Disclaimer: Los personajes de Twilight le pertenecen a Stephenie Meyer. Esta historia es de Nolebucgrl, yo solo traduzco con su autorización.


La Chica del Verano

—¿Sabes qué día es?

Ni siquiera me molesté en levantar la vista de mi computadora. Por supuesto que sabía qué día era. Hubiera sido imposible no saberlo con la cuenta regresiva que las chicas habían colocado en la pizarra frente a mí. Incluso sin ella, lo sabía. Había vivido en Forks toda mi vida. Cada año en el mismo momento, el pueblo se llenaba de vida cuando los Forks Knights llegaban.

La Liga de Verano todos los años era la cosa más importante aquí. En serio, no teníamos nada más. Éramos un pequeño pueblo que subsistía gracias al béisbol de verano, la tala, y la tienda de equipos de deporte de los Newton, los cuales también amaban la temporada de béisbol.

—¡Vamos, Bella! ¡Es Navidad en abril! ¡Pero los regalos son hombres apuestos con cuerpos increíbles y traseros regordetes! ¡Es Navidad, Acción de Gracias y Halloween en uno!

Finalmente levanté mi vista de la computadora y me encontré con los ojos de mi mejor amiga y compañera docente, Alice Brandon.

—Es más como el día de SV. (1)

—¡O sea, sí! ¡Espero que traiga al amor! —Brincó con emoción.

Sonreí ante eso. Alguna vez había creído en eso. Qué tonta había sido.

—Me expresé mal. Quise decir día de EV. (2)

Alice puso en blanco sus ojos azules y negó con la cabeza.

—Eso solo le pasó a Jess, y creo que fue ese Mike Newton que le dio…

La interrumpí colocando mis manos sobre mis orejas.

—¡No quiero saber! ¡Aborten! ¡Aborten!

—Oh, ¿también escuchaste de eso? Creo que fue Mike… —Se detuvo cuando suspiré ofendida—. Está bien. Eres tan amargada. Vamos. Vayamos a Bucky's y veamos si podemos mejorar tu humor.

Y Bucky's es el último lugar al que quiero ir.

—El alcohol no va a ayudar.

—¿Quién dijo algo de alcohol? La mejor forma de superar a Riley Biers es acostarse con alguien más joven, más sexy e incluso más talentoso.

Diablos.

—La probabilidad de que los Knights consigan a un jugador mejor que Riley es astronómica. Y no quiero hablar de él.

Tenía que admitir que Riley era bueno. Incluso increíble. No había sido una sorpresa cuando recibió una llamada en septiembre de los Rex Sox. Tampoco fue una sorpresa cuando llegó a hacer 9 home runs con .315 y 38 RBI para ayudar a su equipo a llegar a los playoffs. No, la sorpresa había sido cuando me dijo a mí, su novia de un año y medio, que todo había sido divertido, pero que tenía mejores y más grandes cosas esperándolo en Boston.

No era como si no lo hubiera sabido cuando lo conocí. Los beisbolistas eran temporales. Ellos venían y se iban antes de que pudieras parpadear. La mayoría se extinguían y volvían a sus pueblos. Pocos tenían suerte de llegar a las grandes ligas y dejar atrás a Forks. No había tenido ilusiones cuando conocí a Riley hace dos años. Él no había llegado a las ligas ese año, pero en vez de volver a casa, se quedó conmigo, yéndose solo para entrenar. Habíamos tenido lo que pensaba que era una relación comprometida y enamorada cuando llegó el verano siguiente. Y habíamos estado bien hasta que recibió la llamada. Entonces todo fue: "Ha sido lindo, nos vemos…" cuando salió por la puerta.

Alice se sentó en mi escritorio.

—Mira, Bella, sé que te rompió el corazón. Es un asno. Y deseo todos los días que le dé herpes, que cada vez que batee sea strike, y que le salgan verrugas y granos en el rostro.

Se me escapó una risa antes de poder contenerla. Imaginando a Riley lleno de verrugas y granos hacía maravillas a mi alma.

—Verrugas llenas de pus.

—¡Qué asco! ¡Que así sea! —Mueves sus brazos como si estuviera concediendo un deseo—. Ahora, vayamos a Bucky's.

—Ali…

Su rostro se suavizó y tomó mi mano.

—Bella, en serio. Han pasado meses. No digo que tengas que irte a casa con alguien. Quiero decir, sería increíble… —Se detuvo cuando le di un empujón a su brazo—. Pero, en serio, solo sal con nosotras por un rato. Ríete de los intentos descarados de Jess y Lauren por mostrar sus tetas. Disfruta de cómo Rose destruye sus sueños. ¡Ayúdame a encontrar el hombre de mis sueños!

Tenía que admitirlo, habíamos pasado buenos momentos en Bucky's. Todos los jugadores pululaban allí porque era el mejor bar de los dos que había en el pueblo, y era donde todas las mujeres solteras iban a conocerlos. Y nadie era más obvia o ridícula que Jess y Lauren. Y nadie se encontraba menos no disponible que Rosalie McCarty. Ella había conocido y se había casado con su hombre ni bien terminó el secundario. Con Emmett eran dueños del único taller mecánico del pueblo. No era necesario decir que su negocio era un éxito.

—Si voy… —Alice chilló, pero levanté una mano—. Dije . —Esperé y ella asintió—. Solo tomaré un, cuéntalo, un trago. No hablaré con nadie fuera de nuestro círculo o que no sea del pueblo, y ustedes no me dirán nada por ello.

Comenzó a abrir la boca, pero seguí.

—Me iré seguro a la hora, y tampoco se quejarán, me persuadirán, discutirán o chillarán por ello. Esos son mis términos. Tómalos, o me iré directo a casa ahora.

Alice suspiró, pero asintió.

—Sabes negociar, Swan.

—No te olvides, Brandon. Ahora vayamos a encontrar tu amor de verano. —O amores. Eso era más preciso.

Xoxoxoxoxox

Bucky's estaba exactamente cómo lo sospechaba que estaría. Como la temporada comenzaba en dos días, la mayoría de los jugadores ya estaban en el pueblo, y buscaban anotar antes de que tuvieran la oportunidad de batear. Jessica y Lauren habían encontrado una mesa justo en el medio del bar, con vista a todo. Y ya tenían varios admiradores a su alrededor.

Alice, conociéndome muy bien, tomó de mi brazo y me dirigió hacia su mesa. Ella solo tuvo que arquear una ceja hacia el primer tipo que hizo contacto visual en la mesa y este se puso de pie para cederle el lugar, sin siquiera articular palabra alguna. Hizo lo mismo con el tipo al lado de ella, que se movió así podía sentarme yo. Tenía que admitir que era impresionante.

—¡Ali! ¡Bella! ¡Conozcan a Tyler, Eric, James, y Alec! Pitcher, pitcher, cátcher, y shortstop. Chicos, ellas son nuestras amigas, Bella y Alice. —Jessica señaló hacia nosotros salvajemente, obviamente ya se encontraba ebria.

Todos asentimos, y el de cabello más oscuro, Tyler, preguntó si nos gustaría un trago. Elegí una cerveza, mientras que Alice pidió un martini.

—Otro Long Island para mí, cariño —arrulló Lauren, tomando de su trasero. Santo cielo, también estaba borracha.

—¡Yo también! —chilló Jessica.

—¿Están seguras que necesitan eso? —demandé mientras él se iba a buscar los tragos—. ¿Cuánto han bebido ya? ¡Ni siquiera son las cinco!

