Abrió los ojos con dificultad, estaba segura que una fuerza invisible estaba luchando por cerrárselos de nuevo, parpadeó un par de veces sacudiendo el polvo de sus largas y onduladas pestañas, la irritación de sus cuencas se hizo presente de nuevo lo cual le obligó a cerrarlos con fuerzo por mero acto de reflejo, poco a poco fue recuperando el control de sus sentidos, el ligero sonido entrecortado de alguna gotera en la lejanía se escuchaba cada vez más cerca, el aroma a metal combinado con tierra húmeda invadió nuevamente sus fosas nasales, el entumecimiento de su cuerpo comenzaba a desaparecer y era lentamente remplazado por un dolor de fatiga muscular, pero tenía tanto tiempo que lo padecía que logró crear una especie de inmunidad mental a este. Tomó un largo respiro y se incorporó lentamente, apoyándose de sus delgados y temblorosos brazos cubiertos de pelaje color menta claro que tenía mucho tiempo estando duro y maltratado debido a las condiciones en las que vivía.

Abrió lentamente los ojos para ver que su vista tomada nitidez y lograba mostrarle donde se encontraba. Sus irises color rubí pudieron apreciar la oscuridad que la rodeaba a excepción de la luz azul cielo que bañaba ciertas partes del lugar, gracias a los enormes cristales que sobresalían de lo que parecía ser el techo cubierto de estalacticas y una tela nublosa de polvo que parecía nunca desaparecer apañaba dicha luz, tragó amargamente, sus labios estaba duros, resecos y partidos, tenía mucha sed, logró apoyarse sobre sus rodillas e intentó ponerse de pie con lentitud cuidadosa, solo para ser detenida por un enorme dolor punzante en su tobillo derecho, ahogó rápidamente el gemido de dolor y frunció su gesto, lo recordó de inmediato, el motivo por el cual le dolía tanto el tobillo.

Sus orejas se movieron estimuladas en la dirección del repentino sonido que captaron, se detuvo sobre sus rodillas, tratando de hacer el menor ruido posible, logró escuchar pisadas, pies azotando contra el suelo lodoso y con charcos que parecían abundar por todo el lugar, sea lo que fuese se estaba acercando, cada vez se escuchaban más cerca y a medida que ese sonido binario crecía con él aparecían otros más, metales chocando unos contra otros sin algún patrón definido. Sus ojos se dilataron, recordando todo y despertando por completo, la razón de su situación. Bajó rápidamente la mirada a la vez que alzaba sus manos a la altura de su pecho observando las marcas perfectamente lineares en sus muñecas, enterradas mas allá de su pelaje mostrando costras donde antes hubo un sangrado, las marcas de sus cadenas, de pronto recordó y comenzó a sentir de nuevo la sensación del grillete en su cuello, observó la tela maltratada rota y deshilada de su vestido color café y por último, con lágrimas invadiendo y nublando ligeramente sus ojos, la marca en su antebrazo izquierdo, el número de serie que lo colocaron desde el momento en el que llegó a este infierno bajo tierra, 12,300 se leía, quemado con acero al rojo vivo sobre su piel, algo que duraría para siempre.

La marca de su esclavitud que forzó para siempre su cruel destino.

Limpió rápidamente las lágrimas que aún bailaban en sus ojos con su antebrazo, y aún con todas las protestas y súplicas que su tobillo le gritaba para dejarlo reposar se logró poner de pie, recordó entonces el temblor que solía invadir sus piernas por la falta de fuerza necesaria para sostenerse firmes. Observó de nuevo a su alrededor, incluso donde la luz del cristal azul no lograba dar la oscuridad no era tan densa por lo que pudo apreciar la forma de su herramienta de trabajo y su mejor arma para mantenerse viva en este infierno, una enorme cubeta que le llegaba casi a la cintura de altura y era tan ancha que tenía mucha dificultad para rodearla con ambos brazos, era bastante pesada. Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, rengueó hasta la cubeta y comenzó a jalar con dirección a lo que ahora divisaba como una cuadrícula mal hecha de barras de acero tan viejas y oxidadas que amenazaban con desplomarse en cualquier momento. Las pisadas se detuvieron cerca de su lugar.

