La historia comienza en un cobertizo, con tres cuerpos cuyas vidas fueron tomadas por dos armas diferentes y el tema principal por ahora es el horror en la cara del hombre que está de pie delante de uno de los cuerpos en particular, el único que no formaba parte de los malhechores que físicamente podrían entrar en categoría suya en cuanto altura, tal vez no en peso.

La gente abrumada ha ingresado y los sujetos antes dichos son dejados de lado, por ser identificados como los perpetradores del crimen evidente, mientras los que acudieron aquí le ponen atención enseguida a la mayor víctima de lo ocurrido.

Ésa no era él, la persona a través de cuyos ojos vemos esto. Él estaba ido, caminando sin rumbo unos pasos apenas para escapar del asfixiante ambiente, ajeno a la emergencia y la vida de la persona que se veía como la más inocente de esta situación. Su rostro estaba lleno de sudor, a pesar de que ahora estaba pálido y empezaba a salir del asfixiante sitio, mientras que eran otros los que se encargaron inútilmente de atender esto. El oficial que acababa de llegar le interrogó del suceso, dejándolo de lado para entrar por la puerta a su espalda al no obtener respuesta.

Si al protagonista de esta historia tuvieran que preguntarle por qué pasó esto, diría que comenzó cuando llegó a este pueblo.

Su nombre era Nicolo. A diferencia de todos los demás, sobre todo los jóvenes que se marchaban en masa durante estos últimos años desde que las industrias estaban en pleno auge, él vino a instalarse. En un lugar olvidado por dios como éste, sin saber cómo o por qué, solo llegó a Dauper hace apenas cuatro años, buscando hacerse su propio camino. Ni siquiera poseía estudios extraordinarios, aunque sus padres pudieran haber costeado cualquier gasto necesario e incluso estudios universitarios. Quiso alejarse de su hogar antes de que lo echaran de casa como era la costumbre en su familia al cumplir la mayoría de edad, todos en su familia habían abandonado sus casas antes de ser mayores de edad ya sea para casarse, trabajar o seguir estudiando. El no lo hizo por ninguna de esas razones en particular. Simplemente alejarse de todos sus conocidos.

Vino aquí. Rentó un departamento en el centro del pueblo donde se ubicaban todos los almacenes. Ni siquiera había hospital, solo una Clínica Privada atendida por un único doctor quien estaba lejos de tener completos estudios para salvar una sola vida en riesgo extremo. Esto sería comprobado más tarde, pero por ahora centrémonos en las razones y motivos que desembocaron en aquel incidente.

Nadie creería que era por amor.

Él había caído rendido a los pies de la hija del matrimonio Braus, un par de granjeros cuyo patriarca era un ávido cazador desde su juventud, costumbre que aún se mantenía como algo de orgullo, y no un pasatiempo bárbaro, en este pueblo. El hombre le enseñaba a los menores que llegan a trabajar ahí, si éstos lo desean.

A Nicolo le bastó verla una vez para quedar irremediablemente enamorado, aun si muchas veces negó eso del amor a primera vista. Cada vez que la veía, solo tenía más pruebas de que era la chica perfecta para él. A pesar de la reputación que le daban los que más aires se daban por ahí, igual consideraban que era una buena chica para las personas en las que él confiaba.

El joven le ponía mucha atención a todo lo que tenía que ver con ella, por eso le fue imposible pasar por alto.

Nicolo nunca le gustó tratar con esa niña, aunque debía por obligación tratarla bien cuando sus padres venían de clientes lo que era raras veces dada su economía. Los Braus solían obsequiarles cosas. Gabi siempre recibía todo con una cara de perro enojado, sin agrado ni entender por qué, sin gracias o alguna palabra buena. El joven automáticamente la había puesto en su lista negra por eso.

Si no fuera porque Kaya, la pequeña vecina y hermana del alma de la chica que amaba, la invitaba a jugar, ni siquiera le dirigiría la palabra. De paso, cuando estaban a solas él la trataba de la misma forma que ella trataba a los Braus, para sorpresa de la mocosa que parecía no captar por qué alguien no la trataba bien como todos si, en palabras de ella misma, "era una niña tan linda".

Nicolo tal vez lo hacía de forma inconsciente, después de todo nunca hacía nada realmente serio para hacerla sufrir, pero sí quería hacerle probar algo de su propia medicina.

Tiempo después se fue enterando de más cosas sobre los Braus y los Braun. Como que existían dos personas más viviendo antes con ellos, Karina y Reiner. Madre e hijo. Eso fue antes de que los Braun actuales llegaran. Hablar de ellos era un tabú, pero a Gabi le importó poco mientras gritó la información que por fin le llamó la atención, viniendo de esa niña estúpida.