—Perra, por favor. ¿Cómo crees que conseguimos esta mesa? Hemos estado aquí desde las diez. Nos tomamos el día libre. —Lauren apartó su largo cabello rubio, mirándome incrédula.

Alice rio.

—Te dije. Es como su Super Bowl.

—Hay demasiados chicos apuestos y tan poco tiempo. —Jessica rio, guiñándole el ojo coquetamente a Eric. Noté que su blusa estaba desabotonada hacia su escote. Dios. ¿Había sido así de obvia cuando conocí a Riley? No lo creía.

—Tienes mucho tiempo. Ve más lento —le dije.

—Ey, quiero a mi Riley Biers —dijo ella, haciendo que haga una mueca cuando todos los hombres se giraron hacia mí.

—¿Estuviste con Riley? —Alec, el que estaba sentado a mi izquierda, se acercó a mí. Era adorable, supuse, con cabello y ojos marrones claros, pero no me afectaba en nada. Y no me gustaba la forma en que sus ojos brillaron cuando se mencionó a mi ex.

Me encogí de hombros, esperando que eso sea todo, cuando Tyler nos tendió nuestras bebidas.

—Ella estuvo con él hasta que fue reclutado —les dijo Jess—. La dejó cuando se volvió profesional. ¿Me harías eso, Eric? —preguntó afectada.

—Por supuesto que no, nena. —Envolvió su brazo alrededor de ella y la atrajo hacia él—. Tendría suerte de que fueras mi chica.

Contuve el bufido que se me quiso escapar. Jess sería su chica por una semana como mucho. Podría apostarlo. Ninguno de ellos se asentaría por mucho tiempo.

—Riley fue un idiota —dijo Alec, colocando su mano en la parte trasera de mi silla. Oh, diablos, no—. Quizás podrías ser mi amuleto de la suerte, ya que él fue lo suficientemente idiota como para dejarte ir.

Agarré mi cerveza y bebí todo de una. La promesa a Alice estaba cumplida.

—Claro, cogerme es la clave para llegar a las ligas. Pero tendrás que competir con el resto de tu equipo para conseguirme, ya que soy muy aclamada. Tienes que pasar por un proceso largo. Deja tu currículum y una foto con mis amigas, y te haré saber si has sido elegido para la segunda ronda.

—¡Diablos! —carcajeó Jess.

—¡Vamos, Bella! —gritó Lauren—. ¡Analizaré las inscripciones por ti!

Ah. Alice lucía triste por mis palabras, pero no pude evitarlo. Haciendo hacia atrás mi silla, asentí hacia ella.

—Ha sido… bueno, exactamente como pensé que sería. No hagan nada estúpido, y llámame si necesitas un aventón a casa luego.

Alec agarró mi mano mientras comenzaba a alejarme.

—Espera, ¿dónde vas?

—A cualquier lado menos aquí. No voy a ser tu chica de verano. Ya no salgo con jugadores de béisbol. Aprendí la lección por las malas. Encuentra a otra persona. —Sacudí mi brazo de su agarre y salí hacia el aire fresco, respirando con facilidad por primera vez desde que puse pie en el bar.

Era algo triste que estuviera lista para ir a casa a las cinco un viernes. Debatí lo que quería hacer el resto de la noche y decidí parar en la biblioteca y conseguir mi nueva lectura. Alice y las chicas iban a estar persiguiendo jugadores todo el fin de semana, así que estaría por mi cuenta, lo cual honestamente era como lo prefería estos días.

Caminé las tres cuadras a la biblioteca, sonriendo cuando vi el viejo edificio de ladrillos. Había sido mi hogar desde que era una niña, y todavía me encantaba. La Sra. Cope seguía siendo era la encargada, aun veinte años después, y me sonrió cuando ingresé.

—¡Acabamos de recibir la nueva novela de Jackson! —Ella conocía mi afición por las novelas de misterio y señaló a la sección de la biblioteca que mostraba los nuevos estrenos.

Me dirigí hacia allí, emocionada de saber cómo pasaría mi fin de semana. Inmensa en un misterio. Adoraba buscar pistas e intentar resolver el misterio antes que el héroe.

Nuestra biblioteca estaba montada como una librería, ya que la librería más cercana estaba a una hora de aquí. Los nuevos estrenos estaban todos juntos así no tendríamos que buscarlos. No lo vi en el estante superior, así que seguí buscando, pero no, no estaba allí. Quizás la Sra. Cope estaba equivocada y no lo había puesto en el mostrador todavía.

Comencé a girar de vuelta hacia el escritorio cuando vi a alguien encorvado sobre una de las mesas en la esquina. Estaba de espaldas a mí, por lo que no pude ver quién era o qué estaba leyendo, pero el libro en sus manos parecía ser bastante nuevo. Me moví hacia allí, esperando tener un vistazo antes que le preguntara a la Sr. Cope dónde estaba.

Seguí acercándome, fingiendo estar mirando a las estanterías cercanas a mí, para no ser atrapada observando la mano del extraño, cuando de repente se giró y miró en mi dirección. Me congelé en mi lugar. Santo Cielo, era hermoso. Ojos verdes y penetrantes, cabello marrón rojizo que estaba cortado al ras en los costados, pero un poco más largo en lo alto, una mandíbula definida y angular, y unos labios carnosos que se curvaron en una sonrisa mientras me atrapaba observándolo.

—Hola —dijo, y su voz era suave, musical y sexy. ¿Quién era este tipo? ¿De dónde salió?

—Estaba chequeándote —le dije rápidamente, jadeando cuando escuché mis propias palabras. Por favor, dime que no acabo de decir lo que creo que dije.

Soltó una carcajada.

—Me di cuenta.

Oh, Dios. Mátame ahora. Era culpa de la cerveza que tomé en Bucky's. Estaba fuera de práctica y, por lo tanto, mi boca hablaba sin pensar.

—Quise decir, estaba chequeando qué leías. —Mis mejillas estaban ardiendo, pero sí que era hermoso. Incluso más apuesto que Riley. No podía evitar estar atorada.

Dio vuelta el libro y vi que, de hecho, era el libro que había estado buscando.

—Tienes mi libro.

Sonrió creídamente.

—¿En serio? No estaba al tanto de que Jason Jackson fuera una mujer. Buen alias.

Diablos.

—Quiero decir, el libro que venía a buscar.

—Hmm, bueno, lamento decirte que estoy por retirarlo yo mismo. Ya leí tres capítulos y estoy enganchado.

Diablos. Mis planes de fin de semana se esfumaron porque este apuesto extraño estaba llevándose mi libro. Y sí, sabía que podía comprar uno en mi Kindle, pero no era lo mismo que estar sosteniéndolo en mis manos. Y tampoco quería tener que esperar dos días para que Amazon entregue mi copia. Lo quería ahora.

—¿No tienes Kindle? —demandé.

—¿Y tú? —respondió, lo cual no podía negar.

—¿Acaso tienes una tarjeta de biblioteca? ¿Eres de por aquí?

Inclinó su cabeza, esos hermosos ojos verdes brillaron hacia mí.

—¿Es un requisito para obtener una? ¿Una residencia permanente? ¿Necesito entregar mi pasaporte? ¿Entregar mi alma con sangre?

Bueno, diablos, el apuesto extraño no estaba cooperando conmigo.

—Podría retirarlo por ti. Así no será necesaria la sangre. Parece que puedes desmayarte de solo verla.

Se rio ante mi comentario.

—Si tan solo supieras.

