DISCLAIMER: Los personajes de la caricatura no me pertenecen pero sí la idea de este One-Shot. No hay lucro en esto pues se hace por diversión.

ADVERTENCIA: UA, OoC, One-Shot, leve lenguaje soez, leve violencia y leves insinuaciones sexuales. Las tres parejas tienen su participación aquí.

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Golden Days

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El bullicio en la avenida principal parecía relacionarse con aquellos días donde los acordes de un jazz se escuchaban en cada tienda de conveniencia, cafetería y esquinas reclamadas por artistas ambulantes. Por las veredas iban caminando a toda prisa alguno que otro empleado que llegaba tarde a su trabajo en la fábrica, cuando el patrón, vestido de traje con su sombrero Derby, conducía su nuevo Ford Modelo A llamando la atención de las damas que lucían ese nuevo y revolucionario conjunto que caracterizaba a la elegante Coco Chanel. Las ciudades se entregaban así al cambio, al progreso y a su periodo de enajenación luego de la Gran Guerra. Los años felices; los locos años 20's.

La gente se aglomeraba en los cruces sin seguir un orden, el transporte circulaba con naturalidad reproduciendo el ingenio del ser humano, sin detenerse, sin conocer las pausas o los silencios, pero los espacios entre las calles eran el breve respiro del incesante movimiento marcado por los transeúntes. Townsville nunca estuvo más vivo y más caótico como esa época que vio nacer a las mafias y a sus negocios ilícitos. La energía que desprendía la década era tal como lo exponía el género musical blues. Las vibras se impregnaban en la psique del individuo como el sonar de las trompetas y el contrabajo a los oídos de los comensales, amas de casa, criminales y chiquillos soñadores que compartían con el resto esa intensa sed de crecimiento.

Fue así que en esos tiempos tan idílicos brotó la ingenua ilusión en una jovencita de buenos valores. A su vez, en los suburbios más retirados y conservadores de la zona metropolitana, otra muchacha se había desprendido de los límites para saborear la independencia. Y al centro de la ciudad, una severa y fatal mujer encantaba al público con su preciado y heredado don. Estas tres fuertes presencias femeninas tenían algo en común que las terminó haciendo concordar en esta historia; un gusto irremediable por las emociones extremas, involucrándose con hombres peligrosos; un severo problema de adicción a la adrenalina, que únicamente podía incentivarlo aquel que jamás parecía dudar; y finalmente, un remarcable apego hacía el sentido de la aventura que garantizaba una vida más fascinante.

La primera se llamaba Bubbles; la fragilidad que su nombre revela a lo que refiere su personalidad no es sino el engaño más grande del siglo, aunque éste apenas estaba dando comienzo para unos. Aún así, el comportamiento de la jovencita era una explosión de sorpresas. Su jovialidad le precedía, y sus anhelos la volvían más decidida. Tenía 17 años, ni siquiera había terminado sus estudios cuando se le cruzó por la mente escapar del internado para señoritas porque deseaba convertirse, con toda su alma, en actriz.

Era bonita, dulce y agraciada... pero con los años los espectadores han aprendido que esas no serían las cualidades suficientes para volverse famosa. Chicas con rostros angelicales eran vistas en muchas producciones de cine, mismas que apenas estaban saliendo pues era algo demasiado innovador. Por otro lado, las modelos apenas y podían destacar de las demás. Se requería talento, uno que la joven Bubbles estaba lejos de tener, sinceramente. Sin embargo, eran fantasías que surgían de la cabeza rubia de una niña testaruda cuando observaba con esos ojos maravillados y celestes los filmes donde salía Francesca Bertini. Aparecer en una pantalla enorme era su meta como esa diva muda y expresiva que veía, pero su aspiración era como la de muchas otras que pensaban lo mismo con el auge de las películas insonoras.

Al otro extremo del idealismo se encontraba a Buttercup. Esta mujer había aprendido la crudeza de una ley no dicha en las calles. Al igual que nuestra activa Bubbles, la morena de ojos felinos y esmeraldas había escapado del colegio católico para señoritas, al menos un par de años antes que la rubia. Su madre, viuda desde que ella era una niña, se había esforzado en criarla como una damita de sociedad, mas eso no era lo que la pelinegra buscaba. Apenas entraba el año 1920 cuando la señorita Buttercup conocería al primer hombre peligroso de su larga lista. Dos años después ella saldría de aquel internado para consumar su romance con aquel primer amor. Buttercup ya vestiría la ropa más holgada que descubría sus sensuales piernas, luego aprendería a fumar y a conducir en tiempo record, algo sumamente impensable para los hombres que por siglos se habían acostumbrado a ver a las mujeres cubiertas de gruesos pedazos de tela, mismos que les imposibilitaba develar tan tentadora y natural feminidad.

Al año de vivir con un adicto a los juegos de azar, sucedió lo inevitable al tratarse de una chica que muere por vivir y desea experimentar. Reprimida como estuvo en sus años de infancia y parte de su adolescencia, casarse con el primer hombre que le había "obsequiado" la libertad, era una forma de agradecimiento. No obstante, como ya se ha mencionado, aquel sujeto era todo menos un buen partido para asegurar su futuro. No tardó mucho en quedarse sin esposo, especialmente cuando éste tenía fuertes deudas con la mafia y ésta decidió cobrárselas. Buttercup tuvo que enseñarse a ser práctica. Era lista, con su audacia podría sobrevivir en aquellos bajos mundos a los cuales les empezó a tomar cariño.

