-N/A: ¡Hola, bienvenidas a Into the Light! Hace un tiempo me di cuenta de que tengo nada más y nada menos que seis longfics dramione terminados (+2 en proceso, pero esos no cuentan xD), pero solo uno está ambientado en Hogwarts. Siempre rehuyo de escribir sobre la etapa estudiantil porque hay muchos detalles del canon a tener en cuenta (aunque me vaya a saltar unos cuantos jeje) y se han escrito tantas cosas sobre el tema que sentía que ya no podía aportar nada nuevo. Sin embargo, se me ocurrió el argumento de este fic y, cuando empecé a escribir, ya no pude parar. Este es el resultado.

DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

ACLARACIONES:

1. En este fic, Hermione es una Nott, melliza de Theo. (Al menos, al principio). Su casa es Slytherin, por lo que su amistad con Harry, Ron y los demás no existe (todavía). Su círculo más íntimo está formado por su hermano Theo, Draco, Blaise, Pansy y Daphne Greengrass, aunque ya veremos cómo esto va fluctuando.

2. Habrá Dramione desde el capítulo 1. Todos esperaban que Draco y Hermione terminaran juntos (incluidos los padres de ambos) debido a su estatus y así fue, aunque no por exigencias familiares o sociales, sino porque se enamoraron.

3. El fic transcurre en el séptimo año de Hogwarts. Voldemort no ha existido, por tanto la Segunda Guerra Mágica nunca sucedió (la primera, la de Grindelwald, sí), pero sí que perviven los valores tradicionales de la pureza de sangre.

4. Me he intentado apegar todo lo posible al canon, aunque he modificado varias cosas según me convenía: no hay dos prefectos por cada curso desde quinto hasta séptimo, solo existen los de séptimo, que no tienen por qué ser chico y chica. También he dado un horario fijo a los entrenamientos de quidditch y a las visitas a Hogsmeade. No es tan importante a la hora de leer, pero para mí, que tengo que organizarme y escribir, es primordial saber cuándo pasan las cosas.

5. Como Voldemort no ha intentado marcarse un genocidio, hay muchos personajes que siguen vivos en 1997 o no son como los conocemos habitualmente: Sirius, Remus, Ojoloco, Bellatrix… Licencias de autora.

6. Este fic tiene los capítulos más largos que he escrito nunca: de hecho, el más corto es este, con 4300 palabras. Cada capítulo estará entre las 6000 y las 10000 palabras.

7. Las actualizaciones serán cada dos semanas (si la vida no me lo impide), pero anunciaré el día exacto al final de cada capítulo para que no haya confusiones.

Y ya me callo. ¡Espero que os guste! N/A-


Into the Light


I. Todas las familias felices se parecen; toda familia infeliz es infeliz a su manera. (Lev Nikoláievich Tolstói)

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Hermione cogió aire por la nariz y entreabrió los labios para soltarlo lentamente. Tenía los ojos cerrados, pero los abrió para posarlos en un punto concreto a varios metros de distancia.

Su oponente la miraba con una sonrisa ladeada y el mentón levantado con aire de superioridad; tenía las piernas ligeramente abiertas, muy rectas, y jugaba con su varita, pasándola entre los dedos. La chica, por el contrario, se había colocado de lado, con las rodillas levemente flexionadas. Sostenía su varita con la mano derecha, y la apretaba de vez en cuando, porque su tacto la hacía sentir más segura. Él era un buen duelista, pero pecaba de una soberbia que no podía permitirse en la mayoría de los casos. Porque sí, Theodore Nott sabía cómo luchar, pero Hermione Nott era mucho mejor. Además, contaba con una ventaja: había sido la primera en posicionarse, por lo que tenía el sol a su espalda; a Theo le daba directamente en los ojos.