Se movió en el lugar, y noté su abrigo verde, sus largas piernas cubiertas por jeans, que terminaba con unas botas de combate. Junto con el cabello…

—¿Estuviste en el Ejército? —pregunté.

Asintió con la cabeza, pasándose la mano que no sostenía el libro por su cabello.

—Sí. Sigo acostumbrándome a tener cabello.

Me reí y me senté en su mesa.

—Eso apuesto. Perdón si fui algo atrevida por el libro.

Sonrió.

—No hay problema. Amo a una chica que ame leer.

Mis mejillas se sonrojaron otra vez.

—Bueno, es lindo conocer a un tipo que también lo haga. No que nos hayamos conocido, exactamente. Quiero decir…

Extiende su mano.

—Soy Edward.

La estreché, notando cómo su mano envolvía la mía. Se sintió bien. Y ese fue un pensamiento estúpido. El tipo tenía mi libro, y ese era el único interés que tenía en él.

—Bella.

—Un gusto conocerte.

—Lo mismo digo. ¿Qué te trae a Forks?

Me dedicó una sonrisa torcida que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido. Este hombre era honestamente hermoso. Alice moriría si lo viera. Jess y Lauren probablemente arderían espontáneamente.

—¿Qué trae a todos a Forks esta época del año? —preguntó.

Bajé la vista hacia la mesa y noté una laptop frente a él, junto con un bolígrafo y unos libros sobre béisbol.

—¿Eres escritor? —pregunté, incapaz de mantener el asombro fuera de mi voz. Pero no podía evitarlo. Admiraba a los escritores. Amaba leer y ocasionalmente me imaginaba lo que sería poder escribir, pero jamás fui capaz de juntar más de unas palabras. La escritura no era para mí. Leer lo era.

Edward sonrió.

—Incursiono un poco.

Diablos. Eso lo hacía más sexy.

—Entonces, béisbol y novelas de misterio. ¿Vas a escribir sobre un jugador de béisbol muerto? —Tenía uno en mente que podía matar, por escrito obvio.

Se rio.

—Eso suena como algo que leería. ¿Por qué alguien querría matar a un jugador de béisbol?

—Hay varias razones —murmuré, haciendo que Edward se riera más fuerte.

—¿Mala experiencia?

Me encogí de hombros, no quería revivir lo de Riley otra vez.

—Alguien que quiera su posición en el equipo podría matarlo.

Edward sonrió y, rayos, era potente.

—Me gusta eso. La ambición siempre es un buen motivo para asesinar.

Asentí.

—O pudo haber robado la esposa de alguien.

—El amor y la pasión siempre son buenas razones —coincidió Edward.

—Deberías estar tomando notas. Esas son buenas ideas. Una viuda negra. Un amante abandonado. Un rival de otro equipo que estaba cansado de ser el segundo.

Edward rio otra vez, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tenía una buena risa.

—Tengo miedo de quitarte los ojos de encima.

Me quedé boquiabierta, y juro que se sonrojó.

—Quiero decir, estás muy llena de ideas para asesinar. Tengo miedo de apartar mi vista y que me mates.

Decidí ignorar el pinchazo de decepción que sentí con sus palabras y concentrarme en lo que, para mí, fue un cumplido.

—Dejé todas mis armas en mi otro vestido.

Edward rio otra vez.

—Eso hace que sea mi día de suerte.

—Bueno, estás llevándote mi libro, así que jamás lo sabes… puede que te busque y te mate para obtenerlo de vuelta.

—¿Asesinato por material de lectura? No sé si alguna vez escuché de ese motivo.

Solté una risa.

Misery tenía una trama parecida, pero ese es el único que se me ocurre.

Edward sonrió.

—Eres una lectora. Me gusta.

—A mí también. —Mi estómago gruñó, y suspiré—. Salvado por el estómago parece. —Me puse de pie. Era hora de apartarme de Edward. Era muy fácil hablar con él, también una buena vista. Y como ya había renunciado a los chicos por el futuro cercano, era mejor evitar la tentación.

Edward también se puso de pie.

—Hablando de estómagos, ¿dónde hay un lugar para comer por aquí?

—Tienes muchas opciones. Tienes a Bucky's, el bar local, momentáneamente lleno de beisbolistas cachondos y chicas del pueblo con sueños de conseguir maridos ricos y vergas grandes.

Me observó boquiabierto.

—Eh…

Mierda. ¿Qué me pasaba hoy?

—Lo siento. Bebí una cerveza antes de escapar y venir aquí. Parece ser que mató demasiadas neuronas. —Sacudí mi cabeza—. Tienes la cafetería, en la calle Azeele, allí tienen buenas hamburguesas y sándwiches. The Lodge si quieres algo más fino, y eso es todo. Hay un McDonald's y un Burguer King también, si eso es lo tuyo.

Juzgando por la expresión de Edward, no lo era.

—Y el mercado está en la esquina. Hacen buenas ensaladas, sándwiches, y tiras de pollo.

—Gracias. —Edward juntó su notebook, los libros de béisbol y mi novela de misterio—. Supongo que será mejor renuncie a mi alma para conseguir esa tarjeta de biblioteca.

Me reí.

—Puedo dar mi buena opinión sobre ti con la Sra. Cope. Te dará un descuento de sangre.

Sonrió.

—Eres muy amable.

—Es lo menos que puedo hacer por un tipo con buen gusto en libros. —Lo señalé con el dedo—. Pero más te vale devolverlo rápidamente y en excelentes condiciones. Si lo consigo después, y hay algunas páginas dobladas o manchas de comida, sacaré mi mejor cuchillo.

Edward levantó las manos en rendición.

—Jamás maltrataría a un libro, especialmente uno que era dirigido para una conocedora del asesinato como tú. Podrías matarme y nadie jamás sospecharía de ti.

Moví mis cejas hacia él.

—Recuerda eso. Buena lectura, Edward.

Me aparté de él, saliendo de allí y saludando a la Sra. Cope en el camino, que pronto sabría por qué no retiraba nada. Conseguiría algo de cenar y después miraría algo tonto antes de irme a dormir. Me dirigí hacia la cafetería, saludé a Sam que se encontraba detrás del mostrador, y le di a Angela mi pedido usual de hamburguesa de queso y papas fritas.

Dejé que mi mente vagara de vuelta a Edward. La había pasado bien charlando con él. Quizás Alice tenía razón y era hora de pensar en citas de nuevo. No era que había muchos prospectos que no estuvieran relacionados al béisbol por aquí, pero quizás me toparía con él de nuevo y podríamos ver.

Como si lo hubiera invocado con mi mente, Edward entró a la cafetería. Echó un vistazo a su alrededor y sonrió cuando me vio.

—Diría que las mentes brillantes piensan igual, pero después de saber lo que piensas, me preocuparía por mí mismo.

Sonrió satisfecho.

—Ya quisieras. —Bueno, ¿por qué no? Acababa de pensar sobre la posibilidad de salir con él, ¿o no?—. ¿Quieres cenar conmigo?

Dejó su bolso sobre el banco, se acercó y tomó mis cubiertos.

—¡Ey!

Edward desenvolvió la servilleta y sacó el cuchillo antes de devolvérmelos.

—Más vale prevenir que curar.

Tuve que reírme.

—Eres ridículo.

—¿Yo lo soy? Tú eres la que tiene planes de asesinato.

Puse los ojos en blanco.

—Hola, tenemos testigos. No puedo simplemente apuñalarte frente a todos. Si fuera a matarte en público, usaría veneno.

Entrecerró los ojos.

