EL CENTINELA

LIBRO TERCERO

PARTE I: EL JUICIO FINAL

Capítulo 1

El largo camino a casa

La música era estridente, lo que no andaba bien con sus gustos acostumbrados a la tenue música que representaba el inicio de cada estación, momentos importantes en la vida. El lugar era amplio donde parecían caber multitudes que aquel salón no dejaba de engullir asemejando a un monstruo que devoraba a aquellos que osaban cruzar sus puertas, pero lo que le llamaba la atención era el frenesí que provocaba dicha música en la gente que se movía al son de ella.

Le parecía sorprendente ver las pasiones desbordarse en medio de aquella estridencia donde hombres y mujeres se mezclaban y nada parecía distinguirlos confundidos entre las luces y siguiendo los movimientos cadenciosos de la persona que sobre aquel estrado se encargaba de poner la música en medio de sus movimientos dándole la impresión de ser un sacerdote dirigiendo una ceremonia. Pese a su raro aspecto, debía de reconocer que sus movimientos eran contagiantes.

Él hasta el momento no se había mezclado en ese frenesí pese a las miradas que recibía de gente de ambos sexos y ya alguien había intentado sacarlo de ese mutismo (¿hombre o mujer?) pero él había contestado con un lacónico "lárgate" y seguía expectante a lo que sucedía a su alrededor ya que no había acudido a ese lugar a divertirse.

Miró a su alrededor sentado frente a aquella mesa y frente a una copa de la cual sorbía de vez en cuando. Prestaba atención a cada detalle del lugar mientras veía las decenas de rostros, algunos de ellos pintados grotescamente que en aquel ambiente, confundidos entre las luces de neón que se prendían y apagaban, le traía recuerdos sobre lo acontecido tiempo atrás por lo que tuvo el impulso de pararse e irse pero se detuvo al ver algo que llamó su atención.

Un joven hace su entrada y se acerca a una chica que estaba apoyada sobre la barda y al parecer tan desubicada como él, pero cuando ve al joven una sonrisa se dibuja en su rostro y lo abraza contagiándose al fin del ambiente. El chico saca a bailar y ambos se entregan al ritmo de la música. Ella llevaba tiempo ahí y nada parecía llamar su atención hasta la llegada de aquel muchacho.

Él observa detenidamente a ambos mientras enciende un cigarrillo. El joven era apuesto e irradiaba alegría y vitalidad. La chica en cambio no era tan agraciada pero parecía simpática aunque con un toque de timidez pero con la sensación de ser una bomba de mecha corta.

"Reprimida", pensó antes de ponerse de pie cuando la música terminó y aquel joven cogió de la mano a la chica y se la lleva velozmente, perdiéndose entre la multitud. Él los pierde pero eso no le preocupa. Solo debía preguntar y sube al estrado donde un grupo de hombres vestidos de mujer se encontraban haciendo un espectáculo extraño para él, usando látigos y cadenas con los cuales simulaban azotarse y él coge a uno de ellos y por fin comienza a moverse al ritmo de esa música antes de que los vigilantes suban a sacarlo.

—¿Dónde? —le preguntó a aquel travestido quien le hace una fea mueca antes de meter las manos en su pantalón.

—Esa es la dirección... apúrate.

Los vigilantes lo sacan del estrado y no contentos con eso lo arrastran hasta la salida ante las risas de los demás.

—¡Ya me parecía raro ese sujeto! —dijo una chica—. ¡Sí que era un pervertido!

—¿Solo porque te rechazó? ¡Qué pretenciosa eres! —le contestó otra antes de besarla.

Lo arrojan a la calle pero eso a él no le importa ya que tenía lo que quería. No esperaba convencer tan rápido al travestido pero era importante lo que él le había dado tras varios días de seguimiento... y ahora era el momento.

Se perdió entre las calles para al fin dar con la dirección anotada en el papel... después de eso podía olvidar los métodos normales. Rápidamente se acerca a las ventanas para tratar de ver lo que pasaba pero las habitaciones parecían estar a oscuras aunque distingue una tenue luz en el interior de la casa y él abre una ventana para introducirse. Cuando ingresa escucha las risas de la joven que al parecer se estaba entregando a los brazos de su amante pero estas se detienen de súbito y él ya estaba lo suficientemente cerca para escuchar.

—¿Qué pasa aquí? ¿Quién es toda esa gente? —sonó la voz de la joven.

—Cálmate, María... solo son unos amigos que querían conocerte.