Su hermano no tenía nada que hacer contra ella, pero, como siempre, la subestimaba: a pesar de ser mellizos, él era carismático, el que sabía cómo conseguir lo que quería; ella, en cambio, era la callada, la que prefería pasarse horas en la biblioteca en vez de la sala común de Slytherin. Y las diferencias no terminaban en el carácter: Theo era alto, con el pelo castaño, liso y los ojos verdes, como su padre; Hermione tenía el mismo color de cabello, pero ahí terminaba la similitud: era más bien bajita, con un pelo rizado perfectamente peinado y grandes ojos marrones. Por eso, era Theo quien llamaba la atención, quien sabía cómo hacer que sus cualidades brillaran por encima de sus posibilidades.

Sin embargo, el amor que sentían el uno por el otro era inquebrantable, por mucho que Lawrence Nott se empeñara en hacerlos competir en todo.

Como esa tarde: los Nott habían invitado a sus amigos más cercanos, los Malfoy, a pasar el último fin de semana de agosto con ellos en su mansión de Baviera y estaban tomando un refrigerio en el jardín tranquilamente cuando la conversación viró hacia los estudios e, inevitablemente, hacia quién era mejor. Esto había hecho sonreír altivamente a Hermione, porque estaba claro quién ganaba.

—Borra esa sonrisa, hija. Theodore tiene mucho más talante que tú para los duelos.

Esto la hizo enfurecer, pero, como siempre, lo disimuló con una expresión impasible. El único gesto que la delató fue que paró de remover su té durante un segundo y enarcó una ceja con incredulidad.

—Que le guste lucirse más que a mí no lo convierte automáticamente en mejor duelista que yo —señaló, mirando a su padre con una sonrisa inocente, pero los ojos entornados.

Con el señor Nott siempre era así: una lucha tras otra. A Hermione la frustraba tener que estar siempre demostrando sus habilidades y se quejaba de que a Theo lo tratara con deferencia. La última vez, su hermano se había reído de ella y le había dicho que eso era porque sabía a cuál de sus hijos podía presionar hasta la perfección. «Yo ya soy perfecta en todo lo que hago», repuso ella con orgullo. «Casi», le respondió él. Y era verdad: Hermione era la mejor estudiante de Hogwarts, pero su progenitor siempre le repetía que le faltaba carácter. Mano dura. Ser menos blanda con los demás.

—¿Ah, sí? —replicó su padre, devolviéndole una fría mirada.

En ese momento, Theodore se levantó y se acercó a su hermana. Con una floritura, se inclinó para ofrecerle su mano.

—Las palabras se las lleva el viento, querida hermana. Los actos son lo que cuenta.

Hermione no esperaba la intervención de su hermano y miró a su alrededor, pero a nadie le parecía mala idea, al contrario: de repente los Malfoy parecían fascinados por la batalla que se aproximaba. Draco Malfoy, sentado a su lado con su perfecto traje de color negro, el pelo rubio peinado hacia atrás y una sonrisa afectada en el rostro, se inclinó hacia ella para susurrarle:

—Hazlo puré. —Su aliento le acarició la piel, haciéndola estremecer.

La chica se levantó, ignorando la mano de su hermano, y se alisó rápidamente el vestido de gasa azul que llevaba antes de chasquear los dedos. Un elfo apareció ante ella y le ofreció su varita, que cogió con decisión antes de encaminarse hacia el gran espacio verde que se extendía ante ellos justo antes de convertirse en bosque.

—Qué gran amigo eres, Malfoy —oyó que su hermano le decía a al chico.

Casi pudo ver la sonrisa sardónica de él.

—No me gusta hacer malas apuestas, Nott.

Así, ahora los dos herederos de aquella antigua y noble familia estaban a punto de batirse en un duelo mágico. Hermione permanecía alerta, porque prefería la defensa a ser la primera en atacar; en su opinión, quien atacaba primero lo hacía porque no tenía la paciencia suficiente para observar a su oponente. No era la primera vez que su padre los obligaba a medirse con el uso de la magia, pero sí la primera que tenían público y, aunque Theodore afirmara que le importaba poco la opinión del señor Nott, su hermana sabía que le gustaba recibir sus halagos. La deferencia de su padre hacia él era lo único que le quedaba, ya que sobresalir en todo lo académico era el campo de Hermione desde que habían aprendido a leer y escribir.