Resulta que luego de una conversación a puertas cerradas con Sasha, Reiner se quitó la vida. Gabi la culpaba por este hecho, aun sin saber qué plática se llevó a cabo. Aparentemente, nadie lo sabía porque la Braus nunca dijo tampoco qué fue, mucho menos a esa niña, aunque Nicolo estaba seguro de que, si se lo decía, la mocosa no entendería tampoco. Parecía ser de esas personas que no entenderían nada con una explicación ni verlo con sus propios ojos, a menos que algo extraordinario suceda.

Aunque Sasha posteriormente le explicó de qué se trataba -tenía que ver con todo menos ella, aun si se sentía culpable-, y le pidió ser discreto, Nicolo no pudo evitar sentir odio ante la única persona que la culpaba.

"La gente aquí le agradaba mucho Reiner porque era un trabajador esforzado. Viéndolo ahora, creo que solo actuaba así para no preocupar a otros, no era normal verlo triste o verlo ser negativo, pienso que por eso nos sorprendió a todos lo que pasó.

La última vez que lo vi, tampoco pude darme cuenta. Él simplemente me dijo… dijo que yo tenía buenos padres, yo bromé con que si quería que lo adoptáramos, que podía decirle a mis padres que lo hicieran pero tenía que darme su postre todas las noches.

Luego, simplemente nos despedimos."

Nicolo le pareció grosero a Sasha, cuando le dijo que Karina era en parte culpable. Había algo en la forma que la gente percibía a esa mujer, que le hizo sentirse disgustado con ella aun sin conocerla. Y no tenía que ver con su hijo muerto. En el pueblo solo escuchó a una mujer que se atrevió a decir todo lo contrario.

"¿Cuántos años habrá vivido ese pobre chico escuchando todo eso que ella decía?", ella se enfadó, haciendo sonar fuerte la cacerola mientras las dejaba en la mesa. Ella era la dueña del restaurante donde trabajaba y por lo general se medía mucho, pero parece que guardó eso mucho tiempo.

De hecho, tampoco habría problema porque estaban prácticamente solos. Ya era muy tarde, era Nicolo que invitó la cena a Sasha y ésta estuvo muy ocupada para venir antes, pero cumplió.

Nadie notó que había sido perseguida por unos niños, así que no esperaron que escucharan cómo Carla insinuaba que era culpa de la mujer, al decir que un padre no debe meter sus problemas emocionales como chantaje a sus hijos, que es lo que ocurrió con Karina Braun respecto al suyo.

A Nicolo le hablaron de la madre en el funeral, llorando y exclamando cómo eso no hubiera pasado si el padre de Reiner no la hubiera abandonado; con esa imagen se fue unos días después del entierro, Karina Braun, perdiendo contacto hasta ahora con los únicos familiares que tenía.

Se corría el rumor que Karina fue en busca del padre de Reiner (según la información de las distintas conversaciones, algunas del hermano de la misma, apenas podía considerarlo pareja, resulta que ni siquiera hubo relación entre ambos. Pero todos los que los conocían habían insistido en que deberían haberse casado al haber manchado su honor. Nicolo no entendía qué honor podía tener una mujer que adrede se metía con un hombre recién casado).

La noche siguiente a la que la señora Jaeger dijo su verdad respecto a la situación de Karin sobre su hijo, obtuvo como pago a su verdad que rompieran uno de los cristales de su establecimiento.

Sin embago, que la niña fuera una cabeza dura no era problema para Carla y no porque tuviera paciencia infinita. Ella no hacía excepciones a la hora de enojarse y reprender con la verdad, si existían razones. Si una mocosa no era capaz de retractarse de algo por desconocimiento y los demás adultos callaban por lástima, ella no. Era una mujer más estricta de lo que su aura generalmente amable aparentaba y era capaz de mantenerse firme, sobre todo con los niños. Posiblemente si hubiera sido la madre de Sasha, ésta no comería tan salvajemente, ni se cuestionaría a veces sobre si su padre estaba o no orgullosa de ella.

Sin embargo, Gabi era una terca que solo optó por calmarse cuando sus padres se vieron amenazados con otros adultos que hablaron sobre esa falta de educación a su hija y cómo deberían darle una lección antes de que fuera el siguiente vándalo del pueblo, que esas no eran maneras en las que se debía comportar una persona normal. Si hubieran sido otras personas los afectados, quizás no dieran importancia, pero los Jaeger era una familia muy querida aquí.


Para cuando los gallos de las casas empezaron a cantar, todos los padres sabían las noticias al estruendo que los despertó e hizo armar a los mayores dentro de sus casas, junto a los perros aullando de forma lastimera.

Dos heridos siendo atendidos y el cuerpo sin vida de una niña cuyos padres lloraban.

Los detenidos fueron tres trabajadores nuevos que iniciaron un secuestro en el rancho más llamativo del pueblo.

