Reto propuesto por SkuAg del Proyecto 1-8

Premisa por la retadora: Puesss... yo no soy una ávida lectora de poesía pero encontré una que GRITA Kenyako. Creo que él puede dedicársela a ella, puede leérsela o gritársela al Mar de la Oscuridad cuando quiera llevárselo de nuevo. Puede ser solo el contexto, si no quieres meter el poema no hay problema. He pensado en ti porque, aunque el poema chorree miel, si lo tomamos como algo que dice Ken (puede leerlo de un libro, no me importa) adquiere un tinte angst que solo tú puedes hacer bien. Así que por favor por favor por favor toma este reto. Me gustaría que de alguna manera lo relaciones con el Mar de la Oscuridad.


Porque nuestros corazones se aclararán como los cielos

En el verano

Me estiro en la costa

Y pienso en ti.

Si le hubiera dicho al mar

Lo que sentía por ti,

Habría dejado sus costas,

Sus conchas,

Sus peces,

Y me habría seguido.

Nizar Qabbani, En el verano

Ken sabe que cuando las cosas no van bien, Miyako empieza a quebrarse, hipando un poco para ocultar las rebeldes lágrimas que quieren salir de la comisura de sus ojos ámbar. Por eso mismo, como si existiese un Dios de los teru teru bōzu, mordía su labio deseando que el día de mañana fuese despejado. Que no hubiera lluvias y que su sonrisa se mantuviera por la eternidad como un día soleado. Ese era su único deseo.

Por más que viviesen juntos, a veces sentía que, por ese motivo, sus dos corazones no tenían una conexión, pero, aparentemente sí lo estaban cuando en la noche era su turno de llorar cuando tenía pesadillas con el mar de la oscuridad en pleno verano. Cuando escuchaba el sonido de la bahía de Odaiba entrar por la ventana de la habitación de ambos eso tan solo volvía más viva su imaginación nocturna.

Miyako llamaba por él por medio de un abrazo, calmándolo.

Cada uno tenía una forma de velar por el otro, por más que la ocultase. Miyako pretendía no a ver eso en las madrugadas y Ken de rezar para que lágrimas no rueden por sus mejillas.

—Vamos a la playa—insistió ella un día sin motivo aparente en medio del desayuno.

—¿Tienes tiempo libre en el trabajo? —inquirió él con curiosidad.

Miyako era la mano derecha de Koushiro. Ella misma siempre se decía que no existían las vacaciones en su oficio e incluso cuando surgían oportunidades, llevaba su laptop con ella y trabajaba sin parar, lo cual obligaba a Ken ser el niñero de Wormmon y Hawkmon la mayoría de las veces. No obstante, a él le gustaba el simple hecho de estar con ella por más que renegara por la ridícula cantidad de trabajo que su ahora jefe le daba.

Sin embargo, Miyako también sabia que Ken detestaba la playa, el mar en sí. Fue incapaz de aprender a nadar por el terror que le provoca. Aunque, solo, aunque, si Miyako estaba ahí, sabría que todo saldría bien. Ella era su luz y él deseaba ser lo mismo para ella. Por eso siempre le lanzaba plegarias a ese teru teru bōzu imaginario.

—Sí, logré convencer a Koushiro—sonrió ella—. Pensé en Okinawa primero, pero creo que en esta época está muy congestionado y todos los hoteles reservados. Buscando y buscando creo que gané la lotería. Por más que este sitio quede en la prefectura Okinawa, se llama Miyako-jima. ¿Acaso no es genial tener un lugar con tu nombre?

Ken solo rio por su ocurrencia.

—¿Qué? No te burles—bufó—. En fin, la isla es la más grande y está designada como un lugar de belleza escénica en el país. Hay varias playas ahí y quisiera visitarlas todas contigo. Las fotos son hermosas.

El resto de la mañana se la pasó enseñándole folletos al muchacho y platicando como loro sobre lo que podrían hacer no solo en la isla, sino también en la ciudad de Miyakojima. Era solo cuestión de comprar los boletos de avión que dejaba en el Aeropuerto de Miyako. A ella le encantaba repetir su nombre y para Ken era una belleza.

Siendo exactamente el mes de agosto, la temperatura podía llegar a los veintisiete grados Celsius. La joven de cabello lavanda vestía un vestido playero blanco con un sombrero que la complementaba. Ken se perdía en su mirada que olvidó que ya habían salido del aeropuerto y debían ir al hotel. No obstante, su novia deseaba ir a Miyako-jima primero e insistía en que los del hotel los podían esperar por más que Ken y su lógica tratan de hacerle entender que iban a perder la hora del check-in.