Por último, con la mención a la mafia, la tercera chica era la más propensa a ser el blanco de ésta. Blossom, como la habían nombrado sus padres, creció en un ambiente sano y unido hasta que la madre de la pelirroja enfermó y falleció en sus años preadolescentes. Con el deceso de su esposa, el señor Utonio decidió que era buena idea terminar de criar a su hija en Francia. Alejados del barullo norteamericano vivieron en el lugar de nacimiento de tan amada mujer para honrar su memoria y enseñar a la pequeña Blossom las artes y el buen gusto de la capital parisina. Por supuesto, el padre de la muchacha no era bueno tomando decisiones porque pecaba de ignorancia ante los asuntos políticos extranjeros. ¿Cómo iba a saber que les tocaría vivir los eventos de la guerra en el hogar de su difunta pareja? Blossom maduraría antes y desarrollaría su habilidad para el canto y la música durante aquellos tiempos tan difíciles. Gracias a eso, logró regresar a Estados Unidos para iniciar su carrera como cantante de opera, aunque un nuevo género, no apto para mujeres blancas, la llamaría para intentar ganar suerte y fortuna.

Así, la popularidad de la hermosa pelirroja de orbes rosas destelló apenas le surgieron trabajos en establecimientos de dudosa moralidad pero bien remunerados. Pronto su nombre yacía en las pancartas alimentando el deseo de cualquier hombre que la oyera y mirara desde su butaca.

Era 1928, los días dorados, y en ese entonces, nuevos sueños surgían para que cada una de las tres mujeres conociera distintos matices de una misma era, cuando el bullicio en la avenida principal iba al compás de las pisadas de unos tacones estilo "Louis Vuitton"...

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Luego de bajar las bambalinas se dirigió directamente a su camerino. En ese pequeño cuarto donde encontraba el descanso y la paz que necesitaba cada que terminaba su número exitosamente, era donde se permitía recuperar su centro. La función había quedado impecable debido a lo meticulosa que era, rasgo que la identificaba del resto y por el cual se había convertido en la principal atracción para los comensales que asistían al prestigioso teatro, pero al entrar a la privacidad de su modesta oficina el cambio sufrido lo hacía evidente. Blossom, aunque amaba ser una soprano, entendía lo poco redituable que era en esa ciudad.

Townsville era la capital del libertinaje por la fuerte influencia de los grupos criminales y los negocios encubiertos porque tenían más peso que los establecimientos en regla. Su imagen como cantante de ópera no era la destacable en ese lugar y sólo algunos funcionarios públicos como políticos, hombres exageradamente adinerados y empresarios destacados servían de testigo cuando la apreciaban en un contexto diferente; en la privacidad de un salón escondido como bodega, con algunos pocos invitados para escucharla cantar un género más íntimo, escandaloso, mientras éstos se dedicaban a las apuestas y bebían el licor que el gobierno les había quitado apenas había dado comienzo la década.

Blossom era aquella seductora diva del escenario iluminado cuando el resto del espacio eran sombras que vitoreaban su aparición. The Devil's muse como las bajas lenguas la aclamaban, contorneaba sus caderas al son de un jazz pecaminoso y apenas el silencio podía presenciarse en el salón, su voz marcaba un hipnótico ritmo que encantaba a cualquier espectador. Su fuerte presencia femenina imponía en la tarima mientras su vestido rojo de lentejuelas acentuaba la coquetería de una personalidad que sólo mostraba cuando hacía su número en un club clandestino.

Y aunque ella no pudiera distinguir cada rostro que la estudiaba con sumo cuidado, lograba sentir una mirada en especial que le hacía hervir la sangre de excitación. Sin saber su ubicación exacta, a veces lo creía sentado al fondo mientras fumaba un puro y expulsaba el humo aún sin despegar su vista de ella. A la pelirroja le gustaba imaginar que en esos ojos escarlata guardaba muchas emociones pero que, irremediablemente, expresaba el deseo cada vez que ella cantaba.

El tiempo era engañoso cuando la noche caía y la precaria vida criminal la arrastraba hacía ese cuarto en penumbras donde unas luces la seguían en su baile acompañando el saxofón. Un tono más grave del que estaba acostumbrada a cantar y el carraspeo en sus notas la transformaban en esa diva que muchos anhelaban pero jamás tendrían al ser la querida de aquel demonio.

La rectitud había dejado de ser lo suyo cuando, por la guerra, se había dado cuenta de lo insignificante que era mantener una imagen que apoyaba la decencia. Al final, todos terminan en el mismo lugar; bajo tierra. Aprovechar la vida consistía en hacerla más digerible y para Blossom, permitir que ese gángster fuera su amante era la manera más atractiva posible.

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Dos años antes él la había conocido en aquel teatro como una soprano de costumbres clásicas. Pero supo leer entre líneas cuando presintió que la mujer de ojos rosas tenía un potencial oculto. En aquel tiempo, Blossom estaba acostumbrándose a los halagos de los demás cuando le lanzaban rosas y uno que otro ramo aparecía en su tocador. Pero, ¿cómo enfrentarlo a él si nunca se lo advirtieron? Su fama apenas iniciaba cuando al llegar a su saleta, ese hombre de porte autoritario ya la estaba esperando. ¿Cómo había entrado si a nadie más le tenían permitido estar ahí? Entendió que aquel sujeto era osado.

Recordaba verlo de espaldas, alto y con la seña de un traje pulcro debajo de una elegante gabardina negra. No sabía si debía salir huyendo o si confrontarlo era la mejor opción. Pero apenas él se sintió acompañado, se giró para encontrarse cara a cara con la joven estrella del teatro de la ciudad. Rojos con rosas... y una sonrisa ladina se asomó en el rostro masculino.

Buona notte —saludó cortésmente, quitándose su sombrero Fedora mientras lo ponía frente a su pecho y se inclinaba un poco. Blossom se quedó quieta hasta que el coraje se asomó en la unión de sus delgadas y definidas cejas.

¿Quién es usted y qué hace en mi camarín? —Su pregunta era válida y no debía porqué ofender a aquel tipo de aparente origen italiano quien ensanchó su sonrisa.

Un admirador. No resistí las ganas de conocerla en persona. Su presentación fue... magnifica—respondió en un fluido acento local y con un notorio ademán seductor por el tono grave de su voz.

