-Este capítulo -el fic entero- se reescribió en 2020 como parte de un proyecto de post edición por el 17 aniversario de la publicación de este fanfic. Años de experiencia y ojos mucho más críticos esperan devolver algo de orden y forma a este texto.

Conservé la división original de los capítulos por puro sentimentalismo. En 2003 los fui publicando conforme lograba terminarlos en un compromiso moral y personal con mis lectores.

A quienes me acompañaron en el trayecto a lo largo de los años, muchas gracias. Mi calidad narrativa creció con ustedes.


Chapter 1: In media res: Buscando en la oscuridad

Ninguno hablaba. La tensión que se respiraba en la diminuta casa acentuaba el frío que parecía estar entrando a raudales por los escondrijos y brechas más pequeños. No quedaba ni rastro de la calidez acogedora que siempre la había iluminado. No sabían cuánto tiempo llevaba desaparecida la residente habitual de la vivienda pero resultaba aún más sobrecogedor que nadie en Yorkshire Wolds se hubiera dado cuenta.

Recorrieron la casa de arriba a abajo, tres pares de ojos recorriendo todos los rincones, esperando encontrar pistas antes de que se acabara el tiempo. El aire estaba cargado, enrarecido por la tensión creciente. Esperaban una revelación sin saber cómo se vería, ni si sabrían reconocerla. Ninguno sería el primero en decir lo que pensaba en voz alta.

La fina capa de rocío que se formaba en el borde de las ventanas al bajar la temperatura le recordó al primero de los recién llegados la sensación de la tácita tregua con sus acompañantes. Precaria y casi invisible pero necesaria.

"¡Enfócate!", se recriminó mentalmente apartando la vista de sus dos acompañantes para tratar de encontrar algún patrón en el silencioso caos circundante.

Observó de reojo al hombre a su derecha. No sabía qué decirle para hacerle ver que debía confiar en él. No cuando había tanto en juego. No estaba seguro de que lo escuchara ni de que lo tomara en serio cuando tratar de explicarle que todo era diferente ahora, que aun cuando habían empezado en extremos opuestos del tablero luchando una batalla encarnizada, tenían mucho más en común de lo que hubieran imaginado, eran igualmente peones de planes más grandes que ellos mismos haciendo causa común al final del día.

El segundo hombre pasó a su izquierda con un empujón sin mediar palabra. El aire crispó con electricidad. En crianza y apariencia eran muy diferentes, y claramente jamás serían amigos, pero aquí estaban, buscando lo mismo en una carrera desesperada por encontrarla. Su única improbable conexión con ella evitaba que se dejaran ir uno sobre el otro entre maldiciones y puñetazos.

No había mucho qué ver, y al mismo tiempo, no había posibilidad de procesarlo todo al mismo tiempo. La casa tenía un mobiliario sencillo, pero no había un solo espacio que no hubiera sido registrado y revuelto. Habían revisado cada rincón tratando de encontrar en medio del desorden algún indicativo de qué -cómo- había ocurrido antes de saber qué dirección seguir.

Como era de esperarse, había libros por todas partes, prueba inequívoca de que ella había estado allí.

El hombre a su derecha parecía agotado cuando se acuclilló entre los libros. Levantó un pesado volumen sobre mamíferos, se apartó un mechón de rebelde cabello azabache de los ojos, revisó apresuradamente las cubiertas, y lo dejó caer exhalando un suspiro. Sus ojos esmeralda lo taladraron con la mirada.

"¿Estás seguro de que buscamos en el sitio correcto?", había en su voz enojo apenas contenido pero también podía escuchar la preocupación de trasfondo.

"Sí". Le sostuvo la mirada por apenas unos segundos antes de continuar su camino en dirección al librero casi vacío del otro lado de la habitación.

Su respuesta, apenas audible, encendió un atisbo de rabia en el segundo hombre. Un rayo que iluminó la estancia, antecediendo una tormenta eléctrica, alumbró su ceño fruncido.

El tercer hombre, a su izquierda, lo observaba con suficiente intensidad como para fundirlo con el fuego de sus ojos azules.

"¡No hay nada aquí!", gruño suavemente con una voz grave y amenazadora que reverberó en el silencio de la casa vacía. "¡Ni siquiera entiendo por qué pretendes ayudarnos! ¡De no haber sido por ti...!", continuó acortando la distancia. Su complexión y altura resultaban imponentes en cualquier contexto pero el primer hombre no se inmutó. Sus ojos grises, los mismos que habían atestiguado horrores que ninguno de los otros dos hombres podían nombrar o imaginar, permanecían insondables.