Suspiró de que Hawkmon ni Wormmon estuvieran con ellos esta vez para hacerla entender.

—¿Sabías que aquí mismo existe un idioma llamado Miyakoan? —le dijo una vez logró llamar la atención de un taxi sin tener que lanzarse a plena calle para detener uno.

Ambos entraron y Ken negó con el rostro.

—Al parecer solo lo hablan en la isla, pero está muriendo porque no lo enseñan más. Me da pena, siento que estoy perdiendo algo cercano a mí solo por tener mi nombre. Quiero aprenderlo. Podría agregarlo a mi lista de idiomas… bueno, aunque ahora es más un dialecto más que otra cosa.

—Ahora que lo mencionas…—meditó él—, creo que leí algo al respecto en todos los folletos que trajiste a casa. Solo lo usan en canciones y rituales. Aparte de eso, es uno de los idiomas japoneses en donde permiten sílabas que no son nasales como consonantes al final, algo inusual para lo que estamos acostumbrados.

—¿A que no es especial?

Sí que lo era, tan especial como ella para Ken.

—Una vez que lleguemos a casa quiero decirte algo.

—¿A casa? ¿Por qué no aquí o ayer?

Miyako no respondió.

Ken creyó que quería hacerse la interesante.

Un barco cruzaba la puesta del sol.

Ken lo observaba desde la costa ya que Miyako andaba dentro lidiando con todo por haber llegado tarde al hotel. Se distrajo tanto en el camino que, tal y como Ken supuso, causó lo que predijo. Podía escuchar las olas del mar y su corazón se aceleraba por la ansiedad. Sentía que su rugir podría tragárselo en cualquier momento. Por más que tuviera sus zapatos puestos podía sentir cómo la orilla mojaba sus pies y la distancia entre ambos era considerable.

Sentía que se estiraba a lo largo de la costa, anhelando que como a otras personas, las olas se llevaran sus preocupaciones. Aún así, sabia que para él era lo contrario. Las olas lo atormentaban, aprisionaban su alma y deseaba saber nadar. Sentía que se hundía y preguntaba por qué Miyako lo llevó tan cerca a su fobia y por qué él aceptó sabiendo lo que le podría suceder.

Por ese mismo motivo no supo cuándo sus alrededores fueron reemplazados por la oscuridad, transportándolo a ese mundo que arruinó su vida según Ken y, según Miyako y Daisuke fue un milagro que los unió.

Ken debía salir adelante y se preguntó si debía decírselo a las olas que desaparecían, calmando la tenebrosa marea. Pensó en Miyako, anhelando que lo sacara de ahí. No obstante, no podía contar con sus abrazos de medianoche que ella se negaba en admitir.

Tenía que superar el temor, aprender a nadar dentro de su propia pesadilla. Miyako se daría cuenta que desapareció y entraría en pánico. Eso era lo que menos deseaba. Quería correr a casa y que ella lo abrazara, pero no, no estaba bien. Tenía que seguir adelante. Superar ese temor.

Recordó que Miyako le dijo en el taxi que cuando fuese el día de mañana, harían muchas cosas divertidas cuando empezaran a moverse al ver los rayos del sol. Por eso mismo Ken imploró nuevamente a ese teru teru bōzu imaginario que mañana fuese un día despejado tanto en la vida real como en el corazón de Miyako.

Quería gritarle al mar que lo dejara en paz. Gritar el nombre de Miyako. Todo lo que sentía por ella.

Sabía que su compasión y pasión lo habían salvado. Quería dejárselo en claro al mar de la oscuridad para que jamás lo volviese a llamar.

En eso, sintió un leve agarre en su cintura, su realidad distorsionándose para retornar a una hermosa puesta de sol. Miyako estaba detrás suyo, sin ni un solo sollozo proviniendo de su garganta. Ken dio media vuelta, deseando decir algo, pero, Miyako sonrió tan solo diciendo lo siguiente separándose abruptamente, como si eso nunca hubiese sucedido.

—Siempre nos tropezaremos con paredes en nuestro camino. En momentos como estos, me pregunto, ¿qué debería hacer? Así que pienso, quiero estar con Ken. Quiero sentir a Ken. Y ahora aquí estás. Ahora vamos, ¡que hay un jacuzzi en nuestra habitación y quiero usarlo contigo!

Ken se sonrosó, sabiendo muy bien a lo que se refería y, aunque le diera vergüenza admitirlo, él también quería lo mismo que ella.

En medio de la noche, Ken empezó a llorar de nuevo. El sonido era la misma tortura. Lo hacía dormido. A Miyako le dolía. Por eso, volvió a abrazarlo.

