Me alegra muchísimo por fin comenzar esta historia oficialmente!
Espero que la disfruten uwu
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Un gato
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—Ahh, amo el olor a lluvia, ¿No te encanta? —Ruffnut se estiró en el sofá, disfrutando de la vista y del aroma refrescante que le ofrecía la naturaleza a través de la ventana de la sala—. Que buen fin de semana.
Astrid miró la hora en la pantalla de su laptop. Seguía trabajando en la mesa del comedor, pero ni siquiera se había dado cuenta de cuándo empezó a llover.
Eran casi las diez y su madre aún no había llegado.
No era nada nuevo, pero de cualquier forma Astrid tomó su celular para enviarle otro mensaje.
A Ruffnut no le importaba realmente no obtener respuestas de parte de su prima, se había acostumbrado rápido a eso y se limitaba a disfrutar ella sola de las cosas que le emocionaban. Aunque no podía negar que extrañaba compartir todo como lo hacía con su hermano. En fin, Astrid no era Tuffnut, y esa era la realidad ahora, lo cual la ponía un poco nostálgica. ¿Sería que Tuffnut la extrañaba también?
Era muy orgullosa como para decírselo o como para preguntarle.
Seguía un poco perdida en sus pensamientos cuando de pronto notó algo fuera de la casa. No era una persona, era algo pequeño. Se levantó un poco y estiró el cuello como zopilote para tratar de ver lo que era y, al reconocer la silueta, saltó rápidamente del sillón y corrió hasta la puerta de la casa para abrirla y recibir a la pequeña criatura.
—¡UUUUYY! ¿Quién es este bebé tan adorable? —esta vez la voz y los movimientos frenéticos de Ruffnut consiguieron llamar la atención de su prima—. ¡Astrid ven a verlo, es tan lindo!
Se puso en cuclillas en la entrada, haciendo movimientos con la mano y sonidos raros para atraer al animalito que estaba en su jardín.
Astrid se levantó de su lugar, con el ceño ligeramente fruncido en extrañeza, y al llegar a la puerta no tardó en reconocerlo. Se trataba de aquel gato café con el que se había topado hace un rato en su camino de vuelta del supermercado.
¿A caso la habría seguido?
—¡Hola chiquito! —Ruffnut parecía muy emocionada al verlo acercarse—. Mírate estás todo mojado ¿Qué haces afuera en la lluvia?
Cuando el pequeño minino llegó a la puerta, ella se inclinó hacia él con la intención de levantarlo, pero Astrid la detuvo.
—Ruff, espera —puso una mano en su hombro—. ¿Qué? ¿Vas a meterlo a la casa?
Ella la vio confundida—. ¿No es obvio? Está todo mojado y debe tener frío, ¡Míralo! ¿No te da lástima?
—¿Qué tal que estuvo en la basura, o si tiene garrapatas? —Astrid miró al animal con recelo, su pelaje café no lucía sucio pero, efectivamente, estaba un poco empapado. Aun así no le daba confianza, recordaba haberlo visto salir de los arbustos—. Lo vi en la calle hace un rato, hasta donde sabemos podría ser un gato salvaje...
Ruffnut resopló—. Por favor, ¿Te parece salvaje esa carita? —ambas lo observaron otra vez, mientras el gato las miraba de vuelta con unos brillantes ojos verdes. En realidad se veía bastante tierno.
Ruff finalmente se agachó para tomarlo entre sus brazos y levantarlo, algo que inquietó un poco al animal, pero pronto se relajó—. Qué tal que sólo está perdido, ¿eh? metámoslo sólo mientras pasa la lluvia.
Astrid exhaló rendida, en realidad no tenía energías para discutir con ella—. Está bien, haz lo que quieras…
—Espera, ¿Lo dices enserio? —Ruff y el gatito se miraron entre sí—. ¿También escuchaste lo que dijo?
—Sólo asegúrate de que no rompa nada, Ruff. Y que no entre a nuestra habitación.