"...No sabrías por dónde empezar a buscar, Weasley", su tono seco no traicionaba ninguna emoción pero su mirada era un tumulto de odio reconcentrado. Con su brazo derecho apartó suavemente al pelirrojo y se dirigió a un libro de apariencia familiar que parecía olvidado al fondo de un montículo.

Sacó de la pila un pequeño libro verde titulado 'Mort', de Terry Pratchett. Lo recordaba perfectamente, fue el libro que ella… Sintió un vacío en el pecho mientras se obligaba a detener ese tren de pensamiento para concentrarse en el momento. Ojeó las páginas con avidez ante la mirada desconcertada de los otros dos hombres. Inconscientemente su mano se dirigió al refulgente cabello rubio platino que amenazaba con caer sobre sus ojos.

Los ojos verdes de Harry Potter lo siguieron con curiosidad pero listo para reaccionar si hacía algún movimiento súbito. Acarició discretamente la varita que llevaba en la mano. Ron parecía tomar como una afrenta la falta de interés en su desplante.

"Deja de estar perdiendo nuestro tiempo. No nos has dado nada útil. Te prometo que si algo le pasa yo mismo te entregaré a los dementores", resopló amenazadoramente.

Draco lo miró de lleno por primera vez en toda la noche, y se levantó despacio, aun con el libro en la mano. Era casi tan alto como Ronald Weasley pero había algo en su postura, quizá en la forma en que su mirada parecía disectar más que ver a su interlocutor, que resultaba aterrador.

"Sé lo que hago. Sé lo que busco. No te necesito en lo absoluto. Sólo debes hacer tu trabajo, Weasley. No te debo ninguna explicación, no somos amigos. Potter aquí presente sabe de qué forma tu incapacidad para entender lo importante y actuar en consecuencia ha sido un lastre las últimas horas", susurró con gelidez.

Harry puso una mano en el hombro de Ron tratando de disuadir nuevos intercambios.

"No es el momento, no tenemos tiempo para viejas rencillas ni nuevos pleitos. Ella no querría esto. Debemos confiar en que Malfoy intenta ayudarla también".

Ron apartó la mirada.

"¿Encontraste algo útil, Malfoy?", preguntó con sorna.

"Más que eso. Creo que encontré lo que nos ayudará a entender qué planean hacer con ella. Claro, para poder mostrárselos necesitaré una varita…", señaló mientras sacaba un pequeño pedazo de papel de entre las páginas del libro. "Ya que no dispongo de la mía, Potter, ¿podrías hacer los honores?".

Harry hizo un ligero ademán para ahogar la protesta que amenazaba con soltarse a borbotones de los labios de Ron y tomó el papel que Draco le ofrecía. Había sólo dos palabras escritas que parecían enmarcadas por una extraña serie de florituras dibujadas por la misma pluma.

"Reperio abditus", pronunció con la varita en alto sin que nada ocurriera. Ojos verdes y azules se clavaron sobre el rubio.

Draco arqueó una ceja con una mueca socarrona.

"Vaya. Pensé que era evidente. No basta con pronunciar el encantamiento, hay que realizar los movimientos, Potter. Sigue el diseño en el sentido de las manecillas del reloj", instruyó.

Ron bufó poniendo los ojos en blanco pero no dijo nada al ver la expresión determinada de Harry.

"Reperio abditus", repitió siguiendo con su varita los movimientos dibujados por la pluma.

En los libreros anteriormente vacíos empezaron a materializarse libros de magia de distintas formas y tamaños. Draco caminó hacia un rincón apartado de la sala donde un libro amarillento y ligeramente polvoso había aparecido sobre una mesilla de café volteada. Lo recogió satisfecho al mismo tiempo que Harry y Ron levantaban lentamente las varitas que apuntaban en su dirección.

"No hay necesidad de eso, caballeros. Estoy desarmado", señaló extendiéndoles el libro. El ligero golpeteo de las primeras gotas de lluvia parecía contar segundos que se antojan eternos en el silencio y la oscuridad. Harry lo tomó y pasó las páginas tratando de entender. Ron observaba el intercambio entre escéptico y frustrado.

"¿Puedo?". Draco extendió la mano mirando fijamente a Harry. "Como sabes, sólo intento ayudar".

Harry le entregó el libro y bajó la varita de Ron. Draco abrió el libro justo donde una marca imperceptible partía el canto. Señalando el capítulo correspondiente, le devolvió el texto. Harry leyó con atención mientras Ron observaba a Draco tratando de anticipar segundas intenciones.

"Si lo que dice este libro es cierto…", dijo Harry, su semblante cetrino podía adivinarse aún sin luz en la habitación.

"Tenemos que encontrarla lo antes posible", asintió Draco.

Afuera retumbó un trueno que anunció el inicio de una tormenta memorable.