—Entonces, qué bueno que no he ordenado todavía.

Edward estaba algo loco, pero era divertido.

—Sí, estás a salvo. —Aunque no lo dejaría que se ponga muy cómodo—. Por ahora.

—Qué suerte la mía.

—En efecto.

Angela se acercó, y Edward ordenó lo mismo que yo, con la adición de un batido de chocolate.

—Entonces, ¿la Sra. Cope te dio algún problema?

Edward negó con la cabeza.

—No. Solo prometí entregar mi primer hijo, supuse que eso era mejor que la sangre.

—Pero claro. No tendrás tiempo de encariñarte con el niño, así que no hay problema. —Asumí que no tenía hijos, de todas formas.

—Exacto. —Bien.

Edward se volvió hacia su bolso y sacó el libro. Fue difícil no estirar una mano y quitárselo. Me removí en mi asiento y me senté sobre mis manos para así no hacerlo.

Ojos grandes y verdes me observaban.

—¿Te sientas sobre tus manos así no me robas el libro? —preguntó, sonando incrédulo.

—Quiero decir, me había ilusionado con leerlo este fin de semana. Iba a ser el escape perfecto de…

—¿Los beisbolistas cachondos y pueblerinas desesperadas? —preguntó con una sonrisa insolente.

Diablos.

—¿Tienes que recordar todo lo que digo?

—Parece que sí —respondió—. Las cosas que dices me fascinan.

Me encontraba fascinante. Yo encontraba esto emocionante. De muchas maneras.

—Bueno, estoy contenta de escuchar eso.

—Yo mismo estoy bastante contento de ello —respondió.

Llegó nuestra comida, y seguimos nuestra platica mientras cenábamos. Noté que Edward tenía una papa frita demasiado larga, que eran mis favoritas, así que me acerqué y la intercambié por una de las mías.

—¿Qué crees que haces? —preguntó mientras me llevaba la papa a la boca.

—Quería esa papa. Tenía la proporción perfecta de crujido.

Edward rio tan fuerte que temía que fuera a ahogarse e iba a tener que darle palmadas en la espalda. Lo que estaría bien, pero no deseaba tener que intentar la maniobra de Heimlich. Seguramente le rompería unas costillas, y presentaría cargos, pensando que realmente intentaba matarlo.

Afortunadamente, se pudo controlar, y se estiró y tomó mi agua, bebiendo un gran sorbo. Hubiera protestado, pero me distrajo el ver su cuello trabajar mientras tragaba.

—¿Qué rayos es la proporción perfecta de crujido? —preguntó una después de beber medio vaso de mi agua.

—Ya sabes, no es tan crujiente como para romperse cuando la agarras, y si presionas un poco, se contrae y no se rompe.

Edward sacude su cabeza.

—Eres rara.

—Usualmente no lo soy, pero por alguna razón me siento rara esta noche. Le echo la culpa a la cerveza.

—Y a los jugadores de béisbol.

—Siempre a ellos.

Edward me estudió.

—¿Mala experiencia?

—Podrías decir eso.

—¿Muchas malas experiencias?

¿Qué? ¿Pensaba que era una grupi?

—No, solo una. —Suficiente de mí—. ¿Qué tal tú?

Sonrió. Era tan hermoso.

—Jamás salí con un jugador de béisbol.

—Ja, muy gracioso.

Edward se encogió de hombros.

—Tenía una novia cuando me uní al ejército, pero no sobrevivió la distancia. Tener citas no era una prioridad allí. Sobrevivir lo era. Ahora estoy aquí.

Claro. Entendía eso. Y debería decir algo.

—Gracias por tu servicio.

Sonrió.

—Gracias por decir eso.

—De nada.

Conversamos sobre temas sencillos mientras terminábamos de cenar. Edward insistió en pagar mi cena, y no sentí la necesidad de discutir. Quizás podría pagar yo la próxima vez.

Mientras comíamos cayó el crepúsculo, y sonreí hacia la puesta de sol.

—Hermoso, ¿no?

—Eso podría decir.

Le eché un vistazo y noté que Edward estaba observándome a mí en vez del cielo. Mis mejillas se sonrojaron, pero mantuve su mirada.

—Me encanta que pienses eso. —Después de eso, nos quedamos en silencio, que por supuesto tuve que llenar—. ¿Dónde te estás quedando?

—Forrest Run.

Asentí, para nada sorprendida. Eran departamentos que se llenaban en la temporada de béisbol. Si Edward estaba aquí para escribir sobre béisbol, ese era el lugar donde quedarse.

—¿Sabes cómo llegar allí?

Edward asintió.

—Sí, soy bueno con las direcciones.

De alguna forma no dudaba eso.

—Bien.

¿Qué hacía ahora? ¿Lo besaba? No estábamos en una cita de verdad, así que no sabía cuál era el protocolo.

—Fue lindo conocerte —dije débilmente, porque era lo último que quería decir.

—Fue lindo conocerte, Bella.

Me encantaba cómo decía mi nombre, como una caricia.

—Bien, ten una buena noche.

—Tú también.

Claro. Eso fue un rechazo. Me giré para comenzar el viaje a casa cuando sentí una mano en mi hombro.

—Estaba pensando…

Me volví y le sonreí.

—No te esfuerces…

Me dedicó esa sonrisa asesina y tironeó de mi cabello.

—Realmente quieres leer el libro, ¿no?

Eso no fue para nada lo que esperaba escuchar, pero asentí porque era verdad.

—Bueno, pensaba que, si no tienes nada que hacer este fin de semana, quizás podríamos leerlo juntos.

Eso fue raro.

—¿Cómo? ¿Pasárselo del uno al otro?

Edward rio.

—No, yo leo un capítulo en voz alta, y luego tú, y entonces yo. Podemos hablar e intentar adivinar juntos quién lo hizo.

Como que me gustaba esa idea.

—¡Sí!

Soltó una carcajada.

—Entonces, ¿a dónde deberíamos ir?

—A mi casa —dije de inmediato, porque… jugadores de béisbol, no, gracias.

Se rio.

—Claro. ¿Mañana?

—¿Por qué no esta noche? —Ese había sido mi plan después de todo.

—¿Por qué no, de hecho? Marca el camino —dijo.

De alguna forma, mi plan de leer por mi cuenta todo el fin de semana se había expandido para incluir a este hombre demasiado apuesto. Finalmente ganaba algo. Quizás esta temporada de béisbol no sería tan mala después de todo.

Xoxoxoxoxoxoxo

—¡Oh, por Dios, él no puede ser el asesino! —Le di un manotazo en el hombro cuando, de nuevo, por milésima vez, declaró que este nuevo personaje era el asesino.

—¿Por qué no? ¡Estaba en la escena! —No sé cómo pudo decir eso seriamente.

—Edward, es un perro. Los perros no disparan a las personas.

—¿Cómo lo sabes? ¿Has visto alguna vez a uno con un arma? Es un pastor alemán, Bella. Son muy inteligentes.

Me lo quedé mirando por encima del libro. Era mi turno de leer, pero Edward seguía interrumpiéndome con sus teorías ridículas.

—¿Tengo que leer esto sola?

Negó con la cabeza.

—¿Te olvidas que es mi libro? Si me voy, también el libro. —Se echó hacia atrás, colocando sus pies sobre mi mesa ratona, sintiéndose como en casa en mi sala.

Diablos. Ni modo.

—Puede que lo hayas retirado, pero está en mis pequeñas manos. ¿Crees que puedes quitármelo?