—Lo que digas abuela —la chica estaba demasiado feliz como para preocuparse. Alzó al gato frente a su cara y lo miró con una enorme sonrisa—. Tiene diecisiete y se porta como mi mamá —se rió—. Bueno, ¿Qué tal si vamos a bañarte y secarte primero? ¿Eh, precioso? Eso te gustaría, sii, sí te gustaría.
El pequeño animal la miró con terror, comenzando a sacudirse para liberarse del agarre de la excesivamente cariñosa chica. Cuando consiguió zafarse, corrió directamente hacia el regazo de Astrid, quien se había vuelto a sentar en el comedor.
Astrid dio un brinco por la sorpresa y se apresuró a espantarlo y sacárselo de encima.
—¡Ruffnut!
—¡¿Yo qué?! Él se quiso ir contigo.
—Sólo llévatelo Ruff, ¿Quieres?
Obedientemente, Ruffnut volvió a tomar al gato entre sus brazos y procedió a llevarlo al baño, donde su pequeña pesadilla estaba por empezar.
Y no pasaron ni veinte minutos cuando Astrid comprobó que dejar a Ruffnut había sido una mala idea.
—¡ASTRID!
Al llegar al baño, la rubia encontró una escena del crimen, más que decepcionante, bastante graciosa.
Y es que después de haber librado una batalla en la tina del baño, Ruff había terminado en el suelo, empapada hasta la cabeza al igual que el gato, pero éste estaba escondido debajo del lavamanos, temblando y con los ojos bien abiertos. La cortina de la regadera estaba arañada y hasta donde alcanzaba a notar, una parte del brazo de Ruffnut también.
—Yo te lo advertí.
—Deja de burlarte y ayúdame con él.
Astrid volvió a buscar al gato, quien con la mirada y un pequeño maullido de rogó que lo salvara de aquella chica, o tal vez suplicaba por una toalla con la cual secarse. Difícil de decir.
—¿Cómo se te ocurre bañar a un gato que no conoces Ruff?
—¡Se veía bastante tranquilo! ahora no quiere ni que lo toque.
—Lo asustaste —Astrid se acercó con cuidado para no resbalar con el agua del suelo—. Yo tampoco te dejaría tocarme —se burló de su prima, recibiendo una mirada fulminante de su parte. Se estiró por sobre ella y tomó una toalla seca, acercándosela después al animal y hablándole calmadamente—. Ven aquí, ya no vamos a mojarte.
El gato dudó. La observó por unos segundos para luego salir cautelosamente de su escondite, dejándose envolver por la reconfortante y cálida tela y comenzando a ser frotado gentilmente con ella por la rubia.
—Que envidia, tú sí le caes bien —dijo Ruffnut tratando de levantarse.
—Solamente lo estoy secando —respondió su prima con simpleza—. Si te rasguñó deberías…
Antes de poder terminar, Ruffnut resbaló con el agua que había en el suelo al intentar levantarse, haciendo que Astrid callera de espaldas también, mojándose la ropa. No había demasiado espacio, y el golpe hizo que el gato se espantara también, saltando sobre el lavamanos y tirando por accidente todo lo que había encima de este.
—¡Ruff ten más cuidado!
—¡Lo siento!
Astrid se levantó, dispuesta a salir del baño e ir a cambiarse de ropa—. Limpia esto, por favor. Mamá llegará en cualquier momento.
Ruff se lanzó hacia ella desde el suelo para sujetarle la pierna—. ¡Ah! m-me ayudarás a explicarle, ¿verdad?
—Sólo dile que metiste al gato mientras llovía, conozco a mamá, no creo que se moleste.
Sin decir más, sacudió su pierna para que Ruff la soltara y salió del baño, sin preocuparse por cerrar la puerta, provocando que un curioso (y aún sobresaltado) animalito la siguiera.
[…]
Aún tenía cosas que hacer justo ahora como para preocuparse por las cosas que Ruffnut hacía, estaba lo suficientemente estresada después de que sus compañeros de equipo la dejaran haciendo todo el trabajo final ella sola, o más bien, haciendo mal la parte que les correspondía.