Sin embargo, aquella tarde no tendrían tiempo de lucirse frente a su padre, porque Edelina Nott salió al jardín en esos momentos y, al ver a sus hijos, negó con la cabeza con expresión cansada y los llamó:

—Volved aquí ahora mismo. Estamos intentando disfrutar de vuestra última tarde antes de que os vayáis a Hogwarts, no quiero que ninguno de los dos termine con un hueso roto.

Hermione y Theo se miraron sin saber bien qué hacer; al ver que su padre no empezaba la típica discusión sobre «tener que volverse fuertes y duros, conocer de primera mano el sufrimiento», la chica fue la primera en moverse. Cuando llegó a la altura de su hermano, entrelazó un brazo con el suyo y suspiró aliviada.

—¿No has protestado porque en el fondo no querías estropearte ese vestido tan bonito con la paliza que iba a darte? —la pinchó.

Ella chasqueó la lengua en un gesto burlón.

—Sigue soñando, Theodore; ni me habría despeinado. Aunque no voy a llorar por haber perdido la oportunidad de hacerte morder el polvo —confesó con alivio.

Los dos hermanos sonrieron al unísono, olvidada la tensión del momento, y volvieron con los demás. Su madre ya se había sentado junto a Narcissa Malfoy y tenía una taza de té en la mano.

—¿Te encuentras mejor, madre? —le preguntó Hermione.

La mujer sonrió débilmente y le cogió una mano para darle un apretón cariñoso. La señora Nott siempre había sido de constitución débil, pero en los últimos meses se cansaba muy a menudo debido a una fiebre que había sufrido en invierno y de la cual le había costado recuperarse. Era frecuente verla subir a su habitación para descansar un rato a media tarde.

—Sí, cariño, no te preocupes. —Carraspeó y se giró entonces hacia Draco—. Dime, querido, ¿satisfecho por haber sido nombrado Premio Anual junto con mi Hermione?

Todo el afecto que su padre les había proporcionado con cuentagotas lo suplía su madre, que era una persona tranquila, poco dada a los arrebatos ni partidaria de convertir a sus hijos en enemigos. Los Nott eran una extraña pareja, pero como muchas de su generación, probablemente el amor y la compatibilidad habían tenido poco peso en la decisión de casarse. Hermione intuía que la mala salud de su madre era la causa de que su padre le hubiera permitido interrumpir la pelea y cambiarla por una charla superficial.

Draco se acomodó, subiendo el tobillo derecho a la rodilla izquierda, y le restó importancia al tema con un ademán, ganándose así una mirada desaprobadora de Hermione. Para ella, que les hubieran otorgado ese cargo además del de prefectos la henchía de orgullo. Demostraba a todos que eran los mejores entre los mejores.

—No ha sido ninguna sorpresa, sinceramente —respondió con su habitual arrogancia; si Hermione no lo conociera tan bien, el brillo orgulloso de sus ojos le habría pasado desapercibido. Draco era una persona que solía ocultar sus sentimientos muy bien y disfrazarlos de los más convenientes en cada momento—. Aunque me alegro de poder pasar así más tiempo con Hermione —afirmó, sonriendo inocentemente.

La aludida puso los ojos en blanco, interpretando perfectamente sus palabras. Draco Malfoy y Hermione Nott llevaban saliendo desde cuarto, para alegría y satisfacción de sus respectivos padres, ya que era una unión que habían planeado prácticamente desde el nacimiento de ambos. Desde el año anterior habían pasado mucho tiempo juntos, sobre todo en la Sala de los Menesteres, que habían convertido en su segundo dormitorio, uno privado. Lo que Draco quería decir con su frase era que ahora dispondrían de la Torre de los Premios Anuales para ellos solos y no tendrían que escabullirse cuando querían estar a solas.