Él alcanza a ver el lugar que parecía más grande que las otras habitaciones y podía ver un grupo de diez personas entre hombres y mujeres de distintas edades.

—Te hemos estado esperando, María —le dijo la más vieja del grupo.

—¿Nos han estado mirando? —contestó la joven—. Sergio, ¿qué significa esto? Mejor me voy a mi casa.

—No, solo déjame explicarte. Esto es importante, María.

—No entiendo.

—Tú eres importante, María —le volvió a decir la vieja de aspecto elegante—. Durante mucho tiempo te hemos estado esperando y al fin estas aquí... nosotros somos parte de un grupo muy antiguo y cada cierto tiempo esperamos a alguien como tú.

—Así es, María —le dijo Sergio—. Eres especial y lo supe en cuanto te vi. Solo queremos algo de ti y te podrás ir.

—¿De qué hablas?

Por toda respuesta, el joven la sujeta de las muñecas mientras los demás descubrían la mesa y otros ayudaban a Sergio a ponerla sobre ella y la ataban estirándole manos y piernas. Los gritos de María fueron apagados por una mordaza. La vieja se acerca a la joven ya atada y extrae una daga.

—Hace mucho tiempo hicimos un pacto. Una vida por la nuestra. No podemos fallar y seguiremos viviendo por otros cien años. Tu cuerpo y tu alma serán tomados por aquel que nos otorgó esta vida eterna. Y tu corazón será nuestro alimento.

La mujer corta la ropa de María desnudándola y luego comienza a hacer signos e invocaciones mientras el grupo formaba un círculo alrededor de la mesa.

—Espero no interrumpirlos —sonó una voz a lo que todos se vuelven sorprendidos y ven a aquel joven atrás de ellos.

—¿Qué? ¡¿Quién eres tú?! —exclamó la vieja sacando la lengua y babeando como un perro rabioso—. ¡Has visto lo que no debías ver y escuchado lo que no debiste oír!

—Es cierto, pero he escuchado prestes más feas aún. ¿Así que ustedes son los del Círculo Rojo?

—¿Cómo sabes de nosotros?

—Desapariciones cada cien años no son fáciles de llamar coincidencias, jeje. Pero si pueden llamar la atención de las personas indicadas. Oigan, ¿solo una pregunta? ¿Qué gusto le encuentran a vivir para siempre? ¿No se aburren?

—¡Imbécil! No sé quién eres tú pero te has encontrado con tu final. ¡Qué sabes tú de la inmortalidad atado a tu carne y a tu nefasta vida esperando la muerte que puede llegar en cualquier momento!

—Ya veo, le tienen miedo a la muerte. Con razón dice que el miedo impulsa a cometer tonterías y ustedes se llevan el premio.

—¡Mátenlo!

Dos hombres se arrojan sobre él, quien de un rápido movimiento los derriba y los lanza a ambos lados de la habitación.

—Ahora con su permiso, me la llevaré. No creo que ustedes sean una compañía recomendable.

Él se acerca a la joven atada y la vieja apunta el puñal contra el muchacho.

—Siente la fuerza que nos ha mantenido jóvenes en todos estos siglos. ¡Muere!

Una llama envuelve al joven quien parece consumirse en ella hasta quedar solo cenizas sobre el suelo.

—Esto es el poder de nuestro amo y...

—¿Dices que son jóvenes? ¿No se han visto en un espejo?

Todos se vuelven y ven al muchacho sosteniendo en brazos a la desmayada joven.

—Pero, ¿cómo?

—¿Acaso creyó que ese truco tan viejo podría funcionar conmigo? ¿No se ha puesto a pensar que hay fuerzas que se oponen a otras? ¿Acaso creyó que usted iba a actuar en la impunidad tanto tiempo? No, ya se acabó y si yo fuera ustedes me prepararía para un laaaargo viaje.

Él sale con la chica en brazos y ellos hacen un movimiento para intentar detenerlo pero son ellos los que se detienen instintivamente. El joven se había detenido dándoles la espalda y a todos les pareció que había un halo luminoso alrededor de él. Sin dar vuelta, él extrae algo de sus ropas y suelta las piernas de la joven y sostiene su espalda manteniéndola de pie.

—Ya se acabaron las bromas, ¿recuerdan a esta chica?

Un viejo retrato cae de sus manos a los pies de aquel grupo. La vieja la mira y la reconoce. Recuerda a la chica caminar por las calles cuando un disparo la derriba y ella cae bañada en sangre mientras ella contemplaba todo desde un automóvil y sonríe.

—Ella...