De cualquier forma ya casi terminaba.
Se quitó la camiseta mojada en cuanto entró a su habitación, dejándose solamente el sostén y comenzando a buscar algo limpio y cómodo que pudiera ponerse en su armario.
—¿Aún no lavamos la ropa? —preguntó para sí misma, irguiéndose y poniendo ambas manos en sus caderas.
Miró a su alrededor, buscando el cesto de ropa sucia para averiguar si Ruffnut ya lo había llevado o no. No lo vio por ningún lado, pero lo que sí encontró fue a un pequeño intruso que la miraba atentamente desde su cama.
Frunció el ceño hacia él.
El gato pasó de verla, a sacudir una patita y comenzar a lamérsela, pasándola por su carita y tratando de acabar con su tarea de secarse.
Astrid dejó caer la mandíbula al verlo tan cómodo, ¿quién se creía?
—¿Qué haces? Bájate de ahí —lo regañó, lanzándole la blusa que acababa de quitarse para espantarlo de la cama.
El animal se puso en cuatro patas, alerta, y de inmediato saltó de la cama para esquivar la blusa mojada. Astrid lo miró molesta mientras éste se sentaba cerca de la puerta a observarla otra vez, sus ojos eran verdes y brillantes, veía cada uno de los movimientos de la rubia con curiosidad.
Astrid lo miró con recelo por un segundo. ¿Qué tanto le estaba viendo? Estuvo a punto de llamar a Ruffnut para que viniera a llevárselo, pero el minino ladeó levemente la cabeza de forma inocente.
Debía admitir que era un poco adorable…
Negó con la cabeza, decidiéndose simplemente por ignorarlo y sacarlo ella misma cuando acabara de cambiarse.
Era sólo un gato, de todas maneras.
Sin muchas opciones, tomó una de las blusas limpias que Ruffnut usaba como pijama y se la puso, cualquier cosa era mejor que estar en puro sostén por la casa, (Ruff a veces lo hacía, y aunque era inofensivo, no le resultaba tan agradable de ver).
También se cambió los pantalones por sus propios pijamas limpios y tomó la ropa mojada para llevarla a la lavandería. De camino, le dio un pequeño empujón con el pie al gato para sacarlo junto con ella de su habitación y cerrar la puerta detrás para evitar que entrara otra vez y se subiera a la cama, o que, en el peor de los casos, se hiciera del baño ahí adentro.
No iba a permitirlo.
Ya eran casi las once, por lo que cuando terminó con lo que estaba haciendo decidió ir a la mesa para asegurarse de que no faltara nada en el proyecto y enviarlo antes de que se hiciera más tarde.
—Ruff, ¿Necesitas algo? —preguntó cuando pasó por el baño, sólo para estar segura—. ¿Todo bien ahí adentro?
Ruff alzó un pulgar hacia ella, estaba maniobrando encima del escusado para quitar la cortina rota—. La remendaré con cinta adhesiva y la volveré a poner como si nada hubiera pasado.
Astrid abrió la boca un segundo, casi para cuestionarla, pero mejor la cerró otra vez—. Suerte con eso —se limitó a decir—. No vayas a caerte.
Inesperadamente, el llegar a la mesa, se encontró con un amiguito que ya estaba ahí esperándola, acostado en su silla.
—¿Estás cómodo? —le preguntó, obteniendo un maullido simpático por respuesta. Exhaló, con un poco de humor, luego caminó hasta él—. Largo, necesito ese lugar.
Sólo con mover un poco la silla consiguió que el animal bajara de un salto y saliera corriendo hacia la sala.
[…]
La lluvia se detuvo luego de un rato.
Astrid al fin había podido relajarse después de enviar su tarea y cerrar la computadora, que llevaba consumiéndole los ojos ya varios días. Se masajeó el cuello.