—Número 8241 ¡De pie! es hora de trabajar, tienes 5 segundos para responder o entraré y me aseguraré de que duermas ¡para siempre!.— Reconoció la voz ronca y carente de sentimiento al instante, se trataba del señor M, recordó que siempre se le debía decir así o de lo contrario sería castigada con 5 minutos de latigazos sin descanso.

Lo aprendió de mala forma cuando intentó decirle por su verdadero nombre, el cual portaba en un recuadro cocido elegantemente sobre la camisola café que vestía siempre. El señor M era un minotauro de gran altura y cuerpo enorme, de ojos rojo sangre y pelaje gris oscuro. Desde que ella llegó a este lugar el señor M siempre fue su dueño, él daba las órdenes todos los días en lo que ella suponía era el amanecer, los días siempre eran lineales con el minotauro, trabajar desde el momento que despertaba y recibir como pago un pequeño vaso de agua y una pieza de pan que apenas y llenaba la palma de su pequeña mano al terminar, no era suficiente para saciar su sed y hambre, por mucho tiempo experimentó dolores intensos de estómago y desmayos en medio del trabajo, que solo obtenían como recompensa más castigos a base de latigazos, con el tiempo su cuerpo se fue adaptando a su nueva vida de esclavitud, pero la maldad del señor M parecía no tener límites y siempre encontraba formas para hacerle la vida imposible tanto a ella, como a los demás esclavos de los cuales nunca aprendió sus nombres, no tenían permitido hacerlo, los demás dueños lo dejaron en claro, los esclavos ya no tenían pertenencia propia, ahora eran sus herramientas, por lo tanto ya no importaban los nombres y como toda herramienta cada quién recibía un número de serie, con el cual serían identificados hasta el día de su muerte.

—No lo repetiré de nuevo ¡8241 muévete o me aseguraré de que estos sean tus últimos alientos!. — Escuchó de nuevo a la voz, había optado un tono más impaciente y molesto.

12,300 soltó la enorme cubeta de madera con anillo de acero y aferró sus pequeñas manos a los barrotes de acero que la aprisionaban entre cuatro paredes irregulares de tierra para escuchar con atención, las amenazas del señor M nunca eran falsas, el minotauro siempre cumplía lo que decía, fuese benigno o maligno para los esclavos. El latir de su corazón comenzó a incrementar, ya había visto qué era lo que le pasaba aquellos que nunca respondían al segundo llamado del señor M y no era nada bonito, era terriblemente horrible, tal así que era preferible morir, eso escuchaba decir a los mayores siempre recelosamente entre dientes.

—L-listo, señor... M.— Escuchó la voz de 8241, sonaba cansado y triste, justo como los demás esclavos, era un tono coordinado a este punto, todos sabían que iban a morir en este lugar frío y oscuro.

12,300 escuchó los pasos torpes de el desafortunado vecino de celda que tenía, 8241 era un Kirin de pelaje rojo quemado, con escamas doradas que cubrían desde debajo de sus hombros hasta el comienzo de su espalda baja, su abundante melena era de un naranja intenso se encontraba maltratado, totalmente desalineado, sus ojos color avellana se encontraban vacíos, carente de vida, combinaban con las ojeras bajo sus que llegaron a su rostro para quedarse. El Kirin siempre fue rebelde, 12,300 pudo notar, trataba de ir en contra de las órdenes de los dueños, reconocía que él tenía un espíritu valiente e inquebrantable, ella admiraba esto ya que nunca tuvo las agallas para siquiera mirar de forma desafiante al señor M o al resto de dueños como él lo hacía, pero con el tiempo las fueras de él fueron desapareciendo y lentamente dejo entrar en su mente su nueva realidad apagando cada vez más la llama que vivía dentro de él que le decía que esto no era correcto. 12,300 había visto a muchos otros más sufrir este proceso, la historia siempre era la misma, pero así que tenía que ser, eso fue lo que los dueños les decían a todos al llegar a este lugar y tenían que aceptarlo por las buenas o por las malas.