—Su nombre era Simone. Los muertos no se olvidan señores y he venido a recordárselos. ¡Aguja Escarlata!

Se da vuelta y haces de luz escarlata salen de su dedo e impactan en cada uno de los presentes quienes caen al suelo.

—Esto es por Simone, pero la verdad es que es un acto de compasión. No sufrirán nada cuando llegue el momento en el que ustedes rendirán cuentas de hace tanto tiempo.

Él nuevamente toma a la chica y sale de la casa. Tras unos segundos, se escuchan los lamentos del interior y no puede evitar sondear mentalmente. Solo huesos resecos había ya en el interior de aquel lugar que abandona sin mirar atrás.

...

No habían pasado muchos días de aquel incidente. El joven se encontraba sentado en una cafetería y observaba los autos pasar mientras encendía un cigarrillo. Un autobús se detiene y de él desciende la joven María, fresca y lozana, y al parecer se dirigía a su universidad. Se encuentra con algunos amigos con quienes se saluda y luego continúa su camino.

—Veo que tuviste éxito —sonó una voz pero el joven no se vuelve.

El recién llegado toma asiento junto a él. Era un hombre alto de tez morena y vestía con sobriedad.

—¿Recordará algo? —le volvió a preguntar.

—No, estará bien. Borré sus recuerdos de esa noche y los suplanté.

—¿Qué le pusiste?

—Que el cretino ese era un impotente y ella lo abofeteó y lo abandonó y ya no quiere volverlo a ver, ¿qué tal?

El hombre no pudo evitar una sonrisa pero recuperó la seriedad y miró al joven.

—Kay, ¿no crees que te estas saltando ciertas normas?

—¿Normas? ¿Tenemos unas?

—Nuestro papel es orientar y dirigir acciones. No tomar partido y mucho menos jugar con la mente de las personas.

—¿Querías que le dejara el recuerdo de lo que quisieron hacerle? Solo los modifiqué y ella estará normal. El papanatas ese solo fue un encuentro fugaz y no le dejó huella.

—Supongo que los huesos en esa casa tampoco son huellas para ti.

—De eso se encargará el camión de la basura.

—Kay...

—Vamos, Kron, ese era su final y lo sabíamos todos. El incumplir el pacto significaba la muerte inmediata. ¿Acaso pretendías salvarlos?

—Tal vez aislándolos astralmente y...

—¿De qué hubiera servido? No aprendieron nada en siglos. ¿Crees que apreciarían el favor?

—No somos jueces y mucho menos verdugos, Kay. Eso significa que no debiste usar tus técnicas contra ellos.

—Digamos que fui compasivo. No sintieron nada cuando se consumieron.

—Y tú no dejaste de sentir placer en hacerlo por lo que le hicieron a Simone, ¿no?

Kay Namura se queda callado. Era cierto.

—No fue justo para ella. No debió morir así.

—No está en nuestras manos juzgar eso, Kay. Toda muerte es injusta cuando sucede de esa forma. Ella sabía los riesgos.

—Ella era simplemente una persona común. No me parece justo arriesgarlos así.

—Escucha, Kay, los Centinelas somos pocos comparados con la vastedad del universo. Sin los Vigilantes no podemos cubrir todo lo que pueda presentarse. ¿Recuerdas cuántos Centinelas se formaron contigo?

—Creo que unos veintitrés...

—Todos están muertos, Kay, el único sobreviviente eres tú. Ambos lo somos, Kay, y quizás algún día ya no estaremos hablando. Es por ello que necesitamos a los Vigilantes. Ellos habitan en cada mundo y su formación moral les permite caminar al filo de la navaja sin caerse.

—A no ser que alguien los empuje.

—Y es por eso que te permitimos venir. Sé que conociste a Simone y deseabas justicia, no venganza.

—No bromees, Kron, si hubiese querido vengarme hubiera usado otra cosa. Y si tanto les gustaba el infierno los hubiese mandado directo y sin escalas.

Kron se queda callado. Kay podía ser impetuoso pero era equilibrado, por eso el Consejo aceptó mandarlo a buscar al Círculo Rojo en memoria de Simone. Pero lo que le preocupaba a Kron era el nivel que tenía Kay.

Ciertamente, Kay había pasado por misiones peligrosas y había salido airoso donde otros habían fracasado. Y en ese tipo de misiones el fracasar significaba por lo general la muerte. Los poderes de Kay eran lo bastante grandes ya y Kron se preguntaba cuál era su límite.