—Esa cosa quedó como nueva, soy una genio —vio cómo su prima salió del pasillo y se alababa a sí misma luego de arreglar la cortina, al fin había terminado de encargarse de eso y de trapear el tiradero que había ocasionado en el baño. También se había cambiado de ropa—. Sabía que tú habías agarrado mi blusa —la acusó cuando se dio cuenta.
Astrid se miró a sí misma, recordando que era cierto—. Uh, no tenía una de pijama limpia, lo siento.
—No importa —se rió Ruffnut—. Sólo no te enojes cuando yo tome algo tuyo —agregó con malicia.
La otra suspiró, otra vez, demasiado agotada mentalmente como para discutir.
—Uhm, ¿Dónde está el gatito? —volvió a hablar Ruff—. ¿Deberíamos darle algo que comer?
—Supongo.
—¿De veras no lo has visto?
—¿Cerraste la puerta del cuarto? Hace rato estaba ahí.
—Huh… sí, tal vez fue para allá —se encogió de hombros—. Y ¿Dónde está tía Lillian? Ya es casi media noche.
Astrid miró la hora en su celular, y los repetidos mensajes de llegaré pronto.
—Debe estar por llegar —respondió simplemente—. Iré a acostarme ya, estoy muerta.
—Como quieras —Ruff ya estaba en la cocina, husmeando en el refrigerador y las alacenas—. Yo veré qué darle de comer al chiquitín.
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Astrid nunca había estado en un consultorio veterinario.
Era el día siguiente, y después de haber creído que sólo ayudarían al gato por ese día mientras estaba lloviendo, ahora estaban aquí, trayéndolo al doctor para tratar de averiguar algo sobre él.
Ruffnut se veía ridículamente emocionada. Había convencido a Astrid de acudir a un veterinario luego de recordar que en Berk que era común ponerle microchips de identificación a las mascotas, por si llegaban a perderse y perdían su collar o plaquita. La rubia terminó por aceptar sólo para que Ruff la dejara tranquila.
Y, también la escuchó todo el camino hablar de los escalofríos que le daba pensar que el gobierno podría tener algún tipo de tecnología así para llevar un registro riguroso de los humanos o identificarlos.
Ruffnut, si no tenemos un chip de identificación, es porque podemos decir quiénes somos hablando, ¿No crees? —Le había dicho, un poco preocupada por la mente distraída de su prima—. Además, el gobierno sí tiene cómo registrarnos, se llama credencial de identificación, o acta de nacimiento.
Ruffnut, después de un jadeo de impresión, había estado muy silenciosa hasta que llegaron al consultorio. Ahora estaba de nuevo tan feliz como un cachorro.
El que no estuvo tan feliz fue otro…
El pequeño gato llevaba varios minutos hecho bolita en el regazo de Astrid, luego de que un perro, paciente de ahí también, se volviera loco al verlo y comenzara a ladrarle.
Ruffnut de nuevo estaba celosa de que el minino se sintiera más seguro en los brazos de Astrid y no tanto en los de ella, si se notaba que a la Hofferson a penas le agradaba tocar al animal, pero con tal de que estuviera tranquilo y no hacer el ridículo en la sala de espera, había aceptado que se quedara aferrado a ella.
—Eres un malagradecido —lo acusó—. Yo fui la que te metió a la casa y te dio un baño, si por Astrid fuera seguirías en la calle.
—No creo que te entienda Ruffnut. O te está ignorando, aún debe estar molesto contigo por haber intentado bañarlo —se burló Astrid.
La mayor hizo un puchero, llevándose las manos a las mejillas y recargándose en sus piernas. Ya quería que fuera su turno de consulta, y por suerte no pasó mucho cuando las llamaron.
Astrid llevó cargando al gato siguiendo a la veterinaria.
—Vienen para verificar el microchip ¿Verdad? —preguntó la mujer con una gran sonrisa, señalándole a Astrid que lo dejara en el mostrador para empezar a checarlo.