—¿Qué crees que estás haciendo, 8241? ¿Quieres volver a jugar al desobediente?. —Ella puso atención nuevamente a las palabras del minotauro, podía escuchar el frotar y chocar chillante del acero que forjaba sus cadenas y grilletes, el señor M estaba atando a las cadenas al Kirin, como era rutinario.—No vuelvas hacer algo como esto o te aseguro que la próxima vez saldrás de esa celda arrastrándote sin piernas ¿entendido?. — Escuchó el tono cansado y apagado de 8241, casi imperceptible, pero supuso que respondió que sí puesto que el señor M reanudó su andar.

Los pasos ya se escuchaban muy cerca, involuntaria mente 12,300 metió su larga y maltratada cola color rosa oscuro, justo como su melena, entre sus piernas por el temor que la invadía repentinamente, detrás de la pared de roca apareció una enorme silueta que dibujaba la forma del minotauro de gran tamaño, ella lo observó teniendo que inclinar su cabeza hacia atrás, conectando ambos sus ojos.

—12,300, toma tu cubeta, es hora de trabajar.— Ella siempre era puntual, siempre estaba de pie y lista en la puerta cuando el minotauro llegaba, sin importar el cansancio, el dolor y la tristeza, ella estaba ahí, esperando de forma obediente su turno.

Sin embargo nunca había felicitaciones, nunca recibía algún afecto por su puntualidad y buena conducta, nunca obtenía algo por su buen desempeño. 12,300 asintió agachando la mirada dibujando un gesto de tristeza más profundo, cómo le gustaría siquiera escuchar un "buen trabajo" o algún otro reconocimiento verbal por parte de su dueño, sus padres siempre la recompensaban y la mimaban con afectos, dulces y golosinas cada vez que desempeñaba alguna de estas hazañas, incluso en la escuela a donde solía ir su maestra siempre la ponía de ejemplo como alumna estrella por su buen desempeño, puntualidad y buena conducta, no había mejor recompensa que ganar el respeto y el orgullo de quienes le importaban, valía la pena hacer ese sacrificio.

Pero con un gesto más amargo y triste que el anterior observó como el minotauro colocaba una cadena al grillete de su cuello y la amarraba a otra cadena más gruesa y larga, donde al igual que ella, otros Ponis,Kirins, Changelings, Ciervos y demás razas de su misma edad se encaminaban a su destino forzado, trabajar como mano de obra esclavizada extrayendo gemas y materiales preciosos de esta maldita mina hasta su muerte, su nueva realidad.

El camino a la zona de trabajo fue un poco largo, siempre era así, 12,300 ya había memorizado por completo el trayecto, cada piedra, cada giro, cada detalle de las rocas que sostenían la mina, todo estaba quemado en su mente, había perdido la cuenta del tiempo que llevaba recorriendo ese lugar, las celdas donde encerraban a los niños, como a ella y 8241 estaban en una zona, las celdas de los adultos estaban en otra, este lugar tenía un orden muy raro porque incluso había celdas donde separaban a los esclavos por tipos de raza, en unos lugares habían ponis mientras que en otros estaban las zebras, los Kirins y demás.

Después de caminar por un enorme pasillo que conectaba las celdas de los niños con diferentes razas llegaron a un lugar más abierto donde podían ver más tuneles y conexiones cavernosas a lo largo de dicho espacio circular, había caminos que ascendían a la superficie en forma de espirar así como a su vez había caminos que descendían al abismo que podrían perderse fácilmente en la oscuridad de no ser por esos cristales cargados de energía mágico gracias a los unicornios, que mantenían iluminados todos los caminos con esa luz color celeste. Los trayectos de tierra no estaban protegidos y se hacían angostos en algunos tramos, por lo que en ocasiones estaban obligados a caminar por el camino en fila india para evitar caer al vacío que cada vez era más profundo.

Ya había pasado antes y al estar todos conectados a una misma cadena guía que era sostenida por el señor M se llevaron un buen susto, pues el que cayó con su peso y el poder de la gravedad casi arrastra a los demás que seguían sobre el camino hacia una muerte segura, un ligero escalofrio que le puso el pelaje de punta recorrió su espalda al recordar aquél suceso.

