Este fic ha sido creado para el reto permanente multifandom del Tarot del foro Hasta el Final de la Pradera.

Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK Rowling.

Nota: Cada one-shot de este fic se centrará en un nieto de Molly Weasley, por orden de nacimiento (cosa que será en parte canon, en parte headcanon) y estará ambientado en el mes correspondiente. También tendrá en cuenta los temas indicados en una carta del tarot, como se pide en el reto.


Nueve de espadas: Torturas mentales a las que nosotros mismos nos sometemos, ansiedad, preocupación, vergüenza, insomnio, miedo a liberar la caja de pandora, miedo al futuro.


Enero


Victoire había sido la primera.

Había existido un tiempo en el que había sido también la única nieta de Molly Weasley, y todo había girado alrededor de ella. Victoire solía imaginarse las horas de mimos, de atenciones, las conversaciones dedicadas solo a comentar lo bonita que era, las risas por cualquier pequeña cosa que pudiera hacer. Aquello era, al fin y al cabo, lo que ocurría cada vez que aparecía un nuevo bebé en la familia.

Victoire había sido la primera, pero su exclusividad no había durado mucho: apenas lo que había tardado en nacer Louis, que era dos años menor que ella. Tras eso, una horda de críos había vuelto a invadir La Madriguera como ya lo hicieran antes los hijos de Molly Weasley, cada uno robándole el foco al anterior.

OoO—

Su pie resbaló de la piedra que le servía de apoyo, recubierta de musgo que se había congelado debido al frío del anochecer. A punto estuvo de perder el equilibrio, pero sus manos estaban bien sujetas al borde, y con ellas logró darse el impulso suficiente para sentarse en la cima del bajo muro.

Victoire respiró, dejando en el aire una nube de vaho, y luego miró a los campos que se extendían frente a ella, más allá de los límites de La Madriguera. A sus espaldas, en el interior de la casa, su familia seguía celebrando la llegada del Año Nuevo, bien resguardados y al calor de una chimenea. Sonaba la música favorita de su abuela, una canción horripilante; porque si había algo peor que Celestina Warbeck, esa era la hija afónica de Celestina Warbeck.

Victoire pasó las piernas por encima del muro, hasta dejarlas colgando del otro lado, y se dispuso a dejarse caer.

—¿Qué haces?

Victoire se volvió. Ted la estaba mirando desde abajo, con una mirada de reproche que podría haberla hecho sonreír, si hubiera estado de humor para ello.

—Necesito un paseo —le contestó Victoire.

Saltó, aterrizando sin problemas sobre la hierba repleta de escarcha, y luego esperó. Sabía que Ted la seguiría, siempre lo hacía.

No tardó en escuchar el sonido de sus pies apoyándose en las mismas piedras que había usado ella y sus resoplidos de esfuerzo, hasta que el rostro de Ted se asomó por el borde del muro.

—No montes una de tus escenas, Victoire —le recriminó.

Aquella noche su cabello era castaño, un color que, según había averiguado Victoire, se parecía mucho al que enmarcaba el rostro cansado de Remus Lupin, en esas fotografías que su abuela guardaba con cariño sobre la repisa de la chimenea. A Victoire le gustaban más los colores chillones, azules y lilas y rojos intensos, pero a la abuela Molly la desesperaban, de la misma manera que la ponían nerviosa los pendientes, los chicos con el pelo largo, los tatuajes, el marcado acento francés de Mamá y todo aquello que se saliera de la norma.

—No hace falta que participes en esta escena —dijo Victoire. La respuesta sonó infantil incluso a sus oídos, y eso la avergonzó un poco. Cuando echó a andar supo, al igual que antes, que Ted la seguiría.

—¿A dónde vas? —la llamó. Victoire oyó como él mismo caía sobre la hierba.

—Vuelve a casa, Ted.

Ted. No Teddy. ¿Cuándo había dejado de ser Teddy? Por lo menos dos años atrás. Un auror debía ser responsable, ¿no? Y debía hacerse llamar como correspondía a un adulto, ¿verdad?

Y si le ofrecían pasar un año en Estados Unidos, debía aceptarlo, ¿no es así? Incluso si eso significaba dejar a su novia atrás.

—Vamos, no seas tonta —dijo Ted—, la tía Ginny ha bebido un poco. ¿No querrás escucharla cuando empiece a contar cotilleos sobre la liga de Quidditch?

—No —mintió Victoire. Y eso que Victoire vivía para los chismes. Se los tragaba como si fueran el whisky de fuego barato que el tío Ron solía abrir durante las fiestas (el mismo cuyo sabor aún notaba en la lengua) y luego los regurgitaba sobre las artículos del Corazón de Bruja que ella misma se encargaba de escribir, al igual que solía devolver el maldito whisky a la mañana siguiente.

Esa bebida era veneno, pero calentaba el cuerpo y daba valor. El necesario para dejar La Madriguera y a su novio atrás.

El campo del vecino acababa en una empalizada de madera casi podrida, que resultaba muy fácil de saltar. Al otro lado discurría un estrecho camino de tierra, que llevaba hacia una colina.

—¿Tienes algún destino en mente, por lo menos? —preguntó Ted, con un suspiro.

¿Qué estaría pensando de ella, en esos instantes? Quizás que era una niña pequeña. Una cría de veinte años que estaba cometiendo la travesura más absurda que podía ocurrírsele.

—El río —contestó Victoire tras un largo silencio, en parte provocado por el esfuerzo de subir la cuesta.

—¿Para qué? Estará helado… ¡Por Merlín!

Habían alcanzado un punto en el que eran capaces de distinguir lo que se encontraba a los pies del camino.