—Ven aquí, bonito —dijo la rubia, tratando de convencer al gato de que dejara de aferrarse a ella, tenía sus garras clavadas a la ropa—. Anda, para que te podamos devolver con tus dueños de una vez…
Al fin consiguió poner al gato en la plataforma, donde no tardó mucho en tranquilizarse al no ver más animales alrededor.
—Se ve muy saludable en realidad —admiró la veterinaria, contenta por el repentino buen comportamiento del gato—. Se ve grande, pero me parece que aún es un cachorro. Debe tener un año, un poco más, tal vez.
Pronto comenzó a buscar el microchip en la parte trasera de su cuello, sin tener éxito.
—Bueno, me temo que su nuevo amiguito no tiene un chip de identificación, señoritas —les informó la doctora, guardando de nuevo su aparato.
—¿Está segura? —preguntó Ruff, triste.
—Muy segura —asintió la mujer—. Pero como les digo, se ve muy bien de salud. Sí es probable que haya escapado de su casa, pero tengan en cuenta que los gatos saben cuidarse y preservarse muy bien aunque vivan por su cuenta en las calles.
El gatito maulló, acercándose a la orilla del mostrador, donde se encontraba Astrid.
—Se veía muy cómodo en casa —dijo ella—. Demasiado como para nunca haber estado en una.
—También le gusta mucho Astrid, hasta se despertó con él ronroneando en su panza —informó Ruff, con una risilla—. Eso quiere decir que no le molesta el contacto con las personas, ¿No? Debe significar algo.
—Sí —la doctora volvió a sonreír—. De hecho tienes razón, que le tenga confianza a las personas significa que está acostumbrado a ellas, y que muy probablemente sí tenía un hogar —miró al minino un segundo, acariciándole la cabeza, luego miró a la menor de las chicas—. Astrid, ¿Verdad?, ¿Me ayudarías a ponerlo en la báscula? Voy a hacerle un par de chequeos que hago de rutina a los pacientes para que se puedan ir tranquilas.
La rubia asintió y cargó al gato otra vez para hacer lo que le pedían. Comprobaron su peso y hasta le revisaron las orejas y la dentadura, encontrando todo en perfecto orden.
Cuando la veterinaria terminó con el chequeo, tomó su tablilla para pasar los datos del paciente como de costumbre.
—Bien, aunque no sepamos su información, ¿Podrían darle un nombre para anotarlo en la lista? —preguntó—. Tal vez incluso puedan contemplar adoptarlo, si no encuentran a sus dueños.
Ruffnut pareció emocionada al escuchar aquello—. ¡Uy! Que sea, ¡bolita de pelos! O… ¿Qué tal osito? ¿Porque es café?, ¡o Bola de…! —se detuvo, pensando en algo que fuera café —. Uh, ¿Chocolate?... Aunque es muy largo…
—Uh, Ruff sólo digámosle… —Astrid miró al gato, quien la observaba le vuelta, de nuevo esos brillantes ojos verdes. Si algo no había parado de escuchar desde el día anterior, era a Ruffnut decir lo lindo que era—. ¿Bonito?
—¡Bien! Bonito suena bien —la otra chica asintió—. Le queda perfecto porque es hermoso.
—Bonito será, entonces.
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El resto del día Astrid estuvo ocupándose de lo que Ruffnut había prometido hacer y que olvidó (o que probablemente decidió no hacer), publicar fotos del gato en redes sociales y grupos de rescatistas y adopciones de gatos en Facebook. Pero a parte de los likes y me encanta que las lindas fotos recibían, todos parecían ignorar la verdadera intención de las publicaciones.
Tal vez sólo debía esperar unos días más, o intentarlo de nuevo después.
Cuando salió a buscar algo de comer, encontró a Ruff acostada en el sillón en una videollamada desde el teléfono con alguna de sus amigas de la universidad, con el gato acostado sobre su estómago. Ella se veía con toda la intención de encariñarse con él… pero el gato hacía la misma cosa cada que veía a Astrid.
Se levantaba de inmediato y la seguía.
Desde el día anterior había sido así.