—Sí, es una gran oportunidad para ayudarnos a mejorar nuestro expediente —dijo ella, mirando a su novio con expresión de «No vayas por ahí». Theodore, que no era ajeno al intercambio de connotaciones, rio por lo bajo, pero calló ante la mirada severa de sus padres.

—Es vuestro último año en Hogwarts —Lucius Malfoy señaló lo evidente. El hombre sujetaba su bastón con una mano y sonreía enigmáticamente, algo que favorecía sus ya de por sí atractivos rasgos—, ya no sois niños.

—Es verdad —convino su esposa, mirando a Hermione con, si no ternura, aprobación—, no sabes cuánto nos alegró saber que habíais empezado una relación. ¿Verdad, querido? —Su marido asintió—. No podríamos haber encontrado una nuera mejor.

Hermione sonrió cándidamente y le dio las gracias, aunque internamente quería soltar una carcajada. Si ella supiera que su padre le había empequeñecido mágicamente los dientes delanteros a los diez años «para no parecer un conejo», había dicho, o que usaba una poción alisadora cada vez que se bañaba para que el pelo le quedara como ese día y no como un montón de rizos imposibles de peinar, no la vería tan perfecta. Sin embargo, la educación que había recibido le permitía mostrar lo mejor de sí misma. Sabía cómo complacer al resto de su círculo social, a pesar de que el señor Nott siempre se empeñara en señalarle algún defecto.

—Vayamos al grano —intervino este—: creemos que no es apropiado que compartáis torre.

Ante esto, a Theodore se le escapó una carcajada y hasta Draco apretó los labios para no sonreír con burla. Hermione mantuvo la compostura, pero internamente la divertía la idea de que se pudieran enterarse de las veces que habían hecho de todo menos cosas apropiadas.

—Sí, lo sabemos, pero en la carta que recibimos, Dumbledore nos informó de que solamente podríamos pasar dos noches a la semana en la torre, debido a nuestra situación —volvió a explicar, porque sus padres ya habían leído dicha carta y estaba segura de que los Malfoy también.

Dumbledore debía de pensar que les había fastidiado el plan, pero Draco no había mostrado el mínimo indicio de preocupación. «Como si el sexo estuviera reservado para las noches», fue lo único que dijo al respecto.

Lucius no parecía satisfecho con su respuesta.

—Aun así. —Miró a su hijo con los ojos ligeramente entrecerrados—. ¿No tenías algo que preguntarle a Hermione, Draco?

Su esposa y la madre de Hermione intercambiaron una mirada cómplice. La chica, que empezaba a intuir por dónde iban los tiros, se quedó lívida. Miró a su hermano en busca de ayuda, pero este se limitó a encogerse de hombros y observar la escena con expresión de lo más divertida. Después, sus ojos se posaron en su novio, quien seguía en la misma postura relajada que antes.

—Hmm… Creo que no. —El chico miró a sus padres con una sonrisa, pero su mirada era de desafío; Hermione lo conocía y sabía que le gustaba empujar a la gente para ver hasta dónde estaban dispuestos a llegar. Hacerlo con sus padres era peligroso, pero con los años Draco se había vuelto cada vez más atrevido—. ¡Ah, sí! —exclamó de repente.

Se metió una mano en el bolsillo. Se hizo un silencio repentino en el jardín, nadie se atrevía a respirar siquiera. Draco alargó una mano hacia ella, que Hermione tomó, y clavó en su rostro sus ojos grises, observándola con intensidad. Sus labios empezaron a curvarse, dibujando una sonrisa en su cara. Cuando los separó para hablar, Hermione se sintió desfallecer.