—¿Estás llorando de nuevo? —preguntó, sabiendo que no obtendría respuesta—. ¡Todo saldrá bien! Te recuperarás más rápido esta vez.

La luna que debería traer dulces sueños tan solo era un presagio de horribles momentos. Ella lo acariciaba, sin saber qué más poder hacer. Siempre negaba estas muestras de afecto. ¿Por qué? Ella sabía que Ken se atormentaba sabiendo que ella era muy sensible, llorando a veces por el estrés. Si se entraba que parte de esas lágrimas estaban compuestas por su nombre, jamás se perdonaría a sí mismo y eso era lo que ella menos deseaba.

—Podemos salir adelante—murmuró suavemente, en soledad, al su pareja estar sumido en la pesadilla—. Despertaremos temprano, y te diré todo lo que quiero hacer. Las cosas nuevas que quiero que hagamos. Llenaré esas pesadillas de lindas ilusiones a futuro. Te lo tengo que decir una vez despiertes. No puedo esperar más.

Al día siguiente, Miyako estaba recostada en la arena con su bikini asemejado a la piel de una vaca quejándose que por qué no trajo a su compañero Digimon en forma de Poromon para que le masajeara la espalda.

Ken, por el otro lado, seguía sentado bajo la sombrilla y el sol no llegaba a su piel de marfil.

—Vamos al mar—dijo de repente ella, sudando por el calor al haber estado tomando sol.

El corazón de Ken se hundió.

Ella le extendió su mano.

—Todo saldrá bien. Sé nadar y estoy segura que sería una muy buena salvavidas dándote CPR.

Entonces Ken rio, siguiéndola en su locura por más que el miedo consumiera su alma.

Alguien dijo una vez que el paraíso es donde las gaviotas vuelan bajo tus pies. Estaban arqueándose y girando entre la brujería de la luz de la mañana. La inmensa vista que conducía al horizonte era asombrosa. La bóveda de terciopelo azul prusiano del cielo parecía soldarse en la manta líquida de plata debajo. Lejos, en el mar, un ave solitaria, con sus elegantes alas revoloteando, salió al lugar donde el mar y el cielo se fundían entre sí y se perdió de vista.

La suave palmada del mar fue silenciada, un murmullo metronómico. Las olas simplemente dormitaban en sus túnicas líquidas. Regatearon, luego se estremecieron y rociaron con agua de mar la superficie, batiendo las piedras antes de soltarlas. Una corriente de electricidad fría pasó por el aire.

Ken se estremeció una vez su pie dio con el agua.

El viento azotó.

El mar hervía a fuego lento.

Chapoteando Miyako ingresó solo para lanzarle algo de agua. Reía como un precioso ángel, su cabello recogido una alta coleta. De repente, la arena punteada de piedra rebosaba cuando el mar siseaba, se lavaba, pulía y azotaba las piedras antes de chapotear. Siseó, resbaló, rasgó la arena y la soltó; burbujeó, escupió, hirió la playa y se soltó: golpeó, golpeó, agitó las piedras y soltó.

Miyako disfrutaba todos esos sonidos para luego detenerse y tomarlo de la mano, adentrándose con él de forma lenta y pausada. Era capaz de sentir cómo temblaba.

La belleza hipnótica de su latido era desgarradora. Entonces se dio cuenta de que el mar era su propio maestro, encendiendo su propia sinfonía. Sin embargo, aún no había terminado su canción.

El temor de Ken se había vuelto en una canción sin dirección alguna y Miyako no sabía cómo adiestrarla.

El eco de un rugido ronco del mar enfurecido les llegó, un temblor al miedo. Las olas realmente chapoteaban, con sus labios salados. Un rumor de su malevolencia pasó por sus piernas. El viento se calmó. El mar burbujeó. Temblando, palpitando a su ritmo, su alma maliciosa se agitó, una advertencia de todas las edades. De repente, los rollos de marea alta se agitaron cuando el mar se hizo espuma, se estrelló, golpeó y golpeó la orilla antes de retroceder. Se hizo espuma, se hundió con fuerza y golpeó los odiados acantilados; se enroscó y desgarró, sacudió las olas y se abrochó; golpeó y se estrelló, levantando olas y expulsando su horrible rabia.

Su silbido se cerró, se hinchó una vez más, tembló y se quedó quieto.

En todo ese momento, Miyako optó por hundirse en el agua, llevando a Ken consigo.

Ella abrió sus ojos, solo para ver a un niño asustado.

Lo abrazó como lo hace cada noche y Ken abrió sus ojos en el agua salada.

Había preciosas conchas y hermosos peces de colores a sus alrededores. Todos bailaban a la sinfonía de Miyako, ella sonriente, ofreciéndole su mano como siempre.