Habían llegado a la zona de trabajo, que consistía en uno de los niveles más profundos de la mina, los esclavos habían sido separados por el trayecto desde que habían llegado, la zona de trabajo consistía en una conexión de lo que parecía ser infinitos corredores y caminos, cualquiera con poca experiencia navegando en estos lugares se perdería fácilmente, pero no ella, la potra de pelaje color menta ya se había memorizado gran parte de todos estos caminos y túneles puesto que ya la habían puesto a trabajar en la mayoría de ellos, de hecho ella explicaba a sus compañeros de esclavitud que cada túnel tenía indicaciones en la parte superior de la entrada donde había una misma letra A pero de diferentes colores.

Lo había memorizado perfectamente y fue rápida en relacionar los colores con el tipo de material que se extraía de cada túnel. La letra de color rojo indicaba que de ese lugar se extraían cristales conductores, la azul indicaba que de ahí salían los cristales almacenadores, la letra verde resguardaba los cristales elementales y por último la letra amarilla indicaba que por ese túnel se obtenían los cristales más inservibles de todos, es decir, los que se usaban como herramientas punzo cortantes o otro tipo de cosa que le fuera útil a los que sea que se los vendiesen. Por último habían túneles con la letra de color morado, pero ella nunca había accedido a esos, escuchó en algún periodo de receso que un unicornio hablaba casi entre dientes con una zebra que habían encontrado un cristal de aumento, lo cual le llamó mucha atención ya que jamás había escuchado de ese tipo de cristal y sospechaba que no lo haría en el futuro cercano.

—Este día trabajarás en el túnel rojo, 12,300. —Ordenó de forma tajante el señor M, mientras le daba un empujón con su mano que recubría casi toda la espalda de la pequeña potra, empujándola bruscamente dentro de un túnel con letra roja.— La cuota de hoy son 100 gemas, más te vale haberlas obtenido todas para el final del día, o ya sabes lo que te espera.— Amenazó esto último, mientras le quitaba la cadena del grillete de su cuello.

Sin esperar respuesta o protesta el enorme minotauro se dio media vuelta y desapareció en el túnel al área principal, jalando con él al resto de esclavos para terminarlos de repartir.

La pequeña potra cayó sobre sus rodillas con la boca y los ojos totalmente abiertos, esa tarifa era imposible, los cristales conductores eran muy escasos en la mina, usualmente tomada la mitad de una hora para encontrar siquiera uno de ellos, y eran enormes y pesados, casi de su tamaño, miró de reojo detrás suyo localizando el carro vagón que descansaba sobre los rieles de las vías de tren que había por toda la mina para transportar los cristales de un lado a otro, si sus cálculos no fallaban tendría que llenar al menos 4 veces ese vagón de carga, era una locura incluso con la ayuda del resto de su equipo que no tardaría en llegar.

Al instante apareció por la entrada del túnel un Griffin de plumas negras y pelaje blanco, sus ojos de depredador eran un color verde intenso, el señor G. De su garra jalaba una enorme cadena a la cual iba sujeta una zebra adulta, 12,300 la reconoció al instante, ella era 150, una de las más antiguas esclavas de ese lugar, la equina monocromática le había contado alguna vez que ella había llegado ahí desde pequeña y creció en ese infierno, la zebra era la razón por la que la potrilla aún seguía con vida, pues esta le había explicado cómo funcionaba la mina, qué debía y que no podría hacer, cómo comportarse y demás cosas necesarias para poder sobrevivir en aquél infierno al que nunca llegaba el sol. El griffin soltó la cadena del grillete de 150 y le dio las mismas indicaciones que el señor M le dio a la potrilla para después desaparecer en la negrura del túnel junto a sus esclavos.

—¡Pequeña! ha pasado mucho tiempo... ¿Te encuentras bien?. —La voz de 150 denotaba preocupación, se acercó rápidamente a 12,300 y la aferró a ella con ambos brazos de blanco y negro, compartiendo un poco de calor personal con ella.