»Tenemos que empezar a organizar la fiesta de Halloween con los inútiles de los otros prefectos. No pienso dejar nada en manos de esos ineptos de Hufflepuff, sean quienes sean, porque solo saben que tragar y tienen la misma cantidad de buen gusto que los Weasley dinero en Gringotts: cero.

Hermione quiso matarlo por haberle hecho creer lo que no era y besarlo por la misma razón. Solo Theo le rio la broma, porque Lucius tenía cara de querer estrangularlo y Lawrence lo observaba con los labios apretados en una fina línea y negaba con la cabeza.

—¡Draco! —exclamó Narcissa.

—¿¡Qué!? —replicó su hijo.

Los Malfoy estaban entre la espada y la pared, porque no podían decir abiertamente que esperaban que su hijo le pidiera matrimonio a Hermione, pero sabían que los Nott se decepcionarían y les echarían en cara el poco compromiso de Draco con su hija. Al final, fue la señora de la casa quien salvó la situación:

—¡Pero mirad qué hora es! Creo que la cena estará lista en diez minutos, ¿os parece bien que entremos ya? Mi marido adquirió a principios de año unos Merlot franceses que todavía no hemos probado, creo que es buen momento para abrir una botella.

La tensión del desplante de Draco permaneció latente durante toda la cena, pero para cuando llegaron al postre, solo permanecía viva en las miradas amenazantes que le lanzaba el padre al hijo.

—Id a la biblioteca, niños. Los Malfoy y nosotros tenemos que hablar de unos asuntos muy importantes —se pronunció Lawrence Nott cuando terminaron la cena.

—Si no os importa, yo me retiraré a descansar: no me encuentro muy bien —dijo su esposa con voz débil.

La señora Nott estaba pálida y ojerosa; a pesar de tener apenas treinta y ocho años, parecía mayor que Narcissa Malfoy, que ya había superado las cuatro décadas de vida. Lo único que conservaba era su elegancia natural, algo que Hermione le envidiaba, porque a pesar de lo mucho que había practicado, no había conseguido igualarla.

—Por supuesto, querida. —Su marido se apresuró a ayudarla a levantarse de la silla y la acompañó hasta la puerta. Toda la frialdad con la que Nott trataba a sus hijos desaparecía cuando su atención se centraba en su esposa. Desde el punto de vista de los mellizos, era duro saber que no eran las personas a las que más quería su padre—. Si me disculpáis —miró a sus invitados brevemente—, vuelvo en un par de minutos. —Sus ojos verdes se posaron entonces en su hija y le dedicó una mirada severa—. Espero dejaros en buenas manos. Sed educados, ¿podréis?

«No, creo que voy a empezar a gritar como una mandrágora, si te parece», estuvo tentada de responder Hermione. En cambio, decidió ignorarlo y fijó sus ojos marrones en su madre y sonrió con ternura.

—Buenas noches, mamá —se despidió de la mujer, que giró la cabeza para devolverle la sonrisa.

—Buenas noches, hijos. No os acostéis muy tarde, que mañana es un gran día.

Cuando el matrimonio salió del comedor, Hermione se levantó. Le tocaba asumir el papel de perfecta anfitriona.

—Creo que en el salón estarán más cómodos, si les parece bien.

Los dos adultos y los tres adolescentes cambiaron de estancia.

—Dinos, querida, ¿qué planeas hacer cuando terminéis Hogwarts? —le preguntó la señora Malfoy.

Hermione sonrió, pero no pudo evitar tensarse. Cada vez que se le hacía una pregunta, por meliflua que pareciera, ella sentía que se ponía a prueba su valía, su aptitud para asumir el papel de futura señora Malfoy.

—Todavía no lo tengo claro —respondió ambiguamente.

Sin embargo, su hermano habló, dándose cuenta demasiado tarde de que no tendría que haberlo hecho.

—Creía que querías estudiar Leyes Mágicas.