Gracias —se apresuró a decir sin quitar su semblante firme—, pero igual no debería estar aquí.

Mis disculpas, señorita Utonio —respondió simple, como si el regaño no le fuera importante—, pero nunca ha sido lo mío dejar cartas de felicitaciones en ostentosos ramos. Quise hacer las cosas a mi manera.

¿Irrumpiendo la privacidad de una mujer? —Cuestionó sardónica. Luego se dirigió al espejo de su tocador y se sentó en el pequeño banco para comenzar a quitarse las joyas que colgaban de su peinado. Lo ignoró por completo para darle una clara señal de apatía. No obstante, su desaire, contrario a lo que la muchacha esperaba, lo complació. Ella al notar que no se marchaba, continuó: —No es el mejor movimiento para acercarse a mí, déjeme decirle...

Es cierto que no soy del todo un caballero —confesó con fingida pena a la vez que analizaba la espalda descubierta de la mujer cuando ésta retiró su cabello para comenzar a cepillarlo. Blossom, inconsciente de ser una mujer tan cautivadora con pequeños gestos en esos instantes, sólo permanecía alerta de cualquier movimiento que hiciera aquel extraño—, pero eso me permite ir siempre directo al grano.

¿Qué quiere de mí? —Finalmente soltó ella, demandante, observándolo por el reflejo de su espejo.

Y él, gallardo e imperioso, se acercó a las espaldas de la mujer para observarla también por el espejo. Luego tomó una de las flores que sobresalían del ramo que otro hombre ilusamente le había obsequiado, la olió y la dejó tan cerca de la mano femenina que rápidamente fue retirada por el leve pero electrificante contacto que había tenido con la suya. Sin borrar su expresión coqueta, sopló al cuello descubierto de la chica lo que provocó que ella quedara helada y reaccionara segundos tarde cuando le depositó un casto beso en el hombro.

Antes de que pudiera reclamarle por esa confianza que ella nunca le había brindado, él le dejó una pequeña caja plateada en seguida de la flor.

Quiero todo de ti —contestó impersonalmente a su pregunta inicial, susurrando de forma que aquello se convertiría en su sentencia—. Todo.

Perpleja, lo siguió con la mirada hasta que éste se alejó rumbo a la puerta y salía no sin antes darle una última sonrisa engreída a la pelirroja. Pasaron unos minutos luego de quedarse sola y mirara el modesto regalo que le había dado. Dudó siquiera de abrirlo, pero el cosquilleo en su estómago la obligó a terminar con la incertidumbre. Con la boca entreabierta de sorpresa, miró unos costosos aretes y con ellos una leve tarjeta que decían el nombre del intruso de camerinos.

Blossom comprendió que debía tener mucho cuidado cuando en su memoria se hizo presente esa advertencia que sus compañeros músicos habían hecho el otro día. Townsville era una ciudad de libertinaje gracias a las mafias que peleaban por territorios e influencias... y tal hombre pelirrojo, apuesto y de mirada carmesí, no era sino uno de los más poderosos en la zona.

Brick —se concentró en la caligrafía dejando escapar su nombre—. Le he interesado a un hombre extremadamente peligroso...

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Al despedirse de sus compañeras bailarinas y abrir la puerta se encontró con la sorpresa de verlo ahí en el sofá de terciopelo con un arreglo de flores en la mesa de noche. De su boca no salió ninguna queja, saludo o muestra de cariño cuando por fin cerró la puerta tras de sí. Ni siquiera se molestó en acercarse y acompañarlo cuando éste le hizo el ademán de sentarse a su lado.

—Qué recibimiento tan frío —comentó con un rastro de buen humor a pesar del mal genio que notaba en la mujer de ojos rosas. De hecho, ella ni se había molestado en responder la observación y procedió a quitarse los pendientes de sus oídos—. ¿Noche larga?

Por fin se encogió de hombros luego de aparentar no escucharlo durante un buen rato. Brick ya estando detrás de ella, la tomó de los hombros para que no pudiera ignorarlo más. No era idiota aunque le gustara mofarse de vez en cuando de los demás, y en esta ocasión sabía perfectamente que su chica estaba molesta con él.

—Bésame —le ordenó luego de fijarse en sus labios pintados de un fuerte carmín pero Blossom sólo hizo una mueca.

—Eres un imbécil —escupió sin un rastro de arrepentimiento—. Primero te desapareces sin decirme por varias semanas y luego te presentas aquí como si nada hubiera pasado. No soy una estúpida.

La tomó de la cintura luego de que acabara su recriminación y la juntó a su cuerpo. Aspiró el aroma de su perfume francés y reconoció la fragancia que él mismo había escogido para ella un mes atrás.

—Oh, si tanto me odias ahora, ¿por qué estás usando el perfume que te regalé? —La cuestionó victorioso.

—Te lo dije, no soy estúpida. No desperdicio obsequios caros —respondió con un deje de altanería.

—Tampoco eres una mujer fría e interesada, Blossom —dijo ocultando la diversión que sentía por verla actuar tan a la defensiva.

—Tienes razón, encontrará un mejor uso en alguna de las otras chicas. Robín parecía fascinada en él...

—No es apto para cualquiera —le dijo Brick tratando de no caer en sus provocaciones aunque en el fondo se moría por arrinconarla, empezar a desvestirla y poseerla en ese mismo sillón de terciopelo—. Solo mi mujer puede usarlo.

—Entonces dáselo a esa albina —no es que los celos fueran comunes en ella, pero mentiría si dijera que no le molestaba las interacciones que Brick tenía con la esposa de cirerto funcionario—. No se contuvo al presumirme ese abrigo que lució en la conferencia de prensa, ¿cómo me dijo?, ah sí, un presente de tu parte... Esa vez no dejé de mirarlo en cada plana del periódico que, para colmo, no se le miraba tan... mal.