Había pasado más de un mes desde que la potrilla había visto a la zebra, demasiado tiempo, más del acostumbrado; Por un momento pensó que la fémina de pelaje binario había ido a donde iban todos aquellos que ya no servían para trabajar, los que se habían desgastado hasta los huesos y no podían más, los que eran silenciados para siempre.

—150... por un momento pensé que no te volvería a ver jamás. —Murmuró 12,300 en el pecho desnutrido y de costillas resaltadas de la zebra, dos lágrimas bailaban en sus ojos rojos como el rubí.

—Querida, no te pongas así, ya pasó, ya pasó... tranquila, aquí estoy, aún no iré a ningún lado. —Aseguró la zebra, frotando sus maltratadas manos sobre la espalda de la pequeña, sintiendo sus huesos, frotando su hocico en la melena rosa quemado de la pequeña poni.

Pasó un momento así, hasta que 150 separó de su cercanía a 12,300. La miró a los ojos y de forma habilidosa borró las lágrimas que aún bailaban en los ojos de la pequeña para dedicarle una sonrisa cariñosa y reconfortante, no era algo nuevo para ella saber que la pequeña poni la miraba como la madre que le fue arrebata cruelmente y con justas razones, siempre procuraba protegerla, cuidarla y educarla en las condiciones tan limitadas y restringidas que vivían, pero funcionaba. La zebra se enorgullecía de que al menos podía proteger a un alma en ese infierno bajo tierra, había visto perecer cruelmente a muchos a los que llamó amigos prohibidamente, cuando era pequeña no pudo hacer nada para protegerlos pero ahora era diferente, observó los ojos rubí de la pequeña que aún sostenía de los hombros y frunció ligeramente el ceño, protegería a esta alma, aunque fuese con la suya propia.

—¿Qué sucede 150? ¿por qué pones esa cara de fuchi?.—Preguntó inocentemente la potrilla, trayendo de nuevo a la realidad a la fémina mayor, la cual cambió rápidamente su gesto a uno alegre, golpeando suave y rápidamente la nariz de la potrilla, haciendo que esta se cruzara de ojos por acto de reflejo.

—Por que tú, pequeña Zafiro, necesitas un baño de forma urgente. —Le respondió de forma juguetona.

—P-pero no... ¡no podemos usar nuestros nombres reales aquí!. —Le recordó Zafiro a la zebra, y esta encogió los hombros con una sonrisa traviesa y vascilante en sus labios.

—Sólo si nos escuchan hacerlo ¿cierto? pero aquí solo estamos tú y yo, esos monstruos no volverán pronto asi que ¿qué dices? anda, llámame por mi nombre. — Le motivó, dándole una palmada en la espalda delicadamente. La pequeña miró recesolamente a todos lados, como si buscara a alguno de los dueños que pudiera estarse escondiendo detrás de las rocas que las rodeaban, para después suspirar y asentir de forma insegura, mirando nuevamente a la zebra.

—Está bien, Zogos.—dijo casi a murmuro la potrilla, ganándose una sonrisa complacida por parte de la zebra.

—¡Excelente! ahora... — Observó a su alrededor, hasta que encontró lo que buscaba, las herramientas de excavación, pares de palas, picos y barras. —Debemos trabajar, no queremos hacer enojar a esos monstruos.

—Pe-pero... ¡es imposible! pidieron 100 cristales para un solo día, tu sabes lo mucho que cuesta encontrar uno solo ¡cómo lograremos recolectar tantos en tan poco tiempo!.—Exclamó con creciente miedo y estrés la pequeña.

—Bueno, primero empezando por trabajar y dejar de quejarnos.— Le respondió la zebra, forzando una sonrisa sobre un rostro de enorme preocupación, ella sabía perfectamente que esa tarea era casi imposible. —Andando o... .

No terminó de hablar porque el sonido de alguien más entrando en la cueva atrajo rápidamente la atención de ambas, se trataba de un Hipogrifo, el señor H. Repitió el mismo proceso con ellas, dejando a un unicornio de apariencia adulta, similar a la zebra, de pelaje azul grisáceo, melena y cola negros y ojos violetas, había rastros de sangre en su hocico (nariz y boca), así como en el resto de su torno, no ropa puesta en la parte superior, solo portaba un pantalón trozado y totalmente desgastado de color café claro.