La chica frunció los labios y lo miró con severidad, pero el daño ya estaba hecho, así que decidió contar la verdad:

—Sí, tienes razón. Es la posibilidad que más me atrae, de momento —contó.

Su elección había llamado la atención de Lucius, que la miró con una ceja enarcada.

—Interesante. ¿Tienes alguna especialidad en mente?

—Relaciones mágicas internacionales —respondió la bruja, sonrojándose ligeramente. Era una profesión difícil que requería, primero, muchos años de estudio, y después, adquirir experiencia trabajando en varios países durante dos o tres años.

Draco, que ya conocía su objetivo, sonrió con orgullo: le gustaba que Hermione tuviera ambiciones, metas. Sin embargo, sus padres no parecían compartir su entusiasmo: Narcissa había fruncido el ceño, arrugando su perfecta piel en un signo de preocupación ante su respuesta; Lucius, por su parte, parecía poco impresionado y hasta sorprendido.

—Solo es una idea, por supuesto. —Lawrence Nott, que había aparecido en ese momento por la puerta, se sentó en el sofá libre y miró a su hija con impasividad—. En unos meses las cosas pueden haber cambiado mucho.

Hermione cerró las manos en puños sobre el regazo, arrugando su precioso vestido. Antes de que pudiera dejarse llevar y dar una respuesta de la que después su padre la hiciera arrepentirse, Theo se levantó de golpe y levantó los brazos, estirándose.

—¡Bueno, pues nosotros nos vamos también! —intervino—. ¿Teníais que hablar de algo importante, verdad? Nos vemos mañana. ¡Buenas noches!

Le hizo un gesto a Draco para que lo siguiera y salió al pasillo con grandes zancadas. Su hermana se levantó con mayor lentitud y, tras alisarse el vestido, les dedicó una sonrisa a los Malfoy.

—Que descansen. —Sus ojos se posaron un segundo en el señor Nott sin rastro de calidez—. Padre.

Salió del salón y pasó de largo por delante de los chicos. No paró hasta llegar a la biblioteca y cuando entró empezó a pasearse por la sala como una fiera enjaulada. Se quitó las horquillas del pelo sin detenerse hasta que sus rizos estaban completamente libres, enmarcando su rostro ovalado. Cambiar de peinado era uno de los recursos que tenía para distraerse.

—Tranquilízate, Hermione. —Su hermano y su novio entraron en la biblioteca y el último cerró la puerta con un movimiento de varita, que se había sacado del bolsillo especial del chaleco. Se ganó una mirada furibunda de la bruja, que se detuvo de golpe.

Draco rio y negó con la cabeza.

—¿Nunca te han dicho que eso es lo último que deberías decirle a una persona enfadada? Qué poco talento tienes con las mujeres.

Hermione miró al rubio con los ojos entornados.

—Oh, sí, claro, es que las mujeres somos unas histéricas y necesitáis un curso especial para saber cómo darnos la razón para que nos callemos. —Cuando se dejaba llevar por su enfado tenía a ser más directa que de normal; a veces hasta llegaba a ser cruel o eso le habían echado en cara, aunque en su opinión solo decía la pura verdad.

Su novio, lejos de ofenderse, sonrió y apretó los labios en señal de que no pensaba decir ni una palabra más. Eso hizo que la bruja se calmara un poco; Draco, como la mayoría de los Slytherin, se había criado en un entorno que le había enseñado a no dar importancia a los ataques verbales de los demás o, al menos, a no mostrarlo. Aunque se querían más de lo que alguna vez se habían comunicado, discutían con frecuencia, por lo que ya sabían cómo apaciguar al otro.

—Qué ganas de volver a Hogwarts. —Tanto Draco como Hermione miraron a Theo con sorpresa; aunque el mago sacaba buenas calificaciones, no solía mostrar mucho interés en la vida académica—. ¿Qué? —se defendió—. Al menos en la escuela no tenemos que verle la cara de amargado a nuestro padre.

