Capítulo 1: Corazonada
Natalia colocó su bolso arriba de su hombro. Caminaba a un ritmo rápido, era su primer día de trabajo, y realmente no quería llegar tarde.
Dos autos se detuvieron mientras ella caminaba por el paso de peatones. Les saludó cortésmente, agradecida de que se hayan detenido para que ella no tuviera que hacerlo.
Entró por las puertas de color rojo oscuro del edificio y se dirigió a la oficina. Era la misma oficina donde la entrevistaron la primera vez por el puesto de trabajo. Sus entrevistadores habían amado todo sobre ella - desde su puntuación en la universidad, hasta su cabello azabache, su sonrisa amable y su amplio conocimiento del lenguaje de signos.
Natalia Lacunza era el complemento perfecto para el Instituto Juan de Pablo Bonet para alumnos con discapacidad auditiva.
"Buenos días", le habló la secretaria a Natalia, así como se lo señalizó con sus manos.
Formando una sonrisa amable, la morena devolvió el saludo con sus palabras y con sus manos. "Buenos días"
Había algo en la quietud del lugar, que aún no sabía como le hacía sentir. Natalia se dirigió a su nuevo salón de clases. Sus tacones hacían clic metódicamente contra las frías y duras baldosas debajo de sus pies. Alisando la tela de su falda, dobló la esquina de la oficina para recorrer uno de los pasillos principales, por éste se escuchaban los ligeros sonidos de algunos de los estudiantes que habían llegado a la escuela temprano. Pero el ruido que crearon consistió en el arrastre de los zapatos y el cierre de taquillas, no mucho más.
Definitivamente había algo en la quietud del lugar, pero la morena no podía decir si era inquietante o reconfortante.
Finalmente se detuvo frente a la puerta con la placa que decía "Aula 107", respiró profundamente antes de entrar. La sonrisa que cruzó su rostro era totalmente involuntaria, aunque bienvenida. Su salón de clases – en el cual había estado la tarde anterior pegando carteles y finiquitando sus planes para las lecciones que impartiría - se sintió lo suficientemente acogedor para apaciguar al puñado de nervios que tiraban violentamente en el interior de su estómago.
Natalia entró elegantemente al salón, caminó hasta su escritorio donde depositó su bolso. Tomó asiento y encendió su notebook por primera vez en el día. Abrió el cajón superior derecho de su escritorio, sacó su copia personal del libro "Tuesdays with Morrie", sus dedos rozaron la cubierta con vehemencia.
Miró el reloj. Su primera clase comenzaría en menos de quince minutos. Se puso de pie rápidamente y se acercó a su estantería, recogiendo una pila de copias del mismo libro que había guardado cuidadosamente de nuevo en el cajón de su escritorio. Cuando acababa de comenzar la colocación de los libros sobre la superficie de cada mesa, las mismas que estaban ordenadas en forma de U en el centro del salón, la puerta se abrió.
"Buenos días, señora Lacunza"
La profesora giró su cuerpo hacia el recién llegado, y lo reconoció de inmediato, era el señor Capdevila, director del coro y profesor de historia. Se habían visto el día anterior, cuando ambos estaban preparando todo para el primer día de clases del semestre en Bonet.
"Buenos días, señor Capdevila. Y en realidad, es sólo 'señorita', no 'señora'." Las palabras salieron de los labios de Natalia con una sonrisa.
"Ahh, por supuesto. Seguro no te he escuchado bien ayer, me dio escarlatina cuando era un niño, ya sabes. ¡Soy completamente sordo de este oído!" - gritó, apuntando hacia la oreja izquierda.
Natalia asintió. "Sí," respondió cortésmente "me acuerdo de eso."
"Bueno," el hombre continuó hablando en voz muy alta y tono grave, la estampa era muy graciosa. "¡Sólo quería pasar por aquí y desearte buena suerte con tus primeras clases aquí en Bonet!"