—Espero que así como eres para iniciar peleas también encuentres cristales, maldito imbécil. —Exclamó el señor H, para después salir de la cueva con el resto de sus esclavos siguiéndole los pasos.

—724 ¿qué fue lo que te pasó?. — Preguntó Zafiro, observando al unicornio ponerse de pie, siendo ayudado por la zebra quien lo miraba con un gesto de reproche, casi como si lo estuviera regañando con la mirada.

—Pues lo mismo de siempre, exigí una almohada, el dolor de cuello por dormir en el piso comienza a matarme. —Respondió el unicornio, limpiándose la sangre del rostro, tomó un gran respiro y estiró su cuerpo lo más que pudo hasta escuchar el crujido que quería, dibujó una sonrisa ladeada en su rostro y miro a ambas féminas, quienes lo observaban en silencio. —¿Qué? ¿Aún tengo sangre en la cara?. —Preguntó lo más inocente que pudo, recibiendo un suspiro de fastidio por parte de Zogos.

—¿Ahora qué fue lo que hiciste Zenith?.—Preguntó con ligera molestia y preocupación la fémina de pelaje binario.

—Les contaría pero ahora no es un buen momento, debo extraer 200 cristales si no quiero que mi cabeza termine encajada en la punta de una lanza. —Respondió el unicornio, recibiendo una palmada en la nuca por parte de 150. —¡Auch! ¡oye por qué fue eso!.

—No seas tan insensible idiota, trata de tocar ese tema cuando no haya niños presentes. —Le regañó mirándolo de forma molesta, la pequeña potrilla solo rió escondiendo sus labios de forma pícara detrás de su mano.

—Esta bien esta bien... cielos hembra, dame un respiro, acabo de recibir una paliza por parte de esos cobardes. —Le confesó, mientras se encaminaba a las herramientas de trabajo.

—Pero eso fue por que tú te lo buscaste ¿Qué demonios estabas pensando? ¿Pelear contra todos esos monstruos tú solo y morir masacrado?. —Le cuestionó, nuevamente parecía que lo estaba regañando.

—Wow está bien, ya sabes que yo no hago las cosas en vano y además... ¿es acaso preocupación lo que escucho en ese tono de voz?.—El unicornio le dedicó una sonrisa picarona a la zebra de melena negra con blanco, quien solo se cruzó de brazos con un ligero sonrojo sobre sus mejillas, azotando su cola ligeramente de un lado a otro, con el ceño fruncido.

—Por supuesto, ahora por tus idioteces nos pusiste en riesgo también a nosotras. —Le respondió, con una sonrisa diabólica sobre sus labios, el semblante pícaro y orgulloso del unicornio cambió a uno de tristeza y decepción.

—Ustedes zebras saben cómo romperle el corazón a un macho.

La pequeña Zafiro solo reía al observar la escena, ellos siempre interactuaban de esa forma, parecían una pareja como solían discutir siempre.

Ya habían pasado dos horas y la búsqueda de cristales conductores parecía no querer ni llegar al centro que separaba el comienzo del fin. 12,300 se encontraba totalmente agotaba y a pesar de que el ambiente era húmedo y los rayos solares no tocaban su piel, se encontraba totalmente empapada en sudor, pareciera que no pero la temperatura en la mina era muy alta y la pequeña no comprendía por qué entre más descendían al abismo más calor hacía, se supone que entre más alejados estuvieran del sol mas frío había que hacer. No solo ella, nadie parecía entender el por qué de este fenómeno, algunos de los adultos y dueños se lo atribuían a que el lugar era la entrada al tártaro y cada vez estaban más cerca de girar la perilla de la puerta que separaba ambas dimensiones.

150 y 724 parecieron haberse percatado del temblor que se había apoderado de las piernas de la potrilla por lo que dejaron sus herramientas tiradas en el suelo y se acercaron rápidamente a la infante.