En eso Hermione estaba totalmente de acuerdo. Las vacaciones hasta ese año habían sido tranquilas, porque Lawrence Nott era el director de Gringotts y solía cogerse pocos días de vacaciones al año, pero ese año, con el repentino empeoramiento de la salud de su esposa, había pasado casi todo el verano en casa. Si la estancia de los mellizos hubiera llegado a alargarse un mes más, habría terminado en tragedia.

—Yo también tengo muchas ganas —secundó Hermione con una sonrisa, aunque parte de sus motivos era totalmente diferente—. ¿Con quién creéis que compartiremos clase?

—Pociones con los patéticos de Gryffindor —dijo Draco, frunciendo los labios en un mohín de disgusto—. Menos mal que Snape tampoco los soporta.

—Pero también iremos con ellos a Transformaciones, y McGonagall no nos soporta a nosotros. Juro que preferiría ir con Ravenclaw, al menos entre todos sí que juntan suficientes neuronas para formar un cerebro —se burló Theo.

—La mitad saca mejores notas que tú —señaló Hermione, enarcando una ceja.

Su hermano se encogió de hombros.

—En la escuela de la vida esa panda de patanes no sacaría ni un Aceptable. Además, te recuerdo que somos ricos. ¿Qué más da que me pongan un Extraordinario o un Insuficiente? —rio con despreocupación.

Draco y Hermione intercambiaron una mirada divertida.

—Parece mentira que estés en Slytherin: te falta ambición, Theodore —le dijo su amigo—. No sabes la satisfacción que da recordarles a esos inútiles que, además de ser mucho más ricos y de una estirpe más pura que ellos, también somos más inteligentes. Pertenecemos a una clase superior. Casi es nuestra obligación indicarles su lugar en el mundo. —Sus palabras estaban bañadas en arrogancia, fruto de toda una vida en la que les habían recordado una y otra vez que estaban en la cúspide.

—A mí, con que os comportéis, me basta. No pienso estar a punto de perder la Copa de las Casas otra vez solo porque tengáis incontinencia verbal —los amenazó Hermione.

A pesar de que Draco y ella sacaban las mejores notas de su promoción, los Slytherin se metían en tantos confrontamientos que perdían puntos cada dos por tres, por lo que Hermione tenía que hacer de prefecta, aunque en aquellos momentos todavía no lo fuera, y mediar para que les restaran puntos por ello.

—Yo no tengo la culpa si la respiración de la Comadreja me parece una ofensa hacia la existencia de la magia —respondió su novio sin ningún tipo de remordimiento.

—Además, es muy gracioso verlo ponerse rojo como su pelo de pobre y empezar a balbucear como si tuviera seis meses. —Ronald Weasley y Harry Potter eran los enemigos habituales de los Slytherin; no había semana donde no se pelearan. Theo disfrutaba especialmente metiéndose con él.

—No sabía que ya habíamos descartado que esa era su edad mental —siguió la broma el rubio.

Hasta Hermione tuvo que reírse, porque el Weasley de su edad solía ser bastante patético cuando se enfadaba y pretendía parecer amenazador. Normalmente ella no solía participar en los enfrentamientos a no ser que la atacaran directamente o se metieran con su hermano o su novio. De hecho, muchas veces era ella quien las acababa: le aburría tanta demostración de testosterona.

En ese momento recordó algo muy importante que quería preguntarle a Draco, pero primero su padre y después la mención de Hogwarts le había hecho olvidar. Lo miró con los ojos entornados.

—¿A qué ha venido lo de antes, en el jardín? —inquirió.

Theo carraspeó exageradamente y se levantó.

—Uno sabe cuándo está de sujetavelas. Voy a dejar la puerta abierta para que a tu madre no le dé un patatús, Draco, así que gritad en voz baja. —Se sujetó del marco de la puerta y les guiñó un ojo—. Intentad también no cansaros mucho esta noche.

