Sasha no está muy contenta, la razón principal es que le hayan prohibido comer dentro del autobús y que el ayudante del profesor tenga buen olfato como para alertar si sacaba los snacks de su bolso de mano. Eso le impedía salirse con la suya en las tres horas que dure el viaje que realizan. Otra de las razones de su disgusto y aburrimiento es que le negaron su derecho de sentarse con su mejor amigo, luego de que la inicial pelea entre otros dos alumnos que había incitado al profesor a pedirles silencio sepulcral, porque la idea de separar grupos había parecido tenerla de antemano.

Ahora Connie hacía buenas migas con otros chicos en la parte delantera mientras ella estaba en el fondo sintiéndose una seta podrida. Su mejor amigo ni parecía triste con su ausencia, pues ni una vez había volteado a mirarla mientras ella se quedaba como estúpida intentando llamar su atención sin usar el teléfono celular a falta de uno.

Aún faltaba una hora y media, aproximadamente, ver lo que había en la autopista por la ventana perdió su encanto hace rato. El aburrimiento ya era totalmente insoportable. También el calor que empezaba hacer estaba incomodando, así que tuvo que quitarse el hoodie con el que vino. Seguramente no era la única que se sentía de este modo, pero era de las únicas en no poder matar el aburrimiento con algo que tuviera a mano. La otra persona a su costado, otro compañero muy metido en la música -pudo apreciar por los auriculares puestos- como para oírle si le hablaba, no es que conversar con él fuera su mayor deseo, pero como última opción lo hubiera hecho.

Intentó acomodarse en el asiento para tratar de dormir. Lo que consiguió ella fue hundirse debido a lo resbaloso de la pomada que le aplicaron. ¿Quién había mandado a limpiar los autobuses? Se estaban perdiendo los valores, pensó la jovencita, recordando cómo en la primaria podría divertirse leyendo miles de palabrotas en el respaldo del asiento de enfrente.

El profesor Smith ciertamente abogó mucho por la calidad del transporte, no es que no lo agradeciera dada la comodidad del asiento que le daban ganas de dormir, pero al menos si hubiera televisión… ella olvidó su celular en casa. De otro modo, podría haber usado la cuenta de su amigo para ver Netflix.

Miró con detenimiento el asiento, intentando que mágicamente apareciera un mensaje amoroso de algún tonto que cree que el amor de su vida leerá sus indirectas ahí en vez de darse cuenta que lo único que logra es dañar propiedad pública o privada, dado el caso.

Sin embargo, ¿qué tan buen material será? No se ve madera dura como en la anterior línea de autobuses, es todo metal y plástico. Tal vez deba probarlo…

Con disimulo, Sasha extiende el pie. Agradece que no haya llovido estos días, vivir cerca de la escuela y no haber pisado nada porque así no ensuciará mucho. Utiliza la punta de la zapatilla, para su sorpresa no hay hueco.

Vuelve a mirar por el costado al compañero con el que se sienta, que ahora sí le está viendo, pero simplemente cierra los párpados y hace como que no vio nada, lo que la anima a nuevamente intentar.

Intenta con más presión, sintiendo la dureza del objeto ceder… hasta que siente la "blandeza".

Un chirrido leve (que ella oye claro por su buen oído) es lo que sigue, lo cual indica que el asiento se mueve y, con rapidez, Sasha logra en un milisegundo acomodarse al completo con la mejor pose de espalda de militar que logra, haciendo como que mira a su regazo. Ella puede sentir cómo en el asiento delantero el chico acaba de arquearse, ve que los hombros se mueven y la cabeza de él vira en su dirección, volviendo la vista al frente al no ver nada raro.

La castaña inspira en silencio, viéndose salvada.

Entonces, pasa otra media hora. Despertándose de una siesta de quince minutos, luego de dar un quejido por el cabello que se le atoró en la hebilla y arreglarse el pelo, no tiene otra cosa qué hacer aparte de comer. Y no puede hacer lo último, así que solo le queda beber un poco del agua que tenía guardada (su mamá le obligó traer eso, ella quería una gaseosa). No mucho porque muy lindo y todo, pero el transporte no tiene baño, a fin de cuentas.