Edward me miró de arriba abajo y me sentí sonrojarme otra vez. Mi reacción a él era demente.

—Mides, ¿qué? ¿Metro sesenta? Tengo veinte centímetros más que tú. Y pesas… —Sonrió—. Bueno, no debería suponer el peso de una mujer. Pero sé que no es mucho, en comparación.

—Solo porque seas más grande no significa que puedes ganarme. Soy astuta.

—Estoy seguro que lo eres.

Y antes de que pueda parpadear, Edward me tenía inmovilizada sobre mi sillón, su rostro a milímetros del mío. Mis ojos marrones observaban sus hermosos ojos verdes, y contuve mi aliento cuando apartó el cabello de mi rostro, pasando sus dedos callosos suavemente por mi mejilla izquierda.

Se rio, por lo que parpadeé, rompiendo la conexión, y noté que el libro estaba en su mano sin siquiera haberme dado cuenta de que lo había tomado.

—Diablos, ¿estabas en Fuerzas Especiales o algo? —demandé, intentando no estar decepcionada cuando Edward me soltó y se echó hacia atrás en el sillón.

La alegría abandonó su rostro y de inmediato me arrepentí de mis palabras.

—Lo siento.

—No te preocupes por ello. Es algo que intento dejar atrás de mí.

Claro. Dah, Bella, ¿por qué no le preguntaste si también mató a alguien? Sus ojos lucían vidriosos, y temí que lo hubiera enviado a un lugar realmente horrible. Era momento de volver a algo bueno.

—¿Por cuánto tiempo has estado escribiendo?

Sacudió su cabeza, como si estuviera volviendo de sus recuerdos.

—Desde que puedo recordar, de hecho.

Me encantaba eso.

—Entonces, ¿qué estás escribiendo? ¿Un libro sobre béisbol?

Edward rio.

—Nada tan difícil, me temo. Estoy escribiendo una serie de artículos sobre lo que es estar en ligas de tipo AAA, qué los conduce a llegar a las ligas mayores, lo bueno y lo malo, ese tipo de cosas.

Eso era bastante bueno.

—Entonces, ¿te enfocarás en un jugador o en todos?

Se encogió de hombros.

—Probablemente una mezcla. Veremos. Depende de quién logre su sueño, supongo.

Eso tenía sentido.

—¿Para qué periódico es?

Lució algo tímido mientras me miraba por entre sus pestañas.

Sports Illustrated.

Wow.

—Mierda, Edward. ¡Eso es increíble! ¡Hablando de ligas mayores!

Rio.

—Bueno, me siento honrado de que hayan pensado que sería una buena historia. Espero que lo sea.

—Lo será. —Tironeé de la manta azul que estaba sobre el sillón—. Puedo decir que te conocí cuando estabas comenzando.

Inclinó su cabeza y me estudió de nuevo. Parecía que el hombre tenía una manera de ver a través de mí.

—¿Qué te hace pensar que no vamos a seguir hablando cuando triunfe en esto?

¡Ja!

—Porque así va la cosa, Edward.

—¿Quién fue él? —preguntó, inclinándose hacia adelante, concentrado en mí.

—¿Me preguntas porque quieres conocerme o por tu artículo? —pregunté, arrepintiéndome de inmediato cuando se echó hacia atrás y me fulminó con la mirada—. Perdón.

—Está bien. Me iré. Puedes quedarte con el libro. —Lo dejó en el pedazo de sillón entre nosotros.

Diablos. Yo y mi gran boca. Lo tomé del brazo mientras intentaba ponerse de pie y lo sostuve hasta que volvió a sentarse.

—Ya pedí perdón. Es un tema sensible, eso es todo. Fui lo suficientemente estúpida como para creer que sus sentimientos hacia mí iban a durar más que el verano, especialmente después que se quedó cuando no fue elegido por un equipo hace dos años. Pero el año pasado llegó y también la llamada, y él se fue, pero me dejó atrás.

Edward tomó la mano que sostenía su brazo y le dio un apretón.

—Entiendo de temas sensibles, como ya sabes. Lamento haber preguntado. Él suena como un verdadero imbécil.

Suspiré y devolví el apretón.

—Lo fue, pero yo también. Sabía desde el principio que seguramente iba a ser temporal. Fui una estúpida al creer que era más que una chica de verano para él.

—Deberías haberlo sido. —Edward me sonrió—. Dudo que haya conocido a alguien tan interesante como tú, donde sea que haya terminado.

Tuve que reírme ante eso.

—Creo que esa es tu buena manera de llamarme rara, y no estás equivocado. Y terminó en Boston.

Vi el momento en que entendió todo.

—Sí. Riley Biers.

—Es casi como una leyenda para los chicos de por aquí —dijo Edward, poniendo los ojos en blanco—. Todos ellos quieren ser el próximo Riley.

Me reí, y sí, fue un poco amarga.

—Es verdad. Uno de los chicos en el bar pensó que, si salía conmigo, quizás le ayudaría a lograrlo.

Edward negó con la cabeza.

—Qué idiota. ¿Cuál de todos dijo esa estupidez?

—Creo que su nombre era Alec.

—Tiene sentido. Es un asno.

Tenía que coincidir con eso.

—Bueno, eso fue lo que hizo que me fuera del bar y me dirigiera a la biblioteca, donde te conocí. Así que deberías agradecerle por hacer tu día.

Soltó una carcajada.

—Tendré que hacer eso, después de patearle el trasero por ser un idiota.

Eso no podía ser tan malo, ¿o no?

—¿Crees que puedes ganarle?

Edward me dedicó esa mirada de nuevo, y me reí.

—Perdón. Jamás debería haber dudado de ti.

—Eso es, mujer. —Pasó un dedo por la parte exterior de mi mano, la que sí, seguía sosteniendo—. Ahora, ¿vas a leerme o qué?

Tomé de vuelta el libro con mi mano suelta y lo abrí. No iba a soltarlo si él no lo hacía. Edward me sonrió y le dio otro apretón. Mi corazón se estrujó junto con su pequeña sonrisa. ¿Qué estaba haciendo? Leyendo. Así es. Solo leía con un nuevo amigo. Sin preocupaciones. Claro.

Xoxoxoxoxoxoxoxo

Me desperté sintiendo que no estaba donde debería estar. Me encontraba acalorada, acalambrada, y ¿acompañada? Abrí mis ojos y me encontré con la mandíbula de Edward. Mmm. Estaba acostado a mi lado en el sofá, presionado contra mí, mi brazo sobre su pecho, su brazo debajo de mi cuello, nuestros pies enredados. ¿Cómo pasó eso?

Recordé que Edward había bostezado y le sugerí que se acostara porque era demasiado tarde para que vuelva a donde estaba quedándose. Se suponía que debía volver a mi cama, pero de alguna forma había terminado aquí.

Se lo notaba pacifico cuando dormía. Parecía estar libre de los recuerdos que le rondaban a veces, lo que era bueno. Estaba contenta de que no tuviera sus brazos alrededor de mí. ¿Las piernas? Puede ser. Me acurruqué contra Edward y sonreí cuando sentí su risa retumbar en mí.

—Atrapada —murmuró, y juro que sentí sus labios contra mi cabello. ¿Me había besado? ¿O estaba mi cabello demasiado salvaje que estaba en su rostro? Probablemente lo último.

—¿Qué quieres decir con "atrapada"?

—Me estabas mirando.

¿Y?

—Estabas frente a mí. ¿Qué se suponía que haga?

