a observarla, asi como Misao. Kaoru en tanto movía la cabeza de un lado para otro.

No era necesario que se fuera. Ella quería brindarle un techo esa noche.

La súplica era evidente para Misao.

-¿Quieres que lo acomode en algún cuarto?- preguntó contenta la ninja.

Kaoru bajó la vista asintiendo. El vagabundo estaba sorprendido con ello.

-Como quieras, Kaoru. Y tú...- añadió la pequeña dirigiéndose al pelirrojo.-... dormirás en esta casa y ya mañana seguirás tu camino. Pero antes Kaoru, te ayudaré a prepararte para descansar.-

Rato después, Misao se encontró con el vagabundo en el comedor, notando que este había ordenado y limpiado. Después de agradecerle, lo guió hacia el que sería su cuarto por esa noche.

-Veo que usted, Misao, trabaja mucho.-

El hombre había notado que Kaoru no pronunciaba palabra alguna, mientras que Misao hablaba por las dos y realmente estaba interesado en saber algunas cosas de Kaoru, como el por qué de su estado.

-En realidad no es mucho mi trabajo. Cuido de mi prima, lo que no significa esfuerzo para mí y le brindo compañía. A pesar de todo lo que ha pasado últimamente, ella no ha querido abandonar su casa. Pero me temo que sin importar lo que yo haga para animarla, una parte de ella ha muerto quizá para siempre.-

-Ooh... eso... ¿tiene algo que ver con Battousai, verdad?-

Misao desenrollaba un futón y lo preparaba para su amigo.

-Claro que si... verás... hace algún tiempo el padre de Kaoru empezó a recibir presiones para vender esta propiedad, pero él se negaba. Tenía entonces un sirviente aparentemente leal que lo traicionó, porque una noche abrió la puerta a Battousai para que éste lo asesinara. Battousai no llegó solo, sino que trajo a su tropa de indeseables para que lo apoyaran. Mi tío defendió lo mejor que pudo a su familia, Kaoru también salió a la pelea, pero alguien atrapó a la madre y los obligaron a rendirse.-

-Cuando mi tío soltó el arma, Battousai atravesó la garganta de mi tía con su espada... luego atacó a mi tío Kojiro. El sirviente de mi tío entonces, un tal Kiheh firmó con la sangre de mis tíos una escritura en la que se le cedía el dojo, pero Kaoru recuperó la escritura, rompiéndola. También atacó a Battousai y le rompió la nariz, pero no consiguió nada más, porque la atacaron entre tres hombres mientras Battousai huía enfadado porque no tenía más escrituras. Juró vengarse y regresar... afortunadamente para Kaoru la policía llegó a detener la paliza de la que era objeto, sino la habrían matado...-

Los ojos de Misao se tornaron sombríos con los recuerdos de aquellos días. Decidió concluir la historia en ese punto.

-Todo esto se supo en Kyoto gracias a una amiga de Kaoru que nos escribió. Yo llegué enseguida tomando el tren, junto a mi abuelo, para ayudar en lo que fuera. Mi tío aún estaba vivo y me contó parte este relato antes de morir. Mi tía en cambio murió la noche del ataque. Kaoru en tanto estuvo inconsciente bastantes días... y despertó para enterarse que sus padres ya estaban enterrados. Ella misma no había podido levantarse hasta hace algunos días... fue todo muy triste... y yo no puedo hacer nada por ella. Es terrible...-

Misao empezó a sollozar sin darse cuenta, conmoviendo al vagabundo. Él no podía permitir que cosas como aquellas estuvieran pasando en el país por el que tantos habían dado su vida en la última década.

-Kaoru no habla, no sonríe... para colmo, el Battousai ha estado apareciendo, matando gente y echándole la culpa a esta escuela. Traté de reunir a los alumnos de este dojo para salir a enfrentar a Battousai, porque ellos deben vengar a su maestro, pero... ¡pero los muy cobardes se negaron! Mi abuelo partió ayer a Kyoto para enviarme refuerzos desde allá.-

-Misao- dijo el vagabundo finalmente.- las cosas que me cuenta me parecen terribles... todo lo que puedo decir es que haré todo cuanto esté a mi alcance para ayudarles a estar más tranquilas. Gracias por abrirme su corazón.-

Misao se enjuagó las lágrimas y sonrió.