Muchos no habían dormido en ese momento, Nicolo siendo uno por recibir el respectivo interrogatorio. Cuando acabaron las preguntas, apenas pudo dormir y se levantó a causa de las pesadillas varias veces, pese a todo el cansancio que su cuerpo sentía.

Incluso semanas después, aunque disminuyeron las pesadillas no se iban.

Estuvo en la escena del crimen que terminó en homicidio, decía la gente solía compadecerse de su rostro pálido cuando le recordaban lo que pasaba, así que le tenían compasión al ser comensales durante tres años en la posada donde trabajaba. Nadie le juzgó, en primer lugar, por matar a uno de sus secuestradores, aunque sí porque lo hizo después de que la niña que una familia aún lloraba, fuera asesinada.

Podría haberla ayudado, pero no lo hizo, decían algunos. Sin embargo, con la misma fuerza otros defendían su actuar, Sasha en especial. Ella decía que no se culpara.

Nicolo nunca creyó verse entre medio de un secuestro, tampoco en un asesinato. E increíblemente, a su mente siempre viene una escena diferente, una que no se presentó en esa ocasión y que no sucedió más que en pesadillas.

Pero los adultos tienen razón, él pudo ayudarla. No fue estar catatónico, no fue el horror a la sangre, sino a su decisión en esos segundos cruciales.

La vio tirada en el suelo, con sangre brotando de su brazo tras el primer tiro que le dieron y él recordó.

Una pesadilla que había disminuido desde que la niña murió. La imagen de Gabi tendida en el suelo, la misma postura, el mismo hilo de sangre de la boca y los ojos idos; pero no con Gabi, sino con Sasha.

Una vez una gitana -o eso cree al menos él que era- le dijo sobre que puedes evitar tu destino siempre que otra persona tome tu lugar. Quizás, que Gabi muriera, hubiera evitado que su mayor pesadilla que él tenía se cumpliera.

Tal vez La Muerte o el Demonio quería una vida de ese pueblo ese día, independientemente de quién fuera y con una vida tomada estaba satisfecha. Pero no es que actuó en base a eso.

Nicolo no la ayudó por temor a que esa niña cumpliera sus palabras.

No tendría defensa para los demás, nadie entendería. Era hasta hace poco que le perturbó todo el asunto, y no justamente por no verla más incordiarle. Esas cosas no se pueden extrañar. Sin embargo, era algo que no podía decir a causa de lo insensible que sonaba. Lo que realmente le perturbaba eran las ramificaciones de su muerte.

Pero recuerda la conversación de los chiquillos aquel día.

A pesar de que el señor Braus era quien les estaban enseñando a disparar, Gabi había dicho esto de su hija apenas ésta se alejó a buscarles un jugo una vez los otros terminaron, pero ella seguía practicando:

—Voy a matar a Sasha un día.

A Nicolo le parece que solo él se lo tomó en serio, pues los niños solo se habían reído de ella y esa declaración. Los padres de Sasha, trataron de minimizarlo, a pesar de que la misma pareció escuchar y verse afectada.

Sin embargo, que no estuviera para cumplir eso era la máxima razón de que la muerte de Gabi Braun le aliviara, mas no la única.


Un pedido nuevo es echado a sus espaldas, mientras trata de poner el compañero en orden en la cocina y le repite de nuevo la orden para ayudarlo a espabilar. La dueña del lugar está atendiendo las mesas.

—Deberías tomarte el día mañana —le sugiere su colega.

Nicolo aprieta el mango de la sartén hasta que los nudillos se ponen blancos.

Se ha sentido débil desde hace varios días, cuando vino un periodista a cubrir la noticia que oyó de un familiar, quería llevar la historia a nivel nacional y eso le alarmaba. No es que la historia detrás a él le conmueva en absoluto. Sin embargo, conoce gente involucrada a nivel personal la cual la está pasando mal por vivir justamente en la casa de alado.

Esa tarde, fue al cementerio por primera vez pasado el mes desde el entierro. Tomó las flores que compró y mientras la colocaba en la tumba, susurró, quebrado por lo que hizo aquel día.

—Perdón.

Gabi Braun era en nombre en el epifanio y la foto de una niña que rondaba los doce.

—Perdón —dijo otra vez.


Han pasado dos semanas y Sasha insiste con lo mismo, así que la obedece esta vez.

Se dirige a la clínica de los Jaeger y se encuentra por primera vez con el hijo de la familia, un muchacho menor que él por quizás dos años, aunque siente que en apariencia Eren parecerá mayor por la forma en que su mirada se clava en lo que lo rodea.

—Escuché sobre el asesinato —dice de repente, cuando se sientan a la mesa.

Nicolo silencia.