Odiaba admitir eso último, pero Blossom no se iba a engañar para consolarse. La pedante mujer era hermosa y no por nada había llegado lejos hasta conseguir involucrarse con un candidato a la alcaldía. Eso también explicaba porque Brick la conocía y porque ese hombre era un corrupto que si ganaba las elecciones, las cosas saldrían a beneficio para el líder de la mafia italiana.

—Sí, se veía asquerosamente presuntuosa —no se contuvo al opinar de esa ocasión en la que también tuvo oportunidad de leer la nota.

—Eso dijo Buttercup —recordó Blossom, aunque seguía sin estar del todo contenta—. Pero aún así salía en la primera plana porque al parecer su presencia era difícil de ignorar luego de hacerla resaltar de tal manera.

—Es que ese niñato de Boomer hizo un buen trabajo con la fotografía —se excusó el pelirrojo.

—Y eso dijo Butch... —acto seguido le dio varios golpes en el pecho para seguir recriminándole. Uno y otro hasta que Brick los detuvo con sus manos y la obligó a calmarse mientras la hacía retroceder y toparse con la cómoda donde guardaba algunos vestuarios.

—Ah, il mio amore —la llamó cariñoso al tiempo que la besaba en el cuello—, frivolidad es lo que rodea a las mujeres como esa.

—Fue tu amante —lo acusó, cortante.

—Antes de conocerte a ti —admitió—. Ahora es un puente a mis objetivos. Es por el bien de la organización...

—¿Y eso te exime de la culpa por no darme razones de ti durante todo este tiempo?

—Eso —se paró en seco— desgraciadamente sí es mi culpa.

—Ahora, ¿crees que trayéndome un arreglo floral aceptaré tus disculpas? —Él dirigió su atención a la mesa donde yacía y Brick arqueó una ceja luego de regresar a su pelirroja.

—Yo no te daría cosas tan burdas, preciosa —luego sobó la cintura femenina para acortar la distancia entre los dos disimuladamente—. Eso es por parte de uno de tus admiradores. Uno, que no conoce sus límites y no respeta lo ajeno.

Blossom, ya cansada de la actitud de Brick, lo empujó para ir hacia la tarjeta que sobresalía colgada de uno de los tallos. Una vez la leyó, rodó los ojos.

—Ustedes los hombres creen que una mujer es de su propiedad una vez que ésta les permite entrar a sus vidas—Brick volvió a abrazarla, esta vez con más posesión—. Que sepas que puedo hacer lo que quiera y no tienes control sobre mí.

—Por supuesto que no —respondió él con su sonrisa habitual, embelesado por la actitud de la cantante—. Eres una mujer tan testaruda... —luego la tomó del mentón para depositarle un corto beso a lo que Blossom se dejó hacer.

—¿Acaso el mafioso más peligroso de Townsville está aceptando su debilidad ante una mujer? —Se burló correspondiendo al contacto de esas manos masculinas sobre sus caderas cuando las movió tentadoramente.

—Una peligrosa—confesó deslizando el cierre del vestido hacía abajo—... y la única para mí.

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La primera vez que lo vio fue en su faceta más hostil e intimidante. Buttercup había salido a hacer algunas compras para tratar de hacer la cena aunque cocinara muy mal. Su esposo no le había dado dinero para comprar lo básico mas, como pudo, se las arregló para conseguir un préstamo con algunas viejas amigas. En aquellos días, lo único que mantenía a la morena al lado de ese sujeto de aspecto desgarbado, era su amor que con el tiempo se iba difuminando para dar paso a la costumbre. Tratándose de una muchacha inexperta, la vida con ese hombre era el escape a una más represiva que llevaba con su madre. No obstante, los vicios de su marido muchas veces la habían hecho cuestionarse de sus decisiones y las consecuencias que eso podría llevar.

Era julio y el sol era tan insoportable que aún llevando el corte Bob no podía evitar el calor. Recordó detenerse tan solo unos segundos antes de subir las escaleras del condominio donde vivía con su esposo, llevaba las bolsas de papel cargadas con algunas verduras y un queso que lo haría rendir lo más que pudiera. Luego de acomodarse, con cuidado piso los escalones para no resbalarse y caer debido a lo viejas que estaban.

Cuando estaba a punto de entrar a su piso, la presencia de unos hombres extraños la hizo detenerse y esconderse. Ya sea por su sentido de precaución y por el agudo presentimiento que algo malo estaba por suceder.

El escándalo de una puerta ser forcejeada dio peso a su corazonada, la voz irreconocible de su marido la puso alerta y entendió que no debía moverse de su escondite en el pasillo. Por el rabillo del ojo, se dio cuenta de como las sombras de unos hombres desaparecían para entrar a su departamento. Cuando la puerta volvió a cerrarse, Buttercup se asomó y decidió salir para acercarse a su ventana por la parte de afuera y ser testigo de lo que ocurriera adentro sin ser percibida.

De modo que usó las escalerillas de metal oxidado del edificio y conforme iba subiendo, pudo encontrarse con una que otra mirada curiosa de los vecinos y que, al verla, volvían a entrar y cerrar las cortinas para no involucrarse. Los ojos verdes de la muchacha se cerraron en par en par para darse la valentía de seguir subiendo y darse la fuerza de soportar lo que sea que pudiera encontrar. El sonido de algo estrellándose en el suelo le afirmó lo que temía; su esposo estaba en graves problemas y aquellos hombres debían ser cobradores.

No era secreto para ella que él tuviera fuertes deudas y no le había prestado importancia hasta ese caluroso día de verano cuando por la ventana de su departamento, observó como el hombre que creyó amar profundamente era golpeado sin piedad por uno de los sujetos.

¡Les juro que les pagaré! —Repetía con cada patada dirigida a sus costillas.

Ah, esa es una de mis favoritas —se burló una voz y Buttercup enfocó su vista para dar con el dueño de ésta. Se trataba de un hombre sentado en el sillón de una pieza que adornaba su sala improvisada, analizó su semblante soberbio e identificó una cruda sonrisa que se alargaba más con cada quejido que escuchaba del infeliz deudor—. ¿De casualidad no conoces otra frase? ¡Ya sé!, ¡ya puedes comenzar con las de imploración por tu sucia vida!