—No seas vulgar —le recriminó Hermione, poniendo los ojos en blanco.

—Mi hermana, siempre tan empeñada en ocultar sus impíos placeres —sonrió Theo antes de marcharse y dejarlos solos.

Draco extendió una mano; Hermione la aceptó y se acercó a él en el sofá. El mago le besó el dorso mientras la miraba a los ojos.

—¿Vas a preguntarme por qué no te he pedido que te casaras conmigo?

Su novia asintió con decisión, aunque cierto rubor se había instalado en sus mejillas. Si algo caracterizaba a Hermione era el aplomo que demostraba en cualquier situación, pero cierta inquietud se había apoderado de ella cuando Draco se había hecho el loco en el momento en que se suponía que debía hincar la rodilla y sacar un anillo.

—Era lo que esperaban nuestros padres, al parecer —señaló.

—Exacto. —Draco giró su mano y depositó un suave beso en la suave piel de la parte interna de la muñeca sin cortar en ningún momento el contacto visual—. Han planeado toda nuestra vida, pero no me van a ordenar cuándo pedirte que te cases conmigo.

Hermione sonrió. La verdad era que se había sentido nerviosa e incómoda cuando se había dado cuenta de lo que pretendían sus padres y suegros.

—No habría sido muy romántico.

—¿Quieres que sea romántico cuando lo haga? —le preguntó el mago. Se había acercado a ella hasta el punto de que sus labios rozaron la mejilla de la bruja. Su aliento le acarició la piel. Era una sensación de la que estaba segura que nunca se cansaría.

—No —afirmó ella tras unos segundos de reflexión. Entrelazó una profunda mirada con esos ojos grises que la observaban y ocupaban ahora todo su campo de visión—, quiero que seas sincero.

Draco sonrió contra sus labios.

—Como desee mi amor. ¿Quieres ver el anillo? —susurró—. Lo tengo en el bolsillo.

Por un segundo, Hermione sintió la tentación, pero luego frunció el ceño y le dio un golpe en el brazo. El rubio se apartó y la miró con sorpresa y diversión.

—Acabas de arruinar el momento —le echó en cara, cruzándose de brazos.

Él esbozó una sonrisa felina y volvió a acercar su rostro al de la bruja.

—Tendré que buscar maneras de compensártelo.

Hermione suspiró cuando la besó y le mordió el labio inferior. Le devolvió el beso con la misma energía, pasando las manos por su cuello. Sin embargo, a los pocos minutos le vino a la mente un detalle importante.

—La puerta está abierta —le recordó, enarcando las cejas. Draco sacó su varita y lanzó un fermaportus sin siquiera mirar—. ¿Qué dirán…?

—¿Te importa el qué dirán? —replicó su novio con una mueca burlona.

La bruja levantó el mentón y sonrió de manera desafiante. Su respuesta fue tirar de su chaqueta para volver a besarlo.


-N/A: ¿Opiniones del primer capítulo? Es algo distinto a lo que he escrito hasta ahora, así que espero no haberlo hecho muy mal xD.

Quiero que se tenga en cuenta que Hermione va a parecer OoC porque ni es una Gryffindor ni su círculo familiar ni de amistades es el mismo al que habría tenido en las circunstancias "canon", por lo que es imposible mantener la misma esencia que la de la Hermione que conocemos. Para mí, estar en Slytherin la ha vuelto más ambiciosa, más directa (en los libros había momentos en que era un poco cruel, si lo recordáis) y con otro tipo de ideas en la cabeza, aunque ya veremos cómo no se comporta igual al resto de sus compañeros. Sigue siendo igual de cabezota y empollona, eso sí jajajaja.

En fin, espero que os haya gustado la introducción al mundo de Hermione Nott. La próxima actualización será el 30 de mayo. ¡No olvidéis dejarme un review con vuestra opinión! Me hace mucha ilusión leer qué os ha parecido, de verdad. N/A-

MrsDarfoy