—Eren —su mamá le alerta, subiendo el plato desde donde está que es el otro lado del mostrador de la cocina. De afuera luce cómico, pero sus infancias les recuerdan a ambos varones que no lo es en absoluto.

—Él es un asesino —aunque pareciera que Eren lo dice con desprecio, no hay un cambio grave en su mirada. Tal vez sea que su madre no lo nota o que piense que lo percibirá así. Es normal que, sin importar cómo lo diga, con solamente decirlo suena fulminante y como algo en su contra.

De hecho, Nicolo aprieta los labios sintiéndose mal a pesar de querer parecer imperturbable.

Carla se acerca y parece que le dará unas palabras, pero no lo mira primero a él sino a Eren.

Ella va por el lado técnico, diciéndole que no es lo mismo.

—En cualquier caso, es matar un ser humano —Eren responde.

—Por eso a los policías les disgustan los abogados, ¿sabes? —ella a veces prefería que su hijo fuese doctor, esta vez miró a Nicolo—. No tienes dejes que Eren te afecte, él no sabe cómo hacer amigos.

—De hecho…

—Entiendo que te genera culpa, pero no que te tortures así. Nadie debe vivir toda su vida cargando un peso que no le corresponde. Mientras estás vivo, debes cuidar de ti mismo —dice Carla, compasiva. Por un momento, deseó que ella fuese su madre—. Y tú, Eren, ¿encontraste a una chica que tolere esa boca tuya?

A pesar de que encontró divertida la repentina ocurrencia de la señora, pero no logró deshacerse en una sonrisa sincera.


—Me siento algo mal de no decirle a mis padres —le dijo Sasha, mientras lavaban algunas verduras en una pileta ubicada al costado de la casa.

Estaban en casa de los Braus, ubicada a un costado lejano todavía en terrenos Reiss. Ellos tenían su propia granja más pequeña y donde los mayores buscaban una gallina, Nicolo podía ver a Lisa advirtiéndoles a los niños sobre esa mini guillotina, mas optó por desviar la mirada antes. Lo que menos necesitaba era ver otro charco de sangre.

—No somos los primeros que ocultan la existencia de un embarazo antes de casarse. Además, falta poco —susurró Nicolo, echando despacio más de agua que trajo con una cubeta en esa pileta, donde ella quitaba la mugre a las papas.

—Pero es de mal augurio casarse de blanco si tú no… ya sabes —ella estaba incómoda y sonrojada, deteniendo un momento su labor.

No se arrepentía de lo que hizo, mas sí de que lo que hizo le provocara eso.

Eren le siguió a la salida, mientras su madre terminaba de cocinar. La noche los grillos cantaban, los mosquitos sonaban junto al viento también. Esperaba que Sasha estuviera cómoda en su casa, a pesar de que era su prometida ni de locos sus padres le dejarían dormir junto a ella.

¿No te molestaste, cierto?

No —el cocinero del pueblo asegura—. Entiendo perfectamente, créeme.

¿Sí?

Yo tampoco querría que un asesino esté cerca de mi familia —Nicolo ofrece humildemente.

Fue examinado por Eren durante segundos tras esas palabras.

Es como dijo mi madre —Eren dice al fin—. Lo tuyo no califica como un crimen para los del pueblo. Esas personas los estaban privando de su libertad, amenazaron su vida, tenías que defenderte —dijo Eren como si no fuera nada—. No te estoy señalando por ser capaz de tomar una decisión de tal magnitud antes de que sea tarde.

Nicolo se tensó, aunque fuera un halago el cómo Eren repentinamente lo miró le hizo sentir sudor.

Sería hipócrita de mi parte, dado que yo también lo haría.

¿Qué?

Si alguien amenaza la vida de la mujer que amo y mi hijo, sin importar quién sea, yo los mataría antes de que logren su cometido. Incluso si es una niña.

La insinuación no podía ser más clara. Y su garganta se secó mientras Eren le daba la espalda, pasando por su lado y murmurando:

Descuida, mi familia no le dijo a nadie más que Sasha está embarazada.

Pasó los siguientes minutos anonadado, incapaz de concebir lo que sucedía.

No lo diré, no te preocupes.

Esa fue la confesión de Yaeger, dejándolo ahí con la imagen de la niña, quien hubiera sobrevivido a una herida superficial en la pierna, de no ser porque fue él mismo que le disparó unos segundos después de que logró liberarse del forcejeo con su captor.

—Perdón —Nicolo ofrece, tomando las manos húmedas, frías y con tierra. Por alguna razón, le parecía que era como si hubiera salido del sepelio y así las acercó contra las suyas, llevando las manos de la mujer que adoraba al rostro y con unas profundas ganas de llorar—, pero en serio te amo demasiado.

Mientras ella viva, cualquier decisión que haya tomado está bien.

Y Nicolo la abrazó, pensando en lo afortunado que era por tenerla aquí.