Sasha traga. Quedarse quieta es una de sus mayores molestias, por lo que empieza a mover el pie sin ritmo y, sin más, ella lo dirige al asiento de nuevo para probar la textura otra vez. Como antes, es toda dura la cosa y, la verdad, eso de estirarse la hace sentir relajada. Con poco cuidado de ensuciar el asiento, aprieta la punta del zapato de nuevo sin lograr encontrar dónde se hundía el objeto. Era extraño, dado que el respaldo exactamente no se veía duro, estaba forrado con esa tela acolchada y el plástico en los extremos, así que pensaba que no debería ser así.

Estaba intentando recordar cómo se llamaba el material, cuando el autobús salió de la autopista, no sufrió nada por ello, mas sí con la loma que cruzaron a los pocos metros. Su trasero se deslizo de la punta del asiento hacia abajo mientras el final de su columna tomaba el golpe y su pie golpeó con fuerza el asiento de adelante. Quien ocupaba el lugar, respingó y se volteó para protestar.

—¡¿Acaso estás pateando…?! Eh… ¿E-Estás… bien?

Hundida prácticamente con la cabeza en el asiento, Sasha parpadeó repetidas veces intentando quitarse el líquido de los ojos, en el salto apretó de más la botella y por consiguiente el líquido le cayó encima. Un poco en la cara, pero en su mayor parte sobre su pecho. Esta sería la mayor preocupación para una chica, por una razón obvia... Pero no para ella.

—Tengo hambre —dijo, de forma lastimera mirando con lágrimas en los ojos al joven rubio que simplemente le dio una mirada escéptica… y con las mejillas sonrojadas sin razón alguna, para ella.

—¿Sucede algo? —el profesor Erwin preguntó viéndose dispuesto a venir a revisar, tanto ella como el chico delante de ella negaron frenéticamente, ganándose un par de risas de Connie y otros más.

—No estás en nuestra clase, ¿cierto? —pregunta con curiosidad, pues no recuerda haberlo visto antes y como este viaje había reunido dos grupos de dos años diferentes, debía ser el caso.

—No —él dice tímidamente y deja de mirarla, aunque ella no entiende por qué. Lo mismo el del asiento contiguo, quien echa un vistazo a ella para ver qué tanto tiene que parece cortarle el aliento. Ella se ve con el chico de pelo negro, quien parece mirarla hacia abajo antes de bufar y voltear sin decir nada.

—Bueno… Soy Sasha —optó por presentarse con quien el de cara más amable.

—Eh… Nicolo —dice él, casi como si no tuviera opción, apenas mirándola detrás de la cabecera y todavía rojo.

Ella le sonríe a pesar de no todo. Está feliz de que alguien por fin hablar con alguien, aun si esa persona parece muy tímida y que no entienda la razón, pero se encoje de hombros mentalmente y guarda la botella en su lugar, ignorando olímpicamente la humedad sobre su ropa. ¿Tal vez debería alzarse para pedirle a Connie servilletas? ¿O a Nicolo a ver si trajo? Está por hacer eso último, pero algo la detiene.

—Sasha —oye una voz masculina hablarle, no sabe por qué como murmullo. Es su compañero de clases y de asiento, ella decide ignorarlo como ha hecho él, pero de nuevo el susurro.

—Sasha.

¿Por qué justo ahora querrá hablar con ella? Lo mira de soslayo, con el ceño algo fruncido. Él le está apuntando con el dedo, ella aprieta los labios confusa.

—¿Qué quieres, Floch? —la castaña imita el tono bajo sin saber por qué le sigue señalando y está por golpear su mano a un lado, hasta que el dedo apunta a su pecho. Le tomó un minuto completo entender lo que quiso decir. Por si acaso, él se burló moviendo los labios en silencio para hacer la misma frase:

Se te ve el brasier.

Por fin comprende ese sonrojo de Nicolo.