—Se suponía que debías estar en tu cama. Allí es dónde dijiste que ibas a ir, por lo menos. —Su risa hizo cosquillas en mi rostro que estaba contra su pecho.

—Bueno, pero no fui.

—Eso veo.

Me removí y sentí algo duro contra mi pierna.

—No parece que te moleste mucho.

—Mmm. Me desperté con una hermosa mujer en mis brazos. Definitivamente puedo pensar peores formas de comenzar el día.

Levanté mi cabeza y lo miré a su maravilloso rostro y maravillosos ojos.

—Hermosa, ¿eh?

Edward tomó mi mejilla en su mano.

—Muy hermosa.

Esperé, preguntándome si iba a besarme. Ahora sería el momento, ¿no? Cuando un tipo pasa la noche con una chica y la llama hermosa, aunque tenga el cabello despeinado, aliento apestoso, y seguramente marca de babas.

Edward soltó mi rostro y giró su cuello.

—No creo que mi cuello le agrade tu sillón.

Bueno, diablos. Supongo que no.

—Quizás mi sillón no le agrade tu cuello.

Se rio y comenzó a sentarse, levantándome con él.

—No te entiendo.

Oh, claro, yo era la que no tenía sentido cuando él había tenido en frente la oportunidad perfecta para besarme y no la había tomado.

—Ni yo a ti. —Después de salirme de la posición en la que había estado cuando se sentó, me puse de pie.

Edward también lo hizo, estirando todo su cuerpo. Si no tenía manchas de baba ya, las tendría ahora al mirar a ese atractivo espécimen frente a mí.

—Soy más sensato de lo que piensas. —Con esas palabras confusas, tomó su camisa y se la colocó sobre la camiseta blanca que usó para dormir anoche, cubriendo sus brazos bien definidos.

—Debería irme.

Y debería estar acostumbrada a esas palabras ya, pero dolían de todas formas.

—Claro.

Edward estiró un brazo y me tomó en un abrazo, esta vez, sus labios definitivamente me tocaron. Fue solo en lo alto de mi cabeza, pero fue algo.

—Anoche fue la mejor noche que he tenido en mucho tiempo.

Yo también. Levanté mi cabeza para mirarlo. Realmente era alto. Me sonrió y le dio un apretón a mi hombro.

—No tienes que irte.

—Sí. —Me acercó de nuevo a él. Enterré mi rostro en su cuello y respiré profundo. Tenía un aroma masculino y sexy—. Créeme cuando digo que no quiero irme, pero tengo que hacerlo.

¿Qué podía decir?

—De acuerdo.

Edward me soltó, y di un paso hacia atrás. Era momento de levantar mis muros. Fue inteligente al apartarse antes de que me encariñara.

—¿Planeas ir al juego este lunes?

Solté un bufido.

—Dios, no.

Inclinó mi cabeza así podía verlo a la cara y no al pecho. Pero no quería. Era tan hermoso y no podía tenerlo.

—Déjame reformular eso. Bella, ¿vendrías al juego del lunes? Me gustaría verte allí y pasar tiempo contigo después si quieres.

Me sentí aliviada después de escuchar sus palabras. Todavía no entendía por qué se iba, o por qué no había actuado ante la clara atracción de ambas partes, pero al menos quería volverme a ver. Eso significaba algo, ¿no?

—Estaré allí entonces.

Sonrió y se acercó, besándome la frente esta vez. Con suerte, la próxima vez se deslizaría hacia mis labios. Estos realmente deseaban ser tocados por él. Como el resto de mí.

—Bien. Dejaré el libro contigo, entonces. Quizás podamos leer más después del juego, si quieres.

—Eso quiero.

Volvió a dedicarme una sonrisa torcida. Tomó su bolso y lo lanzó sobre su hombro.

—Yo también. —Antes que pudiera reaccionar a sus palabras, se dirigió hacia la puesta—. Hasta entonces, Bella.

—Okey.

Lo seguí hacia la puerta, y me quedé de pie en la entrada mientras él se giraba y me lanzaba otra sonrisa y un saludo con la mano. Lo observé marcharse, preguntándome qué pasará el lunes. Parecía que iba a ir a un juego de béisbol por primera vez desde que Riley se fue. Dios, ayúdame.

Xoxoxoxoxoxoxo

—Lo siento. Creo que tuve un aneurisma. ¿Acabas de decir que vas a ir al juego?

No podía culpar a Alice por quedárseme viendo. Después de que Riley se fuera, me había negado a decir la palabra "béisbol", e incluso a mirar un juego. Las cosas que hacía por Edward.

—Me escuchaste bien.

—Pero, ¿por qué? —preguntó otra vez, incrédula, y de nuevo, no la podía culpar. Pero no estaba preparada para contarle sobre mi noche con Edward todavía. Una parte de mí estaba segura de que me había imaginado todo, excepto que cada vez que veía al libro en mi mesa ratona, sabía que era real. Edward había dejado un cordón de cuero para marcar por dónde íbamos. Puede o no que haya pasado mis dedos por este una o cincuenta veces.

La mejor forma de tranquilizar a mi amiga era ponerme defensiva.

—Alice, ¿quieres o no quieres que vaya? Me pediste ir después de que el maldito me abandonara. Me pediste ir a Bucky's para conocer a los jugadores contigo. ¿Ahora no se me permite ir al juego?

Alice me envolvió en sus brazos.

—¡Por supuesto que quiero que vengas conmigo! No creía que estuvieras lista, pero si lo estás, entonces vamos. ¡Hagamos esto!

Sí, fue así de fácil. Nos conduje hacia el estadio porque era en el medio de la nada y demasiado lejos como para caminar. Dejé que Alice comprara las entradas porque era lo menos que podía hacer después de charlar sin parar sobre el jugador que había conocido y cómo uno de ellos, James algo, era un besador increíble, pero que no le dejó irse a casa con ella aún.

—Quizás si juega bien hoy —canturreó, marcando el camino hacia la sección de primera base, detrás de los bancos del equipo local. Eché un vistazo en busca de Edward. Había sido una idiota por no preguntarle dónde iba a estar sentado. Imaginaba que sería en un lugar cerca de la acción, pero ¿quizás estaba del otro lado? ¿Por qué no le había pedido su número así podía enviarle un mensaje?

Era raro. Sentía que lo había llegado a conocer mucho en las horas que pasamos juntos, pero ni siquiera sabía su apellido o su número de teléfono. Probablemente era bueno que no me haya besado. Quiero decir, debería conocer eso antes de besar a alguien, ¿no?

—¡Allí está James! —Alice brincó en su asiento antes de ponerse de pie y gritar su nombre. El tipo del viernes se dio vuelta, la saludó con la mano y le envió un beso. Ella le devolvió el gesto.

—¡Sí! Tomen eso, perras. ¡Es mío!

Tuve que reírme ante su posesividad. Era probable que en una semana él o ella tengan otra conquista, pero lo que sea que ella quiera.

—Entonces, ¿realmente encontraste algo más aparte de que es un buen besador? —pregunté mientras Jess y Lauren aparecían. Ellas jamás se perdían un juego, no era una sorpresa.

—Oh, sí. De acuerdo con James, hay muchos prospectos de pitcher este año. Ese tipo Alec que rechazaste… —Frunció su cara hacia mí—, y otro más. Y también hay uno de la primera base que es más grande que los demás y vuelve después de un tiempo debido a una lesión o algo. James no lo conoce, pero dijo que es muy bueno.