Buttercup no sintió ninguna emoción cuando el mal herido cuerpo del hombre en el suelo fue sujeto de forma violenta por otros dos para que viera al de la cicatriz en el rostro. Dedujo sin temor a equivocarse que los tres intrusos pertenecían a la mafia y que estaban listos para hacer pagar al individuo que les debía exuberantes cantidades de dinero.

Hemos sido tan buenos y pacientes contigo —dijo con una voz calmada pero amenazante el hombre de cabello azabache—, es una enorme grosería que le hayas robado a nuestro jefe luego de ser muy condescendiente con un muerto de hambre como tú. Él cree que te has burlado en su cara y eso le ha molestado mucho.

¡No!, ¡no quería ofenderlo!, ¡de verdad les juro que tendré el dinero en una semana! —Acto seguido, el moreno se puso de pie y lo pateó tan fuerte que los otros dos hombres tuvieron que volverlo a acomodar—, ¡ma-mañana!, ¡mañana mismo les daré todo!

Oh, esa es mi segunda frase favorita —luego sacó un cigarrillo y lo encendió con un fósforo que sacó de las bolsas de sus pantalones. Después de dar una lenta bocanada de humo y mantener la tensión en la habitación, volvió a fijar su vista al suelo donde estaba el tipo que ya empezaba a sollozar—. No tienes de dónde sacar para pagarnos, tu vida incluso vale menos y esta pocilga en la que vives no cubre nada.

Y-yo... ¡Yo tengo una esposa! —Intentó negociar. Buttercup tendría muy grabada en su memoria aquella imagen tan patética que cualquier rastro de cariño hacía su marido se esfumó tan pronto lo consideró un necio y un cretino.

¡Vaya, nos vamos con la número siete de mi lista de frases típicas! —Dicho esto se hincó para quedar a la altura de aquel que ya temblaba—, pero es la que más me molesta. Sabemos que tienes una esposa. Por supuesto que sabemos todo sobre los socios y las cucarachas que nos faltan al respeto, pero te olvidas de algo muy importante, maldita sabandija, y eso es que para nosotros la familia siempre será algo muy importante.

Y-yo n-no qu-quería ofenderlos —habló con dificultad—, sólo pensé que podía negociar...

¿Con tu mujer? —Interrumpió, aburrido.

¡To-todo es negociable!, ¿no es así?

Este imbécil nos confunde con los irlandeses —expresó uno de los compañeros.

¡Agh, esos cerdos figli de puttana! —Enunció con desdén—, otra razón por la que debemos apresurarnos y terminar con este trabajo. Aunque queríamos esperar a que anocheciera, ya no puedo esperar para darle de comer a los peces una vez lo tiremos en el muelle envuelto en las sábanas. De todas formas nadie en la zona osaría delatarnos.

¡Esp-peren! ¡Por favor, necesito más tiempo! —Gritó.

Eres el paquete completo de mis clichés favoritos en frases—luego le dio unas leves palmadas en su magullada mejilla y se puso de pie para mirarlo con desprecio. Mas al sacar la pistola y prepararla para disparar, un ruido lo hizo voltear hacía donde éste provenía.

En menos de un par de segundos, uno de los hombres que acompañaba al moreno se asomó a la ventana para encontrar a la muchacha que desesperadamente luchaba por zafar el tacón de su zapato de la barandilla. Sin embargo, al verse descubierta, intentó quitarse el zapato pero lo único que consiguió fue facilitarle al enorme tipo de meterla al departamento con un pie descalzo.

Tenemos un fisgón, Butch —avisó luego de soltarla sin delicadeza. Buttercup no había tenido tiempo de apoyarse y terminó por tropezar para acabar de rodillas en seguida de quien ilusamente fue su primer amor.

Butch la observó con cuidado y la tomó de las mejillas para ver bien su cara. Reconocería esos ojos felinos en cualquier lado luego de haberlos visto desde la lejanía durante un tiempo prolongado, cuando vigilaban los alrededores y esperaban cobrarle al desgraciado que vivía en el edificio.

Esto sí que es inusual, regresaste temprano, hermosa—habló Butch mientras tiraba la colilla de su cigarrillo al piso y lo apagaba con la suela de su zapato—. Esperaba que al volver de tus compras te encontraras sola y por extensión, viuda.

Buttercup no sintió temor aunque descubriera haber sido vigilada antes de que todo ese alboroto comenzara. Ni siquiera se sintió intimidada por ese mafioso quien la miraba demasiado atento.

Buttercup, ¿no es así? —Ella asintió en silencio sin despegar sus verdes ojos de él—, espero no me hagas las cosas difíciles y trates de evitar que mate a tu marido.

Ya no me interesa —contestó fríamente y Butch no escondió su asombro que en segundos reemplazó con una reacción de genuino interés.

Estas son las mujeres que me gustan —le expresó al deudor que no podía creer lo que escuchaba de Buttercup—; fieras y descorazonadas.

¡Te la puedo dar si quieres!, ¡pero a cambio déjame libre y no volveré a molestar, lo juro!

Butch le dedicó un gesto de odio, ya exasperado le apuntó a la cabeza y antes de matarlo reveló:

No necesito tu permiso.

La muchacha dio un leve brinquito una vez la bala atravesó el cráneo pero no se inmutó. Verlo terminar así significó otro gran paso en su vida, porque si bien había salido de un confinamiento, su matrimonio había significado otra prisión. La muerte del cobarde la ayudó a darse cuenta del maltrato que recibía pero intentaba ocultar para no creer que había escogido mal, pues, al final, todos detestaban equivocarse.

