La pareja dejó de expresar su amor frenéticamente entre las sábanas en cuanto el calor del orgasmo empezó a propagarse. Sin poder manejar las reacciones de su cuerpo enloquecido por la sensación de profundo placer, Tanjirou emitió un tartamudo lloriqueo que a medio salir fue silenciado por los apasionados labios de su amante en un amoroso beso húmedo, mientras el Pilar lo empotraba contra la cama con las últimas estocadas desesperadas de sus caderas y un gruñido tan suave y excitante que hizo que el miembro del chico diera otro pequeño espasmo. Giyuu rompió ambas conexiones entre sus cuerpos, alzándose levemente y se desplomó sobre su pecho para normalizar su respiración por el más que agradable ejercicio. El de menor edad se aferró a él como un pulpo con sus brazos y dejó salir una risita fatigada.

—Giyuu-san, estás temblando. —susurró, dando un acento de abierta ternura a su voz y mimos a su abundante cabello como la noche, que tenía muchos pelos arriba por los movimientos agitados que había realizado.

El antiguo Pilar del Agua apenas sí pudo levantar unos centímetros la cabeza y darle con sus intensos ojos azules índigo una mirada indescifrable.

—Tú también. —respondió, y enterró su rostro en el cuello contrario. Tanjirou esbozó una sonrisa cargada de felicidad y retomó sus mimos, con la noble intención de ayudar a Giyuu a conciliar el sueño, pero tembló ligero por la sensación de los soplos cálidos de su boca en su piel. —Esto fue cien veces mejor que la primera vez.

Las manos del muchacho se quedaron congeladas en la cabeza quieta de su amante, quien le dio una mirada ceñuda por ya no ser el blanco privilegiado de su tacto solícito. Tanjirou no se fijó en esto, pues se las puso delante del rostro para que no viera que se teñía de un rosa potente.

—N-no me recuerdes eso, Giyuu-san —gimoteó con un timbre agudo— ¡Fue tan embarazoso!

—Tuvimos que parar porque tus piernas se acalambraron por estar tanto en la misma posición. —su rostro de tez nívea pintada de brillante sudor acogió el amago de una sonrisa que era inusitada para el mundo entero excepto para quien era. La mirada rubí de Tanjirou fue a dar con él entre sus dedos. Giyuu era un alma solitaria cuando lo conoció, y muy tímido con sus sentimientos más íntimos, pero ahora... Esos dos ojos pertenecientes a la sombra de la penumbra, generalmente opacos, titilaban como estrellas recién lanzadas a la vida, con descarada adoración y total rendición hacia el muchacho que yacía desnudo debajo de su peso. El sonrojo violento en sus pómulos no se hizo esperar. ¿Desde cuando Giyuu-san era así de demostrativo?

—Estaba tan nervioso que la cabeza se me quedó atrapada en la ropa. —las palabras fueron musitadas por él.

—Creí que estabas gimiendo pero sólo ibas a estornudar. —dijo su pareja con desvergonzada facilidad.

— ¡M-me estaba resfriando, Giyuu-san!

La risa ronca del aludido fue un sonido de su garganta, y una sonrisa radiante de afecto se impuso en la cara de su oyente. Ah, no estaba en su naturaleza realmente molestarse, mucho menos cuando tenía a su persona amada entre sus brazos. Tanjirou unió sus labios a su frente y se tomó su tiempo para darle un beso apacible ahí. Ninguno reparó en que sus ojos se habían cerrado, hasta que los abrieron cuando el pelirrojo terminó para enfocar sus miradas en el otro. Había una ligera sonrisa presente en la cara adormilada de Giyuu.

—Fue perfecta para mí. —declaró, y su pareja sonrió también.

—También para mí lo fue.

En sincronía y en silencio, que sólo fue afectado por el roce de las sábanas con sus pieles expuestas, intercambiaron lugares en la cama. Tanjirou se quedó protegido bajo su brazo y con la cabeza puesta en su blanquecino pecho robusto, que su dueño sostenía mientras le daba las mismas caricias hechas a su cabello hace unos momentos. El chico jugaba somnoliento con sus dedos por la piel del Pilar y curiosamente tocó con el índice el pezón derecho. El pedacito rosado de carne se endureció y él escuchó sonriente cómo la respiración tranquila de Giyuu se cortaba con un respingo.

— ¿Quieres ir otra vez, cariño? —inquirió este, sin aliento.

—Me encantaría, en verdad que sí. —Tanjirou dio un gran bostezo con una mano sobre la boca. —Pero sabes que siempre termino exhausto después de una vez.

—Entonces te despertaré en la madrugada para que lo hagamos de nuevo.

—Sí, lo que tú quieras, Giyuu-san. —mientras murmuraba, los párpados de Tanjirou bajaban como persianas. El ritmo cardíaco de su querida pareja era tal como una canción de cuna, y pronto su respiración se volvió acompasada.

Giyuu lo estrechó ligeramente más cerca de su cuerpo, y realizó la pregunta que sólo tenía valor de hacer cuando Tanjirou ya estaba profundamente dormido.

—Casate conmigo.