Esta historia participa en el reto 103 del foro Alas Negras, Palabras Negras. El tema es Orgullo.

Palabras: 496.

Disclaimer: Canción de Hielo y Fuego pertenece a George RR Martin.


«No sois los únicos leones del oeste. Mis hermanos están de camino, y sus garras son tan largas y afiladas como las vuestras»

Algún día los bardos dirían que estas habían sido las últimas palabras de Ellyn Tarbeck. Porque tras reírse de Kevan Lannister y su demanda de rendición Ellyn se había encerrado en su alcoba, esperando que las huestes de Roger y Reynard llegasen al castillo Tarbeck para auxiliarla, y nadie había vuelto a escuchar su voz.

Pero su último sonido había sido un grito. Roger Reyne estaba convencido de ello. Un alarido de rabia o miedo mientras las paredes caían a su alrededor y el fuego devoraba la casa de su marido.

Muchos de los que se encontraban encerrados con Roger chillaban cada vez que les llegaba un ruido de la superficie. Golpes que resonaban entre las paredes de piedra y ecos de voces que parecían exclamar instrucciones. Algunos pensaban que las torres de asedio de los Lannister estaban destruyendo Castamere, reduciéndolo a cenizas al igual que el castillo de los Tarbeck, pero Reynard, su hermano, creía que estaban sellando la entrada de la mina.

—Voy a enviar una petición de paz. —dijo Reynard.

Se había sentado a su lado, casi tocando la estera de esparto en la que Roger llevaba días tendido. Cuando Roger trató de enderezarse una punzada de dolor le recorrió la espalda. Su carne llevaba un rato insensible gracias a la leche de la amapola, pero el efecto se estaba desvaneciendo y volvía a notar la herida que había provocado un virote.

—No. —le respondió.

—Roger…

—He dicho que no —intentó mirarlo a los ojos, pero apenas podía distinguir el rostro de su hermano. Las antorchas que ardían en la mina no eran suficiente para alejar del todo la oscuridad.

—Se acabó. Nunca saldremos de aquí con vida, a menos que…

—No volveré a arrodillarme ante los Lannister.

Estaba sudando, pero no sabía si era por la humedad del ambiente o a causa de su herida. Al pasarse la mano por la frente Roger notó lo caliente que estaba su piel.

—Ellyn ha muerto. —replicó Reynard—. Sus hijas son ahora hermanas silenciosas, y se dice que a su hijo lo arrojaron a un pozo. El linaje de los Tarbeck se ha desvanecido… ¿Es eso lo que quieres para los Reyne? —Reynard se puso en pie—. Lo siento, hermano, pero voy a mandar a alguien. Tytos Lannister nos perdonará. Siempre lo ha hecho…

«Pero la persona que los dirige no es Tytos». Era Tywin, su hijo. Él había ordenado la destrucción del castillo Tarbeck, y él había comandado el ejercito que los había recibido ante sus ruinas.

Roger volvió a ver las llamas que brillaban en el horizonte, la inmensa columna de humo que se elevaba desde las altas torres ennegrecidas.

Apretó un puño. Antes moriría que agachar la cabeza ante el león dorado.

Y los bardos podrían cantar sobre eso. Nadie hablaría de gritos.


Según Mundo de Hielo y Fuego, Ellyn Reyne fue la que inició la Rebelión de los Reyne al capturar a tres Lannister en respuesta a una petición para que su casa pagase los tributos que le debía a los Lannister. Antes de eso había estado casada con el hermano mayor de Tytos Lannister, pero al morir este los Lannister no tardaron en quitársela de encima casándola con Lord Tarbeck, porque su ambición no tenía límite… Y seguramente tampoco su orgullo. Ellyn murió durante el asalto de los Lannister al Castillo de Tarbeck, antes de que sus hermanos pudieran auxiliarla. Los Lannister repelieron a las tropas de los Reyne, y estos, al llegar a Castamere, se encerraron con sus familias, vasallos y criados en las minas. Roger había sido alcanzado por una ballesta durante la huida, y para cuando llegó a Castamere su herida se había infectado.

Reynald llegó a proponerle la paz a Twyn. Este respondió sellando la entrada a la mina y desviando el curso de un río hacia ella. Nadie llegó a salir con vida. Después de eso destruyó el castillo y, como ya sabemos, ahora las lluvias caen sobre Castamere, pero no queda nadie para escucharlas.

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