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Alejó la boquilla para exhalar y gozar del tabaco que invadía sus pulmones. Su compañero la tenía sentada en sus piernas y le permitía acariciar su muslo descubierto por el vestido levantado. Le dedicó una sonrisa traviesa y tomó del vaso que le tendía para degustar ese embriagante licor prohibido.

Su relación con Butch era caótica pero la disfrutaba tanto como fuera posible. No le exigía nada que ella no pudiera hacer y eso la tenía a gusto. Luego de verse desprotegida por el asesinato de su antiguo compañero, aprovechó esa oportunidad para descubrirse a sí misma. Buttercup ya no era la rebelde niña que tomaba lo primero que veía creyendo que era la mejor opción, al menos ahora tuvo más posibilidades de elegir. Por supuesto, lo suyo era el caos y los excesos, pero dentro de todo, se sentía realmente querida por el mafioso que ahora le besaba el escote.

—Hoy estás más animado de lo normal —manifestó con gracia luego de tomarlo del rostro para hacer que la viera—, ¿algo bueno ha pasado?

—Pasa—le expresó divertido—que estoy ebrio y pido los mimos de mi letal mujer...

La flapper lo abrazó del cuello y lo besó demandante de forma que Butch se mostró complacido. No obstante, la interrupción de sus compañeros lo hizo separarse con tranquilidad de su pelinegra a pesar de que la tensión en la habitación de ese oculto casino se intensificara.

—¡Jefe, hay una riña en nuestros territorios! —le informó uno. Butch no se sorprendió porque no había semana que no hubiera una confrontación contra otros rivales en ese mundo regido por las bandas más fuertes—, ¡tenemos que ir a enseñarles a esos bastardos irlandeses que no deben meterse con nosotros!

Cazzo... —maldijo el mafioso luego que Buttercup se levantara de su regazo, sonriéndole.

—Es tu deber, mi querido matón —se burló luego de ver cómo él tomaba su metralleta Thompson—, pero está bien, si regresas temprano te compensaré por tu trabajo.

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Boomer dejó su cámara Leica I en el escritorio luego de haber tenido un largo día de trabajo. El periódico "Townsville Times" era demandante y ya se lo habían advertido cuando aceptó la oferta de trabajar ahí. Sin embargo, el joven rubio siempre había tomado esos comentarios como envidias disfrazadas para que no tomara el puesto, por lo que era más su orgullo lo que lo hacía soportar las demandas de su superior. No podía quejarse aunque la paga no era tanta, podía mantenerse con eso que incluso le alcanzaba para lidiar con cierta rubia de la que no se podía librar.

Resopló cansado y se recostó en la cama para dormirse de inmediato. Mañana sería otro día igual de exigente así que no podía perder el tiempo haciéndose de cenar cuando lo podía usar para dormir temprano. No había pasado ni diez minutos cuando el sonido de la puerta le avisaba que alguien había llegado y sus planes de descansar sin interrupciones se vieron frustrados al sentir a la chica entrando a su pieza.

—¡Boomer! —Le gritó importándole un bledo verlo ya acostado intentando dormir, pues saltó sobre la cama y apenas el rebote aturdió al rubio, la imprudente muchacha se acomodaba sobre él quedando encima y con un peligroso contacto entre ambos—, ¡no puedes estar durmiendo ahora, me lo prometiste!

—Mierda —vociferó con desgana a la vez que abría de par en par sus ojos para encontrarse con los ojos celestes de Bubbles—, ¿tiene que ser precisamente hoy?

—Mañana tengo ensayo y si vuelvo a equivocarme la señorita Blossom me va a castigar... de nuevo.

—¿Cuánto ha pasado?, ¿dos meses? —Preguntó mientras llevaba sus manos a la cintura de la muchacha—, me sorprende que no se haya cansado antes y renunciado a ser tu mentora.

—Lo mismo dijo Buttercup —expresó en un mohín, ofendida.

—Bueno, tampoco es tu culpa por ser tan torpe y parecer que tienes dos pies izquierdos...

—... Y lo mismo dijo Butch—dijo más enfadada—. Si buscamos responsables, tú serías quien más tiene la culpa en todo esto.

—¿Y yo por qué? —El rubio la miró con reproche arqueando una ceja.

—¿En serio lo preguntas? ¿Quién es el que tiene contactos deshonestos?

—Te sirven, ¿no?, ¿no eras tú la que estaba dispuesta a entrar al mundo del espectáculo sin importar los medios?

—Bueno, ¡tú jamás me lo advertiste!, ¿¡no eres el mayor y por extensión el responsable aquí?!—Le acusó cruzándose de brazos sin moverse del regazo del chico.

—¡Fuiste tú la loca intensa que me acosó durante días para que te consiguiera una plaza! —Y la empujó para hacerla caer al otro lado de la cama pudiendo incorporarse dejando el colchón. Bubbles apenas lo vio levantarse le siguió con las mismas energías con las que había saltado para despertarlo—, como sea, eso me pasa por pasarme de buena gente.

Eso último lo dijo más para sí mismo que para la muchacha de ojos azules. En su plena juventud jamás creyó que terminaría en una situación como esa, donde, por obra del destino o por su misma estupidez se involucraría con las personas menos esperadas. Bubbles era apenas una adolescente con mucho optimismo y él no podía evitar proyectarse en la rubia, cuando no hacía mucho él estaba en la misma situación de querer cumplir sus metas.

—Eso te pasa por enamorarte de mí—se regodeó ella a lo que recibió un cojín en la cara como respuesta por parte del muchacho.

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Lo conoció en una audición porque era el encargado de tomar las fotografías a las aspirantes. Desde ese primer momento, Bubbles quedó intrigada por el porte tan distante del joven. No era tan mayor que ella, a lo mucho cuatro o cinco años de diferencia habían entre ambos, pero él ya hacía su trabajo como si se tratara de un profesional con mucha experiencia. Al ser observadora, asumió que el chico tenía un profundo interés por las cámaras y cualquier otro aparato que ella no entendía muy bien cómo podían funcionar. Se fijó como éste trataba con sumo cuidado sus cosas que no se contuvo al tratar de sacarle un poco de conversación.