La chica sonrió y le dio las gracias antes de que él caminara de regreso al pasillo. "Más bien como mis primeras clases en mi vida", murmuró para sí misma en voz baja cuando él se había ido. Ella había practicado enseñando estudiantes para su último semestre en la universidad, claro. Pero esto era diferente, esto no era una práctica o una prueba que puedes rehacer si fallas. Este era el mundo real. No hay vuelta atrás.
La morena destapó un marcador rojo y comenzó a escribir su nombre en la pizarra sus trazos contra la superficie eran suaves, en poco tiempo, las palabras Señorita Natalia Lacunza hicieron acto de presencia.
El pomo de la puerta giró justo cuando Natalia terminó de escribir "Literatura para alumnos de ultimo año" debajo de su nombre. Tapó su marcador y se dio la vuelta para ver a su primer alumno entrar. Era un muchacho alto, de pelo corto y una sonrisa adorable.
"Buenos días," Natalia señalizó, pero también lo hablo. Era una costumbre de su infancia, innecesaria en un entorno como éste, una escuela para alumnos con discapacidad auditiva. Pero los viejos hábitos tardan en morir, y ella no estaba necesariamente tratando de cambiar esto.
"Buenos días" el estudiante señalizó de vuelta. Sus ojos se arrugaron y su sonrisa era tan amplia cuando agregó. "Eres muy hermosa".
La profesora se echó a reír. "Gracias, eres muy dulce. ¿Cómo te llamas?"
"Joan" respondió y bajó la cabeza tímidamente antes de tomar asiento en una mesa cerca del escritorio de Natalia.
Pronto, todos los alumnos de su primer período de clases - que consta de doce estudiantes - estaban sentados, todos los ojos estaban fijados en la joven profesora. Ella miró el reloj y comenzó su presentación en cuanto el reloj dio las 08:25am.
"Buenos días", comenzó. "Soy la señorita Lacunza, voy a ser su profesora de literatura este año. Me gustaría ir por el salón y que cada uno de ustedes se presenten, ya que, soy nueva aquí." Hubo asentimientos alrededor del círculo. "En primer lugar, voy a contarles un poco acerca de mí. Hace poco me gradué de la Universidad de Navarra, donde estudié educación, literatura, e historia. También tengo un grado menor en música. Me encanta leer y compartir mi pasión por los grandes libros con tanta gente como me sea posible, y mi color favorito es el negro".
Natalia le sonrió alentadoramente a Joan - el estudiante más cercano a ella - y pronto él estaba presentándose también. Esta tendencia se mantuvo alrededor del círculo hasta que la morena había conocido a todos sus estudiantes.
"Genial", continuó sonriendo. "Ahora, me gustaría empezar a trabajar en un proyecto que vamos a realizarlo durante todo el semestre. Hay un gran libro llamado Tuesdays with Morrie, y lo que me gustaría hacer es esto..."
[…]
Natalia estaba emocionada. Como para no estarlo, había pasado los últimos cinco años de su vida preparándose para ser una profesora, tomando notas en clases, siempre era la primera en llegar y la última en salir; había sufrido con todos los exámenes y los estudios que parecían irrelevantes en ese momento. Pero aquí estaba, preparándose para su cuarta clase, en su primer día de trabajo, y sintió el peso reconfortante de esos cinco años de su vida. Han valido la pena.
Era una sensación de euforia, de verdad, comunicarse con sus alumnos, enseñarles y encender en ellos esa pasión por el aprendizaje. Enseñaba literatura aquí en Bonet a pesar de que estaba técnicamente calificada para enseñar una variedad de temas. Pero algo en la enseñanza de la literatura fue como una especie de alivio para Natalia - porque siempre había amado leer, sobre todo, y no había realmente algo más emocionante para ella que compartir grandes libros con los demás.
Natalia se sentía como una nerd total. Pero no le importaba en lo absoluto.
La morena comenzó a colocar otro conjunto de libros sobre las mesas para sus próximos estudiantes, que apenas entraban al aula. Eran menos estudiantes en su cuarta hora, sólo seis. Y en poco tiempo, cinco de los seis ya estaban sentados en sus mesas. Todos sonreían educadamente o sonriendo con timidez hacia su profesora, mientras ésta saludaba amablemente a cada uno de ellos.