De acuerdo, eso era bueno. Si iba a ser sometida a béisbol otra vez, más vale que sea un béisbol increíble. Otra cosa que Riley me había robado cuando se fue era mi amor por el juego. Había sido criada con el béisbol y había asistido a los juegos desde que podía recordar. Realmente se sentía bien estar de vuelta en el estadio de nuevo. Había pasado mucho tiempo aquí que en cualquier otro lugar.

—Mierda. ¿Qué haces aquí, B? —Jess corrió y se sentó a mi lado, Lauren del otro.

—Decidí ver si el equipo era bueno este año. —Sin mencionar a Edward, muchas gracias.

—No sé sobre el equipo, pero varios de sus jugadores sí. —Lauren se lamió los labios—. Tyler tiene manos increíbles. Y también otras partes, si saben a lo que me refiero.

Puse los ojos en blanco mientras ella, junto con Jess y Alice comenzaban a comparar notas sobre sus conquistas. Solo podía esperar que no lo estuvieran haciendo porque planeaban acostarse con los tipos de la otra. No sería la primera vez. Raras.

—Pero déjame decirte, abandonaría a Tyler en un santiamén por ese chico Cullen. ¿Lo vieron?

—¡No! ¿Dónde está?

—Está en el dugout. Lo verán de cerca porque juega primero siempre, al parecer. Tuve que hacer que Tyler me lo cuente ya que se apartó cuando grité su nombre.

Solté una risita. Él sonaba como un jugador con algo de sentido común. Lauren parecía algo ofendida de que su bombón no le haya prestado atención. Estaba segura de que pronto cambiaría eso.

—Oh, por Dios, es hermoso. Alto, bronceado, tonificado, y fantástico. No pude ver su color de ojos, pero es totalmente magnífico, y tiene cabello muy corto. Trasero perfecto. ¡Solo quiero morderlo! —Jess se babeó junto con Lauren, mientras que Alice lo observaba con ojos ensanchados.

—¿Dónde estuvo él el fin de semana?

—No en Bucky's, eso seguro. No había forma de que no lo hubiéramos visto.

Eso no era necesario aclararlo. Ellas eran como mísiles en busca de calor cuando se trataba de hombres apuestos. Las bloqueé y observé a los jugadores mientras comenzaban a alinearse para el himno. Me puse de pie y canté con el resto de los espectadores, y se sintió bien, correcto, estar aquí de vuelta. Solo deseaba saber dónde estaba Edward.

—¡Mira! Allí está. ¿Acaso no es maravilloso?

Seguí el dedo de Jessica y me quedé estupefacta cuando vi al jugador que se dirigía en nuestra dirección. Un par de ojos verdes se encontraron con los míos, y jadeé cuando asintió hacia mí. Pude jurar que casi se lo notaba arrepentido mientras tomaba su posición en la primera base.

—¡Oh, por Dios! ¿Vieron eso? ¡Asintió hacia mí! ¡Me desea! —Y Jess y Lauren, e incluso Alice comenzaron a cotorrear, exclamando lo extremadamente apuesto que era Edward. Sus labios eran besables, su mandíbula era deliciosa, y era completamente cogible… Y así siguieron mientras me encontraba sentada allí, incapaz de moverme, incapaz de comprender lo que estaba frente a mí.

Edward era un jugador de béisbol. Me había mentido. Él era Riley 2.0. Era incluso peor que Riley, porque él sabía sobre Riley y me dejó creer que no era cómo él. Pero lo era. Porque jugaba al béisbol y mintió. ¿Acaso algo era verdad?

La entrada terminó con un grounder para Edward, que tomó la pelota y tocó base tan fácilmente y con tanta elegancia de ese cuerpo grande y alto suyo. Giró y la lanzó hacia las gradas, directo en mi dirección. Si hubiera sido capaz de moverme, la hubiera atrapado, pero no lo fui, así que golpeó mi hombro y Jess la tomó.

—¡Me lanzó una pelota! —gritó Jess, bailando a mi alrededor mientras Lauren le dijo "perra suertuda". Ninguna de ellas notó que yo no estaba hablando, ni les importó.

Los primeros dos Knights salieron rápidamente, el primero eliminado por strikes y el segundo por salir de segunda base. El parlante anunció a Edward Cullen en el bate, y todas las chicas comenzaron a chillar.

Miré cómo Edward se acercaba al plato, luciendo hermoso y seguro. Tomó unos swings de práctica antes de colocarse en la caja de bateador. Tenía una expresión feroz de concentración en su rostro mientras acomodaba el bate sobre su hombro.

El primer pitch fue pelota baja. El segundo se dirigió a un rincón de afuera, y Edward la observó, sin batear ante el strike. La tercera salió dirigida al centro del plato y Edward la bateó, conectando en un fuerte crac mientras la pelota salía del estadio, sobre la pared del campo central. La multitud gritó y se puso de pie mientras él corría por las bases, llegando a tercera, sin sonreír y con su vista en mí, o eso parecía.

Jess siguió chillando sobre su hombre, y quería vomitar cada vez que lo decía. Mi mente daba vueltas mientras Edward volvía al campo, echándome un vistazo de nuevo. Recordé cada conversación que habíamos tenido, especialmente cuando se fue el sábado a la mañana. Quería que venga y lo viera jugar. ¿Por qué? ¿Por qué simplemente no me lo dijo? ¿Acaso había maldecido a los beisbolistas demasiado? Pero quería verme después. ¿Acaso iba a venir? ¿Qué iba a decir cuando lo haga? ¿Por qué me había mentido y me dijo que era un escritor?

El juego siguió y los Knights acumulaban su victoria. Edward consiguió un doble en su siguiente bateo y había cruzado home en una línea que estaba entre el shortstop y el de tercera base, zigzagueando entre ellos.

Había hecho jugadas de defensa bastante buenas, casi yéndose hacia las estradas para atrapar a una pelota mala, haciendo que estuviera lo más cercano a mí desde el sábado a la mañana. Articuló algo una vez que se puso de pie, pero no supe qué dijo. Las chicas asumieron que era para Jess. Sabía que ella se le tiraría encima a la primera oportunidad, y no había forma que soportara ver eso.

—Ey, ¿puedes volver con las chicas? —le pregunté a Alice.

Ella asintió, observándome con tristeza.

—¿Fue demasiado para ti?

Si tan solo supiera. Pero asentí, dejándole pensar que era sobre Riley y no por el perfecto mentiroso en la primera base.

—Sí. Te veré mañana, ¿de acuerdo?

—Claro.

Saludé con la mano a Jess y Lauren, conteniéndome de darles un puñetazo o tirarles del cabello, como una parte de mí quería. Conduje a casa aturdida, mi mente moviéndose a dos kilómetros por minuto, analizando cada palabra y acción de Edward durante nuestro tiempo juntos.

Cuando llegué a casa, fulminé con la mirada al libro que comenzó todo. Solo mi amor por las cosas escritas y mi miedo a la Sra. Cope me contuvo de tirarlo o quemarlo o algo. No era la culpa del libro de que haya comenzado a tener sentimientos por otro jugador de béisbol mentiroso. Eso era mi culpa. Y parcialmente la de Edward.

Dios, ¿iba a venir aquí? Él había dicho que quería leer hoy, pero eso fue antes. Además, por todo lo que sabía, Jessica ya le había clavado las garras y él le estaba dejando tocar su cuerpo increíble y, mierda… no podía hacer esto.

Quizás era hora de salir del pueblo. Había vivido aquí toda mi vida, y claramente este pueblo era demasiado pequeño para mí. Necesitaba algún lugar donde podría ir y desaparecer, no chocarme con apuestos beisbolistas cada cinco minutos.