Eso la ayudaría en sus nervios para la audición y, por supuesto, saber si podía tener una oportunidad con él porque Bubbles era enamoradiza y ya se había interesado en ese muchacho de linda cara.

¿Qué es eso? —Le preguntó inocente a lo que él, ajeno a sus intenciones, no vio mal responderle.

Una General Electric Sashalite. Es una lámpara desechable que elimina el polvo de magnesio y permite las fotografías de noche —explicó—, básicamente produce un fuerte destello para una óptima iluminación...

No podía seguirlo por completo, pero sonrió contagiada por esa emoción tan leve que se le detectaba en su tono de voz cuando comenzó a platicarle del artefacto.

¿Lo usarás?

No... no es necesario—luego volvió a su semblante serio y le pidió que posara para esa foto.

¿Crees que me escojan? —Cuestionó de repente luego de terminar con la sesión. Él se encogió de hombros—, ¿sabes qué puedo hacer para que lo hagan?

No estoy familiarizado con esto, es mi primera vez haciendo fotografías de posibles modelos o actrices—Bubbles no ocultó su asombro.

Debes ser muy bueno en lo que haces para que te pidieran hacer el trabajo—dijo honestamente sin pensar que sus halagos cobrarían peso para el rubio—. Espero que yo también me destaque y llegue a ser una actriz famosa algún día...

Él no dijo nada, no quería arruinar esos ánimos tan optimistas luego de saber lo duro que era ser una actriz, cantante o bailarina reconocida con tanta competencia. La analizó por unos segundos en lo que la chica se recogía el cabello luego de haber posado con éste suelto. Se detuvo en su nariz respingada y las pestañas que sobresalían estando ella de perfil. Ciertamente era muy hermosa, pero aún faltaba la audición para saber si pasaba la prueba.

Suerte —le soltó no queriendo darle falsas esperanzas o comentarios desalentadores pero realistas.

Gracias—y antes de que saliera por la puerta de la oficina se giró nuevamente hacía él—, eres periodista, ¿cierto? —Él, extrañado, asintió—, lo supuse por esa pequeña cámara de ahí, los he visto usarla. Me parece genial, pienso que serás el mejor de todos.

Y cuando se fue, Boomer no se había percatado de la leve sonrisa que se dibujaba en su cara hasta que la siguiente aspirante entró a la oficina.

Por supuesto, esa misma tarde volvería a encontrarse con esa chica tan parlanchina aunque con una expresión distinta a la que tenía esa mañana. Con su rostro hinchado por el llanto y su cabello desarreglado, no evitó socorrerla. No le había ido muy bien en la audición y a sabiendas de las duras críticas recibidas, desmotivada, anduvo por las calles sin saber qué haría ahora. Sin hogar, sin dinero y aparentemente sin talento, Bubbles quedó al cuidado del muchacho a quien, por alguna razón que él desconocía hasta ese instante, no le molestó.

Desde entonces y con esmero, él le había prometido que la ayudaría a convertirse en una estrella.

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—¡Lo siento, lo siento, lo siento!

Un malestar agudo hizo un recorrido de la superficie de su pie hacía cada nervio que estuviera cerca donde ella lo había pisoteado sin querer. Escondió la mueca de dolor lo más que pudo y se limitó a seguir guiándola. Bubbles en cambio no quitaba su semblante de preocupación.

—No dejes de sonreír —le reprendió luego de retomar su postura.

Uno, dos, tres... otro paso desincronizado y un accidental puntapié a su espinilla.

—¡Ah, soy tan torpe!, ¡perdón! —Sin embargo, Boomer ya no podía aguantar el semblante de instructor de baile que había adoptado—, ¡lo lamento tanto!, ¿te duele mucho?

—Bubbles... ¿por qué quieres ser famosa? —La duda tan repentina de él la descolocó de improviso. Jamás le había cuestionado sus motivos y para que lo hiciera en ese momento, sólo significó una cosa para ella y eso era que él también empezaba a mirarla como un caso perdido.

Le bajó a la radio y se sentó en la silla de madera que estaba cercana y con la vista por los suelos, titubeó al responder.

—Quiero ser buena en algo genial.

El joven de ojos azules, sobando el golpe que había sufrido hasta hace unos minutos, entendió ese repentino cambio de humor. Cada que ella se sentía frustrada, escondía su cara y la energía en su voz desaparecía para hablar con un tono apagado y bajo. La inseguridad en Bubbles le era tan obvia y familiar que ahí estaba él, de nuevo, queriendo ayudarla. ¿Por qué lo hacía? No es que la conociera de muchos años, ni siquiera la consideraba su amiga y si alguna vez se sintió atraído fue en un momento confuso cuando había bebido mucho una noche...

Bubbles era ese torbellino de emociones indescifrables que había llegado para desordenar la vida de Boomer. Qué tonto había sido al pensar que su vida ya era complicada luego de haber conocido a Brick y a Butch después de que éstos lo convencieran (amenazaran) de guardar silencio y no hacer pública una noticia. Nada era más impredecible que los sentimientos hacía una mujer que las relaciones con sujetos armados.

—Discúlpame. Solo te causo problemas y seguro ya te has hartado de ayudarme en mi falta de habilidad.

—¿Quién dice que me he rendido?

—Bueno, no te culparía si...

—¿Das por hecho que ya me cansé? —Silencio. Bubbles jugaba con sus dedos, un tanto nerviosa. No sabía qué esperar de él pero en el fondo sabía que no la dejaría desamparada—, no importa cuanto tropieces y pienses que eres una inútil, no mentía cuando te dije que algún día saldrías en una de esas pantallas blancas.

Bubbles sonrió timidamente.

—¿Crees que seré tan famosa como para poder cenar con Charles Chaplin?