—Siempre se me olvida lo feas que son las decoraciones del señor Lovegood —dijo Ted, conteniendo una risa. Estaba en lo cierto: en la oscuridad de la noche, se distinguían claramente las luces parpadeantes que Lovegood había colgado de las paredes de su torre negra. Incluso en la distancia eran tan estridentes que herían a la vista.

—A ti solían gustarte —replicó Victoire, reemprendiendo la marcha.

—Bueno…

—Te has vuelto un coñazo.

—A lo mejor he madurado —dijo Ted.

«Y yo no», pensó Victoire.

—¿Hace falta que vuelva a explicártelo, Victoire? —continuó Ted. En ese instante, Victoire se dio cuenta de que él podría haberse puesto a su altura en cualquier momento, pero continuaba andando a sus espaldas—. Es una gran oportunidad para mí; una que no se va a repetir. ¿Qué importa un año separados? Es como cuando tú te marchabas a Hogwarts, más o menos igual…

—Podrías habérmelo contado antes de anunciarlo ante toda la familia —dijo Victoire—. Pero creo que temías que mi reacción no fuera muy madura.

En el fondo, Victoire entendía por qué Ted quería marcharse: le ofrecían aprendizaje, hacer contactos, abrirse camino en la jerarquía de los aurores, lograr que aquellos dispuestos a creer que lo había conseguido todo por ser el ahijado de Harry Potter vieran su verdadero valor. Eso era importante para él.

Era más importante que ella.

El río se encontraba tras una hilera de arboles, bajando un pequeño terraplén. Tal y como había supuesto Ted, sus aguas se habían helado durante el invierno. Victoire observó la capa de hielo; era demasiado fina y resbaladiza como para arriesgarse a cruzarla a pie, de modo que sacó la varita.

La movió y susurró un hechizo. Cuando saltó, sus pies no cayeron sobre el hielo, sino que levitaron suavemente hasta la orilla opuesta, salvando el río helado.

—Lo siento, Victoire.

Tras darse un momento, Victoire se volvió para mirar a Ted. Este también había sacado su varita y la movía entre sus manos. No se había puesto los guantes, y sus dedos estaban ligeramente enrojecidos debido al frío.

—Lo siento mucho —repitió Ted—. Debería habértelo contado antes. Pero yo mismo no sabía si iba a aceptarlo hasta ayer, y…

—¿Por qué?

—¿Por qué… qué?

—¿Por qué no podemos quedarnos como estábamos?

Ted la estaba mirando. La oscuridad era casi total, y ninguno de los dos había pensado en conjurar alguna luz que permitiese disiparla. Por eso, Victoire era incapaz de distinguir su expresión; y esperaba que él tampoco fuera capaz de ver la suya, porque estaba a punto de echarse a llorar.

¿Cómo podía contarle que la aterraba que ahora Ted llevase el cabello marrón, en vez de llenarlo de esos colores que ella había aprendido a adorar? ¿El miedo que le daba que hubiese algo más esperándolo en ese país extranjero que un par de aurores haciendo su trabajo?

Quizás una chica que no supiera nada del Teddy que ella había conocido. Una que no necesitase su humor y su locura regresasen. Que no supiera lo que era ser la nieta mayor, la que habían dado por adulta más rápido.

—Porque las cosas no funcionan así, Victoire —dijo Ted—. Pero…

Victoire abrió la boca al ver como Ted ponía un pie sobre el hielo.

—¿Qué haces? —preguntó Victoire, alarmada.

Él no dijo nada. Dio otro paso y uno más. El hielo crujió bajo las suelas de sus zapatos.

—¿Estás loco? ¡Usa un hechizo! —volvió a exclamar Victoire. Toda respuesta que obtuvo fue otro chasquido.

Ted llegó al punto en el que una roca sobresalía y la esquivó. Cuando el hielo volvió a quejarse, apareció una grieta.

Otro paso rompió el hielo.

El pie de Ted se hundió en el agua, hasta la rodilla. Y ahí se quedó, ya que esa era toda la profundidad del río.

Ted soltó una palabrota, mientras trataba de sacar su pie del agua.

—¡Está helada! ¡Ay! —Eso último le salió en forma de grito agudo.

Victoire se echó a reír. Ted salvó la distancia hacia la orilla, con un pantalón empapado que enseguida empezó a gotear sobre la hierba. Aún se estaba riendo cuando la cogió de la cintura. Tenía las manos heladas, y le temblaban.

—Yo tampoco soy tan maduro como me gustaría creer —dijo Ted—. Ya lo ves: cruzo ríos helados por ti.

—Estás como una maldita cabra…

—Estoy enamorado de ti, Victoire, y eso se queda como estaba. —Sus labios también los notó fríos.

OoO—

Victoire había sido la primera nieta, aunque rápidamente hubiese sido reemplazada por otros.

Pero para alguien en particular siempre sería la primera.


NA.

Para la mayoría de nietos Weasley tengo headcanons un tanto definidos: Victoire para mí es reportera de cotilleos en el Corazón de Bruja, un tanto frívola y no del todo madura, pero de buen corazón. Y Ted es un auror que va madurando más y más a medida que la vida lo obliga a hacerlo (aunque aún tiene sus defectos. No contar hasta el último momento que te vas del país es uno grave XD). Sé que hay muchas interpretaciones distintas de su relación y su personalidad, pero solo espero que os haya gustado un poco la mía.

No tengo ni idea de a qué distancia está la casa de los Lovegood de La Madriguera. Solo sé que queda cerca, así que he aprovechado para mostrarla.

No tiréis una review que se os pase por la cabeza al río, dejadla aquí y os lo agradeceré mucho :)