Sí, ese era el plan. Simplemente llamaría al trabajo, conseguiría una suplente por el resto del año escolar, y tomaría la ruta. Quizás debería irme al norte. No tenían equipos en Alaska, ¿no? Hace demasiado frío. Sí, ese era un buen plan.

Antes que pudiera ejecutar el plan, hubo un golpe a mi puerta. Sabía que era él. Y parte de mí quería esconderse hasta que se fuera. Pero otra parte de mí quería saber por qué mintió. Así que abrí la puerta. Y allí estaba él, luciendo hermoso en una camiseta celeste y jeans, su cabello mojado de la ducha.

—Hola —dijo nerviosamente.

—¿Por qué? —pregunté, sin siquiera esperar.

Suspiró profundamente.

—¿Puedo entrar?

¿Por qué no? Él ya había estado adentro y no había hecho nada cuando tuvo la oportunidad, y por cómo me encontraba ahora, no tenía nada de qué preocuparme. Le hice un gesto para que entrara.

Ojeó el libro antes de volverse hacia mí.

—No lo quemaste.

—No es la culpa del libro que seas un mentiroso. —No le dije que había pensado en quemarlo. No iba a admitir eso.

—No mentí.

—Sí, lo hiciste. Dijiste que eras un escritor.

Negó con la cabeza.

—No. Tú dijiste que era un escritor. Y sí estoy escribiendo esos artículos para SI. Solo como jugador, en vez de observador.

Diablos, no me iba a culpar por semántica.

—Mentiste por omisión entonces.

—Aceptaré eso —dijo—. Era bastante obvio desde el comienzo que, si te decía que estaba en el pueblo para jugar béisbol, te hubieras ido.

Abrí mi boca para discutir, pero sabía que tenía razón.

Edward soltó una risa áspera.

—Exactamente. Y eras graciosa. Y hermosa. Y estabas en la biblioteca un viernes a la noche en vez de estar coqueteando con mis compañeros. —Sus ojos color esmeralda se encontraron con los míos—. Quería pasar tiempo contigo. Cruzarte en la cafetería fue una casualidad, y después vinimos aquí.

Pasó una mano por su cabello.

—Bella, no mentía cuando dije que fácilmente fue la mejor noche que había tenido en mucho tiempo. Desde antes de enlistarme, de hecho. Y mientras más me acercaba a ti, más te deseaba, y más me preocupaba por decirte la razón de estar aquí.

Envolví mis brazos a mi alrededor, insegura de qué hacer con lo que estaba diciendo.

—¿Por qué me pediste ir al juego? Probablemente no lo hubiera sabido por un tiempo.

—Y entonces me hubieras odiado más.

Sacudí mi cabeza.

—No te odio. Solo que no sé qué hacer con esto. —Comencé a dar vueltas por el cuarto—. Eres bueno, Edward. Muy bueno. De acuerdo con mis amigas, todos los chicos esperan que seas llamado, al igual que Riley. Por lo que, ¿cuál es el punto de comenzar algo contigo cuando sé que va a terminar?

—¡¿Ves?! —Levantó sus brazos—. No soy Riley, Bella. Y quería que vieras eso. Es por eso que no te lo dije. Quería que me vieras, a Edward el hombre, no Edward el beisbolista. Quería que me dieras una oportunidad.

Dios. ¿Qué haría con esto? Quería darle una oportunidad, pero, ¿cuál era el punto?

—¿Sabes por qué no te besé?

Eso detuvo mis movimientos, y lo miré de nuevo.

—No.

—Quería hacerlo. —Apretó los puños a sus costados—. Lo deseaba más de lo que jamás había deseado a algo. Pero no podía besarte hasta que lo supieras. Quería que me desearas después que supieras todo. Si vas a echar en cara a tu ex, no hay nada que pueda hacer al respecto, pero tenía que protegerme a mí mismo también. Porque si te beso, Bella, eso va a ser todo. Seré tuyo, no importa a donde vaya. Pero necesito que también lo quieras.

Sí. Lo quería. Pero me podía lastimar fácilmente.

—El béisbol ha sido mi sueño desde que era un niño. Y tenía el talento para hacerlo. Fui seleccionado en la primera ronda cuando terminé la secundaria. Pero le había hecho una promesa a mi padre… —Sacudió su cabeza—. Es una historia larga. Dejé la pelota a un costado y me enlisté. Aquí estoy, ocho años después. Y tengo que intentar vivir mi sueño ahora. Es mi turno. Espero que puedas entender eso.

—Por supuesto que sí. La cosa es que no sé si puedo dejarte entrar y verte ir.

Edward asintió tristemente.

—Eso entiendo. Pero no quiero que seas mi chica de verano, Bella. Quiero que seas mi chica. Creo que seríamos increíbles juntos. Y no puedo garantizar que no me iré. Espero hacerlo. Pero si me voy, no te dejaré atrás como él lo hizo. Todo lo que pido es una oportunidad.

Tenía que admitirlo, tenía miedo. No sabía qué decir, así que seguí abrazándome a mí misma. Sabía que Edward no era Riley, pero sabía que cuando se fuera, lo cual iba a pasar, me destruiría si dejo que me gustara más de lo que ya hago.

Levanté la mirada cuando escuché la puerta de la entrada abrirse. Me di vuelta y vi a Edward allí parado, con la mano en el picaporte.

—Me iré. Si quieres hablar conmigo, sabes dónde encontrarme. Estoy en el departamento 136.

Sí. Debería dejarlo irse, pensar por un momento, y decidir si quería arriesgarme a pasar por lo mismo otra vez. Es lo que necesito hacer. Algo de tiempo y claridad antes de tomar alguna decisión rápida.

Edward dio un paso afuera de mi casa, y di un paso junto a él.

—Edward.

Se dio vuelta, y la expresión en su rostro me hizo caminar hacia él. Lucía tan triste.

—Bésame.

Observé mientras una sonrisa lentamente crecía en su rostro.

—¿Sí?

—Sí.

Caminó hacia mí, y coloqué mi mano sobre su pecho.

—Si me abandonas, sacaré mis cuchillos.

Edward soltó una carcajada feliz.

—Prefiero el veneno.

—No puedes elegir, tonto.

Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura.

—Sí que puedo. Te elijo a ti.

Esas palabras eran hermosas. Deslicé mis brazos alrededor de su cuello.

—También te elijo a ti.

Sus labios tomaron los míos entonces, y, diablos, eran tan buenos como mis amigas idiotas habían pensado. Pero no iban a saber eso jamás, porque esos labios eran míos. Edward me acercó aún más, metiendo su lengua en mi boca. Los dos gemimos cuando nos saboreamos y exploramos el uno al otro.

No tenía idea de cuánto tiempo nos quedamos allí en mi entrada, besándonos. Ambos estábamos respirando pesadamente cuando nos apartamos y Edward descansó su frente contra la mía.

—Oh, sí. No eres mi chica del verano.

Claro que no lo era.

—¿Sí?

—Sí. Eres mi chica por siempre.

Mi corazón se enterneció ante esas palabras.

—Seré tu chica por siempre, si quieres.

—Eso quiero.

Fin o, de hecho, El Comienzo.


(1) Día de San Valentín

(2) Día de Enfermedades Venéreas, el día después de San Valentín.


Otra historia de la genia de Nolebucgrl :) Por ahora, también dejó la posibilidad de seguirla, ojala sea así.

Gracias por leer :)