Kron era como una especie de tutor. Es decir, entre los Centinelas, uno más experimentado observaba a otro y este a su vez podría observar a otro o el primero ser observado. Los Centinelas no tenían distingos entre sí, no había rangos ni escalas, pero si se diferenciaban en capacidades. Algunos eran científicos, otros eran de un nivel espiritual muy elevado, otros eran guerreros.

Kay pertenecía a esta última categoría por llamarlo así. Era obviamente la más riesgosa en la que la violencia no era ajena. A Kron le costaba reconocer al joven imberbe que le había presentado Zodiac con el que tenía al costado. Kay había cambiado y mucho ya que su personalidad se hizo más dura. Gustaba de las soledades aunque se desenvolvía bien en los grupos. Se había vuelto serio y rodeaba sus acciones con una amarga ironía.

Para Kron, esa era una forma de autodefensa frente a lo que había vivido. Recordó aquella vez que Kay fue testigo de la destrucción de un mundo y no pudo evitarlo, o aquella vez que se encontró con niños moribundos y él no pudo salvarlos. Eso lo marcó pero no perdió la compostura ni el enfoque en sus misiones y hasta el momento había tenido éxito pero a Kron le preocupaba un hecho. Él había vivido muchas vidas y guardaba memoria de ello. Kay, solo una.

—No deberías fumar.

—No te preocupes, solo lo hago en misiones. ¿Nos vamos?

Ambos se ponen de pie y caminan por las calles. Kay no puede evitar recordar algo de su mundo de origen pero casi no podía recordar el rostro de sus padres. Sabía que tenía una hermana pero ya casi no había memoria de ella. El único recuerdo latente era Mikina, su hija.

—También, Kay, debo de comentarte que hay descontento por la misión anterior.

—¿Te refieres a Sakura?

Kay se sonríe. Recordó aquel incidente con la niña Card Captor. Aquella criatura estaba a punto de matarla ya que su fuerza era superior y él desde atrás le lanzó también una Aguja Escarlata que la debilitó permitiéndole a la niña superarla.

—Si hablas de ella, no estaba en las reglas que ella se enfrentara a una carta bifaz creada por Noctor. No habría podido superar a esa criatura.

—Pero interferiste en una línea paratemporal y eso habría tenido consecuencias.

—¿Las hubo? La única consecuencia es que esa niña sobrevivió.

—¿Y qué más? ¿Acaso la dejaste continuar su lucha? Te encargaste de Noctor.

—Noctor no era de ese mundo. Solo lo regresé de donde no debió salir.

—¿Y el dejarte ver por la Card Captor?

—Vamos, solo le entregué su carta. Para ella solo fui un amable joven que pasó por ahí.

Kron guarda silencio antes de continuar.

—Kay, mi papel contigo solo es orientarte. No soy tu jefe ni puedo darte órdenes. Los Centinelas nos regimos por una filosofía y no por un conjunto de reglas. Quiero que lo entiendas.

—Lo sé, Kron, lamento no estar a la altura aún.

—Por Dios, Kay, ¿es que no te das cuenta? ¡Para acabar con Noctor usaste la Explosión de Galaxia! ¿Es que no te has percatado que en ese mundo no había nadie que podía desarrollar algo así? Podías haber sido detectado.

—Los que acechan...

—Kay, los mundos deben ser protegidos pese a nosotros mismos. ¿Qué hubiese pasado si eso hubiese provocado la aparición de algo peor, creyendo que encontraría a un Centinela allí? Somos los guardianes pero a la vez los perseguidos.

—Eso pudo pasar en Singa.

—Pero no pasó. Singa es tu mundo hogar y creo que debes de regresar y tomarte un tiempo. Estate con tu hija y reflexiona.

—Hasta que vuelva a salir de nuevo.

—Si no lo quieres no tienes que hacerlo.

—Sabes que no me negaré. Adiós, Kron.

—Ve con Dios, Kay.

Kay Namura abre un portal y en él desaparece. Era el tiempo de regresar a casa.

...

Singa había cambiado después de la guerra civil. Habían pasado cinco años desde la asunción al poder de Atelia Sobeya quien gobernaba con el nuevo consejo formado por las razas singanas. Había ya una mayor interrelación entre las razas para el gobierno. Atelia volvió a fortalecer el ejército para proteger las fronteras reclutando trolas y panis estableciendo un servicio militar y afianzando sus relaciones con Sokira.