Finalmente, el reloj marcó las 11:09 -un minuto antes del comienzo de la clase- la puerta se abrió y la persona faltante entró a toda prisa al interior del aula.
Natalia se quedó absorta viendo a la persona que previamente había entrado. Sus cejas se fruncieron, no podía realmente explicarse a sí misma la razón. Pero había algo en la chica que acababa de entrar, y no era su falda más corta de lo normal, tampoco su camisa meticulosamente acomodada dentro de su falda, o sus cabellos rubios fuera de lugar. Fueron sus ojos. Tan pronto como la chica había entrado en el aula, sus ojos se conectaron con los de Natalia por un breve momento, antes de mirar a la mesa que se encontraba desocupada.
El reloj pasó a las 11:10, Natalia se levantó, alisando su falda, y se dirigió al frente de su salón de clases. Se presentó otra vez, como lo había hecho en sus otras clases, antes de pedir a cada uno de los estudiantes que se presentasen también. Y cuando por fin llegó el turno de la chica que había llegado de última -ésta estaba sentada a una buena distancia de cualquiera de los otros estudiantes en el salón- La morena prestó mucha atención. Claro, ella había puesto mucha atención a como todos sus otros estudiantes se habían presentado a sí mismos durante toda la mañana (ya había aprendido de memoria los nombres de todos). Pero se encontró sumergida en cada movimiento de las manos de esta chica.
"Mi nombre es Alba Reche", señalizó. Y mientras que los otros alumnos en la sala habían mencionado los deportes que les gustaban, sus películas o libros favoritos, ésta chica solo lo dejó ahí. Su nombre y nada más. E inmediatamente abrió su cuaderno y miró expectante a Natalia, dispuesta a aprender.
La morena no pudo ocultar su sorpresa por la concisión de la chica. Le gustaba pensar que el entusiasmo que sentía y mostraba mientras enseñaba era contagioso para sus estudiantes, de hecho, éste ha sido el caso hasta ahora con sus tres primeras clases - todo el mundo se vio tan involucrado, con ganas de saber más acerca de todo lo que Natalia dijo, y los grandes debates que se habían llevado a cabo. Pero Alba no parecía interesada en compartir datos acerca de sí misma, en lo más mínimo.
Aunque Natalia no pudo ser capaz de ocultar totalmente su sorpresa por haberse quedado con las ganas de aprender más sobre la rubia, se obligó a continuar su clase como de costumbre.
Les comentó de que se trataba el libro Tuesdays with Morrie. "Es una gran historia acerca de un joven que se rencuentra con uno de sus profesores de la universidad, años después de haberse graduado. No habían hablado entre sí en casi dos décadas. Y cuando se encontraron de nuevo, el estudiante se enteró de que su profesor estaba muriendo a causa de la enfermedad de Lou Gehrig". Y procedió a explicar el esquema del proyecto que cada estudiante completaría para finales del semestre. "Cada uno va a escribir su propia versión de Tuesdays with Morrie. Van a elegir a alguien que los inspire en su propia vida, un maestro, un miembro de su familia, su mejor amigo, alguien que admiren y respeten.
Sus manos se movieron rápidamente con su explicación y sus palabras caían de sus labios con entusiasmo. Mientras hablaba, sus ojos revoloteaban de la cara de un estudiante a otro.
Y todas las otras veces sus ojos se posaron en Alba, la confusión se aferró fuertemente al pecho de Natalia. Porque si bien la mayoría de los estudiantes la miraban fijamente a ella, y como sus manos se movían con gracia en cada palabra, la rubia miraba casi siempre su libreta, garabateando en ella, su cabello cayendo en su cara. La morena vio como su delicada mano metía suavemente un poco de éste detrás de la oreja, sin parar de escribir.
Tuvo una corazonada. La chica no paraba de tomar notas, y sin embargo en ningún momento la observó mirando sus manos al hablar. Pero ésta era una institución para chicos con discapacidad auditiva. Así que, tenía que manejar la situación tan delicadamente como le fuese posible.