—Cuidado, cuidado... tómate un descanso, te vas a lastimar .— Le pidió suavemente el unicornio, sentándola en el suelo, observando que ella tenía la mirada perdía al vacío y la boca ligeramente abierta, pudo reconocer los síntomas visibles al instante, le dio un rápido vistazo a la Zebra con un gesto preocupado. —Está deshidrata, no sé cuanto tiempo lleve sin tomar agua pero no podrá seguir así mucho tiempo... por suerte. — Dibujó una sonrisa debil y cansada en su rostro, mientras metía una mano por una de las mangas de su pantalón, extrayendo de ahí un pequeño recipiente cilíndrico envuelto en una tela de cuero café y lo alzó a la altura de su rostro, suspirando levemente. —Lo estaba guardando para un caso de emergencia y este lo es.

—¿Qué es eso?. —Preguntó con curiosidad 150, observando con enfoque cómo su compañero desenvolvía el recipiente, mostrando un pequeño jarro hasta el tope de agua cristalina, dejándola totalmente sorprendida. —¿Cómo fue que conseguiste eso? es casi imposible acceder al suministro de agua sin ser asesinado.

—Te lo dije Zogos, no hago las cosas en vano, el pequeño desacuerdo que tuve con mis... jefes solo fue una distracción necesaria. —Le contestó, dedicándole una sonrisa ladeada y guiñándole el ojo, cosa que le dibujó un minúsculo rubor a la susodicha.

El unicornio tomó la nuca de la potrilla y la inclinó hacia atrás para verter el agua sobre sus resecos y partidos labios, dejando que el líquido vital entrara en su cuerpo, la pequeña reaccionó lentamente recuperando sus sentidos, tragando el mayor volumen de agua que sus mejillas podían acaparar así, hasta terminarse totalmente el recipiente, el brillo volvió a sus ojos así como su orientación. Los adultos la observaban cuidadosamente, al ver que esta se encontraba bien suspiraron y se dejaron caer sobre su retaguardia.

—Creo que es buen momento para tomar un descanso. —Sugirió el unicornio.

—De acuerdo.—Respondió la zebra.

Pasaron unos minutos en silencio pensando y observando las rocas que los aprisionaban. El unicornio salió de su mente y suspiró nuevamente, atrayendo la atención de las dos féminas.

—Yo creo que ya debería contarles de que se trata mi plan maestro.— Esto hizo que las orejas de ambas apuntaran recto hacia la dirección de 724, quien sonrió al ver que tenía su atención.

—¿Plan maestro?... ¿Para qué?—Cuestionó con confusión Zogos.

—Para escapar de este maldito lugar de una buena vez. —Respondió crudamente el semental, provocando que las dos hembras abrieran los ojos enormemente en sorpresa.

—¿Como?.—Preguntó Zafiro

—Con esto.—Respondió Zenith, sacando de uno de sus bolsillos traseros un cristal morado. —Este cristal de aumento tiene la capacidad de potenciar las habilidades de cualquiera de los otros 4 tipos de cristales, pero también tiene la capacidad de potenciar las habilidades mágicas de cualquiera que posea uno. —Explicó a sus compañeras, quien miraban casi hipnotizadas el brillo púrpura del mineral que sostenía en sus manos.

—Increíble, jamás había visto uno de esos en todo lo que llevo atrapada aquí.—Confesó la zebra, a la vez que la potrilla asentía secundándola.

—¿Bonito no? y solo me costó una paliza conseguirlo, pero bueno, para que vean que soy cool dejaré que lo vean de cerca, anden, tómenlo y obsérvenlo.

El cristal paso a las manos de la zebra, quien lo analizó detenidamente por al menos 4 minutos, después se lo otorgó a la potrilla, quien lo jugueteaba entre sus manos con ojos llenos de asombro, disfrutándolo al máximo de su inocencia.

—¿Cómo planeas salir de aquí usando eso?.—Preguntó Zogos, dándole la atención de nuevo a su compañero unicornio.

—Es algo complicado, pero el plan es... —

No terminó por que el, junto a las dos hembras escucharon pisotones apresurados hacia ellos por el túnel, los dos adultos se pusieron de pie y tomaron sus herramientas de trabajo con reflejos felinos, ya se iba a ir a trabajar de nuevo cuando observaron que la potrilla aún seguía sentada en el piso con el cristal entre sus manos, temblando cual gelatina en terremoto.