—¡No se ha comido ni el atún que le di ayer! y tampoco le gustan los Whiskas —Ruffnut sintió al gato levantarse y sólo observó cómo se bajaba de su estómago—. Él es ese gato de cada diez que dice i mi ni mi gisti isti cuando ve el sobrecito morado. Ha de tener el paladar todavía más fino.
Frunció el ceño cuando vio la razón de que Bonito se fuera corriendo al ver a Astrid en la cocina.
—¿Qué pasó? —preguntó su amiga al otro lado de la llamada.
—Otra vez se fue detrás de ella —dijo Ruffnut, repentinamente malhumorada—. ¡Gracias, Astrid! Acababa de convencerlo de se quedara tranquilo aquí conmigo, ahora ya no me va a hacer caso.
Astrid no sentía ningún tipo de culpa por aquello. No había hecho ni hacía absolutamente nada para ganarse el afecto del gato, quien ahora estaba paseándose en sus pies y maullando por su atención. Sólo se limitó a ignorarlo, al igual que a Ruffnut.
—¿La sigue mucho?
—¡Ugh, sí! —Ruff volvió a tirarse de espaldas en el sillón, frustrada—. Se la pasa ahuyentándolo y haciéndole caras. No sé por qué la quiere tanto si ella no lo quiere a él.
—Vete con ella para que deje de molestar, te lo imploro —le susurró Astrid al gato, quien sólo volvió a maullar, quedándosele viendo mientras continuaba preparándose un tazón de cereal.
—¡Uy! Y ¿Qué tal que es algo místico? —dijo la chica en la llamada.
—Uuuuh, ¿A qué te refieres? —preguntó Ruff—. ¿Algo sobre guardianes espirituales, como en las películas?
—Algo así —respondió su amiga—. Mi abuela creció en China y tiene muchas historias sobre eso. Una vez me dijo que había gente que solía creer que los gatos eran los espíritus de seres amados que vuelven a la tierra a dar amor, o a tratar de enmendar cosas que dejaron pendientes antes de morir. Incluso nos platicó de una señora que estaba segura de que su gato era la reencarnación de su hijo que murió cuando era un bebé —rió inocentemente, recordando las anécdotas de su abuela—. No sé, ¿Algún familiar de Astrid, o un amigo, tal vez?
Ruffnut guardó silencio un segundo tras la explicación de su amiga, incómoda. Sabía que Astrid estaba escuchando por encima la conversación.
No supo qué decir. Tragó saliva.
—U-uh, p-pues mi abuela dice que los gatos son bestias que no dudarían en comerte mientras duermes si los dejas sin comida jeje —dijo rápido, luego miró a Astrid de reojo para asegurarse de que todo estuviera en orden.
Por suerte, ella parecía haber ignorado también lo que acababa de escuchar.
—Pero este gato no quiere ni comer —agregó después, más tranquila—. Tal vez se la quiere comer a ella —dijo con una risita.
Vio cómo Astrid ni se inmutó por el pequeño chiste e hizo una mueca. Ella sólo tomó su plato de cereal y un pequeño plato de fruta que acababa de picar y se fue de regreso a su habitación.
Y Bonito fue corriendo detrás de ella.
[…]
Puso ambos platos encima de su buró y se giró para cerrar la puerta, encontrándose con que alguien (o más bien algo) ya había irrumpido en el cuarto.
Exhaló al ver al gato, quien estaba cómodamente sentado en la cama de Ruffnut, observándola atentamente.
—Ni creas que vas a quedarte aquí otra vez —le dijo, acercándose a él dispuesta a sacarlo. La noche anterior se despertó sintiendo un potente radiador en el estómago, no creía que un gato pudiera ronronear tan alto mientras dormía.
No estaba dispuesta a pasar por eso otra vez.
Estando a unos centímetros de tomarlo, el gato maulló.
Un fino y amigable sonido que la hizo detenerse.