Los reinos trolas firmaron tratados de paz con Mikaro pero Atelia firmó una alianza con Rija para mantener tranquilos a los reinos aunque envió embajadores a los reinos trolas. Fortaleció también la presencia panis en el consejo y trató de que Sokira hiciera lo mismo, cosa que no consiguió pero logró que Liar, ya coronado rey, promoviera leyes para mejorar la condición de los panis y estos pudieran disponer de mayores tierras en Sokira.

A diferencia de los otros reinos, Sokira restringía el movimiento de los panis debido a que buscaba tener ciudadanos panis y estos debían registrarse ante las autoridades fener y solo así podían sembrar. En los reinos trolas y en Mikaro, los panis no tenían esas restricciones.

Aprovechando las facilidades dadas por Liar, muchos clanes panis viajaron hacia Sokira para poder ocupar tierras eriazas. El clan Kinode hizo lo mismo y se afincó cerca de la frontera para pasar allí la temporada del mijo. Mikina estaba con ellos. La niña ya tenía seis años y estaba al cuidado de los abuelos... la niña mientras más crecía se parecía a Saily pero tenía una personalidad totalmente diferente.

—¡Mamá! —gritaba un niño agarrándose un ojo—. ¡Mikina me pegó!

Al poco rato la mamá del niño presentaba las quejas a la abuela quien solo escuchaba por enésima vez las quejas de la mamá y cada semana era una diferente.

—¡Mikina! ¿Dónde diablos se ha metido esa niña? Espere a que la encuentre y...

—¿Problemas, señora Kedel? —el líder del clan hace su entrada a la casa Kedel y esta hace un saludo respetuoso.

—Lo lamento, lo que pasa es que...

—Lo sé. ¿Mikina, verdad?

—Pues sí, ¿ya se lo dijeron?

—Acabo de hablar con la señora Rasi. Sí que le dejó el ojo morado a su hijo.

—¿Qué más le dijo?

—Pues me pidió que llevara el asunto a la sesión de mañana...

—¡Por el Gran Espíritu de Singa! Yo no creo que...

—Descuide, descuide. ¿Acaso cree que voy a llevar ese asunto de peleas de niños a una sesión tan importante? Pero le prometí que hablaría con Mikina, ¿dónde está ella?

—Aquí estoy...

Mikina estaba en el umbral con una sonrisita tímida que solo ella sabía hacer para ganarse la voluntad de cualquiera y el líder no era la excepción.

—Mikina, ¿qué fue lo que pasó ahora? —le dijo su abuela.

—Es que... Yosiri...

—Mikina, sea lo que sea que te haya dicho no debiste golpearlo —le dijo el líder.

—Yo le di lo que se merecía —dijo la niña más resueltamente.

El líder piensa en ella. Era muy precoz y hábil para su edad y por lo general despertaba la envidia de algunos chicos. Sabía que en realidad los problemas entre los niños era una cuestión de liderazgo en los grupos donde Mikina sobresalía incluso frente a niños mayores que ella lo cual generaba rencillas que fueron apartando a la niña de algunos niños que se sentían avasallados por ella y eso provocaba la furia de Mikina que se liaba a golpes con cualquiera que osara molestarla.

—Bueno, Yosiri es un niño mayor que tú pero él sabe que no debe pelear con las niñas y no debes aprovecharte de eso. Sabes que él no te va a responder.

—Pero si él me golpeó primero.

—¿Qué?

—Y luego me dio otro y yo hice así —Mikina levantó el brazo en actitud de bloqueo y luego alzó el puño hacia arriba—. Y le di así.

—Mikina —la miró escandalizada su abuela—. ¿Quién te enseñó a hacer eso?

—Mi papá.

—¡¿Tu papá?!

—¿Me hablaban?

Todos se dan vuelta y ven a Kay en el umbral... la primera en recibirlo es Mikina.

—¡Papá! —la niña se abrazó a su padre... el líder se pone de pie y saluda a Kay respetuosamente siendo correspondido... la abuela en cambio solo hace un saludo formal y se queda muda sin decir nada.

El líder fija su atención en Kay. Después de la batalla contra aquel ser que él llamaba "androide" y contra Nestema, la posición de Kay en la aldea era prácticamente indefinida. Kay vivía ahí, era cierto, pero la gente combinaba los sentimientos mezclados entre reverencia y temor.

Solo las antiguas amistades de Saily le tenían algo de confianza pero Kay no tenía obligaciones en la aldea como el resto, además que solía ausentarse muy a menudo. Los poderes de Kay no le eran ajenos y su presencia infundía de todos modos algo de seguridad pero él jamás había hecho uso de ellos en la aldea a excepción del incidente con el trola Kunt del cual Kay hablaba con mucho respeto.