—De pie Zafiro, si te ven ahí te castigarán ¡andando pequeña!. —Exclamó con desespero y frustración la zebra, tratando de ayudarla a ponerla de pie.

—N-no no pu-puedo move-ver mis pi-piernas. —Explicó la pequeña, sintiendo como el fuerte latir de su corazón embestía ferozmente sus costillas, casi con deseos de quebrarlas.

—Maldición, ya no queda tiempo, trata de hacer... —El unicornio rápidamente recordó el cristal que la pequeña resguardaba entre sus manos. —El cristal, dámelo antes de que... —

—¿Qué demonios creen que están haciendo esclavos?. — Se escuchó la voz retumbante de uno de los dueños, un dragón de mediana estatura que los observaba con ojos de reptil. 150 y 724 se quedaron paralizados, mudos ante la pregunta, lo cual sirvió para enfurecer aún más al dragón, caminó rápidamente hasta ellos y los alejó de la potrilla a latigazos. —Vuelvan a trabajar o tendrán peores consecuencias. En cuanto a tí, mocosa. —Observó de manera asesina a la poni, la tomó de la cabellera y la alzó hasta el nivel de sus ojos, escuchando los gemidos de dolor que esta producía. —¿Tratando de descansar en el trabajo? No lo creo, vendrás conmigo.

La zebra y el unicornio observaban con impotencia y lágrimas en los ojos como el dragón desaparecía con la pequeña por el túnel.

12,300 recibió los 5 minutos de latigazos de castigo, pero esta vez hubo algo nuevo. El señor M, quien era encargado de ella y los demás niños de las otras razas esclavas, no la llevó de vuelta al trabajo, se había desviado a otra ruta donde habían descendido incluso mas allá de la zona de trabajo, la pequeña aún con lágrimas de dolor en los ojos observaba todo a su alrededor, era un lugar nuevo para ella. Se detuvieron frente a unas enormes rejas de acero de gran grosor.

—Te quedarás aquí una hasta mañana sin comer y beber, así aprenderás la lección de no volver a holgazanear en el trabajo nuevamente. —Le explicó con crueldad el minotauro, haciendo entrar a la yegua a la celda para cerrarla de un portazo, colocando el candado y marchándose de ese lugar tan profundo.

12,300 lloró intensamente al quedarse sola en un lugar tan oscuro y vacío, casi en perfecto silencio, le hacía ser abrazada por una intensa soledad que le calaba en los huesos. Por suerte había bebido el agua de Zenith y ya no tenía sed, podría aguantar hasta el día siguiente, pero tendría la falta de comida de dos días. Comenzó a caminar en su nueva celda, esta era mucho más espaciosa por no decir enorme. Anduvo un tiempo por el lugar, familiarizándose con lo que sería su habitación por el día.

De inmediato frenó su andar, para detenerse y analizar bien lo que sus ojos observaban.

¿Qué era eso? se preguntó en sus adentros, parecía una especie de guardia real, aquellos sementales que vestían armaduras de acero y faldones rojos con capas de oro elegantes, los recordaba. Pero esta... cosa, parecía que estaba toda cubierta por una tela muy extraña de color verde quemado y ¿qué tártaro era eso que cubría lo que se suponía era su cara? una especie de piel amarilla que a simple vista se notaba que estaba dura.

Zafiro se acercó lentamente aquello que era tan extraño, ni en sus sueños había logrado algo como esto, otra de las cosas que llamaba totalmente su atención, a pesar de lo extraña que era su apariencia, es que aquella cosa con verde era gigante, incluso más alto que el dragón y el minotauro que los custodiaban, ella infirió que si eso decidía levantarse y salir por la puerta tendría que agacharse un poco para poder pasar. Tragó grueso y lentamente se fue acercando hacia esa criatura desconocida, observándolo con cautela en cada paso que daba.

Extendió su mano para colocarla en la mano cubierta de tela negra dura de aquella cosa.

Sin duda ella se había encontrado con algo totalmente fuera de ese mundo, si tan solo supiera lo real que eran sus palabras.