Miró al animal por unos segundos, de pronto, y sin querer, recordando lo que acababa —y que hubiera preferido no escuchar— de la amiga de Ruffnut en la sala.
"El espíritu de un ser amado."
Se quedó observándolo. Era algo tan extraño. Que sin quererlo cerca el animal insistiera y anduviera detrás de ella, que saliera de la nada y que sin explicación la siguiera hasta su casa… que estuviera tan cómodo sólo con ella.
Los ojos del gato… eran tan brillantes cuando la veía.
No.
Sacudió la cabeza, desechando de inmediato esos pensamientos.
¿"Espíritus"? tonterías, sólo era un gato amigable que se había encontrado en la calle. Él sólo la quería por haberlo salvado de los tratos bruscos de Ruffnut, por eso se sentía más cómodo con ella. Debía haberla seguido al ver que llevaba comida o simplemente por haberle hablado cuando se lo encontró.
Bien podría ser un gato mimado, acostumbrado a que le dieran cariños y cuya familia lo podía estar buscando justo ahora.
—Escucha, no me gustan los gatos. No creas que vas a conseguir que me encariñe. —le dijo segura. Él sacudió una oreja y ladeó la cabeza—. No vamos a quedarnos contigo, así que no te pongas cómodo, ¿Oíste?
Sin esperar más, lo levantó con ambas manos para llevarlo al pasillo y lo dejó en el suelo—. Y no puedes dormir aquí —sentenció, cerrando la puerta y dejándolo fuera del cuarto.
Sólo era un animal, y uno que no quería que estuviera en su casa.
Los gatos eran desagradables.
Y esas historias sobre ellos, esos cuentos de la gente… todos eran locuras, eran ideas que no quería y que no iba a permitirse pensar.
Las personas que se van… jamás vuelven.
Y menos dentro de un gato.
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Jeje, ¿Alguna teoría?
Me emocioné demasiado cuando vi que esta historia ya tenía algunos reviews y kudos! Me haría muy feliz si pasaran a Instagram (@alexthedragonite) donde subí un dibujo de Hiccup ángel que realmente espero que les gustee, seguiré practicando mucho para subirles más contenido así.
Monsterhighargenta: aquí está al fin la continuación! Muchas gracias por dejar un comentario aaaa espero estar actualizando este fic miércoles o viernes, aún estoy viendo C:
LuzAnders: HeerrrMAnA, Cómo Entrenar a una Patinadora es mi fanfic favorito de ceatd de hace años jojoj, lo llegué a leer más de una vez y lo amo, por lo que conozco perfectamente el final y, bueno, sólo diré que el concepto del "ángel" de esta historia no va tanto por ahí xD (Spoiler?) Espero estés muy bien, preciosa!
Dragonauta: Casi LLORO con to comENtarIO, cómo me haces esoo aaaaa. Muchas gracias por leerme y por darme ánimos dejando review aunque sea una vez. No te preocupes, Older sigue en marcha y Sé que estás aquí también, aunque con ésta última siga tomándome tiempo para reorganizarme u.u Me encantó leer la teoría! Jajaj no creo que la franquicia siga, pero nunca hay que perder la esperanza. Y sobre lo del tercer hijo, dioooss qué te puedo decir si he tenido una idea para un fic desde hace años en la cabeza, sobre aventuras de los hijos Hiccstrid. Me encanta tu mente aaaa, gracias a ti se me vinieron más ideas y: amo. ¿Será que saque esta historia cuando termine ¡hb!? Lo averiguaremos… 7u7 Muchas gracias otra vez! cuidate mucho tú también y bendiciones igual para tiii.
KatnissSakura: Muchas gracias por comentaaaaarr!!! me sorprendió mucho verte aquí jajaj de verdad espero que te guste la historiaa! Saludoos
Otra vez muchas gracias a todos, quienes tan pronto guardaron y dieron kudos, de verdad me sube mucho el ánimo.
Insisto en que se pasen por Instagram a ver el dibujo! Lo hice con mucho amor jajaj
Nos leemos pronto!
27 mayo 2020