Así que cuando el reloj dio las 12:00, Natalia despidió su clase y de inmediato se dirigió a la pizarra, para borrar toda la información que había escrito allí. Sus alumnos estaban guardando sus bolígrafos y cuadernos, preparándose para irse, cuando simplemente dijo: "Alba, quédate un momento si no te importa, por favor." Estaba nerviosa mientras decía las palabras, pero se sintió aliviada cuando su voz no flaqueó.
Colocó el borrador de nuevo en la bandeja y se dio la vuelta para decir adiós a los estudiantes que abandonaban el aula, antes de fijar su mirada en la rubia.
La chica la miró con una expresión inentendible en su rostro. Natalia bajó su mirada con respeto antes de cruzar el salón y sentarse en el borde de la mesa que se encontraba junto a la que Alba aún estaba ocupando. La profesora dejó escapar un suspiro de alivio al darse cuenta de que su hipótesis era correcta.
"Tú puedes escuchar", le dijo. Así que le realizó la pregunta que rondaba su mente. "¿Puedes hablar?"
Alba miró su cuaderno cerrado, y trazo con uno de sus dedos los anillos de metal en la parte exterior del mismo. Cuando volvió a mirar hacia arriba, Natalia fue sorprendida por la hostilidad que observó en los ojos de la chica. "¿No crees que es una pregunta bastante insensible?" señaló con furia, la agresividad en cada movimiento de sus manos y su ceja elevada eran indicativos de su molestia. Pero la morena no estaba segura de sí la molestia se debía, a que había notado la capacidad de la joven para escuchar o estaba molesta de que ella había sido realmente tan insensible como para preguntar en primer lugar.
Natalia se mordió el labio y se llevó las yemas de sus dedos a la barbilla mientras contemplaba la respuesta de su interlocutora. "Tienes razón" dijo mientras señalizaba de nuevo. "Fue insensible de mí parte, discúlpame"
La joven se agachó y recogió su bolso. Deslizó su libreta adentro y se puso de pie. Natalia se levantó también, y notó que Alba era más baja que ella - la parte superior de su cabeza apenas concordaba con la línea de sus hombros. La rubia alisó su propia falda, antes de asentir en dirección a su profesora y dirigirse hacia la puerta.
Pero antes de salir del salón, dio la vuelta sobre sus talones y miró a Natalia con una expresión tímida en su rostro. La morena casi dejó escapar un suspiro de alivio cuando vio que Alba ya no parecía enojada o frustrada con ella. La rubia por su parte se mordió el labio antes de señalizar las palabras, "Eso fue grosero de mi parte. Tu hiciste una pregunta legítima"
Esta chica estaba llena de sorpresas y eran probablemente malas para el corazón de Natalia que latía rápidamente. Estaba abriendo la boca para expresar su desacuerdo con Alba, pero la chica la cortó cuando empezó a hacer señas con sus manos de nuevo.
"Sí, yo puedo hablar" Hizo una pausa, mordiendo su labio antes de añadir de forma rápida, "pero el silencio es un amigo que nunca traiciona".
Y antes de que la información pudiera ser procesada adecuadamente en la mente de Natalia, la rubia ya se había ido.
Natalia estaba en un estado de total confusión. Así que Alba podía escuchar, lo descubrió por su cuenta. Y también podía hablar, eso le había confesado la chica. Se acercó a su escritorio para tener de donde apoyarse, ya que, simplemente no podía ignorar los latidos de su corazón y el inexplicable deseo de aprender más acerca de Alba Reche.
Y mientras estaba sentada en su escritorio, con la cabeza apoyada en su palma abierta y tamborileando el bolígrafo contra su calendario, una pregunta resonaba en voz alta - una y otra vez - en su mente:
Si ella puede hablar, ¿por qué elige no hacerlo?
Natalia estaba decidida a averiguarlo.
[...]
Quiero aclarar que esta historia no me pertenece, es una traducción realizada a la historia The Silence of silence, de la maravillosa yourkat