-O, no te preocupes, vagabundo, porque mi abuelito mandará a los mejores a cuidarnos. Además, esta no es tu pelea y no sería bueno que otro inocente muera por culpa de Battousai... -

El pelirrojo entonces dijo.

-Está bien, no me inmiscuiré, pero usted, Misao, quédese tranquila hasta que llegue su abuelo con los refuerzos. Su prima ha perdido a mucha gente importante para además, perderla a usted.-

Misao meditó en las palabras del vagabundo y dirigió su vista hacia el pequeño corte que Battousai le había hecho en el brazo. Esperaba que el señor Aoshi hubiese regresado a Kyoto de su misión para ayudarla con este lío. La pequeña ninja se despidió cortésmente del vagabundo y se retiró a su habitación. Y contra todo lo que pensaba, se durmió enseguida.

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El vagabundo abrió los ojos temprano y estuvo algunos momentos desorientado. Hasta que recordó lo sucedido el día anterior y decidió levantarse.

Tratando de descubrir el cuarto de baño dio con la habitación en la que dormía Misao. La jovencita respiraba rítmicamente, muy tranquila y el vagabundo se alegró de que la chica durmiera tan bien. Al regresar, el hombre pasó frente a otra habitación y corrió la puerta, encontrándose con Kaoru.

Iba a retirarse, pero no pudo.

Simplemente se quedó allí, observándola.

Kaoru dormía sobre su espalda, con el brazo izquierdo sobre su pecho. El vagabundo notó un cierto aroma a perfume que inundaba el lugar y que le resultaba agradable.

¿Cuántos años tenía?... Misao le había comentado que 17... era muy joven y ya había sufrido mucho.

Kaoru entonces abrió los ojos. El pelirrojo ni tiempo tuvo de retirarse y se reprochó mentalmente el descuido. La joven paseó su vista por el cuarto hasta toparse con él. Al principio se asustó, pero recordó que él era amigo.

Se restregó los ojos con la mano derecha mientras el hombre pensaba en una disculpa a su intromisión. Pero Kaoru le sonrió tímidamente.

Y el Vagabundo sentía como su corazón temblaba ligeramente en el pecho.

-Estooo... ¿tiene hambre? Prepararé el desayuno, si no le molesta...- dijo el vagabundo, tratando de justificar su presencia en el lugar. Kaoru hizo entonces intento de levantarse y el hombre se acercó a ella, solícito.

Kaoru de pronto se encontró apoyada en el pecho del pelirrojo cuando se levantaba. Trató de apartarse y el vagabundo tarde entendió que sin querer, quizá la estaba intimidando. Pero cuando ella se apartó, perdió el equilibrio y estuvo de vuelta apoyada en él... encerrada en su abrazo.

La joven no pudo evitar ruborizarse notoriamente.

Pero estaba tan calientita asi, con él...

-La ayudaré a caminar, señorita Kaoru. Hacia donde quiera ir.-

Kaoru lo guió hasta el baño. Ella entró sola y cuando estuvo lista para salir, tocó la puerta débilmente con los dedos. El vagabundo la llevó de vuelta a la habitación. Y la ayudó a recostarse para seguir con el descanso de tan maltratado cuerpo.

Kaoru no podía evitar ruborizarse una y otra vez. Nunca antes había sentido cosas tan extrañas como ahora. El hombre la arropó con cuidado y se sentó junto a ella.

-Me agrada haber sido de ayuda para usted, señorita Kaoru. Si necesita de mí, puedo permanecer acá algunos días, hasta que lleguen los amigos de Misao.-

Kaoru sentía que podía confiar en ese vagabundo. Le tomó nuevamente de la manga, tirándola quedito, indicándole que se quedara en casa.

Y él sonrió. Se quedaría.

Pero, aprovecharía de investigar al Battousai y al tal Kiheh... de pronto, el problema que tenía con ellos, era personal.

Muy personal...

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Fin capítulo 1.

Octubre 11, 2004.

Revisado Marzo 7, 2016.

Notas de Autor

Guaus... qué lindo es Kenshin.