—No te apresures—advirtió con cierta diversión debido al cambio abrupto en la chica—, primero aprende a bailar Charleston—luego la miró durante unos segundos y resopló—... Quizás puedas acompañarlo en el almuerzo si mucho...

Y ahí estaba de nuevo esa alegría tan característica que ya empezaba a apreciar. Entonces, Boomer volvió a ponerse de pie y la invitó tendiéndole la mano para que ella hiciera lo mismo.

—Boomer —lo llamó luego de aceptarlo—, si alguna vez logro cumplir mi sueño... ¿podría volverme tu esposa?

—¿Y para qué quiero casarme con una actriz? —Preguntó no impresionado por la propuesta de Bubbles, ya que era totalmente consciente de sus sentimientos hacía él.

—Tendríamos niños lindos—contestó encogiéndose de hombros.

—Ya veremos... —le dijo poniéndose en posición para comenzar las prácticas nuevamente no sin antes dejar que ella lo abrazara en forma de agradecimiento por todo—. Tenemos mucho tiempo para descubrirlo... Mientras, empecemos otra vez...

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Al oscurecer, muy ocultos en los callejones, se escondían los secretos que a la luz del día no eran capaces de revelarse. Pero la ciudad no dormía y las banales diversiones tomaban el peso suficiente para influenciar en los habitantes de Townsville. Huyendo de las mentes conservadoras, escapando constantemente de las restricciones, el ciudadano promedio se entregaba al exceso de un estado ameno. Era cuando las notas producidas por las teclas de un piano se hacían más fuertes y sonoras como una invitación a los deleites que guardaba la noche.

Ahí, en un hotel que de noche era casa de apuestas, los astutos se reían de las reglas de un gobierno que se rehusaba a permitir los vicios. Burlando a una Ley seca, en el centro de una mesa con las cartas y las fichas repartidas, estaba un hombre de semblante demoníaco que fumaba un puro de buena calidad. Brick abrazó a su belleza pelirroja de la cintura y apostó embriagado por el ambiente lleno de júbilo. Olvidando por un momento su herencia italo-estadounidense, sólo quiso estar consciente para la dama de ojos rosas que encantada se reía a su lado, infectada por la fiesta de inmoralidades.

Al frente estaba su oponente en el juego, el mejor de sus hombres y a quien más confianza le tenía. Butch sujetaba su jugada con la misma seguridad que Buttercup se recargaba en él luego de sonreír por el jolgorio que irradiaba la mesa. Sin poder contenerse, ella movía su cuerpo al ritmo de la banda que al fondo tocaba, para alentar así, la efusividad que el pelinegro traspasaba en su palmada al hombro del rubio que estaba a un lado.

Boomer mostró su mano y un vitoreo por parte de los invitados aclamaron su buena suerte. La fortuna lo había acompañado esa vez como el hecho de que Bubbles, emocionada por la ganancia del rubio, lo tomó del rostro para plantarle un urgente y profundo beso.

Era 1928, los días dorados, y en ese entonces, nuevos sueños surgían para que cada uno de los presentes conociera distintos matices de una misma era, cuando en la algarabía de la velada brindaron con el patente rigor que se esbozaba en la década de los locos años 20's.

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GLOSARIO:

Blues: Género musical de origen afroamericano que radicó en las comunidades al sur de Estados Unidos.

Buona notte: Del italiano al español, "buenas noches".

Cazzo: Del italiano al español, grosería para decir "verga" o un equivalente a "carajo".

Charles Chaplin: Reconocido actor del cine mudo humorístico.

Charleston: Baile popularizado por la melodía "The Charleston" de 1923 y compuesta por James P. Johnson.

Coco Chanel: Influenciable diseñadora de modas, fundadora de la marca chanel.

Derby: Sombrero o bombín de fieltro con forma semiesférica.

Fedora: Sombrero de ala corta, clásico y originario de Italia.

Figli de puttana: Del italiano al español, "hijo de puta".

Flapper: Estilo de vida en mujeres jóvenes que se rehusaban a usar corsés, rompían esquemas tradicionales vistiendo faldas cortas y comportándose de manera escandalosa para la época.

Ford Modelo A: Automóvil fabricado y distribuido por el fabricante Ford.

Francesca Bertini: Actriz italiana de cine mudo.

General Electric Sashalite: Como en el capítulo lo explica Boomer, era una bombilla para tomar fotografías nocturnas.

Gran Guerra: Modo de referirse a la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Leica I: De la empresa alemana Leica Camera, es una cámara que facilitó el periodismo por su práctico diseño portátil y su tamaño accesible.

Ley seca: Prohibición de la fabricación, importación, exportación, transporte, venta y consumo de alcohol.

Louis Vuitton: Marca de zapatos.

Metralleta Thompson: Subfusil estadounidense que adquirió mala fama durante la época de la prohibición por ser usada por fuerzas policiales como criminales.

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¡Saludos mis queridas aberraciones de los infiernos! Hoy les he traído un nuevo one-shot ambientado en una de mis épocas favoritas del siglo XX (tengo el sueño frustrado de disfrazarme de flapper desde el 2015, con eso les digo todo). Esta vez pudo salir a la luz gracias a que hice un pequeño reto con Lenore en el que ambas teníamos que escribir un one-shot desarrollando las tres parejas clásicas del fandom, guiándonos por una temática a libre elección y si una de las dos no lograba cumplir, nos íbamos a castigar muy feo (por respeto a la privacidad de ambas, se mantiene en misterio ese horrendo castigo), y bueno, henos aquí. Espero lo hayan disfrutado, no tiene una trama específica porque lo hice en dos días (borré dos mil palabras ya escritas desde el sábado y tuve que levantarme temprano hoy para tenerlo a tiempo, casi no he dormido... je). De cualquier forma, me divertí mucho usando referencias mientras escuchaba jazz, aunque admito que se me atravesaron los temas electroswing por ahí en la lista, jaja.

¡Nos estamos leyendo!

Domina Mortem