—Lamento haber llegado tarde para la siembra del mijo —le dijo Kay sentándose.

—No te preocupes... sabemos que estás ocupado.

—De todos modos creo que me quedaré un tiempo más aquí de lo acostumbrado.

—Ejem... —carraspeó la abuela.

—Bueno —dijo el líder poniéndose de pie—. Creo que hay cosas que deben discutir ustedes con respecto a Mikina así que los dejo... Kay... esta noche es la sesión y si deseas puedes venir.

—Descuide, allí estaré.

El líder se retira y Kay queda a solas con su suegra. "La verdad es que prefiero a los acechadores", pensó.

—¿Sucede algo?

—Mikina volvió a golpear a un niño.

—¿Ah, sí?

—¡Sí! ¡Y me acabo de enterar que le estas enseñando a pelear!

—Un momento, solo le enseñé a defenderse que es muy distinto.

—¡La violencia no es parte de la educación de una niña panis!

—No, pero también estamos hablando de mi hija y yo no soy un panis.

Kay guarda silencio. Conocía perfectamente que su suegra no lo veía con buenos ojos. El haberse llevado a Saily rompiendo la tradición del clan y de los Kedel había sido una herida que aún no cerraba además que siempre lo vio como una amenaza en la relación con Mikina.

—Tú lo has dicho. No eres un panis.

—Escuche, señora Kedel, entiendo perfectamente que usted no esté de acuerdo con algunas cosas que puedo enseñarle a Mikina y acepto sus observaciones y consejos, después de todo usted es su abuela y participa de su educación y si en algo no estoy de acuerdo, se lo digo. Pero nunca le voy a prohibir nada con respecto a ella así que le ruego que no lo haga usted conmigo.

—No tendrías ese derecho, Kay. Tú casi nunca estás.

—Pero los momentos que estoy los paso con ella.

La señora Kedel aprieta los dientes. Realmente le disgustaba Kay, después de lo que pasó con Saily, ella consideraba a Kay culpable y que ahora tuviera que aceptarlo en su casa y sentarlo en su mesa la sublevaba, además que no quería que pasara lo mismo con Mikina. Ella no le temía a Kay ni sentía respeto alguno por sus poderes.

—¡Pues entonces atiéndela como es debido! Lávala y prepárala para comer.

—Lo siento, haré eso pero no comeremos hoy aquí.

—¡Papá! —exclama la niña—. ¡¿Iremos al río?!

—Así es, pero regresaremos temprano para la cena —lo dice mirando a su suegra.

—Yo... —alcanza a decir la abuela.

—Nos vemos, señora Kedel.

—¡Adiós, abuelita!

Los dos se van a despecho de la abuela quien no alcanza a impedirlo.

...

Kron hacía su ingreso a Mystacor. La ciudad en realidad era una serie de villorrios repartidos en distintos lugares donde vivían los estudiantes de magia. Había centros de esparcimiento que eran muy concurridos pero nunca se saturaban. Tras una hora en un vehículo, Kron desciende hacia una construcción bastante grande. Hace su ingreso y se dirige hacia una sala apartada donde dos personas lo esperaban.

—Bienvenido, Kron, salud y dicha en las horas propicias.

—Lo mismo digo, Denonte. También para ti, Zodiac.

—Veo que la misión ha concluido con éxito.

—Sí.

—Pero noto cierta desazón en ti, ¿es por lo que has venido a decirme?

—Supongo que ya estas enterado.

—Supones bien. Sé que pretendes presentar un pedido sobre Kay.

—Así es, sé que no les va a gustar pero quiero pedir que retiren a Kay como Centinela.

Fin del capítulo 1

Notas del editor:

Bueno, Falcon al habla. Quienes hayan sido lectores asiduos de los fanfics de Eduardo Castro, quizá recuerden que entre los libros de El Centinela está la parte de El Juicio Final. Bien, como parte de la alianza existente entre los universos ficticios tanto de Eduardo Castro como de este servidor es que se está puliendo y mejorando algunas cosas de esta parte en temas de redacción y precisando mejor algunas escenas en el caso de varios personajes. Tómenlo como un esfuerzo en conjunto. Aquellos que sean los más observadores notarán estas modificaciones para mejor en el desarrollo de esta historia.

Sí, esa fue Sakura Kinomoto, del anime Card Captor Sakura. Y todo el tema de las cartas bifaz es creación del autor, es decir, Eduardo Castro.