No debía tenerle miedo al mar. Miyako siempre estaría ahí para él, ayudándolo a superar sus miedos, el más grande de todos. Aunque, en ese preciso instante Ken pensó: ¿Qué es lo que más temo?

Perder a Miyako.

El mar ya no importaba.

Miyako había domado su mar interior transformándolo en un arcoíris de fauna, una imagen que ahora asociaba a ella, su luz y carismática sonrisa.

El verano ya no significaría pesadillas con un mar oscuro, sino ahora con un cielo despejado, soleado y una chica que jugaba con los peces y conchas multicolores.

Bajó el agua gritó todo lo que sentía por ella, Miyako incapaz de escucharlo.

—Lamento si fui muy imprudente—se disculpó mientras él le ponía una toalla en la espalda, ambos sentados viendo a las demás personas divertirse.

—En lo absoluto, me hacía falta—agradeció dándole un delicado beso en su cabello.

—Sabes, anoche me prometí que te diría algo.

—¿No que ibas a esperar a que estuviéramos en casa?

—Eso creí pero, quiero que relaciones el mar con cosas todavía más hermosas—se puso de pie, extendiendo la toalla como si fuese una capa—. ¡Estoy embarazada!

Ahora todo tenía sentido.

—Voy a hacer que Miyoko aprenda el dialecto de Miyako, haré que ame el mar como su padre y no le tenga miedo, le enseñaré a nadar como lo hice contigo. Haré que sus sueños sean cielos despejados y peces de colores.

—Ya tienes hasta pensado el nombre.

—Pero por supuesto, ¿quién crees que soy?

Él se alzó para abrazarla profundamente.

No sabía cómo expresar su felicidad al saber que iba a ser padre. El cómo Miyako había pensado en todo ese plan y había dado resultado. Realmente, Miyako estaba llena de sorpresas.

—¿Por qué siempre me mientes sobre esto? —ahora fue su turno de preguntar.

—Porque sé que te echarías la culpa.

—Tienes razón pero, sabes, siempre le rezo a un teru teru bōzu imaginario para que tus ojos despierten libres de la lluvia de tu corazón.

—Así que no soy la única con una imaginación infantil—sonrió Miyako.

Ambos juntaron sus frentes con amor.

—Ahora serán dos, para que Miyoko también tenga cielos despejados.

—Siento que, con esto, nuestros corazones también se han aclarado como los cielos.

Quizás esa había sido la magia de Miyako, hacer que un día de tormenta se volviese en un arcoíris y abrir los corazones de los demás ante las maravillas del mundo. Que el mar de la oscuridad fuese un lugar lleno de colores, peces hermosos y coloridas conchas con las cuales, en el futuro, Miyoko Ichijouji usaría para formar collares para ambos.

Ken siguió a Miyako, dejando la costa, sabiendo que el mar los perseguiría siempre, salvo que con buenos recuerdos en vez de malos. El mar ahora significaba Miyoko. Miyoko significaba Miyako, y Miyako significaba todo.


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No sé si cumplí muy bien el reto pero me inspiré en ambas cosas que dijiste. Siento que las dos perspectivas son bellísimas. Al principio cuando me lo diste y lo acepté, no sabía que escribir más que una viñeta BIEN ANGST pero sentía que no le iba a hacer justicia a todo lo que imaginabas, así que luego de años salió esto, viva la cuarentena. Espero te haya gustado, Sku. Te amodoro. Me disculpo si se me escapó algún horror ortográfico.

Ahora, ¡es hora de la trivia!

Trivia

Teru teru bōzu: es un pequeño muñeco tradicional hecho a mano de papel blanco o tela que los granjeros japoneses colgaban fuera de su ventana con una cuerda. Se supone que este talismán tiene poderes mágicos para traer buen clima y para detener o prevenir un día lluvioso.

Miyakojima: es una jurisdicción/ciudad ubicada en varias islas en la prefectura de Okinawa, Japón. Significa "Isla Miyako". Una de las islas que administra Miyakojima incluye "Miyako-jima" y otras. El Aeropuerto se llama Miyako Airport, siendo el principal ubicado aquí.

Miyako-jima: es la isla más grande y poblada de las islas Miyako de la prefectura de Okinawa. La isla Miyako se administra como parte de la ciudad de Miyakojima, que incluye no solo la isla Miyako, sino también otras cinco islas pobladas.

Miyakoan: es un grupo de dialectos diversos que se habla en las islas Miyako. Se desconoce el número de hablantes nativos competentes; como consecuencia de la política del idioma japonés que se refiere al idioma como el dialecto de Miyako.

¡Gracias por leer!